cortes de luz abril 2024 en la provincia de tungurahua
Héroes
1. Luces
Introducción
Esta historia se remonta a plena época de las cruzadas, en
concreto, sobre un joven escudero que servía un príncipe de su
misma edad que se estaba prearando para la guerra. Aunque el
escudero sabía que no iba allegar a ser nadie importante, quería
luchar en las múltiples batallas de reino. Además, debido al tiempo
que pasaba observando entrenal a los caballeros, sabía luchar mejor
que muchos de ellos.
Hasta que un día se le presentó una oportunidad importante, la
cual te acabará enseñando que el poder es un juego peligroso.
-Capítulo 1 -
El escudero
-¡¿Cuándo vas a madurar, Felipe?! -gritaba Fernando a su hijo, el
2. futuro rey y esposo de la princesa "Juana la loca".
-No me hables de madurar, padre...
-¡Eres el futuro rey!¡El marido de la princesa!¡Tienes que asumir
ciertas responsabilidades y... prepararte para las cruzadas!
-Queda mucho para que luche en alguna de esas...
-¿Sabes qué? Te equivocas- dijo Fernando en seco-. En dos meses
irás a recuperar territorio cristiano en las inmediaciones de Santa
Elena.
Felipe hizo un amago de volverse, pero no respondió y siguió
vistiéndose. Su escudero, Jacobo, observaba desde la puerta, atento,
mientras sacaba brillo a las botas del príncipe.
-El ejército estará formado por las tropas castellanas, navarras,
portuguesas y las nuestras, las aragonesas. Debes estar a la altura.
Lucharás contra Muhammad
an-Nasir.
Felipe seguía sin prestar atención. Jacobo le cedió las botas,
brillantes.
-Felipe, as de estar preparado y asumir que debes dejar de salir
a...
-¡Cállate, padre!- estalló Felipe-¡Sé lo que debo hacer y cuándo
debo hacerlo!
Jacobo observaba encogido desde la puerta.
-¡Y, ¿sabes que voy a hacer?!
-Felipe...
El príncipe apartó de un empujón a Jacobo y salió corriendo por
el pasillo del castillo. Detrás salió el rey, aunque se detuvo. Miró a
Jacobo.
-¿A qué esperas? Eres su escudero. Haz algo útil.
Jacobo tomó su capa y comenzó a seguir al príncipe hasta el
establo. Llovía, y para colmo el patio estaba embarrado. Vio salir
del establo un caballo negro y a alguien montado en el. Felipe huía
hacia la entrada, que estaba abierta.
-¡Señor, espero!- gritó Jacobo.
Montó encima de su caballo y salió detrás del príncipe. La lluvia
le impedía ver, era como correr a ciegas.
-¡Señor!- le llamaba.
3. Corrieron por el camino de tierra embarrada. En una de las
curvas, el caballo de Jacobo de torció una pata y ambos cayeron
rodando por la pradera.
Jacobo, herido en el brazo, se levantó y ordenó a su caballo que
volviese mientras se internaba en el bosque. Le resultaba casi
imposible ver, pero su vista alcanzaba la figura cabalgante de Felipe
a lo lejos. Parecía desorientado, pues cabalgaba en zigzag y de vez
en cuando su caballo tropezaba. De pronto, cambió de dirección y
fue cabalgando a unos altos y espesos matorrales. Jacobo sabía, por
propia experiencia, que allí sólo se encontraba la posible muerte del
príncipe.
-¡Felipe!- gritó Jacobo. Pero ya era tarde.
El caballo y Felipe desaparecieron tras los arbustos, y tres
segundos después se escuchó un grito desgarrador seguido de un
crujir de ramas.
-¡Señor!
Jacobo corrió hacia los matorrales y se detuvo en seco al borde
del barranco.
Eran siete largos metros de caída con final en un bosque de
espinas. En el fondo se encontraban ambos.
El caballo lloraba, pues se estaba pinchando y, además, tenía una
pata rota.
Apenas se veía la espalda sangrante de Felipe asomar entre las
espinas, pero lo que si se veía eran los tres metrs de rama espinada
que la atravesaban. El príncipe respiraba, pero Jacobo sabía por sus
movimientos que se acercaban sus últimos días.
Capítulo 2
¿El futuro príincipe?
Jacobo despertó a causa del sol de la mañana, que se colaba por
4. su ventana e iluminaba cada rincón de la cabaña. Despertó
entusiasmado, aunque no debería de estarlo. Vistió con rpa negra y
salió al patio.
Aquel día todos los residentes del castillo eran como fantasmas,
sombras de día, pues ayer, finalmente, un alma real abandonó
aquellas frías paredes. Tras meses de agónica espera.
Jacobo pensaba, ¿qué haría el reino sin un futuro príncipe? En el
fondo sabía que Felipe nunca había estado preparado y que,
realmente, había muerto con tranquilidad.
El jovene scudero llenó dos cubos de agua en el abrevadero, y con
pesado caminar se dirijió al establo para lavar a los caballos.
No pudo pasarlo por alto: el precioso caballo del príncipe,
Arquímedes, estaba demasiado tranquilo, como si supiese el por
qué del color negro. Jacobo se fijó en las cicatrices de las espinas que
se extendían por su cuerpo blaco como lunares.
-¡Jacobo, Jacobo!
El joven se volvió. Una de las cocineras le llamaba desde la
puerta del establo.
-El Rey quiere verte. En la sala del trono.
Su corazón comenzó a latir muy rápido. Probablemente le echase.
Abrió el gigantesco portón de madera de roble, y unos cuantos
haces de luz de color iluinaron su cuerpo.
Las paredes, decoradas con cuadros de ateriores reyes, cargaban
sobre Jacobo una extraña sensación de tristeza. La alfombra roja
llevaba a un precioso trono que se encontraba a contraluz con las
luces coloridas que emitían los cristales tintados. Era como estar
dentro de un arcoíris.
-Jacobo- la voz imponente del rey le llegó de una punta de la sala
a la otra-. Acércate.
Jacobo recorrió con pasos nerviosos la alfombra roja hasta llegar
al trono y arrodillarse.
-No, no- dijo el rey con tristeza-. Levántate.
Jacobo estaba cofundido.
5. -Tranquilo, nada malo- los hombros de Jacobo se relajaron-. Debo
pedirte un favor.
El Rey puso su mano en el hombro de Jacobo.
-Te gustaría.... ¿sustituir a Felipe en la cruzada de Santa Elena?
Jacobo levantó la mirada. Durante dos segundos se sintió
confundido y asustado.
-¿Cómo dice?
-Has oído bien. El ejército de Aragón no tiene representante.
Necesitamos uno.
Los ojos de Jacobo lanzaron destellos de emoción.
-¡Claro que sí, lo haré encantado!
El Rey sonrió extrañado, nunca había visto a alguien tan feliz de
ir a la guerra.
Justo cuando Jacobo se iba a marchar, escuchó la voz de Rey.
-Jacobo.
El chico volvió la vista.
-¿Qué sucede?
El Rey se levantó y con voz de advertencia dijo:
-El poder... es un juego peligroso.
Capítulo final
Poder
Aquel día era lo más parecido al infierno en vida que Jacobo iba a
experimentar.
El calor de la armadura sumado a las altas temperaturas le hacían
sudar y sentirse tan pesado como nunca antes lo había sentido.
Había pasado un mes desde que decidió sustituir a Felipe, un
mes de duro entrenamiento y ya era como un caballero normal.
Pero Jacobo sabía la verdad.
Sabía que no estaba preparado, que no era lo msmo golpear a un
maniquí que atravesar a un hombre.
Y allí estaba, en la Llanura a las afueras de Santa Elena, subido a
6. Noche, su propio caballo, internados en las filas del ejército. A su
lado se encontraba David, un hombre de treinta años que se había
convertido en su mejor amigo. A lo lejos ya se veían las banderas
del ejercito musulmán.
-¿Estás preparado?- le preguntó David.
-No lo sé...
-Piensa que es un entrenamiento. No son hombres Jacobo, están
hechos de madera.
-De acuerdo- dijo Jacobo.
-Es muy fácil. Jacobo, he sobrevivido a varias guerras, y tú vas a
sobrevivir conmigo a esta.
De pronto, una voz interrumpió el ambiente de tensión.
-¡Escudos arriba!
-¡Cúbrete con el escudo, Jacobo!- gritó David.
Jacobo lo hizo, pero no sabía que pasaría. No les habían
entrenado para esto.
"Una roca aplasta a cinco hombres. Noche relincha y comeinza a
cabalgar hacia el ejército. Una roca aplasta a cinco hombres. Noche
relicha y..."
Un puñetazo en la cara despierta a Jacobo del shock, aparte de
aplastarle la nariz contra la armadura.
David había muerto.
Todos estaban muriendo.
Sus compañeros atravesaban a alguien y seguido les atravesaban
a ellos. Y así, se encontró en medio de la batalla.
David se había equivocado. Los enemigos no eran maniquíes, ni
siquiera hombres. Eran bestias.
Noche recobró la calma y comenzó a cabalgar elegantemente
hacia delante. Jacobo dejó de dudar: desgarró cada garganta y cortó
cada cuerpo que encontró en su camino. Algunos suplicaban,
lloraban. Pero daba igual. Sus cabezas ensagrentadas caían al suelo
y eran aplastadas por los caballos. Jacobo se vio salpicado de sangre
y lágrimas.
Hasta que algo detuvo en seco a Noche: Un hombre con medio
brazo arrancado en el suelo lloraba, suplicaba.
-¡No, por favor!
7. Jacobo alzaba la espada de vez en cuando, amenazante.
-Yo, yo... ¡Sólo hago lo que Alá dice! Se supone que matando
cristianos sería feliz... ¡Pero he matado demasiados y no lo soy!
¡Estoy en el infierno!
Jacobo lo entendió todo. Se bajó de Noche.
-Huye- dijo, mientras subía al hombre al caballo-. A donde sea, y
vuélvete cristiano. Si no, te matarán.
-¡Gracias, gracias, de verdad!
Jacobo jamás volvió a ver a Noche.
Jacobo comenzó a caminar, triste, sin un destino concreto. Su
vida, la de aquel hombre, ya no le importaba, pues sabía lo que las
religiones eran realmente, así que ya no tenía un propósito. Lo
único que pudo hacer fue quitarse el yelmo, antes de que un caballo
sin jinete, desbocado, le lanzase al suelo, entre el calor y el fravor de
la batalla.
Se quedó mirando el cielo de ceniza mientras la sangre le caía a la
cara. Una oscura silueta se recortó contra el cielo, la de un hombre
con un sable. Dijo unas palabras que Jacobo no pudo entender,
antes de hundir la espada en su torso y volver su vista roja en la
más temible oscuridad.
Epílogo
Y de pronto, todo desapareció. El tacto del metal frío abriendo su
carne, la pesada armadura, la áspera tierra, el calor de la sangre.
Todo ello fue sustituido por el suave tacto de unas sábanas que
envolvían su cuerpo desnudo y dañado.
Con la mayor fuerza, abrió los ojos. Estaba en una acogedora
cabaña, con un precioso ventanal en el techo, enfocando el mismo
8. cielo que había visto antes de... ¿morir?
Acarició su estómago. Una venda envolvía el lugar donde el
soldado había clavado el sable.
En ese instante, se abrió la puerta, y la figura alta y ancha del rey
entró, acompañada por el siseo de su capa al arrastrarse.
-Hola, Jacobo.
-Hola- fue lo máximo que pudo responder.
-Vencimos- dijo, al tiempo que se sentó en la cama-. Te
encontramos prácticamente muerto. Has sido un milagro.
Jacobo mantuvo el silencio durante un largo rato.
-La historia no para de repetirse.
-¿Cómo?
-No te das cuenta, ¿no? Dios es bueno con todo el mundo, según
la Iglesia. Fue bueno contigo, eres Rey. Pero, ¿con los campesinos
que mueren de hambre? ¿Es bueno?
-Ellos no trabajaron lo suficiente, Jacobo.
-Bueno, tu mayor esfuerzo fue nacer. Al hacerlo, ya eras príncipe.
-Cállate. Podría acusarte de blasfemias.
-Sólo digo una verdad. Sois como un niño pequeño al que no le
gusta oir cosas malas sobre él.
El Rey mantuvo el silencio.
-Sólo digo que parece ser que Dios está contratado o algo, ¿no?
Me podría dar un palacio, pero me lo estoy consiguiendo yo. Dios
termina siendo uno mismo, parece ser.
-¿A qué te refieres?
-A que, si realmente existe un Dios Todopoderoso, le queda
mucho tiempo para despertar.
FIN