Pez en el árbol: editando libros para que los lean
Literatura en la educación media
1. En su segunda acepción, el Diccionario de la Real Academia Española
(DRAE) define la literatura como "Conjunto de las producciones literarias de
una nación, de una época o de un género". Cuando le echamos un ojo al
apolillado corpus de la impopular materia Castellano y Literatura que se
imparte en la educación media en todo el país, pareciera que apenas al rozar
esa definición, se prende a la vuelta de un clic, la máquina de bostezos de
nuestros multimediáticos jóvenes estudiantes de bachillerato.
Como producto de un espíritu común y una identidad compartida, la literatura
es una de las muchas herramientas de las que se sirve el Estado para construir
la idea de Nación, para articular lo nacional, es decir, para aglutinar, en cierto
modo, algún tipo de identidad. No es tanto, entonces, la calidad de lo literario
el requisito para impartirse en esta instancia de la formación ciudadana, sino
su capacidad modelizadora del individuo, su papel como transmisor de valores
y saberes que son indispensables adquirir y practicar para la supervivencia de
esa abstracción tan compleja y tan paradójica por naturaleza como lo es el
Estado. Asimismo, estas obras que dan cuenta de "lo nacional" se articulan y
se mezclan con obras de la LITERATURA UNIVERSAL -sí, así con
mayúsculas sostenidas-, buscando con ello, integrarnos, asimilarnos,
emparentarnos con una tradición que nos dé un lugar en el mundo y en la
historia, pero pocas veces en el presente literario.
Visto de ese modo, está claro que el propósito de una materia como Castellano
y Literatura está muy lejos de conducir, o, en la mayoría de los casos, de
despertar el gusto por la lectura como su bien más importante.
El interés por crear un hábito lector de literatura en nuestros estudiantes en el
aula de clases, es un fenómeno individual. Una apuesta de algún profesor que
juega a ser un Caronte que quiere atravesar las sombras del "ahora"
navegando sobre una barca de libros elegidos. Algo así como el tipo que
volvió a la caverna llevando en sus manos una lámpara iluminada pero con las
letras correctas, las alternativas, las adecuadas para conectar a sus estudiantes
con alguna de las tantas puntas que tiene la literatura.
Sin embargo, esos Mr. Keating son una minoría, una rareza, y puede que no
siempre logren su propósito rebelde, y siempre estará el peligro latente del
suicidio de uno que otro estudiante, así sea "socialmente" hablando.
2. En este espíritu, entonces, lo cotidiano es exponer a los hijos de Google a un
interminable catálogo de las naves, una contemplación desapasionada entre
María y Efraín, tan desabrida, empalagosa, recortada y estéril que lo poco que
podrían hacer nuestros chicos obligados a leer –o a escuchar lo leído en una
cadenciosa voz ajena- es alegrarse por la muerte de la primera; claro está, si es
que llegan hasta la última de esas insoportables páginas, sólo por citar un
ejemplo.
Ante tan desolador panorama, el docente más arriesgado –pero sin llegar a ser
el acrobático y soñador Robin William en La sociedad de los poetas muertos-
se servirá de todos los medios a su disposición que aligeren la pesada y tediosa
carga de su sufrido salón de clases; es allí cuando echa mano de ese pariente
enano de la literatura llamado "resumen" para revelarle a sus estudiantes, en
tan solo veinte de trescientas páginas de La Ilíada, la tragedia de un hombre
que se niega a pelear hasta que matan a su amigo, ¿pero es que es eso, no?
Obtener aunque sea lo mínimo necesario y por la vía más rápida. No importa
siquiera que la portada del enano, perdón, del resumen, sea una ilustración que
muestra a un caballero cruzado luchando con un moro...
Compañeras de los resúmenes están siempre a mano otras estrategias
para "actualizar" los discursos literarios; Las nalgas de Brad Pitt en
Troya siempre serán una mejor carnada para atraer la atención y generar
un mayor impacto que cualquier cantidad de hojas amarillas que huelen
a pasado, a aburrido. Pero el problema de fondo es que aunque se haya
vuelto costumbre usarla como placebo, la película Troya además de pésima, ni
siquiera pretende ser una adaptación formal de La Ilíada. La película es la
versión cinematográfica del resumen de La Ilíada, algo así como que cuando
la comida rápida ya no sea suficientemente barata y efectiva, hagamos comida
más rápida y más barata a partir de sus desechos orgánicos.