1. El liderazgo nublado por egocentrismo
El ego es como la niebla. Mientras más nos preocupamos por satisfacer nuestro
amor propio, la niebla se vuelve más densa y repercute tanto en nuestra eficacia
como en la competitividad de la empresa. En cambio, si nos orientamos hacia los
demás, la niebla se disipa, logrando mirar con más atención el entorno exterior de
nuestro desarrollo.
¿Cuánto le cuesta a la empresa las actitudes egoístas de sus empleados y
directivos? Según la investigación del doctor Paul Nutt, más de un tercio de todas
las decisiones reflejan un enfoque egocéntrico empreñado en llevar las riendas. A
pesar de este enfoque de llevar las riendas, sólo se adopta el 42% de las decisiones
y apenas y un puñado de ellas demuestran ser eficaces. En los que concierne a los
ejecutivos, casi dos tercios de ellos jamás exploran alguna alternativa una vez que
toman una decisión, incluso cuando se las presentan. El 60% de esas decisiones se
desechan, se aplican parcialmente o se convierten en bombas. Estos datos fueron
recogidos por Marcunr, Smith y Khalsa en "Business Think", y proporcionados en el
artículo "Frederick Taylor, Early Management Consultant" (Wall Street Journal, 13
Junio 1997). Estas cifras hacen ver algo evidente: los directivos o empleados
pueden generar ideas y aportes, pero no siempre tratando de lograr los objetivos
de la empresa, sino sólo por figurar o sobresalir ante los demás, con lo cuál no se
asume el fundamento verdadero de la propuesta. En la mayoría de los casos sólo se
pretende imponer un criterio subjetivo, como consecuencia de una baja capacidad
para dominar el ego.
Marcunr, Smith y Khalsa, describen una interesante relación entre nuestras
fortalezas y las actitudes negativas en las que éstas se pueden llegar a convertir
por causa del ego.
La seguridad se puede convertir en sentido de infabilidad, la agilidad en
apresuramiento, la agudeza en fricción, el estado de alerta en estrechez de miras,
la dedicación en adicción al trabajo, el control en rigidez, la valentía en estupidez,
la perseverancia en resistencia al cambio, el encanto en manipulación, el poder en
autocracia, y la flexibilidad en ambivalencia.
Si analizamos esta relación, nos damos cuenta que no es malo tener ambiciones
nobles y deseos de superación por ascender en la empresa. Sin embargo, si
llegamos a exagerar nuestra preocupación por lograr estos deseos, no nos
importará los medios que usemos para alcanzarlos.
Es precisamente en esta situación cuando uno cae en el ego, pues ha exagerado su
atención en sí mismo y ha descuidado sus objetivos de desarrollo como persona
íntegra y como buen profesional. Lo cuál influye negativamente en la empresa. Por
tanto el ego es contraproducente.
Si no miramos con atención el entorno, difícilmente podemos llegar a nuestro
destino. Es como conducir un auto con los ojos vendados. En cualquier momento se
corre el riesgo de colisionar con nuestros propios impulsos y generar un terrible
accidente en el talento humano de la empresa.
Quitémonos la venda del ego para poder mirar los objetivos de la empresa y de
nuestro equipo, esto nos permitirá fijarnos en los detalles más importantes para
generar ideas.
Una de las acciones a tomar frente a un empleado o directivo que demuestra
actitudes de ego, es asignarle un mentor (con su pleno consent imiento), con el fin
de que le ayude a ser consciente de sus actos y de los efectos que deja para la
empresa. Por otro lado la empresa debe evaluar los costos que generan estas
2. actitudes egoístas y el beneficio que obtendría durante un proceso de "coaching".
Una de las claves para ejercer el liderazgo es romper las cadenas del ego, pues nos
atan a nosotros mismos. Peter Drucker afirma que uno de los factores que
determinan la eficacia de un ejecutivo es que piensan y dicen "nosotros" en vez de
"yo". Efectivamente ésta es la postura que debemos tomar s pretendemos
convertirnos en líderes.
Cuentan que un águila estaba asentada en el pico de un peñasco esperando por la
llegada de las liebres. Mas la vio un cazador, y lanzándole una flecha le atravesó su
cuerpo. Viendo el águila entonces que l flecha estaba construida con plumas de su
propia especie exclamó: ¡Qué tristeza terminar mis días por causa de las plumas de
mi especie!
Tal como en la historia, el águila quiso ser un líder a costa de los demás y por ello
sacrificó su propia vida. Puede que por querer dominar a los demás, imponiendo
nuestra fuerza, terminemos nuestra permanencia en la empresa, como
consecuencia de nuestro ego. No permitamos que el ego nos prive la libertad de
servir a los demás y de mirar como líderes.
Ing. Maxwell Altamirano Ramos
Soluciones industriales y empresariales
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