Mensaje sobre el diálogo nacional. 20 de abril de 1986
1. Mensaje sobre el Diálogo Nacional
Los obispos del Paraguay, para cumplir el "principal deber de ser
maestros de la verdad" (Juan Pablo II -Puebla); con frecuencia nos
dirigimos a la comunidad nacional en forma personal o colectiva.
Nuestra palabra llega a muchos hombres, siempre para anunciar el
mensaje evangélico, teniendo en cuenta la realidad del mundo y la
del hombre concreto al que nos dirigimos.
La misión es difícil y delicada. Debemos ser fieles a Cristo y a su
doctrina, que es la doctrina de la Iglesia. Debemos ser fieles a nuestro
pueblo, pueblo al que pertenecemos y al que enviados por Dios
queremos y tenemos que servir. Ese pueblo vive problemas y
preocupaciones trabaja y tiene esperanza, sufre y se alegra, a veces
se desiluciona y siempre confía encontrar en su Iglesia la comprensión
y el apoyo que necesita.
Conscientes de esa responsabilidad y de esa esperanza, todos los
Obispos de la CEP firmamos este mensaje, evocando la figura de
nuestro querido Mons. Juan Sinforiano Bogarín, un gran Obispo que
durante 54 años procuró servir al pueblo como auténtico Pastor. Hace
poco celebramos el centenario de su Ordenación Sacerdotal
recordando su ejemplo de preocupación constante por el pueblo
paraguayo y por su unidad. Por eso su nombre nunca puede ser
utilizado para avivar rencores ni para enfrentar a los paraguayos. Sus
cartas y visitas pastorales son claro testimonio de esa preocupación.
Magníficas han sido sus intervenciones para evitar conflictos, para
concluir luchas armadas o para apoyar la labor de la defensa de nuestro
suelo patrio en el Chaco. Fue un Obispo que no tuvo miedo de actuar
con energia cuando las circunstancias lo exigían.
En ese espíritu hemos asumido la tarea de propiciar un gran Diálogo
Nacional al que en esta oportunidad queremos referirnos. Sabemos
que desde el anuncio del Consejo Episcopal Permanente de la
Conferencia Episcopal Paraguaya de fecha 22 de enero pasado, este
tema está en el interés de todos. Algunos han brindado su entusiasta
apoyo y solidaridad con la tarea asumida, otros, han manifestado su
desagrado y rechazo; muchos son los compatriotas que se han
pronunciado, desde los más diversos sectores. Y muchos son los que,
con preocupado interés se preguntan qué buscan los Obispos o porqué
la Iglesia se ocupa de estos asuntos. Respetando las opiniones de
todos, buscaremos responder a los interrogantes y aclarar las dudas
existentes. Lo hacemos por amor a la verdad y por el entrañable afecto
a nuestros hermanos que viven en este suelo sin distingos ni exclusiones.
2. 1. ¿QUE ES EL DIÁLOGO NACIONAL?
- En primer lugar, es un gesto de servicio que ofrece la Iglesia a todo
el país. Como "Madre y Maestra", la Iglesia percibe que la situación
del país es delicada y se siente obligada a hacer algo en favor del
mismo. En efecto, los constantes enfrentamientos y la creciente
desunión que vemos en los sectores de la sociedad nacional, el
deterioro de la moralidad pública y privada que desde años atrás
venimos denunciando (cfr. El Saneamiento Moral de la Nación, 1979),
y la peligrosa sensación de una frágil convivencia que no se funda en
el amor, en la justicia, en la verdad; todo esto configura una situación
preocupante que motiva nuestra intervención.
La Iglesia no olvida que todos, en mayor o menor medida, somos
corrresponsales de esta situación. Nadie tiene derecho a eludir su
propia responsabilidad. Por eso mismo todos tenemos la obligación
de procurar la superación de los males que afligen al país. La Iglesia
ofrece su servicio sin buscar otro objetivo. No pretende imponer un
programa de gobierno, ni aspira a lograr ganancias de cualquier clase.
Quiere propiciar el diálogo, servir al diálogo, hacerse espacio de
diálogo. Por eso asume una responsabilidad que aunque difícil y
delicada, es eminentemente evangelizadora.
- El diálogo es un medio o instrumento útil para alcanzar el objetivo
propuesto. Dialogamos cuando sabemos hablar y sabemos escuchar.
No significa renunciar a las propias convicciones ni anular o encubrir
las diferencias existentes. Sin ofender a nadie, sin pretender ganar
siempre, sin creer que solo nosotros tenemos razón. Cuando
dialogamos, encontramos que tenemos muchas cosas en común. Por
eso la Iglesia confía mucho en el diálogo fraterno, respetuoso, humilde, sincero.
- El Diálogo Nacional es un llamado a todos los sectores de opinión
para analizar y estudiar los problemas del país y nuestras
responsabilidades en la solución de los mismos. Es una invitación.
No se limita a los partidos politicos porque creemos que debe abarcar
todas las formas de relacionamiento y de gestión social que realizan
los hombres. La dirigimos a todos los sectores que forman la
comunidad nacional: políticos, sindicales, campesinos, militares,
profesionales, estudiantes, empresarios, culturales, eclesiales, y
también a la familia y la juventud. Por eso decimos que es nacional;
por que alcanza a toda la nación y porque se refiere a todos los
problemas que afectan al hombre paraguayo, a las familias paraguayas,
a la comunidad nacional. El bien que se pretende es el Común, no el
que pueda interesar a una parte tan solo de la Nación.
- El diálogo es un derecho y un deber de todos los habitantes de
nuestro país y de todos los sectores de nuestra sociedad, porque todos
3. somos responsables de la construcción de una sociedad justa y libre.
Es el diálogo un proceso contínuo y creciente. No es solo una
necesidad momentanea surgida por una situación difícil sino es un
clima en el cual se desenvuelven normalmente las relaciones en un
pueblo que está en proceso de crecimiento continuo.
2. ¿QUÉ BUSCA LA IGLESIA CON EL DIÁLOGO NACIONAL?
Es evidente que la Iglesia no pretende entrar en el campo de la política
partidaria, para cambiar gobiernos o dictar leyes. No es desde luego,
ese su papel ni es ése su propósito. Tampoco pretende erigir un tribunal
para juzgar a nadie ni quiere iniciar un certamen de acusaciones. No
hay derecho a atribuir tales intenciones a la Iglesia, y quienes así lo
hacen, o lo hacen por ignorancia de su verdadera misión o con
interesada mala intensión.
El Diálogo Nacional tiene como fin alcanzar la participación de todos
en la construcción del bien común. Todos los paraguayos y todos los
que habitan este suelo, estamos convocados para hacer algo en favor
del país para trabajar unidos para construir el bien de todos. Estamos
convocados para empezar un nuevo modo de vivir, sin echar al
hermano la culpa de los males del pasado o del presente, sino tomando
con seriedad y patriotismo la resposabilidad que tenemos todos. Se
busca que las coincidencias que surjan del diálogo sean las bases de
un trabajo comunitario eficaz. Es necesario confiar en la capacidad
que tenemos los hombres; pero es necesario; también ser realistas y
no ilusionarnos creyendo que todo será fácil y sencillo.
Vale la pena en este momento, recordar las palabras de Su Santidad
Juan Pablo II a los Diplomáticos de los distintos países acreditados
ante la Santa Sede, el 11 de enero de este año. Dijo el Papa: "...La
Iglesia se compromete gustosamente a fomentar todos los diálogos
verdaderos de paz, todas las formas de sincera negociación, de leal
cooperación". Y más adelante añade: "Ante todo (la Iglesia) quiere
educar las conciencias para la apertura a los demás, el respeto al otro,
la tolerancia, que va siempre acompañada de la búsqueda de la verdad,
la solidaridad". Estas palabras del Sumo Pontífice expresan el gran
objetivo de la Iglesia y creemos que ayudarán a hacer entender que el
Diálogo Nacional es un emprendimiento pastoral y no político.
Afirmamos, una vez más, que la misión propia de la Iglesia es
evangelizar. Si asumimos la responsabilidad de convocar al Diálogo
Nacional es porque estamos convencidos de la necesidad de buscar
la unidad, la concordia y la participación de todo el pueblo
paraguayo, que es uno de los frutos de la evangelización. Solamente
asi podremos realizar el ideal de una sociedad más justa, fraterna y
abierta a Dios. Una sociedad en que no haya privilegios ni
4. marginaciones, o como cantamos en el Himno Patrio, sin opresores
ni siervos pero sí en unión e igualdad. Una sociedad, en fin, que
mirando al porvenir, sea capaz de crecer en la aceptación de las
diferencias que pueda haber entre nosotros pero sin disminuir la
fraternidad, la paz y el amor. A esto llamamos convivencia. Y éste es el anhelo del
pueblo.
Asi se entiende por qué la Iglesia pide la colaboración de todos y
porqué en todas las Misas se incluye una petición, en la oración de
los fieles, con este propósito. Pedimos a todos los creyentes católicos
o no, que apoyen con su plegaria este esfuerzo de la Iglesia.
Realizamos especial pedido, en este sentido, a los sacerdotes, a las
comunidades religiosas, a los institutos seculares y a los monasterios
de vida contemplativa. Esperamos la colaboración de los hombres y
las familias paraguayas. Fomentemos un clima de entendimiento y
de paz. Que no haya palabras ofensivas ni actitudes violentas. Dejemos
de lado los rencores, prejuicios y desconfianzas. Los valores humanos
y cristianos de nuestro pueblo han sido, a lo largo de la historia patria,
capaces de producir memorables hazañas. Esos valores constituyen
el punto de partida. Empecemos a caminar juntos y a trabajar unidos
para el bien de nuestro querido Paraguay.
La Pascua del Señor, recientemente celebrada en clima de júbilo, nos
invita a asumir con valor y esperanza este camino. Hoy los Obispos
del Paraguay reiteramos la voluntad que nos anima a acompañar y
compartir la vida de nuestro amado pueblo al que nos debemos.
Percibimos un conjunto de anhelos y esperanzas en las generaciones
jóvenes de la patria, cuyo noble espíritu y generosa voluntad
conocemos. Muchas veces hemos comprobado la capacidad de
sacrificio de nuestro pueblo y su decisión cuando se trata de una obra
común y para todos benéfica. Todo ello nos anima y nos hace creer
que el emprendimiento será de real provecho para el país. Para
nosotros, los Obispos, el Diálogo Nacional es un llamado a todos los
sectores del país, un gesto de servicio y un medio de participación.
Pero, por encima de todo, es también un testimonio de amor y entrega
a nuestro pueblo, noble y sufrido.
Con ese espíritu ponemos en marcha esta iniciativa, invocando la
intercesión de la Inmaculada Concepción de Caacupé. La Santísima
Virgen de los Milagros, madre y abogada del pueblo paraguayo, nos
alcance de Dios las gracias necesarias para que sean alcanzados los
objetivos propuestos.
5. Asunción, 20 de Abril de 1986.
En la Domínica del Buen Pastor, Día del Obispo.
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+ Jorge Livieres Banks
Obispo Auxiliar de Asunción y Secretario General de la CEP