PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pdf
La mujer una reflexión pastoral. 29 de noviembre de 1996.
1. "La Mujer"
Una reflexión pastoral
Carta Pastoral
El tema de la presencia de la mujer en la sociedad civil y en la Iglesia
es, indudablemente, de mucha trascendencia. Ha pasado un año de la
IV Conferencia Mundial sobre la Mujer realizada en Pekín, y la
importancia que tiene como uno más de los encuentros similares
realizados, une la circunstancia de haberse reunido en vísperas de un nuevo
milenio.
Los Obispos del Paraguay ofrecemos nuestro aporte para sumar una
acción eficaz y concreta de la Iglesia a las aspiraciones de tantas
mujeres y de la misma sociedad. Pretendemos reflexionar sobre el
tema de la mujer en el marco de la doctrina de la Iglesia. También
queremos mirar la situación de la mujer en nuestro país, para asumir,
con toda la comunidad creyente, un compromiso de acción en favor
de este importante sector de nuestro pueblo.
1. UNA REFLEXIÓN NECESARIA
Nuestra reflexión parte del Libro del Génesis, el primero de los Libros
de la Sagrada Escritura. En el capítulo primero se relata la obra de la
creación, de modo sintético pero con un lenguaje muy claro. "Creó,
Dios, al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creo,
varón y mujer los creó" (Gen. 1,27). Queda bien expresada la
dignidad y la misión de la mujer en el mundo. Hay un proyecto preciso
que imprime un desarrollo a la acción creadora de Dios. En primer
lugar, se dice que el ser humano es creado a imagen y semejanza de
Dios. En el conjunto de la obra de la creación, el ser humano tiene un
carácter peculiar y único. Pero además dice que es creado "varón y
mujer". Por eso, el hombre está rodeado de innumerables criaturas
salidas de las manos de Dios y, sin embargo, "se encuentra solo".
Es el mismo Dios el que hace salir al hombre de esta situación. "No
es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda
adecuada". Así pues bien podemos afirmar que la creación de la
mujer está marcada por el principio de la ayuda recíproca.
Con razón dice el Papa Juan Pablo II en su Carta a las Mujeres que
"la mujer es el complemento del hombre como el hombre es el
complemento de la mujer: mujer y hombre son entre sí
complementarios". La polémica discusión sobre la igualdad entre
el hombre y la mujer debe superarse. Lo humano se realiza tanto en
la femineidad como en la masculinidad, con modalidad diversa y
complementaria; ambas son de tal manera necesarias que sin ellas no
se realiza plenamente lo humano.
2. El relato del libro del Génesis, luego de la creación del ser humano
varón y mujer, nos habla de la misión que a ambos Dios confía: "llenen
la tierra y sométanla". Es importante, en momentos en que con
frecuencia se disminuye o niega el valor de la maternidad, mencionar
la primera tarea que Dios confía al ser humano. Se trata de prolongar,
por medio de la procreación, el género humano en el tiempo. Se trata
de prolongar así la obra creadora de Dios. Esta dignidad de madre va
acompañar, a lo largo de los siglos y en las culturas más diversas, la figura de la
mujer.
Dios quiere que el ser humano, racional y libre, ejerza el señorío
sobre la tierra. Para eso debe administarla con responsabilidad y
profundo respeto. La transformación de la faz de la tierra debe ser
cumplida por el hombre y la mujer con igual responsabilidad y
conscientes de tener entre manos una obra de cultura. La procreación,
la vida de la familia, la construcción misma de la historia, pertenecen
a esta "unidad de los dos". Por eso dirán los Obispos en la
Conferencia de Santo Domingo que "el hombre y la mujer son
llamados desde su origen no solo a existir uno al lado del otro, o
simplemente juntos, sino que son llamados también a existir
reciprocamente el uno para el otro" (Doc. S.D. Nº7).
La Conferencia de Pekín ha sido ocasión propicia para destacar los
aportes que la mujer ofrece a la vida de todos los pueblos y de la
sociedad misma. En verdad es mucho lo que el progreso de todo el
género humano debe a la mujer. Y si una vez más debemos dar
testimonio del valor que tiene la mujer como madre, es necesario
también dar testimonio del aporte de la mujer al progreso científico y
técnico, así como al desarollo de la humanidad en la dimensión ética
y social. Este aporte es ofrecido muchas veces en forma callada, a
partir de la vida familiar y prolongada a través del tiempo en medio
de no pocas dificultades.
La Iglesia ve en María la madre de Jesús, la máxima expresión de
femineidad y la propone siempre como modelo y fuente de inspiración.
Ella, con su si a Dios (Lc. 1, 38), nos da ejemplo de entrega absoluta
al servicio de Dios y de su plan de amor a los hombres. Servicio de
amor a partir de su fe, pese a las dificultades familiares y sociales. Los
Obispos del Paraguay, queremos proponer como modelo a María, cuyo
servicio de amor le permitió la experiencia de un auténtico y misterioso
reinado. La vocación fundamental del ser humano creado a imagen y
semejanza de Dios es servir y reinar. El Concilio Vaticano II dice que
el ser humano "no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino
en la entrega sincera de sí mismo" (Gaudium et Spes, 24).
A lo largo de la historia de la Iglesia, inspirada en el ejemplo de
3. María, junto al valor de la maternidad se conservó el valor de la
virginidad. Un valor que debe ser plenamente reivindicado y merecer
el aprecio y consideración del mundo moderno. No se trata de una
manera enfermiza o negativa de vivir el amor.
Es un don que permite la plenitud de entrega, donde tantas mujeres
encuentran su realización personal. Hay un puesto muy particular y
privilegiado para aquellas mujeres que han optado por este valor
humano y cristiano ya sea en la vida consagrada, ya sea en la
coordinación laical ofrendada en servicio a los demás.
2. UNA MIRADA A NUESTRA REALIDAD
Es indiscutible la presencia de un machismo injusto y discriminatorio
en muchos órdenes, también en la vida de la Iglesia.
De ahí la falta de reconocimiento y valoración de la persona y de la
labor de la mujer en la historia del Paraguay.
El nuestro es un país pequeño, cuya población, mayoritariamente
femenina, muestra la realidad de su postergación de las instancias de
decisión en casi todos los ámbitos. En la vida política, es insignificante
su participación en los cargos electivos. Es cierto que los partidos
manifiestan interés de integrar a la mujer, pero en general no se
perciben medidas concretas y positivas para superar esa discriminación.
Por otro lado, existen grandes diferencias entre las mujeres que viven
en el campo y en la ciudad; en núcleos urbanos de cierta importancia
o en pequeñas poblaciones rurales, en hogares que acogen una vida
familiar estable o al menos con cierta estabilidad o en situaciones en
que ella debe cumplir los roles de padre y madre; en situaciones - en
fin- de pobreza no solo económica sino también de educación y autoaprecio.
Muchas son las páginas de la historia que pueden llenarse con la vida
de las mujeres del Paraguay. A veces en precarias condiciones y con
menguados recursos, dentro y fuera de la familia, la mujer dio
continuidad a la vida de la nación. Recordamos y agradecemos a
tantas mujeres, religiosas y laicas, que se han desvelado en la
educación, en el trabajo de atender la salud y también en las labores
más pesadas de la vida del campo. Con tenacidad y amor perseverante,
las mujeres han merecido en el conjunto de la vida eclesial y social
un respeto que no siempre recibieron, y un espacio adecuado que no siempre
obtuvieron.
Queremos resaltar los aportes que el Paraguay debe a las mujeres, a
partir de la Guerra del ´70. Recordemos la entereza con que
sobrellevaron los horrores de una guerra cruel y prolongada, y sacando
fuerza de flaqueza, reconstruyeron un país en ruinas. Durante la Guerra
4. del Chaco desempeñó múltiples funciones. Tomó el arado cuando el
agricultor se hizo soldado; actuó de enfermera en el frente de la batalla
y en la retaguardia; se desprendió de sus modestas pertenencias para
contribuir a la defensa de la heredad patria, vivió con austeridad e
hizo posible una economía de guerra que hasta hoy nos admira.
Muchos emprendimientos han tenido como iniciadoras u
organizadoras a mujeres de toda clase y condición social.
Mencionemos el trabajo eficiente en la transmisión de la fe y en tareas
evangelizadoras. También a quienes lucharon por ideales de justicia
y libertad en momentos difíciles. A las que llevaron socorro a los
presos, a las que ofrecieron sus vidas por un Paraguay mejor, a tantas
mujeres que hoy, como ayer y como siempre, luchan por un Paraguay fraterno y
justo.
Este es el momento de reconocer también las limitaciones que a lo
largo de los años encontramos en la vida nacional. No podemos cerrar
los ojos e ignorar realidades dolorosas de debilidades y de flaquezas
humanas. Nos duele ver los extravíos que con frecuencia alarmante
se suceden entre nosotros. Lastima a todos una sociedad materialista,
dominada por el consumismo y despojada de valores morales, que
hacen de la mujer un instrumento de explotación comercial con fines
egoístas y brutalmente utilitarios. El santuario del hogar es profanado
por infidelidades y crímenes que no hace falta explicitar pues son
conocidos por todos. Muchas veces, debemos reconocer, son las
mujeres las que hacen posible una descomposición social y moral a
causa de ambiciones desenfrenadas. Particularmente en las clases
dominantes, pero no solo en ellas, muchas son las mujeres que dejan
de lado criterios correctos de conducta personal y social, por el dinero y por el
poder.
No es justo atribuir los males de la mujer solo a influencias históricas
o a estructuras culturales y económicas. Así como dijimos los grandes
méritos que tienen, debemos decir también que sus deficiencias no
se deben solo a la influencia negativa del varon. La razón es muy
clara para el creyente: la mujer como el varon está sometida al pecado
de origen. Ambos necesitan, cada día, de la redención del Señor.
Y finalmente recordemos a tantas mujeres de diferentes lugares y
épocas, de muy variada condición social, que han dejado un ejemplo
inolvidable de virtudes humanas y cristianas, y que sin duda alguna,
han recibido ya el premio de los justos.
Así como nos alegra tener en San Roque González de Santa Cruz el
primer Santo Paraguayo, nos alegra recordar que son dos mujeres:
María Florencia Domínguez Netto (Piché) y María Felicia
Guggiari, cuyos procesos de Beatificación se han iniciado, y que
5. esperamos sean reconocidas por la suprema autoridad de la Iglesia
como ejemplares modelos de vida cristiana.
3. UNA PROPUESTA DE ACCIÓN
Hemos dicho que nuestra mirada a la realidad era para asumir un
compromiso de acción en favor de la mujer. Seguramente hay muchos
aspectos que pueden señalarse acerca de la situación de la mujer en
el país y en la Iglesia. Pero queremos ofrecer ya algunas líneas de
acción que respondan, siquiera en parte, al panorama amplio de
urgencias y de necesidades.
a) Ante todo, creemos indispensable apelar a las propias mujeres para
buscar su auténtica promoción. Son ellas, con sus grupos y
movimientos, las que deben pensar y encontrar modos y caminos
que hagan posible obtener el resultado que se busca. La Iglesia y el
Estado, es verdad, pueden y deben ayudar apoyando las propuestas
para se formulen. Pero la iniciativa y la mayor responsabilidad está en la propia
mujer
b) Juzgamos importante subrayar la urgencia de los valores de la
maternidad y de la vida familiar de la mujer. La opción por la vida
debe ocupar, también hoy, un lugar privilegiado entre los valores
sostenidos y propuestos a toda la sociedad paraguaya. Igualmente
afirmamos, una vez más, el provecho grande que para la nación toda
tiene la vida religiosa, camino de realización personal y fecundidad
espiritual en el servicio a la comunidad.
c) Se debe promover la presencia de la mujer en los grupos sociales,
gremiales, profesionales o políticos. Ellas deben dar, por medio de
su trabajo o de su comportamiento político, un aporte específicamente
femenino y auténticamente cristiano a la sociedad. Exhortamos en
particular, a las mujeres católicas a ejercer este compromiso.
d) Por medio de una auténtica educación evangelizadora se debe
promover la solidaridad femenina entre los diversos grupos sociales.
Las mujeres de cualquier condición adquirirán, así, conciencia de
autoestima para actuar en favor de los demás.
e) El vasto campo de la educación ve en la mujer un elemento
adecuado para su desarrollo. Desde el hogar hasta la escuela, la mujer
cumple un rol educativo que debe ser valorado y potenciado.
Aspiramos lograr que una prioridad del valor de la reforma educativa
encuentre en la mujer un instrumento eficaz para su efectiva aplicación.
f) La Iglesia, en el Paraguay quiere apoyar y favorecer las propuestas
para superar marginaciones injustas de la mujer. Un claro ejemplo
tiene en el documento de la Santa Sede con respecto a las Conclusiones
6. de la Conferencia de Pekín. Algunos puntos de dichas Conclusiones
motivaron reservas por parte de la Iglesia. Sin embargo se creyó
oportuno unirse el consenso por los numerosos aspectos positivos
que constituyen una aportación real a la promoción de la mujer.
g) Entendemos que corresponde a los Obispos invitar y estimular la
participación activa de las mujeres en la labor de la Nueva
Evangelización. En la introducción de esta Carta hemos recordado la
proximidad del tercer milenio. En preparación al Jubileo del año 2000,
la Iglesia toda se dispone a realizar un serio esfuerzo de renovación
en la fe y en la vida cristiana. Porque creemos que el varón y la mujer
deben cooperar permanentemente en el crecimiento de una misma
comunidad para bien de todos; porque creemos que es grande el aporte
del genio femenino a la tarea de la Nueva Evangelización, cerramos
esta Carta con un fervoroso llamado. Muchos motivos tenemos para
esperar una respuesta generosa y perseverante de las mujeres a la
invitación que hacemos de participar en la tarea pastoral que la Iglesia se propone
iniciar.
Que la Santisima Virgen María, prototipo de mujer y Madre de la
Iglesia, nos ayude a todos a responder a los desafíos de hoy con el
amor humilde y servicial que tan admirablemente nos enseñó. A
cuantos habitan nuestro suelo, particularmente a las mujeres,
bendecimos con reconocimiento y aprecio, en el nombre del Padre,
del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Esta intención queremos mantenerla viva, en nuestra peregrinación
a Caacupé, y particularmente ante el altar de Nuestra Señora de los
Milagros en su Santuario.
Asunción, 29 de Noviembre de 1996
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+ Pastor Cuquejo
Obispo Castrense - Secretario General de la CEP