Los autores defienden que los adolescentes pueden divertirse sin alcohol. Argumentan que los adolescentes acceden fácilmente al alcohol en boliches donde no controlan bien los ingresos. También dicen que para divertirse no siempre se necesita alcohol y que los padres deben cuidar que sus hijos no consuman. Plantean que es preferible que un hijo se lastime jugando a que tenga cirrosis por el alcohol. Sostienen que el alcohol es malo para los adolescentes ya que les permite evadir la realidad y acceder a un mundo irreal.