Este documento presenta una lectura existencial de la Biblia, relacionando las grandes etapas de la historia de Israel con las etapas de la vida humana. Describe cómo la Biblia fue escrita por sacerdotes judíos en el exilio para unir e inspirar al pueblo. Explica que la Biblia nos cuenta la historia del amor de Dios por la humanidad y nos invita a elegir vivir plenamente. Propone leer los diferentes libros bíblicos a la luz de nuestras propias experiencias vitales para encontrar mensajes iluminadores
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Elige la vida
Una lectura existencial de la Biblia
«Elige la vida» (Dt 30, 19) es un versículo crucial del Antiguo
Testamento. Ante el pueblo de Israel reunido, Josué lanza un
desafío que es a la vez una invitación: hemos llegado a la Tierra
Prometida. Ahora hay que decidir: ¿seguimos viviendo como
antes, adorando a los viejos dioses paganos? ¿O nos adherimos
fielmente al Dios que nos ha liberado y nos ha dado esta tierra?
La elección va más allá de elegir un dios: se trata de elegir vida o
muerte, bendición o maldición. «Elige la vida», sigue Josué, «para
tener vida, tú y tus descendientes».
La Biblia es una llamada a elegir la vida. Pero ¿podemos elegir la
vida? La vida nos es dada sin que la hayamos pedido. Todos la
hemos recibido, como un regalo… o como una carga, si no
estamos contentos. Pero no podemos elegirla. Todos vivimos. Lo
que sí podemos elegir es de qué manera vivimos. ¿Una vida
penosa, hueca, triste, absurda? ¿O una vida intensa, plena, con
sentido? La vida ya la tenemos. Elegir cómo vivirla está en
nuestras manos.
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¿Autoayuda?
Muchas personas queremos vivir en plenitud. Como no siempre la
vida es como nos gustaría, a menudo nos desorientamos y
buscamos luz. De ahí nace la literatura de autoayuda. No es algo
moderno, de ahora. Los libros de autoayuda existen desde la
antigüedad, en la Biblia hay varios. Antaño se les llamaba libros
de sabiduría, de consejos, o sapienciales. Son libros que nos
enseñan cómo vivir bien.
La literatura de autoayuda es muy variada. Muchas personas son
adictas a ella. Pero ¿qué sucede? Leemos un libro, que puede
estar muy bien escrito. Es interesante, está lleno de mensajes
preciosos, nos distrae un poco, nos anima y nos insufla de
energía durante unas horas, unos días… o como mucho unas
semanas. Y luego, nos olvidamos de todo y volvemos a vivir
como siempre. Se terminó. Al cabo de un tiempo, buscamos otro
libro de autoayuda que nos distraiga durante un tiempo más. Y
así sucesivamente. Muy pocos libros de autoayuda nos cambian
de verdad.
¿Se puede leer la Biblia como un libro de autoayuda? La Biblia es
mucho más que eso. Pero ciertamente se puede leer como un
libro que nos ayude, oriente y motive a cambiar, a vivir de verdad.
Una lectura en profundidad de la Biblia es transformadora. Lo
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que ocurre es que, muchas veces, su lenguaje y sus relatos nos
desconciertan y nos chocan un poco. ¿Cómo entenderlos? ¿Cómo
interpretarlos? A veces incluso puede escandalizarnos leer
algunos pasajes. ¿Cómo leer la Biblia de manera que tenga
sentido para nosotros, ciudadanos del siglo XXI?
Las lecturas de la Biblia
La Biblia hay que leerla a fondo, y esto quiere decir comprender:
1. Quién la escribió, y por qué.
2. Para quién la escribió.
3. Con qué intención.
4. Descubramos qué nos dice a nosotros, hoy.
Origen de la Biblia
La Biblia fue escrita en un momento de profunda crisis del pueblo
judío. Estaba a punto de desaparecer. Conquistado su reino, Judá,
por los babilonios, Jerusalén fue arrasada, el templo destruido, la
población masacrada y una buena parte de los supervivientes
deportados a Babilonia. Sin tierra, sin templo, sin casa, sin raíces…
cualquier otro pueblo de la antigüedad, en esas circunstancias,
hubiera desaparecido del mapa para siempre. Sin embargo, Israel
sobrevivió.
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¿Cuál fue el secreto? Los profetas y sacerdotes que quedaron
vivos afrontaron terribles interrogantes. Si Dios, nuestro protector,
ha permitido que nos ocurra esto, ¿a qué es debido? ¿No es el
Dios todopoderoso que creíamos? ¿Será que no es tan bueno
como pensábamos? ¿O… acaso hay Dios? ¿Qué hemos hecho
para merecer esto? La respuesta más fácil era olvidarse de Dios,
olvidarse de su cultura y fusionarse con la cultura babilónica,
intentando sobrevivir de la mejor manera. Otra reacción era el
victimismo y la muerte lenta. Pero los profetas del exilio y el
post-exilio eligieron la respuesta más difícil, y también la más
noble: Dios existe. ¡Es el Creador de todo, también de nuestros
enemigos! Dios sigue siendo bueno y todopoderoso. ¿No
tendremos nosotros alguna responsabilidad en lo que ha ocurrido?
Estamos vivos. Estamos aquí, en tierra extraña, pero ahora hemos
de mirar hacia adelante. Si queremos sobrevivir, hemos de
recuperar nuestras raíces y estar unidos. Eligieron la vida.
Y fue en esos siglos, posteriores a la gran destrucción y al exilio,
cuando se recopilaron las antiguas tradiciones, crónicas, profecías,
poemas y relatos, y se compuso el Antiguo Testamento, o la
Biblia Hebrea. La Biblia se convirtió en la patria espiritual del
pueblo israelita, que desde entonces comenzó a llamarse el
pueblo judío. La Biblia les permitió recuperar sus raíces, su
identidad y su propósito. Los aglutinó y los fortaleció
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espiritualmente. Donde hubiera dos judíos y la Torá, allá donde
fuere, allí estaría el pueblo de Israel.
Y sobrevivieron… ¡hasta hoy! Y de la raíz bíblica también nació el
cristianismo, del que formamos parte.
Quién escribió la Biblia hebrea y por qué
Los libros de la Biblia son muchos y variados, pertenecen a
diferentes épocas y tocan temas distintos. Tampoco son
uniformes en cuanto a pensamiento. En la Biblia encontraremos
posiciones diversas, a veces incluso contradictorias. Todo formaba
parte de la tradición del pueblo judío, y todo fue recopilado,
porque todo añadía un valor al presente.
¿Quién la escribió? Se cree que fue una escuela de sacerdotes
que recopilaron todas las tradiciones y escritos del pueblo,
agrupándolas y formando un todo coherente, con un hilo
conductor y un mensaje unitario. La Biblia es como una gran
orquesta con muchos instrumentos. Cada uno toca su partitura,
pero todos juntos componen un gran tema, con muchas melodías
entrelazadas. El resultado es una sinfonía de gran riqueza.
La finalidad de la Biblia era unir, fortalecer espiritualmente,
inspirar y cohesionar al pueblo. Todos debían escuchar esta
palabra, inspirada por Dios. Un libro que permitió sobrevivir a un
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pueblo a punto de perecer ¿no tendrá valiosos mensajes que
enseñarnos hoy, en medio de un mundo tan convulso?
¿Qué nos dice hoy?
No propongo que leamos la Biblia entera, porque hay libros y
fragmentos realmente áridos. Pero es importante tener una visión
de conjunto para poder comprender cada parte.
El hilo conductor del Antiguo Testamento es un mensaje de amor
de Dios a la humanidad, que se concreta en las historias reales y
humanas de muchos personajes y, finalmente, de una comunidad.
Esta es la clave para comprender la Biblia: Dios nos está enviando
su carta de amor. Nos ha creado por amor, nos libera por amor y
nos llama a la amistad con él. Todo el Antiguo Testamento es
una larga y dramática historia de un noviazgo, con sus claros y
oscuros, con sus momentos dulces y sus crisis, con peleas y
reconciliaciones. Aunque el pueblo rechace a Dios, rompa con él,
se aleje, él no deja de buscar su amor, y se las ingenia de mil
maneras para atraerlo. Pero Dios, que ha creado al hombre a su
imagen, lo ha hecho libre. Y el respeto inmenso a esta libertad es
lo que provoca que, en ocasiones, este elija romper y distanciarse.
Lo vemos desde el primer libro, en el Génesis. La historia de amor
de Dios con la humanidad está marcada por la ruptura y por
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muchas reparaciones. La alianza se mantiene: nosotros la
rompemos, él no.
Teniendo en cuenta este mensaje, podemos leer las diversas
partes de la Biblia preguntándonos: ¿en qué lugar de esta historia
me encuentro? ¿Qué personaje soy? ¿De qué manera lo que
estoy leyendo se refleja en mi vida?
Y veremos que todos los libros de la Biblia nos pueden decir algo
iluminador para las situaciones que vivimos, hemos vivido o nos
toca afrontar.
Las grandes etapas de la vida
Podemos leer la Biblia trazando un paralelo entre la historia del
pueblo de Israel y nuestra vida personal. Las grandes etapas de la
historia son como las etapas de nuestra vida. Veámoslo a grandes
rasgos.
El Génesis, o libro del origen, puede relacionarse con nuestra
infancia. Es la edad de los comienzos, la edad de las promesas. En
la infancia recibimos la vida y el amor, el nombre, la identidad... y
la semilla de un propósito. La infancia es una etapa crucial,
marcada por la familia y por el contacto con el mundo. Las
historias del paraíso, y las historias de los patriarcas, con sus
enredos y luchas familiares, son un reflejo de lo que muchos de
nosotros podemos vivir o haber vivido.
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El Éxodo, o salida, la liberación del pueblo, cuando Israel alcanza
su mayoría de edad, se puede asociar con la adolescencia. Otra
etapa crucial en la que nos preparamos para salir del hogar
paterno y nos lanzamos al mundo. Una etapa de formación en la
que pasamos nuestras luchas, y hemos de forjar nuestra identidad
y buscar nuestro propósito vital. El Éxodo nos ofrece muchísimas
pistas sorprendentes.
Números, Levítico y Deuteronomio son libros marcados por la ley,
o enseñanza. Podemos asociarlos a la juventud, en la que
acabamos de prepararnos profesionalmente y forjamos nuestro
sistema de valores propios, nuestra consciencia ética, nuestra
forma de estar en el mundo. Y tomamos decisiones cruciales.
Los jueces y la lucha por la Tierra Prometida reflejan la juventud y
primera adultez, cuando nos abrimos camino profesionalmente,
formamos una familia y luchamos por encontrar nuestro lugar en
el mundo. Es una etapa dramática y apasionante, donde vamos a
necesitar mucho coraje, decisión y también humildad. Tendremos
que convertirnos en auténticos héroes ―como los jueces― y
tener su audacia y su valor para conquistar nuestra particular
tierra prometida.
La monarquía de Israel, con los grandes reyes, Saúl, David y
Salomón, representa un momento de apogeo y esplendor. Es,
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quizás, nuestra época adulta de más brillo, prosperidad, éxito en
el trabajo… Una época en la que nos volcamos hacia la vida
pública, quizás, o hacia la familia, y nos expandimos y crecemos.
Ganamos fuerza, madurez y poder. Pero es, también, una época
delicada: corremos el riesgo de enorgullecernos, de confiar sólo
en nosotros mismos y acabar cometiendo graves errores, como
vemos en las historias de los reyes de Israel.
Los profetas son libros tremendos. Después de la Torá, diría que
son la médula de la Biblia. Los profetas son la voz que anuncia y
denuncia, que nos llaman a la sabiduría y a la autenticidad. Y
critican sin piedad todos nuestros pecados, fallos y errores. Los
pecados del pueblo pueden ser, de otra manera, los nuestros. El
peor es la idolatría, alejarse de Dios. Esto se traduce por
autosuficiencia, vanagloria y endiosamiento de uno mismo. De
aquí surgen toda clase de conflictos e injusticias.
Los profetas son para leer despacio y seleccionando con calma.
Son páginas llenas de fuerza y poesía, algunas tremendas y
sobrecogedoras, otras entrañables, otras gozosas. Cuando el
profeta recoge la voz de Dios hablando a su pueblo, podemos
leerla como dirigida a nosotros, y encontramos mensajes
bellísimos, llenos de ternura y amor apasionado.
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La caída de Jerusalén, la destrucción, el exilio de Babilonia, el
duelo que sigue, son un reflejo de lo que ocurre en la crisis de la
mediana edad. Cuando todo parece derrumbarse a nuestro
alrededor es cuando debemos recoger fuerzas y reinventarnos, si
queremos vivir y no meramente sobrevivir. Las lecturas de los
profetas en esta época (Jeremías, Ezequiel) y los libros de Baruc y
las Lamentaciones nos pueden acompañar en este proceso.
Pasada la crisis, llega la restauración. El pueblo de Israel regresa
del exilio y reconstruye el templo, recopila sus escritos sagrados e
instaura la Ley. Los libros de Esdras y Nehemías, salvando la
distancia y las peculiaridades culturales, nos dan valiosas
lecciones de cómo aprender a navegar en aguas revueltas y
gestionar la propia libertad bajo un poder totalitario.
Finalmente, llega la etapa de la madurez y la vejez. Una etapa
que ha de estar marcada por una creciente sabiduría, más
serenidad y más hondura. Asociados a esta época encontramos
los libros sapienciales: Job, Proverbios, Salmos, Eclesiastés,
Sirácida, Sabiduría. Job merece comentario aparte. Los Salmos
son oraciones que podemos hacer nuestras en cualquier
momento de la vida. Y los restantes libros son la “literatura de
autoayuda bíblica”, páginas muy sabrosas llenas de sabiduría
divina y humana que vale la pena meditar y paladear.
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Cierro este recorrido con el Cantar de los Cantares, el poema de
los poemas, que nos lleva al hilo conductor de la Biblia: el amor.
De este poema, que era una canción de bodas, llena de poesía y
erotismo, se han hecho muchas lecturas, y todas tienen su verdad.
En esta lectura existencial podemos leerlo como un canto de
amor de Dios hacia cada uno de nosotros, una invitación a salir
de nuestras penumbras para volar bajo la luz del sol y vivir en
plenitud.
30 noviembre 2019
San Andrés