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RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS
O por EDITORIAL VIDA, 19ó9
Miomi, Florido 33.l38
INDICE
CAPITUTO
i. El solto -- ----
2. Lo extrqñe hisioris de Hqreld Bredesen
3. Sorprendentetestigp
4. El disporote de Stone
5. Ung tremendo monero de crecer . --
6, Los poredes se derrumbsn ----------------- --
7. Uno visitq de Lydio
8. ¿Por qué puede slgvien qverer hqblor
en lenguos? -- - - -- -- - -.-
9. Historio de detectives -,-------------------
10. El Boutismq en el Espíritv $onto ----,-:----,
1 1. Hobiloción 405 - --- , -
12. A trovés de lo puerto rojo ----,-,----------,--
Epílogo. Uniendo lo ontigvo o lo nuevo
PAG¡NA
7
r7
29
36
49
5g
79
94
l07
126
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A*. 'r'
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Juan L. Sherrill añade a la investigación un estilo
ágil y lúcido. Ex alumno de Davidson College y de
la {Jniversidad de Louisville, es hijo del ya fallecido
profesor Lewis J. Sherrill del lJnion Theological Semi-
nary de New York. Está casado con una escriiora
suiza y por tres años ellos han viajado y colaborado
en diferentes publicaciones hasta que él fue desig-
nado integrante del cuerpo de redactores del Guide-
l.rosús donde ha trabajado por espacio de catorce años.
El matrimonio Sherrill escribe especialmente para
revistas y sus artículos se han publicado en el Satur-
dcty Etening Post, Beiter Homes cLnd Gardens, Fam-
ily Círcle, Coronet, LcLdie's Home Journal, y Good
Honsekeepíng.
PREFACIO
Tan pronto como iugr:esé ell el col'o de tluestra
Iglesia local en el otoño pasado, me di cuetrta que
hábía cometido un el'l'ol'. Los helmosos himnos con
qrle me habían deleitado cada domingo, elan más difí-
ciles de lo que me habían pai'ecido. A medida que
aumentaba mi admilación pol los irlteglantes del
colo, disminuía mi confianza eu mis plopias cualida-
des musicales. No podía leel la música, el volumen
v el alcance de mi voz el'all lastimosos' Pero el coro
necesitaba voces masculinas y los oti'os miembros del
colo me animaron y me dieron consejos sobre lespi-
lación, flaseo, tonalidad. Poco a poco mi mente fue
absorbienclo algo de todo aqriello, pero los sonidos que
me salían de la gargauta eran tan insatisfactorios
como siempre.
Pero sucedió que una ttoche me senté durante un
ensayo enfrente mismo de Bill Brogan. Y mientras
la mágnífica voz de bajo de este colpuiento irlandés
resottába en la sala, algo notable ocuuió con mi pro-
pio canto, Se lo comenté después del ensayo.
'
-Si
esto le avuda
-me
dijo Bill-, le mostlar'é
algo aún mejor la semana pl'óxima'
-El
;u"t'e."siguiente se sentó a mi lado. A mitad
ciel ensayo me susurró:
-Apóyese
en mí.
Le mir'é sin entendet'lo que quería'
-Recuéstese
en mí
-repitió.
Y aunque segula slrl
entender, me recosté hacia atrás, hasta que mi espal-
da descansó sobre su Pecho.
De plonto supe lo que era cantar'. La resonancla
de su voz gt'ave reforzaba mi voz y sin' esfuelzo
álgutlo pude clal tonos que jamás había pensado que
pudiela tener.
' Este momento de virtuosismo me dur'ó tan sólo
unos instantes; pelo el incidente me impresionó- por-
que e1 hecho sintetizarÍa otro acontecimiento de mi
ui¿u. ntt utra ocasión anterior había yo pasado clel
inquirir intelectual a la realidad misma, I'eplesenta-
da'por un contacto casi físico. Pero eso es la historia
de este libro ' ' ' JtLct, L. she¡ ¡'ílt.
r
I
I
I
i
CaeÍrulo I
EL SALTO
Aún recüerdo que iba silbando aquella mañana de
primavera del año mii novecientos cincue-nta y 4-ueve
cuando caminaba por Park Avenue de. Nueva York. -
Mi dirigía a cumplir con mi habitual visita al médico'
Entré ál número 655 y saludé a la secretaria, por
aquel entonces era ya una antigua conocida. Desde
oúe m" habían operado de un tumor maligno hacía,
dos años, había visitado todos los meses al Dr. Daniell?
Catlin. Y la rutina se repetía en cada opor!un¡{1{"
pl Or.'Cuttin me palpaba él cuello con sus dedos hábi-
l.r. *" daba uná córdial palmada en la espalda, y
me decía: "Venga el mes que viene'"
Pero no fue así aquel día; esta vez el dedo se detuvo,
huisó v trabajó pór largo tiempo. Cuando salí del
to"íottótio, teñía'hora désignada p¿r4 concurrir al
áápá"tu*"áto de cirugía dél Hospital Memorial el
día subsiguiente.- lOu¿ co*ntraste el de aquella mañana de primavet'a !
Regresé por la misma cálle bajo el mismo sol; pero
ahóra un temor creciente se había apoderado de mí'
iu ó"o"i, ese temor' Todo paciente de cáncer lo
"o"oc",
si bien es cierto que procuramos olvidario y
rnu"t""ui el optimismo' Uña operdción podía dar bue-
nós resultadoi, pero en caso de tener que volver, uno
tenía motivo para estar preocupado'
Ahora, pues, no podía ieguir dominando mi temor'
S"ü;;¿;;uaáo, air*tandó con todo intento de dete-
i"rr?.-n"it¿ Jn lá primera Iglesia qüe encontré' bus-
ña; Áiut u solas más que por ninguna otra razón'
r'"I
I
i
I
i
HABTAN EN oTRAS LENGUAS
Era la Iglesia Episcopal dé Santo Tomás, en la Quinta
Avenida. Las sirenas de las fábricas anunciaban el
mediodía. Para mi sorpl'esa un coro de niños vesti-
dos de bianco se pt'eparaba para cantar. Después
subió a la plataforma un joven seminarista. Una
tarjeta que hallé en ei banco me inform'ó que aquel
era un cuito de cuaresma.
No sospechaba entonces que aquella meditación de
mediodía sería la clave de la más tremenda experien-
cia de mi vida.
Sin embargo en aquel momento, aquello me pareció
totalmente desconectado con mi problema. El joven
habló brevemente sobre Nicodemo. "Muchos de no-
sotros", dijo, "tr,atamos de acercarnos a Cristo como
lo hizo Nicodemo: a través de lógica humana. "Rabí,
sabemos que has venido de Dios por maestro", dijo
Nicodemo y agregó esta razón lógica: "Porque nadie
puede hacer estas señales que tú háces si no está Dios
,
con é1," t
8l "Pero vemos", dijo el seminarista, "que mientras
Nicodemo procuró aTcanzar a Cristo con su lógica no
pasó nada". No es la lógica sino la experiencia lo
que nos permite conocer a Cristo. El mismo dijo a
Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede entrar en el Reino de
Dios." j
Por aquel entonces. como ya he dicho, aquello no
significaba nada para mí. Sin embargo habría de
escuchar las mismas palabras a la siguiente mañana.
Mi esposa Tib, y yo estábamos tomando el café des-
pués de una noche sin dormir, cuando sonó el teléfo-
no. Era nuestra vecina Catherine Marshall LeSourd.
-Juan -dijo- ¿podrías venir con Tib a casa por
unos minutos ? He sabido la noticia, y tengo algo que
decirte.
La misma Catherine nos abrió la puerta, vestida
de entre cas¿, muy seria y sin maquillaje. Expresaba
en su apariencia sus sentimientos de una manera
mejor de lo que podrían haberlo expresado sus pala-
bras. Nos guió hasta la sala de famiiia, cerró la
El sei,m
puerta, y nos habló sin rodeos.
-En
primer lugar
óüi""o'dócirles que me doy cuenta que estoy preten-
ái*ao demasiadb; voy a háblarles acerca de sus vidas
lelisiosas, y no tellgo derecho de suponer que les
iáitá algo. bespués de todo ustedes han escrito por
diez añós en una revista como el Guidepost;-* -son
respetuosos de la religión y puede decirse que la han
estüdiado a fondo. Pelo hay mucho más que eso ' ' '
Yo miré a Tib; estaba tiesa como una roca.
-Juan -me
dijo Catherine-, ¿crees que Jesús es
Dios ?
Esta era la pregunta que menos hubiera esp-erado
de ella. Suponíá que nos iba a decir algo acerca de que
Dios es caba, de ianar; o del valor de la oración como
un maravliloso medio para superar la crisis como la
que yo estaba enfrentando.
Lo cierto es que, de todos modos' el asunto estaba
planteado y prócuré considerarlo. Tib Y Yo éramos¡n
iristianos, ciertamente, en e} sentido que todo el mun- l*
do lo entiende. Asistíamos a la Iglesia con cierta regu-
tu.iauA, enviábamos a nuestros tres hijos a la escuela
dominical . . . Sin embargo sabia que éstos no eran
sino meros hábitos. La verdad es que nunca antes me
ñ"¡iu enfrentado con aquella pregunta: ¿Era Jesús
áe Na"aret en realidad Dios ? Y ahola que lo hacía
mL asaitaba una montaña de lógica humana' Comen-
.ó, p"ut, a argüir algo en resquesta a Ia pregunta,
ouró C"tit"rin-e me lnterrumpió:
-Juan,
tú estás
i"át"tt¿o de concebir al cristiánismo a través de tu
mente; y esto no Puede ser.
Aquí estaba de nuevo. Ella continuó: -_Una de
las Características del cristianismo es que uno .no
luede ir a él a través del intelecto' Tú debes estar
áispuesto primero a experimentarlo, a hacer algo
oud
"o
comprendas, y, por una extraña para-doja'
i""i¿ii
""iá"?ut
lletía" á menudo la comprensió-n de
todo. Y esto es prec-isamente lo que espero hoy de ti:
;;; .i" .o-pt"tt¿"r, aún sin conocer el porqué, le
digas que sí a Cristo.
r
HABLAN EN OTRAS LENGUAS
Reinó un sileneio absoluto en la sala. Yo tenía mis
reservas sobre el particular. Pero al mismo tiempo
se apoderó de mí un intenso deseo de hacer precisa-
rye-ntg. lo que Catherine me sugería. La piincipal
objeción que tenía la deelaré con toda franqueza:
-no
me parecía justo que después de años de haber sido
r"emiso, en tiempo de bonanza, ahora que me encon-
traba enfermo de cáncer y que estaba entre la espada
y la pared, fuese a pedir ayuda desesperadamente.
-Me
siento como un hipócrita
-dije.
-Juan -me
dijo Catherine- esto es orgullo. Tú
quieres ir a Dios por tu propio camino; cüando tú
quieras; como tú quieras . . . Quizá Dios quiere que
vengas a él así como estás.
Continuamos conversando por una media hora más,
y cuando nos fuimos aún no había decidido dar el
paso que se consideraba fundamental. Sin embargo,
unos pocos momentos más tarde, precisamente cuan-
tnldo nuestro automóvil iba pasando un cierto poste de
--rteléfono de la carretera de Millrvood, en Chappaqua,
un poste que puedo identificarlo desde aquel día, me
volví hacia Tib y le dije en voz alta:
-¿Esto
es lo
que llaman un "salto de fe" ? Ifuy bien, ahora estoy
dando ese salto. Creo que Jesucristo es lealmente Dios.
Fue una declaración razonada, desprovista de todo
emocionalismo; pefo con la conciencia de que todo mi
ser estaba envuelto en dicha declaración.
Todas las ciistintas facetas de mi autoconciencia,
que comúnmente llamamos yo, parecían estar en-
vueltas en esta decisión. Es sororendente cuánto me
afectaba; cómo luchaba por subsistir, de modo que
experirnenté en verdad una clase real de muerte.
Pero cuando ai final ese "algo" murió y quedó quieto,
brotó mi sencilla declaración de fe; luego había lugar
en mí para algo nuevo y completamente misterioso.
La pr:imera cosa que me dio ia pauta de que había
algo extraño €n mí, fue un acontecimiento no muy
elegante, que digamos. lJn poco antes de la operación
vino una bonita enfermera a ponerme una inyección.
Er, su,m
Desde mis días en el ejército tenía horror a las inyec-
.ió"ét, fueran éstas puestas por en-fermeras bonitas
o
"o.
pu.o en esta oéasión no sentí temor alguno'
-Muy
bien; dése vuelta
-me
dijo ella en su tono
profesional. Pero cuando hubo terminado, su. tono
óá-¡iO'
-¡Qué
bien ! Tiene los músculos relajados'
Parece que está aquí de vacaciones.
No fue sino hasta que ella se hubo ido que me di
cuenta cuán real y curioso era aquello. ¡Estaba pro-
iunda y verdaderámente relajado ! Y allí, en mi cama
¿"i- ñoÉpital, comencé a sospechar .que algo notable
nt. etta¡u sucediendo' Era iomo si en alguna parte
.áótótu e indefinida de rni ser supiera que no imporia
cómo saliera la operación, todo era sóio una incon-
r-eniencia en una existencia ajena y completamente
ináépendiente de hospitales, cirujanos' enfermedad
¡- recuperaeión.
{Jn poco más tarde vinieron unos camilleros' .Me¡r,
sacaron de la cama y me pusieron-sobre una camllla'l^-
I,:n-*ucr""do los roÁtros de estos hombres inclinados
fru"i* *i; una rajadura en el cielorraso pasó rápida-
.*"i. pór sobré nosotros; la luz fluorescente del
iióá".oi que no funcionaba bien parpadeando conti-
nuum"nte. Después ünas luces que brillab¿n sobre
rr:.i-- ca.beza, y el iostro del Dr. Catlin que apareció con
ü" áápelo'ierde. Le sonreí y élhizo otro tanto pre-
guntándome si Ya estaba listo'
-Listo
Y esPerando.
Me apiicaron otra inyección y me.pareció que tan
sól,o unós instantes desbués dejperté en una habita-
.iá" ái.tinta. Era de noche. lt-a¡ia ido a la sala de
;;;;";i"".¡ á las ocho de la mañana' ¿ Por qué había
;5üj";-ü;to'iiu*pot Tenía unas sondas colocadas
;r*b". l;dos de^mi pecho y de una herida €n Irri
;"ü;"t". C"i., de micama álgnn aparato zumbaba
-v borbotaba.
;Y qué dolor ! El peor que yo había sentido er'
-i uiü- nspécialmenie
"tt
el pecho' donde estabar'
puestas las sondas.
7
t
H¡,SI,A,N EN oTRAs LENGUAS
Una enfermera, viendo que había despertado, se
acercó y me tomó el pulso. Traté de hablar y no pude.
Le señalé inquisitivamente las sondas.
-El
doctor lo verá mañana en la mañana. Trate
de dormir un poco.
Hubiera querido poder decir después de haber dado
el salto de fe que aquellas horas en el pabellón de
recuperación fueron un triunfo del alma sobre el
cuerpo: pero no fue así. El dolor me desmoralizó
completamente. Algo había ido mal en la sala de
operaciones y yo no tenía suficiente experiencia en
la vida cristiana como para no preocuparme tanto.
A la mañana siguiente desperté en otra habitación.
Sin embargo fui paulatinamente recomponiendo la
imagen de mi antiguo cuarto. Las sondas estaban
allí todavía, en mi pecho y en mi garganta; y el apa-
rato cerca de mi cama aún zumbaba y borbotaba.
Pero al menos conseguí un poco de información. El
Dr. Catlin vino a verme. Se inclinó sobre mi cama
lzly en semi-inconsciencia conseguí descifrar algunas
rfrases:
-Ahora
usted está mejor. Hubo un poco de
dificultades en la sala de operaciones. Colapso pul-
monar. Traqueotomía. Pero el mal de su cuello ya
pasó. Descanse ahora.
Estuve aún otro día tendido semi-inconsciente por
efectos de las drogas, despabilado ocasionalmente por
la visita de mi esposa, de mi madre o del doctor.
Hacia el fin del segrindo día me di cuenta de la pre-
sene.ia de otlos nacientes en la habitación. Uno de
ellos, ¡-a de cierta edad, tetría bastantes dificultades
por ia tos. El otro. un poco más joven, recién había
Ilegado al pabellón de lecuperación y se le veía dolo-
rido.
Aquella noche, por primera vez después de mi
operación, estur.e en condiciones de pensar en orar.
Traté, pues, de hablar a este Cristo a quien había
conocido, pero era como hablar al aire. En ningún
momento tuve la sensación de estar hablando con
alguien. Estaba apenado por mis compañeros de
cuarto; el muchacho doiorido y el otro hombre con
su tos. Traté de orar por ellos, pero no pasó nada.
El salro
Después de un momento me dormí, consciente más
qu. d" ninguna otra cosa, de que cada uno de los que
:stábamos en aquella habitación nos encontrábamos
nruy solos.
A eso de la medianoche me desperté. Me hallaba
.uri..tu-"nte lúcido, sin ese estado de somnolencia
iue habiiualmente sigue al sueño' Una pálida luz'
-legaba del hall y de las ventanas. Una enfermera
¡rlü-r¿ ia puer:ta cón sus zapatos de ggma' Mis vecinos
;.;J"; despiertos; uno tósiendo, el otro quejándose
sua¡emente.
o sé cómo llegué a darme cuenta de la luz' Estaba
,lri, cla"a y nítidá. Era diferente de la luz que venía
¿.i'frrit y áe la veniana. No parecía teler en realidad
,n, iu""t" de origen definlda. Había en ella, sin
;ñ;tc"; algo nota*ble: Tenía un centro de irradia-
;il;.
^?;
"ti"tu
admirado pero no temeroso' Por el
.olituilo, tenía un sentido cle reconocimiento de ella'
;;i';;;Li estuviera frente a un amigo de la infan-.
;;;,-; q"i;n pude ;;;;¿;; "
pesar"de estar mur'113
cambiado.
-¿
Jesús ?
-dije'filuz se movió un poco. Realmente-no se movió;
lai'o d" pronto estuvo más cerca de mÍ sin moverse
i.'.*-lrü*t. Pensé por un momento que el dolor se
.r. frá¡ill¿o, pero tto fu" así' Sin embargo a-lgo había
,:rcurrido en este encuentro' Era como si de pronto
f.i Ul.tu recuperado todo mi vigor'
Mis compañeros de pieza estaban todavía tosiendo
..' ouejándose.
-Jesús -dije
moviendo apenas mls
i"üi;;:. ¿P;¿rias avudar a"aquel muchacho? Laluz
i- ." *oitló de mi lado pero en- un instante estuvo
"i
tuao de ia cama de mi dolorido vecino' Un corto
::bil;-..-tiegó de allÍ para luego quedar todo en
silencio.
-¿.
Y mi otro amigo ?
Li lu, estuvo inmediatamente cerca de mi otlo
t.átto, quien en ese momento se hallaba en un acceso
¿" lo.. La tos cesó. El anciano se dio vuelta eu la
.u-á a".prés de dar un profundo suspii'o'
/
HABLAN EN oTRAS LENGUAS
Y la luz se fue:
Levanté la cabeza cuanto pude examinando el cuar-
to pero tarr sólo se veía la amarillenta luz del hali y
de la ventan a. La enfermera pasó de nuevo. Afuerá,
en la noehe, se escuchó el bocinazo de algún coche.
Fl aparato al lado de mi cama seguía zumbando y
borbotando. Todas las cosas estaban tal cual. Excep-
to que aquí acostado en el Hospital Memorial con mi
cabeza, cuelio y pecho vendados, y con un dolor que
aún me mortificaba, fui lieno con una sensación de
bienestar, tal como nunca había conocido antes. Por
largo tiempo lloré de gozo.
Permanecí despierto hasta ei alba pensando que
quizá la luz volviera, mientras que mis amigos dor-
mían plácidamente. Cuando la enfelmera vino por
la mañana con el termómetro, me encontró despierto.
-Parece
deseansado
-me
diio.
"_Lo estoy re¿lmente.
,
^
| Se volvió hacia mis compañeros.
-¡ Qué bien I Fa-
'* li'€ce que ellos están dormidos todar'ía. Creo que haré
esta habitación más tarde.
Salí del Hospital una semarla antes de Io que
el Dr. Catlin había nredicho: talr r'ánidamente me
mejoré.
Por varios días después de habel vuelto del Hospi-
tal traté de decir a Tib lo que me había pasado en
e} Hospitai. Pelo pala. mi desconcierto cada vez que
abría la boca pai'a comenzal sucedía la rnisma cosa:
Sentía que se me llenaban los ojos de iágrimas y sabía
que de pronunciar una sola palabra más, me hubiera
puesto a llorar como un niño. Solamente cuando me
propuse que Tib tenía que conocer mi experiencia,
con lágrimas o no, fue que pude por fin dominarme.
-¿
Piensas que fue un srieño ?
-le
pregunté cuando
estuve un poco más calmado.
-|rie
g¡s6 que un sueño pudiera afectarte de tal
manera.
-Ni
yo tampoco.
Había otras dos personas a quienes debía hacer oír
Er, s¡lro
.e historia: Len y Catherine LeSourd' Les advertí
:l:á tendría dificuitades en relatarles la experiencia,
.Ñ.tt¿o, a pesar de- ello, que el fenómeno hablaría
.;: ;i.oio.
^Co*"ncé, pues' a contarles lo sucedido,
;;;";"-;; la mitad de una irase sentí un nudo en la
ial'ganta.
-Ya
ven lo que les espera
-dije
tratando de
:'eírme de-mi propia eonfu¡ión. Pero Len me dijo:
-i;i;;,
esas lágrimas hacen el asunto más real para
"liqué
ninguniotra cosa. No te preocupes por ellas'
De modo que así 1o hice.
-¿
Y has visto la luz de nuevo ?
-preguntó
Cathe-
rlne entre tanto.
-No.
-No
creo que tampoco debieras esperarlo
-dijo*'Esta clase clé encuentro personal con Cristo suele
-.uceder tan sólo una vez. A mí me pasó algo muy
semejante. Con Len, por el contrario, fue completa-
-.á"t". distinto. Pero ló que impresiona tremendamen- ¡tt
ie. es ese cierto reconocimiento de Cristo' no lmporta r
c,imo nos liegue.
Y entonces Catherine me dijo aigo interesante' Fue
una especie cle profecía:
-Estoy
contenta de que nos
ro hayás contado. Te ayudará a- fijarlo en tu memo-
i;;,;"art ói tie*po cuanclo el hecho no te parezca real'
Y sonriendo un poco melancólicamente agregó:
-Quisiera
poder sentirme siemplq como tú te sientes
"ná'rlr.
Creó que no ocurre así. Una vez que perde-
;;;;i; frescur-a dei primer encuentro' debemos andar
por- fe.
l'Ie tomó un cierto tiempo llegar a captar el sentido
de io que me quiso decir' En esos moment:s' y hasta
unas semanas mas tarde, viví bajo la influencia de
uq;"1
"n"r"ntro.
Cuando finalmente llegó el informe
t=á1.á, ié.ultó alentador saber que el cáncer había
.iJo
"óuttulizado
por completo. Pero para. mi sor-
presa el asunto no me preocupó demasiado' Algo más
üñ't;;t; u.tubu ocupando mi mente: , Quería lles'at'
;'¿;'o-ü;"; C;i*6, con quien va me había encontrado'
H¿,SLA,¡,I EN orRAS LENcuAs
Por un tiempo me fue fácil, pensando a menudo
en é1. En efecto, ocurría casi autómáticamente. Leer
la Bibiia resultó una experiencia notable y nuevá para
mí. Podía entender mu¿has de las cosas que por iárgo
tiempo fueron enigmáticas. El hecho, por-ejemplo,
de cómo Jesús había reclutado a sus discípulos con
sólo decirles:
-Sígueme.
Fue fácil aceptarlo. Aquella presencia que yo había
sentido era algo que uno hubiera sesuido hasla el fin
del mundo. Los relatos de las curaciones eran hechos
similares a los que yo había contemplado aquella
noche en el Hospital. La declaración de Juan de
que "Dios es amor" llegó a ser para mí una vívida
descripción, más que la simple enunciacién de un
principio.
Pero a medida que pasaban las semanas y los meses,
la frescura de la ex$eriencia fue menguándo. Des-
pués de un tiempo no fue tan fácil tomar la Biblia;
.'.lel ir a la Iglesia fue convirtiéndose en una rutina, y
^'lun día visitando a un amigo internado en el Hospital,
le "recité" la experiencia en una forma completamen-
te mecánica. Aquello, más que ninguna otra cosa, me
convenció de que yo tenía un mel'o recuerdo, más que
una realidad experimentai.
¿Qué había pasado con lo que en un tiempo tuve?
Me sentía un poco como los discípulos que después de
haber caniinado con Jesús por un tiempo, repentina-
mente él se retira. Tenía una profunda tristeza y un
ferviente anheio de r-olver a estar en contacto con él;
pero como Catherine había predicho, ahora no podía
hacer otra cosa que andar por fe.
Conversando con otros creyentes me di cuent¿ de
que ésta ela una experiencia muy común. Había pe-
ríodos subiimes, cuando la presencia del Señor era
sentida inconfundiblemente; para luego pasar lenta-
mente hacia una posición opuesta. Había breves mo-
mentos de intenso amor, de gozo y de profun da paz;
un período de real santidad, cuando sin luchas ni
esfuerzo alguno por conseguirlo, se era paciente, bon-
LA EXTRAñA HIsroRiA ns Hlgll-o BReoesoN
iacloso, amable. Fiabía momentos de fructuosidad y
rlomer'ltos de seca estet'ilid¿d. ¿Deiría ser siempi'e
a-.Í? iDebían los creyentes vivil sólo de lecuerdos?
Yo terlía mis dudas sobre ello. i-os lecuel'dos se lracen
'!'¿gos y confusos.
Por fin, al cabo de utr año del encuentro en el Hos-
¡,:tal, enconti'é a un hombi'e que me relató ttna extt'a-
i¿ historia. Me llamó la atención pot' 1o singular.
^{unque fi'ancamente no imaginé siquiera que fnela
ia contestación a mis interrogantes.
Clrirui,o II
LA EXTRAÑA IIISTORIA DE
HARATD BREDESEN
La plimera referencia que tuve de Harald Bredesen
rue pór intermedio cle la señora Norman V. de Peale,
co-editora con su esposo, de la revisia Gttídeposts'
É.t¿Uu-u* teniendo ia habitual leunión de los lunes
por la noche cuando ella llegó casi sin aliento'
-Lamento
haber llegado' tarde
-se
excusó' Y
mientt'as se quitaba el abrigo continuó:
-Acabo
de
aimorzar, acompañada de mi esposo, con un señor que
me ha ciejado pasmada y alavez pensativa'
Yo habÍa trakrajado con Ruth Peale pol espacio Ce
uno. Álé, áRos. Todos los integrantes dei cuelpo cie
r=¿"."iOn valorábamos sus cuaüdades de equilibrio r
üuén ctitet'io. 'Ienía la vil:tud de traernos a la tierla
éuat'tdo tluesttJos pensamientos el'an dernasiados abs-
iüctos o soñador'-es. Recalct-r este pttnto por io e>:t]'a-
;;¡; ia histc¡ria que Ruth nos contó aquella noci:*'
Rlsultaba eu efectó, tan extraña qtie si hubiei'a r-el'i-
lrt
r HABLAN EN oTRAs LENGUAS
do de otra persona, es muy probable que la hubiera
rechazado de plano.
-¿Han
escuchado alguna vezla expresién "hablar
en ienguas" ?
-preguntó.La mayoría de nosotros tenía una vaga idea de lo
que aquello significaba. "Es una frase de la Biblia",
pense.
-r'Si
yo hablase lenguas humanas y angélicas . . . "
¿A esto se refiere?
-pregunté.
-Esa
es una de ias referencias
-contestó
Ruth-.
El hablar en lenguas se menciona en los evangelios, y
San Pablo habla de ello en diferentes lugares. Peró
en su mayor parte las referencias figuran en el libro
de los Hechos. Aparentemente el hablar en lenguas
ocupó un lugar preponderante en la Iglesia Primitiva.
Bien, el hecho es que mi huésped me dijo que él había
tenido esta experiencia y algunos de sus amigos tam-
. bién. Mi esposo y yo estuvimos cautivados por más
r8ltle dos holas escuchando sus relatos cle personas que
'en todo el paÍs han tenido experiencias similares.
Apalentemente "las lenguas" son a veces idiomas rea-
les perfectamente comprensibies, aunque el que lo
habla no lo hubiele aprendido jamás y no tiene la
menof idea de lo que está diciendo. Esto parece una
locul'a. ¿. verclad ? Sin eml:argo ha¡- algo en este hom-
bre . . . Hizo una pausa.
-gusns,
me gustaría saber
aigo más acet'ca del asunto.
Después cie la i'eunión le dije a Ruth que deseaba
tenel una entler-ista con el que hablaba en lenguas.
Pensé clne tal r'ez pudiela sei' tema pala una nota
intelesante. Pelo cuanto más consicieraba el tema,
tanto más me dal:a cnenta de que ela demasiado am-
plio como pala encalar'lo en un solo artículo de una
revista.
Harald Bledesen es un ministro oi'denado, pastor
de ia Primera Iglesia Reformada de Mount Vernon,
New York. De más o menos mi edad, es decir de
unos cuarenta años. Usa indumentaria de clérigo, y
tiene un entusiasmo contagioso. Bredesen y yo almor-
Lt nxtnlñ¡ HIsToRIA DE HARALD BREDESEN
;¿mos juntos en un restaurante cercano a rni oficina,
i- mientras tomábamos café, me contó una historia
fabulosa.
Lnos pocos años antes, Bredesen, aunque partici-
iante plenamente identificado con su denominación,
-<e caracterrzó pot ser un no conformista declarado,
Le parecía que aquella vida religiosa que llevaba le
j¿ltaba vitalidad, especialmente cuando la comparaba
a ,as experiencias de ios los cristianos de los primeros
sigios.
-Ha]:ía
ánimo, movimiento en la vida de la Igiesia
¡rimitiva -dijo
Bredesen-. La Iglesia de hoy ya
::ace mucho tiempo que ha perdido esto. Puede estar
segulo de que tengo razón. Si no dígame ¿dónde
e-rián las vidas cambiadas? ¿Dónde las sanidades?
;. Dónde los fieles que aún estén dispuestos al marti-
lio por Cristo?
Por las noches, en su hogar, Bredesen había co-
ltenzado a leer las referencias bíblicas sobre iosllg
¿c'rntecimientos de ia lglesia Primitiva con estos inte-'
ll'ogantes "in mente" y casi instantáneamente creyó
:€ner'la clave del asunto. Cuanto más leía tanto más
se convencía de que los primeros cl'istianos habían
recibido su vitalidad del Espíritu Santo, y más expre-
samente, de una experiencia denominada en el Nuevo
Testamento como "bautismo en el Espíritu Santo"'
Bredesen se propuso L,uscar esta experiencia y para
eilo se tomó unas vacaciones. Se fue a las montañas,
:- ailí, en una cabaña solitaria, comenzó a orar ince-
-.antemente. Decidió no salir de aquei lugar hasta
tanto hubiera alcanzado un nuevo nivel de comunión
con Dios. Día y noche lo pasó velando en oración.
Por fin una mañana mientras estaba fttera de la
cEbaña orando en alta voz, una quietud enorme pare-
ció descender sobre é1. Toclas las fibras de su cuerpo
se pusieron tensas, como si todo su ser esttlviera en
uir nu",'o plano de entendimiento. Permaneció en si-
lencio poi un momento y cuando comerizó a hablar
nuevamente, Io hizo de un modo tal, que deseo cou-
t
,7
I
I
t
I
H¡,SI,A.N EN oTRAS LENGUAS
signar los mismos términos en que él me lo relató
aquel día:
". . . Fue el más hermoso brotar de vocablos y con-
sonantes, como también de algunas sílabas extrañas.
sílabas guturales. No podía reconocer nada de lo que
estaba diciendo. Me daba la impresión de estar escu-
chando hablar en un idioma extranjero, sólo que era
pronunciado por mis propios labios".
Sorprendido, picado por la curiosidad, y aún un
poco iemeroso, Bredesen comenzó a bajar del cerrcr
hablando en voz alta en ese extraño idioma. Así llegó
hasta un villorrio. Se detuvo frente a una cabaña
donde había un anciano, mientras continuaba habian-
do en ese idioma que tan fácilmente fluía de sus labios'
El anciano le contestó, hablando r'ápidamente en un
idioma que Bredesen no conocía. Cuando el anciano
se dio cuenta de ello, le dijo en inglés:
-¿
Cómo puede usted hablar en polaco y no en-
tenderlo ?
I
zt,l
-¿Estaba
hablando en polaco?
El anciano se rió pensando que Bredesen ie estaba
bromeando.
-Por
supuesto que era polaco
-afirmó.Pelo Bredesen no estaba bromeando. Y hasta don-
de él recordaba, nunca antes había oído hablar en
aquel idioma.
Aún estaban resonando sus palabi'as en la relación
de estos acontecimientos, cnancio pasó a relatarme
una segunda experiencia que tnvo. Esta ¡ez en el hall
de un hotel en ^*ueva Yolk. Estaba asistiendo a una
reunión matutina ¡' había dejado su sombrero sobre
una silia precisamente en el hall. Cuando llegó la
hora de ilse, encontr'ó 1¿ silla ocupada, no por su
sombrelo, sino por una hermosa señorita.
Pol aquel entonces Bledesen era soltero y su natu-
i'al caballerosidad le ller'ó a extender la conversación
niás ailá del formaiismo habitual. La señolita notó
el atuendo clerical de su interlocutor y a poco ambos
estaban erifrascados en una animada conversación
sobre religión. Después de unos minutos Ia joven se
expresaba espontáneamente en cuanto a Ia insatisfac-
L¡, nxrnAñ.t HIST0RIA DE HARALD Bnponsux
c:,in de su propia vida religiosa. Bredesen le mani-
iestó que él también había notado esa falta, pero que
:abía
-encontrado
una nueva dimensión en su vida
iesocional por el hablar en lenguas.
-¿Por
el hablar en qué?
-preguntó
ella.
-Por
el hablar en lenguas; es decir en el idioma
:ie Dios le dé a uno
-le
dijo Bredesen y continuó
r:elatándole algo de su propia experiencia.
La joven le miraba entre asombrada y
-¿.
Puede hablar usted en estas lenguas en
:,omento que 10 desee?
-le Preguntó.
-Las
lenguas son dadas Para orar.
-S¡sn6, ¿puede usted orar en lenguas
i:;iere ?
-Sí, ¿ quiere que 1o haga ahora ?
La chica miró alrededor alarmada.
-No
quisiera incomodarla *dijo Bredesen al
:iempo que inclinaba levemente su cabeza, para luego
ie una corta oración en silencio, comenzar a pronun-.
ciar palabras que para él eran ininteligibles. ,Los lzt
sonid-os fueron entrecortados y llenos de los sonidosl
re I, ka. Cuando terminó y abrió los ojos, vio que
el iostro de la chica estaba demudado'
-¡Pero...
pero... Yo le entiendo' Usted está
¿labando a Dioi. Estuvo hablando en antiguo dialec-
lo árabe !
-¿Cómo
lo sabe?
-preguntó
Bredesen.
Supo entonces que ella era hija de un egiptólogo'
rue ella misma dominaba varios idiomas árabes mo-
'j.tnos y que también había estudiado árabe antiguo'
-IJsted
tiene una pronunciación perfecta
-dijoe11a-. ¿Dónde aprendió a hablar árabe antiguo?
Bredesen sacudió la cabeza negativamente.
-l,Iunca
aprendí tal cosa. Ni siquiera sabía que
existía un idioma semejante'
Mi entrevista con Bredesen me deió más perplejo
que ilustrado. Seguramente que habría alguna 9"Pii-
cación lógica pará todas las historias que me había
contado. De otro modo lo que él pretendía decir ela
que aquellas experiencias habían sido vei'daderos m:-
escéptica.
cualquier
euando
r
t
H¿nu,N EN orRAS LENcUAS
lagros, lo cual no coineidía con nada de lo que yo
conocía en el.mundo.
Bredesen me dijo que después de su experiencia
había descubierto que había en el cristianismo una
corriente que se destacó por el hablar en lenguas.
Estos fueron los Pentecostales quienes tornaron su
nombre precisamente del Pentecostés, cuando por vez
primera se registró el fenómeno de ias lenguas. Y
aunque había oído hablar de eilos antes, nunca ies
prestó mayor atención por considerarlos una secta
más, en la periferia del cristianismo.
¡Pero qué secta ! En la biblioteca me informé de
que hay unos 8.500.000 pentecostales en el mundo,
más de dos millones de ellos en ios Estados Unidos.
Solamente en Nueva York hay unas 350 Iglesias y
misiones pentecostales, la mayoría de ellas pequeñas
asambleas que se congregan en locales en los sectores
más pobres de la ciudad.
I
221
-Es
curioso cómo pude haber trabaiado en una'revista
interdenominacional durante tantos años y
nunca haber asistido a una Iglesia Pentecostal
-ledije a Tib mienti'as cenábamos aquella noche. Allí
mismo decidimos cambiar aquella situación. Brede-
sen me había dicho que la Rock Church, en el sector
este, tenía l'euniones todos los martes por la tarde.
Ei martes de la semana siguiente Tib se buscó una
niñera 1' vino a verrne en el centlo.
Hacía mucho fr'ío cuando nos bajamos del taxi en
ia esquina Ce calle 62 ¡' la Tercera Avenida. Es un
barrio interesante. Había sido uno de los vecindarios
más pobres de Nuer-a York hasta que, al ser quitado
el felrocarril elevado, comenzó a evolucionar. Ahora,
en un estado de transición, estaba llegando a ser uno
de los sectores más alistocráticos de la eiudad. El
viejo negocio de compra-l'enta de muebles, ahora ven-
día antigüedades. La sucia y pequeña ferretería se
había convertido en un brillante bazar de categoría.
Un anciano empujaba por Ia calle un carrito lleno
de trapos y de botellas vacías mientras que por la
L¡, nxrRAÑI HIST0RIA on HA'R¿.IN BREDESEN
;aela una dama paseaba tres perros de raza, abriga-
i -,s con chaleeos de lana.
La lglesia, que en alguna ocasión había sido una
:'=:idencia particular, era un edificio de ladrillos blan-
: -s: su interior estaba pintado de celeste. Detrás dei
: -,r'o, ventiladores de aspiración trataban valiente-,
::-¿nte de mantener el aire fresco. Esta no era dis-
:-lta a una docena de Iglesias que ya conocí4, excepto
:,- i' una cosa: estaba tan ilena de gente que era un
:'¿l'dadero problema conseguir asiento.
-Nunca
vi nada igual en un día martes por la
:¿r'de
-susurró
Tib.
Por fin pudimos conseguir asiento atrás de todo;
: - s ubicamos y comenzamos a observar. Todos los
s:útores sociales estaban representados en la congre-
;arión, mucho más de lo que se ve en muchas iglesia's.
-{abía algunos tapados de piel como también ropa de
::,.bajo, Vi asimismo algunos uniformes; varios per-
:=i,ecían a enfermeras de un hospital vecino, algunas¡rt
:alecían ser niñeras, quienes una hora antes qutzál -
i-al¡ían estado llevando al parque un cochecito de
:¿iré. Había un chofer con uniforme. Quizá uno de
:;da cinco de los presentes era hombre de color.
 o podría decir si la reunión había comenzado o
:--,. Lá congregación estaba expectante y anhelosa,
¡-inque sin embargo no parecía que hubiera uno que
:.rigiera la reunión, ni un orden preestablecido de
¿iofación. De pronto una mujer sentada unas fi-
-¿s más adelante que la nuestra, se levantó y habló
=n alta voz. "¡ Bendito Jesús !", dijo casi cantando,
'.' de todas partes del recinto llegaron algunas mani-
:¿staciones de aprobación. La mujer de color que se
:.allaba a nuestro lado, había estado sentada con su
lostro levantado y sus ojos fuertemente apretados.
-{hora sus manos se elevaban despacio por sobre su
cabeza, con las palmas hacia arriba, colrlo si estuviera
recibiendo una bendición desde el aire. Inmediata-
:lente los brazos de toda la congregación comenzaton
a le'n'antarse en idéntico gesto de recibir. Desde ei
:tro lado del salón se elevó una voz de hombre;
HABLAN EN 0TRAS LENGUAS
"Gloria a Dios."
Desde el punto de vista de la psicología de las
masas aquello me cautivaba. Había oído ya sobre lo
que era una mentalidad colectiva' pero no creía hast¿
que llegamos allí, que tal cosa existiera' Había un
indefinible lazo de unión, una casi palpable comuni-
cación, entre ios distintos seres humanos que había
en aquel salón. EI orden era algo vívido, orgánico'
no una respuesta a reglas o a la dirección de una
persona, sino a un impulso interior, como las células
de un organismo trabajando unánimemente'
De vez en cuando alguno de la congregacién se
levatrtaba de su asiento, se dirigía hacia adelante y
desaparecía en un segundo salón situado detrás de
la plátaforma" Me llamó la atención la sencillez y la
libertad con que lo hacían, e inclinándome sobre
Tib le pregunté si no quería acompañarme a ir tam-
bién ailí.
z4l -Vamos -me
dijo'
' Entramos en un pequeño salón alfombrado. Había
sillas colocadas alrededor de la habitación. Era todo
el mobiiiario que tenía. Diez o doce de aquellas silias
estaban siendo utilizadas, pero no precisamente como
tales. Cada tlna er¿ un altar privado, con el adorador
arrodiilado ante ella, usando el asiento sólo para apo-
yar los brazos. Así, y por no quedarnos allí parados
como simpies mirones, nos arrodillamos nosotros tam-
bién. Fué un gesto innecesario' Los que estaban alií
orando no adr:ertían nuestra presencia en absoluto'
Oraban ell lLrz baja i' ocasionalmente oía la-palabra
"Jesús". Pero escuchancio atentamente me di cuenta
de que la ma¡'orÍa del grupo !o orakra en inglés'
Extiañas conüinaciones de sonidos y de ritmos idio-
máticos no familiai'es se elevaban alrededor nuestr:o'
Parecía que olaban individualmente, sin- embargo,
había un ienrido de adoración colectiva' El rumor de
las o¡aciones subía y bajaba alternadamente'
-Esto
clebe ser el "orar en lenguas" --le susurré
a Tib.
La rxrneñt HrsroRrA nn H¡n¡¡n BREDESEN
Permanecimos en la pequeña habitación por unos
iuince minutos. Al final de los primeros cinco, co-
:lencé a sentir, a través de la delgada alfombra, ei
iuro piso que ya casi lastimaba mis rodillas. Sin
:mbargo, los otros seguían orando indiferentes a la
.rcomodidad.
De pronto, como obedeciendo a una indicación, las
'.'oces call¿ron a la vez.
Levanté la vista. Nadie había entrado en la habi-
:ación. No había ningún estímulo visible que afec-
*,zt-D, 2, todos por igual; sin embargo el grupo como
';n solo hombre, había cesado de orar. Una anciana
se levantó y salió sin decir una palabra. lIn hombre
:izo otro tanto. Uno a uno todos fueron dirigiéndose
al santuario nuevamente. Nosotros salimos también
a ocupar nuestros asientos, contentos de haber dejado
:uestros himnarios reservando el lugar.
En ese momento una mujer alta y delgada se ponía ¡o-
:e pie y anunciaba el número de un himno. Y ¡qué l'"
:antar fue aquel ! Como si el salón entero hubiera
=rplotado. El corpuiento señor dé mi izquierda can-
:aba como si toda la reputación de la iglesia depen-
iiera de él solo. Cantaba el bajo, pero no exactamente
:onforme a la partitura, sino con un tono propio
;ue sin embargo armonizaba perfectamente. La mu-
;er que se hallaba ¿ mi derecha estaba completamente
:ransportada. Con sus ojos cerrados, eantaba y se
lalanceaba, abstraída completamente por la música.
Esta parte me gustó aun a pesar del emocionaiis-
no. Cuando llegamos ai himno "Seguridad Bendita"
i digo llegamos, porque a esta altura de l¿s cosas Tib
.,- 1'o estábamos cantando tan fuerte como cuaiquier
;tro), sucedió algo que jamás había visto antes. El
lirector de canto hizo repetir el coro. Lo cantamos
üna y olta vez:
"Esta es mi historia
Esta es mi canción
Todo el día Io paso alabando a mi Señor".
Htgl,rl.{ EN orRAS LENGUAS
La repetición en lugar de resultar algo monótona,
tenía un efecto acumulativo de entusiasmo y una cua-
lidad embriagante.
De pronto en medio del canto comenzaron a
palmear. Pero no era un palmoteo sin sentido, sino
un ritmo que a ratos iba en doble tiempo, a ratos en
medio tiempo, admirablemente sincopado y armoni-
zado con la música. Esto era demasiado extraño para
nosotros y no nos plegamos, pero noté clue el zapato
derecho de Tib era tan pentecostal como cualquiera
de los que estaban allí.
El canto no cesó de pronto, sino que se fue apagan-
do poco a poco. De repente en alguna parte del salón
un hombre comenzó a hablar fuertemente en un idio-
ma que yo no conocía. Costumbres atávicas acumu-
ladas en mí durante generaciones, me hicieron tem-
blar ante un tono devoz más propio de un estadio de
.fútbol que de una Iglesia. Sin embargo nadie pareció
26ldar importancia al hecho. Ün silencio tremendo cayó
'sobre La congregación. Cuando el hombre terminó,
el silencio persistió. La congregación estaba expec-
tante, como aguardando algo más aún. Y entonces
descle otro sitio se oyó una segunda voz. EI hombre
estaba hablando en inglés, pero lo hacía en el mismo
tono alto, rápido y extático que el que habló en len-
guas. Estaba dando una exhortación a ". . . esp,erar
grandes cosas en estos días. Ei Señor obra podero-
Jamente". continuó la voz. "El ha dado la promesa
y él ser'á fiel en cumplirla' ' ' " Y así prosiguió por
unos momentos.
Inclinándome a mi vecino, pregunté qué pasaba.
-Es
el intér'plete
-me
dijo. Cuando llegué a estar
más versado sobre la doctrina Pentecostal, supe que
el don de interpretación es considerado a la par con
el don de lenguas, y que en realidad es considerado
un don acompañant-e, que se debe buscar con las len-
guas. Lna interpretación busca dar el contenido del
ñrensaje
"xpt.*a^do
en una iengua desconocida, difi'
riendo de üna traducción en que el intérprete no
L¿, nxrneñ¿. HrsroRrA rn Hrn¡.r,o BREDESEN
comprende más de aquella iengua que el mismo que
dio el mensaje. EI intérprqte, simplemente, siente que
a él le es dado rnisteriosamente un conocimiento de
1o que ha sido dicho en lenguas y él lo comparte con
1a congregación. Aquella tarde, como ya he dicho, no
sabía nada de todo esto. Pero sí me di cuenta, que
cuando alguien hablaba en lenguas Io suficientemente
fuerte como para ser oído por la congregación (y esto
sucedió en tres oportunidades), alguien se levantaba
enseguida y hablaba en inglés.
El sermón de aquella tarde duró cuarenta minutos.
El texto en el cual estuvo basado fue el de Moisés
cruzando el mar Rojo. Fue un sermón común, excep-
to en una cosa: el predicador mantenía un contacto
con la congregación que era más de lo que yo estaba
acostumbrado a ver. Sus afirmaciones eran puntua-
,izadas por los oyentes con muestras de aprobación
iaies como: "Sí, hermato", y "amén", y aún, "Ale-
i'Jya", lo cual nunca había oído antes, fuera de la
nrúsica de Pascua, decir en altavoz. Llevada la con-lrz
gregación a un punto culminante de su mensaje, lal-'
animó, como anteriormente lo había hecho el director
de canto, a entonar reiteradamente el himno:
"El cruzó el mar. Sí, Moisés cruzó el mar.
Las aguas se abrieron, y él lo cruzó.
Sí, Moisés cruzó el mar".
El sermón terminó. Las luces de la calle brillaban
a través de la puerta de entrada cuando la congrega-
ción llenó los pasillos del salón para ganar la salida.
Jlientras me ponía el sobretodo, me di cuenta de que
habíamos estado en la lglesia, un martes por la no-
che, por espacio de unas tres horas. Ya era tarde y
al salir, vimos nuevamente los tres perros de taza,
apurados ahora por su dama para llegar a la casa
a tomar la cena.
Al dirigirnos a casa, advertimos que las experien-
cias vividas esa tarde nos habían confundido bas-
¡ante. Las horas habían transcurrido ránidamente.
l- por el colorido y Io variado tie las acóiones, n..-
HABLAN EN OTRAS LENGUAS
parecía como si hubiéramos visitado un país extran-
jero en un día de fiesta. Pero se notaba también un
gran estímulo en todo ello. Sentí íntimamente que
allí había pasado algo grande. Al mismo tiempo me
sentí un poco confundido al pensar en la gente que
manifestaba sus emociones delante de otras perso-
nas, y enredando las cosas de una manera tan poco
urbana.
Saliendo de la Iglesia, le pregunté al predicador
de dónde sacaban ellos una forma tan particular de
adoración.
-De
la Biblia
-¡¡1s
s6¡fgstó-. De la
última parte de 1a. Corintios 14.
Aquella noche, frente al fuego de nuestra sala en
Chaópaqua, Tib y yo buscamos el pasaje. A1lí, como
sl irú¡ieia sido esciito sobre el culto de aquella noche,
leímos las palabras de Pablo:
"¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís,
cadi üno de íosótros tiene salmo, tiene doctrina, tiene
lensua, tiene revelación, tiene interpretación' Hágase
zg lto¿ó para edificación. Si habla alguno en lengua
'extlaña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno;
v ,"o interprete'- Y si no hay intérprete, calle en. la
Ígiu.i", "v
h'able para sí mismo.y para Dios ' ' ' Así
qire, hermanos, pi'ocurad profetizar' y no impidáis el
Éabiar en lenguás; pero hágase todo decentemente y
con ol'den".t
Aquella noche, clespués de clue Tib subió al dormi-
torü me senté a'solai pot utt ñromento; ia sala.estaba
up*i. alumbt'ada pol: alguna llama ocasional de la
"ñi*.n.r.
Se me ocullió- que aquel. fuego ¡e podía
compalat' ult poco con mi experiencia con el Señor:.
ardiénte por únos itlstantes, pelo decreciendo y casi
apagado en el Plesente'
¿Debía necesariamente desl'anecerse el fuego de
una experlencra espilitual ? Había -leído
el libro de
los Heóhos )' me pareció muy evidente que en. los
primér'os cliitianoi no fue así; no se habían enfriado
ón su relación con el Señor. Tampoco lo era para
éstos pentecostales adorando en su curiosa iglesita-el
martes pol la tarde. Por todo 1o raro de aquella
reunron, me parecró que esta gente estaba experi-
nentando una vívida compañía con Cristo que yo
podía comprender porque la había tenido también
',ra vez; en el Hospital. El lenguaje de ellos podría
:'esultar extraño, y sus acciones extravagantes; pero
'i uno mira más allá de sus amaneramientos, en lo
;ue dicen sus rostros, vetá gozo y verá vida.
C¡,plrulo III
SORPRENDEIYTE TESTIGO
Ai día siguiente, amaneció muy frío, nevando y l:S
:luy ventoso. A eso de Ias diez fuimos con los chicos'
¿ sacar la nieve del sendero; especialmente para el
caltero. Por alguna razón, el entusiasmo del día
enterior parecía haber pasado. Entre palada y palada
-es dije a mis chicos (Scott y Donn) algo acerca de
-a reunión a Ia cual habíamos asistido la noche ante-
:'ior. Pero para un chico de nueve años y otro de
seis, lo asombroso era que alguien hubiera ido a la
Iglesia aun cuando no fuera domingo.
Necesitaba darle algunas cartas al cartero, así que
aposté a Elizabeth, de tres años de edad, junto a la
';entana del piso bajo para que cuando lo divisal'a
:uera a avisarme al desván. La escuela de los ehicos
¿staba cerrada ese día a causa de la nieve y al escu-
charles abajo en sus juegos, de pronto tuve sensación
,le que habían tenido razón. En realidad el culto del
tlía anterior había sido absurdo. Era de mal gusto
saltar en medio de la reunión y ponerse a gi'itar. As:
como era ridículo levantar y agitar las manos en altci.
Había tenido razón en mi primera calificación: er'¿
SonpnoxonwrE TESTrco
HABLAN EN OTRAS LENGUAS
un interesante material para un estudio de psicología
colectiva.
-..-¡Ahí viene !
-con
tono de gran ernoción Eliza-
beth anunció ta llegada del cartero. B¿jé, pues, y le
entregué las cartas a la vez que él me daba también
algunas.
La primera que tomé tenía el sello de Mount Ver-
non; sabía que vendría de Harald Bredesen. Yo
estaba desilusionado con el resultado de los últimos
acontecimientos; y me encontré dejando relegada
para lo último a carta de é1. Por fin me quedó ella
sola sobre el escritorio y la abrí sin mucho entusias-
mo. Dentro había varias páginas de la revista Lif e,
con una pequeña nota al margen: "Pienso que esto
puede interesarle. H.8."
Me interesé, particularmente porque el escrito era
de alguien a quien yo conocía: el Dr. Henry Pitney
Van Dusen, por aquel entonces presidente del Union
Theological Seminary en Nueva York- Pero más aún
o.,l me interesé cuando vi el tema sobre el cual el Dr. Van
""1 Dosen había escrito: "La Tercera Fuerza en el Cris-
tianismo", y trataba en parte, de los Pentecostales"
¿Qué tendría que decir el presidente de uno de los
rnis
-grandes
e intelectuaies centros de estudios del
país, ácerca de Ia gente menos ilustrada de todas ?
te"áitté mi clesayuño y me acomodé para leer el rela-
to que el profesbr hacía de su viaje alrededor del
mundo. Há¡ia andado por más de veinte países y en
cada uno de ellos se habla entrevistado con los líderes
*át ¿é.t".aCos cle las lglesias Protestantes tradicio-
ttá1".. En todas pa]'tes encontró idéntico interés sobre
el fenómeno cie órecimiento registrado en los grupos
"no conformistas", especialmente ios Pentecostales'
-¿
Está usted. preocupado
-le
preguntó a un obis.-
po anglicano- porque este nuevo movrmrento esta
ilcanñn¿o a la
-gente
que ustedes no han alcanzado
o porque le están sacando adherentes?
-Por
ambas sss¿s
-f¡s
la respuesta.
Para cuando el Dr. Van Dusen había terminado de
recopilar los datos tomados de su viaje, habló de una
SoRPRENDENTE TESIIGo
". . . tercera y poderosa fietza del Cristianismo".
adoptando una intrépida postura junto a católicos
por un lado y protestantes por el otro, y en el mismo
centro de esa fuetza, arde el avivamiento Pentecostal.
"Hay varias fuentes de energía que han hecho de
La tercera fueyza el fenómeno religioso más extraor-
dinario de nuestro tiempo (escribió el doctor Ván
Dusen), Los grupos que lo componen predican un
mensaje eminentemente bíblico y comprensible. Por
1o general, ellos prometen una experiencia transfor-
madora en la vida, procedente del Dios viviente en
Cristo, la cual es mucho más significativa para mu-
chas personas, que la versión que se les brinda en las
Iglesia convencionales.
"Ellos abordan directamente a la gente en el hogar,
en la calle, o en cualquier otro lugar, y no esperan
meramente que las gentes asistan a la lglesia. Tienen
un gran fervor espiritual, y, aunque abarca,el aspecto
emotivo, no siempre significa que sea_excesivo. Guían l31
a los nuevos conversos a una estrecha y provechosa l--
relación con el grupo; característica de toda vital
renovación cristiana desde que el Espíritu Santo des-
cendió sobre los discípulos en Pentecostés. Recalcan
el Espíritu Santo, tan descuidado por muchos cristia-
ros tradicionales, como la inmediata y poderosa pre-
sencia de Dios en el alma del hombre y en la comunión
cristiana. Esperan, además, que sus seguidores prac-
tiquen una actividad evangelizad,ora continua.
"Hasta hace poco, otros protestantes no prestaron
mucha importancia al movimiento por considerarlo
un fenómeno pasajero. Ahora hay un serio y cre-
ciente reconocimiento de su verdadera dimensión y
plobable permanencia. La tenden-cia primitiva de
menospreciar su mensaje corno inadecuado está sien-
do reemplazado por una seria investigación de los
secretos de su poderosa propagación."'
Era una declaración notable. Deseando conocer
más sobre el asunto, le escribí al doctor Van Dusen
aquella misma tarde pidiéndole una entrevista.
HABI,AN EN OTRAS LENGUAS
Unos diez días más tarde Tib y yo fuirnos a verlo' La
visita fue particularmente significativa p-ara .rní -po.r-
que mi pah"e había enseñado en el Seminario rie ia
Únión hasta su rnuerte' Sentados en el departamento
del doctor Van Dusen en el Seminario, podía ver a
truvés clel patio la oficina que había ocupado mi
padre. Al dbbiar una esquina del edifjcio, sabía que
se encontraba el departamento que f-uera de mis pa-
á"et, ¿o"Ae por espácio de seiq-añcs habíamos traído
a núestros
-chicos-
todos los domingos. El regreso
ahora estaba poblado de recuerdos.
El Dr. Van Dusen clebía haberse dado cuenta lo
que este retrorno significaba para Tib y psra rní, pues-
to que se había toñlado el tr-abajo de prepararnos té'
Trábajo, porgue habiendo salido su esposa y. ia- sry-
;i*ü; ¿t ini**o debía ocuparse en preparar.el !g' Su
sentó ior fin frente a nosotros y probó la infusión'
-Demasiado
fuerte
-<iijo
sacudiendo 7a eabeza-,
demasiado fuerte' Voy a traer algo para coriarlo
rz I noco.
' Volvió luego a probar su té; hizo una mueca y
puso la taza en la mesa'
-¿
Utios bizcochos ?
-preguntó-.
Estoy realmen-
te coirtento de veries. Ustedes quizá sepan que estoy
nuy interesado en los pentecostales.
El Dr, 'an Duserr, nos contó luego de su viaje por
el Caribe, donde pot: vet pritlera, ya hacía algunos
años, asistió a una Iglesia Pentecostal'
-Lsted
sabe
-agregó-
ei cargo que se-meJrizo'
Pensár' que el plesiáente del Seminario de l¿ Unión
ha¡ia hecho semejante viaje al Caribe con el único
piiop¿=ito de asistii'a una reunión Pentecostal' Mons-
truoso.
Nos dijo que de estas experiencias había obtenido
atguttas
"im$resiones' La primera, singularmente
extraña:
-}Ie
sentí cómodo ailí. A pesar de las muchas,y
s.uttá". áiferencias, me sentí iealmente cómodo' .
Me
Jentí como volviendo atrás en el tiempo a una prlml-
SORPRENDENTE TESTICO
riva y vital experiencia cristiana' Creo que Pedro.
Bernabé o Pabio, se sentirían más a gusto en una
i,,uena reunión Pentecostal, que en un culto forma-
iista y ritualist¿ de la rnayoría de nuestras lglesias.
Con relación a las ienEuas, así como ilosotros, é1
::abía escuchaclo y visto, fascillado, a la gente orand-o
"en el Espír'itu".
-Me
parece
-dijo-
que esto de hablar en ieng,uas
:s en cierto sentido una terapéutica espiritual. Ltre-
:ué a i¿r conciusión de que era iiberación espiritual
nuy saludable. La gente quedaba mejor, liberada,
lelajada.
-l{unca
tuve esta experieucia
-continuó
el doctor
-an Dusen-, pero puedo cotnprender mejor aquello
cuando pienso en algunos de nuestros grandes poetas.
A menudo ellos alcanz&n un punto donde sencillamen-
:e no comunican niriguna idea inteligible. Biake, por
ejemplo, y Aden, y Gerard Manley Hopkins' Todos
ejlos han eserito frases completamente irracionales.¡oo
Este es a mi criterio el aspecto irl'acional de habiarl""
en lenguas. El corazón del hombre aleanza a veces
un punto donde las palabras
-según
el significado
del diccionario-, rro son adecuadas para expresar
rodo io que está pugnando por salir.
Me irnpresionó la seriedad con que él hizo esas
cieclaraciónes. Fero fue sin embargo, justo en ei
momento de salir, que el Dr. Van Dusen dijo alg'o
que para mí inclinó la balanza )' me .decidió defini-
tivamente a investigar todo lo relacionado con los
pentecostales.
Ya había llegado Ia hora de irnos. Tib se puso de
pie, sin embargo el Dr. Van Dusen permaneció sen-
iado; evidentemente él tenía algo más que decir'
-lIe
llegado a sentir
-dijo,
eligiendo sus paia-
bras cuidadss¿rnsnfe- que el movimientc Pentecos-
tal con su énfasis sobre el Espíritu Sarrto, no es ull
avivamiento más. Es una revolución en nuestros días'
Es una revolución cornparable con ei establecimier:':
de la Iglesia Apostólica y con la Reforma protestai::i'
HABLAN EN oTRAs LENGUAS
Me tomó un tiempo captar el sentido de estas pala-
bras. El Dr. Van Dusen estaba diciendo que este
avivamiento, representaclo en parte por la pequeña
Iglesia donde se agitaban los brazos, hablaban en
iengtias y palmeaban, que Tib y ;i'o visitamos un
mal'tes por la tarde, no era ya comparable eon la
fundación de i¿s mayoles denominaciones protestan-
tes, taies como el metodismo o el presbiterianismo.
sino que era comllal'able en cambio, eon el Protestan-
tismo y con el Catolicismo mismos. Volvimos a casa,
ia cabeza hecha un torbellino. ¿ Cómo era posible para
el Dr. r/an Dusen comparar el pentecostaiismo colr
la ftindación de la lglesia Prir¡itiva? ¿Sería esto
meramente una impresión personal? trn las semanas
siguientes leí extensamente sobre el asunto. Y fue
precisamente en estas plimeras lecturas superficiales
que descubrí cios pistas de fundamental importancia.
l,o primero que liegué a conocef era que el movi-
., ¡ntiento Pentecostal estaba más diseminado de lo que
ó*l.iamás hubiela soñado. Incluía no solamente más de
ócho millones de miembros de lglesias pentecostales;
más significativarnente incluía rin número incaicula-
ble cie pelsonas en las lglesias -fradicionales estable-
cicias, la Católica y la Protestante, quienes experi-
mentaban (en su nledio) ias mislllas manifestaciones
de uu podei.' soblenatulai e itrexplicai-rle.
Lo que en segundo tér'n'iino descubr'í fue que ei
Dr. -r-ari DLrsen no ei'a ei íinico qr-re ei'aluaba cle ese
modo ei fer.iónreu'.. FigLri'as cl¿r'es dentro de las lgle-
sias Pi'o:es:¿-i.nles I' Cai,jiicas se expresaron en idén-
tico seniiio. Hice ut,¿r iisia t'la ubiqué en un archivo
que )-a hai,ía co::iei'zado lttrjo el tema "Historias de
Lenguas" i- me lrl'oliiise ciue aigún rlía entret'istaría
a aclueiios homl:i'es.
Ei pi'o}:lema ela qile esta investigar'ión amenazaba
llevai'me nás tiempo clei que yo podía disponer. Ei
tema me fascinaba, pero en tanto, me esperaban los
encalgo-i cle las re','istas que eran los que producían
nuestlas entraclas. Sentía gue una creciente frustra'
SORPRENDENTE TESTIGO
:,"n se apoderaba de mí por estar cada vez más cons-
::ente daque había tropezado con aquella "Gran His-
:':fia" qué llega a todo escritor sólo una vez en la
-':rla, Y no podía hacer nada.
Entonces algo pasó que cambió completamente la
.t:uación. En una reunión social en la veeindad una
:.,:che, conté ia historia de Harald Bredesen hablando
:r polaco. Ilabía descubierto que era buen material
"- ai? una fiesta. Ya estallara la gente en indignación
: irilaridad, aquella historia parecía siempre interesar
a ia gente.'Péro había un hómbre en aquella re'unión
¿sa noche a quien nunca había visto antes: Samuel
?eters. Cuando nos.levantamos de ia mesa me llevó
aparte.
¿Sabe
-me
dijo- estoy fascinado con la historia.
l',fé gustaría oír algo más. ¿No podría venir a mi
:'icina ? l- -
Resultó que Peters trabaja en una casa de publica- lóD
:iones. to visité en su oficina en Lanhattan y varias
semanas más tarde fue contratado para escribir un
.:'oro sobre el fenómeno de las lenguas y lo que eilo
significaba; el publicista financiaría la investigación.
-Debemos
poner en claro una cosa
-le
dije -a
?eters al finai-de la conversacién-, usted ha estado
iiciendo continuamente: esas lenguas "suyas". No
son "mis" lenguas, Peters, y no tengo interés en que
o sean. Estoy interesado, intrigado, pero de ninguna
manera identificado. Como usted sabe, yo soy episco-
pal, y pienso que somos bastante formalistas'
Peters sonrió.
-Lo
sé, y nadie le pide que se com-
ptá*uCu; sino que haga un buen trabajo' Es todo 1o
que querernos.
-Bien
*le dije- así nos entendemos. Siempre he
dicho que el mejor reportero es el que sabe conserval
1¿ distancia.
C¡,rÍtulo IV
EL DISPARATE DE STONE
Había empezado a sentir que la distancia que me
separaba de estas personas sería fácil de mantener.
Estaba sentado en la sala principal de lectura de
la biblioteca pública de Nueva York, ante una pila de
Iibros agotados, y nada me parecía más alejado de mi
barrio que el mundo al que me transportaban. Estaba
tratando de descubrir quién fue el primero que habló
en lenguas en los tiempos modernos. Entre los candi-
datos a esa distinción figuraba un granjero monta-
ñés; un predicador ambulante de color. También un
hombre que tenía a su cargo una escuela gratuita.
Hubo indios de Chile, nativos africanos, parias de la
India. Tib sintetizó la distancia que nos separaba de
¡ ellos.
361
' -Ninguno
de ellos
-dijo
cuando le comuniqué el
resultado de la investigación- tuvo que preocuparse
porque los inseetos le arruinarán el césped bien
cuidado.
Tenía razón. lrlo muchos de ellos habían tenido
céspedes de que preocuparse, y el que los tuvo, había
puesto una Yaca a pastar allí.
Fue en los Estados tlnidos en el año 1900 cuando
unJoven m ,"
-
decidió hacer algo con su vida religiosa. Había esta-
do leyendo el Libro de los Hechos -v las cartas de Pablo
y comparado la debilidad de su propio ministerio con
el poder que se reflejaba allí. ¿Dónde estaban sus
nuevos conyertidos ? ¿ Dónde los milagros y las sani-
EL DISPARATo op StoN¡
dades ? Seguramente los cristianos primitivos tenían
rn secreto que él y su Iglesia ya no poseían.
En octubre de ese año Parham se propuso encon-
:rar ese poder.
para splventar sus propios gastos.
El primer paso era localizar algún edificio apro-
piado para alquilar por poco, o nada, al mes. Encon-
:ró uno en Topeka (Kansas). I.{o era sólo grande
sino también pintoresco. Un hombre de Topeka lla-
mado Stone había comenzado a construir una man-
sión. A la mitad de la obra se quedó sin dinero. La
pianta baja era magnífica: escaleras labradas, enor-
mes chimeneas, costoso artesonado. Pero la planta 137
alta estaba terminada en pino barato. En Topeka el¡
edificio tenía un apodo. Lo llamaban "El disparate
de Stone".
Carlos Parham se mudó al "Disparate de Stone"
¡' anunció que cualquiera que quisiera acompañarle
allí para estudiar el Nuevo Tallípg¡ra*estJLd-igr,gl$ueyoTes!a.ryr9¡!q,_Ceria-bie4*{eci-
bido.*Ád'recTdó;*ünos Affibido. Aparecieron unos cuarenta estudiantes. Estor r '-r_ r_ _-rT--'--
dene naoer oaoo que-há6iár ál'DuiñIililAtTope[a más
que lo hecho por Stone mismo. L--1_e-gAqg+--.eLsA.rLQs-,
carretas y a pie, llevando con ellos sus mqielg$-y-qqs
nl¡qlJ--t-q-dló-'f ó-:qus..ueeerítábttarq-üyif ;?roñTo-
1a magnífica mansión de Stone tenía pañales colgan-
do de una soga en el jardín de atrás de la easa. . . y
una vaca pastando en el césped del frente.
Qallo_q*Parham sabía la dirección que deberían
tomar sus estudios. Por cincuenta años muchos pro-
testantes habían estado prestando creciente impor-
tancia & una experiencia religiosa que ocurre gene-
¡almente algún tiempo después de la conversión. Era
una experieneia de la que se podía precisar una fecha
SI SOIO. I Ir€ClCllO a0rlr entonCes Una llsCUela
en la que sería a la vez director y estudiante.
a coblar nada por la errseñanza, cada estu-
liante simplemente conlribuiría con lo que pudiera
H:eL.llc E orRAS LENcuAs
¡.'que aigunos llamaban "una segunda obra de gracia",
i,tl'oS ''ia segunda bendición" y otros "santificación".
Felo la esencia de la experiencia er.a siempre un
ent1lgür'q-go_11 el Etpíritu S o.
La prornesa de aiguna ciase nueva de reiación con
el trspíritu Santo es un hilo que corre a tr.avés de
toda la trama del l.truevo Testamenio. Se hace evi-
dente desde los primeros capítulos de los Evangelios.
Los judíos por un tiempo creyeron qrie Juan ei Bau-
tista sería el Mesías prometido. Pero Juan le dijo:
"Viene tras mí el que es más poderosc que yo, a quien
no soy digno de desatar encorvado la correa de su
calzaCo. Yo a la verdad os he bautizado con agua;
pero él os bautizará con Espíritu Santo".'
--trI Bautismo con el Espíritu Santo
-decía
Juan
-sería
la señal distintiva del Mesías.
llacia el final de su vida, Cristo comenzó a ooner
un cleciente énfasis en et ElpiTiT[Tánto. Ef'sería
^ ^ |
é1
-eóiTsolaAor-cle
T@dolos en
:lulla tribulacién, guiándolos a la verdad, tomando su
lugar cuando éi ya no estuviera. Después de su cruci-
fixión Cristo apareció a sus discípulos "y estando
juntos. les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino
que esperasen la promesa del PaCre, la cual, les dijo,
oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con
aglla, ntas vosotros seréis bautizados con el Espíritu
Santo denti'o de no muchos ciías.":
- Los drscí1tulos espelat'ot.l colno habían sido instrui-
dos ¡'entonces: "CLlandc liegó el día de Pentecostés,
estaban todos unánintes juntos. Y de repente vino del
cielo un esti'uendo conio de un viento recio que sopla-
ba, ei cual llenó toda la casa donde estaban sentados;
y se les apai'ecieron lenguas lepartidas, como de
fuego. asentándose soble cada uno de ellos. Y fueron
todos llenos de1 trspír'itu Santo. y comenzaron a ha-
biar en otlas lenguas, según el Espíritu les daba que
hablasen". s
Este revestimiento con el Espíritu Santo señaia el
' comíenzo de-lafpGsiá. "ñueva,*pequeffi rodéada de+.-"+
en em ig-o sl- sfn
-.-*65[$6 es ta j oven I gles i a tenía po der
EL DiSPARATo oo Sto¡to
-rraIa sanar" para convencer, para crecer. Las lglesias
1ue sulgiei'on con el correr del tiempo, guardaron en
.us tradiciones un vestigio de esta primitiva depen-
iencia de una llenura espeeífica del Espíritu Sanio
:orno la fuente de su poder. Los católicos, los lutera-
nos, y episeopales, todos preservan €n sus servicios
le confirmación, la idea c1e que en ese momento el
:onfirmante recibe un don especial de pccier para ser
.lr clistiano efectivo.
Pero grupos como los metodistas rvesleyanos y el
-li'upo dé la Santidad visiumbraron el heciro tle que
Jsta cererrionia de confirmación I1o era nada más que
',in rito y que no impartíá realmente ningíln poder.
Recalcaban el Bautismo como una experiencia que
lo venía automáticamente sino Que tenía que sei' bus-
cada, una y otra vez si fuera necesario, hasta que
el cróyente'estaba seguro de que había sido lleno con
el Espíritu Santo.
¿Cómo podía una persona estar segura?- Alg'unos¡o.
deóían que no había evidencia directa; que el creyentelür
aceptabá por fe el hecho de qtie había sidc, bautizado'
Otrbs decian que el creyente sabía que había recibidc
el Espíritu Sañto cuantio la vida cle oración se ilenaba
de poder. Pero estas eran opiniones l:astante ilnpre-
cisás. Ia tarea3ue C-4r;Los Pjtl'Ilanr l'-sw=compaleros
d e es t ri d i o d.d! i er" l_ -.Í,rJ"I
q$-.tt t+e-dgfflbur- un--
ciitei;io-éñll qüe se- fildigi! dep"endei"
En "el disparate de Stotte", Parham y sus amigos
ocupaban su tientpo leyendo la Biblia, iavando qlatos,
ordenalgg.EJ¿qq"..oJ
ry
g911, ¿u le*P"fg"-9}¿1?.,l 9l E.pl''
En diciembre Parham tuvo que salir cle I'iaje por
tres días. Antes de saiir de Topeka dejó a sus discí-
pulos un etleargo.
"Mientras yo estoy ausente"' dijo, "quiero que lean
¿1lib.-ro de Lós llechos.tPqt*@--:-a-:.:
- -- -
- - --- --- - -
!,--:-+ i.u---i--r-:::-Z1i--
ocasiones en _qqg.jg =I'eg¡
pe. e I qgUtlst4o dgi L-Flplll+q
por primera_ v.ez. Vean st pueden encontrar .atgun
éf emó¡ta co n*6ttTe, ai gg-n co-¡r.[n denom ina do r "
I HABLAN EN o?n,As LENGUAS
Cuando volvió encontró a la Escuela hirviendo de
e-ntusiasmo. Los estudiantes, después de estudios in-
dividuales, habían liegadc iodos a la misma .orr.iü_
sió:l; en las cinco diférentes ciescr.ipciones qüe hace
el libro de Los Hechos del Bautismó. aL ser recibido
+, I-a p.rimera=yez..fng.gn Eer:.-ecrs!é.;.
,'y fuerolrn todos llenos del Espír'itu Sa:::.,. ! contenzaron a
hablar en otras lengüas, segirr, e- Ésirír.itu les dabl
eu€ hablasen".¿
contexto.
vez fue e.lr Cer.¿.r'=¿ ::l:-,io la casa de
¿--:1"¿s aún hablaba
S¿:-:o cayó sobre
todos los que oían ei discui.s,-.. I -:s fiel-es de la
circuncisión que habían venido c,::- i¿,::.c se suec{aron
El usP¿nlt¡: un StoNr
:rase el don del Espíritu Santo' Pcrque los oían que
iántu¡ut"t en lenguas
ieció que entreieóió que entre tanto que Apolos es.Laua c' uvrrr¡!v'
e-f¡", ¿".pués de ,recórrer.las regiones
,-^:p:^tT¡t"ii
;t3;; ü;;il, ; ü"iü"áá ,-"ieitos discípulos'1:,gii"i
:l iilárftllii- Ür'n.lí"i* 3á'i" .u á" 9l "r-,'.*i:.?^ J. ill'"i:"áii ;i;;; l;i ;;ilC u ii"*o' o: do-ii lyl^ PY:"
l=
i-3ffitn',?#.iá; #5i"n;G:
-ir*nái también se
iJii-ü r i ü L" iü' i
"
* *".
-
[ e á a¡i'. ¡,""J:-*.:T'*?":11
iiiisá"tá .-. .
"v
it"¡i¿t*toles impuesto Pabio las ma-
'J;;il;"-"b'"
"ii";
;i Éspíritú Santo; v hablaban
.n iunguu* Y Pi'ofetizaban'"'
Parham estaba intrigrado pero no convencido'
-Veo
las lenguas en tres de los Ba-uti:mos *dijo-_
e."o "á
* Su*?"iu" l{i en el caso de Pabio'
-IrIo -dijeron
sus discípulos- pero más ta-rde
.'**o. que Páblo tenía el don de lenguas en su mlnls-
;;;."'lóáv g"u.iuq-;Diou gue habió en ienguas más
lit- tt¿"i ,i"=?;;;;0-_les rliio a ios corintios' iCuán-, .-
á"t"l.iüio
'".t.
¿on I ¿ ¡il pulto ¡uns¡.,'sido en su Bau-
|
4r
il.mo?" Parham consideró esto en sllellclo'
*¿Y qué me dicen de Samaria? *-dijo por fiu'
En Samaria, Simón el IVIago estaba,tan im-pl'esio-
nado por algo que iÁ óo*"ño la gente era llenada
¿*iÉJrrititü"Sunio que ofreció dinero para tener este
ffi;;";úio? ffiü iiub";;i*to que fuefa tan especial?
firiiit,itl "";
üi"ü;;-tut'idndut' poroue va había
visto a ios creyent.* huto" estas cosa¡' Habla estado
J üi .?' á; ; i' Jr i p
"
il ;;l" t; ¡
n-':1T: *.
: "i: ?: " i' :;l:
podían
ff?l*';ii":'ü;;;ü;;;o i,uscá"¿o? Ya era bien en-
traáa ia noche.
'oMe pregunto qué sucederá" -4ijo. "si mañana
nos reuniéru*ou q-áü;"W
ia mtsrna rorrna crlto en rblla; con
HABLAN EN cTBAS LE}iGUAS
-,4 1.? lnañana siguiente todos en el ,,disparate
de
,i r*"ü X
cargacta de expectación. pei.o el sol se puso y nada
fuera de lo común había o"r"r.iáo.
"' ""
Entonces, a eso cle las siete de Ia tat.de, en aquella
noche de víspera de Año l{nevo á"f u¡ó mil iiove_
crenros, una .loven estudiante llamada Inés N. Ozman
recorrló algo: "¿No era cierto qué mucho. d" l;;lrauusmos que se describen en los llechos estaban
acompariados por una acción, aclemás ¿e la oraáiénl
¿r.io rmponla sus rrlanos frecuentemente la persona
que ofrecía la plegaria soble aquel q". ,tu.l,iu recibir
el R¿¡¡¡=.o? Recordan¿o iu.lü?é,.¿l;¿;! bibiicas a'í
:.^1111-.1
Samar.ia,.en Dam_asco. .* ei"io. .i.*ú;'i;palabra "nlanos".
',,p_o"t_unao
=u.lilñ* Jóü ti::.';'oEntonces pusieron- sus manos soir¡s pffi',,' 'La
señorita Ozman fue a buscar a Caror. earham ylá
.
comentó lo que pensaba.
tolaal _-¿ Uraría usted por mí rie esta ntalteta? _le
I:reguntó.
T*6l.{f "9:l*qtg_gj"p_.'i{q:r":ü.s,:á.".jr_i4i."iuj.
E1 "el disparate de Stone,,. ahc,:.¿ :o,ios oraban con
ct'eciente fervor .por la r-eniCa C:- Espíritu Santo.
u.na de ias. espaciosas haltiiacir,l.t:-. s;r. ierminar del
ptso sr.iperior de la mansión fue c¿nvertida en sala
d_e oración, en Un decidiclo esfuu.ro pó" restablecei
el_.Alese
n_ a hacer. flntoncés pLrso ,r¿:e:rnálij1-ente sus dos;-:;-T1:::- r r
manos sobre Ia cabeza de Inás rlr¡rlan. lnmedlaiá_
metlte, y en forma sllave, r'ino cie s:s -¿irios un torren_
te de sílabas que ninguno cle lc,-. ,::.s cticlo entenáer.
Er,
ientes
DISPARATE NT STO¡¡T
rantg .los t
ilna g'ran
,i,"ruffiicieron planes Para
';t* gói"sita misionera, que llevara.este n:evo
-Ten-
'rr"i;ffr;p;il;;
ü#¿i-¿.t país hasta canadá'
;;"1;-"t" había significaáo para 1á pequeña Escuela'
tlnía que sel abandonado; y'con Ia pérdida del lusar
las
de reunión el mismo gl'upo se desL'anoo'
Carlos Pai'ham comenzé a pleqi-qt eqiglllggP
a.jí¡'."ir¿í. nésigm;;u *micanóJ I'u.T:Sil:
;;ñ . *- ¿i. péi. o: F "{.lt * ",9 "r"$?, t'li ",?"fi ; iitstupo se dispersó. pai'nam se--9!199o:##ffii
*ffi,s#*Hái**#.i: :i#",. vorvió a
tám5-ren @-se¡sidq. + ]T..l:'trf,iii !L
j' rffi im= p * u¡ u ot'o s^oiLu^i 41, :d:^n3:?l:
á;'s';;¿"-iir^"""-á" """ai¿o'
aqu"t vieio 1{il.u:t-o
;;;1i;bi1ü'd;Uges'1'le"qY:'l-".191-::*ilr,l'3,10
Il;i "ü'r,trffi¡¡ía .ier nreaigl{1 ;1 ¡,u
integridad,
o la sanidad
o cualquier otro
Tres años pasaron v á-t"-1iqie escu$1fi:{L--:";
;"T;.i":i' :i"ft;;''"., ¿" rgoá' q"" lil.'lg *:g:^:
HTtT#"d; ;;;;;" ;; "lt'i'¡.'"1,¡: Tli:?1:
i"i¿ u" cambio 4ramático en su {nlnrsuenu'
Llegaron hasta ia ciudad de Kansas' Allí los reci-
bi;;;;;; ito*tili¿ua.--Ñu¿i" quería escuchar aquel
ri.i,rli:.áll que parttam estaba tan.seguro' Lá pr€n-
,;;;' á ;; üu* pl
"
gu"o
"
te n az
"
p
" :i :1ó."'^ i I ::^*"" ""i:
Las aguas de El Dorado Springs tenían fama de
ser buenas puru rooñiu** á* tiolotés.y enfermedades'
Parham entonces
"ó;;;hó
ia atmósfera de necesi-
ilá;;;;-i,tu¿i*u";" 1* mismos escalones de las
""tti5iiü.
fb..pu¿t
"á"
tl¿' tét*¿n invitaba a cual-
quiera que estuvrera enferrno 9 go.n dolores a que
ii*ituiu- ru llquu¡u cása que había aiquilado con
as,
na de
DISPARATE DE STONE
üi:. # ;;; ""
i &i i;¡ ; ;;a "'
ii
" " { q9:t T? ": P"""?" *:
lÍlH;i":t; *'ñ;;"". v i" pp*19""1?' ryist1c¡1, -!j
#rlá;i." Eiqul¿on, (itiq"l"iitit) de Cincinnati envió
i""ir p*-ti"¿i;l; ; cátena para que informara sobré
el avivamieuto.
"Es dudoso (escribía el coruesponsal) ' que en los
últimos ;ñ;s haya ocurrido algg quedgspertara tanto
.i i"tét¿., incitára el comentario o dejaralerpleja'a
i;;;;ñ'co;o-ia* ""u"iones
del Rdo' C' Parham Io
han hecho.
"Casi tres meses han pasado- desde que este nom-!19
rr.gá
^
Cg nado a más
,lo mil nprsonas r,
"o
'de mil párFonas )'convertl
;úil ae petetry yl?: l"^':*#:,,**,31131":%:::;i;;;=-i"i;i*""iüu tás, de modo que
-pudieron.aban- | as
:^-^- -,,o mrrlotqq Acuí slls segurdores reclOen Io'
donar sus muletas .
Durante la reunión, pai
-'un -.p¡&|q_{q[damental en el rñ
que sólo unos minutos antes halrí¿ ¡sni¿o que .""iu,.
44f :11s
ojos para evitar el. doloi' qtie la 1uz le'produciá,
tahora podia milarla dilectantente sitl sentir el más
ligero malestar.
La señora Arthur voivió a su hogar en Galena,
Kansas-,- y comenzó a contar a toclos á"
".lu ";;;;maravilloso ministerio. Unas semanas más tarde in_
vitó a los Parham para ir a Galena ,lt"n." reuniones
en su casa. La aceptación cle esta invitación maicá
HABLAN EN oTRAS LENGUAS
su esposa cerca del lugar., pai,a oral,. Muchos vinie-
ron. Y de1de. el primer momento muchos declarar.on
que su condición había mejolaclo. Se corrió la uol á.que allí había un hombre ciotaclo de un poder sobre_
natulal. Y era evidente que no estaba tru*.r"áá gu-
nancias pelsonales. ya qr"re nunca había cobrado na-ja
nr tevantado ofl'endas.
, Un"l. de las personas que fnet.on a sus réuniones
oe sanrdad, er.a una mujer llamada Mary Arthur. Se
estaba quedando ciega. ya le habían [éch" áo. op"_
laciones y en cada una su estacio había empeoraáo.
El día que visitó a los palhan, .,.iu-.llo con un ojo,
y esto con mucho dolor.
redi
EI,
óel
e incrédula. Aun- Peri
que llagl?I{el, P elecos.g
de hablar en lenguas ex ranjeras; idiomas ue, sln
erauD !v Dv
;ias d; lá reunión. La semar,ra pasada un-a,T.lJ^:t-?:
i;ffiiZ;h;üü;;' Ñr¡;i." á; ¡ino¡,
digz-T*l'^::i
:linistejiolé Parñam.
que a;;;;¡;i";i.*"ttt" ttadi" la entendiese; sin embargo
un indio qlle ese ,rt* ñát'iu venido a la reunió*" ii_*. , .. j;_-:_::_:jjj::::
pp f.q u g e n c a I é ñ { {t Fn s a ¡.- e PE n t e ñ sTáT S p -ejtiáic i ó
como luego.
- l]n pocos días Ia sala de la familia Arthur se llenó
de bote en bote. Algunos antig,ls
-iel,antaron
una
carpa en un terreno baldío contiguo. Esta también
resultó.c.hica porque la gente llegába a Galena desdé
valros kliometros a la redonda. Decidieron entonces
alquilar un viejg depósito en los su¡uil¡los de la ciu-
dad. loryo ya llegaban ios primeros fríos, tuvieron
Parham se quedó en Galena más de tres meses
pr"Ji.u"áo y sananctá. Cuando finalmente se fue'
lo hizo para cumprtt-rtt tué¡o qu" había acariciado
desde que tuvo que ."i"u" el "disparate de Stone":
empezar una nueva;;;";1'' Cincó años después de
h;t#1it."fo-iá .t"o.ü áu top"ka, anunció la for-
mación de una.ugottáá,-.*'tavei en Houston (Texas) '
A esta escuela llegó un día un estudiante que estaba
que calentar el ambiente con ir.
"i.;* ".tufas
¿e ñie_
rro; los bancos se im,provisu.on co., tablones puestos
sobre barriles. Y allí, en este depósito converiido en
:emplo, Qarlos ]
,le Cristo, con el
SO SUS manos sobre
mu.ler naOra uruftu .
rI
HABLAN EN oTRAs LENcUAS
destinado a ser otra figura clave en ia historia de
Ios pentecostales: W._J. S"ymoui úombre ¿"-.olüministro ordena.do. Fue éi qU* llá"¿' .f *"n*r:lpentecostal a Caiifornia, a t ná de las ¿irecciones-niás
f1T"::l:l-la historia úenté.á.iáii c-ñ" Ár"_" gia
LOS ANECIES.
,*i;ífr,*:iliHi;Lif, l";'1."*1;.1,:i..f iy.:,-.j,:i;en aquei lugar. Había sido inr-itacio a prédi"a,
"nuna pequeña Iglesia local de gente de coio.. Có" ,uexperiencia de la- escuela de Éarham tociavía ¡;;¡;;corqenao lo,que iba .a-sg_g4a sei.ie de selmon", q,il
:ancranos de Ia péqtteña Iglesia. Ai CÍa siguiente,
cuando llegó al _lugar parz pre,iicat., errcoñtró las
puertas del templo cerr,ádas.
-
IJno de los miembros d-e ja lglesia. sin embargo,
¿olr]9. habí3 estado de acueráó .o., fiu*,lu medida. LeI cll,lo_ a ¡eymour que si quer.ía po,lÍa ii. a su casa a
predicar allí mismo. La casa. qut estaba u" u" ¡u""iá
anüiguo, era mejor que nada.
-
EL DIsPARATn no Stown
cnanclo, cotl un particularmente alto-"Gloria a Dios"'
i;ilil;¿;*-áé lu
";u
ce¿i""qn; eJ piso se hundió'
t;. ;;ilá;"." ¿*ilo*b;*" v el techo se vino abajo'
l,i¿clie resultó hericlo' Pelo se hizo- evidente que la
.t;¿i";;;;;áiágaci¿n necesitaba un iugar de reunión
".,i.
ii.iii" i]-rñ*"i ' i'1"*9 de un poco de búsqueda
;;';;i;;;;;'é1 lug"''ideai: Calie Azusa 312'
Era eu uu barrio modesto de la ciud¿d' Tenía por
.¿ifi.io. uécinos un áserradero, un -esiabio'
y un talier
d;ü;il;" i;;;'1; ;""* ¿11í'nadie se iha a sentir
-"i.Ét" p"t el "mosto" de la congr-egación' El edifi-
;T;';;"i;ba- de dos
-plantas;.
en otio tiempo había
;iá";;;;¿her'ía' á¡'átt¿ottnáu Ju-eso 1 causa cle un
i;;;";l; á;; ü a.sñt'vó palcialmente' IJn techo
;ñ;;;dp1uiáa" at otigin'ai, destruido en el incen-
ffi ,';";.ili-"áliiói" .i
"Jpecto
de haber sido aserrado
en su Par'te superior.
Los feligreses blanquearon el,frente riel edificio e
i*;;;ñ;;;"-o.i."t"t con barriles' Sevmour se sen- 147
i;;;"";'ü;d;;;"t¿e" i* ""t'"*o
dei saló' 'g'randel
á. ü ff;Jün:l otu"¿o constantemente v predicando
láiliu". El éra ei lídel lrero su.liderazgo se expfe-
saba en sugerencias tnás qlte en ordenes'
El avivamiento de la Calle Azusa duró tres años'
Ri;;;'p"b;;* i¡"" á vér qué-pa1?ba^La gente llega-
ül-¿"".*Aades vecinas, ¿ei Me¿io O-este'-de-lrTueva
iíni"t"l-i-¿. cu"ááá'tt Ctutt Bretaña' Había bian-
'*:;"á";i;;;G;' Yl¿uun"=' educados Y anaifa-
betos. pe*ioiiistas'¿n t"o¿" el país llegaban a investi-
;;;"; ^.i-fo"i'u"
favorables o no en sus impresiones'
;Jt'ipt";"i."já" u"u buena historia que contar'
Durante mi trabajo r1e investigación mantllve co-
";;;;q;;¿i-;.¿;;
ñ; de l.s pocós lgstisos
oculares
oue quedan ou, auiolamiénto aüuel: Harvev Mc Alis-
i;., á;3;;i^Áiüiá,
-Mlú;."'i;
.uuien me eluibió di-
;;;d" qt;ñ;ii" "i'-il"ñá
tlmiJi¿" muchas veces' El
relata un caso particularmente interesante:
"Mi finado hertnano Roberto estaba en Los Angeies
.uu"lo o"oiri¿ er ;ü;;;t¿ i"cidente' que éi me conté
. Por tres días Seymonir pr,edic,.r alií, plesentando en
rorma logtca y. ser_ela Ia base l,jI,^ica de su posición.
P*.*9 _*t ]a3gslle_ dei _g__ds_g!rlé rgoa-eüUas-sl
@utffirl;¡=" comenzó a
o. -.LlalllandL) e]l iellguas, se reían,
gntablan y cantaban hasta que la escena debió haber_
se asemejado al Pentecostés oi.iginal, cuando pedro
y sus compañeros fueron acusarios de ,,estar llenos
de mosto".
, La noticia se desparramó. A ia mañana siguiente,
temprano aún, se había conglegado una mult*itud eí
el destartalado edificio y muihoi nrás estaban afuera
esperando poder entrar. Los cantos y exclamacio-
nes, los "aleluya" y "gioria a Dios',. r'eionaban en el
precario techado. Cuando empezal'on a palmear y a
golpear el suelo con los pies, ef viejo eclificio com*árá
a sacudirse. Nadie se apercibió de ello. Fue entonces
v
IJx¡, TRRuPNDA MANERA DE cRECEIIHABLAN EN oTRAs LENGUAS
posteriormente, adernás de conocer yo personalmente
a. ra_ cnrea. ilamada Catalina Scott. y de haber escu_
chado a sus padres relatar et misnio háchol S;;áiéen jl.lugar sug sg conoce como ,,La Vieja ¡fisibriáé
la Ualle Azusa,,. La gente viajaba cle todas partes dei
rnundo para investlsal lo que allí sucedíá.
'H;úi;;;
salón en la planta,buju y irn ,'Apóiento Alto,, en-áiplso sl_¡perror'. .til iugar estuvo abierto día y noehe
durante varios u¡qq, con reuniorré. Au pr"ái.á.i¿ri
dos o tres veces al día. En el ,,Aposento
Álto,,, ñ;ül;gente orando día y- noche. Hacia allí se ¿irigia'ia
congregación después de las reuniones de preAicáciOn.
Cuando era ia hora de predicaciói, .e oiá un tirnbrey todos Lrajai:an al cuito.
Catalina, que era entonces una adolescente, estaba
en el_aposento alto. Un hombre
"rrtr¿
en ia'casa-v
oyetrdo a ia gente que oraba subió las esc¿leras.- hi
:i n1o.fne1to que é1 eniró, Catalina, movida por ei
I
11 sprlltu Santo, se ievantó ¡r señaló al ]rombre parado
48lal.boi'de de la esÍaiera y habló por espacio de-varios
'nlrnutos en un rdroma que no conocía.
ninguna pel'sona cle esta ciudad podía sal:er'"
"Luego (conclnye la cat'ta del Rclo' Mc Alister) el
Irp#¡EgyGgbtcilflc¡clillas ]- llor'0 )'or'ó como si
s L 9o-1"+39dE9l¿-g_
pal' t l.Lg{
Este fue ei avivamiento de la calle Azusa' Sin pom-
p-lii"-ü.üri-idrd;;i .;ro's,. ni banrlas' ni rringunó
de los acompanamr"r-rto* clásicos de una campaña; el
niovimiento ,1u" ,,u"iJ en un viejo estabic y- que fue
;d-iil;;á" ¿;u, de noche, pol más tle mil días'
C.lPÍruro V
T]i{A TR,EMENDA MANERA
ilE CR,ECHR lnn
lln ese momento se oyó el timbr.e ilamando a lagente a la reunión de pródicación. Toda la gente se
ievantó para dirigirse a ias .=.ul.ru..- br rroñr¡*i áiácercars€,Cat¿lina, la tomó riei bl,azo y ia guió hasiá
aoaJo, al lugar ctel predicador. ¡- espei.ó hasta que se
restablecié ei orden en la sala.
'Luego
habló:
.,r'% ciud.ad ? investigar el-'naqtar en tenguas". Nadie énGTá-ETü?idTabe mi
l9qple, porque estoy aquí bajo un nombre supuesto.
Nadie sabe_nli ocupációñ, ni quién soi Acostumblo
€scuchar a los predicadoi'es con ei plopósito de criti_
car sus sermones l¡ usarlos para dar conferencias
contra la leiigión ciistiana.
Había llegado la primavera ctrel año 1960' ¡' con ella
uJ;;;;ü-fie i*pró*á"tut utt ei saraje' se guarda-
b;;1as palas pai'a ni"uu y se saiab'an ia cortadora
cle césped y la esparcido"u"po"u apo.nos', En el buzón
;;.;;ii'é ün volántei ';¿S; s-entirír usteci orgulloso
cuancio sus amigos tt"ut'"áicésped este verano?" Y
;;;;;; *.-itáir¿"pu"sairdo en la vaca en eI eésped dei
íñ6 á"1 ",litP*ate de Stone"'
La primavei'a había llegado y mi viaje al extraiici
*;;h;'d;láu-p*"i.tostales era aún un asu'to sin
;'t;ü;; y-rámoto, v "o-*"
importaba más cie io que
me hubiera importaáó un ,'iaje por un paÍs extran-
il;;'ü;;;iu¿i."u uot a homl¡r'es J *oitt--u.t,?]^;lii
trabaios, a tl'aves oe i¿ ventanilla de un tren faplüo'
Había algo que yo esta'ba dispuesto a.admitir': algo
*ñtl"iá." 7füerá delo comúri--ocui'rió durante esos
T:rimeros años de u"it'ut"lé"to Pen*tecostal' Por todo
ó1 rnundo irabiatr -;;;iti;'i;i;;ias Peniecostales' más
o entré
r
diferentes gnlpos, ninguna .on"ii- que permitiera l
al historiador. señajal i ¿ecir.,' ,;t^'igiá-i" B se rlesa_
rrolló de ia iglesia A.;
. Algunos de los primet'os I,isitantes cle ia misión de
la calle Azusa por
-ejemplo,
..,i ,,ir-gr:up" ¿" i"*ie""rltes armenios qrle no encontlaltan-nuán nuevo en las
manifestaciones Pentecostales. -einte años untus, un
m-ovimiento semejante con oi.aciór,
"ii
i.rrguus, hábía
surgrqo entt'e los presbiterianos en Ar.ntenia. Cuan_
do
-.extos pr,é ron a
California trajeron sus foi.mas cie aáoración óon niioiy permanecieron solos y aislaclos irasta c1ue, sorpren_
didos, descubrieron que un nroviniiento :iaralelo-esta_
ba desal'l'oliándose en la calle -{zusa.
HABLAN EN oTRAs LENGUAS
o nlenos todas al mismo tiempo; en el espacio cle unospocos años, inmediatamente ánies y ciesüriés Aei cámlbio de siglo. Lo extlaño u".r,.n "d;;11" era que anrenudo no había una relación ¿iscérnlUe entie los
UN¿ rR¡unNDA MANERA llE cREcER
Se publicó la historia en ulla hoja editada por.la
*ñi¿ti ü-ripiiu*¡"u cle 1906. ¡La- circular estaba
.Te;ü it"pt,iu i: distribuida cuando llegaron a .la
i*¿iá l"i primerás noticias de que hechos semejantes
..üü"" o.rrriendo en ios Estados Unidos !
Yo estaba intrigado por estas ienguas que-surgí4n
..po"tl"áumente y sin^reiación entre sí en distintas
;;;;il;imundo' ¿Qué podría significar esto?
Aun cuando el impulso de una experiencia era
fá;il*""üidentificabie con otra, ia prontitud con,la
cual el mensaje era aceptado me parecia poco comun'
É-ü óo*o si él terreno'bspiritual y emocional de esos
;;;¡"; fuera tal que cón tan. sólo un folleto que
;;;;.ici"t; e" et mómento preciso v entre la gente
;i;;;;;, ütiu án"utt¿.r iápidamónte ia chispa de
;;";;;iúñnto entero. La séñora 'Tinnie Abrams'
;;; d; 1as muieres- tle la Sociedad Misionera de la
igl"-i; ét lu. tti¿.iu, esmibió un libro pequeño,ry:Ti
de sus expenenclas allí y 1o mandó a algunos amlgos
'
;;t'* ¿"io¿o
"r
*üáo' Út* }"-s-u.a la rectoría' del51
i;i;T";; ltéto¿i*to Épiicopnt de Valparaíso (-chile.) ''
rr^il-t"t-W. C. g"*i"'' ió- i"v¿ cr'¡r mucho interés'
bsta es su desctipción de 1o que ocurrlo:
Durante el año siguiente después de haber recibido
.l ñü;;^ñ;i;il;; ¿omp artíamos con nuestra--genle
iát--"iit¡ás buenas noticias' Entonces' nos propusl-
ñ.-;; ild" t ue.tio cotazón tene¡ un avivamiento'
i;;ü;"; no"tt" ', !,r i""li" ?-iloración'
ocurrié
;É;;;;;üroso, toda la congre-gación' de tt?: J?9
personas mas o menos' prorrumpié en una oraclon
5;' ;i;;;;. Hu¡o-ma"iiesracionl-s sorprendentes, v
uu*ñLlurr o"o y otro, y ' ' '-toclo culminó en expenen-
cias con un gran ,túméto de pe-rsonas' tales como las
;*;*üfi"i."itu.-un nLÑÉ capitulo 2' Multitudes
vinieron a ver . . ' ta- asistencia cre^ció enormemente'
;il;i;";"iáo*iteó, iuper¿ las 900 personas'"'
Algunas veces el avivarrriento se produjo en un
lutat] .lmplemente cüno iésultado de
-una
historia de
un cliario acerca de aigún avivamiento ocurrido eu
;iil;-;i;;iti". r=i' .t movimiento alcanzó el sui'
I
50f
_, En medio cle las montañas Lnicois en Cal.olina del
1olte, miembl'os de la pequeña Ig]_CS.ra tsau , Camp
Crqek
en renguas. Antelrormente no hairían tenido ningún
con-tacto con gente qtie habiala en ienguas; en reáli_
dad no sabían que existiei'a un fenll-nóno s'emejante.
_ -.trn lu India, miemblos cle la foi,mali-cta Sociedad
Misionet.a rie la Iglesia de Gr"an Bleraria se sol.nren_
dieron porque una joven liinclii ,j. i6 ;ñ;, ;;;;d"oraba_conrenzab
iio i tá ¿;t;:
cli'al.cie.Eonrbay; él invitó a algiii.ros amigos a orar
con ja chica deseando qne algLr,en entendiéra ei ien-
guaje; finalmente alguien lc entenciió: el lensuaje
, ela ái'Ebe", y Iq. o-raciones que elie. iracÍa Elán=pófit
segui'idad de ia Iglesia en Libia, uir país qué, por
io. que ellos sabían, elia nc conocía.
^
l-uego r¡tros
cristianos hindúes empezaron a exper.imen-tar este
fenómeno de hablai' en idícmas qub ,rurrca habían
aprendido ¡r pronto un compieto avir,amiento estaba
en mal'cha.
v --T----
i
I{ABLAN ¡rN orrlAs LENcuAS i
cle China. Los misioneros en las escuelas 4¡ocliorv
ie¡er,on en ei dia_rio acelca á. i". eltraños acc¡nteci_
nlieirtos de l¿ calle Azusa. Un .¿ba,tu ñ; i;;;;;,
l?.^o It¡rués. en.el medio cie una iranquila r"*unl¿ii
_oe or.aclor), un rniembro clel cnerpc cie irrofesor=* á"l'ochow empezó.a hablar. *i, * iái,ra qlre no enten_
iiía. Fue el iomieirzo aé; !f*
-u',:i,1n,,,-,t.nto
chino.
Lus llt¡irtr,t'es
r n o ci e i,,,,:,-
-rr
r.,üi;,fJ' ?,':1;r S:: ; :'':i r:
;,,' :1" ?.:; . l;igel)te sencilla, que no llamab¿¿ la atención f.I; h"L,i;nrngúrr Luter.o entre
_ellos, "i"gL- Xir"i
" Crir;.r,
:*qúl Fox. ningún Wesley,-r,;,!gi, ,,,Ai.-iduo soble_satrente que ati'ajela adeptos J s,.i ller,.aje por: La
:[era fLrerza de su per.sonaiidacl. L:r g,ente clue iba¿¡ l¿'. caile Azusa e)'fl, por- tu g"r,ái,.t
.-gu,,r"
pobre y sr.n
ednc¿cióri' pe'' ar ubrt"r' o .,,i-i,.,i,,r..,'tr.lbia"ai"go
en l<.¡ que decían que_eircerrcliu oi i'*gu. -iny pronto,:oncle esta_ gente i'ioia, .u.gio,,'ii,1i .r,o," grupos de
-^ |
Pgllr,ecosta les. Err Chicago.-if-il,iiire,q, Xui_",*' VoriintlLfillt: liock. )',err et exrr arr jei,,,',',1 L,,¡i". ) i;;;_cL¡t'larrd, Arrrstet.dam ¡. Oslo. elr r '¿,.c.Llr ... :llrg,¡,a,f
], lviüti Irorrllie a la ialle,,izus,r,,r,i_,i,l i,iu g*rrt* á"{.1.r¿11¡ 91 lttLltld(,.
En ti¡das partes ia histoi.ia er.¿t .simil¿rr.. La getrte
co¡núrr vr_¡ir'Ía a su casa con un ¡i,en,.¿je i, .i.;*;lr;í"
eue g¡¿ recibido instantánearrrenre. f,aiecia qu" ái.ui_
t,urtaCüfnelrte rru }r'eci*abu j;t,ul,lr.:r.i,;,1¿1,
¡,rr.,lue ellcs
o.i venderlo]'es uo tenían uaci¿t. A ltienitdo ei,¿ comc,
¡ii sus oyenres liutier.a,u est¿](jrr
"--per:arrdo
largo tiem_
J)i-,, est¡is noticias; no bie' h¿riría ir. ciestello d" r'eco-
rrucirnien'io, el trabajo c1e i_,elsuasi,jn estaba hecho,"
Peru a1 ladu de este fueg.o altr,¿sadol, de este es_
parcimiento ap:r.errternerrti'si. e.¡r'uer'zo'aer meiisa¡e
Petteco.stal, hubo una l.e¿rcciór, upu.-*ru, igualnrenig,
i'ritr'te. iguahnente instantálrea; u,i .n.onndo antag,r_
tri.Iilo haci¿r éi"
_ V<,r po,iía 1'ec{}t}rJcer este sentirnienro atrtagónico.
Lo había seutido en ula fonna .uor," nt ¿lo *;goi."t"de iruesi*¿¡ visit¿ a ia lglesia Rock, cua'rlo de-i¡ronto
UNI tnnunNDA MANERA DE cRECER
lepelí todo aquello y no quise,oír nada más acerca del
".'u"to.
Pero esta r.uucclórt de mi parte era un cha-
nái"0" de verano comparado con el huracán de opo-
íi.t;ft;; t"ljétott los i'entecostales en aigunos sitios'
El escenario fue un edificio de escuela de un solo
.ut" ""-Óámp
Creek, en las montañas de Carolina'
,'1.1 Ñ;t+.. }Iu¡iu comenzado un avivamiento' La
ü.itt" lürb;-i;i, desde 50 kilóm-etros' caminando
l en calretas tll'aoas pol bueyes' Dut'ante el dÍa se
t."tiá." "f
:"t¿i.t ¿" la escuelá' A la noche' Io hacían
;á;;l;;;;j.il" iu, de las lámparas' trn Jas
reuniones
;;;;;; áiá ttu¡iu sensación de expectativa creciente'
"En épocas de oración fen'iente (escribe Carlos
fV. óo""'-"" su interesante relato de este avivamien-
;;i.; il; o clos de los miembros llegaban a estar tan
;;";t;i,i"; .o" Áqr"l a quien oraban que se hallaban
i-p;I.;;;-po" "i
Espír:itu Santo." ' v hablaban en
i;;';ffi;;.á*o"i¿L.- Pe¡'o aquellos crevenfgl l!l: Iut
ciilós no lo podían entender porque nl aun los mas'
o'isjos miemñros recárdaban que átgo. semejante hu-
üi;i;ü;;iJo ulgu"u
""''
IJna tofal ignorancia de
ia Historia de la lglesia les impedía que suprer-an oe
;;i¡;;i;;ió""* slitilures a las de oti'os períodos de
uuiuu*i""to. Pronto otros empezaron a' tenel expe-
;i.";i;; ;"mejantes y' sin tenel en cuenta lugar'
iitálá""i áiiü".ta"éias paiticulal'es' una manifes-
;;;; fue ur.,ifotme: ellos hablSban en lenguas' o
idi;;;- ;;.có"o"i¿t. pái'a aquellos que escuchaban
con admiración y expectatrva ' "
"Las noticias de este clerramamiento se esparcieron
.o*"olüú!t:ó á" pol"i"t en todas- direcciones a punto
i"i'o-"
"-"t'io.o.
e incrédulos corrían juntos a presen-
:i;':';.#;;;;. ill cól¿ados distantes se dejó"de
arar al mediodía; fu ttó-u para hacer mantequilla
?"á-¿q"J" é" ru.'oiluJ áéi:ienaott; se'ordeñaron las
;;;;';;;á" ér ."i-"staia alto; Ios,bueves.^ f,l:l:l
;iü;"t;d;- a la apurada, v l3s c.arlet.as eran drngl-
clas por caminos montañosós hacia Camp Creek'"
Al principio las iglesias locales recibieron muy
HABLAN EN 0TRAS LENGUAS
bien el avivamiento. Los honlbres valvían a sus pro-
pio-s pueblos y contaban acel.ca de vidas cambiádas
5¡ cle una nueva relación con Cristo. Los dirigentes
religiosos casi no podían creer io que oían; y a"nima-
ban a su gente a asistir.
Luego llegó la reaeción. Vino inesperada y veloz-
mente corno el avivamiento oi.iginal. De la noche a
la mañana, los rnismos líderes só mostraron hostiles.
Los ancianos de nna Iglesia Bautista impidieron a 83
miembros asistir a una conferencia. Ei cargo: habían
hablado en lenguas. Un grupo de ministi.osJue a unos
funcionarios de un Condado y 1os persuadieron de
que retiraran el permiso para usar Iá escuela" Cuan_
do estos creyentes fueron a i'ennii'se rina noche en-
contraron las puertas y las I'entanas celradas. Sin
desanimarse, simpiemente consti'ut ei'or1 ellos rrrismos
una pequeña iglesia de m¿dei.a.
_.t La-oposicion adoptó medidas niás euér.gicas. Algu-
54
lnos chacaleros, una noche iluviosa, fueloñ a la misñra
iglesia y la incendiaron. La llur-ia apagó el fuego,
entonces noches después, demolielon la iglesia con
dinamita. Los cre¡rentes ia reconst¡u¡,-et'on. Más tar-
de, una mañana
-esta
vez a pleno día- llegaron
más de 100 hombr:es al edificio de la pequeña iglesia.
Entre ellos había ministros oldenados, cliáconos, an-
cianos, un juez de paz y un comi-ialio. Mientras los
miembros de ia iglesi¿ permanecían sin poder hacer
irada, ei grupo desarmó la iglesia madera por madera,
las apiló al lado del camino ¡' le.r pr.endió fuego. Al
haber desarmado la iglesia antes. dljeron, no eÁtaban
quemando la propieciad sagr.ada, sino una pila de
ryraderas,
. Los creyentes iro trata¡on de leconstruirla otra vez,
srno qrre empezaron a reunirse en los hogares de cada
uno. Entonces el comité de "vigil ancía,; usó tácticas
más personales. Arrastlaban de noche a los miem-
br"os de ia nueva congregación de sus camas y los
azotaban. Cada mañana los patios de las casas doncle
se habían llevado a cabo reuniones, aparecían iienos
Liul rnrlrnNDA MANERA DE cRECER
,le piedlas y de viclrios lotos. Les dispaiaban con
i'ifiós a t'avés de 1as ventanas' Los a'r'o¡'os que les
rlouolcionaban agua ei'an ensuciados, las casas (lue-
"roáas
hasta los cimientos. Estas notas de violencia
continuaron dnlante varios años pelo fueron final-
nente aquietadas por la voz de una mujer'.
Se llamaba Emilina Allen, y era la esposa de uno
de los líderes del true'n'o movimiento. Un día un glupo
estaba elt una reunión ell casa de los hermatros Allen
cuando 25 ó 30 hombt'es se agoipai'oll ell el patio,
blandiendo g'arrotes, cuchillos y i'evóivei'es y deman-
clanclo que sé dispet'sat'a la congt'egación o qttemaban
la casa con ellos adentt'o.
"La intrépicla esposa de Allen, Emilina, con dulce
r- desalmante autoridad (r'elata Conn), enfl'entó a los
hombres en el i:atio )' los inr¡itó a entl'ar', a lo que
ellos se negalon murmul'ando y amenazando . . . Ella
1es dijo: "lrlo hay ttinguna i'azón para que se escon-
d¿n cietr'ás de máscaras )ra qtle les conozco. Ustedesluu
son nuestros rtecinos así que no tienetr por' que escoll-l -
derse cuando visitan nltestro hogat'. Ahola' siiquense
ese disfraz y les plepalar'é una cena caliente' Pei'o
nosotros no dejaremos de servir ai Señot'"'
"Los hombres tratat'on, inútilmente, de leasumir
su fei'ociclad anterior, pttes habían sido desarmados
pór:tu actitud clistianá de esta mujel valíetrte' El
srupo lloco a poco se desinteglri tl'atando de cubt'ir
lu confusión con violencias. l'lo cumpliet'on sus alne-
náás ni molestaron a los creyelltes nttnca más'"'|
Casi todas las pl'imeras reltniones Pentecostales
enfreutalon persecitciones semejatltes' ¡. C' Hoover
iai enfrentó-en Chile. Algunos perioclistas habían
emperado a asistir a stts servicios en busca de histo-
i'iai sensacionales y Hoover se t'io metido en el centlo
¿" irn, sensacionai publiciclad. Url dialio 1o acusó de
u..l¿" criminal, dicienclo que daba a beber un brebaje
áá¡i"o llamado "la sangre del Colclelo", que prndu-
cía un letargo y que luego la gente caía al suelo"'
Hoovel se encontró pt'onto en difieuitacles con sus
Hablan en otras lenguas - Juan Sherrill
Hablan en otras lenguas - Juan Sherrill
Hablan en otras lenguas - Juan Sherrill
Hablan en otras lenguas - Juan Sherrill
Hablan en otras lenguas - Juan Sherrill
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Hablan en otras lenguas - Juan Sherrill

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  • 3. v&.,,' * FI RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS O por EDITORIAL VIDA, 19ó9 Miomi, Florido 33.l38 INDICE CAPITUTO i. El solto -- ---- 2. Lo extrqñe hisioris de Hqreld Bredesen 3. Sorprendentetestigp 4. El disporote de Stone 5. Ung tremendo monero de crecer . -- 6, Los poredes se derrumbsn ----------------- -- 7. Uno visitq de Lydio 8. ¿Por qué puede slgvien qverer hqblor en lenguos? -- - - -- -- - -.- 9. Historio de detectives -,------------------- 10. El Boutismq en el Espíritv $onto ----,-:----, 1 1. Hobiloción 405 - --- , - 12. A trovés de lo puerto rojo ----,-,----------,-- Epílogo. Uniendo lo ontigvo o lo nuevo PAG¡NA 7 r7 29 36 49 5g 79 94 l07 126 r42 r52 *164 * t i i l A*. 'r'
  • 4. r Juan L. Sherrill añade a la investigación un estilo ágil y lúcido. Ex alumno de Davidson College y de la {Jniversidad de Louisville, es hijo del ya fallecido profesor Lewis J. Sherrill del lJnion Theological Semi- nary de New York. Está casado con una escriiora suiza y por tres años ellos han viajado y colaborado en diferentes publicaciones hasta que él fue desig- nado integrante del cuerpo de redactores del Guide- l.rosús donde ha trabajado por espacio de catorce años. El matrimonio Sherrill escribe especialmente para revistas y sus artículos se han publicado en el Satur- dcty Etening Post, Beiter Homes cLnd Gardens, Fam- ily Círcle, Coronet, LcLdie's Home Journal, y Good Honsekeepíng. PREFACIO Tan pronto como iugr:esé ell el col'o de tluestra Iglesia local en el otoño pasado, me di cuetrta que hábía cometido un el'l'ol'. Los helmosos himnos con qrle me habían deleitado cada domingo, elan más difí- ciles de lo que me habían pai'ecido. A medida que aumentaba mi admilación pol los irlteglantes del colo, disminuía mi confianza eu mis plopias cualida- des musicales. No podía leel la música, el volumen v el alcance de mi voz el'all lastimosos' Pero el coro necesitaba voces masculinas y los oti'os miembros del colo me animaron y me dieron consejos sobre lespi- lación, flaseo, tonalidad. Poco a poco mi mente fue absorbienclo algo de todo aqriello, pero los sonidos que me salían de la gargauta eran tan insatisfactorios como siempre. Pero sucedió que una ttoche me senté durante un ensayo enfrente mismo de Bill Brogan. Y mientras la mágnífica voz de bajo de este colpuiento irlandés resottába en la sala, algo notable ocuuió con mi pro- pio canto, Se lo comenté después del ensayo. ' -Si esto le avuda -me dijo Bill-, le mostlar'é algo aún mejor la semana pl'óxima' -El ;u"t'e."siguiente se sentó a mi lado. A mitad ciel ensayo me susurró: -Apóyese en mí. Le mir'é sin entendet'lo que quería' -Recuéstese en mí -repitió. Y aunque segula slrl entender, me recosté hacia atrás, hasta que mi espal- da descansó sobre su Pecho. De plonto supe lo que era cantar'. La resonancla de su voz gt'ave reforzaba mi voz y sin' esfuelzo álgutlo pude clal tonos que jamás había pensado que pudiela tener. ' Este momento de virtuosismo me dur'ó tan sólo unos instantes; pelo el incidente me impresionó- por- que e1 hecho sintetizarÍa otro acontecimiento de mi ui¿u. ntt utra ocasión anterior había yo pasado clel inquirir intelectual a la realidad misma, I'eplesenta- da'por un contacto casi físico. Pero eso es la historia de este libro ' ' ' JtLct, L. she¡ ¡'ílt.
  • 5. r I I I i CaeÍrulo I EL SALTO Aún recüerdo que iba silbando aquella mañana de primavera del año mii novecientos cincue-nta y 4-ueve cuando caminaba por Park Avenue de. Nueva York. - Mi dirigía a cumplir con mi habitual visita al médico' Entré ál número 655 y saludé a la secretaria, por aquel entonces era ya una antigua conocida. Desde oúe m" habían operado de un tumor maligno hacía, dos años, había visitado todos los meses al Dr. Daniell? Catlin. Y la rutina se repetía en cada opor!un¡{1{" pl Or.'Cuttin me palpaba él cuello con sus dedos hábi- l.r. *" daba uná córdial palmada en la espalda, y me decía: "Venga el mes que viene'" Pero no fue así aquel día; esta vez el dedo se detuvo, huisó v trabajó pór largo tiempo. Cuando salí del to"íottótio, teñía'hora désignada p¿r4 concurrir al áápá"tu*"áto de cirugía dél Hospital Memorial el día subsiguiente.- lOu¿ co*ntraste el de aquella mañana de primavet'a ! Regresé por la misma cálle bajo el mismo sol; pero ahóra un temor creciente se había apoderado de mí' iu ó"o"i, ese temor' Todo paciente de cáncer lo "o"oc", si bien es cierto que procuramos olvidario y rnu"t""ui el optimismo' Uña operdción podía dar bue- nós resultadoi, pero en caso de tener que volver, uno tenía motivo para estar preocupado' Ahora, pues, no podía ieguir dominando mi temor' S"ü;;¿;;uaáo, air*tandó con todo intento de dete- i"rr?.-n"it¿ Jn lá primera Iglesia qüe encontré' bus- ña; Áiut u solas más que por ninguna otra razón'
  • 6. r'"I I i I i HABTAN EN oTRAS LENGUAS Era la Iglesia Episcopal dé Santo Tomás, en la Quinta Avenida. Las sirenas de las fábricas anunciaban el mediodía. Para mi sorpl'esa un coro de niños vesti- dos de bianco se pt'eparaba para cantar. Después subió a la plataforma un joven seminarista. Una tarjeta que hallé en ei banco me inform'ó que aquel era un cuito de cuaresma. No sospechaba entonces que aquella meditación de mediodía sería la clave de la más tremenda experien- cia de mi vida. Sin embargo en aquel momento, aquello me pareció totalmente desconectado con mi problema. El joven habló brevemente sobre Nicodemo. "Muchos de no- sotros", dijo, "tr,atamos de acercarnos a Cristo como lo hizo Nicodemo: a través de lógica humana. "Rabí, sabemos que has venido de Dios por maestro", dijo Nicodemo y agregó esta razón lógica: "Porque nadie puede hacer estas señales que tú háces si no está Dios , con é1," t 8l "Pero vemos", dijo el seminarista, "que mientras Nicodemo procuró aTcanzar a Cristo con su lógica no pasó nada". No es la lógica sino la experiencia lo que nos permite conocer a Cristo. El mismo dijo a Nicodemo: "De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede entrar en el Reino de Dios." j Por aquel entonces. como ya he dicho, aquello no significaba nada para mí. Sin embargo habría de escuchar las mismas palabras a la siguiente mañana. Mi esposa Tib, y yo estábamos tomando el café des- pués de una noche sin dormir, cuando sonó el teléfo- no. Era nuestra vecina Catherine Marshall LeSourd. -Juan -dijo- ¿podrías venir con Tib a casa por unos minutos ? He sabido la noticia, y tengo algo que decirte. La misma Catherine nos abrió la puerta, vestida de entre cas¿, muy seria y sin maquillaje. Expresaba en su apariencia sus sentimientos de una manera mejor de lo que podrían haberlo expresado sus pala- bras. Nos guió hasta la sala de famiiia, cerró la El sei,m puerta, y nos habló sin rodeos. -En primer lugar óüi""o'dócirles que me doy cuenta que estoy preten- ái*ao demasiadb; voy a háblarles acerca de sus vidas lelisiosas, y no tellgo derecho de suponer que les iáitá algo. bespués de todo ustedes han escrito por diez añós en una revista como el Guidepost;-* -son respetuosos de la religión y puede decirse que la han estüdiado a fondo. Pelo hay mucho más que eso ' ' ' Yo miré a Tib; estaba tiesa como una roca. -Juan -me dijo Catherine-, ¿crees que Jesús es Dios ? Esta era la pregunta que menos hubiera esp-erado de ella. Suponíá que nos iba a decir algo acerca de que Dios es caba, de ianar; o del valor de la oración como un maravliloso medio para superar la crisis como la que yo estaba enfrentando. Lo cierto es que, de todos modos' el asunto estaba planteado y prócuré considerarlo. Tib Y Yo éramos¡n iristianos, ciertamente, en e} sentido que todo el mun- l* do lo entiende. Asistíamos a la Iglesia con cierta regu- tu.iauA, enviábamos a nuestros tres hijos a la escuela dominical . . . Sin embargo sabia que éstos no eran sino meros hábitos. La verdad es que nunca antes me ñ"¡iu enfrentado con aquella pregunta: ¿Era Jesús áe Na"aret en realidad Dios ? Y ahola que lo hacía mL asaitaba una montaña de lógica humana' Comen- .ó, p"ut, a argüir algo en resquesta a Ia pregunta, ouró C"tit"rin-e me lnterrumpió: -Juan, tú estás i"át"tt¿o de concebir al cristiánismo a través de tu mente; y esto no Puede ser. Aquí estaba de nuevo. Ella continuó: -_Una de las Características del cristianismo es que uno .no luede ir a él a través del intelecto' Tú debes estar áispuesto primero a experimentarlo, a hacer algo oud "o comprendas, y, por una extraña para-doja' i""i¿ii ""iá"?ut lletía" á menudo la comprensió-n de todo. Y esto es prec-isamente lo que espero hoy de ti: ;;; .i" .o-pt"tt¿"r, aún sin conocer el porqué, le digas que sí a Cristo.
  • 7. r HABLAN EN OTRAS LENGUAS Reinó un sileneio absoluto en la sala. Yo tenía mis reservas sobre el particular. Pero al mismo tiempo se apoderó de mí un intenso deseo de hacer precisa- rye-ntg. lo que Catherine me sugería. La piincipal objeción que tenía la deelaré con toda franqueza: -no me parecía justo que después de años de haber sido r"emiso, en tiempo de bonanza, ahora que me encon- traba enfermo de cáncer y que estaba entre la espada y la pared, fuese a pedir ayuda desesperadamente. -Me siento como un hipócrita -dije. -Juan -me dijo Catherine- esto es orgullo. Tú quieres ir a Dios por tu propio camino; cüando tú quieras; como tú quieras . . . Quizá Dios quiere que vengas a él así como estás. Continuamos conversando por una media hora más, y cuando nos fuimos aún no había decidido dar el paso que se consideraba fundamental. Sin embargo, unos pocos momentos más tarde, precisamente cuan- tnldo nuestro automóvil iba pasando un cierto poste de --rteléfono de la carretera de Millrvood, en Chappaqua, un poste que puedo identificarlo desde aquel día, me volví hacia Tib y le dije en voz alta: -¿Esto es lo que llaman un "salto de fe" ? Ifuy bien, ahora estoy dando ese salto. Creo que Jesucristo es lealmente Dios. Fue una declaración razonada, desprovista de todo emocionalismo; pefo con la conciencia de que todo mi ser estaba envuelto en dicha declaración. Todas las ciistintas facetas de mi autoconciencia, que comúnmente llamamos yo, parecían estar en- vueltas en esta decisión. Es sororendente cuánto me afectaba; cómo luchaba por subsistir, de modo que experirnenté en verdad una clase real de muerte. Pero cuando ai final ese "algo" murió y quedó quieto, brotó mi sencilla declaración de fe; luego había lugar en mí para algo nuevo y completamente misterioso. La pr:imera cosa que me dio ia pauta de que había algo extraño €n mí, fue un acontecimiento no muy elegante, que digamos. lJn poco antes de la operación vino una bonita enfermera a ponerme una inyección. Er, su,m Desde mis días en el ejército tenía horror a las inyec- .ió"ét, fueran éstas puestas por en-fermeras bonitas o "o. pu.o en esta oéasión no sentí temor alguno' -Muy bien; dése vuelta -me dijo ella en su tono profesional. Pero cuando hubo terminado, su. tono óá-¡iO' -¡Qué bien ! Tiene los músculos relajados' Parece que está aquí de vacaciones. No fue sino hasta que ella se hubo ido que me di cuenta cuán real y curioso era aquello. ¡Estaba pro- iunda y verdaderámente relajado ! Y allí, en mi cama ¿"i- ñoÉpital, comencé a sospechar .que algo notable nt. etta¡u sucediendo' Era iomo si en alguna parte .áótótu e indefinida de rni ser supiera que no imporia cómo saliera la operación, todo era sóio una incon- r-eniencia en una existencia ajena y completamente ináépendiente de hospitales, cirujanos' enfermedad ¡- recuperaeión. {Jn poco más tarde vinieron unos camilleros' .Me¡r, sacaron de la cama y me pusieron-sobre una camllla'l^- I,:n-*ucr""do los roÁtros de estos hombres inclinados fru"i* *i; una rajadura en el cielorraso pasó rápida- .*"i. pór sobré nosotros; la luz fluorescente del iióá".oi que no funcionaba bien parpadeando conti- nuum"nte. Después ünas luces que brillab¿n sobre rr:.i-- ca.beza, y el iostro del Dr. Catlin que apareció con ü" áápelo'ierde. Le sonreí y élhizo otro tanto pre- guntándome si Ya estaba listo' -Listo Y esPerando. Me apiicaron otra inyección y me.pareció que tan sól,o unós instantes desbués dejperté en una habita- .iá" ái.tinta. Era de noche. lt-a¡ia ido a la sala de ;;;;";i"".¡ á las ocho de la mañana' ¿ Por qué había ;5üj";-ü;to'iiu*pot Tenía unas sondas colocadas ;r*b". l;dos de^mi pecho y de una herida €n Irri ;"ü;"t". C"i., de micama álgnn aparato zumbaba -v borbotaba. ;Y qué dolor ! El peor que yo había sentido er' -i uiü- nspécialmenie "tt el pecho' donde estabar' puestas las sondas.
  • 8. 7 t H¡,SI,A,N EN oTRAs LENGUAS Una enfermera, viendo que había despertado, se acercó y me tomó el pulso. Traté de hablar y no pude. Le señalé inquisitivamente las sondas. -El doctor lo verá mañana en la mañana. Trate de dormir un poco. Hubiera querido poder decir después de haber dado el salto de fe que aquellas horas en el pabellón de recuperación fueron un triunfo del alma sobre el cuerpo: pero no fue así. El dolor me desmoralizó completamente. Algo había ido mal en la sala de operaciones y yo no tenía suficiente experiencia en la vida cristiana como para no preocuparme tanto. A la mañana siguiente desperté en otra habitación. Sin embargo fui paulatinamente recomponiendo la imagen de mi antiguo cuarto. Las sondas estaban allí todavía, en mi pecho y en mi garganta; y el apa- rato cerca de mi cama aún zumbaba y borbotaba. Pero al menos conseguí un poco de información. El Dr. Catlin vino a verme. Se inclinó sobre mi cama lzly en semi-inconsciencia conseguí descifrar algunas rfrases: -Ahora usted está mejor. Hubo un poco de dificultades en la sala de operaciones. Colapso pul- monar. Traqueotomía. Pero el mal de su cuello ya pasó. Descanse ahora. Estuve aún otro día tendido semi-inconsciente por efectos de las drogas, despabilado ocasionalmente por la visita de mi esposa, de mi madre o del doctor. Hacia el fin del segrindo día me di cuenta de la pre- sene.ia de otlos nacientes en la habitación. Uno de ellos, ¡-a de cierta edad, tetría bastantes dificultades por ia tos. El otro. un poco más joven, recién había Ilegado al pabellón de lecuperación y se le veía dolo- rido. Aquella noche, por primera vez después de mi operación, estur.e en condiciones de pensar en orar. Traté, pues, de hablar a este Cristo a quien había conocido, pero era como hablar al aire. En ningún momento tuve la sensación de estar hablando con alguien. Estaba apenado por mis compañeros de cuarto; el muchacho doiorido y el otro hombre con su tos. Traté de orar por ellos, pero no pasó nada. El salro Después de un momento me dormí, consciente más qu. d" ninguna otra cosa, de que cada uno de los que :stábamos en aquella habitación nos encontrábamos nruy solos. A eso de la medianoche me desperté. Me hallaba .uri..tu-"nte lúcido, sin ese estado de somnolencia iue habiiualmente sigue al sueño' Una pálida luz' -legaba del hall y de las ventanas. Una enfermera ¡rlü-r¿ ia puer:ta cón sus zapatos de ggma' Mis vecinos ;.;J"; despiertos; uno tósiendo, el otro quejándose sua¡emente. o sé cómo llegué a darme cuenta de la luz' Estaba ,lri, cla"a y nítidá. Era diferente de la luz que venía ¿.i'frrit y áe la veniana. No parecía teler en realidad ,n, iu""t" de origen definlda. Había en ella, sin ;ñ;tc"; algo nota*ble: Tenía un centro de irradia- ;il;. ^?; "ti"tu admirado pero no temeroso' Por el .olituilo, tenía un sentido cle reconocimiento de ella' ;;i';;;Li estuviera frente a un amigo de la infan-. ;;;,-; q"i;n pude ;;;;¿;; " pesar"de estar mur'113 cambiado. -¿ Jesús ? -dije'filuz se movió un poco. Realmente-no se movió; lai'o d" pronto estuvo más cerca de mÍ sin moverse i.'.*-lrü*t. Pensé por un momento que el dolor se .r. frá¡ill¿o, pero tto fu" así' Sin embargo a-lgo había ,:rcurrido en este encuentro' Era como si de pronto f.i Ul.tu recuperado todo mi vigor' Mis compañeros de pieza estaban todavía tosiendo ..' ouejándose. -Jesús -dije moviendo apenas mls i"üi;;:. ¿P;¿rias avudar a"aquel muchacho? Laluz i- ." *oitló de mi lado pero en- un instante estuvo "i tuao de ia cama de mi dolorido vecino' Un corto ::bil;-..-tiegó de allÍ para luego quedar todo en silencio. -¿. Y mi otro amigo ? Li lu, estuvo inmediatamente cerca de mi otlo t.átto, quien en ese momento se hallaba en un acceso ¿" lo.. La tos cesó. El anciano se dio vuelta eu la .u-á a".prés de dar un profundo suspii'o'
  • 9. / HABLAN EN oTRAS LENGUAS Y la luz se fue: Levanté la cabeza cuanto pude examinando el cuar- to pero tarr sólo se veía la amarillenta luz del hali y de la ventan a. La enfermera pasó de nuevo. Afuerá, en la noehe, se escuchó el bocinazo de algún coche. Fl aparato al lado de mi cama seguía zumbando y borbotando. Todas las cosas estaban tal cual. Excep- to que aquí acostado en el Hospital Memorial con mi cabeza, cuelio y pecho vendados, y con un dolor que aún me mortificaba, fui lieno con una sensación de bienestar, tal como nunca había conocido antes. Por largo tiempo lloré de gozo. Permanecí despierto hasta ei alba pensando que quizá la luz volviera, mientras que mis amigos dor- mían plácidamente. Cuando la enfelmera vino por la mañana con el termómetro, me encontró despierto. -Parece deseansado -me diio. "_Lo estoy re¿lmente. , ^ | Se volvió hacia mis compañeros. -¡ Qué bien I Fa- '* li'€ce que ellos están dormidos todar'ía. Creo que haré esta habitación más tarde. Salí del Hospital una semarla antes de Io que el Dr. Catlin había nredicho: talr r'ánidamente me mejoré. Por varios días después de habel vuelto del Hospi- tal traté de decir a Tib lo que me había pasado en e} Hospitai. Pelo pala. mi desconcierto cada vez que abría la boca pai'a comenzal sucedía la rnisma cosa: Sentía que se me llenaban los ojos de iágrimas y sabía que de pronunciar una sola palabra más, me hubiera puesto a llorar como un niño. Solamente cuando me propuse que Tib tenía que conocer mi experiencia, con lágrimas o no, fue que pude por fin dominarme. -¿ Piensas que fue un srieño ? -le pregunté cuando estuve un poco más calmado. -|rie g¡s6 que un sueño pudiera afectarte de tal manera. -Ni yo tampoco. Había otras dos personas a quienes debía hacer oír Er, s¡lro .e historia: Len y Catherine LeSourd' Les advertí :l:á tendría dificuitades en relatarles la experiencia, .Ñ.tt¿o, a pesar de- ello, que el fenómeno hablaría .;: ;i.oio. ^Co*"ncé, pues' a contarles lo sucedido, ;;;";"-;; la mitad de una irase sentí un nudo en la ial'ganta. -Ya ven lo que les espera -dije tratando de :'eírme de-mi propia eonfu¡ión. Pero Len me dijo: -i;i;;, esas lágrimas hacen el asunto más real para "liqué ninguniotra cosa. No te preocupes por ellas' De modo que así 1o hice. -¿ Y has visto la luz de nuevo ? -preguntó Cathe- rlne entre tanto. -No. -No creo que tampoco debieras esperarlo -dijo*'Esta clase clé encuentro personal con Cristo suele -.uceder tan sólo una vez. A mí me pasó algo muy semejante. Con Len, por el contrario, fue completa- -.á"t". distinto. Pero ló que impresiona tremendamen- ¡tt ie. es ese cierto reconocimiento de Cristo' no lmporta r c,imo nos liegue. Y entonces Catherine me dijo aigo interesante' Fue una especie cle profecía: -Estoy contenta de que nos ro hayás contado. Te ayudará a- fijarlo en tu memo- i;;,;"art ói tie*po cuanclo el hecho no te parezca real' Y sonriendo un poco melancólicamente agregó: -Quisiera poder sentirme siemplq como tú te sientes "ná'rlr. Creó que no ocurre así. Una vez que perde- ;;;;i; frescur-a dei primer encuentro' debemos andar por- fe. l'Ie tomó un cierto tiempo llegar a captar el sentido de io que me quiso decir' En esos moment:s' y hasta unas semanas mas tarde, viví bajo la influencia de uq;"1 "n"r"ntro. Cuando finalmente llegó el informe t=á1.á, ié.ultó alentador saber que el cáncer había .iJo "óuttulizado por completo. Pero para. mi sor- presa el asunto no me preocupó demasiado' Algo más üñ't;;t; u.tubu ocupando mi mente: , Quería lles'at' ;'¿;'o-ü;"; C;i*6, con quien va me había encontrado'
  • 10. H¿,SLA,¡,I EN orRAS LENcuAs Por un tiempo me fue fácil, pensando a menudo en é1. En efecto, ocurría casi autómáticamente. Leer la Bibiia resultó una experiencia notable y nuevá para mí. Podía entender mu¿has de las cosas que por iárgo tiempo fueron enigmáticas. El hecho, por-ejemplo, de cómo Jesús había reclutado a sus discípulos con sólo decirles: -Sígueme. Fue fácil aceptarlo. Aquella presencia que yo había sentido era algo que uno hubiera sesuido hasla el fin del mundo. Los relatos de las curaciones eran hechos similares a los que yo había contemplado aquella noche en el Hospital. La declaración de Juan de que "Dios es amor" llegó a ser para mí una vívida descripción, más que la simple enunciacién de un principio. Pero a medida que pasaban las semanas y los meses, la frescura de la ex$eriencia fue menguándo. Des- pués de un tiempo no fue tan fácil tomar la Biblia; .'.lel ir a la Iglesia fue convirtiéndose en una rutina, y ^'lun día visitando a un amigo internado en el Hospital, le "recité" la experiencia en una forma completamen- te mecánica. Aquello, más que ninguna otra cosa, me convenció de que yo tenía un mel'o recuerdo, más que una realidad experimentai. ¿Qué había pasado con lo que en un tiempo tuve? Me sentía un poco como los discípulos que después de haber caniinado con Jesús por un tiempo, repentina- mente él se retira. Tenía una profunda tristeza y un ferviente anheio de r-olver a estar en contacto con él; pero como Catherine había predicho, ahora no podía hacer otra cosa que andar por fe. Conversando con otros creyentes me di cuent¿ de que ésta ela una experiencia muy común. Había pe- ríodos subiimes, cuando la presencia del Señor era sentida inconfundiblemente; para luego pasar lenta- mente hacia una posición opuesta. Había breves mo- mentos de intenso amor, de gozo y de profun da paz; un período de real santidad, cuando sin luchas ni esfuerzo alguno por conseguirlo, se era paciente, bon- LA EXTRAñA HIsroRiA ns Hlgll-o BReoesoN iacloso, amable. Fiabía momentos de fructuosidad y rlomer'ltos de seca estet'ilid¿d. ¿Deiría ser siempi'e a-.Í? iDebían los creyentes vivil sólo de lecuerdos? Yo terlía mis dudas sobre ello. i-os lecuel'dos se lracen '!'¿gos y confusos. Por fin, al cabo de utr año del encuentro en el Hos- ¡,:tal, enconti'é a un hombi'e que me relató ttna extt'a- i¿ historia. Me llamó la atención pot' 1o singular. ^{unque fi'ancamente no imaginé siquiera que fnela ia contestación a mis interrogantes. Clrirui,o II LA EXTRAÑA IIISTORIA DE HARATD BREDESEN La plimera referencia que tuve de Harald Bredesen rue pór intermedio cle la señora Norman V. de Peale, co-editora con su esposo, de la revisia Gttídeposts' É.t¿Uu-u* teniendo ia habitual leunión de los lunes por la noche cuando ella llegó casi sin aliento' -Lamento haber llegado' tarde -se excusó' Y mientt'as se quitaba el abrigo continuó: -Acabo de aimorzar, acompañada de mi esposo, con un señor que me ha ciejado pasmada y alavez pensativa' Yo habÍa trakrajado con Ruth Peale pol espacio Ce uno. Álé, áRos. Todos los integrantes dei cuelpo cie r=¿"."iOn valorábamos sus cuaüdades de equilibrio r üuén ctitet'io. 'Ienía la vil:tud de traernos a la tierla éuat'tdo tluesttJos pensamientos el'an dernasiados abs- iüctos o soñador'-es. Recalct-r este pttnto por io e>:t]'a- ;;¡; ia histc¡ria que Ruth nos contó aquella noci:*' Rlsultaba eu efectó, tan extraña qtie si hubiei'a r-el'i- lrt
  • 11. r HABLAN EN oTRAs LENGUAS do de otra persona, es muy probable que la hubiera rechazado de plano. -¿Han escuchado alguna vezla expresién "hablar en ienguas" ? -preguntó.La mayoría de nosotros tenía una vaga idea de lo que aquello significaba. "Es una frase de la Biblia", pense. -r'Si yo hablase lenguas humanas y angélicas . . . " ¿A esto se refiere? -pregunté. -Esa es una de ias referencias -contestó Ruth-. El hablar en lenguas se menciona en los evangelios, y San Pablo habla de ello en diferentes lugares. Peró en su mayor parte las referencias figuran en el libro de los Hechos. Aparentemente el hablar en lenguas ocupó un lugar preponderante en la Iglesia Primitiva. Bien, el hecho es que mi huésped me dijo que él había tenido esta experiencia y algunos de sus amigos tam- . bién. Mi esposo y yo estuvimos cautivados por más r8ltle dos holas escuchando sus relatos cle personas que 'en todo el paÍs han tenido experiencias similares. Apalentemente "las lenguas" son a veces idiomas rea- les perfectamente comprensibies, aunque el que lo habla no lo hubiele aprendido jamás y no tiene la menof idea de lo que está diciendo. Esto parece una locul'a. ¿. verclad ? Sin eml:argo ha¡- algo en este hom- bre . . . Hizo una pausa. -gusns, me gustaría saber aigo más acet'ca del asunto. Después cie la i'eunión le dije a Ruth que deseaba tenel una entler-ista con el que hablaba en lenguas. Pensé clne tal r'ez pudiela sei' tema pala una nota intelesante. Pelo cuanto más consicieraba el tema, tanto más me dal:a cnenta de que ela demasiado am- plio como pala encalar'lo en un solo artículo de una revista. Harald Bledesen es un ministro oi'denado, pastor de ia Primera Iglesia Reformada de Mount Vernon, New York. De más o menos mi edad, es decir de unos cuarenta años. Usa indumentaria de clérigo, y tiene un entusiasmo contagioso. Bredesen y yo almor- Lt nxtnlñ¡ HIsToRIA DE HARALD BREDESEN ;¿mos juntos en un restaurante cercano a rni oficina, i- mientras tomábamos café, me contó una historia fabulosa. Lnos pocos años antes, Bredesen, aunque partici- iante plenamente identificado con su denominación, -<e caracterrzó pot ser un no conformista declarado, Le parecía que aquella vida religiosa que llevaba le j¿ltaba vitalidad, especialmente cuando la comparaba a ,as experiencias de ios los cristianos de los primeros sigios. -Ha]:ía ánimo, movimiento en la vida de la Igiesia ¡rimitiva -dijo Bredesen-. La Iglesia de hoy ya ::ace mucho tiempo que ha perdido esto. Puede estar segulo de que tengo razón. Si no dígame ¿dónde e-rián las vidas cambiadas? ¿Dónde las sanidades? ;. Dónde los fieles que aún estén dispuestos al marti- lio por Cristo? Por las noches, en su hogar, Bredesen había co- ltenzado a leer las referencias bíblicas sobre iosllg ¿c'rntecimientos de ia lglesia Primitiva con estos inte-' ll'ogantes "in mente" y casi instantáneamente creyó :€ner'la clave del asunto. Cuanto más leía tanto más se convencía de que los primeros cl'istianos habían recibido su vitalidad del Espíritu Santo, y más expre- samente, de una experiencia denominada en el Nuevo Testamento como "bautismo en el Espíritu Santo"' Bredesen se propuso L,uscar esta experiencia y para eilo se tomó unas vacaciones. Se fue a las montañas, :- ailí, en una cabaña solitaria, comenzó a orar ince- -.antemente. Decidió no salir de aquei lugar hasta tanto hubiera alcanzado un nuevo nivel de comunión con Dios. Día y noche lo pasó velando en oración. Por fin una mañana mientras estaba fttera de la cEbaña orando en alta voz, una quietud enorme pare- ció descender sobre é1. Toclas las fibras de su cuerpo se pusieron tensas, como si todo su ser esttlviera en uir nu",'o plano de entendimiento. Permaneció en si- lencio poi un momento y cuando comerizó a hablar nuevamente, Io hizo de un modo tal, que deseo cou- t
  • 12. ,7 I I t I H¡,SI,A.N EN oTRAS LENGUAS signar los mismos términos en que él me lo relató aquel día: ". . . Fue el más hermoso brotar de vocablos y con- sonantes, como también de algunas sílabas extrañas. sílabas guturales. No podía reconocer nada de lo que estaba diciendo. Me daba la impresión de estar escu- chando hablar en un idioma extranjero, sólo que era pronunciado por mis propios labios". Sorprendido, picado por la curiosidad, y aún un poco iemeroso, Bredesen comenzó a bajar del cerrcr hablando en voz alta en ese extraño idioma. Así llegó hasta un villorrio. Se detuvo frente a una cabaña donde había un anciano, mientras continuaba habian- do en ese idioma que tan fácilmente fluía de sus labios' El anciano le contestó, hablando r'ápidamente en un idioma que Bredesen no conocía. Cuando el anciano se dio cuenta de ello, le dijo en inglés: -¿ Cómo puede usted hablar en polaco y no en- tenderlo ? I zt,l -¿Estaba hablando en polaco? El anciano se rió pensando que Bredesen ie estaba bromeando. -Por supuesto que era polaco -afirmó.Pelo Bredesen no estaba bromeando. Y hasta don- de él recordaba, nunca antes había oído hablar en aquel idioma. Aún estaban resonando sus palabi'as en la relación de estos acontecimientos, cnancio pasó a relatarme una segunda experiencia que tnvo. Esta ¡ez en el hall de un hotel en ^*ueva Yolk. Estaba asistiendo a una reunión matutina ¡' había dejado su sombrero sobre una silia precisamente en el hall. Cuando llegó la hora de ilse, encontr'ó 1¿ silla ocupada, no por su sombrelo, sino por una hermosa señorita. Pol aquel entonces Bledesen era soltero y su natu- i'al caballerosidad le ller'ó a extender la conversación niás ailá del formaiismo habitual. La señolita notó el atuendo clerical de su interlocutor y a poco ambos estaban erifrascados en una animada conversación sobre religión. Después de unos minutos Ia joven se expresaba espontáneamente en cuanto a Ia insatisfac- L¡, nxrnAñ.t HIST0RIA DE HARALD Bnponsux c:,in de su propia vida religiosa. Bredesen le mani- iestó que él también había notado esa falta, pero que :abía -encontrado una nueva dimensión en su vida iesocional por el hablar en lenguas. -¿Por el hablar en qué? -preguntó ella. -Por el hablar en lenguas; es decir en el idioma :ie Dios le dé a uno -le dijo Bredesen y continuó r:elatándole algo de su propia experiencia. La joven le miraba entre asombrada y -¿. Puede hablar usted en estas lenguas en :,omento que 10 desee? -le Preguntó. -Las lenguas son dadas Para orar. -S¡sn6, ¿puede usted orar en lenguas i:;iere ? -Sí, ¿ quiere que 1o haga ahora ? La chica miró alrededor alarmada. -No quisiera incomodarla *dijo Bredesen al :iempo que inclinaba levemente su cabeza, para luego ie una corta oración en silencio, comenzar a pronun-. ciar palabras que para él eran ininteligibles. ,Los lzt sonid-os fueron entrecortados y llenos de los sonidosl re I, ka. Cuando terminó y abrió los ojos, vio que el iostro de la chica estaba demudado' -¡Pero... pero... Yo le entiendo' Usted está ¿labando a Dioi. Estuvo hablando en antiguo dialec- lo árabe ! -¿Cómo lo sabe? -preguntó Bredesen. Supo entonces que ella era hija de un egiptólogo' rue ella misma dominaba varios idiomas árabes mo- 'j.tnos y que también había estudiado árabe antiguo' -IJsted tiene una pronunciación perfecta -dijoe11a-. ¿Dónde aprendió a hablar árabe antiguo? Bredesen sacudió la cabeza negativamente. -l,Iunca aprendí tal cosa. Ni siquiera sabía que existía un idioma semejante' Mi entrevista con Bredesen me deió más perplejo que ilustrado. Seguramente que habría alguna 9"Pii- cación lógica pará todas las historias que me había contado. De otro modo lo que él pretendía decir ela que aquellas experiencias habían sido vei'daderos m:- escéptica. cualquier euando
  • 13. r t H¿nu,N EN orRAS LENcUAS lagros, lo cual no coineidía con nada de lo que yo conocía en el.mundo. Bredesen me dijo que después de su experiencia había descubierto que había en el cristianismo una corriente que se destacó por el hablar en lenguas. Estos fueron los Pentecostales quienes tornaron su nombre precisamente del Pentecostés, cuando por vez primera se registró el fenómeno de ias lenguas. Y aunque había oído hablar de eilos antes, nunca ies prestó mayor atención por considerarlos una secta más, en la periferia del cristianismo. ¡Pero qué secta ! En la biblioteca me informé de que hay unos 8.500.000 pentecostales en el mundo, más de dos millones de ellos en ios Estados Unidos. Solamente en Nueva York hay unas 350 Iglesias y misiones pentecostales, la mayoría de ellas pequeñas asambleas que se congregan en locales en los sectores más pobres de la ciudad. I 221 -Es curioso cómo pude haber trabaiado en una'revista interdenominacional durante tantos años y nunca haber asistido a una Iglesia Pentecostal -ledije a Tib mienti'as cenábamos aquella noche. Allí mismo decidimos cambiar aquella situación. Brede- sen me había dicho que la Rock Church, en el sector este, tenía l'euniones todos los martes por la tarde. Ei martes de la semana siguiente Tib se buscó una niñera 1' vino a verrne en el centlo. Hacía mucho fr'ío cuando nos bajamos del taxi en ia esquina Ce calle 62 ¡' la Tercera Avenida. Es un barrio interesante. Había sido uno de los vecindarios más pobres de Nuer-a York hasta que, al ser quitado el felrocarril elevado, comenzó a evolucionar. Ahora, en un estado de transición, estaba llegando a ser uno de los sectores más alistocráticos de la eiudad. El viejo negocio de compra-l'enta de muebles, ahora ven- día antigüedades. La sucia y pequeña ferretería se había convertido en un brillante bazar de categoría. Un anciano empujaba por Ia calle un carrito lleno de trapos y de botellas vacías mientras que por la L¡, nxrRAÑI HIST0RIA on HA'R¿.IN BREDESEN ;aela una dama paseaba tres perros de raza, abriga- i -,s con chaleeos de lana. La lglesia, que en alguna ocasión había sido una :'=:idencia particular, era un edificio de ladrillos blan- : -s: su interior estaba pintado de celeste. Detrás dei : -,r'o, ventiladores de aspiración trataban valiente-, ::-¿nte de mantener el aire fresco. Esta no era dis- :-lta a una docena de Iglesias que ya conocí4, excepto :,- i' una cosa: estaba tan ilena de gente que era un :'¿l'dadero problema conseguir asiento. -Nunca vi nada igual en un día martes por la :¿r'de -susurró Tib. Por fin pudimos conseguir asiento atrás de todo; : - s ubicamos y comenzamos a observar. Todos los s:útores sociales estaban representados en la congre- ;arión, mucho más de lo que se ve en muchas iglesia's. -{abía algunos tapados de piel como también ropa de ::,.bajo, Vi asimismo algunos uniformes; varios per- :=i,ecían a enfermeras de un hospital vecino, algunas¡rt :alecían ser niñeras, quienes una hora antes qutzál - i-al¡ían estado llevando al parque un cochecito de :¿iré. Había un chofer con uniforme. Quizá uno de :;da cinco de los presentes era hombre de color. o podría decir si la reunión había comenzado o :--,. Lá congregación estaba expectante y anhelosa, ¡-inque sin embargo no parecía que hubiera uno que :.rigiera la reunión, ni un orden preestablecido de ¿iofación. De pronto una mujer sentada unas fi- -¿s más adelante que la nuestra, se levantó y habló =n alta voz. "¡ Bendito Jesús !", dijo casi cantando, '.' de todas partes del recinto llegaron algunas mani- :¿staciones de aprobación. La mujer de color que se :.allaba a nuestro lado, había estado sentada con su lostro levantado y sus ojos fuertemente apretados. -{hora sus manos se elevaban despacio por sobre su cabeza, con las palmas hacia arriba, colrlo si estuviera recibiendo una bendición desde el aire. Inmediata- :lente los brazos de toda la congregación comenzaton a le'n'antarse en idéntico gesto de recibir. Desde ei :tro lado del salón se elevó una voz de hombre;
  • 14. HABLAN EN 0TRAS LENGUAS "Gloria a Dios." Desde el punto de vista de la psicología de las masas aquello me cautivaba. Había oído ya sobre lo que era una mentalidad colectiva' pero no creía hast¿ que llegamos allí, que tal cosa existiera' Había un indefinible lazo de unión, una casi palpable comuni- cación, entre ios distintos seres humanos que había en aquel salón. EI orden era algo vívido, orgánico' no una respuesta a reglas o a la dirección de una persona, sino a un impulso interior, como las células de un organismo trabajando unánimemente' De vez en cuando alguno de la congregacién se levatrtaba de su asiento, se dirigía hacia adelante y desaparecía en un segundo salón situado detrás de la plátaforma" Me llamó la atención la sencillez y la libertad con que lo hacían, e inclinándome sobre Tib le pregunté si no quería acompañarme a ir tam- bién ailí. z4l -Vamos -me dijo' ' Entramos en un pequeño salón alfombrado. Había sillas colocadas alrededor de la habitación. Era todo el mobiiiario que tenía. Diez o doce de aquellas silias estaban siendo utilizadas, pero no precisamente como tales. Cada tlna er¿ un altar privado, con el adorador arrodiilado ante ella, usando el asiento sólo para apo- yar los brazos. Así, y por no quedarnos allí parados como simpies mirones, nos arrodillamos nosotros tam- bién. Fué un gesto innecesario' Los que estaban alií orando no adr:ertían nuestra presencia en absoluto' Oraban ell lLrz baja i' ocasionalmente oía la-palabra "Jesús". Pero escuchancio atentamente me di cuenta de que la ma¡'orÍa del grupo !o orakra en inglés' Extiañas conüinaciones de sonidos y de ritmos idio- máticos no familiai'es se elevaban alrededor nuestr:o' Parecía que olaban individualmente, sin- embargo, había un ienrido de adoración colectiva' El rumor de las o¡aciones subía y bajaba alternadamente' -Esto clebe ser el "orar en lenguas" --le susurré a Tib. La rxrneñt HrsroRrA nn H¡n¡¡n BREDESEN Permanecimos en la pequeña habitación por unos iuince minutos. Al final de los primeros cinco, co- :lencé a sentir, a través de la delgada alfombra, ei iuro piso que ya casi lastimaba mis rodillas. Sin :mbargo, los otros seguían orando indiferentes a la .rcomodidad. De pronto, como obedeciendo a una indicación, las '.'oces call¿ron a la vez. Levanté la vista. Nadie había entrado en la habi- :ación. No había ningún estímulo visible que afec- *,zt-D, 2, todos por igual; sin embargo el grupo como ';n solo hombre, había cesado de orar. Una anciana se levantó y salió sin decir una palabra. lIn hombre :izo otro tanto. Uno a uno todos fueron dirigiéndose al santuario nuevamente. Nosotros salimos también a ocupar nuestros asientos, contentos de haber dejado :uestros himnarios reservando el lugar. En ese momento una mujer alta y delgada se ponía ¡o- :e pie y anunciaba el número de un himno. Y ¡qué l'" :antar fue aquel ! Como si el salón entero hubiera =rplotado. El corpuiento señor dé mi izquierda can- :aba como si toda la reputación de la iglesia depen- iiera de él solo. Cantaba el bajo, pero no exactamente :onforme a la partitura, sino con un tono propio ;ue sin embargo armonizaba perfectamente. La mu- ;er que se hallaba ¿ mi derecha estaba completamente :ransportada. Con sus ojos cerrados, eantaba y se lalanceaba, abstraída completamente por la música. Esta parte me gustó aun a pesar del emocionaiis- no. Cuando llegamos ai himno "Seguridad Bendita" i digo llegamos, porque a esta altura de l¿s cosas Tib .,- 1'o estábamos cantando tan fuerte como cuaiquier ;tro), sucedió algo que jamás había visto antes. El lirector de canto hizo repetir el coro. Lo cantamos üna y olta vez: "Esta es mi historia Esta es mi canción Todo el día Io paso alabando a mi Señor".
  • 15. Htgl,rl.{ EN orRAS LENGUAS La repetición en lugar de resultar algo monótona, tenía un efecto acumulativo de entusiasmo y una cua- lidad embriagante. De pronto en medio del canto comenzaron a palmear. Pero no era un palmoteo sin sentido, sino un ritmo que a ratos iba en doble tiempo, a ratos en medio tiempo, admirablemente sincopado y armoni- zado con la música. Esto era demasiado extraño para nosotros y no nos plegamos, pero noté clue el zapato derecho de Tib era tan pentecostal como cualquiera de los que estaban allí. El canto no cesó de pronto, sino que se fue apagan- do poco a poco. De repente en alguna parte del salón un hombre comenzó a hablar fuertemente en un idio- ma que yo no conocía. Costumbres atávicas acumu- ladas en mí durante generaciones, me hicieron tem- blar ante un tono devoz más propio de un estadio de .fútbol que de una Iglesia. Sin embargo nadie pareció 26ldar importancia al hecho. Ün silencio tremendo cayó 'sobre La congregación. Cuando el hombre terminó, el silencio persistió. La congregación estaba expec- tante, como aguardando algo más aún. Y entonces descle otro sitio se oyó una segunda voz. EI hombre estaba hablando en inglés, pero lo hacía en el mismo tono alto, rápido y extático que el que habló en len- guas. Estaba dando una exhortación a ". . . esp,erar grandes cosas en estos días. Ei Señor obra podero- Jamente". continuó la voz. "El ha dado la promesa y él ser'á fiel en cumplirla' ' ' " Y así prosiguió por unos momentos. Inclinándome a mi vecino, pregunté qué pasaba. -Es el intér'plete -me dijo. Cuando llegué a estar más versado sobre la doctrina Pentecostal, supe que el don de interpretación es considerado a la par con el don de lenguas, y que en realidad es considerado un don acompañant-e, que se debe buscar con las len- guas. Lna interpretación busca dar el contenido del ñrensaje "xpt.*a^do en una iengua desconocida, difi' riendo de üna traducción en que el intérprete no L¿, nxrneñ¿. HrsroRrA rn Hrn¡.r,o BREDESEN comprende más de aquella iengua que el mismo que dio el mensaje. EI intérprqte, simplemente, siente que a él le es dado rnisteriosamente un conocimiento de 1o que ha sido dicho en lenguas y él lo comparte con 1a congregación. Aquella tarde, como ya he dicho, no sabía nada de todo esto. Pero sí me di cuenta, que cuando alguien hablaba en lenguas Io suficientemente fuerte como para ser oído por la congregación (y esto sucedió en tres oportunidades), alguien se levantaba enseguida y hablaba en inglés. El sermón de aquella tarde duró cuarenta minutos. El texto en el cual estuvo basado fue el de Moisés cruzando el mar Rojo. Fue un sermón común, excep- to en una cosa: el predicador mantenía un contacto con la congregación que era más de lo que yo estaba acostumbrado a ver. Sus afirmaciones eran puntua- ,izadas por los oyentes con muestras de aprobación iaies como: "Sí, hermato", y "amén", y aún, "Ale- i'Jya", lo cual nunca había oído antes, fuera de la nrúsica de Pascua, decir en altavoz. Llevada la con-lrz gregación a un punto culminante de su mensaje, lal-' animó, como anteriormente lo había hecho el director de canto, a entonar reiteradamente el himno: "El cruzó el mar. Sí, Moisés cruzó el mar. Las aguas se abrieron, y él lo cruzó. Sí, Moisés cruzó el mar". El sermón terminó. Las luces de la calle brillaban a través de la puerta de entrada cuando la congrega- ción llenó los pasillos del salón para ganar la salida. Jlientras me ponía el sobretodo, me di cuenta de que habíamos estado en la lglesia, un martes por la no- che, por espacio de unas tres horas. Ya era tarde y al salir, vimos nuevamente los tres perros de taza, apurados ahora por su dama para llegar a la casa a tomar la cena. Al dirigirnos a casa, advertimos que las experien- cias vividas esa tarde nos habían confundido bas- ¡ante. Las horas habían transcurrido ránidamente. l- por el colorido y Io variado tie las acóiones, n..-
  • 16. HABLAN EN OTRAS LENGUAS parecía como si hubiéramos visitado un país extran- jero en un día de fiesta. Pero se notaba también un gran estímulo en todo ello. Sentí íntimamente que allí había pasado algo grande. Al mismo tiempo me sentí un poco confundido al pensar en la gente que manifestaba sus emociones delante de otras perso- nas, y enredando las cosas de una manera tan poco urbana. Saliendo de la Iglesia, le pregunté al predicador de dónde sacaban ellos una forma tan particular de adoración. -De la Biblia -¡¡1s s6¡fgstó-. De la última parte de 1a. Corintios 14. Aquella noche, frente al fuego de nuestra sala en Chaópaqua, Tib y yo buscamos el pasaje. A1lí, como sl irú¡ieia sido esciito sobre el culto de aquella noche, leímos las palabras de Pablo: "¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cadi üno de íosótros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lensua, tiene revelación, tiene interpretación' Hágase zg lto¿ó para edificación. Si habla alguno en lengua 'extlaña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; v ,"o interprete'- Y si no hay intérprete, calle en. la Ígiu.i", "v h'able para sí mismo.y para Dios ' ' ' Así qire, hermanos, pi'ocurad profetizar' y no impidáis el Éabiar en lenguás; pero hágase todo decentemente y con ol'den".t Aquella noche, clespués de clue Tib subió al dormi- torü me senté a'solai pot utt ñromento; ia sala.estaba up*i. alumbt'ada pol: alguna llama ocasional de la "ñi*.n.r. Se me ocullió- que aquel. fuego ¡e podía compalat' ult poco con mi experiencia con el Señor:. ardiénte por únos itlstantes, pelo decreciendo y casi apagado en el Plesente' ¿Debía necesariamente desl'anecerse el fuego de una experlencra espilitual ? Había -leído el libro de los Heóhos )' me pareció muy evidente que en. los primér'os cliitianoi no fue así; no se habían enfriado ón su relación con el Señor. Tampoco lo era para éstos pentecostales adorando en su curiosa iglesita-el martes pol la tarde. Por todo 1o raro de aquella reunron, me parecró que esta gente estaba experi- nentando una vívida compañía con Cristo que yo podía comprender porque la había tenido también ',ra vez; en el Hospital. El lenguaje de ellos podría :'esultar extraño, y sus acciones extravagantes; pero 'i uno mira más allá de sus amaneramientos, en lo ;ue dicen sus rostros, vetá gozo y verá vida. C¡,plrulo III SORPRENDEIYTE TESTIGO Ai día siguiente, amaneció muy frío, nevando y l:S :luy ventoso. A eso de Ias diez fuimos con los chicos' ¿ sacar la nieve del sendero; especialmente para el caltero. Por alguna razón, el entusiasmo del día enterior parecía haber pasado. Entre palada y palada -es dije a mis chicos (Scott y Donn) algo acerca de -a reunión a Ia cual habíamos asistido la noche ante- :'ior. Pero para un chico de nueve años y otro de seis, lo asombroso era que alguien hubiera ido a la Iglesia aun cuando no fuera domingo. Necesitaba darle algunas cartas al cartero, así que aposté a Elizabeth, de tres años de edad, junto a la ';entana del piso bajo para que cuando lo divisal'a :uera a avisarme al desván. La escuela de los ehicos ¿staba cerrada ese día a causa de la nieve y al escu- charles abajo en sus juegos, de pronto tuve sensación ,le que habían tenido razón. En realidad el culto del tlía anterior había sido absurdo. Era de mal gusto saltar en medio de la reunión y ponerse a gi'itar. As: como era ridículo levantar y agitar las manos en altci. Había tenido razón en mi primera calificación: er'¿ SonpnoxonwrE TESTrco
  • 17. HABLAN EN OTRAS LENGUAS un interesante material para un estudio de psicología colectiva. -..-¡Ahí viene ! -con tono de gran ernoción Eliza- beth anunció ta llegada del cartero. B¿jé, pues, y le entregué las cartas a la vez que él me daba también algunas. La primera que tomé tenía el sello de Mount Ver- non; sabía que vendría de Harald Bredesen. Yo estaba desilusionado con el resultado de los últimos acontecimientos; y me encontré dejando relegada para lo último a carta de é1. Por fin me quedó ella sola sobre el escritorio y la abrí sin mucho entusias- mo. Dentro había varias páginas de la revista Lif e, con una pequeña nota al margen: "Pienso que esto puede interesarle. H.8." Me interesé, particularmente porque el escrito era de alguien a quien yo conocía: el Dr. Henry Pitney Van Dusen, por aquel entonces presidente del Union Theological Seminary en Nueva York- Pero más aún o.,l me interesé cuando vi el tema sobre el cual el Dr. Van ""1 Dosen había escrito: "La Tercera Fuerza en el Cris- tianismo", y trataba en parte, de los Pentecostales" ¿Qué tendría que decir el presidente de uno de los rnis -grandes e intelectuaies centros de estudios del país, ácerca de Ia gente menos ilustrada de todas ? te"áitté mi clesayuño y me acomodé para leer el rela- to que el profesbr hacía de su viaje alrededor del mundo. Há¡ia andado por más de veinte países y en cada uno de ellos se habla entrevistado con los líderes *át ¿é.t".aCos cle las lglesias Protestantes tradicio- ttá1".. En todas pa]'tes encontró idéntico interés sobre el fenómeno cie órecimiento registrado en los grupos "no conformistas", especialmente ios Pentecostales' -¿ Está usted. preocupado -le preguntó a un obis.- po anglicano- porque este nuevo movrmrento esta ilcanñn¿o a la -gente que ustedes no han alcanzado o porque le están sacando adherentes? -Por ambas sss¿s -f¡s la respuesta. Para cuando el Dr. Van Dusen había terminado de recopilar los datos tomados de su viaje, habló de una SoRPRENDENTE TESIIGo ". . . tercera y poderosa fietza del Cristianismo". adoptando una intrépida postura junto a católicos por un lado y protestantes por el otro, y en el mismo centro de esa fuetza, arde el avivamiento Pentecostal. "Hay varias fuentes de energía que han hecho de La tercera fueyza el fenómeno religioso más extraor- dinario de nuestro tiempo (escribió el doctor Ván Dusen), Los grupos que lo componen predican un mensaje eminentemente bíblico y comprensible. Por 1o general, ellos prometen una experiencia transfor- madora en la vida, procedente del Dios viviente en Cristo, la cual es mucho más significativa para mu- chas personas, que la versión que se les brinda en las Iglesia convencionales. "Ellos abordan directamente a la gente en el hogar, en la calle, o en cualquier otro lugar, y no esperan meramente que las gentes asistan a la lglesia. Tienen un gran fervor espiritual, y, aunque abarca,el aspecto emotivo, no siempre significa que sea_excesivo. Guían l31 a los nuevos conversos a una estrecha y provechosa l-- relación con el grupo; característica de toda vital renovación cristiana desde que el Espíritu Santo des- cendió sobre los discípulos en Pentecostés. Recalcan el Espíritu Santo, tan descuidado por muchos cristia- ros tradicionales, como la inmediata y poderosa pre- sencia de Dios en el alma del hombre y en la comunión cristiana. Esperan, además, que sus seguidores prac- tiquen una actividad evangelizad,ora continua. "Hasta hace poco, otros protestantes no prestaron mucha importancia al movimiento por considerarlo un fenómeno pasajero. Ahora hay un serio y cre- ciente reconocimiento de su verdadera dimensión y plobable permanencia. La tenden-cia primitiva de menospreciar su mensaje corno inadecuado está sien- do reemplazado por una seria investigación de los secretos de su poderosa propagación."' Era una declaración notable. Deseando conocer más sobre el asunto, le escribí al doctor Van Dusen aquella misma tarde pidiéndole una entrevista.
  • 18. HABI,AN EN OTRAS LENGUAS Unos diez días más tarde Tib y yo fuirnos a verlo' La visita fue particularmente significativa p-ara .rní -po.r- que mi pah"e había enseñado en el Seminario rie ia Únión hasta su rnuerte' Sentados en el departamento del doctor Van Dusen en el Seminario, podía ver a truvés clel patio la oficina que había ocupado mi padre. Al dbbiar una esquina del edifjcio, sabía que se encontraba el departamento que f-uera de mis pa- á"et, ¿o"Ae por espácio de seiq-añcs habíamos traído a núestros -chicos- todos los domingos. El regreso ahora estaba poblado de recuerdos. El Dr. Van Dusen clebía haberse dado cuenta lo que este retrorno significaba para Tib y psra rní, pues- to que se había toñlado el tr-abajo de prepararnos té' Trábajo, porgue habiendo salido su esposa y. ia- sry- ;i*ü; ¿t ini**o debía ocuparse en preparar.el !g' Su sentó ior fin frente a nosotros y probó la infusión' -Demasiado fuerte -<iijo sacudiendo 7a eabeza-, demasiado fuerte' Voy a traer algo para coriarlo rz I noco. ' Volvió luego a probar su té; hizo una mueca y puso la taza en la mesa' -¿ Utios bizcochos ? -preguntó-. Estoy realmen- te coirtento de veries. Ustedes quizá sepan que estoy nuy interesado en los pentecostales. El Dr, 'an Duserr, nos contó luego de su viaje por el Caribe, donde pot: vet pritlera, ya hacía algunos años, asistió a una Iglesia Pentecostal' -Lsted sabe -agregó- ei cargo que se-meJrizo' Pensár' que el plesiáente del Seminario de l¿ Unión ha¡ia hecho semejante viaje al Caribe con el único piiop¿=ito de asistii'a una reunión Pentecostal' Mons- truoso. Nos dijo que de estas experiencias había obtenido atguttas "im$resiones' La primera, singularmente extraña: -}Ie sentí cómodo ailí. A pesar de las muchas,y s.uttá". áiferencias, me sentí iealmente cómodo' . Me Jentí como volviendo atrás en el tiempo a una prlml- SORPRENDENTE TESTICO riva y vital experiencia cristiana' Creo que Pedro. Bernabé o Pabio, se sentirían más a gusto en una i,,uena reunión Pentecostal, que en un culto forma- iista y ritualist¿ de la rnayoría de nuestras lglesias. Con relación a las ienEuas, así como ilosotros, é1 ::abía escuchaclo y visto, fascillado, a la gente orand-o "en el Espír'itu". -Me parece -dijo- que esto de hablar en ieng,uas :s en cierto sentido una terapéutica espiritual. Ltre- :ué a i¿r conciusión de que era iiberación espiritual nuy saludable. La gente quedaba mejor, liberada, lelajada. -l{unca tuve esta experieucia -continuó el doctor -an Dusen-, pero puedo cotnprender mejor aquello cuando pienso en algunos de nuestros grandes poetas. A menudo ellos alcanz&n un punto donde sencillamen- :e no comunican niriguna idea inteligible. Biake, por ejemplo, y Aden, y Gerard Manley Hopkins' Todos ejlos han eserito frases completamente irracionales.¡oo Este es a mi criterio el aspecto irl'acional de habiarl"" en lenguas. El corazón del hombre aleanza a veces un punto donde las palabras -según el significado del diccionario-, rro son adecuadas para expresar rodo io que está pugnando por salir. Me irnpresionó la seriedad con que él hizo esas cieclaraciónes. Fero fue sin embargo, justo en ei momento de salir, que el Dr. Van Dusen dijo alg'o que para mí inclinó la balanza )' me .decidió defini- tivamente a investigar todo lo relacionado con los pentecostales. Ya había llegado Ia hora de irnos. Tib se puso de pie, sin embargo el Dr. Van Dusen permaneció sen- iado; evidentemente él tenía algo más que decir' -lIe llegado a sentir -dijo, eligiendo sus paia- bras cuidadss¿rnsnfe- que el movimientc Pentecos- tal con su énfasis sobre el Espíritu Sarrto, no es ull avivamiento más. Es una revolución en nuestros días' Es una revolución cornparable con ei establecimier:': de la Iglesia Apostólica y con la Reforma protestai::i'
  • 19. HABLAN EN oTRAs LENGUAS Me tomó un tiempo captar el sentido de estas pala- bras. El Dr. Van Dusen estaba diciendo que este avivamiento, representaclo en parte por la pequeña Iglesia donde se agitaban los brazos, hablaban en iengtias y palmeaban, que Tib y ;i'o visitamos un mal'tes por la tarde, no era ya comparable eon la fundación de i¿s mayoles denominaciones protestan- tes, taies como el metodismo o el presbiterianismo. sino que era comllal'able en cambio, eon el Protestan- tismo y con el Catolicismo mismos. Volvimos a casa, ia cabeza hecha un torbellino. ¿ Cómo era posible para el Dr. r/an Dusen comparar el pentecostaiismo colr la ftindación de la lglesia Prir¡itiva? ¿Sería esto meramente una impresión personal? trn las semanas siguientes leí extensamente sobre el asunto. Y fue precisamente en estas plimeras lecturas superficiales que descubrí cios pistas de fundamental importancia. l,o primero que liegué a conocef era que el movi- ., ¡ntiento Pentecostal estaba más diseminado de lo que ó*l.iamás hubiela soñado. Incluía no solamente más de ócho millones de miembros de lglesias pentecostales; más significativarnente incluía rin número incaicula- ble cie pelsonas en las lglesias -fradicionales estable- cicias, la Católica y la Protestante, quienes experi- mentaban (en su nledio) ias mislllas manifestaciones de uu podei.' soblenatulai e itrexplicai-rle. Lo que en segundo tér'n'iino descubr'í fue que ei Dr. -r-ari DLrsen no ei'a ei íinico qr-re ei'aluaba cle ese modo ei fer.iónreu'.. FigLri'as cl¿r'es dentro de las lgle- sias Pi'o:es:¿-i.nles I' Cai,jiicas se expresaron en idén- tico seniiio. Hice ut,¿r iisia t'la ubiqué en un archivo que )-a hai,ía co::iei'zado lttrjo el tema "Historias de Lenguas" i- me lrl'oliiise ciue aigún rlía entret'istaría a aclueiios homl:i'es. Ei pi'o}:lema ela qile esta investigar'ión amenazaba llevai'me nás tiempo clei que yo podía disponer. Ei tema me fascinaba, pero en tanto, me esperaban los encalgo-i cle las re','istas que eran los que producían nuestlas entraclas. Sentía gue una creciente frustra' SORPRENDENTE TESTIGO :,"n se apoderaba de mí por estar cada vez más cons- ::ente daque había tropezado con aquella "Gran His- :':fia" qué llega a todo escritor sólo una vez en la -':rla, Y no podía hacer nada. Entonces algo pasó que cambió completamente la .t:uación. En una reunión social en la veeindad una :.,:che, conté ia historia de Harald Bredesen hablando :r polaco. Ilabía descubierto que era buen material "- ai? una fiesta. Ya estallara la gente en indignación : irilaridad, aquella historia parecía siempre interesar a ia gente.'Péro había un hómbre en aquella re'unión ¿sa noche a quien nunca había visto antes: Samuel ?eters. Cuando nos.levantamos de ia mesa me llevó aparte. ¿Sabe -me dijo- estoy fascinado con la historia. l',fé gustaría oír algo más. ¿No podría venir a mi :'icina ? l- - Resultó que Peters trabaja en una casa de publica- lóD :iones. to visité en su oficina en Lanhattan y varias semanas más tarde fue contratado para escribir un .:'oro sobre el fenómeno de las lenguas y lo que eilo significaba; el publicista financiaría la investigación. -Debemos poner en claro una cosa -le dije -a ?eters al finai-de la conversacién-, usted ha estado iiciendo continuamente: esas lenguas "suyas". No son "mis" lenguas, Peters, y no tengo interés en que o sean. Estoy interesado, intrigado, pero de ninguna manera identificado. Como usted sabe, yo soy episco- pal, y pienso que somos bastante formalistas' Peters sonrió. -Lo sé, y nadie le pide que se com- ptá*uCu; sino que haga un buen trabajo' Es todo 1o que querernos. -Bien *le dije- así nos entendemos. Siempre he dicho que el mejor reportero es el que sabe conserval 1¿ distancia.
  • 20. C¡,rÍtulo IV EL DISPARATE DE STONE Había empezado a sentir que la distancia que me separaba de estas personas sería fácil de mantener. Estaba sentado en la sala principal de lectura de la biblioteca pública de Nueva York, ante una pila de Iibros agotados, y nada me parecía más alejado de mi barrio que el mundo al que me transportaban. Estaba tratando de descubrir quién fue el primero que habló en lenguas en los tiempos modernos. Entre los candi- datos a esa distinción figuraba un granjero monta- ñés; un predicador ambulante de color. También un hombre que tenía a su cargo una escuela gratuita. Hubo indios de Chile, nativos africanos, parias de la India. Tib sintetizó la distancia que nos separaba de ¡ ellos. 361 ' -Ninguno de ellos -dijo cuando le comuniqué el resultado de la investigación- tuvo que preocuparse porque los inseetos le arruinarán el césped bien cuidado. Tenía razón. lrlo muchos de ellos habían tenido céspedes de que preocuparse, y el que los tuvo, había puesto una Yaca a pastar allí. Fue en los Estados tlnidos en el año 1900 cuando unJoven m ," - decidió hacer algo con su vida religiosa. Había esta- do leyendo el Libro de los Hechos -v las cartas de Pablo y comparado la debilidad de su propio ministerio con el poder que se reflejaba allí. ¿Dónde estaban sus nuevos conyertidos ? ¿ Dónde los milagros y las sani- EL DISPARATo op StoN¡ dades ? Seguramente los cristianos primitivos tenían rn secreto que él y su Iglesia ya no poseían. En octubre de ese año Parham se propuso encon- :rar ese poder. para splventar sus propios gastos. El primer paso era localizar algún edificio apro- piado para alquilar por poco, o nada, al mes. Encon- :ró uno en Topeka (Kansas). I.{o era sólo grande sino también pintoresco. Un hombre de Topeka lla- mado Stone había comenzado a construir una man- sión. A la mitad de la obra se quedó sin dinero. La pianta baja era magnífica: escaleras labradas, enor- mes chimeneas, costoso artesonado. Pero la planta 137 alta estaba terminada en pino barato. En Topeka el¡ edificio tenía un apodo. Lo llamaban "El disparate de Stone". Carlos Parham se mudó al "Disparate de Stone" ¡' anunció que cualquiera que quisiera acompañarle allí para estudiar el Nuevo Tallípg¡ra*estJLd-igr,gl$ueyoTes!a.ryr9¡!q,_Ceria-bie4*{eci- bido.*Ád'recTdó;*ünos Affibido. Aparecieron unos cuarenta estudiantes. Estor r '-r_ r_ _-rT--'-- dene naoer oaoo que-há6iár ál'DuiñIililAtTope[a más que lo hecho por Stone mismo. L--1_e-gAqg+--.eLsA.rLQs-, carretas y a pie, llevando con ellos sus mqielg$-y-qqs nl¡qlJ--t-q-dló-'f ó-:qus..ueeerítábttarq-üyif ;?roñTo- 1a magnífica mansión de Stone tenía pañales colgan- do de una soga en el jardín de atrás de la easa. . . y una vaca pastando en el césped del frente. Qallo_q*Parham sabía la dirección que deberían tomar sus estudios. Por cincuenta años muchos pro- testantes habían estado prestando creciente impor- tancia & una experiencia religiosa que ocurre gene- ¡almente algún tiempo después de la conversión. Era una experieneia de la que se podía precisar una fecha SI SOIO. I Ir€ClCllO a0rlr entonCes Una llsCUela en la que sería a la vez director y estudiante. a coblar nada por la errseñanza, cada estu- liante simplemente conlribuiría con lo que pudiera
  • 21. H:eL.llc E orRAS LENcuAs ¡.'que aigunos llamaban "una segunda obra de gracia", i,tl'oS ''ia segunda bendición" y otros "santificación". Felo la esencia de la experiencia er.a siempre un ent1lgür'q-go_11 el Etpíritu S o. La prornesa de aiguna ciase nueva de reiación con el trspíritu Santo es un hilo que corre a tr.avés de toda la trama del l.truevo Testamenio. Se hace evi- dente desde los primeros capítulos de los Evangelios. Los judíos por un tiempo creyeron qrie Juan ei Bau- tista sería el Mesías prometido. Pero Juan le dijo: "Viene tras mí el que es más poderosc que yo, a quien no soy digno de desatar encorvado la correa de su calzaCo. Yo a la verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo".' --trI Bautismo con el Espíritu Santo -decía Juan -sería la señal distintiva del Mesías. llacia el final de su vida, Cristo comenzó a ooner un cleciente énfasis en et ElpiTiT[Tánto. Ef'sería ^ ^ | é1 -eóiTsolaAor-cle T@dolos en :lulla tribulacién, guiándolos a la verdad, tomando su lugar cuando éi ya no estuviera. Después de su cruci- fixión Cristo apareció a sus discípulos "y estando juntos. les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del PaCre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con aglla, ntas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo denti'o de no muchos ciías.": - Los drscí1tulos espelat'ot.l colno habían sido instrui- dos ¡'entonces: "CLlandc liegó el día de Pentecostés, estaban todos unánintes juntos. Y de repente vino del cielo un esti'uendo conio de un viento recio que sopla- ba, ei cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les apai'ecieron lenguas lepartidas, como de fuego. asentándose soble cada uno de ellos. Y fueron todos llenos de1 trspír'itu Santo. y comenzaron a ha- biar en otlas lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen". s Este revestimiento con el Espíritu Santo señaia el ' comíenzo de-lafpGsiá. "ñueva,*pequeffi rodéada de+.-"+ en em ig-o sl- sfn -.-*65[$6 es ta j oven I gles i a tenía po der EL DiSPARATo oo Sto¡to -rraIa sanar" para convencer, para crecer. Las lglesias 1ue sulgiei'on con el correr del tiempo, guardaron en .us tradiciones un vestigio de esta primitiva depen- iencia de una llenura espeeífica del Espíritu Sanio :orno la fuente de su poder. Los católicos, los lutera- nos, y episeopales, todos preservan €n sus servicios le confirmación, la idea c1e que en ese momento el :onfirmante recibe un don especial de pccier para ser .lr clistiano efectivo. Pero grupos como los metodistas rvesleyanos y el -li'upo dé la Santidad visiumbraron el heciro tle que Jsta cererrionia de confirmación I1o era nada más que ',in rito y que no impartíá realmente ningíln poder. Recalcaban el Bautismo como una experiencia que lo venía automáticamente sino Que tenía que sei' bus- cada, una y otra vez si fuera necesario, hasta que el cróyente'estaba seguro de que había sido lleno con el Espíritu Santo. ¿Cómo podía una persona estar segura?- Alg'unos¡o. deóían que no había evidencia directa; que el creyentelür aceptabá por fe el hecho de qtie había sidc, bautizado' Otrbs decian que el creyente sabía que había recibidc el Espíritu Sañto cuantio la vida cle oración se ilenaba de poder. Pero estas eran opiniones l:astante ilnpre- cisás. Ia tarea3ue C-4r;Los Pjtl'Ilanr l'-sw=compaleros d e es t ri d i o d.d! i er" l_ -.Í,rJ"I q$-.tt t+e-dgfflbur- un-- ciitei;io-éñll qüe se- fildigi! dep"endei" En "el disparate de Stotte", Parham y sus amigos ocupaban su tientpo leyendo la Biblia, iavando qlatos, ordenalgg.EJ¿qq"..oJ ry g911, ¿u le*P"fg"-9}¿1?.,l 9l E.pl'' En diciembre Parham tuvo que salir cle I'iaje por tres días. Antes de saiir de Topeka dejó a sus discí- pulos un etleargo. "Mientras yo estoy ausente"' dijo, "quiero que lean ¿1lib.-ro de Lós llechos.tPqt*@--:-a-:.: - -- - - - --- --- - - !,--:-+ i.u---i--r-:::-Z1i-- ocasiones en _qqg.jg =I'eg¡ pe. e I qgUtlst4o dgi L-Flplll+q por primera_ v.ez. Vean st pueden encontrar .atgun éf emó¡ta co n*6ttTe, ai gg-n co-¡r.[n denom ina do r "
  • 22. I HABLAN EN o?n,As LENGUAS Cuando volvió encontró a la Escuela hirviendo de e-ntusiasmo. Los estudiantes, después de estudios in- dividuales, habían liegadc iodos a la misma .orr.iü_ sió:l; en las cinco diférentes ciescr.ipciones qüe hace el libro de Los Hechos del Bautismó. aL ser recibido +, I-a p.rimera=yez..fng.gn Eer:.-ecrs!é.;. ,'y fuerolrn todos llenos del Espír'itu Sa:::.,. ! contenzaron a hablar en otras lengüas, segirr, e- Ésirír.itu les dabl eu€ hablasen".¿ contexto. vez fue e.lr Cer.¿.r'=¿ ::l:-,io la casa de ¿--:1"¿s aún hablaba S¿:-:o cayó sobre todos los que oían ei discui.s,-.. I -:s fiel-es de la circuncisión que habían venido c,::- i¿,::.c se suec{aron El usP¿nlt¡: un StoNr :rase el don del Espíritu Santo' Pcrque los oían que iántu¡ut"t en lenguas ieció que entreieóió que entre tanto que Apolos es.Laua c' uvrrr¡!v' e-f¡", ¿".pués de ,recórrer.las regiones ,-^:p:^tT¡t"ii ;t3;; ü;;il, ; ü"iü"áá ,-"ieitos discípulos'1:,gii"i :l iilárftllii- Ür'n.lí"i* 3á'i" .u á" 9l "r-,'.*i:.?^ J. ill'"i:"áii ;i;;; l;i ;;ilC u ii"*o' o: do-ii lyl^ PY:" l= i-3ffitn',?#.iá; #5i"n;G: -ir*nái también se iJii-ü r i ü L" iü' i " * *". - [ e á a¡i'. ¡,""J:-*.:T'*?":11 iiiisá"tá .-. . "v it"¡i¿t*toles impuesto Pabio las ma- 'J;;il;"-"b'" "ii"; ;i Éspíritú Santo; v hablaban .n iunguu* Y Pi'ofetizaban'"' Parham estaba intrigrado pero no convencido' -Veo las lenguas en tres de los Ba-uti:mos *dijo-_ e."o "á * Su*?"iu" l{i en el caso de Pabio' -IrIo -dijeron sus discípulos- pero más ta-rde .'**o. que Páblo tenía el don de lenguas en su mlnls- ;;;."'lóáv g"u.iuq-;Diou gue habió en ienguas más lit- tt¿"i ,i"=?;;;;0-_les rliio a ios corintios' iCuán-, .- á"t"l.iüio '".t. ¿on I ¿ ¡il pulto ¡uns¡.,'sido en su Bau- | 4r il.mo?" Parham consideró esto en sllellclo' *¿Y qué me dicen de Samaria? *-dijo por fiu' En Samaria, Simón el IVIago estaba,tan im-pl'esio- nado por algo que iÁ óo*"ño la gente era llenada ¿*iÉJrrititü"Sunio que ofreció dinero para tener este ffi;;";úio? ffiü iiub";;i*to que fuefa tan especial? firiiit,itl ""; üi"ü;;-tut'idndut' poroue va había visto a ios creyent.* huto" estas cosa¡' Habla estado J üi .?' á; ; i' Jr i p " il ;;l" t; ¡ n-':1T: *. : "i: ?: " i' :;l: podían ff?l*';ii":'ü;;;ü;;;o i,uscá"¿o? Ya era bien en- traáa ia noche. 'oMe pregunto qué sucederá" -4ijo. "si mañana nos reuniéru*ou q-áü;"W ia mtsrna rorrna crlto en rblla; con
  • 23. HABLAN EN cTBAS LE}iGUAS -,4 1.? lnañana siguiente todos en el ,,disparate de ,i r*"ü X cargacta de expectación. pei.o el sol se puso y nada fuera de lo común había o"r"r.iáo. "' "" Entonces, a eso cle las siete de Ia tat.de, en aquella noche de víspera de Año l{nevo á"f u¡ó mil iiove_ crenros, una .loven estudiante llamada Inés N. Ozman recorrló algo: "¿No era cierto qué mucho. d" l;;lrauusmos que se describen en los llechos estaban acompariados por una acción, aclemás ¿e la oraáiénl ¿r.io rmponla sus rrlanos frecuentemente la persona que ofrecía la plegaria soble aquel q". ,tu.l,iu recibir el R¿¡¡¡=.o? Recordan¿o iu.lü?é,.¿l;¿;! bibiicas a'í :.^1111-.1 Samar.ia,.en Dam_asco. .* ei"io. .i.*ú;'i;palabra "nlanos". ',,p_o"t_unao =u.lilñ* Jóü ti::.';'oEntonces pusieron- sus manos soir¡s pffi',,' 'La señorita Ozman fue a buscar a Caror. earham ylá . comentó lo que pensaba. tolaal _-¿ Uraría usted por mí rie esta ntalteta? _le I:reguntó. T*6l.{f "9:l*qtg_gj"p_.'i{q:r":ü.s,:á.".jr_i4i."iuj. E1 "el disparate de Stone,,. ahc,:.¿ :o,ios oraban con ct'eciente fervor .por la r-eniCa C:- Espíritu Santo. u.na de ias. espaciosas haltiiacir,l.t:-. s;r. ierminar del ptso sr.iperior de la mansión fue c¿nvertida en sala d_e oración, en Un decidiclo esfuu.ro pó" restablecei el_.Alese n_ a hacer. flntoncés pLrso ,r¿:e:rnálij1-ente sus dos;-:;-T1:::- r r manos sobre Ia cabeza de Inás rlr¡rlan. lnmedlaiá_ metlte, y en forma sllave, r'ino cie s:s -¿irios un torren_ te de sílabas que ninguno cle lc,-. ,::.s cticlo entenáer. Er, ientes DISPARATE NT STO¡¡T rantg .los t ilna g'ran ,i,"ruffiicieron planes Para ';t* gói"sita misionera, que llevara.este n:evo -Ten- 'rr"i;ffr;p;il;; ü#¿i-¿.t país hasta canadá' ;;"1;-"t" había significaáo para 1á pequeña Escuela' tlnía que sel abandonado; y'con Ia pérdida del lusar las de reunión el mismo gl'upo se desL'anoo' Carlos Pai'ham comenzé a pleqi-qt eqiglllggP a.jí¡'."ir¿í. nésigm;;u *micanóJ I'u.T:Sil: ;;ñ . *- ¿i. péi. o: F "{.lt * ",9 "r"$?, t'li ",?"fi ; iitstupo se dispersó. pai'nam se--9!199o:##ffii *ffi,s#*Hái**#.i: :i#",. vorvió a tám5-ren @-se¡sidq. + ]T..l:'trf,iii !L j' rffi im= p * u¡ u ot'o s^oiLu^i 41, :d:^n3:?l: á;'s';;¿"-iir^"""-á" """ai¿o' aqu"t vieio 1{il.u:t-o ;;;1i;bi1ü'd;Uges'1'le"qY:'l-".191-::*ilr,l'3,10 Il;i "ü'r,trffi¡¡ía .ier nreaigl{1 ;1 ¡,u integridad, o la sanidad o cualquier otro Tres años pasaron v á-t"-1iqie escu$1fi:{L--:"; ;"T;.i":i' :i"ft;;''"., ¿" rgoá' q"" lil.'lg *:g:^: HTtT#"d; ;;;;;" ;; "lt'i'¡.'"1,¡: Tli:?1: i"i¿ u" cambio 4ramático en su {nlnrsuenu' Llegaron hasta ia ciudad de Kansas' Allí los reci- bi;;;;;; ito*tili¿ua.--Ñu¿i" quería escuchar aquel ri.i,rli:.áll que parttam estaba tan.seguro' Lá pr€n- ,;;;' á ;; üu* pl " gu"o " te n az " p " :i :1ó."'^ i I ::^*"" ""i: Las aguas de El Dorado Springs tenían fama de ser buenas puru rooñiu** á* tiolotés.y enfermedades' Parham entonces "ó;;;hó ia atmósfera de necesi- ilá;;;;-i,tu¿i*u";" 1* mismos escalones de las ""tti5iiü. fb..pu¿t "á" tl¿' tét*¿n invitaba a cual- quiera que estuvrera enferrno 9 go.n dolores a que ii*ituiu- ru llquu¡u cása que había aiquilado con as, na de
  • 24. DISPARATE DE STONE üi:. # ;;; "" i &i i;¡ ; ;;a "' ii " " { q9:t T? ": P"""?" *: lÍlH;i":t; *'ñ;;"". v i" pp*19""1?' ryist1c¡1, -!j #rlá;i." Eiqul¿on, (itiq"l"iitit) de Cincinnati envió i""ir p*-ti"¿i;l; ; cátena para que informara sobré el avivamieuto. "Es dudoso (escribía el coruesponsal) ' que en los últimos ;ñ;s haya ocurrido algg quedgspertara tanto .i i"tét¿., incitára el comentario o dejaralerpleja'a i;;;;ñ'co;o-ia* ""u"iones del Rdo' C' Parham Io han hecho. "Casi tres meses han pasado- desde que este nom-!19 rr.gá ^ Cg nado a más ,lo mil nprsonas r, "o 'de mil párFonas )'convertl ;úil ae petetry yl?: l"^':*#:,,**,31131":%:::;i;;;=-i"i;i*""iüu tás, de modo que -pudieron.aban- | as :^-^- -,,o mrrlotqq Acuí slls segurdores reclOen Io' donar sus muletas . Durante la reunión, pai -'un -.p¡&|q_{q[damental en el rñ que sólo unos minutos antes halrí¿ ¡sni¿o que .""iu,. 44f :11s ojos para evitar el. doloi' qtie la 1uz le'produciá, tahora podia milarla dilectantente sitl sentir el más ligero malestar. La señora Arthur voivió a su hogar en Galena, Kansas-,- y comenzó a contar a toclos á" ".lu ";;;;maravilloso ministerio. Unas semanas más tarde in_ vitó a los Parham para ir a Galena ,lt"n." reuniones en su casa. La aceptación cle esta invitación maicá HABLAN EN oTRAS LENGUAS su esposa cerca del lugar., pai,a oral,. Muchos vinie- ron. Y de1de. el primer momento muchos declarar.on que su condición había mejolaclo. Se corrió la uol á.que allí había un hombre ciotaclo de un poder sobre_ natulal. Y era evidente que no estaba tru*.r"áá gu- nancias pelsonales. ya qr"re nunca había cobrado na-ja nr tevantado ofl'endas. , Un"l. de las personas que fnet.on a sus réuniones oe sanrdad, er.a una mujer llamada Mary Arthur. Se estaba quedando ciega. ya le habían [éch" áo. op"_ laciones y en cada una su estacio había empeoraáo. El día que visitó a los palhan, .,.iu-.llo con un ojo, y esto con mucho dolor. redi EI, óel e incrédula. Aun- Peri que llagl?I{el, P elecos.g de hablar en lenguas ex ranjeras; idiomas ue, sln erauD !v Dv ;ias d; lá reunión. La semar,ra pasada un-a,T.lJ^:t-?: i;ffiiZ;h;üü;;' Ñr¡;i." á; ¡ino¡, digz-T*l'^::i :linistejiolé Parñam. que a;;;;¡;i";i.*"ttt" ttadi" la entendiese; sin embargo un indio qlle ese ,rt* ñát'iu venido a la reunió*" ii_*. , .. j;_-:_::_:jjj:::: pp f.q u g e n c a I é ñ { {t Fn s a ¡.- e PE n t e ñ sTáT S p -ejtiáic i ó como luego. - l]n pocos días Ia sala de la familia Arthur se llenó de bote en bote. Algunos antig,ls -iel,antaron una carpa en un terreno baldío contiguo. Esta también resultó.c.hica porque la gente llegába a Galena desdé valros kliometros a la redonda. Decidieron entonces alquilar un viejg depósito en los su¡uil¡los de la ciu- dad. loryo ya llegaban ios primeros fríos, tuvieron Parham se quedó en Galena más de tres meses pr"Ji.u"áo y sananctá. Cuando finalmente se fue' lo hizo para cumprtt-rtt tué¡o qu" había acariciado desde que tuvo que ."i"u" el "disparate de Stone": empezar una nueva;;;";1'' Cincó años después de h;t#1it."fo-iá .t"o.ü áu top"ka, anunció la for- mación de una.ugottáá,-.*'tavei en Houston (Texas) ' A esta escuela llegó un día un estudiante que estaba que calentar el ambiente con ir. "i.;* ".tufas ¿e ñie_ rro; los bancos se im,provisu.on co., tablones puestos sobre barriles. Y allí, en este depósito converiido en :emplo, Qarlos ] ,le Cristo, con el SO SUS manos sobre mu.ler naOra uruftu .
  • 25. rI HABLAN EN oTRAs LENcUAS destinado a ser otra figura clave en ia historia de Ios pentecostales: W._J. S"ymoui úombre ¿"-.olüministro ordena.do. Fue éi qU* llá"¿' .f *"n*r:lpentecostal a Caiifornia, a t ná de las ¿irecciones-niás f1T"::l:l-la historia úenté.á.iáii c-ñ" Ár"_" gia LOS ANECIES. ,*i;ífr,*:iliHi;Lif, l";'1."*1;.1,:i..f iy.:,-.j,:i;en aquei lugar. Había sido inr-itacio a prédi"a, "nuna pequeña Iglesia local de gente de coio.. Có" ,uexperiencia de la- escuela de Éarham tociavía ¡;;¡;;corqenao lo,que iba .a-sg_g4a sei.ie de selmon", q,il :ancranos de Ia péqtteña Iglesia. Ai CÍa siguiente, cuando llegó al _lugar parz pre,iicat., errcoñtró las puertas del templo cerr,ádas. - IJno de los miembros d-e ja lglesia. sin embargo, ¿olr]9. habí3 estado de acueráó .o., fiu*,lu medida. LeI cll,lo_ a ¡eymour que si quer.ía po,lÍa ii. a su casa a predicar allí mismo. La casa. qut estaba u" u" ¡u""iá anüiguo, era mejor que nada. - EL DIsPARATn no Stown cnanclo, cotl un particularmente alto-"Gloria a Dios"' i;ilil;¿;*-áé lu ";u ce¿i""qn; eJ piso se hundió' t;. ;;ilá;"." ¿*ilo*b;*" v el techo se vino abajo' l,i¿clie resultó hericlo' Pelo se hizo- evidente que la .t;¿i";;;;;áiágaci¿n necesitaba un iugar de reunión ".,i. ii.iii" i]-rñ*"i ' i'1"*9 de un poco de búsqueda ;;';;i;;;;;'é1 lug"''ideai: Calie Azusa 312' Era eu uu barrio modesto de la ciud¿d' Tenía por .¿ifi.io. uécinos un áserradero, un -esiabio' y un talier d;ü;il;" i;;;'1; ;""* ¿11í'nadie se iha a sentir -"i.Ét" p"t el "mosto" de la congr-egación' El edifi- ;T;';;"i;ba- de dos -plantas;. en otio tiempo había ;iá";;;;¿her'ía' á¡'átt¿ottnáu Ju-eso 1 causa cle un i;;;";l; á;; ü a.sñt'vó palcialmente' IJn techo ;ñ;;;dp1uiáa" at otigin'ai, destruido en el incen- ffi ,';";.ili-"áliiói" .i "Jpecto de haber sido aserrado en su Par'te superior. Los feligreses blanquearon el,frente riel edificio e i*;;;ñ;;;"-o.i."t"t con barriles' Sevmour se sen- 147 i;;;"";'ü;d;;;"t¿e" i* ""t'"*o dei saló' 'g'randel á. ü ff;Jün:l otu"¿o constantemente v predicando láiliu". El éra ei lídel lrero su.liderazgo se expfe- saba en sugerencias tnás qlte en ordenes' El avivamiento de la Calle Azusa duró tres años' Ri;;;'p"b;;* i¡"" á vér qué-pa1?ba^La gente llega- ül-¿"".*Aades vecinas, ¿ei Me¿io O-este'-de-lrTueva iíni"t"l-i-¿. cu"ááá'tt Ctutt Bretaña' Había bian- '*:;"á";i;;;G;' Yl¿uun"=' educados Y anaifa- betos. pe*ioiiistas'¿n t"o¿" el país llegaban a investi- ;;;"; ^.i-fo"i'u" favorables o no en sus impresiones' ;Jt'ipt";"i."já" u"u buena historia que contar' Durante mi trabajo r1e investigación mantllve co- ";;;;q;;¿i-;.¿;; ñ; de l.s pocós lgstisos oculares oue quedan ou, auiolamiénto aüuel: Harvev Mc Alis- i;., á;3;;i^Áiüiá, -Mlú;."'i; .uuien me eluibió di- ;;;d" qt;ñ;ii" "i'-il"ñá tlmiJi¿" muchas veces' El relata un caso particularmente interesante: "Mi finado hertnano Roberto estaba en Los Angeies .uu"lo o"oiri¿ er ;ü;;;t¿ i"cidente' que éi me conté . Por tres días Seymonir pr,edic,.r alií, plesentando en rorma logtca y. ser_ela Ia base l,jI,^ica de su posición. P*.*9 _*t ]a3gslle_ dei _g__ds_g!rlé rgoa-eüUas-sl @utffirl;¡=" comenzó a o. -.LlalllandL) e]l iellguas, se reían, gntablan y cantaban hasta que la escena debió haber_ se asemejado al Pentecostés oi.iginal, cuando pedro y sus compañeros fueron acusarios de ,,estar llenos de mosto". , La noticia se desparramó. A ia mañana siguiente, temprano aún, se había conglegado una mult*itud eí el destartalado edificio y muihoi nrás estaban afuera esperando poder entrar. Los cantos y exclamacio- nes, los "aleluya" y "gioria a Dios',. r'eionaban en el precario techado. Cuando empezal'on a palmear y a golpear el suelo con los pies, ef viejo eclificio com*árá a sacudirse. Nadie se apercibió de ello. Fue entonces
  • 26. v IJx¡, TRRuPNDA MANERA DE cRECEIIHABLAN EN oTRAs LENGUAS posteriormente, adernás de conocer yo personalmente a. ra_ cnrea. ilamada Catalina Scott. y de haber escu_ chado a sus padres relatar et misnio háchol S;;áiéen jl.lugar sug sg conoce como ,,La Vieja ¡fisibriáé la Ualle Azusa,,. La gente viajaba cle todas partes dei rnundo para investlsal lo que allí sucedíá. 'H;úi;;; salón en la planta,buju y irn ,'Apóiento Alto,, en-áiplso sl_¡perror'. .til iugar estuvo abierto día y noehe durante varios u¡qq, con reuniorré. Au pr"ái.á.i¿ri dos o tres veces al día. En el ,,Aposento Álto,,, ñ;ül;gente orando día y- noche. Hacia allí se ¿irigia'ia congregación después de las reuniones de preAicáciOn. Cuando era ia hora de predicaciói, .e oiá un tirnbrey todos Lrajai:an al cuito. Catalina, que era entonces una adolescente, estaba en el_aposento alto. Un hombre "rrtr¿ en ia'casa-v oyetrdo a ia gente que oraba subió las esc¿leras.- hi :i n1o.fne1to que é1 eniró, Catalina, movida por ei I 11 sprlltu Santo, se ievantó ¡r señaló al ]rombre parado 48lal.boi'de de la esÍaiera y habló por espacio de-varios 'nlrnutos en un rdroma que no conocía. ninguna pel'sona cle esta ciudad podía sal:er'" "Luego (conclnye la cat'ta del Rclo' Mc Alister) el Irp#¡EgyGgbtcilflc¡clillas ]- llor'0 )'or'ó como si s L 9o-1"+39dE9l¿-g_ pal' t l.Lg{ Este fue ei avivamiento de la calle Azusa' Sin pom- p-lii"-ü.üri-idrd;;i .;ro's,. ni banrlas' ni rringunó de los acompanamr"r-rto* clásicos de una campaña; el niovimiento ,1u" ,,u"iJ en un viejo estabic y- que fue ;d-iil;;á" ¿;u, de noche, pol más tle mil días' C.lPÍruro V T]i{A TR,EMENDA MANERA ilE CR,ECHR lnn lln ese momento se oyó el timbr.e ilamando a lagente a la reunión de pródicación. Toda la gente se ievantó para dirigirse a ias .=.ul.ru..- br rroñr¡*i áiácercars€,Cat¿lina, la tomó riei bl,azo y ia guió hasiá aoaJo, al lugar ctel predicador. ¡- espei.ó hasta que se restablecié ei orden en la sala. 'Luego habló: .,r'% ciud.ad ? investigar el-'naqtar en tenguas". Nadie énGTá-ETü?idTabe mi l9qple, porque estoy aquí bajo un nombre supuesto. Nadie sabe_nli ocupációñ, ni quién soi Acostumblo €scuchar a los predicadoi'es con ei plopósito de criti_ car sus sermones l¡ usarlos para dar conferencias contra la leiigión ciistiana. Había llegado la primavera ctrel año 1960' ¡' con ella uJ;;;;ü-fie i*pró*á"tut utt ei saraje' se guarda- b;;1as palas pai'a ni"uu y se saiab'an ia cortadora cle césped y la esparcido"u"po"u apo.nos', En el buzón ;;.;;ii'é ün volántei ';¿S; s-entirír usteci orgulloso cuancio sus amigos tt"ut'"áicésped este verano?" Y ;;;;;; *.-itáir¿"pu"sairdo en la vaca en eI eésped dei íñ6 á"1 ",litP*ate de Stone"' La primavei'a había llegado y mi viaje al extraiici *;;h;'d;láu-p*"i.tostales era aún un asu'to sin ;'t;ü;; y-rámoto, v "o-*" importaba más cie io que me hubiera importaáó un ,'iaje por un paÍs extran- il;;'ü;;;iu¿i."u uot a homl¡r'es J *oitt--u.t,?]^;lii trabaios, a tl'aves oe i¿ ventanilla de un tren faplüo' Había algo que yo esta'ba dispuesto a.admitir': algo *ñtl"iá." 7füerá delo comúri--ocui'rió durante esos T:rimeros años de u"it'ut"lé"to Pen*tecostal' Por todo ó1 rnundo irabiatr -;;;iti;'i;i;;ias Peniecostales' más o entré
  • 27. r diferentes gnlpos, ninguna .on"ii- que permitiera l al historiador. señajal i ¿ecir.,' ,;t^'igiá-i" B se rlesa_ rrolló de ia iglesia A.; . Algunos de los primet'os I,isitantes cle ia misión de la calle Azusa por -ejemplo, ..,i ,,ir-gr:up" ¿" i"*ie""rltes armenios qrle no encontlaltan-nuán nuevo en las manifestaciones Pentecostales. -einte años untus, un m-ovimiento semejante con oi.aciór, "ii i.rrguus, hábía surgrqo entt'e los presbiterianos en Ar.ntenia. Cuan_ do -.extos pr,é ron a California trajeron sus foi.mas cie aáoración óon niioiy permanecieron solos y aislaclos irasta c1ue, sorpren_ didos, descubrieron que un nroviniiento :iaralelo-esta_ ba desal'l'oliándose en la calle -{zusa. HABLAN EN oTRAs LENGUAS o nlenos todas al mismo tiempo; en el espacio cle unospocos años, inmediatamente ánies y ciesüriés Aei cámlbio de siglo. Lo extlaño u".r,.n "d;;11" era que anrenudo no había una relación ¿iscérnlUe entie los UN¿ rR¡unNDA MANERA llE cREcER Se publicó la historia en ulla hoja editada por.la *ñi¿ti ü-ripiiu*¡"u cle 1906. ¡La- circular estaba .Te;ü it"pt,iu i: distribuida cuando llegaron a .la i*¿iá l"i primerás noticias de que hechos semejantes ..üü"" o.rrriendo en ios Estados Unidos ! Yo estaba intrigado por estas ienguas que-surgí4n ..po"tl"áumente y sin^reiación entre sí en distintas ;;;;il;imundo' ¿Qué podría significar esto? Aun cuando el impulso de una experiencia era fá;il*""üidentificabie con otra, ia prontitud con,la cual el mensaje era aceptado me parecia poco comun' É-ü óo*o si él terreno'bspiritual y emocional de esos ;;;¡"; fuera tal que cón tan. sólo un folleto que ;;;;.ici"t; e" et mómento preciso v entre la gente ;i;;;;;, ütiu án"utt¿.r iápidamónte ia chispa de ;;";;;iúñnto entero. La séñora 'Tinnie Abrams' ;;; d; 1as muieres- tle la Sociedad Misionera de la igl"-i; ét lu. tti¿.iu, esmibió un libro pequeño,ry:Ti de sus expenenclas allí y 1o mandó a algunos amlgos ' ;;t'* ¿"io¿o "r *üáo' Út* }"-s-u.a la rectoría' del51 i;i;T";; ltéto¿i*to Épiicopnt de Valparaíso (-chile.) '' rr^il-t"t-W. C. g"*i"'' ió- i"v¿ cr'¡r mucho interés' bsta es su desctipción de 1o que ocurrlo: Durante el año siguiente después de haber recibido .l ñü;;^ñ;i;il;; ¿omp artíamos con nuestra--genle iát--"iit¡ás buenas noticias' Entonces' nos propusl- ñ.-;; ild" t ue.tio cotazón tene¡ un avivamiento' i;;ü;"; no"tt" ', !,r i""li" ?-iloración' ocurrié ;É;;;;;üroso, toda la congre-gación' de tt?: J?9 personas mas o menos' prorrumpié en una oraclon 5;' ;i;;;;. Hu¡o-ma"iiesracionl-s sorprendentes, v uu*ñLlurr o"o y otro, y ' ' '-toclo culminó en expenen- cias con un gran ,túméto de pe-rsonas' tales como las ;*;*üfi"i."itu.-un nLÑÉ capitulo 2' Multitudes vinieron a ver . . ' ta- asistencia cre^ció enormemente' ;il;i;";"iáo*iteó, iuper¿ las 900 personas'"' Algunas veces el avivarrriento se produjo en un lutat] .lmplemente cüno iésultado de -una historia de un cliario acerca de aigún avivamiento ocurrido eu ;iil;-;i;;iti". r=i' .t movimiento alcanzó el sui' I 50f _, En medio cle las montañas Lnicois en Cal.olina del 1olte, miembl'os de la pequeña Ig]_CS.ra tsau , Camp Crqek en renguas. Antelrormente no hairían tenido ningún con-tacto con gente qtie habiala en ienguas; en reáli_ dad no sabían que existiei'a un fenll-nóno s'emejante. _ -.trn lu India, miemblos cle la foi,mali-cta Sociedad Misionet.a rie la Iglesia de Gr"an Bleraria se sol.nren_ dieron porque una joven liinclii ,j. i6 ;ñ;, ;;;;d"oraba_conrenzab iio i tá ¿;t;: cli'al.cie.Eonrbay; él invitó a algiii.ros amigos a orar con ja chica deseando qne algLr,en entendiéra ei ien- guaje; finalmente alguien lc entenciió: el lensuaje , ela ái'Ebe", y Iq. o-raciones que elie. iracÍa Elán=pófit segui'idad de ia Iglesia en Libia, uir país qué, por io. que ellos sabían, elia nc conocía. ^ l-uego r¡tros cristianos hindúes empezaron a exper.imen-tar este fenómeno de hablai' en idícmas qub ,rurrca habían aprendido ¡r pronto un compieto avir,amiento estaba en mal'cha.
  • 28. v --T---- i I{ABLAN ¡rN orrlAs LENcuAS i cle China. Los misioneros en las escuelas 4¡ocliorv ie¡er,on en ei dia_rio acelca á. i". eltraños acc¡nteci_ nlieirtos de l¿ calle Azusa. Un .¿ba,tu ñ; i;;;;;, l?.^o It¡rués. en.el medio cie una iranquila r"*unl¿ii _oe or.aclor), un rniembro clel cnerpc cie irrofesor=* á"l'ochow empezó.a hablar. *i, * iái,ra qlre no enten_ iiía. Fue el iomieirzo aé; !f* -u',:i,1n,,,-,t.nto chino. Lus llt¡irtr,t'es r n o ci e i,,,,:,- -rr r.,üi;,fJ' ?,':1;r S:: ; :'':i r: ;,,' :1" ?.:; . l;igel)te sencilla, que no llamab¿¿ la atención f.I; h"L,i;nrngúrr Luter.o entre _ellos, "i"gL- Xir"i " Crir;.r, :*qúl Fox. ningún Wesley,-r,;,!gi, ,,,Ai.-iduo soble_satrente que ati'ajela adeptos J s,.i ller,.aje por: La :[era fLrerza de su per.sonaiidacl. L:r g,ente clue iba¿¡ l¿'. caile Azusa e)'fl, por- tu g"r,ái,.t .-gu,,r" pobre y sr.n ednc¿cióri' pe'' ar ubrt"r' o .,,i-i,.,i,,r..,'tr.lbia"ai"go en l<.¡ que decían que_eircerrcliu oi i'*gu. -iny pronto,:oncle esta_ gente i'ioia, .u.gio,,'ii,1i .r,o," grupos de -^ | Pgllr,ecosta les. Err Chicago.-if-il,iiire,q, Xui_",*' VoriintlLfillt: liock. )',err et exrr arr jei,,,',',1 L,,¡i". ) i;;;_cL¡t'larrd, Arrrstet.dam ¡. Oslo. elr r '¿,.c.Llr ... :llrg,¡,a,f ], lviüti Irorrllie a la ialle,,izus,r,,r,i_,i,l i,iu g*rrt* á"{.1.r¿11¡ 91 lttLltld(,. En ti¡das partes ia histoi.ia er.¿t .simil¿rr.. La getrte co¡núrr vr_¡ir'Ía a su casa con un ¡i,en,.¿je i, .i.;*;lr;í" eue g¡¿ recibido instantánearrrenre. f,aiecia qu" ái.ui_ t,urtaCüfnelrte rru }r'eci*abu j;t,ul,lr.:r.i,;,1¿1, ¡,rr.,lue ellcs o.i venderlo]'es uo tenían uaci¿t. A ltienitdo ei,¿ comc, ¡ii sus oyenres liutier.a,u est¿](jrr "--per:arrdo largo tiem_ J)i-,, est¡is noticias; no bie' h¿riría ir. ciestello d" r'eco- rrucirnien'io, el trabajo c1e i_,elsuasi,jn estaba hecho," Peru a1 ladu de este fueg.o altr,¿sadol, de este es_ parcimiento ap:r.errternerrti'si. e.¡r'uer'zo'aer meiisa¡e Petteco.stal, hubo una l.e¿rcciór, upu.-*ru, igualnrenig, i'ritr'te. iguahnente instantálrea; u,i .n.onndo antag,r_ tri.Iilo haci¿r éi" _ V<,r po,iía 1'ec{}t}rJcer este sentirnienro atrtagónico. Lo había seutido en ula fonna .uor," nt ¿lo *;goi."t"de iruesi*¿¡ visit¿ a ia lglesia Rock, cua'rlo de-i¡ronto UNI tnnunNDA MANERA DE cRECER lepelí todo aquello y no quise,oír nada más acerca del ".'u"to. Pero esta r.uucclórt de mi parte era un cha- nái"0" de verano comparado con el huracán de opo- íi.t;ft;; t"ljétott los i'entecostales en aigunos sitios' El escenario fue un edificio de escuela de un solo .ut" ""-Óámp Creek, en las montañas de Carolina' ,'1.1 Ñ;t+.. }Iu¡iu comenzado un avivamiento' La ü.itt" lürb;-i;i, desde 50 kilóm-etros' caminando l en calretas tll'aoas pol bueyes' Dut'ante el dÍa se t."tiá." "f :"t¿i.t ¿" la escuelá' A la noche' Io hacían ;á;;l;;;;j.il" iu, de las lámparas' trn Jas reuniones ;;;;;; áiá ttu¡iu sensación de expectativa creciente' "En épocas de oración fen'iente (escribe Carlos fV. óo""'-"" su interesante relato de este avivamien- ;;i.; il; o clos de los miembros llegaban a estar tan ;;";t;i,i"; .o" Áqr"l a quien oraban que se hallaban i-p;I.;;;-po" "i Espír:itu Santo." ' v hablaban en i;;';ffi;;.á*o"i¿L.- Pe¡'o aquellos crevenfgl l!l: Iut ciilós no lo podían entender porque nl aun los mas' o'isjos miemñros recárdaban que átgo. semejante hu- üi;i;ü;;iJo ulgu"u ""'' IJna tofal ignorancia de ia Historia de la lglesia les impedía que suprer-an oe ;;i¡;;i;;ió""* slitilures a las de oti'os períodos de uuiuu*i""to. Pronto otros empezaron a' tenel expe- ;i.";i;; ;"mejantes y' sin tenel en cuenta lugar' iitálá""i áiiü".ta"éias paiticulal'es' una manifes- ;;;; fue ur.,ifotme: ellos hablSban en lenguas' o idi;;;- ;;.có"o"i¿t. pái'a aquellos que escuchaban con admiración y expectatrva ' " "Las noticias de este clerramamiento se esparcieron .o*"olüú!t:ó á" pol"i"t en todas- direcciones a punto i"i'o-" "-"t'io.o. e incrédulos corrían juntos a presen- :i;':';.#;;;;. ill cól¿ados distantes se dejó"de arar al mediodía; fu ttó-u para hacer mantequilla ?"á-¿q"J" é" ru.'oiluJ áéi:ienaott; se'ordeñaron las ;;;;';;;á" ér ."i-"staia alto; Ios,bueves.^ f,l:l:l ;iü;"t;d;- a la apurada, v l3s c.arlet.as eran drngl- clas por caminos montañosós hacia Camp Creek'" Al principio las iglesias locales recibieron muy
  • 29. HABLAN EN 0TRAS LENGUAS bien el avivamiento. Los honlbres valvían a sus pro- pio-s pueblos y contaban acel.ca de vidas cambiádas 5¡ cle una nueva relación con Cristo. Los dirigentes religiosos casi no podían creer io que oían; y a"nima- ban a su gente a asistir. Luego llegó la reaeción. Vino inesperada y veloz- mente corno el avivamiento oi.iginal. De la noche a la mañana, los rnismos líderes só mostraron hostiles. Los ancianos de nna Iglesia Bautista impidieron a 83 miembros asistir a una conferencia. Ei cargo: habían hablado en lenguas. Un grupo de ministi.osJue a unos funcionarios de un Condado y 1os persuadieron de que retiraran el permiso para usar Iá escuela" Cuan_ do estos creyentes fueron a i'ennii'se rina noche en- contraron las puertas y las I'entanas celradas. Sin desanimarse, simpiemente consti'ut ei'or1 ellos rrrismos una pequeña iglesia de m¿dei.a. _.t La-oposicion adoptó medidas niás euér.gicas. Algu- 54 lnos chacaleros, una noche iluviosa, fueloñ a la misñra iglesia y la incendiaron. La llur-ia apagó el fuego, entonces noches después, demolielon la iglesia con dinamita. Los cre¡rentes ia reconst¡u¡,-et'on. Más tar- de, una mañana -esta vez a pleno día- llegaron más de 100 hombr:es al edificio de la pequeña iglesia. Entre ellos había ministros oldenados, cliáconos, an- cianos, un juez de paz y un comi-ialio. Mientras los miembros de ia iglesi¿ permanecían sin poder hacer irada, ei grupo desarmó la iglesia madera por madera, las apiló al lado del camino ¡' le.r pr.endió fuego. Al haber desarmado la iglesia antes. dljeron, no eÁtaban quemando la propieciad sagr.ada, sino una pila de ryraderas, . Los creyentes iro trata¡on de leconstruirla otra vez, srno qrre empezaron a reunirse en los hogares de cada uno. Entonces el comité de "vigil ancía,; usó tácticas más personales. Arrastlaban de noche a los miem- br"os de ia nueva congregación de sus camas y los azotaban. Cada mañana los patios de las casas doncle se habían llevado a cabo reuniones, aparecían iienos Liul rnrlrnNDA MANERA DE cRECER ,le piedlas y de viclrios lotos. Les dispaiaban con i'ifiós a t'avés de 1as ventanas' Los a'r'o¡'os que les rlouolcionaban agua ei'an ensuciados, las casas (lue- "roáas hasta los cimientos. Estas notas de violencia continuaron dnlante varios años pelo fueron final- nente aquietadas por la voz de una mujer'. Se llamaba Emilina Allen, y era la esposa de uno de los líderes del true'n'o movimiento. Un día un glupo estaba elt una reunión ell casa de los hermatros Allen cuando 25 ó 30 hombt'es se agoipai'oll ell el patio, blandiendo g'arrotes, cuchillos y i'evóivei'es y deman- clanclo que sé dispet'sat'a la congt'egación o qttemaban la casa con ellos adentt'o. "La intrépicla esposa de Allen, Emilina, con dulce r- desalmante autoridad (r'elata Conn), enfl'entó a los hombres en el i:atio )' los inr¡itó a entl'ar', a lo que ellos se negalon murmul'ando y amenazando . . . Ella 1es dijo: "lrlo hay ttinguna i'azón para que se escon- d¿n cietr'ás de máscaras )ra qtle les conozco. Ustedesluu son nuestros rtecinos así que no tienetr por' que escoll-l - derse cuando visitan nltestro hogat'. Ahola' siiquense ese disfraz y les plepalar'é una cena caliente' Pei'o nosotros no dejaremos de servir ai Señot'"' "Los hombres tratat'on, inútilmente, de leasumir su fei'ociclad anterior, pttes habían sido desarmados pór:tu actitud clistianá de esta mujel valíetrte' El srupo lloco a poco se desinteglri tl'atando de cubt'ir lu confusión con violencias. l'lo cumpliet'on sus alne- náás ni molestaron a los creyelltes nttnca más'"'| Casi todas las pl'imeras reltniones Pentecostales enfreutalon persecitciones semejatltes' ¡. C' Hoover iai enfrentó-en Chile. Algunos perioclistas habían emperado a asistir a stts servicios en busca de histo- i'iai sensacionales y Hoover se t'io metido en el centlo ¿" irn, sensacionai publiciclad. Url dialio 1o acusó de u..l¿" criminal, dicienclo que daba a beber un brebaje áá¡i"o llamado "la sangre del Colclelo", que prndu- cía un letargo y que luego la gente caía al suelo"' Hoovel se encontró pt'onto en difieuitacles con sus