1. DECLARACION SOBRE POLÍTICA
(Aprobada en el Concilio 2003)
CONSIDERANDO QUE:
- Dios es Dios de todo el mundo y no sólo de la iglesia y que la Biblia es la
verdadera fuente para la justicia social.
- Los cristianos somos ciudadanos de dos reinos y tenemos responsabilidades
en ambos.
- La política es el arte o la ciencia de administrar la polis o ciudad, de tal
manera que haya justicia y paz para los ciudadanos.
- Si queremos que la iglesia muestre la pertinencia del evangelio para todas las
áreas de la vida del hombre contemporáneo, debemos aportar la perspectiva
bíblica sobre los grandes asuntos que hoy preocupan a nuestros pueblos.
- Los cristianos tenemos muchas cosas importantes que aportar a nuestro país,
a la Constitución Política, a las leyes, a las instituciones sociales o
económicas.
- La iglesia no debe conformarse a ninguna ideología dominante (ni liberalismo
burgués occidental ni marxismo) sino que debe ser crítica a la realidad.
- Los profetas de Dios denunciaron acciones y vicios que destruían al ser
humano como: la injusticia, la opresión, la corrupción y todo pecado social,
invitando a gobernantes y a poderosos a practicar la misericordia, el juicio y la
paz. (Amós 5:12-15, 24; Isaías 1:21- 27; Miqueas 6:8).
- El Señor Jesucristo vino a salvar al hombre de su opresión y postración física
y espiritual restaurando su dignidad perdida e integrando a la sociedad y al
reino de Dios a quienes estaban excluidos de ella (a la mujer, a los leprosos,
ciegos, cojos, paralíticos, publicanos, pecadores, prostitutas y adúlteros)
(Lucas 4:18-19; Mateo 4:23; Marcos 1:40-42).
- El Estado es puesto por Dios para procurar el orden, la justicia y el bienestar
de las personas y que debe ser obedecido reflexivamente y por causa de la
conciencia (Romanos 13:1-7).
DECLARAMOS QUE:
a) La Iglesia de Dios (7° día) está comprometida con el bienestar total de todos y
cada uno de los ciudadanos, teniendo como ideal el shalom de Dios.
b) Estamos decididos a influir positivamente en la sociedad, promoviendo leyes
que se ajusten a la ética cristiana, que protejan la integridad y los derechos de
la persona, la familia y los grupos sociales.
2. c) Somos respetuosos de las autoridades elegidas en nuestro país. Nos
comprometemos a orar por el buen desempeño de sus funciones.
d) Como organización religiosa, nos manifestamos apartidistas; sin embargo,
aceptamos que nuestros miembros participen, a título personal, en el partido
de su preferencia.
e) Nuestra obediencia al Estado será consciente y reflexiva; nuestra primera
lealtad es a Dios, Señor de la historia.
f) Nos manifestamos por una sociedad sin excluidos, ya sea por motivos
económicos, raciales o culturales.
g) Rechazamos los métodos violentos,;como forma de protesta. Reconocemos
los cauces institucionales para manifestar las disidencias.
Se resuelve que:
La iglesia de Dios (7º. Día) aprueba la participación en política de la siguiente
manera:
1. Votando por los candidatos de su elección.
2. Todo miembro fiel de la Iglesia de Dios que no tuviere jerarquía ministerial,
puede ser candidato público para el puesto de su elección, y con el partido
de su preferencia.
3. Abstenerse de hacer proselitismo político por un candidato o partido a través
del púlpito o en otras reuniones de la iglesia.
4. buscando por todos los medios a su alcance la oportunidad de dar testimonio
a las autoridades de su país con el propósito de compartirles el mensaje de
la Palabra de Dios.
Aprobado en el Concilio Ministerial 2003 de México DF.
3. Para complemento de la clase tiene el siguiente artículo y otros que tenga a la
mano.
Un Compromiso Ineludible
Por: Min. Ausencio Arroyo
La política es un ámbito de la vida social aquejada por la corrupción, la ilegalidad y la
mentira. Los escándalos que se revelan cotidianamente, nos dejan un mal sabor de
boca. Ya no es posible creer a quienes nos hablan de honestidad y justicia por la
mañana y por la tarde nos enteramos de sus arreglos y componendas en lo oscuro.
Ante esta realidad, el escritor mexicano Carlos Fuentes ha dicho una frase por
demás elocuente: “La política es el arte de comer sapos sin hacer gestos”. La frase
suscita una imagen grotesca y burda sobre el actuar humano, pero describe bien lo
que sucede en un ámbito que desafortunadamente se ha ganado a fuerza de
evidencias el rechazo de la sociedad.
Así como en la época de Jesús los publicanos (recaudadores de impuestos) eran
despreciados porque su profesión estaba marcada por la corrupción; hoy, una de las
actividades más despreciables es la de la política. En todos los países, los actores
de la política están bajo sospecha: ya sea por su enriquecimiento ilícito, por el tráfico
de influencias, por el mal uso del poder, por las componendas ilegales, por su
tendencia a mentir, por su falta de compromiso con sus representados y porque casi
ninguno reconocen sus errores y quieren dar una imagen de honestidad y justicia.
Muchos cristianos nos ufanamos de ser apolíticos, sin embargo, esta declaración
refleja el concepto limitado que tenemos de lo que significa política y de su razón de
ser. Una cosa es ser miembro de un partido político y otra es participar en
actividades políticas; votar por los gobernantes es una acción política, no hacerlo
también lo es. Hacer una denuncia de una injusticia es una acción política, no
hacerla cuando ésta existe, es también una acción política. En este campo no decidir
es decidir. Todos somos responsables de los representantes y gobernantes que
tenemos; ya que al no intervenir dejamos que prevalezca el estado de cosas. Como
cristianos tenemos un compromiso ineludible en el ámbito de la política en función
de los siguientes aspectos:
I. EL SEÑORÍO DE CRISTO ABARCA LA TOTALIDAD DE LA VIDA
Este mundo, es el mundo de Dios (Sal. 24:1). Dios es el creador y sustentador del
universo y de este espacio que habitamos. No hay nada que exista sin su voluntad,
nada está fuera de su soberanía. Todo ha sido creado por la voluntad del Señor y
para su gloria: “… todo fue creado por medio de él y para él” (Col. 1:16-17). Los
poderes terrenales han sido creados por Dios y existen para dar contención al
mundo y les corresponde dar la gloria sólo a Dios. Los que ejercen dominio entre los
pueblos son instrumentos en manos de un ser trascendente que les encomienda una
función de servicio y es a él a quien habrán de dar cuentas de su responsabilidad.
4. Dios reclama la propiedad de este mundo, de la creación y del ser humano, así lo
refleja la visión del Apocalipsis: “… los reinos del mundo han venido a ser de nuestro
Señor y de su Cristo y él reinará por los siglos de los siglos” (Ap. 11:15).
El hombre recibió la encomienda de señorear en el mundo, pero este fue en
términos de mayordomía, no de propietario.
Los poderes de la tierra; entiéndase los gobiernos, no están fuera de la soberanía de
Dios. En Romanos 13:1-7 Pablo ofrece el fundamento divino del Estado. En el
pasaje señala que las autoridades que existen Dios las permite. Estas autoridades o
poderes (en griego exousía) son humanas porque: llevan espada, alaban al que
hace bien, infunden temor al que hace mal y reciben impuestos. El concepto del
Estado está íntimamente relacionado con el término orden (gr. Taxis), esto implica
que el propósito de Dios es que la sociedad esté sujeta a un ordenamiento que
controle el mal y fomente el bien.
No hay que confundir el Reino de Dios con el Estado. La dimensión del Reino
abarca la totalidad de los ámbitos de la vida, no hay nada que quede fuera. Aunque
al presente existan espacios donde permanecen en rebeldía, la intención de Dios es
someter todo bajo su gobierno (Ef. 1:9-10).
El Estado es un orden provisto por Dios; en el sentido general no particular; y
también es provisional, es necesario a causa del pecado humano. No se presenta
como algo eterno sino como algo temporal; se limita a esta era, más lo que
prevalecerá al final, será sólo el Reino de Dios. El Estado debe su autoridad a Dios y
la única sumisión que puede demandar de los ciudadanos es aquella que Dios le
permite. Es una característica del mundo perecedero, se limita a su realidad
provisoria.
La razón de ser del Estado es la de proveer un ambiente propicio para el desarrollo
humano, y servir a los propósitos de la redención, 1 Tim. 2:1-4.
Dios no deja ningún espacio sin tratar de brindar su bendición. Dios es Dios de todos
y así como él hace que su sol salga sobre justos e injustos; así tiene cuidado de toda
persona, para que reciba lo necesario para una vida digna. Una forma en que Dios
procura el bienestar del ser humano es por medio de la institución del Estado.
Nuestro compromiso ineludible como cristianos consiste en respetar ésta institución.
Debemos respetar las leyes, pagar los impuestos, votar por los gobernantes, acatar
las disposiciones y otras más. Pero, en base a los valores y al horizonte del Reino, la
iglesia debe esforzarse porque el Estado cumpla bien su función rectora de la
sociedad.
Notemos qué clase de Dios es nuestro Dios:
“Que hace justicia a los oprimidos,
Da el pan a los hambrientos,
Yahvé suelta a los encadenados.
Yahvé abre los ojos a los ciegos,
Yahvé a los encorvados endereza,
Yahvé protege al forastero,
A la viuda y al huérfano sostiene. Salmo 146:7-9
El Señor se interesa en todos, principalmente en los débiles.
5. II. NUESTRO COMPROMISO ES INELUDIBLE EN FUNCIÓN DE QUE LA
POLÍTICA TIENE COMO FIN AYUDAR AL CUERPO SOCIAL.
Por política debemos entender un instrumento adecuado para el desarrollo de la
justicia, la solidaridad y la satisfacción de las necesidades legítimas de ser humano.
Esto involucra las condiciones, la organización y los derechos de quienes forman
parte de una sociedad.
La política persigue el bien común. Define los valores fundamentales de una
sociedad. Los grupos sociales requerimos de reglas para la sana convivencia, hay
un pacto social que todo ciudadano, o sea habitante de la ciudad, debe aceptar
responsablemente. Seamos conscientes o no, todos formamos parte del cuerpo
social y todos estamos comprometidos a sostenerlo y a darle la forma que según
nuestros valores debe tener.
La política consiste en la distribución del poder, en la atención a los diferentes
sectores de la población. Es real que compartimos la vida con personas que
plantean valores diferentes a los nuestros, mismos que los cristianos no aceptamos,
pero que son parte de las condiciones del mundo presente. Nuestro llamado es ser
sal y luz en medio de una cultura secularizada, marcada por las condiciones de la
posmodernidad: la relativización de lo trascendente, la permisividad, el hedonismo,
la superficialidad, entre algunos aspectos.
Es fácil ser sal dentro del salero, pero donde debe cumplir su función es en la olla de
la comida. Es fácil ser cristiano dentro de los muros de la iglesia, pero es en el
mundo donde se ha de dar sabor a la vida y donde se habrá de preservar los valores
del Reino.
Toda persona que vive en una sociedad es política. Sus decisiones, aún no decidir
es una decisión, afectan a los demás. Pagar o no pagar los impuestos afecta
positiva o negativamente a los demás. Atenderse en un hospital financiado por el
pago de los impuestos de los ciudadanos afecta a los demás. Los gobiernos no
producen dinero, sólo lo administran. Administran los bienes que aporta la población
por las vías que se han determinado en la sociedad. Los servicios son cubiertos por
la misma gente que paga sus contribuciones.
Pagar o no pagar los impuestos es una decisión política; evadir o no evadir las
responsabilidades ciudadanas es una acción política. Elegir los gobernantes o no
hacerlo es una acción política. Buscar o no buscar el mejoramiento de los sectores
débiles de la sociedad: los ancianos, los enfermos, los huérfanos, los desempleados,
y muchos otros, es una decisión política. Lo que hagamos o dejemos de hacer como
ciudadanos, proyectará la sociedad que queremos ser, y dará forma a nuestra calle,
a nuestro barrio, a nuestra ciudad y a nuestro país.
El evangelio es el poder de Dios que libera al hombre del poder del pecado, para
que entre otras cosas, asuma su tarea de construir un mundo de justicia y de paz: “Y
procurad la paz de la ciudad a la cual os hice transportar, y rogad por ella al Señor;
porque en su paz tendréis vosotros paz” Jer. 29:7. Hemos sido llamados a ser de
bendición en el mundo. Ser cristiano es ser el mejor ciudadano posible. Nuestro
compromiso es hacer más humana la vida. El Reino de Dios comienza donde hay
justicia, paz y gozo por el Espíritu.
La fe debe iluminar y enriquecer a la política. La Iglesia no puede participar en la
política, pero sus miembros sí pueden hacerlo. No necesariamente se debe pensar
en una participación en partidos políticos, esto es sólo una opción, pero hay infinidad
de asociaciones civiles por medio de las cuales se puede contribuir al bienestar de
muchos.
6. Tradicionalmente, los evangélicos hemos visto en la política una encarnación de lo
demoníaco, la hemos repudiado al extremo y se ha prohibido que los miembros de
las iglesias participen en este campo, incluso bajo amenaza de ex-comunión. Esto
ha propiciado el nulo o escaso involucramiento en las organizaciones sociales y en
el fomento de una perspectiva maniquea: la iglesia son los buenos y la política son
los malos. Esta posición no sólo ha generado indiferencia hacia el mundo presente,
más aún desprecio. Algunos cristianos han decidido entregar este mundo a Satanás
y dedicarse a pensar en el mundo futuro.
Una mujer desamparada se acercó a un pastor para pedir su ayuda, él respondió
que se comprometía a orar por ella, más tarde la mujer escribió un poema que luego
le hizo llegar, en el que dice:
Tuve hambre,
Y formaron una comisión para considerar mi problema.
Estuve en la cárcel,
Y se retiraron en silencio para orar por mi libertad.
Estuve desnuda,
Y reflexionaron sobre la inmoralidad de mi aspecto.
Estuve enferma,
Y agradecieron de rodillas por su propia salud.
Necesitaba un techo,
Y me predicaron sobre el refugio del amor de Dios.
Estuve en soledad,
Y me abandonaron para ir a orar por mí.
Parecen tan santos, tan cerca de Dios…
Pero yo todavía sufro hambre, frío y soledad.
(Citado por John Sttot en: “La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos”, p.
22).
El espacio del mundo es donde los cristianos debemos vivir y servir con el amor de
Cristo, dar testimonio de su verdad y su justicia.
7. Tradicionalmente, los evangélicos hemos visto en la política una encarnación de lo
demoníaco, la hemos repudiado al extremo y se ha prohibido que los miembros de
las iglesias participen en este campo, incluso bajo amenaza de ex-comunión. Esto
ha propiciado el nulo o escaso involucramiento en las organizaciones sociales y en
el fomento de una perspectiva maniquea: la iglesia son los buenos y la política son
los malos. Esta posición no sólo ha generado indiferencia hacia el mundo presente,
más aún desprecio. Algunos cristianos han decidido entregar este mundo a Satanás
y dedicarse a pensar en el mundo futuro.
Una mujer desamparada se acercó a un pastor para pedir su ayuda, él respondió
que se comprometía a orar por ella, más tarde la mujer escribió un poema que luego
le hizo llegar, en el que dice:
Tuve hambre,
Y formaron una comisión para considerar mi problema.
Estuve en la cárcel,
Y se retiraron en silencio para orar por mi libertad.
Estuve desnuda,
Y reflexionaron sobre la inmoralidad de mi aspecto.
Estuve enferma,
Y agradecieron de rodillas por su propia salud.
Necesitaba un techo,
Y me predicaron sobre el refugio del amor de Dios.
Estuve en soledad,
Y me abandonaron para ir a orar por mí.
Parecen tan santos, tan cerca de Dios…
Pero yo todavía sufro hambre, frío y soledad.
(Citado por John Sttot en: “La fe cristiana frente a los desafíos contemporáneos”, p.
22).
El espacio del mundo es donde los cristianos debemos vivir y servir con el amor de
Cristo, dar testimonio de su verdad y su justicia.