Este documento describe las bases de la antropología cristiana y cómo Cristo revela plenamente el ser humano. Según la fe cristiana, cada persona está llamada a un proceso de formación para alcanzar la imagen perfecta de Cristo. Cristo es el camino, la verdad y la vida, y la única forma de conocer plenamente la naturaleza y vocación del ser humano es a través de Él.
Vida y teología de Joseph Ratzinger/Benedictus XVI
1) PRÓLOGO de José Morales en el libro de Pablo Blanco Joseph Ratzinger, Vida y Teología, Rialp 2006
2) LA RAZON EN EL CRISTIANISMO. UNA REIVINDICACION DE JOSEPH RATZINGER, por PABLO BLANCO SARTO, SCRIPTA THEOLOGICA 37 (2005/2) 643-659
Doctrina, gobierno y culto son los tres aspectos de la Iglesia que hemos visto encarnados en la persona y actividad de quien ocupa hoy la sede de Pedro. El cardenal Ratzinger ha protegido por oficio durante años la identidad católica del pueblo cristiano. Lo ha hecho bajo Juan Pablo II como responsable máximo de la custodia y desarrollo de la doctrina evangélica. Ha sido un representante sereno de la Iglesia orante, y en la experiencia contemplativa se ha desarrollado su visión teológica y pastoral. Su labor de gobierno en Múnich y en la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha inspirado en el Evangelio y en los valores perennes del Reino de Dios.
Benedicto XVI —obispo y teólogo— expresa la unidad de la Iglesia en el amor, y es un gran llamamiento a la comunión.
Vida y teología de Joseph Ratzinger/Benedictus XVI
1) PRÓLOGO de José Morales en el libro de Pablo Blanco Joseph Ratzinger, Vida y Teología, Rialp 2006
2) LA RAZON EN EL CRISTIANISMO. UNA REIVINDICACION DE JOSEPH RATZINGER, por PABLO BLANCO SARTO, SCRIPTA THEOLOGICA 37 (2005/2) 643-659
Doctrina, gobierno y culto son los tres aspectos de la Iglesia que hemos visto encarnados en la persona y actividad de quien ocupa hoy la sede de Pedro. El cardenal Ratzinger ha protegido por oficio durante años la identidad católica del pueblo cristiano. Lo ha hecho bajo Juan Pablo II como responsable máximo de la custodia y desarrollo de la doctrina evangélica. Ha sido un representante sereno de la Iglesia orante, y en la experiencia contemplativa se ha desarrollado su visión teológica y pastoral. Su labor de gobierno en Múnich y en la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha inspirado en el Evangelio y en los valores perennes del Reino de Dios.
Benedicto XVI —obispo y teólogo— expresa la unidad de la Iglesia en el amor, y es un gran llamamiento a la comunión.
A política sempre recorreu ao faro dos especialistas e consultores para tomar as decisões mais importantes. Quando a informação é imprecisa e os dados são escassos, a experiência vale tudo. Mas hoje vivemos em um mundo onde a informação é abundante. Entenda como usar esses dados nas campanhas eleitorais para reunir e cruzar informações, identificar tendências, descobrir o que funciona e o que não funciona, testar, simular e comparar. Ninguém deve abrir mão dos especialistas. O que podemos fazer é colocar a evidência a serviço desses profissionais.
Para fazer o download da pesquisa completa visite: www.medialogue.com.br/publicacoes
Somos o instituto de mediação e arbitragem "IN" Agronegócios, que é uma pessoa jurídica de direito privado sem fins lucrativos e atende os requisitos dos artigos do 1º 2º 3º 4º 5º da lei Nº 9.790/99. Em especial o IMAGRO'S funciona como uma justiça privada e, suas sentenças tem o mesmo valor de uma decisão do Poder Judiciário em conformidade com as leis n 9.307/96 alterada pela lei Nº 13.129/2015.
A reputação e a imagem na mídia digital é um patrimônio a ser tutelado no século XXI. E é cada vez mais importante que empresas e instituições saibam o que estão falando nas redes, fiquem atentos à movimentação de funcionários, colaboradores e fornecedores, e monitorem em tempo real as informações que são veiculadas a seu respeito na web. O Monitor Legal e Compliance é um pacote de serviços exclusivo que visa vigiar, prevenir e responder imediatamente a incidentes no mundo digital associando estratégias de monitoramento, pesquisa e comunicação às ferramentas jurídicas.
Para fazer o download da pesquisa completa visite: www.medialogue.com.br/publicacoes
O Brasil é um dos recordistas em uso de internet e de redes sociais. Quase 100 milhões de brasileiros conversam regularmente pelo Facebook, Twitter, YouTube, Instagram e outros canais sociais. Governos e governantes já sabem que é preciso estar na internet. O difícil é entender como aproveitar a conversa social para ouvir e se conectar ao seu público. Entenda como governos podem usar os dados disponíveis na web e em seus canais sociais para traçar uma estratégia de comunicação online que dá certo.
Para fazer o download da pesquisa completa visite: www.medialogue.com.br/publicacoes
Guia do Direito Eleitoral para Campanhas na Internet (2012)Gabriel Attuy
O exclusivo Guia do Direito Eleitoral para Campanhas na Internet acaba de receber uma edição revisada e atualizada para orientar como os candidatos das eleições municipais de 2012 podem usar a web na campanha. Trata-se de uma cartilha com respostas para 100 questões que envolvem desde o envio de e-mail ao uso de sites e perfis nas redes sociais. Lançado em 2010 pela Medialogue, o Guia de 2012 foi revisado e atualizado com a colaboração do especialista em Direito Digital Leandro Bissoli, sócio do escritório Patricia Peck Pinheiro Advogados.
Para fazer o download da pesquisa completa visite: www.medialogue.com.br/publicacoes
O estudo inédito sobre a presença dos CEOs nas mídias sociais elaborado pela Medialogue foi realizado com o objetivo de ampliar o conhecimento sobre a participação dos executivos do Brasil na web. Foram levantados dados dos dirigentes das 50 maiores empresas do país incluindo a sua presença em redes como o Linkedin, Twitter, Facebook, YouTube e Flickr, além dos sites das empresas que dirigem.
Para fazer o download da pesquisa completa visite: www.medialogue.com.br/publicacoes
1. Antropología Cristiana: Formar en Cristo
Enviado por latiniando
Anuncios Google:
Estudio la fe Cristiana
Temas críticos sobre fe Cristiana libros impresos. libros-E gratuitos | www.bjnewlife.org
O que te vai acontecer?
Descobre qual é o teu Futuro Dinheiro, Amor, Saúde 4eur/sem | www.blinko.pt/leitura_da_mao
Indice
1. Bases de la antropología cristiana
2. El saber cristiano sobre el hombre.
3. Cristo, «Camino, Verdad y Vida»
4. Cristo Maestro
5. Cristo Pedagogo
1. Bases de la antropología cristiana
Para el sentir cristiano, el ser humano es, antes que nada, un ser en proceso de formación; «un
ser que se hace»1, un «ser en camino, un ser de paso»2, un ser que busca una perfección que
todavía no posee. Por eso, el vocabulario de la forma -formación, conformación, deformación,
transformación, reforma, etc- es connatural a la doctrina cristiana. Basta considerar los cuatro
puntos en los que ésta compendia la historia del hombre:
1) El primer hombre -Adán- «formado del barro de la tierra»3, «fue creado a imagen y
semejanza de Dios»4. Esta expresión no se refiere sólo al primer hombre sino también a cada
uno de sus descendientes, que es llamado a la vida mediante un acto creador de Dios asociado a
la transmisión de la herencia biológica; recibe la "forma" de Adán y es constituido como una
nueva imagen de Dios (cfr. Gen 5,3).
2) La tradición cristiana entiende que la semejanza con Dios, inserta en la naturaleza humana,
ha sido "deformada" por el pecado. Por eso, cada hombre recibe también en su naturaleza, la
misteriosa huella de un eficaz «pecado original», que se
manifiesta en algunas quiebras, heridas o disfunciones. Y cada uno contribuye a aumentarlas
con sus incoherencias morales.
3) Cada persona humana es llamada libremente (muchas veces, de manera misteriosa) a
beneficiarse de la obra redentora de Cristo, nuevo Adán, que «renueva la imagen del Creador»
en nosotros, con los rasgos del «hombre nuevo»5, mediante un proceso de identificación por el
que somos "conformados" como «hijos de Dios» en Cristo6.
4) Al final de los tiempos, la imagen de Dios que tiene cada ser humano, será plenamente
"transformada" a semejanza de Cristo, imagen perfecta del Padre7; pues, como dice San Juan:
«sabemos que cuando Él se manifieste seremos semejantes a Él, porque lo veremos tal cual
es»8; o según San Pablo, «nos revestiremos del hombre celestial»9 .
Así, la historia de cada persona es un camino de "formación", o mejor, de "transformación":
desde la imagen original, recibida de Adán y "deformada" por el pecado, hasta adquirir la
imagen del hombre nuevo, Jesucristo. La llamada a la existencia es, al mismo tiempo, la
vocación a recorrer este camino12.
Cada ser humano es «querido por sí mismo»11 para ser sujeto de un diálogo existencial con
Dios, que se desarrolla en su conciencia. Como fruto de ese diálogo, debido al juego de la
libertad humana y la gracia divina, deben manifestarse en su vida los rasgos morales y
espirituales de Cristo, adquiriendo su fisonomía. Y esto se realiza no sin dificultades, según la
2. notable expresión de San Pablo a los Gálatas: «Hijos míos por quienes sufro dolores de parto
hasta ver a Cristo formado en vosotros»10.
Gracias a este dato de la fe sabemos que el hombre, varón y mujer, es el único ser sobre la tierra
para el que su existencia se orienta hacia una plenitud personal. En todos los seres vivos se
produce una maduración, que consiste sólo en el desarrollo de las capacidades que ya posee,
que no escapan al ciclo biológico de la decadencia. El hombre, en cambio, está llamado a
alcanzar una forma perfecta que no está en su naturaleza sino en Cristo14. Por eso se habla del
nacimiento a una nueva vida, que viene de Cristo y que es la vida del Espíritu (cfr. Jn 3). De
este modo, la persona humana se hace «partícipe de la naturaleza divina»13, sin perder su
condición, sino llevándola a la plenitud del hombre perfecto, Jesucristo. Él es el arquetipo o
imagen perfecta que se corresponde con el designio de Dios para el hombre.
Esto tiene una importante consecuencia para la antropología, para el estudio del ser humano.
Pues se da la paradoja de que el saber pleno sobre el hombre no puede deducirse simplemente
del estudio de la condición humana tal como se nos presenta en su situación real e histórica,
sino que, según la fe cristiana, es necesario acudir a la realización del hombre perfecto,
Jesucristo15. Por esa razón la Constitución Pastoral Gaudium et Spes afirma que «Cristo revela
plenamente el hombre al hombre mismo»16. Sólo en Cristo puede conocerse plenamente el
designio de Dios, el hombre plenamente realizado17. La definición plena y total del ser humano
sólo está en Cristo: las claves que definen la vida humana hay que leerlas en el misterio de su
ser y en los misterios de su vida: en su ejemplo y en su mensaje, en su muerte y en su
resurrección
No extrañará, entonces, que la Iglesia sea tan consciente del inmenso valor de su conocimiento
acerca del hombre. Así, Pablo VI en su discurso a las Naciones Unidas, se quiso presentar como
«experto en humanidad»18 y el concilio Vaticano II se sintió urgido a poner ese conocimiento a
disposición de todos los hombres19, consciente de que era la mejor aportación que podía
prestar al mundo moderno; porque «el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del
Verbo encarnado»20. Por su parte, es bien sabido que el Papa Juan Pablo II ha hecho de esa
doctrina el eje fundamental de su mensaje. Casi al principio de su pontificado, en una
memorable homilía dirigida a un grupo de universitarios, se expresaba así: «La Iglesia no tiene
preparado un proyecto de escuela universitaria, ni de sociedad, pero tiene un proyecto de
hombre, de un hombre nuevo renacido por la gracia»21.
2. El saber cristiano sobre el hombre.
A simple vista, podría parecer que el patrimonio de las verdades de fe acerca del hombre es
relativamente reducido, al menos si se lo compara con el inmenso cúmulo de conocimientos
que transmiten las diversas disciplinas científicas. De hecho, las ciencias naturales, como la
medicina o la paleontología, la psicología o la sociología, entre otras muchas, proporcionan
extensas redes de conocimientos útiles acerca del hombre. Y en comparación a los copiosos
índices de los tratados de estas materias, el repertorio cristiano es pequeño. La cuestión merece
una breve consideración.
Las ciencias naturales, como la medicina o la paleontología, nos proporcionan hoy múltiples
conocimientos sobre la naturaleza física del hombre o sobre la historia de esa naturaleza. Tales
conocimientos se ajustan -como es lógico- al método positivo con que fueron obtenidos: son
conocimientos concretos, experimentales e interpretados con arreglo a las leyes necesarias que
se supone rigen la naturaleza material. Esto permite una considerable aportación, pero también
necesariamente la limita. Sólo nos permiten acceder al hombre en comparación con el resto de
la realidad material, utilizando el mismo lenguaje y los mismos conceptos, aunque con otro
nivel de complejidad. Por eso, estas ciencias propiamente no alcanzan nada de lo que es
específicamente humano: estudian, precisamente, lo que el hombre tiene en común el ser
humano con todo lo demás, es decir, precisamente lo que no es humano.
Por su parte, las ciencias humanas, en la medida en que son capaces de trascender los métodos
exclusivamente empírico-positivos, penetran en lo distintivo del hombre, recurriendo muchas
3. veces a métodos introspectivos: es decir, prestando atención a las vivencias interiores. Esa
experiencia necesita ser expresada en conceptos que son irreducibles al vocabulario de las
ciencias naturales y se refieren a la vida intelectual, el actuar libre, las relaciones
interpersonales, el lenguaje, el significado, la ética y el arte. Por su naturaleza y método de
obtención, esos conocimientos resultan menos «objetivos» que los de las ciencias positivas.
Pero son especificamente humanos y, con toda propiedad, se les ha llamado «humanísticos»,
porque contribuyen a educar al hombre: le ayudan a comprenderse y a comportarse como un
hombre. La cultura cristiana debe mucho a estos saberes, también llamados «humanidades»,
particularmente en la forma en que los cultivó la antigüedad clásica22.
El saber clásico nos ha trasmitido inmensas riquezas espirituales y, entre ellas, también modelos
de formación humana. Se puede decir que estos modelos oscilan entre el ideal del filósofo o
sabio, y el del hombre virtuoso o buen ciudadano; es decir, entre un ideal intelectual o
sapiencial de perfección humana y un ideal político, de naturaleza más bien moral23. Una
mente cristiana puede descubrir que esta curiosa oscilación, y aún esta indecisión sobre la
naturaleza de la perfección humana, se debe tanto a la ausencia de un ideal transcendente de
hombre, que permita conjugar perfectamente lo intelectual y lo moral, lo personal y lo social, lo
permanente y lo histórico, como a la falta de recursos morales para alcanzar cualquier ideal de
manera plena. Además, una reflexión teológica sabrá descubrir en el planteamiento de este
dilema los límites de la naturaleza herida por el pecado, que no ha perdido la inclinación a la
plenitud, pero que no puede ni proponérsela ni alcanzarla por sí sola.
El estudio directo de la naturaleza humana contingente no es suficiente para descubrir la
vocación última del hombre. La naturaleza humana se deja conocer, al menos en parte, como
es, pero no da razón de por qué es, ni de cuál sea su plenitud. Muestra sus necesidades y, de
manera mucho más vaga, sus anhelos y aspiraciones. El hombre puede descubrirse a sí mismo
como ser perfectible pero, al proponerse ideales de perfección, tropieza con la propia finitud
que hace irrealizable cualquier ideal e impide una auténtica experiencia de la perfección. Sólo
la revelación de Dios, creador y salvador, da las claves que permiten comprenderse, y las
fuerzas que ayudan a orientarse, y descubre que la perfección humana se realiza en Cristo.
Hay que destacarlo: la revelación cristiana sobre el hombre no es, propiamente hablando, un
saber -un contenido intelectual- sino una persona24. Y esta sorprendente conclusión merece ser
subrayada, precisamente por lo que tiene de insólito. La verdad definitiva sobre el hombre no es
un conjunto de conocimientos, ni de principios de conducta, sino la persona de Cristo,
«Camino, Verdad y Vida»25.
3. Cristo, «Camino, Verdad y Vida»
Examinemos brevemente este extraordinario testimonio que San Juan pone en boca del Señor:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida». Según una exégesis bastante razonable, cabría
entenderla en el sentido de que Cristo es Camino porque es Verdad y es Vida26. Así, la frase
tiene la virtualidad de poner de manifiesto la estrecha relación que existe entre el aspecto
cognoscitivo -la verdad- y el aspecto existencial -la vida-; y también, de señalar su carácter
progresivo -el camino-. Al unir íntimamente verdad y vida, la verdad cristiana sobre el hombre
se presenta con un acusado carácter sapiencial27.
Pero no es sólo eso. El mensaje cristiano es profunda y radicalmente cristocéntrico. Como
señala lúcidamente Romano Guardini, «No hay ninguna doctrina, ninguna estructura
fundamental de valores éticos, ninguna actitud religiosa, ni ningún orden vital que pueda
separarse de la persona de Cristo y del que, después, pueda decirse que es cristiano. Lo cristiano
es Él mismo»28. El contenido mismo de la verdad y de la vida cristianas son Cristo, que «ha
sido hecho para nosotros sabiduría de Dios, justicia y santificación y redención»29. «Cuando
hablamos de sabiduría, es Él; cuando hablamos de paz, es Él; cuando hablamos de verdad y
vida y redención, es El»30. Y cuando hablamos del hombre, es Él: sólo «Cristo revela
plenamente el hombre al mismo hombre»31.
Este principio abre unas enormes y misteriosas perspectivas. Y, entre otras muchas, da lugar a
que exista lo que con toda propiedad puede llamarse, con palabras de San Clemente Romano,
4. una «Paideia en Cristo»; es decir, un ideal de «formación o educación en Cristo»: un ideal
cristiano de formación32. Gracias a él, la «Paideia» cristiana es capaz de asumir las
aspiraciones y los contenidos de la «Paideia» clásica y superarla porque es capaz de aunar los
ideales del sabio y del hombre virtuoso, del filósofo y del ciudadano: lo intelectual y lo moral,
lo personal y lo social, lo permanente y lo histórico («Christus heri et hodie, Ipse et in
saecula»)33.
El camino cristiano, propiamente hablando, no es el de un autoperfeccionamiento. No se trata
de un empeño solitario que, al final, se revela incapaz de alcanzar el ideal propuesto, sino el de
una relación personal con la verdad salvadora que tiene lugar en el seno de la Iglesia. Por esto
mismo, el ideal cristiano no es elitista ni aristocrático, como sucedía necesariamente en los
modelos de la antigüedad34, sino que es la Buena Nueva que «ilumina a cada hombre que viene
a este mundo»35: cada hombre puede acceder, por esa relación, a las verdades fundamentales
sobre su origen y destino, y recibir las energías para vivir la vida de Cristo. Y esta amplitud
universal es uno de sus rasgos más hermosos. Es un ideal capaz de realizarse en todo hombre,
por más que su condición natural haya sido maltratada o que sus capacidades naturales no
hayan podido, por la violencia de los hombres o de la misma naturaleza, encontrar expresión
adecuada.
En el proceso de formación o «Paideia» clásica, se distinguía generalmente dos figuras: el
maestro («didaskalos») y el pedagogo o preceptor. El maestro se ocupaba de la instrucción del
niño en la escuela; y el pedagogo de su progreso en las virtudes viriles y cívicas36. En la
cristiana, Cristo asume, en cierto modo, ambos papeles al ser, al mismo tiempo, "verdad y
vida"37.
4. Cristo Maestro38
Esta verdad tiene un marco verdaderamente grandioso. Pues Cristo es el Verbo de Dios hecho
hombre. En la creación está ya el Verbo, pero de un modo velado. Con la Encarnación, cuando
esa Palabra se ha hecho hombre, se ha expresado y nos ha abierto el camino para penetrar en las
profundidades del misterio de Dios. La verdad de Dios nos hubiera estado vedada si Dios
mismo no la hubiera querido enseñar gratuitamente en la vida humana de su Hijo: «A Dios
nadie ha visto nunca, el Unigénito que está en el seno del Padre, El nos lo ha revelado»39.
Cristo está en el centro de la verdad cristiana: Él es el cauce de la verdad y, al mismo tiempo, la
verdad que nos es revelada. El misterio de Cristo es el nexo de todos los misterios cristianos: la
vida íntima de Dios se nos manifiesta desde su posición de Hijo; la salvación del hombre y su
reconciliación con Dios se expresa y realiza a través de Él, especialmente en el Misterio
Pascual; la santificación consiste en conformarse con Él por la acción de su Espíritu; la Iglesia
es su cuerpo místico; y los sacramentos, la participación en los misterios de su muerte y
resurrección. Cristo, «en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia»40,
es el núcleo, el compendio y el criterio de la verdad cristiana. Naturalmente, esto trae consigo
algunas consecuencias importantes tanto en cuanto a la enseñanza como al aprendizaje de esa
verdad.
En cuanto a la enseñanza cristiana, que debe ayudar al hombre a formarse intelectualmente
como cristiano, ha de ser cristocéntrica. La unidad de las verdades cristianas debe vertebrarse
en Cristo. Si no se descubre la referencia a Cristo que tiene cada misterio de la fe,
probablemente no se ha llegado a penetrar suficientemente en él. Este criterio puede ayudar a
distinguir lo que es una actividad propiamente teológica, de lo que son actividades marginales o
preparatorias, que no tendrían sentido propio si no condujeran efectivamente a aquélla. A nadie
se le oculta la importancia que ha adquirido para la teología actual el espléndido desarrollo de
las disciplinas positivas de la Teología, como son la historia en sus distintas áreas (de la Iglesia,
de la Teología, de los dogmas, hagiografía, etc), o la exégesis. Pero tampoco se puede dejar de
advertir que, ante la abundancia de conocimientos positivos, existe el peligro de que estas
disciplinas, y con ella la Teología entera, pierdan su unidad y se conviertan en una muestra de
erudición.
5. El criterio que permite tender hacia la unidad sistemática de las distintas disciplinas teológicas
es, precisamente, el misterio de Cristo. En este sentido, se puede destacar que la Teología
Bíblica (no simplemente exégesis), tanto del Nuevo como el Antiguo Testamento, debería
ayudar a penetrar en este misterio. Y que la historia de la Iglesia no puede cultivarse, como
disciplina teológica, sin la consideración, al menos implícita, de la Iglesia como Cuerpo de
Cristo, animado por su Espíritu hasta el fin de los tiempos41. Otro tanto cabría decir, por
ejemplo, a propósito de la historia de los dogmas, donde tiene que manifestarse la verdad de la
salvación obrada por Cristo que alcanza a todas las épocas. Sin referencia a este núcleo, los
conocimientos, por su propia naturaleza, tienden a producir dispersión, más que a favorecer la
sabiduría cristiana, que es inseparable de un compromiso de vida con la verdad total, Cristo42.
En cuanto al modo de aprender o de acercarse a la verdad, el cristocentrismo también tiene
consecuencias. Por su condición de sabiduría, las verdades de la fe sólo pueden ser poseídas en
la medida en que son experimentadas y meditadas. El mero conocimiento formal de las
fórmulas en que se expresan, aunque tiene un valor, es muy distinto de una auténtica y personal
penetración en la verdad; y de un verdadero encuentro con Cristo, presente en la Iglesia y en los
sacramentos.
La sabiduría que está en juego no es, como hemos dicho, un simple saber, sino que se trata de
una persona; por eso, no puede manejarse con la frialdad especulativa con que se pueden tratar
otros temas, por ejemplo, de la esencia de la libertad o las características del pensamiento
contemporáneo43. Pensar en Cristo es, en el fondo, inseparable de un encuentro real porque el
cristiano confiesa a Cristo resucitado y vivo, afirma la realidad de su vida, y su presencia en la
Iglesia.
Por eso, la reflexión debe ser, al mismo tiempo, oración, contacto con la verdad salvadora: no
sólo debe pensar en ella, sino comunicarse con ella. Y en la medida en que Dios quiera, puede
llegar a ser contemplación44; donde, como un don, Dios llega a ser cabalmente alcanzado por
la inteligencia: «Dichoso aquel a quien la verdad enseña por sí misma y no por figuras o por
palabras que pasan, sino dándose a conocer tal cual es»45. Esto es tomarse en serio la verdad de
lo que se afirma.
5. Cristo Pedagogo
Es sabido que éste es el título que Clemente de Alejandría da a Jesucristo en el segundo de su
grandes tratados sobre la formación cristiana. En él, nos presenta a Cristo en el papel de
formador de la virtud; es decir, de pedagogo. La idea actual de lo que es la pedagogía resulta
muy alejada de la de Clemente, que en este punto está en consonancia con los ideales clásicos y
toma de allí el motivo de su comparación46.
Probablemente, debido a la creciente relevancia que los logros científicos han adquirido en
nuestra cultura, los objetivos de la educación se han desplazado poco a poco hacia la
transmisión de los conocimientos positivos, especialmente de las Ciencias de la Naturaleza y de
las Ciencias Exactas. Se confunde fácil e inadvertidamente educación con instrucción47. Una
larga historia ha difuminado el aspecto moral de la educación -la formación en la virtud- que
era, sin embargo, el más importante en la educación clásica48. En este sentido, puede resultar
difícil hacerse idea de la anchura de perspectivas de la tesis de Clemente.
Cristo es pedagogo porque predica una doctrina moral y enseña prácticamente cómo se debe
vivir. Por contraste con lo que puede suceder hoy, el mensaje cristiano fue comprendido en los
primeros siglos, ante todo como una doctrina práctica, un modo de vivir, o, más exactamente,
un camino49; aunque, evidentemente, este modo de vivir sea inseparable de un marco de
verdades de gran calado especulativo, como es el caso de la confesión de que Dios es creador, o
de que Jesucristo es el Hijo de Dios. El mensaje cristiano no es una teoría, ni tampoco una lista
interminable de preceptos morales, ni tampoco un conjunto de ritos sociales que dan relieve a
los acontecimientos importantes de la vida. Es una forma de vida. Para Clemente, la misión del
pedagogo que en este caso es Cristo, consiste en introducirnos en la manera cristiana de vivir.
Su mensaje no se ordena sólo a que nos sepamos hijos de Dios, sino, más bien, a que seamos
6. capaces de vivir como tales50
Como bien sabía la antigüedad clásica, el resorte fundamental de la educación moral es la
imitación de un modelo51. De hecho, formaba parte muy importante de la enseñanza, el relato
de las acciones virtuosas de los grandes hombres del pasado o las que se podían extraer de la
literatura. Las virtudes de los personajes de Homero, por ejemplo, han servido de modelo
durante toda la época clásica. En el modelo se percibe, de manera intuitiva, la belleza del obrar
recto; y esa belleza atrae y provoca la imitación. La belleza de la acción ejemplar es el
mecanismo básico de la enseñanza moral.
El modelo cristiano es Cristo mismo. En este sentido, la vida cristiana se convierte en una
imitatio Christi. La imitación de Cristo requiere un conocimiento profundo de sus hechos y
dichos, tal como nos han sido transmitidos por los Evangelios. Es necesario frecuentarlos y
extraer de sus escenas consecuencias para la propia vida. Se trata de un manantial inagotable,
ya que esos hechos y dichos se conocen mejor en que la medida en que existe una mayor
connaturalidad con el modelo. En el conocimiento moral, la connaturalidad juega un papel muy
relevante.
Pero la imitación de Cristo alude a un fenómeno mucho más profundo. Como toda la vida
cristiana se ordena intrínsecamente por la gracia a la identificación con Cristo, resulta que cada
cristiano es, en cierto modo, un reflejo de su vida; y reflejan especialmente a Cristo quienes han
llegado a la perfección cristiana, que es la santidad. Por esta razón, la Iglesia propone a sus
santos como modelos de la existencia cristiana. Y, precisamente por eso, las «vidas de los
santos» tienen un papel tan importante en la formación cristiana, no sólo de los niños sino
también de los adultos. Se comprenderá también fácilmente la importancia de que, quienes
reciben en la Iglesia la misión de formar en cualquier sentido, sean capaces de reflejar a
Jesucristo en su conducta.
La imitación de Cristo no es sólo ni principalmente el esfuerzo consciente por seguir su modelo
de conducta: tiene mucho de espontaneidad e impulso carismático. La acción del Espíritu
Santo, la gracia -que es un don de Dios gratuitamente repartido- produce una identificación con
Cristo y esto caracteriza el obrar cristiano aunque no siempre se perciba conscientemente. La
pedagogía divina no llega sólo a través de la enseñanza oral, ni simplemente proponiendo
ejemplos. Desde luego, Cristo es pedagogo porque enseña una doctrina moral; también porque
constituye el ejemplo que se ha de imitar; pero, sobre todo, porque obra en el interior de cada
cristiano. El Espíritu Santo es el "Maestro interior". Con respecto a otros modelos de educación,
la «Paideia» cristiana debe ser consciente de esa acción misteriosa de la vida de la gracia. No
sólo propone un modelo; proporciona también las fuerzas necesarias para alcanzarlo, que nos
llegan de manera privilegiada por unos cauces sacramentales: a través de los misterios de Cristo
que la Iglesia celebra en su Liturgia.
Todas estas consideraciones pueden ayudar a recordar la importancia que, en toda enseñanza
cristiana, tanto en la catequesis como en la teológica, tiene la unión intelectual y vital con
Cristo. En la Iglesia, instruir, enseñar, educar es siempre formar en Cristo.