El documento discute cómo las grandes potencias ejercen un monopolio sobre el conocimiento y la cultura de los países subdesarrollados. Argumenta que la multiculturalidad trata todas las culturas de manera igual sin reconocer las desigualdades de poder, mientras que la interculturalidad une culturas reconociendo su importancia relativa. Finalmente, cita varias fuentes que exploran cómo el conocimiento se ha vuelto geopolítico y está sujeto a relaciones de colonialidad.