A dos semanas de iniciado el paro nacional agrario nadie, ni el mismo presidente, ni el gobierno, ni la oligarquía, ni sus dependientes en los medios de comunicación, pone en duda que el sector agrario del país está en “crisis”. La “crisis del campo”, el “olvido del sector por parte del Estado”, se ofrece entonces como una explicación para la indignación y el hastío de los colombianos y colombianas que, pese a la represión y al miedo, han tenido el valor de levantar sus voces para descubrir la injusticia. Nadie, en el mismo sentido, quiere ir más allá: la “crisis”, cual demiurgo con propia voluntad, ha engendrado todo este problema. Como si fuese la primera vez que la injusticia es denunciada, como si en el pasado reciente no se hubiera advertido esta situación y, lo que es peor, como si, pese a esas advertencias muchas veces criminalizadas cuando no simplemente acalladas, no hubiesen personas, con sus “carnitas y sus huesitos”, que impusieron sus intereses y tomaron decisiones contrarias a los intereses del pueblo y la nación colombiana.