La luz ultravioleta (LUV) puede dañar el ADN y causar cáncer. Se divide en LUV-A, LUV-B y LUV-C, siendo la LUV-B la más dañina para la piel. Tanto la luz solar como la artificial exponen al cuerpo a la LUV, lo que requiere el uso de protectores. Algunos tratamientos con lámparas también han mostrado daños al ADN, por lo que se deben estudiar para determinar cuáles son más seguras.