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EDUCACIÓN PARA LA COMUNIDAD 145
tos en duda por el nacionalsocialismo. A pesar de acentuar
continuamente el modo de ser alemán, llegaron a poner en
duda los valores y actitudes más importantes de la tradi-
ción alemana. Así se explica, por cierto, la tremenda fal-
ta del nacionalsocialismo con los grandes de la historia del
espíritu alemán: Kant y Goethe. Es concluyente, ya que
se demuestra que por este camino no se podía llegar a
una cultura alemana, pues carácter significa fidelidad a los
valores propios. Es precisamente una característica del
hombre de carácter firme que con él se tiene la sensación
de pureza, ya que en cada situación obra guardando f i -
delidad a sus valores. Estos deben estar profundamente
arraigados, igual que el hombre mismo, en la tradición de
su pueblo; deben estar orientados hacia lo que más va-
lor ha tenido entre los mejores de este pueblo.
Para convertir al hombre en ciudadano, dentro de la
comunidad democrática liberal, la educación presupone in-
culcarle el dominio sobre sí mismo y de su propia respon-
sabilidad, porque, si en el centro de esta educación se in-
tegran las normas de conducta, no puede prescindirse de
ellas. El camino hacia el dominio de sí mismo pasa por la
autodisciplina, y ésta sólo puede desarrollarse sobre la base
de la disciplina. No es de extrañar, por consiguiente, que
los métodos de educación democrática hoy reconocidos es-
tén en contraposición con el progresismo de otros tiem-
pos y reconozcan por completo la disciplina. Los conoci-
mientos y fidelidad hacia los valores de la comunidad son
suficientes, pero existe una diferencia muy notable entre
la disciplina de los hombres libres y la disciplina forzada,
típica del totalitarismo.
Toda sociedad debe desarrollar su forma adecuada de
disciplina. Una disciplina autoritaria se esfuerza en hacer
obedecer al hombre, una disciplina liberal intenta desarro-
llar en él la capacidad de autodisciplina y de la libre de-
cisión. Es curioso que ahí se acentúa lo espontáneo, que
debe ser desarrollado y no destruido. La tarea de educa-
ción democrática no debe, pues, consistir en someter al jo-
10
146 LA DEMOCRACIA
ven durante años a un régimen de seudoesclavitud6 0
; por
otra parte, tampoco se puede lograr la autodisciplina si se
abandona al joven durante años a sus propios impulsos.
¿Cómo se logra entonces la autodisciplina? La contesta-
ción a esta pregunta depende en gran modo de cómo se
considere al hombre, porque desde la perspectiva optimis-
ta de los siglos xvm y xix se necesita, en efecto, abando-
nar al hombre a sí mismo, mientras que, en la hipótesis
opuesta, resulta casi inevitable que las normas de conduc-
ta le sean impuestas al hombre desde afuera y arriba, tal
como preconizaron los autoritarios; pero ni la idea opti-
mista del hombre ni la pesimista corresponden a los des-
cubrimientos de la Psicología y de la Sociología.
Se ha demostrado que el hombre, por su naturaleza,
no es bueno ni malo. Ser sociable y otras cualidades hu-
manas están desarrolladas de modo distinto, según las
personas. La medida en que estas cualidades son desea-
bles o no depende de cómo concuerden con los valores,
convicciones y otras trayectorias de la voluntad y de las
ideas que dominen determinada comunidad. Los módulos
se hallan coordinados, por consiguiente, con la comuni-
dad, y deben adquirirse como tales. No queremos rebajar
el mérito de aquellos pedagogos que han insistido en afir-
mar que el hombre no es malo por naturaleza, pero que
sacan la conclusión de que el hombre puede perfectamen-
te prescindir de dichos módulos, a lo que nosotros nos ne-
gamos. En la caótica confusión de nuestros días el hom-
bre se ha dado perfecta cuenta de la importancia que tie-
ne desarrollar en las personas jóvenes aquellos módulos
de valores y convicciones.
¿Cómo pueden desarrollarse la autodisciplina y los mo-
dos de conducta que de ella dependen? Es esencial infor-
mar a los jóvenes sobre lo que sea necesario hacer en de-
terminadas situaciones. La conducta de un médico auto-
" Hasta qué punto es éste el caso en los sistemas totalitarios puede verse
en el capítulo sobre educación totalitaria en la obra Die totalitäre Dictatur.
Véase asimismo MAX G . LANGE, Totalitäre Erziehung, das Erziehungssystem
der Sowjetzone Deutschlands (1954).
EDUCACIÓN PARA LA COMUNIDAD 147
disciplinado y consciente de su responsabilidad ofrece un
buen ejemplo de ello. Si a cada hora del día y de la no-
che está a disposición de sus enfermos para casos de pe-
ligro, entonces es autodisciplinado; si, por el contrario, se
disculpa en cada ocasión incómoda, no habrá más remedio
que desaprobar su conducta. Antes se hablaba de con-
ciencia del deber refiriéndolo a una convicción religiosa.
Como en la mayoría de las personas ya no se pueden su-
poner tan trascendentes motivos, la educación hacia una
conducta recta y soportable para la comunidad debe ba-
sarse en un largo ejercicio de colaboración con otros. No
entraremos en más detalles. Tanto si lo denominamos com-
pañerismo o de otra manera, lo decisivo es que la educa-
ción del niño considere que será recompensado todo com-
portamiento consciente y que fomente la comunidad. (Hoy
en día se reconoce en todas partes que pueden lograrse
mejores resultados con recompensas, o simplemente con
alabanzas, que con castigos.) Como tal conducta está l i -
gada muchas veces a desventajas temporales, hay que
crear un contrapeso para estas últimas. Mediante recom-
pensas y castigos debe quedar bien sentado la razón por
la que "vale la pena" comportarse de un modo favorable
a la comunidad. Es de la máxima importancia que, en lu-
gar de otra persona y de su autoridad, sea sustituida la
educación por la espontánea voluntad de los jóvenes. Pero
puesto que sólo mediante la experiencia se convierte la
conducta deseada en una "segunda naturaleza" y la fide-
lidad a los valores incluidos en tal conducta llega a ser
"sobrentendida", en el verdadero sentido de la palabra,
es de aconsejar ir con cuidado en estos experimentos. Esto
significa que ya en edad temprana se haga posible una
coparticipación en las decisiones que se hayan de tomar,
lo que no significa, desde luego, que sólo sea la joven per-
sona la que tome la decisión, porque ello significaría obli-
garle a hacer más de lo que le permiten sus fuerzas y con-
duciría, por tanto, hacia actitudes irresponsables.
Echando una última ojeada a lo que acabamos de ex-
poner, deducimos finalmente que la educación en libertad
148 LA DEMOCRACIA
y propia responsabilidad no es un problema teórico, sino
que debe ser alimentada con la comunidad de valores y
convicciones y hay que prestar gran atención a la for-
mación del carácter. La experiencia ha enseñado que es
posible educar a la mayoría de personas hacia una ac-
titud cooperadora y dispuesta a la responsabilidad. A l
lado de ello, no debe descuidarse en absoluto la cultura
del espíritu y de la inteligencia, pero dicha formación debe
incluirse en el desarrollo del carácter y de la conducta,
lo que en las circunstancias actuales no puede esperarse
que tenga lugar dentro de la familia, aunque sea de deci-
siva importancia para la comunidad liberal.
CAPITULO DECIMO
Democracia y planificación
El problema de la planificación y de la economía pla--
nificada está íntimamente relacionado con el papel de los
expertos en la sociedad democrática. En la discusión so-
bre los problemas educativos he tratado, de momento, las
cuestiones generales, sobre todo de la preparación para
poder participar en las tareas de la comunidad. En toda
educación, sobre todo en aquella basada en la formación
universitaria e incluso en las demás especialidades, es muy
importante adquirir conocimientos especiales, ir formando
expertos en los diversos órdenes y con tarea en la socie-
dad industrial. Se debería tener más en cuenta, y precisa-
mente en los círculos universitarios, que es un error creer
que lo que se aprende en una de estas especialidades es
necesariamente más importante que lo que se aprende en
otra especialidad. En una gran sociedad industrial tan
complicada, en la que las diversas industrias dependen
unas de otras, como en la nuestra, hay que partir del pun-
to de vista de que todos los conocimientos y la capacidad
técnica necesarios para un trabajo sin fricciones poseen la
misma importancia y que sólo se trata aquí de capacidad
y talento especial para decidir en qué sección deba actuar
el individuo. Respecto a ello tiene gran importancia en la
contemplación formal de la Democracia un punto de vista
que con frecuencia pasa desapercibido; me refiero a la res-
ponsabilidad sobre el rendimiento resultante de la volun-
tad de trabajo y de la comprensión para la calidad del
mismo. A este conocimiento se llega en el curso de una
buena formación.
Precisamente este sentido para el rendimiento, esta
152 LA DEMOCRACIA
orientación técnica está, sin embargo, en cierta contradic-
ción con la Democracia. Se ha indicado, con cierta razón,
que especialmente en Alemania, pero también en otros
países europeos, es muy marcada la alegría cuando se ob-
tiene el máximo rendimiento derivado del conocimiento es-
pecial, y que llega a producir necesariamente conflictos
con el modo liberal-negligente con el que se tratan los in-
tereses públicos en la Democracia. "Todo alemán es, en el
fondo, un artesano, un especialista", se dice, y esto está
bien, porque así el hombre piensa en su tarea artesana y
encuentra su satisfacción en el cumplimiento de su traba-
jo. Como entiende de su oficio, espera en su casa y de
otras personas la eficacia en el terreno en el que él no .en-
tiende. "Zapatero a tus zapatos", significa que sólo se
puede tener confianza en el Gobierno y en la Administra-
ción cuando se trata de personas técnicas en la materia. A l
alemán le llena de desconfianza y aversión pensar que en
este terreno tan importante se puede prescindir en ocasio-
nes de estos conocimientos especiales. En esta observación
hay algo justo, sobre todo si no nos limitamos a los ale-
manes, pero hecha de este modo constituye un mayor mo-
tivo o, por lo menos, debería constituirlo para velar por la
existencia—además de la representación del pueblo—de
un cuerpo de funcionarios profesionales altamente espe-
cializados en su ramo. Suiza ha demostrado, en mi opinión,
que esto es totalmente factible. Alguien objetará quizá que
Suiza es un caso especial, pero es esto precisamente lo que
no puede sostenerse refiriéndonos a lo que acabamos de
indicar G 7
. Como es sabido, Suiza se compone de personas
procedentes de tres grandes comunidades culturales de la
Europa continental: franceses, italianos y alemanes. Es
un país con una tradición artesana eminentemente des-
arrollada y con una economía que depende de su máximo
rendimiento; sin embargo, los suizos han sabido desarro-
llar en el curso del tiempo, y especialmente en los últimos
m
Véase CARL J. FRIEDRICH y TAYLOR COLE, Responsible Bureaucracy. A
Study of the Swiss Civil Service (1932).
"DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 153
ciento veinte años, una comunidad democrática ejemplar.
Ello es tanto más notable cuanto que la Democracia no es
excesivamente antigua, contra lo que suele afirmarse, sino
que fue hasta principios del siglo xix una sociedad con
predominio aristocrático. En el transcurso del siglo xix,
sobre todo en su segunda mitad, se inició una creciente
democratización del país. Es notable el hecho de que en
ciertos pequeños cantones se conservaba, por así decirlo,
una muy antigua tradición democrática; en cambio, Berna,
Zurich y Ginebra tenían formaciones de tipo autoritario
aristocrático que sólo se democratizaron en el curso del
siglo xix. Curioso, pues, es el contraste entre los cantones
agrícolas de Schwyz, Líri y Unterwalden y los más ade-
lantados, nada democráticos en aquel entonces. Puede
afirmarse con razón que los suizos han aprendido a unir
una orientación positiva del artesanado con una capacidad
para la educación política democrática. Preguntándonos
cómo se ha podido realizar este enlace, tendremos que
considerar las cosas retrocediendo lejos y más profunda-
mente.
Hay que rechazar, en primer lugar, la opinión que afir-
ma la existencia de un conflicto insoluble entre la realiza-
ción competente de tareas administrativas muy complica-
das y los deseos y decisiones de un cuerpo electoral nume-
roso y pluralista, ya que la confianza en el common man
que—como ya hemos demostrado—está justificada dentro
de ciertos límites, se basa en parte en la condición de que
este common man sea él mismo especialista en cualquier
ramo. Como tal especialista, comprende muy bien que los
conocimientos especiales son importantes y necesarios. Re-
conoce asimismo las ventajas de un buen rendimiento y
está dispuesto a limitarse a las cuestiones generales y a
las decisiones. Cuando se construye un nuevo puente o
una escuela se tratará también de conocimientos especiales
sobre la densidad del tráfico o el número de alumnos, por
ejemplo. Pero tales hechos pueden aproximarse al juicio
general, y lo que está por encima de este último, es decir,
la decisión de obrar, no es cuestión de conocimientos es-
154 LA DEMOCRACIA
pedales, sino que está basado en otras reflexiones tales
como la valoración del asunto.
¿Qué se entiende por conocimientos especiales? Thor-
stein Veblen, el conocido teórico social americano, los de-
nominaba, un poco anticuadamente, "instinto" c s
, pero pa-
rece más acertado llamarlos "sentido para el trabajo". En
todo caso, se trata aquí de un importante correctivo para
el denominado "sentido común", que puede conceptuarse
como sentido para la tradición y para los valores de la
comunidad. Como hemos visto anteriormente, este sentido
es el que da estabilidad y constancia a los juicios del com-
mon man; pero junto a ello, y especialmente desde la re-
volución industrial y la participación cada vez mayor del
hombre sencillo en conjuntos y complejos mecánicos ex-
tremadamente aparatosos, se va comprendiendo cada vez
más la importancia del conocimiento especial, lo que pre-
cisamente no ha faltado nunca en la población campesina
y entre los artesanos.
Aprender a justipreciar a los hombres y a las cosas en
terrenos limitados constituye, según Veblen, el moderno
sentido para la competencia y conocimientos especiales. Es
el sentido para saber qué cosas "estimulan materialmente
la vida o la obstruyen", ya que "la meta de todo progre-
so industrial constituye el mejor procedimiento para hacer
frente a la tarea de los artesanos" (workmanlike). Este
sentido crea módulos de rendimiento que actúan contra la
natural tendencia del hombre a la pereza. Para aclarar
ahora el modo cómo obra este "sentido" está quizá indi-
cado ilustrar este problema complejo mediante un ejemplo.
La producción de la leche, siendo un problema que
afecta a todos, presupone, sin embargo, un gran conoci-
miento del asunto. Puedo referirme a esto acertadamente,
ya que he sido antes propietario de una grania. Existen
tres planos diferentes que pueden servir de base para la
mejora de la producción. Existe el plano artesano o técni-
68
El instinto de la clase obrera desempeña un gran papel en la obra de
VEBLEN, especialmente en The Instinct of V/orkmanship and thc State of the
Industrial Arts (1904). E l pasaje citado se encuentra en dicha obra.
DEMOCRACIA V PLANIFICACIÓN 155
co, en el que se mueve el granjero que concede importan-
cia a obtener la máxima producción de leche de un deter-
minado animal, el mejor de su establo, utilizando todos
los medios y los métodos más modernos. Si el material está
dotado de calidad suficiente—nos referimos al material de
cría, por supuesto—y el granjero tiene realmente grandes
conocimientos, podrá lograr quizá producir con un animal
1.000 libras de mantequilla en un año. Este es un gran re-
sultado que generalmente es difícil de conseguir, incluso
poseyendo los mayores conocimientos en la especialidad,
pero es una producción máxima que el individuo aislado
aspira a obtener, contando, además, con su pleno dominio
en el ramo.
Junto a lo antes citado existe un segundo plano en la
producción constituido por los esfuerzos de las copera-
tivas, que se ocupan de fomentar la producción de la leche.
La atención va dirigida en este caso, no a la máxima pro-
ducción de un productor considerado aisladamente, sino
más bien a aumentar el rendimiento medio del mejor pro-
ductor. Como es sabido, constituye un rendimiento exce-
lente llegar a producir 500 libras de mantequilla al
año por animal; las cooperativas aspiran a un rendimiento
medio de unas 350 libras de mantequilla por cada vaca. Si
una cooperativa tiene varios rebaños en los que se produ-
cen 350 libras de mantequilla por animal puede estar or-
gullosa de su buen rendimiento medio, provechoso tam-
bién para la economía nacional.
El tercer plano lo constituye el problema del consumi-
dor. En este aspecto ya no interesa—y en la mayoría de
los casos tampoco se sabe—si una vaca produce 350, 500
o 1.000 libras de mantequilla. A l consumidor le interesa la
buena calidad de la leche, con elevado contenido de grasa
y que tenga buen sabor. Es, pues, un tercer punto de vista
completamente alejado del granjero y que se preocupa
más que nada de la utilidad general.
Es importante que en toda sociedad intervengan lo?
tres problemas antedichos. Productor, abastecedor y con-
sumidor quieren, con razón, hacer prevalecer su opinión.
156 LA DEMOCRACIA
Pero sólo de la combinación de los tres puntos de vista
se obtiene lo que se desea, es decir, un producto de cali-
dad y a buen precio, a base de una producción abundante,
considerada tanto en el promedio como en el rendimiento
máximo ocasional6 9
.
Un aspecto similar tienen los problemas en la mayoría
de los planes técnicos. Siempre se ponen de nuevo en evi-
dencia estos tres puntos de vista: primero, la satisfacción
del consumidor; segundo, el rendimiento medio, y, en ter-
cer lugar, el rendimiento máximo. El sentido para el ren-
dimiento, tan ligado a la orientación artesana, lleva a to-
dos estos terrenos el elemento dinámico. Este análisis es
acertado incluso en el ámbito de Derecho; también aquí
hay juristas que aspiran a un máximo rendimiento, como,
por ejemplo, el presidente del Tribunal Supremo, que ha
de ser un jurista sobresaliente. Junto a ello existe el ren-
dimiento medio del abogado corriente y en tercer lugar
está el ciudadano metido en un proceso o que debe apare-
cer ante una autoridad y que, ante todo, exige del siste-
ma jurídico y de sus "administradores" que trabajen de
un modo soportable. Como en cada especialidad existen
estos tres planos, ahora se reconoce lo que de un modo
algo borroso se entiende como responsabilidad y sentido
para tenerla, porque la responsabilidad que procede del
hecho de que el consumidor de leche conceda importancia
al buen sabor de la leche y a que no sea demasiado cara,
la perfila el especialista. En el régimen liberal la respon-
sabilidad en relación con el rendimiento se obtiene a toda
costa orientándola hacia el consumidor. Pero existe, ade-
más, otra responsabilidad más elevada: la de los rendi-
miento máximos, que no pueden obtenerse con ningún me-
canismo político ni administrativo, si bien puede forzar a
6 9
Que las diferencias pueden ser grandes y que esto repercute a veces
en la economía popular se deduce del hecho de que en los Estados Unidos
la producción de leche oscila generalmente alrededor de 250 libras de mante-
quilla por vaca y año, y que a veces llega incluso a 350 libras. En los países
subdesarrollados, por el contrario, por ejemplo, en los países árabes, el tér-
mino medio de producción está alrededor de 80 libras por vaca y año. Como
las vacas comen casi igual, si producen 80 libras, 250 ó 350, esto supone, na-
turalmente, un enorme perjuicio para la economía.
DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 157
otro tipo de responsabilidad. Esto aparece con tanta mayor
claridad en lo que se refiere al terreno científico. A un ca-
tedrático se le puede inducir a que cumpla ciertas tareas,
que explique su asignatura y examine a sus alumnos. Tam-
bién se puede, si interesa, hacer que logre ciertos rendi-
mientos mínimos en el terreno de la investigación, pero no
se puede obtener a la fuerza los rendimientos máximos de
los que finalmente depende todo. Estos rendimientos son
obtenidos por personas dotadas de conocimientos especia-
les y animadas interiormente de ideas de responsabilidad,
lo que les induce a esforzarse por encima del tipo de activi-
dades mínimas para lograr rendimientos máximos que
constituyen el verdadero progreso científico. Tienen deci-
siva importancia las relaciones entre la responsabilidad en
el sentido político v administrativo y aquella que nace de la
disposición a obtener grandes rendimientos, tanto de la
responsabilidad frente a sí mismo como frente a un grupo
de personas animadas de la misma opinión y que, por su
parte, también se interesan por estos problemas. Para el
tema precedente es interesante, ya que puede realizarse fi-
nalmente la planificación como función parcial de la De-
mocracia sólo dentro del marco de una tal tradición y ética
social.
Confucio dijo una vez: "Hacemos planes para tener
planes que luego podamos rechazar". En esta paradoja se
oculta una profunda sabiduría. Planear algo no significa
forzosamente atenerse de un modo pedante al plano pre-
concebido, sino que se intenta por anticipado tantear las
alternativas posibles. Dentro del plan preconcebido tiene
lugar una preparación espiritual previa. Cuando dicho
plan se convierte en realidad es posible verse obligado a
aportar todas las disyuntivas que se toman previamente
en consideración. Pero, a pesar de todo, es preferible estar
preparado para el desarrollo del plan con objeto de llevar
a cabo la tarea encomendada.
Existen numerosas personas, sabios y escritores que
sostienen la opinión de que la Democracia y la economía
dirigida se excluyen mutuamente. Se debería evitar, pues,
158 LA DEMOCRACIA
en cualquier circunstancia, todo lo que tenga aspecto de
planificación, ya que, de lo contrario, se pone en duda la
Democracia. Esta opinión está agudamente mantenida en
un famoso libro de Hayek 7 0
, que declara que, si se intenta
una planificación, se llega a un plano inclinado que termi-
na finalmente en totalitarismo. Considero falso por com-
pleto este concepto e incluso creo que se puede afirmar
el contrario, que en nuestra sociedad industrial ya no pue-
de existir una Democracia sin una extensa planificación. Si
no se opina así se llega a un dilema, porque como dentro
del marco de la economía industrial en la actualidad es
inevitable un considerable grado de planificación, la con-
secuencia necesaria es que, o hay que abandonar la De-
mocracia o, por el contrario, nos vemos forzados a aban-
donar el progreso industrial, que no puede realizarse en
modo alguno sin planificación. Como he dicho anterior-
mente, no considero verdadera esta alternativa.
Ante todo, hay que considerar dos circunstancias que
generalmente pasan desapercibidas en estos argumentos.
En primer lugar, todo orden constitucional constituye por
sí mismo un plan, en cuanto se ocupa de una realidad eco-
nómica, y precisamente un plan a larga vista. La Cons-
titución norteamericana, por ejemplo — la original de
1787—, ha de entenderse como un "plan mínimo". En su
promulgación se trataba sobre todo de problemas econó-
micos, de eliminar una situación económica caótica produ-
cida al separarse el país de la patria inglesa. En vista de
esta caótica situación, desorden de aduanas, crisis mone-
taria y paros obreros, era natural que había que hacer
algo. La cuestión era: ¿Con qué medios puede crearse un
orden social soportable? La contestación fue una planifi-
cación que en el curso de los sucesivos decenios se com-
pletó con nuevos planes complementarias. Ya pocos años
después de entrar en vigor la Constitución americana Ale-
i •.
™ Véase F. HAYER, The Road to Serfdom (en cast. Camino de servidumbre).
En este libro se ataca intensamente la democracia social y se afirma que, como
ha fomentado la planificación y el socialismo, resulta ser la principal respon-
sable de la venida del nacionalsocialismo. Véase mi comentario en la revista
Am. Pol. Se. Review y BARBARA WOOTON, Freedom under Planning (1944).
DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 159
xander Hamilton escribió su célebre Report on Manu-
factures 7 1
. que se convirtió, por decirlo así, en la Carta
Magna del desarrollo económico norteamericano. Este in-
forme sobre la situación industrial es, como se sabe, muy
importante y de gran interés para la historia de la Eco-
nomía, porque argumentó las causas del sistema proteccio-
nista de aduanas en favor de las infant industries—peque-
ñas industrias—, a las que hay que proteger para ofrecer-
les así la posibilidad de desarrollarse. Puede decirse, pues,
que el desarrollo de la economía y sociedad americanas se
planeó para cien años y luego se ha completado con una
serie de planes de los que no queremos ocuparnos aquí
con detalle, pero que suponen una obra ingente de ver-
dad. Toda persona que conozca estos antecedentes podrá
comprobar que la Democracia americana nunca se hubiera
desarrollado del modo que lo ha hecho sin una continua
planificación general. Es de suponer—sobre todo desde
una perspectiva determinada—que este desarrollo se haya
producido automáticamente y sólo por fuerzas y tenden-
cias naturales. Se olvida, sin embargo, que estas fuerzas y
tendencias proceden de las personas que se han preocu-
pado del futuro y que han desarrollado, según estas ideas,
planes que fueron luego llevados a la práctica.
El segundo argumento o segunda circunstancia puede
aclararse del modo siguiente: todos los países, sean o no
democráticos, han preparado desde mucho tiempo atrás
un plan que se halla íntimamente incluido en todos los sis-
temas constitucionales, es decir, su presupuesto, que no
es otra cosa que un plan de un año de duración. El des-
arrollo del moderno Estado constitucional y de la Demo-
cracia se halla relacionado con la técnica de los presupues-
tos. Esta última es muy complicada y de ella depende en
gran parte el buen funcionamiento de la moderna socie-
dad industrial. En un principio, esto no era tan patente;
antes de que la penetración en las relaciones económicas
7 1
A . HAMILTON, Works, tomo I V .
160 LA DEMOCRACIA
se desarrollase en toda su plenitud creían con frecuencia
las gentes que los impuestos eran una cuestión puramente
fiscal, es decir, un problema en que se trataba de los me-
dios necesarios con fines públicos, con lo que las dificul-
tades consistían en la recaudación o en otros tipos de
problemas. Sólo en la Edad Moderna estos problemas han
ido llamando la atención y la gente se ha ocupado del
modo como estos impuestos actúan sobre la economía. Se
ha demostrado cada vez con mayor claridad que determi-
nados tipos de contribución fomentan u obstruyen ciertos
terrenos del desarrollo económico. Para citar un caso in-
teresante, indicaremos la tradición alemana de impuestos,
continuada también en la República Federal, basada en
los impuestos sobre el consumo y las ventas, contra lo que
sucede en Norteamérica, donde los impuestos sobre la ren-
ta ocupan el lugar principal. Una parte muy considerable
de las cifras contributivas alemanas proviene, pues, de ta-
les impuestos sobre las ventas y el consumo, mientras que
el total recaudado por el impuesto sobre la renta es rela-
tivamente pequeño. Esto tiene la consecuencia económica
y político-social de que se fomentan las sociedades y de-
más unificaciones financieras. La existencia de un impues-
to sobre las ventas significa la agrupación vertical de ne-
gociantes, porque cada exclusión de venta supone una
pérdida en la recaudación del impuesto. La intensa agru-
pación en trusts en la época de la República de Weimar
puede atribuirse en gran parte a esta política de impuestos.
Pero éste es sólo un ejemplo entre muchos. Esta serie de
hechos significa, en sentido genérico, que cualquier deci-
sión sobre determinado impuesto supone al propio tiempo
una decisión de carácter político-económico. Esta decisión
puede ser planeada o arbitraria, es decir, se puede saber
o no con claridad qué consecuencias se seguirán de ella y
luego extrañarse quizá de los inesperados resultados pro-
ducidos. A l establecer los presupuestos se han tenido cada
vez más en cuenta estos aspectos de la planificación. Lo
que es aplicable a los impuestos puede aplicarse también,
claro, a los gastos. Si se establece un seguro social se mo-
DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 161
difica con ello el reparto de los ingresos: ésta es también
una decisión que debiera ser planeada tanto como fuera
posible en lo que se refiere a sus efectos. Es evidente que
un presupuesto realizado a la luz de los conocimientos
económicos actuales significa un plan para aplicar duran-
te un año. A nadie se le ha ocurrido hasta ahora afirmar
que la Democracia debe abandonarse el plan de esta-
blecer los presupuestos porque estaría en peligro. Sin em-
bargo, si se ha aceptado un plan anual, también puede
aceptarse un plan quinquenal, ya que en principio no exis-
te ninguna diferencia entre ambos planes, tratándose úni-
camente de cuestión de conveniencia.
En este momento se plantea un gran problema que S"
ha agudizado en el desarrollo de la dictadura totalitaria:
¿se puede dar forma liberal a tal planeamiento? Siempre
se afirma que para la planificación es preciso señalar ob-
jetivos claros, porque un plan sólo puede llevarse a cabo
teniendo en cuenta tales objetivos. Á esto podría objetar-
se, naturalmente, que tampoco en un plan de presupues-
to se fija objetivo tan general, pero de momento no qui-
siera tratar sobre este asunto. En efecto, los planes quin-
quenales de la Unión Soviética están orientados hacia una
meta, cual era y es la industrialización del país. Del mis-
mo modo, el plan cuatrienal de los nacionalsocialistas es-
taba encaminado a la preparación económica de una gue-
rra; en ambos casos existía, pues, un objetivo clarísimo.
Este es el motivo por el cual se afirma siempre que para
una planificación total es preciso fijarse una meta defini-
da, porque sólo con ella se podrá desarrollar tal planifi-
cación. Tal objetivo no es imaginable en la Democracia,
ya que en esta última precisamente están en discusión
siempre los objetivos perseguidos y, por tanto, están so-
metidos continuamente a modificaciones. La aceptación de
tal objetivo sería, por consiguiente, la abolición del pro-
ceso democrático. Estas ideas parecen conducir a un di-
lema que carece de solución.
En realidad, la solución es muy sencilla. A l aceptar
un plan presupuestario se planea, con un objetivo muy ge-
11
162 LA DEMOCRACIA
neral, desarrollar la economía ya existente de un modo
objetivo y en relación con las necesidades de la situación.
Esto se hace, generalmente, con vistas a la totalidad de
los objetivos de las personas que participan en la comu-
nidad. Si se desea fijar este plan para cinco años, como
en las dictaduras totalitarias, es posible que se complique
la situación. Existe, sin embargo, otra posibilidad: en lu-
gar de fijar un plan para cinco años se puede hacer cada
año un plan quinquenal, de modo que el plan es suscep-
tible de ser revisado cada año a la luz de la experiencia
obtenida en el curso del mismo. Así se ha hecho ya en
Puerto Rico 1 2
. Allí se trataba de industrializar rápida-
mente un país subdesarrollado y un plan era imprescindi-
ble. La técnica prevista por la Constitución portorriqueña
consiste en que, al mismo tiempo que el plan de presupues-
tos, se presente también cada año el plan quinquenal de
la Comisión planificadora. Este plan se discute en el Par-
lamento al igual que los presupuestos, puede ser modifi-
cado en ciertos casos y es válido para el año en curso.
Este plan se revisa cada año. La Comisión de planificación
trabaja continuamente, observa hasta qué punto se han
logrado o no los resultados planeados, estudia las modi-
ficaciones que deben introducirse, etc. De esta manera
nace un plan quinquenal siempre en desarrollo, o, en otras
palabras, no un plan quinquenal estático, sino dinámico.
Este dinámico plan quinquenal, trienal o decenal—el tiem-
po puede variar—, es exclusivamente posible dentro del
marco de la Democracia. Llego a comprobar, por tanto,
que sorprende ya de entrada el efecto de que la Democra-
cia es capaz, dentro de ciertos límites, de llevar a cabo
una planificación así, porque ella, con vistas a las reaccio-
nes de la publicidad, puede modificarlo eventualmente,
adaptándolo a las circunstancias dadas. Incluso en las
dictaduras totalitarias, los encargados de los planes se han
visto forzados a crear una dinámica parecida. Los totali-
tarios de la Unión Soviética y de la zona soviética de Ale-
" Véase respecto a este punto: Puerto Rico-The Middle Road to Freedom
(1959) y mi artículo basado en esto en Jahrbuch des Oeffentlichen Rechts (1959).
DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 163
manía y de todas partes tienen continuas dificultades con
sus planes, ya que se ven obligados a modificarlos, con lo
que se hallan al propio tiempo frente a la desairada situa-
ción de tener que admitir sus fallos. Si no hubiesen pre-
tendido en un principio establecer un plan para cinco años
no tendrían que esforzarse tanto en declarar los motivos
por los que el plan ha sido modificado en uno u otro ca-
pítulo.
De lo anteriormente indicado puede deducirse que, en-
sayando un reglamento liberal en la planificación, es posi-
ble tomar en consideración no sólo el punto de vista de un
grupo e incluso de una persona aislada—en lo que se re-
fiere a los objetivos de dicho plan—, sino que, al igual
que sucede en el régimen democrático, incluir en la plani-
ficación toda una serie de puntos de vista. Como transi-
ción a lo que se ha dicho al principio de este capítulo, se
ve aquí cómo se realizan los tres tipos de planificación.
En un reglamento como el de Puerto Rico pueden reali-
zarse al mismo tiempo los trabajos de los tres tipos de pla-
nificación descritos. El industrial que trabaja para obte-
ner rendimientos especiales o rendimientos máximos, y
que tiene que dirigir a las autoridades del Estado solici-
tudes especiales, puede tener considerable influencia en
esta planificación. También puede imponerse, en segundo
lugar, el concepto general de toda una rama de industria,
de modo que no sólo puede ser tomado en consideración
el que produce mejor, sino también el que está en término
medio. El consumidor influye igualmente y cada vez más
en los resultados de esta planificación dinámica y coopera
en la modificación eventual de ciertos planes erróneos.
Si resumimos todo lo que acabamos de decir en una
especie de definición o característica podemos hacerlo qui-
zá del modo siguiente: la planificación, como estructura-
ción pluralista de la comunidad, es la dirección y coordi-
nación de la actividad de la comunidad por medio de un
programa total, especialmente con vistas al empleo de las
fuentes económicas de riqueza. Esta dirección se efectúa
164 LA DEMOCRACIA
en concordancia con la voluntad de la comunidad, expre-
sada por la Constitución y las corporaciones representa-
tivas. Si se concibe la planificación de este modo y se pro-
cede según estas características, resulta de ello, no una
debilitación, sino un fortalecimiento y complemento de la
Democracia; incluso me permito afirmar que sólo median-
te tal planificación se complementa y perfecciona la De-
mocracia desde el punto de vista económico.
CAPITULO UNDECIMO
Panhumanismo
El panhumanismo es la doctrina bien entendida del
hombre dentro de la comunidad, aplicada a todos los pue-
blos y culturas. Está en consciente contraposición con los
movimientos de los siglos xix y xx. El paneslavismo ha
desempeñado un gran papel en la ideología del imperia-
lismo ruso y constituye la base ideológica que une o desea
unir a todos los pueblos eslavos bajo la dirección rusa. El
paneslavismo ha experimentado cierta resurrección con
Stalin 7 3
. En Alemania se inició hacia 1900 el panger-
manismo (Alldeutschtum). Junto a estos movimientos
existen todavía un panamericanismo, un panarabismo y,
finalmente, la idea paneuropea. Todas estas ideas, espe-
cialmente las fundadas en el nacionalismo y las de orien-
tación continental, como Pan-Europa y Pan-América, son,
en el fondo, exclusivamente regionales. En estas ideas in-
terviene también el concepto de dominio, de sobrepasar a
otros grupos excluidos de esta pansociedad. La expresión
"panhumanismo" significa una contratendencia en la que
el hombre debe colocarse en primer término frente a tales
grupos nacionales y culturales, y constituye, propiamente
hablando, la base de un orden mundial.
De este modo llegamos al problema del orden mundial.
La idea de este orden en forma organizada no se limita a
la Democracia y a la época actual; se trata de una idea
muy extendida y que se presenta ya en la antigüedad
clásica bajo el concepto de pax humana, que debía ser una
7 3
Acerca de este tema v¡éase la discusión en Die Totalitäre Diktatur
(1957), págs. 100 y sigs.
168 LA DEMOCRACIA
pax romana. En el Imperio chino ha desempeñado tam-
bién un papel importante, ya que los chinos también se f i -
guraron el mundo ordenado como un reino de China.
Igualmente en el antiguo Egipto surgió esta idea, que
siempre está relacionada con el problema de una posible
pacificación. Pero en la historia espiritual de Occidente
esta idea ha desempeñado un papel muy especial, íntima-
mente relacionado con circunstancias singulares de la cul-
tura occidental. Esta idea se halla, pues, profundamente
ligada al terreno espiritual. Desde finales de la Edad Me-
dia (en cierto sentido, prefigurado en ella) se encuentra el
concepto de que la evolución aspira a un orden mundial,
de modo que dicho orden no se presenta bajo un aspecto
de dominio, como sucedió con los romanos y los chinos,
sino como una colaboración libre de todos los hombres.
Este concepto se basa, por una parte, en las creencias del
cristianismo y, por otra, en Ta validez general de los con-
ceptos del derecho romano. La idea de una paz duradera
en el marco de un orden mundial, es decir, de un orden
mundial de derecho y no de potencia mundial, encuentra
finalmente su máxima expresión en el célebre ensayo de
Kant Hacia la paz eterna (Zum ewigen Friden), que todo
el mundo debería haber leído 7 4
.
En el año 1795, exactamente ciento cincuenta años
antes de la fundación de las Naciones Unidas, Kant em-
prendió en esta obra la tarea de apoyar filosóficamente
tal orden mundial de derecho. La obra de Kant no fue la
primera 7 5
. Toda una serie de escritores habían intentado
ya antes solucionar este problema, especialmente el abate
Saint-Pierre, que había esbozado un pacto de paz a prin-
cipios del siglo xvm. Faltaban, sin embargo, los funda-
mentos filosóficos. En la obra de Saint-Pierre estaba todo
enfocado de una manera pragmática, basándose en la si-
tuación inmediata. Su ordenamiento para la paz estaba
" Referente a esto, véase mi obra Inevitable Peace (1949), que intenta
aclarar el fondo histórico espiritual.
1 5
KURT VON RAUMER, Ewiger Friede. Friedensrufe und Friedenspläne seit
der Renaissance (1953).
PANHUMANISMO 169
pensado como un convenio entre los príncipes reinantes
en aquel entonces, es decir, una especie de liga de prín-
cipes portadora de dicho ordenamiento pacífico. En la obra
de Kant los problemas de la organización están pensados
de modo distinto y el aspecto filosófico adquiere en ella
un carácter más impresionante y convincente. Para Kant
el problema de tal orden mundial de derecho proviene de
su filosofía, en su conjunto, y es sumamente interesante
—y con frecuencia ha pasado desapercibido en la inter-
pretación de Kant—observar la importancia que concedía
al problema del orden de derecho y a la paz mundial7 l i
.
Este concepto se ve reflejado en principales obras kan-
tianas. No sólo en la Crítica de la Razón Práctica y en
la Crítica del Juicio, sino también en toda una serie de
otros escritos importantes, sobre todo en la Crítica de la
Razón Pura, expone Kant sus pensamientos sobre la paz
eterna y el orden mundial de la paz 7 7
. Este ensayo no
fue, sin embargo, el último antes de su muerte; por el con-
trario, se trata aquí de una idea que se deduce sistemáti-
camente de toda la filosofía kantiana. En mi opinión,
Kant—un hombre tímido y prudente—sólo en el ocaso de
su vida, y con la serenidad de espíritu de la vejez, pudo
decidirse a exponer su idea de un modo claro y explícito,
una idea que desde siempre le había acuciado, pero que
hasta entonces, metido en otra serie de pensamientos, sólo
había tratado brevemente y de un modo, por así decirlo,
superficial. Kant dijo: "Puesto que el político práctico sue-
le despreciar al teórico, como si éste fuera un sabio de es-
cuela que no es capaz de poner en peligro con sus vacuas
ideas al Estado, que debe partir siempre de los principios
de la experiencia, se le puede dejar presentar todos sus ar-
gumentos y más de una sola vez sin preocupación para el
m
Precisamente en Alemania se ha afirmado repetidas veces que la idea de
la paz de Kant era una especie de debilidad de un hombre senil que se habia
refugiado, por así decirlo, en un mundo de paz; se ha afirmado, por otra parte,
que es algo que él no quiso decir en absoluto. Los neokantianos se han esfor-
zado en probar que en el fondo Kant no ha podido creer, en modo alguno, en
tal idea. En mi opinión, esto no puede sostenerse.
7 7
Referente a Kant, véase CARL J. FRIEDRICH, Inevitable Peace (1949).
170 LA DEMOCRACIA
hombre de Estado, conocedor del mundo y de la vida, de
tal modo que éste, en caso de litigio, podrá proceder con
aquél en consecuencia, ya que tras sus imprudentes opi-
niones públicas expresadas no ha de presentirse riesgo
alguno para el Estado; el autor, mediante esta cláusula
eximente, se reserva expresamente sus derechos contra
toda interpretación maliciosa". En este aspecto, Kant se
muestra extraordinariamente agudo, y hay algo de gran-
dioso y emocionante en ver cómo este hombre, viejo, que
pasó toda su vida metido en problemas abstractos, en el
año 1795, después de la Revolución Francesa, emprende la
tarea de derribar los pilares fundamentales de la Monar-
quía prusiana, absolutista y militarista 7 S
. En el tiempo de
Kant esto suponía bastante atrevimiento y requirió, por
ello, bastante valor en el Estado policíaco prusiano. La
motivación kantiana de la paz eterna es, desde el punto
de vista filosófico, la más significativa, porque está arrai-
gada en su propia ética. Esta se basa, como es sabido, en
el concepto del imperativo categórico, del que no nos ocu-
paremos aquí. Kant, en una serie de fórmulas cuyas rela-
ciones recíprocas no son susceptibles de una sola interpre-
tación, lo ha expuesto de un modo complicado, aunque el
significado del imperativo categórico sea claro. Cuando se
pronuncia una frase con el verbo deber, es decir, cuando
se dice "Yo debo" o "Tú debes", esto sólo está justificado
cuando tal frase se comprende como una ley general; co-
rresponde, pues, al imperativo categórico aclarar que todo
deber debe concebirse como una ley general. Este es el
lado formal: además, y en lo que se refiere al contenido
material, es importante que el sentido de este imperativo
7 8
Es digno de mención que Kant pertenece a los pensadores de los cuales
sabemos que no han expresado en sus obras todo lo que le hubiese qustado
decir. Es importante saber que Platón y Descartes son otros grandes filósofos
de los que también se cree esto. En una carta a un amigo Kant dijo: "Pienso,
desde luego, con la más clara convicción e intima satisfacción en muchas cosas
que nunca me atreveré a exnresar: ñero nunca d'ré lo qvc no pienso" (car*-a
a Moisés Menselssohn, 8, I V [1766]. Obras [Edición Cassirer], tomo IX,
página 56). Hay que suponer, por ello, que lo que escribió Kant es menos de
lo que hubiese dicho si se hubiese encontrado en una situación libre e inde-
pendiente.
PANHUMANISMO
categórico es que el hombre debe ser considerado no sólo
como un medio, sino siempre y simultáneamente como
fin. La esencia de la ley lleva consigo estar dirigida hacia
el bien común, de modo que de la propia definición de la
ley se aclara este aspecto de imperativo categórico. Re-
presenta para Kant, y por encima de todo, su idea predo-
minante: que no deben existir las guerras, con lo que uno
de los resultados decisivos de su idea del imperativo ca-
tegórico es el de rechazar la guerra y reconocer la paz. De
ahí se deduce que, como aplicación del imperativo categó-
rico, tanto el individuo aislado como la comunidad, la Igle-
sia y el Estado, deben colaborar en la abolición de la gue-
rra. De este concepto fundamental nace la esperanza filo-
sófica de Kant de que tal orden pacífico llegará a conver-
tirse en realidad. En otros términos, que este deber, de-
sear y querer que se realice lo que es justo y bueno, debe
ser desarrollado por el hombre con fines al completo lo-
gro de tal orden. Ello significa que en el concepto de Kant
(que influyó en todo el siglo xix y encontró su expresión
institucional en las grandes organizaciones de la Sociedad
de Naciones y de las Naciones Unidas) está contenido un
elemento escatológico. Eschaton es una palabra griega que
significa el final y Escatología es el pensamiento del as-
pecto que tendrá este final. Este pensamiento escatológi-
co consiste en que un orden de paz mundial abarcará fi-
nalmente toda la humanidad y la organizará. En el si-
glo xix se creyó poder contar con un futuro ilimitado, por
lo que no se tenía prisas.
Actualmente todo esto se ha modificado mucho. Nues-
tro tiempo, con el desarrollo y los avances de la técnica
de armas y de las posibilidades de destrucción, cada vez
mayores de una guerra atómica, nos ha llevado a consi-
derar en este concepto escatológico un terrible elemento
apocalíptico. A l Eschaton se ha añadido una idea disyun-
tiva. Tal alternativa es decisiva para el apocalipsis: o se
logra establecer un cierto orden o se hunde el mundo. En
Kant, tal problema apenas si desempeña un papel tras-
cendente; tampoco durante todo el siglo xix. Hoy está,
172 LA DEMOCRACIA
sin embargo, muy extendido, lo que significa que la con-
fianza en el futuro está gravemente quebrantada, por lo
que no se puede ya esperar tranquilamente y sin miedo a
que los hombres se decidan en determinada fecha a esta-
blecer un orden de paz. Por el contrario, resulta como con-
secuencia que hay que trabajar con todas nuestras fuer-
zas para establecer dicho orden antes de que sea "dema-
siado tarde". En la obra de C. F. v. Weizsäcker Vivir
con la bomba (Mit der Bombe leben), después de una cor-
ta descripción de los peligros y amenazas existentes, el ca-
pítulo principal está dedicado al orden internacional, que
se considera como factor decisivo en la actual situación;
pero con una precaución, que procede de las malas expe-
riencias, se comprueba que es imposible predecir con com-
pleta seguridad que las cosas se desarrollen en este sen-
tido, aunque, a pesar de todas las dificultades, sea nece-
sario trabajar arduamente en favor de la paz.
Desde nuestra perspectiva de forma de vida demo-
crática es deplorable que en la obra de v. Weizsäcker, y
en otras que se ocupan del mismo tema, lo humano se re-
legue generalmente a un segundo lugar. Si se aspira a una
organización para toda la humanidad hay que presuponer
que existe una cierta homogeneidad de esta humanidad.
Dicha homogeneidad humana se expresa en Kant dentro
del concepto del imperativo categórico, aplicable y obliga-
torio para todos los hombres. Este Ser Hombre encuentra
también su expresión genuina en la tradición europea de
los derechos fundamentales. Su amplia extensión inicia un
desarrollo lleno de esperanzas. Antes de la creación de
las Naciones Unidas Roosevelt anunció en un célebre dis-
curso que en el "Nuevo" Mundo tendrían que estar ase-
guradas las cuatro libertades fundamentales. Estas fout
freedoms significan el comienzo de una nueva época en la
historia del espíritu, sobre todo en los Estados Unidos.
Tradicionalmente se habla de derechos fundamentales
(basic o fundamental rights). Más tarde, en el siglo Xix,
se empezó a utilizar otro modo de expresión; no se exi-
gían ya derechos fundamentales, basic rights, sino liberta-
PANHUMANISMO 173
des del ciudadano, civil liberties. Son éstas las libertades
que podía pedir el ciudadano de un país liberal como los
Estados Unidos. Los [our [reedoms 7 9
significan un paso
más allá; ya no son libertades ciudadanas, sino libertades
que en derecho corresponden al hombre como tal. La idea
de que no pueda pensarse en el hombre como tal sin que
se ponga en juego su libertad constituía la posición que
adoptaban los filósofos liberales, especialmente Hegel,
que declaraba que sólo en los últimos tiempos se había
empezado a comprender que la libertad pertenece, sin nin-
guna duda, al hombre como t a l 8 0
. Las cuatro libertades
son un intento de poner una vez más de relieve aquello que
es aplicable a todos los hombres.
Roosevelt sometió a discusión las cuatro libertades si-
guientes: 1 .a
, libertad de palabra (the [reedom of speech);
2.a
, libertad de religión (the [reedom of religión); 3.E
, l i -
bertad de necesidades (the ¡reedom ¡rom want); 4.a
, liber-
tad de temores (the fredom ¡rom fear). Estas cuatro l i -
bertades fundamentales fueron algo ampliadas en su dis-
curso. La libertad de palabra fue considerada como repre-
sentativa del complejo total de libertad de expresión (the
[reedom o[ expression); también se concibió ampliamente
la libertad religiosa (tal como está expresada en la ley fun-
damental) como manifestación simbólica de la libertad de
las convicciones o creencias religiosas. Ahora llegamos a
las dos fórmulas de libertad más modernas, por usar esta
expresión: la libertad de las necesidades—contra la mise-
ria—y contra los temores. La primera se refiere a todo lo
relacionado con la pobreza y expresa el deseo de que se
tengan los bienes materiales necesarios para la vida. Lo
más nuevo en esta libertad es que depende de las activi-
dades colectivas. En el siglo xvm, y cuando cristalizaron
en ideas los derechos humanos fundamentales, no hubie-
ran entendido esto en absoluto: en aquel entonces a los
7 9
En alemán no se puede traducir, desgraciadamente, la fina diferencia
entre liberties y freedoms No existe una clara separación respecto a la defi-
nición de ambos vocablos.
80
Die Vernunft in der Geschichte (ed. Georg Lasson, pág. 39).
174 LA DEMOCRACIA
pobres se les ponía en instituciones parecidas a cárceles,
los asilos de pobres, agregando que el pobre era un ser
que no muestra eficacia en la vida, por lo que se le tenía
que obligar a hacerse útil. El lema de la liberación contra
la miseria significa, por el contrario, que al hombre, como
tal, le corresponde un ingreso digno y adecuado. Conci-
biendo los derechos fundamentales como un seguro de li-
bertad del individuo aislado contra los posibles abusos del
Estado, esta libertad se ha ideado como un seguro contra
otros peligros. ¿Quién puede asegurar, sin embargo, la
libertad contra la miseria? Estas necesidades satisfechas,
esta liberación de la miseria sólo puede obtenerse si el Es-
tado y las autoridades actúan de una manera adecuada.
Como ya hemos dicho, se llega con ello a una definición
de la libertad, que no es anticolectiva, sino procolectiva.
Esta libertad indica que sólo se puede ser libre si median-
te medidas adecuadas de la colectividad, es decir, del
Estado, nos ponen en situación de hacer frente a la mise-
ria y pobreza que persigue al hombre.
Lo que hemos dicho sobre la pobreza es aplicable asi-
mismo para el miedo. También la libertad contra el temor
sólo puede asegurarse por la actividad colectiva, pero no
por ella sola, ya que en el concepto de la libertad contra el
temor está incluido el viejo problema del habeas corpus,
la seguridad de la persona contra la detención arbitraria.
Pero la libertad contra el miedo es más que estar asegu-
rado contra los abusos estatales, ya que el temor puede
provenir de otras fuentes completamente distintas. Desde
el punto de vista filosófico y psicológico tendríamos que
preguntarnos si es imaginable o, mejor, posible que el
hombre pueda librarse del miedo. Roosevelt hubiera con-
testado que seguramente esta pregunta era una exagera-
ción radical de su propia idea; porque él quería tan sólo
con ello decir que los hombres debían ser liberados de los
temores elementales que les impedían el adecuado desen-
volvimiento de su personalidad. A estos temores perte-
nece sobre todo el miedo a la guerra, y este temor sola-
mente puede ser desterrado por la "seguridad colectiva",
PANHUMANISMO 175
es decir, por un orden mundial de paz. Surge así un nue-
vo concepto de libertad, una "liberación" mediante la unión
para fines comunes, y precisamente en el sentido de aque-
llas antiguas doctrinas que se encuentran en Hobbes y
Locke, según las cuales el hombre sólo puede obtener su
libertad mediante la creación de un orden político 8 1
.
No puede extrañar entonces que poco después de la
creación de las Naciones Unidas en 1949 se convocara una
reunión para formular una declaración de derechos mun-
diales del hombre (universal human rights) 8 2
. Esta decla-
ración ha sido firmada desde entonces por todos los Esta-
dos miembros: en ella se destaca especialmente lo que bajo
el lema "liberación de la pobreza" proclamó Roosevelt.
Como ejemplo citaremos el "derecho al trabajo". Este apa-
rece por primera vez en 1848. Muchos viejos liberales de-
signaron esta exigencia como un viraje trágico. En el mo-
mento en que a otros derechos se agrega el derecho al tra-
bajo, objetaron que se arriesga el orden liberal, ya que el
derecho al trabajo sólo puede realizarse mediante la activi-
dad colectiva, y así el derecho al trabajo ya no significa
asegurar la actividad de la persona aislada como tal, sino
algo completamente distinto. Tanto si se aprueba como si
se censura la transformación de tales derechos, es induda-
ble que nos encontramos en medio de esta compleja evolu-
ción. Yo mismo concedo valor positivo a este proceso y
creo ver un perfeccionamiento decisivo en el reconocimien-
to de estos nuevos aspectos de la libertad humana. Por otra
parte, nos encontramos en una situación o estado de con-
8 1
Es evidente la actualidad de las teorías del contrato, pero no quie-
ro ocuparme aquí a fondo de estas cuestiones. Tanto en la obra de HOBBES,
Leviathan, como en la de LOCKE, TWO Treatises on Civil Government, e, con-
trato se concibe individualmente, pero con una clara mirada de soslayo a la
problemática actual, de modo que a aquella persona que dudase de la realidad
de un estado natural de guerra de todos contra todos y los temores que tal
estado de cosas produce habría que hacerle ver cuál sería la situación existente
entre Estados soberanos. Véase HOBBES, loe, cit„ cap. X I I I .
8 2
E l hecho de que nos hayamos referido a las ideas de los derechos fun •
damentales en contraposición a ias libertades humanas es debido a motivos
puramente políticos, y, por otra parte, se explica que en muchos sitios todavía
no ha tenido lugar un desarrollo parecido al americano. Pero estos derechos
del hombre en el mundo contienen en el fondo las libertades anunciadas por
Roosevelt y han sido formuladas en un sentido absolutamente colectivo.
176 LA DEMOCRACIA
ciencia completamente distinto. Frente a toda esta retórica
declamatoria existe hoy en todas las partes del mundo un
sano escepticismo. Ya no se envanece uno de tales declara-
ciones. Pero lo cierto es que en las Naciones Unidas se ha
luchado mucho por llegar a la formulación de esta decla-
ración de los derechos humanos y han tenido lugar gran-
des debates, especialmente entre los representantes sovié-
ticos y la señora Roosevelt, representante de la Comisión
norteamericana. Sin embargo, la declaración ha sido pos-
teriormente puesta ad acta en su totalidad por la publi-
cidad mundial. Los esfuerzos por redactar un código que
asegurase estos derechos no se han visto hasta la fecha
coronados por el éxito, aunque, en mi opinión, tiene ya su
importancia la formulación común de un tal grupo de co-
munidades, ya que tal declaración se basa en la idea de la
homogeneidad. En ella está contenido todo lo que sirve
de base para edificar un orden de paz y de derecho.
Puede enfocarse el problema de otro modo, y es refi-
riéndonos al ciudadano del mundo. Ante todo, las Nacio-
nes Unidas representan todavía un orden de Estados: Es-
tados que hablan, reaccionan y luchan unos contra otros.
El individuo aislado, sin embargo, apenas sobresale ni pue-
de elevar su voz en esta organización. La imposición de es-
tas libertades significaría el verdadero reconocimiento del
hombre como tal. En Europa se ha logrado esto en el Con-
sejo de Europa. Una Comisión semejante a un Tribunal
ofrece al individuo aislado la perspectiva de obtener su
derecho incluso contra su propio Estado, tomando como
base un Estado supranacional. Se trata, por ahora, de pru-
dentes ensayos; en principio, se ha abordado esta solu-
ción, que significa que en el marco europeo ha nacido el
concepto de ciudadano de Europa (en tanto que las na-
ciones europeas se han declarado dispuestas a renunciar a
su soberanía en cierta escala). Todos los europeos que
nertenecen a los Estados del Consejo de Europa tienen
ahora una base común de derechos subjetivos sobre la
que pueden desarrollarse ciertas homogeneidades progre-
sivas. La cuestión es saber si nos podremos o nos tendré-
PANHUMANISMO 177
mos que enfrentar con tal cosa con miras al orden
mundial.
En mi opinión se trata precisamente de ello y, siendo
éste el caso, es completamente igual el modo como se juz-
guen las perspectivas de realización, y especialmente des-
de el punto de vista democrático. En otra parte de este
libro he tenido ocasión de demostrar que la Democracia
aspira, por encima de sí misma, al orden mundial, ya que la
Democracia quiere "huir" de la política exterior, nota
suya bien reveladora 8 3
. En el fondo es difícilmente capaz
de dominar la política exterior. Lo decisivo es que la De-
mocracia, si aspira a ser legítima, no puede llevar ninguna
política exterior en el sentido de política de gabinete. Tie-
ne que buscar, por consiguiente, otras soluciones; una de
ellas es la que han tomado las viejas democracias, la sui-
za y la norteamericana, que consiste en aislarse. En Suiza
se denomina neutralidad; en Estados Unidos, aislamiento.
Ambas fórmulas deben considerarse como un ensayo para
eliminarse de la política exterior y aislarse. Otra posibili-
dad—y este camino lo han tomado Inglaterra y Francia
en la época comprendida entre las dos guerras mundia-
les—: bloquear la política exterior contra las influencias
democráticas y dejar llevar dicha política de un modo auto-
ritario por un grupo de élite. La vida democrática se des-
arrolla entonces alrededor de esta especie de torre de mar-
fil desde la que los diplomáticos conducen, por lo gene-
ral, una política exterior errónea. Una tercera posibilidad
que ha ganado gran terreno desde la Segunda Guerra
Mundial consiste en crear un orden mundial, ya que en
él desaparece, naturalmente, la política exterior, convir-
tiéndose en política interna. Adopta poco más o menos las
formas de debate a base de una organización federal. Los
problemas del equilibrio no desaparecen, pero toman otra
forma, ya que llega a ser posible elaborar compromisos
sobre base democrática.
8 3
Véase mi libro Foreign Policy in the Making (1938) y mis dos artícu-
los "Das Ende der Kabinettspo'itik" en Aussenpolftik, año I, pág. 20, y mi
reseña mencionada en la nota 58.
12
178 LA DEMOCRACIA
Debería aspirarse sin regateos a esta tercera alterna-
tiva, en el caso de que el mundo estuviese compuesto por
Estados organizados siguiendo la línea democrática cons-
titucional. Ya Kant expresó claramente que el orden de
derecho y de paz mundial, tal como él lo había conce-
bido, sería tan sólo posible si el mundo constase de Esta-
dos constitucionales. En el lenguaje del siglo xvm él los
denomina repúblicas, aunque es evidente que quiere refe-
rirse a Estados en los cuales actúa eficientemente la opi-
nión pública. En la actualidad no se puede forzar en modo
alguno la condición previa para la homogeneidad de ór-
denes democráticos constitucionales. No podemos esperar,
aunque trabajemos para lograrlo, que en tiempo previsi-
ble todos los Estados del mundo lleguen a ser Democra-
cias constitucionales. Y si tenemos que contentarnos con
el hecho en sí, la realidad patente, surge la interrogante de
si en vista de tal situación es posible crear un orden de
paz mundial al estilo kantiano.
La respuesta a esta interrogante es negativa. No creo
que en las circunstancias actuales sea posible crear un ver-
dadero orden de paz mundial del que pueda afirmarse ser
el verdadero organizador de la paz. Los sistemas políticos
no constitucionales, que deberían incluirse en una organi-
zación como las Naciones Unidas, excluyen ya esta po-
sibilidad. Las dictaduras totalitarias son organizaciones de
fuerza en las que siempre existe el peligro de perversión o
deformación de las bases convenidas para un orden mun-
dial. Así se saca la conclusión de que la situación es en
el fondo desesperada. Algunos como v. Weizsäcker sos-
tienen que, a pesar de estas limitaciones, hay que trabajar
para que progrese el orden mundial. En cuanto a mí, coin-
cido con este criterio. Creo también que las Naciones Uni-
das cumplen eficientemente sus funciones. Para que tal ins-
titución trabaje con éxito es condición indispensable no es-
perar de ella más de lo que pueda dar de sí, y especial-
mente no esperar que sea ella la que garantice la paz. Tal
garantía no está dentro de las posibilidades de una liga de
P ANHUMANISMO 179
Estados unidos entre sí por débiles lazos, ya que siempre
queda en el aire la posibilidad de una guerra. Para asegu-
rar la paz habrá que hacer, por tanto, otra cosa más ade-
cuada a esta tarea. No hay que retirarse a la pasividad o
hacia la indiferencia. Creo también que en la actualidad
existe un extraordinario interés en hacer progresar la em-
presa de la educación, obtenida por la creación de una
burguesía mundial. Incluso el comunismo tiene, en relación
a lo que acabamos de decir, un cierto sentido y valor, ya
que el sistema político visto así puede significar la nega-
ción del nacionalismo. Desgraciadamente, siempre se sir-
ve del nacionalismo a modo de instrumento para su polí-
tica coactiva. Según su ideología, existe la tendencia a
desligar a los hombres de su adhesión al nacionalismo.
La última tarea que me parece digna de importancia,
y en donde reside el verdadero sentido del panhumanismo,
es buscar valores éticos comunes que hoy desempeñan en
el mundo un papel importante y que aspiran a realizarse.
Este aspecto supone aún una gran empresa espiritual, y
muy difícil, ya que las valoraciones humanas están arrai-
gadas íntimamente a lo religioso. Todas las grandes reli-
giones del mundo aspiran a abarcar toda la humanidad.
Sus verdades de salvación son de naturaleza exclusiva.
Nos encontramos, pues, frente a una dificultad lógica, ya
que, si se acentúa lo religioso como actitud del ciudadano
mundial, se suscita el peligro de contrastes insalvables,
aunque si se quita valor a la religión naufraga también la
substancia espiritual necesaria en la que únicamente puede
basarse la burguesía mundial. Si se renuncia a buscar la
solución fácil, declarando que hay que aspirar a que todas
las personas acepten la religión propia, existe entonces
todavía la posibilidad de buscar comunidades éticas que
puedan salvar dichos contrastes. Que existen tales comu-
nidades ha sido demostrado en una serie de investigacio-
nes; ya se habla en todo el mundo de ello, perfilándose
los contornos de un acuerdo. Pero para aquel que opta
1°°0 LA DEMOCRACIA
por la Democracia como forma política y de vida el re-
sultado depende, sin lugar a dudas, del futuro de un or-
den de derecho mundial y liberal. En último término, todo
se basa en la confianza en el hombre dentro de la comuni-
dad con sus semejantes.
"Quisiera ver el hormiguero humano con pueblos l i -
bres en tierra libre."
A N E X O
El hombre medio en la poesía y la
política americanas
Extraído de la obra The New Belief in the Common
Man (1942).
Durante todo el siglo xix los críticos continuaron ata-
cando la creencia en el hombre medio, considerándola como
opuesta a la experiencia e incluso absurda *. Se ha admi-
tido muchas veces que la creencia en la razón y en el
hombre medio tenían un cierto paralelismo. Pero esta su-
posición es contraria a los hechos. Los racionalistas del
siglo xvm adoptaron con frecuencia el punto de vista to-
talmente opuesto, continuando esta tendencia a lo largo
del siglo xix. La razón, según ellos, consistía en la pose-
sión de una élite intelectual. El "filósofo" era considerado
como el supremo sacerdote de este grupo esotérico de
hombres intelectuales. Incluso gobernantes poderosos, ta-
les como Federico el Grande de Prusia y José I de Aus-
tria, se interesaron sutilmente en ser miembros del fasci-
nante círculo de los "filósofos".
La creencia en el hombre corriente cristalizó y se pro-
clamó con las revoluciones francesa y americana. "Mante-
nemos que estas verdades son evidentes por sí mismas...,
que todos los hombres han sido creados libres e iguales."
A pesar de su evidencia, estas verdades no habían sido
nunca aceptadas antes de la Declaración de Independen-
cia, y lo que es más, desde entonces se recusaron una y
otra vez. Su repetición constante en la oratoria del 4 de ju-
1
Véase B . E . LIPPINCOTT, Victorian Critics of Democracy (1938).
184 LA DEMOCRACIA
lio les ha dado un significado de ritual, pero no han ade-
lantado ni avivado su vigencia como concepciones realis-
tas que apelan a los hombres prácticos. En cierto modo se
han quedado un poco de lado con el Sermón de la Mon-
taña para ser recordadas el domingo.
Las altisonantes frases del credo americano encuentran
su eco en la conclusión de Thomas Paine en su obra Age
o/ Reason (1794-1795): "Seguro estov de que, si las opi-
niones son libres, tanto en cuestiones de gobierno como en
las religiosas, al final prevalecerá poderosamente la ver-
dad". Aquí tenemos el nuevo evangelio secular en una cas-
cara de nuez. Dar a la mente sencilla del hombre corriente
los hechos y entonces él verá la manera racional y razo-
nable de actuar; y, habiendo visto este camino, él lo se-
guirá.
La creencia en el hombre medio puede dividirse en tres
partes igualmente importantes. Considerémoslas con más
detenimiento. Primeramente los hombres corrientes, cuan-
do se enfrentan con un problema, se encuentran "hechos
un lío"; pensarán confusamente, "rompiéndose la cabeza",
en todos los factores posibles. Segundo: luego llegarán a
conclusiones sensibles sobre el modo más justo para poder
salir del enredo—desde el ounto de vista técnico y mo-
ral—. El hombre medio llegará a tales conclusiones sin
ayuda de "expertos", y es parte de su "sentido común"
reconocer un experto en cuanto le ven. Esto es lo que
implica, en lo mental, la creencia en el hombre medio. Pero,
en tercer lugar, es igualmente importante creer en la ca-
pacidad de carácter del hombre medio para llevar a cabo
la solución, según el camino recto, y para actuar y pensar
racionalmente.
Ahora veremos que las dos primeras suposiciones con-
ciernen al espíritu humano, mientras que la tercera se re-
fiere al carácter del hombre. Y lo triste es que, si pregun-
tamos a la gente si creen que, efectivamente, los seres hu-
manos, hombres y mujeres de tipo medio, son así, que bus-
can v deducen consecuencias justas a las que se atienen
firmemente, veremos entonces que muchos contestarán ne-
E L HOMBRE MEDIO E N L A POESÍA Y L A POLÍTICA AMERICANAS» 185
gativamente. Siendo así, nos enfrentamos con una serie de
problemas. ¿Son justas estas suposiciones, a pesar de las
dudas tan extendidas? Y, de lo contrario, ¿pueden susti-
tuirse por otras que nos proporcionen una base más sóli-
da para creer en el hombre medio, o tendremos que aban-
donar por completo nuestra fe en el mismo y, con ello, en
la Democracia? Tal vez un breve examen del origen y
desenvolvimiento de esta creencia nos ayude a contestar
estas preguntas.
En la evolución de la actitud hacia el hombre medio
creo poder establecer tres etapas. En la primera, o racio-
nalista, la creencia en el hombre medio consistía más que
nada en su comparación con los decrépitos príncipes y
aristócratas. En este período el hombre corriente viene a
ser, en esencia, un petit bourgeois. En el tercer período,
realista, la creencia consiste en aceptar, sin lugar a dudas,
la sociedad democrática. El hombre medio es cualquier
hombre.
El punto de partida de la opinión moderna sobre la
naturaleza humana centralizada en el hombre medio tiene
una larga historia. En la época de su florecimiento en-
contró en el mundo de habla inglesa dos exoonentes radi-
cales, Tom Paine y Jeremy Bentham 2
. Ambos ejercieron
una gran influencia en el pueblo y puede considerárseles
como representantes de estas dos ideas. Bentham, sin em-
bargo, no mostró en sus primeros escritos ninguna fe en el
hombre medio. A l igual que Hume y otros utilitaristas
creía en una tutela benévola ejercida por la clase superior
dirigida al common man. Esta versión inglesa de la doc-
trina continental del despotismo benevolente fue fundada
por Bentham creyendo que los hombres medios no acepta-
rían ni seguirían probablemente un punto de vista racio-
nal en su propio interés. Bentham argüía que, mientras
que pudiese existir una identidad de intereses en el terre-
2
Los franceses poseen una gran serie de auto-es que tratan d? la doc-
trina racionalista. Paine y Bentham tuvieron contactos con ellos. E l énfasis en
tradiciones nacionales ha tergiversado la historia de las ideas y preparado una
barrera a la comprensión de la evolución espiritual de Europa.
186 LA DEMOCRACIA
no estrictamente económico, tendría que realizarse una
identificación artificial de intereses en las otras esferas. El
principio fundamental utilitario, según el cual el interés
de un hombre es aumentar, en la medida de lo posible,
su placer y disminuir su pena, era valedero para todos los
hombres; sin embargo, este principio fue reconocido tan
sólo por una minoría. En los tiempos de la Revolución
Francesa Bentham era, en términos estrictos, más bien un
tory que un demócrata 3
. Se inclinaba por el hombre no
corriente, es decir, creía en la aristocracia.
No sucedía lo mismo con Thomas Paine. En su obra
Rights of Man (1791-1792), así como en su anterior es-
crito Common Sense (1776), insistió en la capacidad del
hombre corriente para cuidar de sí mismo. " A l haber sido
creado el hombre por la Naturaleza para la vida social,
ésta le proveyó con lo necesario para la posición social a
que iba destinado... No solamente forzó a los hombres a
vivir en sociedad por la diversidad de sus necesidades su-
plidas mediante la ayuda recíproca, sino que implantó en
él un sistema de inclinaciones sociales que, aunque no sean
necesarias para su existencia, son esenciales para su feli-
cidad." Paine creyó en la capacidad espontánea de cada
hombre para la vida en sociedad y en la capacidad casi
completa de los hombres "para la acomodación recíproca
de las mutuas necesidades". Insistió en que "desde el mo-
mento en que es abolido el gobierno formal, la sociedad
empieza a actuar. Se produce una asociación general y es
el interés común el que da lugar a la seguridad común".
Por otra parte, "cuanto más perfecta es la civilización,
menos necesidad existe de gobernar". Esta fe en la habi-
lidad humana para trabajar juntos linda con las doctrinas
anarquistas de hombres como Godwin. "Todas las gran-
des leyes de la sociedad son leves de la Naturaleza." Re-
firiéndose a la experiencia de la revolución norteamerica-
na, Paine se sintió orgulloso y confiado en todo lo refe-
3
Véase E. HALÉVY, The Growth of Philosophic Radicalism (1928), 168,
172. Esta excelente obra se publicó en francés en 1904.
E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 187
rente a la naturaleza racional y sociable de todos los
hombres *.
A pesar de ser tan ardiente la fe de Tom Paine en el
hombre medio, le faltó una base convincente en materia
histórica y psicológica. Las esrgsas referencias a la revo-
lución norteamericana no tuvieron gran importancia, pero
Bentham se encargó de mejorar estas bases. Dejando a un
lado su preferencia antidemocrática, él y su escuela tra-
bajaron para proveer tal creencia con una base racional.
Pueden comprobarse estas conclusiones en la obra de Ben-
tham Constitutional Code (1827). Sin mencionar el len-
guaje abstracto y complicado de Bentham, puede afirmar-
se inequívocamente que en aquella éooca consideró a la
mayoría de los hombres como los más capacitados para
juzgar sobre lo que conviene más a la comunidad: saben
lo que puede proporcionar mayor felicidad y bienestar al
mayor número de personas. Una cuidadosa lectura de su
exposición revela, sin embargo, que Bentham llegó, no
tanto a una fe en el hombre medio como a una especie de
incredulidad en el hombre no corriente. Sus continuas de-
cepciones como reformador habían contribuido, sin duda
alguna, a la conclusión de que no era la monarquía o la
aristocracia las que se interesarían probablemente por lle-
var a cabo el principio de la utilidad, es decir, la mayor
felicidad para el mayor número de personas. Desilusiona-
do, llegó a la conclusión de que la mavoría de personas
obran de acuerdo con el principio de la "autopreferencia".
Definió este principio como "aquella inclinación de la na-
turaleza humana por la que cada ser humano tiende a
seguir aquella línea de conducta que, según su punto de
vista, tomado por él momentáneamente, contribuirá al más
alto grado de su propia felicidad, cualquiera que sea su
efecto en relación con la felicidad de los otros seres seme-
jantes 5
."
4
Estos pasajes son de la obra Rights of Man. Los he citado de la edición
especial publicada en 1925 por "Thomas Paine National Historical Association",
y editada por William M. Van der Weyde. tomo V I . náq. 240.
5
Véase Works (Edición Bowring), Edimburgo, 1843, tomo IX, pág. 5.
Del primer libro son especialmente relevantes las págs. 1-10 y 95-114. Un in-
188 LA DEMOCRACIA
Como corolario natural de tal incredulidad radical en
cualquier hombre no corriente, Bentham formuló la pro-
posición de que la aptitud de una persona para hacer uso
acertadamente del poder político es inversa a la altura de
su posición en la escala de influencia política. Riqueza,
poder y prestigio—o, como los denominaba Bentham, opu-
lencia, poder y dignidad ficticia—reducen la aptitud mo-
ral del hombre para juzgar sobre el bien público. La razón
más sencilla es que los hombres prominentes se encuen-
tran alejados de las necesidades de las masas, no sienten
sus sufrimientos y no piensan seguramente en la máxima
felicidad del mayor número posible de seres humanos.
Bentham creía que el hecho de que haya podido prevale-
cer durante tanto tiempo la opinión opuesta era debido al
[acto innegable de que la riqueza y el poder están siempre
rodeados de aduladores. El "error" de creer que el rico y
poderoso posee aptitudes especiales es debido a la adula-
ción, expresada tanto de palabra como por escrito por sus
partidarios intelectuales. Echando una mirada de soslayo
a Burke y a otros pontífices "líderes del pensamiento",
Bentham, el radical independiente, exclama: "Mientras
han existido riqueza y gobierno, el poder de la poesía y la
oratoria ha sido empleado para cantar las alabanzas del
poderoso, dignificado y rico".
Todos los errores cometidos por los adoradores de la
riqueza y del poder son los "instrumentos del desorden y
desgobierno, es decir, medios para ejercerlo y estímulo e
incentivo para llevarlo a cabo". El único modo para
contrarrestar esta propensión desenfrenada de algunos
hombres ricos y poderosos de aumentar su propia felici-
dad—es decir, de servir a sus propios intereses—a expen-
sas de los otros, es hacer que su poder dependa totalmente
de los demás. En otros términos, sólo un cargo electivo
(y riqueza regulada, idea que descuida Bentham) será
compatible a la larga con el principio de la utilidad para
el pueblo.
ceresante contraste ha puesto en evidencia GEORGE CORNWALL LEWIS, The In-
fluence of Authority in Matters of Opinion (1848).
E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 189
Este principio de la utilidad ha llevado a Bentham a
una posición radicalmente democrática, ya que este prin-
cipio se basa en el punto de vista, escéptico, de que cada
hombre no se preocupa más que de sí mismo, va a lo suyo.
El hombre medio es racional, pero apenas razonable.
Aunque de la clase acomodada inglesa salieron líderes
en la lucha revolucionaria por la independencia, la gran
masa de los "rebeldes" eran hombres medios, common
men, de todos los ámbitos. Harry Emerson Wildes hizo
recientemente un panorama gráfico, una pincelada muy
acertada del campamento de Valley Forge. Insiste en que
dicho campamento fue el punto clave que encauzó real-
mente la revolución. Los hombres que venían a Valley For-
ge "llegaban abatidos, hambrientos, enfermos y desgra-
ciados... De allí salió un ejército disciplinado, lleno de
recursos y de alientos". Describió cómo a través de aquel
terrible invierno los hombres continuaron fieles a su ideal.
"La lección de Valley Forge no debe olvidarse en ningún
momento. Las tropas continentales que llegaban de distin-
tos Estados como grupos virtualmente independientes, ca-
rentes de relaciones mutuas, avanzaron como un ejército
nacional unido. Su resistencia espartana a los contratiem-
pos y desastres les había enseñado la necesidad de una
unión federal de hombres libres, ilustrados y políticamen-
te iguales, si querían realizar sus ideales de libertad, de-
mocracia y logro de paz y felicidad". La misma historia
está descrita con dramática simplicidad en la obra de W a l -
ter Edmond Drums Along the Mohawk (1936). El indo-
mable espíritu de los granjeros sencillos, su voluntad de
lucha contra los opresores que les negaban su derecho a
la independencia, está descrita aquí con un realismo con-
vincente. Sólo con Washington y los Adams, los com-
mon men lucharon y ganaron la revolución contra el Im-
perio británico, que era entonces una aristocracia. En
Norteamérica el racionalismo y el puritanismo, la vida de
frontera y la fusión de los pueblos, una economía rural de
pequeños granjeros, constituyeron los factores principales
190 LA DEMOCRACIA
que participaron y desempeñaron su papel en la creación
del common man 6
.
Pero los directivos políticos temían al hombre medio.
Los escritos de Hamilton y otros federalistas estaban im-
pregnados de animadversión contra el hombre corriente,
al que denominaron "populacho" (mob). A l igual que
en Europa, la clase elevada y rica de Norteamérica no
tenía la menor inclinación a favor de la Democracia, y
pronto empezó a retirarse de las fuerzas que les habían
llevado a la victoria.
El terrible apuro en el que estaba metido el pueblo des-
pués de la guerra dio lugar a extensos levantamientos de
deudores conocidos con el nombre de Shay's Rebellion.
Los federalistas vieron en ellos el presagio de un inminen-
te cataclismo revolucionario—la anarquía resultante de la
Democracia—. Por otra parte, Jefferson simpatizaba con
los exasperados deudores. Estos eran la gente humilde que
lo había entregado todo en la lucha por la libertad, para
encontrarse después expulsados de sus hogares por aque-
llos que supieron aprovecharse de la depreciación de la
moneda. En la obra de Edward Bellamy The Duke of
Stockbridge 7
se describe de un modo muy interesante el
abismo que se había abierto entre el pueblo y la clase aco-
modada—entre la gente que por su participación en la
guerra estaban imbuidos del espíritu democrático y los ha-
cendados, que continuaban adheridos al sistema oligár-
quico de la sociedad colonial.
Cierto número de grandes líderes revolucionarios se
erigieron en dirigentes del hombre medio y de sus intere-
6
Véase R. H . GABRIEL, The Course of American Democratic Thought
(1940); HENRY ADAMS, History of the United States under the Administration
of Thomas Jefferson, tomo I, cap. VI, y V . L. PARRINGTON, Main Currents in
American Thought (1927-1930).
7
Este libro excepcional, publicado por un autor también excepcional, fue
descrito por Samuel E. Morison como una de las pocas novelas históricas do-
cumentadas, y se basa en un cuidadoso estudio realizado de asuntos locales
por el mismo Bellamy, que residió durante muchos años en e;.ta zona de
Berkshire. Aunque todas las historias generales de esta época se refieren a este
levantamiento popular (emplea usualmente el lenguaje de los guerrilleros), no
tenemos ningún estudio histórico completo de esta importante época de la his-
toria americana.
E L HOMBRE MEDIO E N L A POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 191
ses. Sam Adams y Thomas Jefferson, James Madison y
Benjamín Franklin fueron a la cabeza de desfiles, que
incluyeron a Andrew Jackson y Abraham Lincoln, Theo-
dore Roosevelt y Woodrow Wilson; poco a poco la revo-
lución, que empezó con los hombres de Valley Forge y
Bunker Hill, siguió desarrollándose: es la marcha siem-
pre hacia adelante de los common men.
Con el transcurso de los años, sin embargo, se marcó
una diferenciación que pronto separó a Jefferson y Sam
Adams. La fe de este último en el hombre medio era tan
firme como la de Jefferson, pero la diferencia más pro-
nunciada y significativa entre ambos republicanos conven-
cidos era que, mientras Jefferson ponía toda su confianza
en el granjero americano, para Sam Adams el verdadero
hombre medio era el hombre de la ciudad8
No puede tra-
zarse, naturalmente, una clara línea divisoria entre el hom-
bre del campo y el de la ciudad, pero el que cree en los
granjeros cree también en la propiedad, aunque se trate
de la pequeña propiedad del que cultiva su propia tierra9
.
Por otra parte, los que creían en el hombre de la ciudad
han modificado gradualmente su énfasis por el pequeño
tendero y el artesano de los tiempos de Sam Adams, lle-
gando así al proletariado consciente de la época industrial.
En la obra The Vested Interest and the State of the In-
dustrial Arts (1919), Veblen habla de los hábitos de pen-
samiento engendrados por el sistema maquinista de la in-
dustria y por la estandardizada organización mecánica de
la vida diaria en las circunstancias actuales, lo que consti-
tuye el tema con el que nos familiarizamos a través de toda
su obra. Solamente a los ojos de Veblen el hombre del
campo ha sido asimilado al trabajador industrial. Este
hombre del campo, a pesar de estar alejado aparente-
mente de los "hábitos de pensamiento engendrados por el
sistema maquinista", continúa, en efecto, siendo inspira-
ción de Veblen. A pesar de tales puntos de vista (expresa-
dos de un modo concreto por los movimientos Farmer-
• J. C . MILLER, Sam Adams (1936), pág. 390.
' Véase HERBERT AGAR, The Land o/ the Free (1935), cap. V .
192 LA DEMOCRACIA
Labor del centro-Noroeste) se ha señalado hasta la fecha
una marcada diferencia en la perspectiva general de los
que piensan de una manera primaria—por así decirlo—
en los granjeros y los que piensan en los trabajadores
cuando hablan del hombre medio.
La esencia del asunto es que la creencia, considera-
blemente generalizada, en el hombre corriente, que se ha
hecho tradicional en Norteamérica desde la revolución, no
fue mantenida eficientemente por la intelectualidad hasta
mediados del siglo xix. El hombre medio se implantó de
hecho antes de que llegara a aceptarse en teoría de un
modo general. Aunque el hombre corriente llegó a consti-
tuir una especie de puntal en la Democracia norteameri-
cana a partir de la "revolución" de Jefferson, los intelec-
tuales fueron acogiendo lentamente y con reservas este
concepto y su realidad subsiguiente. El intelectual tiene
una predisposición natural hacia el hombre no corriente;
se esfuerza en ser especial, en apartarse de lo vulgar. A
pesar de ello, el triunfo del common man fue allí tan ro-
tundo que incluso los intelectuales se contagiaron de su
"chispa". W a l t Whitman lo reconoció así y escribió:
One's-self I sing, a simple sepárate person,
Yet utter the word Democratic, the word En-Masse... (*).
Entre los que cantaron esta nueva realidad, este espí-
ritu recién nacido, destaquemos a tres: Whitman, Emer-
son y Thoreau. Los tres nacieron a principios de siglo,
todos fueron clara muestra de la nueva época. Whitman
estaba francamente entusiasmado con el hombre medio.
Carpintero e hijo de un granjero de Long Island, no po-
día menos que pertenecer por completo a la vida del hom-
bre medio1 0
. Una y otra vez trata este tema. En Carol of
Occupations, publicado por primera vez en 1855 y reedi-
tado más tarde bajo los títulos Chants Democratic (1860)
y To Workingmen (1867), concluye así:
(*) Canto yo, yo mismo, aislada y simple persona; / pronuncio, empero, la
palabra Democrático, la palabra En-Masa. (N. del E.)
M
F. O. MATTHIESEN, American Rcnaissance (1941), pág. 78.
E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 193
jWill you seek afar off? You sure come back at last,
In things best known to you finding the best, or as good as the best,
In folks nearest to you...
The popular tastes and employments taking precedence in poems or anywhere,
Your workwomen and workmen of these States having your own divine and
[strong life,
And all else giving place to men and women like you(*).
O en la obra With Antecedents (1860):
I know that the past was great and the future will be great,
(For the sake of him I tipify —for the common average man's sake— your
[sake of you are he;)
And that where I am, or you are, this present day, there is the centre of all
[days, all races,
And there is the meaning to us of all that has ever come of races and days,
[or ever will come (**).
Para él, la creencia en el common man y en la Demo-
cracia está íntimamente relacionada con un intenso im-
pulso erótico; la fraternidad de los hombres no es una
frase vana:
For you these, from me, O Democracy, to serve you, ma femmel
For you! For you I am trilling these songs,
In the love of comrades,
In the high-towering love of comrades (***),
Walt Whitman despliega en estas y muchas otras lí-
neas similares su entusiasmo por el Hombre como tal.
Realmente, él hubiera podido decir, con aquel poeta ro-
mano: "Nada humano me es ajeno" (Humani nihil a me
alienum puto).
Emerson fue muy explícito en su tendencia a elevar
la creencia en el hombre medio hasta hacerla punto prin-
(*) ¿Buscaréis en la lejanía? Seguro que al final tornáis. / Encontrando
lo mejor—o tan bueno como ¡o mejor—en las cosas más conocidas / En las
gentes más próximas a vosotros... / Los gustos y ocupaciones populares están
presentes en los poemas o en cualquier parte. / Vosotros, obreros y obreras
de estos Estados, que tenéis vuestra propia divina y vigorosa vida, / Y todo
lo demás cede el sitio a los hombres y mujeres como vosotros. (N. del E.)
(**) Yo sé que el pasado fue grande, y que el futuro también será grande, /
(Por amor al que yo simbolizo—por amor al hombre medio corriente—vuestros
amores son él;) / Y que donde yo estoy, o vosotros estáis, en este día, está el
centro de todos los días, de todas las razas, / Y aquí está el significado para
nosotros de todo lo que siempre vino de razas y de días, o de todo lo que
siempre vendrá. (N. del E.)
(***) Para ti éstos, salidos de mí, ¡Oh Democracia!; para servirte, ma
femme! /' ¡Para ti! Para ti yo entono mis cantos, / En el amor de camaradas, /
En el excelso amor de camaradas. (N. del E.)
13
194 LA DEMOCRACIA
cipal de su concepto sobre la sociedad democrática e in-
cluso de toda sociedad. El título mismo, Representative
Men, lo escogió en estudiada antítesis al culto del héroe
de Carlyle. "¡Grandes hombres!—decía Emerson—, la pa-
labra es injuriosa"; lo que hace al hombre es precisamente
su capacidad de representar a la generalidad Pero des-
de su segundo punto de vista, Emerson llega a poner de
relieve cada vez más extravagantes conceptos. La creen-
cia en el common man llega a ser, como en Whitman, una
inmensa utopía. Emerson fue todavía más explícito en una
disertación titulada New England Reformers, el último de
sus Essays. Después de proclamar la igualdad del hom-
bre ante la Iglesia y el Estado, afirma simplemente que
"él es igual a todos los demás hombres". Nos dice: "El
conjunto de elementos humanos no varía mucho. Cada
cual es superior sin comparación a su compañero en algu-
na facultad o cualidad: su falta de habilidad en otros as-
pectos se ha añadido a su aptitud para su propio tra-
bajo". Nunca, que sepamos, se ha hecho constar la creen-
cia en el hombre medio con tanta exageración e inflexibili-
dad. Citemos un ejemplo evidente: pongamos por caso a
varios millones de competentes amas de casa o granjeros.
¿En qué aspecto o facultad son "incomparablemente su-
periores" unas de otros? En efecto, estas aserciones su-
ponen un contraste tan visible que uno se extraña de que
no haya sido tratado antes este tema.
Habiendo aclarado un poco el punto de vista extre-
mista de Emerson y señalado sus puntos débiles, queda ca
pie la cuestión de hasta dónde intentaba él llegar.
¿Cuál era la esencia, la médula de su argumentación?
Parece que el punto clave emersoniano era que la mayo-
ría de los hombres (y de las mujeres) poseen alguna apti-
tud que les asegura su puesto en la sociedad. Equivale a
una protesta contra la idea del hombre no vulgar, que, por
saber escribir poesía o tener capacidad para mandar un
ejército, asume una superioridad absoluta sobre el gran-
" MATTHIESEN, Op. cit, pág. 632. Véase también texto, pags. 248-255,
252-253 para Carlyle.
E L HOMBRE MEDIO E N L A POESÍA Y L A POLÍTICA AMERICANAS 195
jero, olvidándose de que el granjero es capaz de hacer
bien otro género de cosas. Vista desde esta perspectiva,
la posición de Emerson es bastante sana, pero falla al tra-
tar la esencia de las doctrinas de la élite: que el trabajo
del granjero no puede compararse en importancia con el
de los hombres no vulgares, o, dicho en breves términos,
que la habilidad del granjero es una habilidad corriente,
mientras que la del hombre de Estado es especial, no co-
mún. La razón de este fallo procede del individualismo de
Emerson, con su comparación entre individuos aislados,
en lugar de juzgar a muchos y en sentido colectivo.
Su amigo más joven, Thoreau, se daba más claramen-
te cuenta del problema colectivo. En efecto, existe una
continuidad de pensamientos referentes a lo colectivo en
Thoreau, que se hace patente de un modo especial en sus
ensayos políticos Civil Disobedience, Slavery in Massa~
chusetts y A Plea ¡or Captain Brown. Aunque, a simple
vista, su orientación parece ser extremadamente indivi-
dualista, con más detenimiento se observa en él un po-
deroso impulso de colectividad, ya que insiste en la impor-
tancia de la responsabilidad individual con relación a los
errores colectivos. En Civil Disobedience manifiesta este
punto de vista de un modo muy tajante: "Bajo un Go-
bierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar
adecuado y verdadero para el hombre justo ha de ser en-
tonces también la prisión..., la única "casa" en un Estado
tirano donde un hombre libre puede subsistir con honor.
No puedo, de ninguna manera, reconocer como Gobierno
mío a aquella organización política que sea también un
Gobierno tirano". La "fuerza de roble" en su sentido de
responsabilidad comunal se expresa muy bien en la frase
con la que empieza su obra Slavery in Massachusetts:
"En un mitin de los ciudadanos de Concord se esperaba
que uno entre muchos tratara del tema de la esclavitutd
en Massachusetts; pero me sorprendí y me decepcioné al
comprobar que lo que había reunido a mis conciudadanos
no era el destino de Massachusetts, sino el de Nebraska".
Esta insistencia en la conclusión moral le lleva a pedir fir-
13*
LA DEMOCRACIA
memente la autoridad de la mayoría: "Lo que se necesita
son hombres, no con programa político, sino con honradez,
que reconozcan una ley más elevada que la Constitución o
la decisión de la mayoría... Lo que concierne a Massa-
chusetts no es el ordenamiento de Nebraska ni la ley de
Esclavos fugitivos, sino sus propios problemas de escla-
vos y de su servidumbre".
Thoreau creía entonces en una élite intelectual. ¿Era
tal vez un platónico; se inclinaba más bien por el hom-
bre no vulgar? Nada más erróneo. Su llamada va dirigida
a todos los hombres de buena voluntad, pero especialmen-
te a los hombres medios que están a su alrededor. Era a
los ciudadanos de Concord a quienes dirigió su Plea for
Captain Brown. Pero su ideología encuentra su más clara
expresión en el capítulo sobre "Reading" en Walden, "Es
ya hora de que los pueblos sean Universidades... ¿Debe
limitarse el mundo a un París o a un Oxford para siem-
pre? ...En este país, en algunos aspectos, el pueblo ocupa-
ría el puesto del noble de Europa...Actuar colectivamente
está de acuerdo con el espíritu de nuestras instituciones.
En lugar de nobles, tengamos nobles poblaciones (de hom-
bres)". La afición de Thoreau hacia el artesanado se aso-
cia evidentemente con una ardiente creencia en el common
man, animada por lo que Veblen iba a denominar más tar-
de "instinto de los trabajadores" 1 2
, relacionado íntima-
mente con el carácter. Aquí está precisamente el punto de
enlace entre Henry Thoreau y su Walden con Veblen.
Este énfasis da lugar a una singular mezcolanza de radi-
calismo y conservatismo.
Es un hecho significativo el que los tres hombres, Tho-
reau, Emerson y Whitman, respondieron de un modo en-
tusiástico a dos hombres medios bien representativos en
su tiempo: John Brown y Abraham Lincoln. Cada uno de
** Otras confirmaciones acerca de este asunto pueden encontrarse en Tho-
reau respecto al interés sobre las habilidades—skilte—dei artesano corriente.
"Ha quedado ahora aclarado—escribía Matthiesen—que su revuelta terminó
con la decisión de hacer todo lo que estaba en su mano para impedir que la
dignidad del trabajo común se degrada»* por lo» fútíle» gu»to» del rico".
Op. cit-, p4g- 173.
E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 197
ellos parece haber entendido el simbólico significado del
fanático orador que expresó la profunda urgencia de ac-
tuar sin tener en cuenta consecuencias. Rescuerdan a uno
de los jóvenes americanos que, preguntándole la razón
por la que se unía a la Brigada Lincoln para ayudar a los
republicanos en España, contestó sencillamente: "Alguien
tenía que hacer algo". Que cada uno de ellos se ha per-
catado de la profundidad de la cualidad representativa
de Lincoln confirma su parentesco en el común interés por
el hombre medio.
John Brown y Abraham Lincoln estaban unidos de un
modo singular en la lucha contra la esclavitud. La épica
de esta lucha ha encontrado su poeta en nuestros propios
días en Stephen Vincent Benet. Su obra John Brown s
Body es tan extraordinaria debido a que hace entrar en
la escena de la Historia, de un modo hasta ahora sin pre-
cedentes, al common man. Granjeros y trabajadores, arte-
sanos y comerciantes, ingleses y escoceses, polacos y ale-
manes, norteamericanos todos, la "Invocación" los con-
jura en esta manifestación imponente llena de color que
es América. No importa su procedencia, todos se juntan
en la procesión del common man.
Stepchild of every exile from content
And all the disavouched, hard-bitten pack
Shipped overseas to steal a continent
With neither shirts ñor honor to their back (*).
Refiriéndonos a Benet, llegamos al tercer escalón en
la evolución de la creencia en el hombre medio. Benet no
es el único en retratarle. Sinclair Lewis y Cari Sandburg,
Robert Frost y muchos otros, han expresado a su manera
la creencia y cariño por la gente corriente. Pero la creen-
cia tiene ahora nuevos espacios de acción. Babbit, que re-
presenta con simpatía al tipo del hombre de negocios que
va a lo suyo, tiene, sin embargo, rasgos de payaso. La ele-
gancia y la inteligencia resaltan tanto la simoatía de Lewis
(*) Hijo espúreo de los insatisfechos / Y de los inquietos; duro fardo /
embarcado para despojar un continente / Sin camisa ni honor a sus espaldas.
(N. del E.)
198 LA DEMOCRACIA
que mucha gente encuentra que sus sentimientos de infe-
rioridad están confirmados por sus obras. Babbitt llegó a
ser. tanto en América como en Europa, un tópico del des-
dén condescendiente. Fueron pocas las voces que, como el
crítico de Babbitt en la Frankfurter Zeitung, recordaron
a la gente que "era consolador ver que las personas eran
tan parecidas en América y en Alemania". A la mayoría
les pasó desapercibido que para Babbit la creencia en el
common man ya estaba dada por descontado. A l propio
tiempo, el hombre medio, tal como lo retrató Sinclair
Lewis, ha perdido el encanto, el glamour que había tenido
para Tom Paine o W a l t Whitman. Considerado por sí
mismo y de un modo realista, el common man posee unas
características de la que carecía cuando se le oponía a los
reyes imbéciles y a los cortesanos depravados y corrom-
pidos. Pero de este modo lo aue el hombre corriente puede
haber perdido como ideal lo ha ganado en distinción y en
vitalidad.
La esencia de todo realismo ¿no es acaso ver todas las
cosas "como ellas son" y prestar una pequeña atención a
lo que se supone que son? El realista fracasa en traer a
una perspectiva adecuada las diferencias entre los indi-
viduos que reflejan sus esfuerzos por alcanzar una norma
o un standard. Sin embargo, el realista compensa este
fracaso con una descripción más viva del mundo actual.
Como "ningún hombre es grande a los ojos de su ma-
yordomo", así, para el realista, todos los hombres son
hombres medios.
Los pueblerinos y hombres de campo de Robert Frost
habitan no en nobles poblaciones, sino en un mundo vivido
de paredes de piedra que necesitan ser reparadas siem-
pre, gentes que enferman, con sus vacas que comen manza-
nas caídas al suelo. Mientras Thoreau vacila entre el des-
precio del romántico hacia los hombres ordinarios que "vi-
ven una vida de tranquila desesperación" y la llamada
idealista para que estos mismos hombres lleguen a ser algo
que esté más allá de sus aptitudes e inclinaciones natura-
les, Frost y los poetas de nuestro tiempo piensan en la
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C.J. FRIEDRICH 3.pdf

  • 1. EDUCACIÓN PARA LA COMUNIDAD 145 tos en duda por el nacionalsocialismo. A pesar de acentuar continuamente el modo de ser alemán, llegaron a poner en duda los valores y actitudes más importantes de la tradi- ción alemana. Así se explica, por cierto, la tremenda fal- ta del nacionalsocialismo con los grandes de la historia del espíritu alemán: Kant y Goethe. Es concluyente, ya que se demuestra que por este camino no se podía llegar a una cultura alemana, pues carácter significa fidelidad a los valores propios. Es precisamente una característica del hombre de carácter firme que con él se tiene la sensación de pureza, ya que en cada situación obra guardando f i - delidad a sus valores. Estos deben estar profundamente arraigados, igual que el hombre mismo, en la tradición de su pueblo; deben estar orientados hacia lo que más va- lor ha tenido entre los mejores de este pueblo. Para convertir al hombre en ciudadano, dentro de la comunidad democrática liberal, la educación presupone in- culcarle el dominio sobre sí mismo y de su propia respon- sabilidad, porque, si en el centro de esta educación se in- tegran las normas de conducta, no puede prescindirse de ellas. El camino hacia el dominio de sí mismo pasa por la autodisciplina, y ésta sólo puede desarrollarse sobre la base de la disciplina. No es de extrañar, por consiguiente, que los métodos de educación democrática hoy reconocidos es- tén en contraposición con el progresismo de otros tiem- pos y reconozcan por completo la disciplina. Los conoci- mientos y fidelidad hacia los valores de la comunidad son suficientes, pero existe una diferencia muy notable entre la disciplina de los hombres libres y la disciplina forzada, típica del totalitarismo. Toda sociedad debe desarrollar su forma adecuada de disciplina. Una disciplina autoritaria se esfuerza en hacer obedecer al hombre, una disciplina liberal intenta desarro- llar en él la capacidad de autodisciplina y de la libre de- cisión. Es curioso que ahí se acentúa lo espontáneo, que debe ser desarrollado y no destruido. La tarea de educa- ción democrática no debe, pues, consistir en someter al jo- 10
  • 2. 146 LA DEMOCRACIA ven durante años a un régimen de seudoesclavitud6 0 ; por otra parte, tampoco se puede lograr la autodisciplina si se abandona al joven durante años a sus propios impulsos. ¿Cómo se logra entonces la autodisciplina? La contesta- ción a esta pregunta depende en gran modo de cómo se considere al hombre, porque desde la perspectiva optimis- ta de los siglos xvm y xix se necesita, en efecto, abando- nar al hombre a sí mismo, mientras que, en la hipótesis opuesta, resulta casi inevitable que las normas de conduc- ta le sean impuestas al hombre desde afuera y arriba, tal como preconizaron los autoritarios; pero ni la idea opti- mista del hombre ni la pesimista corresponden a los des- cubrimientos de la Psicología y de la Sociología. Se ha demostrado que el hombre, por su naturaleza, no es bueno ni malo. Ser sociable y otras cualidades hu- manas están desarrolladas de modo distinto, según las personas. La medida en que estas cualidades son desea- bles o no depende de cómo concuerden con los valores, convicciones y otras trayectorias de la voluntad y de las ideas que dominen determinada comunidad. Los módulos se hallan coordinados, por consiguiente, con la comuni- dad, y deben adquirirse como tales. No queremos rebajar el mérito de aquellos pedagogos que han insistido en afir- mar que el hombre no es malo por naturaleza, pero que sacan la conclusión de que el hombre puede perfectamen- te prescindir de dichos módulos, a lo que nosotros nos ne- gamos. En la caótica confusión de nuestros días el hom- bre se ha dado perfecta cuenta de la importancia que tie- ne desarrollar en las personas jóvenes aquellos módulos de valores y convicciones. ¿Cómo pueden desarrollarse la autodisciplina y los mo- dos de conducta que de ella dependen? Es esencial infor- mar a los jóvenes sobre lo que sea necesario hacer en de- terminadas situaciones. La conducta de un médico auto- " Hasta qué punto es éste el caso en los sistemas totalitarios puede verse en el capítulo sobre educación totalitaria en la obra Die totalitäre Dictatur. Véase asimismo MAX G . LANGE, Totalitäre Erziehung, das Erziehungssystem der Sowjetzone Deutschlands (1954).
  • 3. EDUCACIÓN PARA LA COMUNIDAD 147 disciplinado y consciente de su responsabilidad ofrece un buen ejemplo de ello. Si a cada hora del día y de la no- che está a disposición de sus enfermos para casos de pe- ligro, entonces es autodisciplinado; si, por el contrario, se disculpa en cada ocasión incómoda, no habrá más remedio que desaprobar su conducta. Antes se hablaba de con- ciencia del deber refiriéndolo a una convicción religiosa. Como en la mayoría de las personas ya no se pueden su- poner tan trascendentes motivos, la educación hacia una conducta recta y soportable para la comunidad debe ba- sarse en un largo ejercicio de colaboración con otros. No entraremos en más detalles. Tanto si lo denominamos com- pañerismo o de otra manera, lo decisivo es que la educa- ción del niño considere que será recompensado todo com- portamiento consciente y que fomente la comunidad. (Hoy en día se reconoce en todas partes que pueden lograrse mejores resultados con recompensas, o simplemente con alabanzas, que con castigos.) Como tal conducta está l i - gada muchas veces a desventajas temporales, hay que crear un contrapeso para estas últimas. Mediante recom- pensas y castigos debe quedar bien sentado la razón por la que "vale la pena" comportarse de un modo favorable a la comunidad. Es de la máxima importancia que, en lu- gar de otra persona y de su autoridad, sea sustituida la educación por la espontánea voluntad de los jóvenes. Pero puesto que sólo mediante la experiencia se convierte la conducta deseada en una "segunda naturaleza" y la fide- lidad a los valores incluidos en tal conducta llega a ser "sobrentendida", en el verdadero sentido de la palabra, es de aconsejar ir con cuidado en estos experimentos. Esto significa que ya en edad temprana se haga posible una coparticipación en las decisiones que se hayan de tomar, lo que no significa, desde luego, que sólo sea la joven per- sona la que tome la decisión, porque ello significaría obli- garle a hacer más de lo que le permiten sus fuerzas y con- duciría, por tanto, hacia actitudes irresponsables. Echando una última ojeada a lo que acabamos de ex- poner, deducimos finalmente que la educación en libertad
  • 4. 148 LA DEMOCRACIA y propia responsabilidad no es un problema teórico, sino que debe ser alimentada con la comunidad de valores y convicciones y hay que prestar gran atención a la for- mación del carácter. La experiencia ha enseñado que es posible educar a la mayoría de personas hacia una ac- titud cooperadora y dispuesta a la responsabilidad. A l lado de ello, no debe descuidarse en absoluto la cultura del espíritu y de la inteligencia, pero dicha formación debe incluirse en el desarrollo del carácter y de la conducta, lo que en las circunstancias actuales no puede esperarse que tenga lugar dentro de la familia, aunque sea de deci- siva importancia para la comunidad liberal.
  • 5. CAPITULO DECIMO Democracia y planificación El problema de la planificación y de la economía pla-- nificada está íntimamente relacionado con el papel de los expertos en la sociedad democrática. En la discusión so- bre los problemas educativos he tratado, de momento, las cuestiones generales, sobre todo de la preparación para poder participar en las tareas de la comunidad. En toda educación, sobre todo en aquella basada en la formación universitaria e incluso en las demás especialidades, es muy importante adquirir conocimientos especiales, ir formando expertos en los diversos órdenes y con tarea en la socie- dad industrial. Se debería tener más en cuenta, y precisa- mente en los círculos universitarios, que es un error creer que lo que se aprende en una de estas especialidades es necesariamente más importante que lo que se aprende en otra especialidad. En una gran sociedad industrial tan complicada, en la que las diversas industrias dependen unas de otras, como en la nuestra, hay que partir del pun- to de vista de que todos los conocimientos y la capacidad técnica necesarios para un trabajo sin fricciones poseen la misma importancia y que sólo se trata aquí de capacidad y talento especial para decidir en qué sección deba actuar el individuo. Respecto a ello tiene gran importancia en la contemplación formal de la Democracia un punto de vista que con frecuencia pasa desapercibido; me refiero a la res- ponsabilidad sobre el rendimiento resultante de la volun- tad de trabajo y de la comprensión para la calidad del mismo. A este conocimiento se llega en el curso de una buena formación. Precisamente este sentido para el rendimiento, esta
  • 6. 152 LA DEMOCRACIA orientación técnica está, sin embargo, en cierta contradic- ción con la Democracia. Se ha indicado, con cierta razón, que especialmente en Alemania, pero también en otros países europeos, es muy marcada la alegría cuando se ob- tiene el máximo rendimiento derivado del conocimiento es- pecial, y que llega a producir necesariamente conflictos con el modo liberal-negligente con el que se tratan los in- tereses públicos en la Democracia. "Todo alemán es, en el fondo, un artesano, un especialista", se dice, y esto está bien, porque así el hombre piensa en su tarea artesana y encuentra su satisfacción en el cumplimiento de su traba- jo. Como entiende de su oficio, espera en su casa y de otras personas la eficacia en el terreno en el que él no .en- tiende. "Zapatero a tus zapatos", significa que sólo se puede tener confianza en el Gobierno y en la Administra- ción cuando se trata de personas técnicas en la materia. A l alemán le llena de desconfianza y aversión pensar que en este terreno tan importante se puede prescindir en ocasio- nes de estos conocimientos especiales. En esta observación hay algo justo, sobre todo si no nos limitamos a los ale- manes, pero hecha de este modo constituye un mayor mo- tivo o, por lo menos, debería constituirlo para velar por la existencia—además de la representación del pueblo—de un cuerpo de funcionarios profesionales altamente espe- cializados en su ramo. Suiza ha demostrado, en mi opinión, que esto es totalmente factible. Alguien objetará quizá que Suiza es un caso especial, pero es esto precisamente lo que no puede sostenerse refiriéndonos a lo que acabamos de indicar G 7 . Como es sabido, Suiza se compone de personas procedentes de tres grandes comunidades culturales de la Europa continental: franceses, italianos y alemanes. Es un país con una tradición artesana eminentemente des- arrollada y con una economía que depende de su máximo rendimiento; sin embargo, los suizos han sabido desarro- llar en el curso del tiempo, y especialmente en los últimos m Véase CARL J. FRIEDRICH y TAYLOR COLE, Responsible Bureaucracy. A Study of the Swiss Civil Service (1932).
  • 7. "DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 153 ciento veinte años, una comunidad democrática ejemplar. Ello es tanto más notable cuanto que la Democracia no es excesivamente antigua, contra lo que suele afirmarse, sino que fue hasta principios del siglo xix una sociedad con predominio aristocrático. En el transcurso del siglo xix, sobre todo en su segunda mitad, se inició una creciente democratización del país. Es notable el hecho de que en ciertos pequeños cantones se conservaba, por así decirlo, una muy antigua tradición democrática; en cambio, Berna, Zurich y Ginebra tenían formaciones de tipo autoritario aristocrático que sólo se democratizaron en el curso del siglo xix. Curioso, pues, es el contraste entre los cantones agrícolas de Schwyz, Líri y Unterwalden y los más ade- lantados, nada democráticos en aquel entonces. Puede afirmarse con razón que los suizos han aprendido a unir una orientación positiva del artesanado con una capacidad para la educación política democrática. Preguntándonos cómo se ha podido realizar este enlace, tendremos que considerar las cosas retrocediendo lejos y más profunda- mente. Hay que rechazar, en primer lugar, la opinión que afir- ma la existencia de un conflicto insoluble entre la realiza- ción competente de tareas administrativas muy complica- das y los deseos y decisiones de un cuerpo electoral nume- roso y pluralista, ya que la confianza en el common man que—como ya hemos demostrado—está justificada dentro de ciertos límites, se basa en parte en la condición de que este common man sea él mismo especialista en cualquier ramo. Como tal especialista, comprende muy bien que los conocimientos especiales son importantes y necesarios. Re- conoce asimismo las ventajas de un buen rendimiento y está dispuesto a limitarse a las cuestiones generales y a las decisiones. Cuando se construye un nuevo puente o una escuela se tratará también de conocimientos especiales sobre la densidad del tráfico o el número de alumnos, por ejemplo. Pero tales hechos pueden aproximarse al juicio general, y lo que está por encima de este último, es decir, la decisión de obrar, no es cuestión de conocimientos es-
  • 8. 154 LA DEMOCRACIA pedales, sino que está basado en otras reflexiones tales como la valoración del asunto. ¿Qué se entiende por conocimientos especiales? Thor- stein Veblen, el conocido teórico social americano, los de- nominaba, un poco anticuadamente, "instinto" c s , pero pa- rece más acertado llamarlos "sentido para el trabajo". En todo caso, se trata aquí de un importante correctivo para el denominado "sentido común", que puede conceptuarse como sentido para la tradición y para los valores de la comunidad. Como hemos visto anteriormente, este sentido es el que da estabilidad y constancia a los juicios del com- mon man; pero junto a ello, y especialmente desde la re- volución industrial y la participación cada vez mayor del hombre sencillo en conjuntos y complejos mecánicos ex- tremadamente aparatosos, se va comprendiendo cada vez más la importancia del conocimiento especial, lo que pre- cisamente no ha faltado nunca en la población campesina y entre los artesanos. Aprender a justipreciar a los hombres y a las cosas en terrenos limitados constituye, según Veblen, el moderno sentido para la competencia y conocimientos especiales. Es el sentido para saber qué cosas "estimulan materialmente la vida o la obstruyen", ya que "la meta de todo progre- so industrial constituye el mejor procedimiento para hacer frente a la tarea de los artesanos" (workmanlike). Este sentido crea módulos de rendimiento que actúan contra la natural tendencia del hombre a la pereza. Para aclarar ahora el modo cómo obra este "sentido" está quizá indi- cado ilustrar este problema complejo mediante un ejemplo. La producción de la leche, siendo un problema que afecta a todos, presupone, sin embargo, un gran conoci- miento del asunto. Puedo referirme a esto acertadamente, ya que he sido antes propietario de una grania. Existen tres planos diferentes que pueden servir de base para la mejora de la producción. Existe el plano artesano o técni- 68 El instinto de la clase obrera desempeña un gran papel en la obra de VEBLEN, especialmente en The Instinct of V/orkmanship and thc State of the Industrial Arts (1904). E l pasaje citado se encuentra en dicha obra.
  • 9. DEMOCRACIA V PLANIFICACIÓN 155 co, en el que se mueve el granjero que concede importan- cia a obtener la máxima producción de leche de un deter- minado animal, el mejor de su establo, utilizando todos los medios y los métodos más modernos. Si el material está dotado de calidad suficiente—nos referimos al material de cría, por supuesto—y el granjero tiene realmente grandes conocimientos, podrá lograr quizá producir con un animal 1.000 libras de mantequilla en un año. Este es un gran re- sultado que generalmente es difícil de conseguir, incluso poseyendo los mayores conocimientos en la especialidad, pero es una producción máxima que el individuo aislado aspira a obtener, contando, además, con su pleno dominio en el ramo. Junto a lo antes citado existe un segundo plano en la producción constituido por los esfuerzos de las copera- tivas, que se ocupan de fomentar la producción de la leche. La atención va dirigida en este caso, no a la máxima pro- ducción de un productor considerado aisladamente, sino más bien a aumentar el rendimiento medio del mejor pro- ductor. Como es sabido, constituye un rendimiento exce- lente llegar a producir 500 libras de mantequilla al año por animal; las cooperativas aspiran a un rendimiento medio de unas 350 libras de mantequilla por cada vaca. Si una cooperativa tiene varios rebaños en los que se produ- cen 350 libras de mantequilla por animal puede estar or- gullosa de su buen rendimiento medio, provechoso tam- bién para la economía nacional. El tercer plano lo constituye el problema del consumi- dor. En este aspecto ya no interesa—y en la mayoría de los casos tampoco se sabe—si una vaca produce 350, 500 o 1.000 libras de mantequilla. A l consumidor le interesa la buena calidad de la leche, con elevado contenido de grasa y que tenga buen sabor. Es, pues, un tercer punto de vista completamente alejado del granjero y que se preocupa más que nada de la utilidad general. Es importante que en toda sociedad intervengan lo? tres problemas antedichos. Productor, abastecedor y con- sumidor quieren, con razón, hacer prevalecer su opinión.
  • 10. 156 LA DEMOCRACIA Pero sólo de la combinación de los tres puntos de vista se obtiene lo que se desea, es decir, un producto de cali- dad y a buen precio, a base de una producción abundante, considerada tanto en el promedio como en el rendimiento máximo ocasional6 9 . Un aspecto similar tienen los problemas en la mayoría de los planes técnicos. Siempre se ponen de nuevo en evi- dencia estos tres puntos de vista: primero, la satisfacción del consumidor; segundo, el rendimiento medio, y, en ter- cer lugar, el rendimiento máximo. El sentido para el ren- dimiento, tan ligado a la orientación artesana, lleva a to- dos estos terrenos el elemento dinámico. Este análisis es acertado incluso en el ámbito de Derecho; también aquí hay juristas que aspiran a un máximo rendimiento, como, por ejemplo, el presidente del Tribunal Supremo, que ha de ser un jurista sobresaliente. Junto a ello existe el ren- dimiento medio del abogado corriente y en tercer lugar está el ciudadano metido en un proceso o que debe apare- cer ante una autoridad y que, ante todo, exige del siste- ma jurídico y de sus "administradores" que trabajen de un modo soportable. Como en cada especialidad existen estos tres planos, ahora se reconoce lo que de un modo algo borroso se entiende como responsabilidad y sentido para tenerla, porque la responsabilidad que procede del hecho de que el consumidor de leche conceda importancia al buen sabor de la leche y a que no sea demasiado cara, la perfila el especialista. En el régimen liberal la respon- sabilidad en relación con el rendimiento se obtiene a toda costa orientándola hacia el consumidor. Pero existe, ade- más, otra responsabilidad más elevada: la de los rendi- miento máximos, que no pueden obtenerse con ningún me- canismo político ni administrativo, si bien puede forzar a 6 9 Que las diferencias pueden ser grandes y que esto repercute a veces en la economía popular se deduce del hecho de que en los Estados Unidos la producción de leche oscila generalmente alrededor de 250 libras de mante- quilla por vaca y año, y que a veces llega incluso a 350 libras. En los países subdesarrollados, por el contrario, por ejemplo, en los países árabes, el tér- mino medio de producción está alrededor de 80 libras por vaca y año. Como las vacas comen casi igual, si producen 80 libras, 250 ó 350, esto supone, na- turalmente, un enorme perjuicio para la economía.
  • 11. DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 157 otro tipo de responsabilidad. Esto aparece con tanta mayor claridad en lo que se refiere al terreno científico. A un ca- tedrático se le puede inducir a que cumpla ciertas tareas, que explique su asignatura y examine a sus alumnos. Tam- bién se puede, si interesa, hacer que logre ciertos rendi- mientos mínimos en el terreno de la investigación, pero no se puede obtener a la fuerza los rendimientos máximos de los que finalmente depende todo. Estos rendimientos son obtenidos por personas dotadas de conocimientos especia- les y animadas interiormente de ideas de responsabilidad, lo que les induce a esforzarse por encima del tipo de activi- dades mínimas para lograr rendimientos máximos que constituyen el verdadero progreso científico. Tienen deci- siva importancia las relaciones entre la responsabilidad en el sentido político v administrativo y aquella que nace de la disposición a obtener grandes rendimientos, tanto de la responsabilidad frente a sí mismo como frente a un grupo de personas animadas de la misma opinión y que, por su parte, también se interesan por estos problemas. Para el tema precedente es interesante, ya que puede realizarse fi- nalmente la planificación como función parcial de la De- mocracia sólo dentro del marco de una tal tradición y ética social. Confucio dijo una vez: "Hacemos planes para tener planes que luego podamos rechazar". En esta paradoja se oculta una profunda sabiduría. Planear algo no significa forzosamente atenerse de un modo pedante al plano pre- concebido, sino que se intenta por anticipado tantear las alternativas posibles. Dentro del plan preconcebido tiene lugar una preparación espiritual previa. Cuando dicho plan se convierte en realidad es posible verse obligado a aportar todas las disyuntivas que se toman previamente en consideración. Pero, a pesar de todo, es preferible estar preparado para el desarrollo del plan con objeto de llevar a cabo la tarea encomendada. Existen numerosas personas, sabios y escritores que sostienen la opinión de que la Democracia y la economía dirigida se excluyen mutuamente. Se debería evitar, pues,
  • 12. 158 LA DEMOCRACIA en cualquier circunstancia, todo lo que tenga aspecto de planificación, ya que, de lo contrario, se pone en duda la Democracia. Esta opinión está agudamente mantenida en un famoso libro de Hayek 7 0 , que declara que, si se intenta una planificación, se llega a un plano inclinado que termi- na finalmente en totalitarismo. Considero falso por com- pleto este concepto e incluso creo que se puede afirmar el contrario, que en nuestra sociedad industrial ya no pue- de existir una Democracia sin una extensa planificación. Si no se opina así se llega a un dilema, porque como dentro del marco de la economía industrial en la actualidad es inevitable un considerable grado de planificación, la con- secuencia necesaria es que, o hay que abandonar la De- mocracia o, por el contrario, nos vemos forzados a aban- donar el progreso industrial, que no puede realizarse en modo alguno sin planificación. Como he dicho anterior- mente, no considero verdadera esta alternativa. Ante todo, hay que considerar dos circunstancias que generalmente pasan desapercibidas en estos argumentos. En primer lugar, todo orden constitucional constituye por sí mismo un plan, en cuanto se ocupa de una realidad eco- nómica, y precisamente un plan a larga vista. La Cons- titución norteamericana, por ejemplo — la original de 1787—, ha de entenderse como un "plan mínimo". En su promulgación se trataba sobre todo de problemas econó- micos, de eliminar una situación económica caótica produ- cida al separarse el país de la patria inglesa. En vista de esta caótica situación, desorden de aduanas, crisis mone- taria y paros obreros, era natural que había que hacer algo. La cuestión era: ¿Con qué medios puede crearse un orden social soportable? La contestación fue una planifi- cación que en el curso de los sucesivos decenios se com- pletó con nuevos planes complementarias. Ya pocos años después de entrar en vigor la Constitución americana Ale- i •. ™ Véase F. HAYER, The Road to Serfdom (en cast. Camino de servidumbre). En este libro se ataca intensamente la democracia social y se afirma que, como ha fomentado la planificación y el socialismo, resulta ser la principal respon- sable de la venida del nacionalsocialismo. Véase mi comentario en la revista Am. Pol. Se. Review y BARBARA WOOTON, Freedom under Planning (1944).
  • 13. DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 159 xander Hamilton escribió su célebre Report on Manu- factures 7 1 . que se convirtió, por decirlo así, en la Carta Magna del desarrollo económico norteamericano. Este in- forme sobre la situación industrial es, como se sabe, muy importante y de gran interés para la historia de la Eco- nomía, porque argumentó las causas del sistema proteccio- nista de aduanas en favor de las infant industries—peque- ñas industrias—, a las que hay que proteger para ofrecer- les así la posibilidad de desarrollarse. Puede decirse, pues, que el desarrollo de la economía y sociedad americanas se planeó para cien años y luego se ha completado con una serie de planes de los que no queremos ocuparnos aquí con detalle, pero que suponen una obra ingente de ver- dad. Toda persona que conozca estos antecedentes podrá comprobar que la Democracia americana nunca se hubiera desarrollado del modo que lo ha hecho sin una continua planificación general. Es de suponer—sobre todo desde una perspectiva determinada—que este desarrollo se haya producido automáticamente y sólo por fuerzas y tenden- cias naturales. Se olvida, sin embargo, que estas fuerzas y tendencias proceden de las personas que se han preocu- pado del futuro y que han desarrollado, según estas ideas, planes que fueron luego llevados a la práctica. El segundo argumento o segunda circunstancia puede aclararse del modo siguiente: todos los países, sean o no democráticos, han preparado desde mucho tiempo atrás un plan que se halla íntimamente incluido en todos los sis- temas constitucionales, es decir, su presupuesto, que no es otra cosa que un plan de un año de duración. El des- arrollo del moderno Estado constitucional y de la Demo- cracia se halla relacionado con la técnica de los presupues- tos. Esta última es muy complicada y de ella depende en gran parte el buen funcionamiento de la moderna socie- dad industrial. En un principio, esto no era tan patente; antes de que la penetración en las relaciones económicas 7 1 A . HAMILTON, Works, tomo I V .
  • 14. 160 LA DEMOCRACIA se desarrollase en toda su plenitud creían con frecuencia las gentes que los impuestos eran una cuestión puramente fiscal, es decir, un problema en que se trataba de los me- dios necesarios con fines públicos, con lo que las dificul- tades consistían en la recaudación o en otros tipos de problemas. Sólo en la Edad Moderna estos problemas han ido llamando la atención y la gente se ha ocupado del modo como estos impuestos actúan sobre la economía. Se ha demostrado cada vez con mayor claridad que determi- nados tipos de contribución fomentan u obstruyen ciertos terrenos del desarrollo económico. Para citar un caso in- teresante, indicaremos la tradición alemana de impuestos, continuada también en la República Federal, basada en los impuestos sobre el consumo y las ventas, contra lo que sucede en Norteamérica, donde los impuestos sobre la ren- ta ocupan el lugar principal. Una parte muy considerable de las cifras contributivas alemanas proviene, pues, de ta- les impuestos sobre las ventas y el consumo, mientras que el total recaudado por el impuesto sobre la renta es rela- tivamente pequeño. Esto tiene la consecuencia económica y político-social de que se fomentan las sociedades y de- más unificaciones financieras. La existencia de un impues- to sobre las ventas significa la agrupación vertical de ne- gociantes, porque cada exclusión de venta supone una pérdida en la recaudación del impuesto. La intensa agru- pación en trusts en la época de la República de Weimar puede atribuirse en gran parte a esta política de impuestos. Pero éste es sólo un ejemplo entre muchos. Esta serie de hechos significa, en sentido genérico, que cualquier deci- sión sobre determinado impuesto supone al propio tiempo una decisión de carácter político-económico. Esta decisión puede ser planeada o arbitraria, es decir, se puede saber o no con claridad qué consecuencias se seguirán de ella y luego extrañarse quizá de los inesperados resultados pro- ducidos. A l establecer los presupuestos se han tenido cada vez más en cuenta estos aspectos de la planificación. Lo que es aplicable a los impuestos puede aplicarse también, claro, a los gastos. Si se establece un seguro social se mo-
  • 15. DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 161 difica con ello el reparto de los ingresos: ésta es también una decisión que debiera ser planeada tanto como fuera posible en lo que se refiere a sus efectos. Es evidente que un presupuesto realizado a la luz de los conocimientos económicos actuales significa un plan para aplicar duran- te un año. A nadie se le ha ocurrido hasta ahora afirmar que la Democracia debe abandonarse el plan de esta- blecer los presupuestos porque estaría en peligro. Sin em- bargo, si se ha aceptado un plan anual, también puede aceptarse un plan quinquenal, ya que en principio no exis- te ninguna diferencia entre ambos planes, tratándose úni- camente de cuestión de conveniencia. En este momento se plantea un gran problema que S" ha agudizado en el desarrollo de la dictadura totalitaria: ¿se puede dar forma liberal a tal planeamiento? Siempre se afirma que para la planificación es preciso señalar ob- jetivos claros, porque un plan sólo puede llevarse a cabo teniendo en cuenta tales objetivos. Á esto podría objetar- se, naturalmente, que tampoco en un plan de presupues- to se fija objetivo tan general, pero de momento no qui- siera tratar sobre este asunto. En efecto, los planes quin- quenales de la Unión Soviética están orientados hacia una meta, cual era y es la industrialización del país. Del mis- mo modo, el plan cuatrienal de los nacionalsocialistas es- taba encaminado a la preparación económica de una gue- rra; en ambos casos existía, pues, un objetivo clarísimo. Este es el motivo por el cual se afirma siempre que para una planificación total es preciso fijarse una meta defini- da, porque sólo con ella se podrá desarrollar tal planifi- cación. Tal objetivo no es imaginable en la Democracia, ya que en esta última precisamente están en discusión siempre los objetivos perseguidos y, por tanto, están so- metidos continuamente a modificaciones. La aceptación de tal objetivo sería, por consiguiente, la abolición del pro- ceso democrático. Estas ideas parecen conducir a un di- lema que carece de solución. En realidad, la solución es muy sencilla. A l aceptar un plan presupuestario se planea, con un objetivo muy ge- 11
  • 16. 162 LA DEMOCRACIA neral, desarrollar la economía ya existente de un modo objetivo y en relación con las necesidades de la situación. Esto se hace, generalmente, con vistas a la totalidad de los objetivos de las personas que participan en la comu- nidad. Si se desea fijar este plan para cinco años, como en las dictaduras totalitarias, es posible que se complique la situación. Existe, sin embargo, otra posibilidad: en lu- gar de fijar un plan para cinco años se puede hacer cada año un plan quinquenal, de modo que el plan es suscep- tible de ser revisado cada año a la luz de la experiencia obtenida en el curso del mismo. Así se ha hecho ya en Puerto Rico 1 2 . Allí se trataba de industrializar rápida- mente un país subdesarrollado y un plan era imprescindi- ble. La técnica prevista por la Constitución portorriqueña consiste en que, al mismo tiempo que el plan de presupues- tos, se presente también cada año el plan quinquenal de la Comisión planificadora. Este plan se discute en el Par- lamento al igual que los presupuestos, puede ser modifi- cado en ciertos casos y es válido para el año en curso. Este plan se revisa cada año. La Comisión de planificación trabaja continuamente, observa hasta qué punto se han logrado o no los resultados planeados, estudia las modi- ficaciones que deben introducirse, etc. De esta manera nace un plan quinquenal siempre en desarrollo, o, en otras palabras, no un plan quinquenal estático, sino dinámico. Este dinámico plan quinquenal, trienal o decenal—el tiem- po puede variar—, es exclusivamente posible dentro del marco de la Democracia. Llego a comprobar, por tanto, que sorprende ya de entrada el efecto de que la Democra- cia es capaz, dentro de ciertos límites, de llevar a cabo una planificación así, porque ella, con vistas a las reaccio- nes de la publicidad, puede modificarlo eventualmente, adaptándolo a las circunstancias dadas. Incluso en las dictaduras totalitarias, los encargados de los planes se han visto forzados a crear una dinámica parecida. Los totali- tarios de la Unión Soviética y de la zona soviética de Ale- " Véase respecto a este punto: Puerto Rico-The Middle Road to Freedom (1959) y mi artículo basado en esto en Jahrbuch des Oeffentlichen Rechts (1959).
  • 17. DEMOCRACIA Y PLANIFICACIÓN 163 manía y de todas partes tienen continuas dificultades con sus planes, ya que se ven obligados a modificarlos, con lo que se hallan al propio tiempo frente a la desairada situa- ción de tener que admitir sus fallos. Si no hubiesen pre- tendido en un principio establecer un plan para cinco años no tendrían que esforzarse tanto en declarar los motivos por los que el plan ha sido modificado en uno u otro ca- pítulo. De lo anteriormente indicado puede deducirse que, en- sayando un reglamento liberal en la planificación, es posi- ble tomar en consideración no sólo el punto de vista de un grupo e incluso de una persona aislada—en lo que se re- fiere a los objetivos de dicho plan—, sino que, al igual que sucede en el régimen democrático, incluir en la plani- ficación toda una serie de puntos de vista. Como transi- ción a lo que se ha dicho al principio de este capítulo, se ve aquí cómo se realizan los tres tipos de planificación. En un reglamento como el de Puerto Rico pueden reali- zarse al mismo tiempo los trabajos de los tres tipos de pla- nificación descritos. El industrial que trabaja para obte- ner rendimientos especiales o rendimientos máximos, y que tiene que dirigir a las autoridades del Estado solici- tudes especiales, puede tener considerable influencia en esta planificación. También puede imponerse, en segundo lugar, el concepto general de toda una rama de industria, de modo que no sólo puede ser tomado en consideración el que produce mejor, sino también el que está en término medio. El consumidor influye igualmente y cada vez más en los resultados de esta planificación dinámica y coopera en la modificación eventual de ciertos planes erróneos. Si resumimos todo lo que acabamos de decir en una especie de definición o característica podemos hacerlo qui- zá del modo siguiente: la planificación, como estructura- ción pluralista de la comunidad, es la dirección y coordi- nación de la actividad de la comunidad por medio de un programa total, especialmente con vistas al empleo de las fuentes económicas de riqueza. Esta dirección se efectúa
  • 18. 164 LA DEMOCRACIA en concordancia con la voluntad de la comunidad, expre- sada por la Constitución y las corporaciones representa- tivas. Si se concibe la planificación de este modo y se pro- cede según estas características, resulta de ello, no una debilitación, sino un fortalecimiento y complemento de la Democracia; incluso me permito afirmar que sólo median- te tal planificación se complementa y perfecciona la De- mocracia desde el punto de vista económico.
  • 19. CAPITULO UNDECIMO Panhumanismo El panhumanismo es la doctrina bien entendida del hombre dentro de la comunidad, aplicada a todos los pue- blos y culturas. Está en consciente contraposición con los movimientos de los siglos xix y xx. El paneslavismo ha desempeñado un gran papel en la ideología del imperia- lismo ruso y constituye la base ideológica que une o desea unir a todos los pueblos eslavos bajo la dirección rusa. El paneslavismo ha experimentado cierta resurrección con Stalin 7 3 . En Alemania se inició hacia 1900 el panger- manismo (Alldeutschtum). Junto a estos movimientos existen todavía un panamericanismo, un panarabismo y, finalmente, la idea paneuropea. Todas estas ideas, espe- cialmente las fundadas en el nacionalismo y las de orien- tación continental, como Pan-Europa y Pan-América, son, en el fondo, exclusivamente regionales. En estas ideas in- terviene también el concepto de dominio, de sobrepasar a otros grupos excluidos de esta pansociedad. La expresión "panhumanismo" significa una contratendencia en la que el hombre debe colocarse en primer término frente a tales grupos nacionales y culturales, y constituye, propiamente hablando, la base de un orden mundial. De este modo llegamos al problema del orden mundial. La idea de este orden en forma organizada no se limita a la Democracia y a la época actual; se trata de una idea muy extendida y que se presenta ya en la antigüedad clásica bajo el concepto de pax humana, que debía ser una 7 3 Acerca de este tema v¡éase la discusión en Die Totalitäre Diktatur (1957), págs. 100 y sigs.
  • 20. 168 LA DEMOCRACIA pax romana. En el Imperio chino ha desempeñado tam- bién un papel importante, ya que los chinos también se f i - guraron el mundo ordenado como un reino de China. Igualmente en el antiguo Egipto surgió esta idea, que siempre está relacionada con el problema de una posible pacificación. Pero en la historia espiritual de Occidente esta idea ha desempeñado un papel muy especial, íntima- mente relacionado con circunstancias singulares de la cul- tura occidental. Esta idea se halla, pues, profundamente ligada al terreno espiritual. Desde finales de la Edad Me- dia (en cierto sentido, prefigurado en ella) se encuentra el concepto de que la evolución aspira a un orden mundial, de modo que dicho orden no se presenta bajo un aspecto de dominio, como sucedió con los romanos y los chinos, sino como una colaboración libre de todos los hombres. Este concepto se basa, por una parte, en las creencias del cristianismo y, por otra, en Ta validez general de los con- ceptos del derecho romano. La idea de una paz duradera en el marco de un orden mundial, es decir, de un orden mundial de derecho y no de potencia mundial, encuentra finalmente su máxima expresión en el célebre ensayo de Kant Hacia la paz eterna (Zum ewigen Friden), que todo el mundo debería haber leído 7 4 . En el año 1795, exactamente ciento cincuenta años antes de la fundación de las Naciones Unidas, Kant em- prendió en esta obra la tarea de apoyar filosóficamente tal orden mundial de derecho. La obra de Kant no fue la primera 7 5 . Toda una serie de escritores habían intentado ya antes solucionar este problema, especialmente el abate Saint-Pierre, que había esbozado un pacto de paz a prin- cipios del siglo xvm. Faltaban, sin embargo, los funda- mentos filosóficos. En la obra de Saint-Pierre estaba todo enfocado de una manera pragmática, basándose en la si- tuación inmediata. Su ordenamiento para la paz estaba " Referente a esto, véase mi obra Inevitable Peace (1949), que intenta aclarar el fondo histórico espiritual. 1 5 KURT VON RAUMER, Ewiger Friede. Friedensrufe und Friedenspläne seit der Renaissance (1953).
  • 21. PANHUMANISMO 169 pensado como un convenio entre los príncipes reinantes en aquel entonces, es decir, una especie de liga de prín- cipes portadora de dicho ordenamiento pacífico. En la obra de Kant los problemas de la organización están pensados de modo distinto y el aspecto filosófico adquiere en ella un carácter más impresionante y convincente. Para Kant el problema de tal orden mundial de derecho proviene de su filosofía, en su conjunto, y es sumamente interesante —y con frecuencia ha pasado desapercibido en la inter- pretación de Kant—observar la importancia que concedía al problema del orden de derecho y a la paz mundial7 l i . Este concepto se ve reflejado en principales obras kan- tianas. No sólo en la Crítica de la Razón Práctica y en la Crítica del Juicio, sino también en toda una serie de otros escritos importantes, sobre todo en la Crítica de la Razón Pura, expone Kant sus pensamientos sobre la paz eterna y el orden mundial de la paz 7 7 . Este ensayo no fue, sin embargo, el último antes de su muerte; por el con- trario, se trata aquí de una idea que se deduce sistemáti- camente de toda la filosofía kantiana. En mi opinión, Kant—un hombre tímido y prudente—sólo en el ocaso de su vida, y con la serenidad de espíritu de la vejez, pudo decidirse a exponer su idea de un modo claro y explícito, una idea que desde siempre le había acuciado, pero que hasta entonces, metido en otra serie de pensamientos, sólo había tratado brevemente y de un modo, por así decirlo, superficial. Kant dijo: "Puesto que el político práctico sue- le despreciar al teórico, como si éste fuera un sabio de es- cuela que no es capaz de poner en peligro con sus vacuas ideas al Estado, que debe partir siempre de los principios de la experiencia, se le puede dejar presentar todos sus ar- gumentos y más de una sola vez sin preocupación para el m Precisamente en Alemania se ha afirmado repetidas veces que la idea de la paz de Kant era una especie de debilidad de un hombre senil que se habia refugiado, por así decirlo, en un mundo de paz; se ha afirmado, por otra parte, que es algo que él no quiso decir en absoluto. Los neokantianos se han esfor- zado en probar que en el fondo Kant no ha podido creer, en modo alguno, en tal idea. En mi opinión, esto no puede sostenerse. 7 7 Referente a Kant, véase CARL J. FRIEDRICH, Inevitable Peace (1949).
  • 22. 170 LA DEMOCRACIA hombre de Estado, conocedor del mundo y de la vida, de tal modo que éste, en caso de litigio, podrá proceder con aquél en consecuencia, ya que tras sus imprudentes opi- niones públicas expresadas no ha de presentirse riesgo alguno para el Estado; el autor, mediante esta cláusula eximente, se reserva expresamente sus derechos contra toda interpretación maliciosa". En este aspecto, Kant se muestra extraordinariamente agudo, y hay algo de gran- dioso y emocionante en ver cómo este hombre, viejo, que pasó toda su vida metido en problemas abstractos, en el año 1795, después de la Revolución Francesa, emprende la tarea de derribar los pilares fundamentales de la Monar- quía prusiana, absolutista y militarista 7 S . En el tiempo de Kant esto suponía bastante atrevimiento y requirió, por ello, bastante valor en el Estado policíaco prusiano. La motivación kantiana de la paz eterna es, desde el punto de vista filosófico, la más significativa, porque está arrai- gada en su propia ética. Esta se basa, como es sabido, en el concepto del imperativo categórico, del que no nos ocu- paremos aquí. Kant, en una serie de fórmulas cuyas rela- ciones recíprocas no son susceptibles de una sola interpre- tación, lo ha expuesto de un modo complicado, aunque el significado del imperativo categórico sea claro. Cuando se pronuncia una frase con el verbo deber, es decir, cuando se dice "Yo debo" o "Tú debes", esto sólo está justificado cuando tal frase se comprende como una ley general; co- rresponde, pues, al imperativo categórico aclarar que todo deber debe concebirse como una ley general. Este es el lado formal: además, y en lo que se refiere al contenido material, es importante que el sentido de este imperativo 7 8 Es digno de mención que Kant pertenece a los pensadores de los cuales sabemos que no han expresado en sus obras todo lo que le hubiese qustado decir. Es importante saber que Platón y Descartes son otros grandes filósofos de los que también se cree esto. En una carta a un amigo Kant dijo: "Pienso, desde luego, con la más clara convicción e intima satisfacción en muchas cosas que nunca me atreveré a exnresar: ñero nunca d'ré lo qvc no pienso" (car*-a a Moisés Menselssohn, 8, I V [1766]. Obras [Edición Cassirer], tomo IX, página 56). Hay que suponer, por ello, que lo que escribió Kant es menos de lo que hubiese dicho si se hubiese encontrado en una situación libre e inde- pendiente.
  • 23. PANHUMANISMO categórico es que el hombre debe ser considerado no sólo como un medio, sino siempre y simultáneamente como fin. La esencia de la ley lleva consigo estar dirigida hacia el bien común, de modo que de la propia definición de la ley se aclara este aspecto de imperativo categórico. Re- presenta para Kant, y por encima de todo, su idea predo- minante: que no deben existir las guerras, con lo que uno de los resultados decisivos de su idea del imperativo ca- tegórico es el de rechazar la guerra y reconocer la paz. De ahí se deduce que, como aplicación del imperativo categó- rico, tanto el individuo aislado como la comunidad, la Igle- sia y el Estado, deben colaborar en la abolición de la gue- rra. De este concepto fundamental nace la esperanza filo- sófica de Kant de que tal orden pacífico llegará a conver- tirse en realidad. En otros términos, que este deber, de- sear y querer que se realice lo que es justo y bueno, debe ser desarrollado por el hombre con fines al completo lo- gro de tal orden. Ello significa que en el concepto de Kant (que influyó en todo el siglo xix y encontró su expresión institucional en las grandes organizaciones de la Sociedad de Naciones y de las Naciones Unidas) está contenido un elemento escatológico. Eschaton es una palabra griega que significa el final y Escatología es el pensamiento del as- pecto que tendrá este final. Este pensamiento escatológi- co consiste en que un orden de paz mundial abarcará fi- nalmente toda la humanidad y la organizará. En el si- glo xix se creyó poder contar con un futuro ilimitado, por lo que no se tenía prisas. Actualmente todo esto se ha modificado mucho. Nues- tro tiempo, con el desarrollo y los avances de la técnica de armas y de las posibilidades de destrucción, cada vez mayores de una guerra atómica, nos ha llevado a consi- derar en este concepto escatológico un terrible elemento apocalíptico. A l Eschaton se ha añadido una idea disyun- tiva. Tal alternativa es decisiva para el apocalipsis: o se logra establecer un cierto orden o se hunde el mundo. En Kant, tal problema apenas si desempeña un papel tras- cendente; tampoco durante todo el siglo xix. Hoy está,
  • 24. 172 LA DEMOCRACIA sin embargo, muy extendido, lo que significa que la con- fianza en el futuro está gravemente quebrantada, por lo que no se puede ya esperar tranquilamente y sin miedo a que los hombres se decidan en determinada fecha a esta- blecer un orden de paz. Por el contrario, resulta como con- secuencia que hay que trabajar con todas nuestras fuer- zas para establecer dicho orden antes de que sea "dema- siado tarde". En la obra de C. F. v. Weizsäcker Vivir con la bomba (Mit der Bombe leben), después de una cor- ta descripción de los peligros y amenazas existentes, el ca- pítulo principal está dedicado al orden internacional, que se considera como factor decisivo en la actual situación; pero con una precaución, que procede de las malas expe- riencias, se comprueba que es imposible predecir con com- pleta seguridad que las cosas se desarrollen en este sen- tido, aunque, a pesar de todas las dificultades, sea nece- sario trabajar arduamente en favor de la paz. Desde nuestra perspectiva de forma de vida demo- crática es deplorable que en la obra de v. Weizsäcker, y en otras que se ocupan del mismo tema, lo humano se re- legue generalmente a un segundo lugar. Si se aspira a una organización para toda la humanidad hay que presuponer que existe una cierta homogeneidad de esta humanidad. Dicha homogeneidad humana se expresa en Kant dentro del concepto del imperativo categórico, aplicable y obliga- torio para todos los hombres. Este Ser Hombre encuentra también su expresión genuina en la tradición europea de los derechos fundamentales. Su amplia extensión inicia un desarrollo lleno de esperanzas. Antes de la creación de las Naciones Unidas Roosevelt anunció en un célebre dis- curso que en el "Nuevo" Mundo tendrían que estar ase- guradas las cuatro libertades fundamentales. Estas fout freedoms significan el comienzo de una nueva época en la historia del espíritu, sobre todo en los Estados Unidos. Tradicionalmente se habla de derechos fundamentales (basic o fundamental rights). Más tarde, en el siglo Xix, se empezó a utilizar otro modo de expresión; no se exi- gían ya derechos fundamentales, basic rights, sino liberta-
  • 25. PANHUMANISMO 173 des del ciudadano, civil liberties. Son éstas las libertades que podía pedir el ciudadano de un país liberal como los Estados Unidos. Los [our [reedoms 7 9 significan un paso más allá; ya no son libertades ciudadanas, sino libertades que en derecho corresponden al hombre como tal. La idea de que no pueda pensarse en el hombre como tal sin que se ponga en juego su libertad constituía la posición que adoptaban los filósofos liberales, especialmente Hegel, que declaraba que sólo en los últimos tiempos se había empezado a comprender que la libertad pertenece, sin nin- guna duda, al hombre como t a l 8 0 . Las cuatro libertades son un intento de poner una vez más de relieve aquello que es aplicable a todos los hombres. Roosevelt sometió a discusión las cuatro libertades si- guientes: 1 .a , libertad de palabra (the [reedom of speech); 2.a , libertad de religión (the [reedom of religión); 3.E , l i - bertad de necesidades (the ¡reedom ¡rom want); 4.a , liber- tad de temores (the fredom ¡rom fear). Estas cuatro l i - bertades fundamentales fueron algo ampliadas en su dis- curso. La libertad de palabra fue considerada como repre- sentativa del complejo total de libertad de expresión (the [reedom o[ expression); también se concibió ampliamente la libertad religiosa (tal como está expresada en la ley fun- damental) como manifestación simbólica de la libertad de las convicciones o creencias religiosas. Ahora llegamos a las dos fórmulas de libertad más modernas, por usar esta expresión: la libertad de las necesidades—contra la mise- ria—y contra los temores. La primera se refiere a todo lo relacionado con la pobreza y expresa el deseo de que se tengan los bienes materiales necesarios para la vida. Lo más nuevo en esta libertad es que depende de las activi- dades colectivas. En el siglo xvm, y cuando cristalizaron en ideas los derechos humanos fundamentales, no hubie- ran entendido esto en absoluto: en aquel entonces a los 7 9 En alemán no se puede traducir, desgraciadamente, la fina diferencia entre liberties y freedoms No existe una clara separación respecto a la defi- nición de ambos vocablos. 80 Die Vernunft in der Geschichte (ed. Georg Lasson, pág. 39).
  • 26. 174 LA DEMOCRACIA pobres se les ponía en instituciones parecidas a cárceles, los asilos de pobres, agregando que el pobre era un ser que no muestra eficacia en la vida, por lo que se le tenía que obligar a hacerse útil. El lema de la liberación contra la miseria significa, por el contrario, que al hombre, como tal, le corresponde un ingreso digno y adecuado. Conci- biendo los derechos fundamentales como un seguro de li- bertad del individuo aislado contra los posibles abusos del Estado, esta libertad se ha ideado como un seguro contra otros peligros. ¿Quién puede asegurar, sin embargo, la libertad contra la miseria? Estas necesidades satisfechas, esta liberación de la miseria sólo puede obtenerse si el Es- tado y las autoridades actúan de una manera adecuada. Como ya hemos dicho, se llega con ello a una definición de la libertad, que no es anticolectiva, sino procolectiva. Esta libertad indica que sólo se puede ser libre si median- te medidas adecuadas de la colectividad, es decir, del Estado, nos ponen en situación de hacer frente a la mise- ria y pobreza que persigue al hombre. Lo que hemos dicho sobre la pobreza es aplicable asi- mismo para el miedo. También la libertad contra el temor sólo puede asegurarse por la actividad colectiva, pero no por ella sola, ya que en el concepto de la libertad contra el temor está incluido el viejo problema del habeas corpus, la seguridad de la persona contra la detención arbitraria. Pero la libertad contra el miedo es más que estar asegu- rado contra los abusos estatales, ya que el temor puede provenir de otras fuentes completamente distintas. Desde el punto de vista filosófico y psicológico tendríamos que preguntarnos si es imaginable o, mejor, posible que el hombre pueda librarse del miedo. Roosevelt hubiera con- testado que seguramente esta pregunta era una exagera- ción radical de su propia idea; porque él quería tan sólo con ello decir que los hombres debían ser liberados de los temores elementales que les impedían el adecuado desen- volvimiento de su personalidad. A estos temores perte- nece sobre todo el miedo a la guerra, y este temor sola- mente puede ser desterrado por la "seguridad colectiva",
  • 27. PANHUMANISMO 175 es decir, por un orden mundial de paz. Surge así un nue- vo concepto de libertad, una "liberación" mediante la unión para fines comunes, y precisamente en el sentido de aque- llas antiguas doctrinas que se encuentran en Hobbes y Locke, según las cuales el hombre sólo puede obtener su libertad mediante la creación de un orden político 8 1 . No puede extrañar entonces que poco después de la creación de las Naciones Unidas en 1949 se convocara una reunión para formular una declaración de derechos mun- diales del hombre (universal human rights) 8 2 . Esta decla- ración ha sido firmada desde entonces por todos los Esta- dos miembros: en ella se destaca especialmente lo que bajo el lema "liberación de la pobreza" proclamó Roosevelt. Como ejemplo citaremos el "derecho al trabajo". Este apa- rece por primera vez en 1848. Muchos viejos liberales de- signaron esta exigencia como un viraje trágico. En el mo- mento en que a otros derechos se agrega el derecho al tra- bajo, objetaron que se arriesga el orden liberal, ya que el derecho al trabajo sólo puede realizarse mediante la activi- dad colectiva, y así el derecho al trabajo ya no significa asegurar la actividad de la persona aislada como tal, sino algo completamente distinto. Tanto si se aprueba como si se censura la transformación de tales derechos, es induda- ble que nos encontramos en medio de esta compleja evolu- ción. Yo mismo concedo valor positivo a este proceso y creo ver un perfeccionamiento decisivo en el reconocimien- to de estos nuevos aspectos de la libertad humana. Por otra parte, nos encontramos en una situación o estado de con- 8 1 Es evidente la actualidad de las teorías del contrato, pero no quie- ro ocuparme aquí a fondo de estas cuestiones. Tanto en la obra de HOBBES, Leviathan, como en la de LOCKE, TWO Treatises on Civil Government, e, con- trato se concibe individualmente, pero con una clara mirada de soslayo a la problemática actual, de modo que a aquella persona que dudase de la realidad de un estado natural de guerra de todos contra todos y los temores que tal estado de cosas produce habría que hacerle ver cuál sería la situación existente entre Estados soberanos. Véase HOBBES, loe, cit„ cap. X I I I . 8 2 E l hecho de que nos hayamos referido a las ideas de los derechos fun • damentales en contraposición a ias libertades humanas es debido a motivos puramente políticos, y, por otra parte, se explica que en muchos sitios todavía no ha tenido lugar un desarrollo parecido al americano. Pero estos derechos del hombre en el mundo contienen en el fondo las libertades anunciadas por Roosevelt y han sido formuladas en un sentido absolutamente colectivo.
  • 28. 176 LA DEMOCRACIA ciencia completamente distinto. Frente a toda esta retórica declamatoria existe hoy en todas las partes del mundo un sano escepticismo. Ya no se envanece uno de tales declara- ciones. Pero lo cierto es que en las Naciones Unidas se ha luchado mucho por llegar a la formulación de esta decla- ración de los derechos humanos y han tenido lugar gran- des debates, especialmente entre los representantes sovié- ticos y la señora Roosevelt, representante de la Comisión norteamericana. Sin embargo, la declaración ha sido pos- teriormente puesta ad acta en su totalidad por la publi- cidad mundial. Los esfuerzos por redactar un código que asegurase estos derechos no se han visto hasta la fecha coronados por el éxito, aunque, en mi opinión, tiene ya su importancia la formulación común de un tal grupo de co- munidades, ya que tal declaración se basa en la idea de la homogeneidad. En ella está contenido todo lo que sirve de base para edificar un orden de paz y de derecho. Puede enfocarse el problema de otro modo, y es refi- riéndonos al ciudadano del mundo. Ante todo, las Nacio- nes Unidas representan todavía un orden de Estados: Es- tados que hablan, reaccionan y luchan unos contra otros. El individuo aislado, sin embargo, apenas sobresale ni pue- de elevar su voz en esta organización. La imposición de es- tas libertades significaría el verdadero reconocimiento del hombre como tal. En Europa se ha logrado esto en el Con- sejo de Europa. Una Comisión semejante a un Tribunal ofrece al individuo aislado la perspectiva de obtener su derecho incluso contra su propio Estado, tomando como base un Estado supranacional. Se trata, por ahora, de pru- dentes ensayos; en principio, se ha abordado esta solu- ción, que significa que en el marco europeo ha nacido el concepto de ciudadano de Europa (en tanto que las na- ciones europeas se han declarado dispuestas a renunciar a su soberanía en cierta escala). Todos los europeos que nertenecen a los Estados del Consejo de Europa tienen ahora una base común de derechos subjetivos sobre la que pueden desarrollarse ciertas homogeneidades progre- sivas. La cuestión es saber si nos podremos o nos tendré-
  • 29. PANHUMANISMO 177 mos que enfrentar con tal cosa con miras al orden mundial. En mi opinión se trata precisamente de ello y, siendo éste el caso, es completamente igual el modo como se juz- guen las perspectivas de realización, y especialmente des- de el punto de vista democrático. En otra parte de este libro he tenido ocasión de demostrar que la Democracia aspira, por encima de sí misma, al orden mundial, ya que la Democracia quiere "huir" de la política exterior, nota suya bien reveladora 8 3 . En el fondo es difícilmente capaz de dominar la política exterior. Lo decisivo es que la De- mocracia, si aspira a ser legítima, no puede llevar ninguna política exterior en el sentido de política de gabinete. Tie- ne que buscar, por consiguiente, otras soluciones; una de ellas es la que han tomado las viejas democracias, la sui- za y la norteamericana, que consiste en aislarse. En Suiza se denomina neutralidad; en Estados Unidos, aislamiento. Ambas fórmulas deben considerarse como un ensayo para eliminarse de la política exterior y aislarse. Otra posibili- dad—y este camino lo han tomado Inglaterra y Francia en la época comprendida entre las dos guerras mundia- les—: bloquear la política exterior contra las influencias democráticas y dejar llevar dicha política de un modo auto- ritario por un grupo de élite. La vida democrática se des- arrolla entonces alrededor de esta especie de torre de mar- fil desde la que los diplomáticos conducen, por lo gene- ral, una política exterior errónea. Una tercera posibilidad que ha ganado gran terreno desde la Segunda Guerra Mundial consiste en crear un orden mundial, ya que en él desaparece, naturalmente, la política exterior, convir- tiéndose en política interna. Adopta poco más o menos las formas de debate a base de una organización federal. Los problemas del equilibrio no desaparecen, pero toman otra forma, ya que llega a ser posible elaborar compromisos sobre base democrática. 8 3 Véase mi libro Foreign Policy in the Making (1938) y mis dos artícu- los "Das Ende der Kabinettspo'itik" en Aussenpolftik, año I, pág. 20, y mi reseña mencionada en la nota 58. 12
  • 30. 178 LA DEMOCRACIA Debería aspirarse sin regateos a esta tercera alterna- tiva, en el caso de que el mundo estuviese compuesto por Estados organizados siguiendo la línea democrática cons- titucional. Ya Kant expresó claramente que el orden de derecho y de paz mundial, tal como él lo había conce- bido, sería tan sólo posible si el mundo constase de Esta- dos constitucionales. En el lenguaje del siglo xvm él los denomina repúblicas, aunque es evidente que quiere refe- rirse a Estados en los cuales actúa eficientemente la opi- nión pública. En la actualidad no se puede forzar en modo alguno la condición previa para la homogeneidad de ór- denes democráticos constitucionales. No podemos esperar, aunque trabajemos para lograrlo, que en tiempo previsi- ble todos los Estados del mundo lleguen a ser Democra- cias constitucionales. Y si tenemos que contentarnos con el hecho en sí, la realidad patente, surge la interrogante de si en vista de tal situación es posible crear un orden de paz mundial al estilo kantiano. La respuesta a esta interrogante es negativa. No creo que en las circunstancias actuales sea posible crear un ver- dadero orden de paz mundial del que pueda afirmarse ser el verdadero organizador de la paz. Los sistemas políticos no constitucionales, que deberían incluirse en una organi- zación como las Naciones Unidas, excluyen ya esta po- sibilidad. Las dictaduras totalitarias son organizaciones de fuerza en las que siempre existe el peligro de perversión o deformación de las bases convenidas para un orden mun- dial. Así se saca la conclusión de que la situación es en el fondo desesperada. Algunos como v. Weizsäcker sos- tienen que, a pesar de estas limitaciones, hay que trabajar para que progrese el orden mundial. En cuanto a mí, coin- cido con este criterio. Creo también que las Naciones Uni- das cumplen eficientemente sus funciones. Para que tal ins- titución trabaje con éxito es condición indispensable no es- perar de ella más de lo que pueda dar de sí, y especial- mente no esperar que sea ella la que garantice la paz. Tal garantía no está dentro de las posibilidades de una liga de
  • 31. P ANHUMANISMO 179 Estados unidos entre sí por débiles lazos, ya que siempre queda en el aire la posibilidad de una guerra. Para asegu- rar la paz habrá que hacer, por tanto, otra cosa más ade- cuada a esta tarea. No hay que retirarse a la pasividad o hacia la indiferencia. Creo también que en la actualidad existe un extraordinario interés en hacer progresar la em- presa de la educación, obtenida por la creación de una burguesía mundial. Incluso el comunismo tiene, en relación a lo que acabamos de decir, un cierto sentido y valor, ya que el sistema político visto así puede significar la nega- ción del nacionalismo. Desgraciadamente, siempre se sir- ve del nacionalismo a modo de instrumento para su polí- tica coactiva. Según su ideología, existe la tendencia a desligar a los hombres de su adhesión al nacionalismo. La última tarea que me parece digna de importancia, y en donde reside el verdadero sentido del panhumanismo, es buscar valores éticos comunes que hoy desempeñan en el mundo un papel importante y que aspiran a realizarse. Este aspecto supone aún una gran empresa espiritual, y muy difícil, ya que las valoraciones humanas están arrai- gadas íntimamente a lo religioso. Todas las grandes reli- giones del mundo aspiran a abarcar toda la humanidad. Sus verdades de salvación son de naturaleza exclusiva. Nos encontramos, pues, frente a una dificultad lógica, ya que, si se acentúa lo religioso como actitud del ciudadano mundial, se suscita el peligro de contrastes insalvables, aunque si se quita valor a la religión naufraga también la substancia espiritual necesaria en la que únicamente puede basarse la burguesía mundial. Si se renuncia a buscar la solución fácil, declarando que hay que aspirar a que todas las personas acepten la religión propia, existe entonces todavía la posibilidad de buscar comunidades éticas que puedan salvar dichos contrastes. Que existen tales comu- nidades ha sido demostrado en una serie de investigacio- nes; ya se habla en todo el mundo de ello, perfilándose los contornos de un acuerdo. Pero para aquel que opta
  • 32. 1°°0 LA DEMOCRACIA por la Democracia como forma política y de vida el re- sultado depende, sin lugar a dudas, del futuro de un or- den de derecho mundial y liberal. En último término, todo se basa en la confianza en el hombre dentro de la comuni- dad con sus semejantes. "Quisiera ver el hormiguero humano con pueblos l i - bres en tierra libre."
  • 33. A N E X O El hombre medio en la poesía y la política americanas Extraído de la obra The New Belief in the Common Man (1942). Durante todo el siglo xix los críticos continuaron ata- cando la creencia en el hombre medio, considerándola como opuesta a la experiencia e incluso absurda *. Se ha admi- tido muchas veces que la creencia en la razón y en el hombre medio tenían un cierto paralelismo. Pero esta su- posición es contraria a los hechos. Los racionalistas del siglo xvm adoptaron con frecuencia el punto de vista to- talmente opuesto, continuando esta tendencia a lo largo del siglo xix. La razón, según ellos, consistía en la pose- sión de una élite intelectual. El "filósofo" era considerado como el supremo sacerdote de este grupo esotérico de hombres intelectuales. Incluso gobernantes poderosos, ta- les como Federico el Grande de Prusia y José I de Aus- tria, se interesaron sutilmente en ser miembros del fasci- nante círculo de los "filósofos". La creencia en el hombre corriente cristalizó y se pro- clamó con las revoluciones francesa y americana. "Mante- nemos que estas verdades son evidentes por sí mismas..., que todos los hombres han sido creados libres e iguales." A pesar de su evidencia, estas verdades no habían sido nunca aceptadas antes de la Declaración de Independen- cia, y lo que es más, desde entonces se recusaron una y otra vez. Su repetición constante en la oratoria del 4 de ju- 1 Véase B . E . LIPPINCOTT, Victorian Critics of Democracy (1938).
  • 34. 184 LA DEMOCRACIA lio les ha dado un significado de ritual, pero no han ade- lantado ni avivado su vigencia como concepciones realis- tas que apelan a los hombres prácticos. En cierto modo se han quedado un poco de lado con el Sermón de la Mon- taña para ser recordadas el domingo. Las altisonantes frases del credo americano encuentran su eco en la conclusión de Thomas Paine en su obra Age o/ Reason (1794-1795): "Seguro estov de que, si las opi- niones son libres, tanto en cuestiones de gobierno como en las religiosas, al final prevalecerá poderosamente la ver- dad". Aquí tenemos el nuevo evangelio secular en una cas- cara de nuez. Dar a la mente sencilla del hombre corriente los hechos y entonces él verá la manera racional y razo- nable de actuar; y, habiendo visto este camino, él lo se- guirá. La creencia en el hombre medio puede dividirse en tres partes igualmente importantes. Considerémoslas con más detenimiento. Primeramente los hombres corrientes, cuan- do se enfrentan con un problema, se encuentran "hechos un lío"; pensarán confusamente, "rompiéndose la cabeza", en todos los factores posibles. Segundo: luego llegarán a conclusiones sensibles sobre el modo más justo para poder salir del enredo—desde el ounto de vista técnico y mo- ral—. El hombre medio llegará a tales conclusiones sin ayuda de "expertos", y es parte de su "sentido común" reconocer un experto en cuanto le ven. Esto es lo que implica, en lo mental, la creencia en el hombre medio. Pero, en tercer lugar, es igualmente importante creer en la ca- pacidad de carácter del hombre medio para llevar a cabo la solución, según el camino recto, y para actuar y pensar racionalmente. Ahora veremos que las dos primeras suposiciones con- ciernen al espíritu humano, mientras que la tercera se re- fiere al carácter del hombre. Y lo triste es que, si pregun- tamos a la gente si creen que, efectivamente, los seres hu- manos, hombres y mujeres de tipo medio, son así, que bus- can v deducen consecuencias justas a las que se atienen firmemente, veremos entonces que muchos contestarán ne-
  • 35. E L HOMBRE MEDIO E N L A POESÍA Y L A POLÍTICA AMERICANAS» 185 gativamente. Siendo así, nos enfrentamos con una serie de problemas. ¿Son justas estas suposiciones, a pesar de las dudas tan extendidas? Y, de lo contrario, ¿pueden susti- tuirse por otras que nos proporcionen una base más sóli- da para creer en el hombre medio, o tendremos que aban- donar por completo nuestra fe en el mismo y, con ello, en la Democracia? Tal vez un breve examen del origen y desenvolvimiento de esta creencia nos ayude a contestar estas preguntas. En la evolución de la actitud hacia el hombre medio creo poder establecer tres etapas. En la primera, o racio- nalista, la creencia en el hombre medio consistía más que nada en su comparación con los decrépitos príncipes y aristócratas. En este período el hombre corriente viene a ser, en esencia, un petit bourgeois. En el tercer período, realista, la creencia consiste en aceptar, sin lugar a dudas, la sociedad democrática. El hombre medio es cualquier hombre. El punto de partida de la opinión moderna sobre la naturaleza humana centralizada en el hombre medio tiene una larga historia. En la época de su florecimiento en- contró en el mundo de habla inglesa dos exoonentes radi- cales, Tom Paine y Jeremy Bentham 2 . Ambos ejercieron una gran influencia en el pueblo y puede considerárseles como representantes de estas dos ideas. Bentham, sin em- bargo, no mostró en sus primeros escritos ninguna fe en el hombre medio. A l igual que Hume y otros utilitaristas creía en una tutela benévola ejercida por la clase superior dirigida al common man. Esta versión inglesa de la doc- trina continental del despotismo benevolente fue fundada por Bentham creyendo que los hombres medios no acepta- rían ni seguirían probablemente un punto de vista racio- nal en su propio interés. Bentham argüía que, mientras que pudiese existir una identidad de intereses en el terre- 2 Los franceses poseen una gran serie de auto-es que tratan d? la doc- trina racionalista. Paine y Bentham tuvieron contactos con ellos. E l énfasis en tradiciones nacionales ha tergiversado la historia de las ideas y preparado una barrera a la comprensión de la evolución espiritual de Europa.
  • 36. 186 LA DEMOCRACIA no estrictamente económico, tendría que realizarse una identificación artificial de intereses en las otras esferas. El principio fundamental utilitario, según el cual el interés de un hombre es aumentar, en la medida de lo posible, su placer y disminuir su pena, era valedero para todos los hombres; sin embargo, este principio fue reconocido tan sólo por una minoría. En los tiempos de la Revolución Francesa Bentham era, en términos estrictos, más bien un tory que un demócrata 3 . Se inclinaba por el hombre no corriente, es decir, creía en la aristocracia. No sucedía lo mismo con Thomas Paine. En su obra Rights of Man (1791-1792), así como en su anterior es- crito Common Sense (1776), insistió en la capacidad del hombre corriente para cuidar de sí mismo. " A l haber sido creado el hombre por la Naturaleza para la vida social, ésta le proveyó con lo necesario para la posición social a que iba destinado... No solamente forzó a los hombres a vivir en sociedad por la diversidad de sus necesidades su- plidas mediante la ayuda recíproca, sino que implantó en él un sistema de inclinaciones sociales que, aunque no sean necesarias para su existencia, son esenciales para su feli- cidad." Paine creyó en la capacidad espontánea de cada hombre para la vida en sociedad y en la capacidad casi completa de los hombres "para la acomodación recíproca de las mutuas necesidades". Insistió en que "desde el mo- mento en que es abolido el gobierno formal, la sociedad empieza a actuar. Se produce una asociación general y es el interés común el que da lugar a la seguridad común". Por otra parte, "cuanto más perfecta es la civilización, menos necesidad existe de gobernar". Esta fe en la habi- lidad humana para trabajar juntos linda con las doctrinas anarquistas de hombres como Godwin. "Todas las gran- des leyes de la sociedad son leves de la Naturaleza." Re- firiéndose a la experiencia de la revolución norteamerica- na, Paine se sintió orgulloso y confiado en todo lo refe- 3 Véase E. HALÉVY, The Growth of Philosophic Radicalism (1928), 168, 172. Esta excelente obra se publicó en francés en 1904.
  • 37. E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 187 rente a la naturaleza racional y sociable de todos los hombres *. A pesar de ser tan ardiente la fe de Tom Paine en el hombre medio, le faltó una base convincente en materia histórica y psicológica. Las esrgsas referencias a la revo- lución norteamericana no tuvieron gran importancia, pero Bentham se encargó de mejorar estas bases. Dejando a un lado su preferencia antidemocrática, él y su escuela tra- bajaron para proveer tal creencia con una base racional. Pueden comprobarse estas conclusiones en la obra de Ben- tham Constitutional Code (1827). Sin mencionar el len- guaje abstracto y complicado de Bentham, puede afirmar- se inequívocamente que en aquella éooca consideró a la mayoría de los hombres como los más capacitados para juzgar sobre lo que conviene más a la comunidad: saben lo que puede proporcionar mayor felicidad y bienestar al mayor número de personas. Una cuidadosa lectura de su exposición revela, sin embargo, que Bentham llegó, no tanto a una fe en el hombre medio como a una especie de incredulidad en el hombre no corriente. Sus continuas de- cepciones como reformador habían contribuido, sin duda alguna, a la conclusión de que no era la monarquía o la aristocracia las que se interesarían probablemente por lle- var a cabo el principio de la utilidad, es decir, la mayor felicidad para el mayor número de personas. Desilusiona- do, llegó a la conclusión de que la mavoría de personas obran de acuerdo con el principio de la "autopreferencia". Definió este principio como "aquella inclinación de la na- turaleza humana por la que cada ser humano tiende a seguir aquella línea de conducta que, según su punto de vista, tomado por él momentáneamente, contribuirá al más alto grado de su propia felicidad, cualquiera que sea su efecto en relación con la felicidad de los otros seres seme- jantes 5 ." 4 Estos pasajes son de la obra Rights of Man. Los he citado de la edición especial publicada en 1925 por "Thomas Paine National Historical Association", y editada por William M. Van der Weyde. tomo V I . náq. 240. 5 Véase Works (Edición Bowring), Edimburgo, 1843, tomo IX, pág. 5. Del primer libro son especialmente relevantes las págs. 1-10 y 95-114. Un in-
  • 38. 188 LA DEMOCRACIA Como corolario natural de tal incredulidad radical en cualquier hombre no corriente, Bentham formuló la pro- posición de que la aptitud de una persona para hacer uso acertadamente del poder político es inversa a la altura de su posición en la escala de influencia política. Riqueza, poder y prestigio—o, como los denominaba Bentham, opu- lencia, poder y dignidad ficticia—reducen la aptitud mo- ral del hombre para juzgar sobre el bien público. La razón más sencilla es que los hombres prominentes se encuen- tran alejados de las necesidades de las masas, no sienten sus sufrimientos y no piensan seguramente en la máxima felicidad del mayor número posible de seres humanos. Bentham creía que el hecho de que haya podido prevale- cer durante tanto tiempo la opinión opuesta era debido al [acto innegable de que la riqueza y el poder están siempre rodeados de aduladores. El "error" de creer que el rico y poderoso posee aptitudes especiales es debido a la adula- ción, expresada tanto de palabra como por escrito por sus partidarios intelectuales. Echando una mirada de soslayo a Burke y a otros pontífices "líderes del pensamiento", Bentham, el radical independiente, exclama: "Mientras han existido riqueza y gobierno, el poder de la poesía y la oratoria ha sido empleado para cantar las alabanzas del poderoso, dignificado y rico". Todos los errores cometidos por los adoradores de la riqueza y del poder son los "instrumentos del desorden y desgobierno, es decir, medios para ejercerlo y estímulo e incentivo para llevarlo a cabo". El único modo para contrarrestar esta propensión desenfrenada de algunos hombres ricos y poderosos de aumentar su propia felici- dad—es decir, de servir a sus propios intereses—a expen- sas de los otros, es hacer que su poder dependa totalmente de los demás. En otros términos, sólo un cargo electivo (y riqueza regulada, idea que descuida Bentham) será compatible a la larga con el principio de la utilidad para el pueblo. ceresante contraste ha puesto en evidencia GEORGE CORNWALL LEWIS, The In- fluence of Authority in Matters of Opinion (1848).
  • 39. E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 189 Este principio de la utilidad ha llevado a Bentham a una posición radicalmente democrática, ya que este prin- cipio se basa en el punto de vista, escéptico, de que cada hombre no se preocupa más que de sí mismo, va a lo suyo. El hombre medio es racional, pero apenas razonable. Aunque de la clase acomodada inglesa salieron líderes en la lucha revolucionaria por la independencia, la gran masa de los "rebeldes" eran hombres medios, common men, de todos los ámbitos. Harry Emerson Wildes hizo recientemente un panorama gráfico, una pincelada muy acertada del campamento de Valley Forge. Insiste en que dicho campamento fue el punto clave que encauzó real- mente la revolución. Los hombres que venían a Valley For- ge "llegaban abatidos, hambrientos, enfermos y desgra- ciados... De allí salió un ejército disciplinado, lleno de recursos y de alientos". Describió cómo a través de aquel terrible invierno los hombres continuaron fieles a su ideal. "La lección de Valley Forge no debe olvidarse en ningún momento. Las tropas continentales que llegaban de distin- tos Estados como grupos virtualmente independientes, ca- rentes de relaciones mutuas, avanzaron como un ejército nacional unido. Su resistencia espartana a los contratiem- pos y desastres les había enseñado la necesidad de una unión federal de hombres libres, ilustrados y políticamen- te iguales, si querían realizar sus ideales de libertad, de- mocracia y logro de paz y felicidad". La misma historia está descrita con dramática simplicidad en la obra de W a l - ter Edmond Drums Along the Mohawk (1936). El indo- mable espíritu de los granjeros sencillos, su voluntad de lucha contra los opresores que les negaban su derecho a la independencia, está descrita aquí con un realismo con- vincente. Sólo con Washington y los Adams, los com- mon men lucharon y ganaron la revolución contra el Im- perio británico, que era entonces una aristocracia. En Norteamérica el racionalismo y el puritanismo, la vida de frontera y la fusión de los pueblos, una economía rural de pequeños granjeros, constituyeron los factores principales
  • 40. 190 LA DEMOCRACIA que participaron y desempeñaron su papel en la creación del common man 6 . Pero los directivos políticos temían al hombre medio. Los escritos de Hamilton y otros federalistas estaban im- pregnados de animadversión contra el hombre corriente, al que denominaron "populacho" (mob). A l igual que en Europa, la clase elevada y rica de Norteamérica no tenía la menor inclinación a favor de la Democracia, y pronto empezó a retirarse de las fuerzas que les habían llevado a la victoria. El terrible apuro en el que estaba metido el pueblo des- pués de la guerra dio lugar a extensos levantamientos de deudores conocidos con el nombre de Shay's Rebellion. Los federalistas vieron en ellos el presagio de un inminen- te cataclismo revolucionario—la anarquía resultante de la Democracia—. Por otra parte, Jefferson simpatizaba con los exasperados deudores. Estos eran la gente humilde que lo había entregado todo en la lucha por la libertad, para encontrarse después expulsados de sus hogares por aque- llos que supieron aprovecharse de la depreciación de la moneda. En la obra de Edward Bellamy The Duke of Stockbridge 7 se describe de un modo muy interesante el abismo que se había abierto entre el pueblo y la clase aco- modada—entre la gente que por su participación en la guerra estaban imbuidos del espíritu democrático y los ha- cendados, que continuaban adheridos al sistema oligár- quico de la sociedad colonial. Cierto número de grandes líderes revolucionarios se erigieron en dirigentes del hombre medio y de sus intere- 6 Véase R. H . GABRIEL, The Course of American Democratic Thought (1940); HENRY ADAMS, History of the United States under the Administration of Thomas Jefferson, tomo I, cap. VI, y V . L. PARRINGTON, Main Currents in American Thought (1927-1930). 7 Este libro excepcional, publicado por un autor también excepcional, fue descrito por Samuel E. Morison como una de las pocas novelas históricas do- cumentadas, y se basa en un cuidadoso estudio realizado de asuntos locales por el mismo Bellamy, que residió durante muchos años en e;.ta zona de Berkshire. Aunque todas las historias generales de esta época se refieren a este levantamiento popular (emplea usualmente el lenguaje de los guerrilleros), no tenemos ningún estudio histórico completo de esta importante época de la his- toria americana.
  • 41. E L HOMBRE MEDIO E N L A POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 191 ses. Sam Adams y Thomas Jefferson, James Madison y Benjamín Franklin fueron a la cabeza de desfiles, que incluyeron a Andrew Jackson y Abraham Lincoln, Theo- dore Roosevelt y Woodrow Wilson; poco a poco la revo- lución, que empezó con los hombres de Valley Forge y Bunker Hill, siguió desarrollándose: es la marcha siem- pre hacia adelante de los common men. Con el transcurso de los años, sin embargo, se marcó una diferenciación que pronto separó a Jefferson y Sam Adams. La fe de este último en el hombre medio era tan firme como la de Jefferson, pero la diferencia más pro- nunciada y significativa entre ambos republicanos conven- cidos era que, mientras Jefferson ponía toda su confianza en el granjero americano, para Sam Adams el verdadero hombre medio era el hombre de la ciudad8 No puede tra- zarse, naturalmente, una clara línea divisoria entre el hom- bre del campo y el de la ciudad, pero el que cree en los granjeros cree también en la propiedad, aunque se trate de la pequeña propiedad del que cultiva su propia tierra9 . Por otra parte, los que creían en el hombre de la ciudad han modificado gradualmente su énfasis por el pequeño tendero y el artesano de los tiempos de Sam Adams, lle- gando así al proletariado consciente de la época industrial. En la obra The Vested Interest and the State of the In- dustrial Arts (1919), Veblen habla de los hábitos de pen- samiento engendrados por el sistema maquinista de la in- dustria y por la estandardizada organización mecánica de la vida diaria en las circunstancias actuales, lo que consti- tuye el tema con el que nos familiarizamos a través de toda su obra. Solamente a los ojos de Veblen el hombre del campo ha sido asimilado al trabajador industrial. Este hombre del campo, a pesar de estar alejado aparente- mente de los "hábitos de pensamiento engendrados por el sistema maquinista", continúa, en efecto, siendo inspira- ción de Veblen. A pesar de tales puntos de vista (expresa- dos de un modo concreto por los movimientos Farmer- • J. C . MILLER, Sam Adams (1936), pág. 390. ' Véase HERBERT AGAR, The Land o/ the Free (1935), cap. V .
  • 42. 192 LA DEMOCRACIA Labor del centro-Noroeste) se ha señalado hasta la fecha una marcada diferencia en la perspectiva general de los que piensan de una manera primaria—por así decirlo— en los granjeros y los que piensan en los trabajadores cuando hablan del hombre medio. La esencia del asunto es que la creencia, considera- blemente generalizada, en el hombre corriente, que se ha hecho tradicional en Norteamérica desde la revolución, no fue mantenida eficientemente por la intelectualidad hasta mediados del siglo xix. El hombre medio se implantó de hecho antes de que llegara a aceptarse en teoría de un modo general. Aunque el hombre corriente llegó a consti- tuir una especie de puntal en la Democracia norteameri- cana a partir de la "revolución" de Jefferson, los intelec- tuales fueron acogiendo lentamente y con reservas este concepto y su realidad subsiguiente. El intelectual tiene una predisposición natural hacia el hombre no corriente; se esfuerza en ser especial, en apartarse de lo vulgar. A pesar de ello, el triunfo del common man fue allí tan ro- tundo que incluso los intelectuales se contagiaron de su "chispa". W a l t Whitman lo reconoció así y escribió: One's-self I sing, a simple sepárate person, Yet utter the word Democratic, the word En-Masse... (*). Entre los que cantaron esta nueva realidad, este espí- ritu recién nacido, destaquemos a tres: Whitman, Emer- son y Thoreau. Los tres nacieron a principios de siglo, todos fueron clara muestra de la nueva época. Whitman estaba francamente entusiasmado con el hombre medio. Carpintero e hijo de un granjero de Long Island, no po- día menos que pertenecer por completo a la vida del hom- bre medio1 0 . Una y otra vez trata este tema. En Carol of Occupations, publicado por primera vez en 1855 y reedi- tado más tarde bajo los títulos Chants Democratic (1860) y To Workingmen (1867), concluye así: (*) Canto yo, yo mismo, aislada y simple persona; / pronuncio, empero, la palabra Democrático, la palabra En-Masa. (N. del E.) M F. O. MATTHIESEN, American Rcnaissance (1941), pág. 78.
  • 43. E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 193 jWill you seek afar off? You sure come back at last, In things best known to you finding the best, or as good as the best, In folks nearest to you... The popular tastes and employments taking precedence in poems or anywhere, Your workwomen and workmen of these States having your own divine and [strong life, And all else giving place to men and women like you(*). O en la obra With Antecedents (1860): I know that the past was great and the future will be great, (For the sake of him I tipify —for the common average man's sake— your [sake of you are he;) And that where I am, or you are, this present day, there is the centre of all [days, all races, And there is the meaning to us of all that has ever come of races and days, [or ever will come (**). Para él, la creencia en el common man y en la Demo- cracia está íntimamente relacionada con un intenso im- pulso erótico; la fraternidad de los hombres no es una frase vana: For you these, from me, O Democracy, to serve you, ma femmel For you! For you I am trilling these songs, In the love of comrades, In the high-towering love of comrades (***), Walt Whitman despliega en estas y muchas otras lí- neas similares su entusiasmo por el Hombre como tal. Realmente, él hubiera podido decir, con aquel poeta ro- mano: "Nada humano me es ajeno" (Humani nihil a me alienum puto). Emerson fue muy explícito en su tendencia a elevar la creencia en el hombre medio hasta hacerla punto prin- (*) ¿Buscaréis en la lejanía? Seguro que al final tornáis. / Encontrando lo mejor—o tan bueno como ¡o mejor—en las cosas más conocidas / En las gentes más próximas a vosotros... / Los gustos y ocupaciones populares están presentes en los poemas o en cualquier parte. / Vosotros, obreros y obreras de estos Estados, que tenéis vuestra propia divina y vigorosa vida, / Y todo lo demás cede el sitio a los hombres y mujeres como vosotros. (N. del E.) (**) Yo sé que el pasado fue grande, y que el futuro también será grande, / (Por amor al que yo simbolizo—por amor al hombre medio corriente—vuestros amores son él;) / Y que donde yo estoy, o vosotros estáis, en este día, está el centro de todos los días, de todas las razas, / Y aquí está el significado para nosotros de todo lo que siempre vino de razas y de días, o de todo lo que siempre vendrá. (N. del E.) (***) Para ti éstos, salidos de mí, ¡Oh Democracia!; para servirte, ma femme! /' ¡Para ti! Para ti yo entono mis cantos, / En el amor de camaradas, / En el excelso amor de camaradas. (N. del E.) 13
  • 44. 194 LA DEMOCRACIA cipal de su concepto sobre la sociedad democrática e in- cluso de toda sociedad. El título mismo, Representative Men, lo escogió en estudiada antítesis al culto del héroe de Carlyle. "¡Grandes hombres!—decía Emerson—, la pa- labra es injuriosa"; lo que hace al hombre es precisamente su capacidad de representar a la generalidad Pero des- de su segundo punto de vista, Emerson llega a poner de relieve cada vez más extravagantes conceptos. La creen- cia en el common man llega a ser, como en Whitman, una inmensa utopía. Emerson fue todavía más explícito en una disertación titulada New England Reformers, el último de sus Essays. Después de proclamar la igualdad del hom- bre ante la Iglesia y el Estado, afirma simplemente que "él es igual a todos los demás hombres". Nos dice: "El conjunto de elementos humanos no varía mucho. Cada cual es superior sin comparación a su compañero en algu- na facultad o cualidad: su falta de habilidad en otros as- pectos se ha añadido a su aptitud para su propio tra- bajo". Nunca, que sepamos, se ha hecho constar la creen- cia en el hombre medio con tanta exageración e inflexibili- dad. Citemos un ejemplo evidente: pongamos por caso a varios millones de competentes amas de casa o granjeros. ¿En qué aspecto o facultad son "incomparablemente su- periores" unas de otros? En efecto, estas aserciones su- ponen un contraste tan visible que uno se extraña de que no haya sido tratado antes este tema. Habiendo aclarado un poco el punto de vista extre- mista de Emerson y señalado sus puntos débiles, queda ca pie la cuestión de hasta dónde intentaba él llegar. ¿Cuál era la esencia, la médula de su argumentación? Parece que el punto clave emersoniano era que la mayo- ría de los hombres (y de las mujeres) poseen alguna apti- tud que les asegura su puesto en la sociedad. Equivale a una protesta contra la idea del hombre no vulgar, que, por saber escribir poesía o tener capacidad para mandar un ejército, asume una superioridad absoluta sobre el gran- " MATTHIESEN, Op. cit, pág. 632. Véase también texto, pags. 248-255, 252-253 para Carlyle.
  • 45. E L HOMBRE MEDIO E N L A POESÍA Y L A POLÍTICA AMERICANAS 195 jero, olvidándose de que el granjero es capaz de hacer bien otro género de cosas. Vista desde esta perspectiva, la posición de Emerson es bastante sana, pero falla al tra- tar la esencia de las doctrinas de la élite: que el trabajo del granjero no puede compararse en importancia con el de los hombres no vulgares, o, dicho en breves términos, que la habilidad del granjero es una habilidad corriente, mientras que la del hombre de Estado es especial, no co- mún. La razón de este fallo procede del individualismo de Emerson, con su comparación entre individuos aislados, en lugar de juzgar a muchos y en sentido colectivo. Su amigo más joven, Thoreau, se daba más claramen- te cuenta del problema colectivo. En efecto, existe una continuidad de pensamientos referentes a lo colectivo en Thoreau, que se hace patente de un modo especial en sus ensayos políticos Civil Disobedience, Slavery in Massa~ chusetts y A Plea ¡or Captain Brown. Aunque, a simple vista, su orientación parece ser extremadamente indivi- dualista, con más detenimiento se observa en él un po- deroso impulso de colectividad, ya que insiste en la impor- tancia de la responsabilidad individual con relación a los errores colectivos. En Civil Disobedience manifiesta este punto de vista de un modo muy tajante: "Bajo un Go- bierno que encarcela a alguien injustamente, el lugar adecuado y verdadero para el hombre justo ha de ser en- tonces también la prisión..., la única "casa" en un Estado tirano donde un hombre libre puede subsistir con honor. No puedo, de ninguna manera, reconocer como Gobierno mío a aquella organización política que sea también un Gobierno tirano". La "fuerza de roble" en su sentido de responsabilidad comunal se expresa muy bien en la frase con la que empieza su obra Slavery in Massachusetts: "En un mitin de los ciudadanos de Concord se esperaba que uno entre muchos tratara del tema de la esclavitutd en Massachusetts; pero me sorprendí y me decepcioné al comprobar que lo que había reunido a mis conciudadanos no era el destino de Massachusetts, sino el de Nebraska". Esta insistencia en la conclusión moral le lleva a pedir fir- 13*
  • 46. LA DEMOCRACIA memente la autoridad de la mayoría: "Lo que se necesita son hombres, no con programa político, sino con honradez, que reconozcan una ley más elevada que la Constitución o la decisión de la mayoría... Lo que concierne a Massa- chusetts no es el ordenamiento de Nebraska ni la ley de Esclavos fugitivos, sino sus propios problemas de escla- vos y de su servidumbre". Thoreau creía entonces en una élite intelectual. ¿Era tal vez un platónico; se inclinaba más bien por el hom- bre no vulgar? Nada más erróneo. Su llamada va dirigida a todos los hombres de buena voluntad, pero especialmen- te a los hombres medios que están a su alrededor. Era a los ciudadanos de Concord a quienes dirigió su Plea for Captain Brown. Pero su ideología encuentra su más clara expresión en el capítulo sobre "Reading" en Walden, "Es ya hora de que los pueblos sean Universidades... ¿Debe limitarse el mundo a un París o a un Oxford para siem- pre? ...En este país, en algunos aspectos, el pueblo ocupa- ría el puesto del noble de Europa...Actuar colectivamente está de acuerdo con el espíritu de nuestras instituciones. En lugar de nobles, tengamos nobles poblaciones (de hom- bres)". La afición de Thoreau hacia el artesanado se aso- cia evidentemente con una ardiente creencia en el common man, animada por lo que Veblen iba a denominar más tar- de "instinto de los trabajadores" 1 2 , relacionado íntima- mente con el carácter. Aquí está precisamente el punto de enlace entre Henry Thoreau y su Walden con Veblen. Este énfasis da lugar a una singular mezcolanza de radi- calismo y conservatismo. Es un hecho significativo el que los tres hombres, Tho- reau, Emerson y Whitman, respondieron de un modo en- tusiástico a dos hombres medios bien representativos en su tiempo: John Brown y Abraham Lincoln. Cada uno de ** Otras confirmaciones acerca de este asunto pueden encontrarse en Tho- reau respecto al interés sobre las habilidades—skilte—dei artesano corriente. "Ha quedado ahora aclarado—escribía Matthiesen—que su revuelta terminó con la decisión de hacer todo lo que estaba en su mano para impedir que la dignidad del trabajo común se degrada»* por lo» fútíle» gu»to» del rico". Op. cit-, p4g- 173.
  • 47. E L HOMBRE MEDIO E N LA POESÍA Y LA POLÍTICA AMERICANAS 197 ellos parece haber entendido el simbólico significado del fanático orador que expresó la profunda urgencia de ac- tuar sin tener en cuenta consecuencias. Rescuerdan a uno de los jóvenes americanos que, preguntándole la razón por la que se unía a la Brigada Lincoln para ayudar a los republicanos en España, contestó sencillamente: "Alguien tenía que hacer algo". Que cada uno de ellos se ha per- catado de la profundidad de la cualidad representativa de Lincoln confirma su parentesco en el común interés por el hombre medio. John Brown y Abraham Lincoln estaban unidos de un modo singular en la lucha contra la esclavitud. La épica de esta lucha ha encontrado su poeta en nuestros propios días en Stephen Vincent Benet. Su obra John Brown s Body es tan extraordinaria debido a que hace entrar en la escena de la Historia, de un modo hasta ahora sin pre- cedentes, al common man. Granjeros y trabajadores, arte- sanos y comerciantes, ingleses y escoceses, polacos y ale- manes, norteamericanos todos, la "Invocación" los con- jura en esta manifestación imponente llena de color que es América. No importa su procedencia, todos se juntan en la procesión del common man. Stepchild of every exile from content And all the disavouched, hard-bitten pack Shipped overseas to steal a continent With neither shirts ñor honor to their back (*). Refiriéndonos a Benet, llegamos al tercer escalón en la evolución de la creencia en el hombre medio. Benet no es el único en retratarle. Sinclair Lewis y Cari Sandburg, Robert Frost y muchos otros, han expresado a su manera la creencia y cariño por la gente corriente. Pero la creen- cia tiene ahora nuevos espacios de acción. Babbit, que re- presenta con simpatía al tipo del hombre de negocios que va a lo suyo, tiene, sin embargo, rasgos de payaso. La ele- gancia y la inteligencia resaltan tanto la simoatía de Lewis (*) Hijo espúreo de los insatisfechos / Y de los inquietos; duro fardo / embarcado para despojar un continente / Sin camisa ni honor a sus espaldas. (N. del E.)
  • 48. 198 LA DEMOCRACIA que mucha gente encuentra que sus sentimientos de infe- rioridad están confirmados por sus obras. Babbitt llegó a ser. tanto en América como en Europa, un tópico del des- dén condescendiente. Fueron pocas las voces que, como el crítico de Babbitt en la Frankfurter Zeitung, recordaron a la gente que "era consolador ver que las personas eran tan parecidas en América y en Alemania". A la mayoría les pasó desapercibido que para Babbit la creencia en el common man ya estaba dada por descontado. A l propio tiempo, el hombre medio, tal como lo retrató Sinclair Lewis, ha perdido el encanto, el glamour que había tenido para Tom Paine o W a l t Whitman. Considerado por sí mismo y de un modo realista, el common man posee unas características de la que carecía cuando se le oponía a los reyes imbéciles y a los cortesanos depravados y corrom- pidos. Pero de este modo lo aue el hombre corriente puede haber perdido como ideal lo ha ganado en distinción y en vitalidad. La esencia de todo realismo ¿no es acaso ver todas las cosas "como ellas son" y prestar una pequeña atención a lo que se supone que son? El realista fracasa en traer a una perspectiva adecuada las diferencias entre los indi- viduos que reflejan sus esfuerzos por alcanzar una norma o un standard. Sin embargo, el realista compensa este fracaso con una descripción más viva del mundo actual. Como "ningún hombre es grande a los ojos de su ma- yordomo", así, para el realista, todos los hombres son hombres medios. Los pueblerinos y hombres de campo de Robert Frost habitan no en nobles poblaciones, sino en un mundo vivido de paredes de piedra que necesitan ser reparadas siem- pre, gentes que enferman, con sus vacas que comen manza- nas caídas al suelo. Mientras Thoreau vacila entre el des- precio del romántico hacia los hombres ordinarios que "vi- ven una vida de tranquila desesperación" y la llamada idealista para que estos mismos hombres lleguen a ser algo que esté más allá de sus aptitudes e inclinaciones natura- les, Frost y los poetas de nuestro tiempo piensan en la