El documento discute cómo la diversidad cultural y la estructura de la sociedad contribuyen al conflicto. Explica que la organización social crea intereses específicos que determinan quién compite y quién coopera, y cómo la interpretación del mundo por parte de los actores también influye en cómo entienden las acciones de los demás. Además, señala que la internacionalización ha puesto en peligro la homogeneidad interna de los estados occidentales y ha llevado a grupos diferenciados a reivindicar una mayor participación política.