El autobús número 40 se estrelló en las peligrosas curvas de Calderón debido a la fuerte lluvia, matando a los pasajeros a bordo. Nadie escuchó los gritos de ayuda de los pasajeros y el autobús nunca llegó a su destino final, dejando a las personas en la terminal esperando en vano. El conductor del autobús fantasma recogía pasajeros adicionales en el camino pero les pedía que bajaran antes para evitar que vieran su trágico destino.