El documento describe un icono del Beato Francisco Palau y Quer. El icono lo muestra como un contemplativo y profeta fascinado por los misterios de la Iglesia, Cristo y María. En el centro está su figura como religioso y pastor orante. Su mirada está dirigida a un icono de la Virgen María. El fondo dorado representa el misterio de Dios.
Santa Luisa de Marillac nos muestra: Los escollos a evitar
Bto. Francisco Palau - Icono
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3. “ El ángel me habló así: "Ven que te voy a mostrar a la novia, a la esposa del Cordero". Me trasladó en espíritu a un monte grande y alto y me mostró la Ciudad santa de Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, y tenía la gloria de Dios. Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino” (Ap. 21,1-3; 10-11)
4. Si fijamos nuestra mirada en el icono del Beato Francisco Palau y Quer mientras resuenan en nuestro corazón las palabras del libro del Apocalipsis, realizamos esa contemplación iconográfica en la que la palabra lleva a los oídos lo que la imagen presenta ante los ojos. El P. Palau aparece ante nuestra mirada como un contemplativo y un profeta, fascinado por el misterio de la Iglesia, de Cristo y de María, del que nos habla el texto. La luz de la palabra ilumina el rostro del Beato Francisco, profeta de Dios, contemplativo y apóstol de la Iglesia.
5. El fondo intensamente dorado del icono en el que se inscribe la figura carismática del P. Palau, es el misterio de Dios, luz infinita, inaccesible, misterio escondido, marco vital de la existencia humana. Desde este misterioso oro de la divinidad, la figura humana del Beato, inscrita en Dios, es un reflejo de su gloria. De esta forma en él se representa la obra de la Trinidad: una persona hecha a imagen y semejanza de Dios, un discípulo de Jesús, semejante al Maestro, un hombre en el que la acción del Espíritu de santidad ha conseguido marcar los rasgos de la perfección evangélica.
6. Icono 2 Una visión global del icono nos ofrece la figura del Beato Francisco Palau en su geografía y en su historia, en sus cualidades humanas y en sus virtudes, en su ministerio apostólico y en su dimensión mariana. En el centro aparece su figura. Hombre religioso, Carmelita descalzo, orante y pastor; aparece joven con la juventud del Espíritu; es peregrino y caminante, hombre de las montañas y de las cuevas, ermitaño de las soledades, amigo de las alturas y de la contemplación de los misterios. Sobre todo el icono nos orienta hacia el centro mismo de su amor: el misterio de la Iglesia y el misterio de María. Por eso el objeto de su contemplación, el núcleo al que dirige su mirada es el icono de la Virgen María.
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8. El contraste entre el pardo sayal y la blancura de su capa son indicios de su ascesis y de su pureza. Dos virtudes características de su vida.
9. rostro Su rostro, dentro de la tradición iconográfica bizantina, por una parte quiere reflejar algunos rasgos de su identidad, tal como nos la trasmite la tradición fotográfica e iconográfica del P. Palau. Pero un icono transfigura y rejuvenece el rostro, confiere a la carne un color transfigurado y glorioso. Su frente amplia indica la apertura total de su mente a la contemplación, su inteligencia puesta al servicio del Reino. Sus amplias cejas arqueadas en las que los ojos son como ventanas abiertas a la contemplación dan luminosidad a su rostro. Todo bienaventurado tiene un rostro iluminado y que ilumina. Su nariz sutil y su boca pequeña expresan su silencio y su palabra.
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11. Su mano derecha se eleva en un gesto de bendición sacerdotal y de intercesión. De este modo orienta el centro de la atención del icono, Indica el misterio que atrae su mirada y que él muestra y proclama como auténtico evangelizador. no hacia sí, sino hacia Cristo, María, la Iglesia .
12. Mano con bastón Con la otra mano sostiene el cayado de pastor con el signo de la "tau"que significa la cruz del Señor. La cruz según la simbo-logía antigua es báculo y es espada. Báculo para apoyarse, espada para vencer el mal y el maligno.
13. Junto al cayado un pergamino. Con él Fran-cisco Palau aparece a la vez como escritor y fun-dador. A eso aluden las palabras escritas: "Vues-tra obra es la mía y la mía y la vuestra es la obra de Dios". El Fun-dador habla de sus hijas, don de Dios. Porque todo carisma en la Iglesia no es obra humana, sino obra de Dios.
14. Llamado por su nombre, cada santo lo tiene inscrito en el libro de la vida. Y por eso se inscribe también en el icono. Beato, Bienaventurado Francisco Palau y Quer. Bienaventurado y hombre de las bienaventuranzas. Así se le conoce y se le reconoce.
15. El mar Y en el fondo el mar, con un intenso color azul y una serie de ondulaciones de sus olas. Mar, tantas veces vadeado en busca de soledad. Un azul que parece el reflejo del intenso azul del vestido de la Virgen.
16. La montaña recuerda el Monte Carmelo; una montaña con la vista sobre el azul del mar Mediterráneo. Y una cueva evocadora de las cuevas de Elías en el Carmelo y en el Horeb, de los antros primitivos de los Carmelitas junto a la fuente de Elías. Es la cueva del P. Palau en el Vedrá; lugar de la contemplación silenciosa y de la purificación, de aquel que fue siempre hombre de soledades, amigo de las hendiduras de la piedra, buscador de los tesoros escondidos. La evocación de la montaña, de la cueva y de la isla de Ibiza nos lo presentan como otro Juan de Patmos que relee el Apocalipsis y ve la ciudad santa que desciende del cielo como una esposa.
17. Cueva y altar Y en la cueva un altar. Altar del sacrificio y de la Eucaristía que recuerdan la dimensión sacerdotal de la vida y del apostolado del Beato Francisco. Un altar recubierto con un mantel de color púrpura que recuerda la sangre del Cordero Inmolado, fuente de santidad para todos.
18. Cueva y lámpara También una lámpara. Lámpara de la fe que brilla en un lugar oscuro hasta que despunte el día. Lámpara de la fe en las oscuras jornadas de búsqueda. Lámpara luminosa para la contemplación del misterio revelado.
19. Y sobre el altar un Libro-Misal, con el signo de la cruz gloriosa grabada en oro. Un libro en el que son visibles los siete sellos. Signos que nos llevan al misterio del Apocalipsis, a esa revelación que poco a poco va descubriendo en su oración. En la profunda ambivalencia de los símbolos, el libro evoca la palabra de Dios, la Biblia, que Francisco medita y cita; un libro que evoca esa interpretación original de la Biblia y especialmente del Apocalipsis que es su obra cumbre de mística y de magisterio simbólico: Mis relaciones con la Iglesia.
20. Altar con el escudo Altar donde él renueva su alianza cada día. La montaña, la cueva, el altar evocan las experiencias del P. Palau en el Vedrá, algunas de ellas muy significativas, como cuando se ve revestido de sacerdote ante el altar y se le da un libro y un Crucifijo... Y en el centro del altar el escudo del Carmen Descalzo, signo de identificación de su carisma eclesial, en plena continuidad con la Orden de la Virgen. Hay alusiones a esta herencia espiritual en el altar mismo; está hecho, como el de Elías en el Carmelo, de doce piedras, piedras que las aguas rodean, como parece sugerir el dibujo de la parte inferior del altar en forma de ondulaciones del agua. Altar de la Eucaristía donde Cristo está presente con su sacrificio y donde junto a la Cabeza está el Cuerpo de la Iglesia.
21. Y se le envía al mundo. A predicar a los hombres que ella, la Iglesia, es una belleza inmensa; a predicar el perdón y la remisión de los pecados.
23. Tres estrellas, en la frente y a la altura del pecho, a derecha e izquierda, indican la triple virginidad de María: antes del parto, en el parto, después del parto. Los pliegues del manto van bajando como si quisieran diseñar una tienda. Porque María es la nueva tienda de Dios, el templo de su presencia gloriosa. Sus manos están abiertas en actitud orante. El manto color púrpura la recubre exteriormente como la recubre interior y exteriormente el Espíritu Santo para hacer de ella la Virgen bella y la Virgen sabia, culmen de la belleza humana y de la sabiduría. La recubre graciosamente desde su misma cabeza con el mismo color púrpura porque es sede de la sabiduría. Doce estrellas circundan su aureola.
24. Parte baja de la mandorla Sus pies están cubiertos de zapatillas color púrpura; zapatillas de Reina, signo de su capacidad de presentarse ante el Rey para orar por su pueblo, como la Reina Ester. Descansa sobre la luna que está bajo sus pies, una luna que a su vez descansa sobre una nube que recuerda la nubecilla de Elías.
25. María tiene su nombre inscrito a la derecha y a la izquierda de su rostro: “Mater Ecclesiae”, Madre de la Iglesia. María tipo acabado de la Iglesia y Madre de la Iglesia a la vez.
29. María portadora de Cristo. Ella es la que nos trae la salvación. María figura, modelo, realización de la iglesia. Belleza acabada en su maternidad y en su virginidad. Pero la Virgen Madre de Dios está enmarcada en una ciudad, la ciudad santa que baja del cielo. Ciudad santa con sus doce murallas, representación de los doce apóstoles del Cordero. María, ciudad santa y Esposa hermosa, que lleva en su seno a Cristo. La Iglesia, Jerusalén celestial que lleva en su centro al Enmanuel, Dios con nosotros. María que evoca el misterio de la Iglesia, como en los textos más bellos del P. Palau. La Iglesia y María. Y con ellas Cristo. Es el misterio del Dios con nosotros. Contemplación eclesial y apostólica del Beato Francisco Palau.
32. El icono ha sido realizado por las Carmelitas Descalzas de Harissa – Libano, con destino a la iglesia “Mater Carmeli” – Roma – y bendecido el domingo 24 de abril de 1988, día de la Beatificación de Francisco Palau Propiedad de las Carmelitas Misioneras Casa General Vía del Casaletto, 115 00151 ROMA