1. Carta
de
Berlioz
sobre
el
cuarto
movimiento
(“La
Tempestad”)
de
la
Sinfonía
Pastoral
de
Beethoven.
“Me
desespero
tratando
de
emitir
una
idea
acerca
de
esta
pieza
prodigiosa.
Uno
tiene
que
oírla
para
tratar
de
concebir
el
grado
de
sublimidad
que
la
pintura
musical
puede
alcanzar
en
manos
de
un
músico
como
Beethoven.
Escuchen
esos
ventarrones
cargados
de
lluvia,
esos
sordos
rugidos
de
los
contrabajos,
el
agudo
silbido
del
Piccolo,
anunciando
la
terrible
tempestad
que
se
avecina.
La
tormenta
se
aproxima,
irrumpe;
un
inmenso
estallido
cromático
que
inicia
en
los
instrumentos
agudos
se
precipita
hacia
las
profundidades
de
la
orquesta,
se
anuda
a
los
contrabajos
y
se
arrastra
entre
ellos
para
ascender
de
nuevo
silbando
como
un
viento
que
arrasa
con
todo
a
su
paso”.
Luego
los
trombones
irrumpen
mientras
el
trueno
de
los
timpani
redobla
con
violencia;
esto
no
es
ya
ni
lluvia
ni
viento,
esto
es
un
cataclismo
aterrador,
el
fluir
de
la
grandeza,
el
fin
del
mundo.
Cubran
sus
caras,
grandes
e
inmortales
poetas.
Su
lenguaje
convencional,
tan
puro
y
armonioso,
no
puede
competir
con
el
arte
de
los
sonidos.
Su
gloria
ha
sido
derrotada!
Ustedes
no
conocen
lo
que
hoy
llamamos
melodía,
armonía,
asociación
de
timbres
diferentes,
colores
instrumentales,
modulaciones,
conflictos
entre
sonidos
que
primero
combaten
entre
sí
y
después
abrazan
nuestros
oídos
sorprendidos,
nuestros
extraños
acentos
que
resuenan
con
las
profundas
e
inexploradas
regiones
de
nuestra
alma!