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Johannes Kepler
En 1609 Kepler publica su libro titulado «Astronomía Nova», donde da a conocer las dos primeras

leyes del movimiento planetario:

 PRIMERA LEY:

Las órbitas de los planetas son planas. El Sol está en el plano de la órbita. La trayectoria del planeta

respecto del Sol es una elipse de la cual el Sol ocupa uno de los focos.



Una elipse es una curva cerrada, simétrica respecto de dos ejes perpendiculares entre sí, con dos

focos o puntos fijos (F1 y F2), cuyas distancias tomada desde la curva permanece constante.

 SEGUNDA LEY:

El radio vector que une al Sol y el planeta barre áreas iguales en tiempos iguales.La segunda ley de

Kepler, conocida como ley de las áreas determina que la distancia en que se encuentre con respecto al

Sol un planeta genera cambios en la energías potencial y cinética de éste; o sea, un planeta se mueve

más rápidamente en su perihelio que en su afelio. Mientras más excéntrica sea la órbita, o sea, con

curvas más cerradas, mayor será la diferencia de velocidad en ambos extremos de la órbita.

 TERCERA LEY:

Kepler publica en 1619 su tercera ley del movimiento planetario que se puede enunciar de la siguiente

manera:Los cuadrados de los períodos de revolución en torno al Sol son proporcionales a los cubos de

los semiejes mayores de las órbitas.


Se llama eje mayor de una elipse a su mayor diámetro; semieje mayor a la mitad del eje mayor. La

tercera ley de Kepler, conocida como ley armónica, dice que la velocidad media con que un planeta

recorre su órbita disminuye a medida que el planeta está más y más lejos del Sol. La tercera ley de

Kepler muestra que la "influencia" que el Sol ejerce sobre los planetas disminuye con la distancia.


Kepler, en el trabajo de sus tres leyes, demostró que todos los planetas se mueven en órbitas

elípticas, que pueden ser descritas con detalle mediante simples reglas matemáticas que pasaron a

ser llamadas las «leyes de Kepler». En sus famosas «Tablas Rudolfinas», compiló los resultados

obtenidos a partir de las observaciones de TychoBrahe y sus propias teorías. Kepler también fue

acusado de herejía; sin embargo, con la perspectiva de los años, podemos apreciar que sus

planteamientos fueron los primeros en mostrar, científicamente, la grandeza y la ordenación

matemática y geométrica de la Creación. También, y pese a su ceguera, Kepler hizo importantes

contribuciones al desarrollo de la óptica.
Con las leyes keplerianas se empezó a circunscribir el universo en un marco científico que luego

ampliaría sus horizontes al comprobarse la existencia de movimientos relativos independientes del Sol

respecto a los demás cuerpos celestes.




Mientras Kepler desentrañaba los misterios del cosmos el genial Galileo Galilei, nuestro gran conocido,

más que todo por la tragedia que le correspondió vivir y por el símbolo que representa en la lucha por

el conocimiento científico, se preocupaba en Italia de construir una nueva física. Con Galileo comienza

la física como ciencia. Abandona los trabajos especulativos acerca de los por qué, concentrándose en

el cómo ocurren los fenómenos físicos. Galileo adhirió fervorosamente, y según algunos amigos suyos

con demasiada ostentación, a las ideas de Copérnico y agregó pruebas irredargüibles a sus verdades.

Sin embargo, no se tiene conocimiento de que Galileo haya tenido la ocasión de conocer el trabajo de

Digges, ya que en el siglo XVII, siguió subsistiendo la creencia en que la bóveda celeste estaba

constituida por un complicado e inexplicable sistema de esferas giratorias.

Galileo Galilei, con un modesto telescopio de su propia invención y fabricación, en 1609 observó las

manchas solares y las fases de Venus, pruebas definitivas de la movilidad e «imperfección» de los

viandantes del espacio. La observación de las fases de Venus (estrella de la tarde) y de los satélites de

Júpiter destruyó la creencia aristotélica en la inmutabilidad de las esferas planetarias y sus recorridos

y señaló la existencia de otros sistemas semejantes a la Tierra y su Luna, con una familia más

numerosa que giraba alrededor de él. También Galileo realizó una serie de trascendentales

experimentos que demostraban que en ausencia de la resistencia del aire todos los cuerpos que caen,

independientemente de su tamaño o de su peso, se comportan de forma idéntica. Aceleran, es decir,

su velocidad cambia a un ritmo constante y estandarizado.




A pesar de que la teoría de Copérnico había sido proscrita oficialmente, Galileo publicó en 1632 sus

diálogos, después de vencer múltiples dificultades y apelando siempre a su socorrida frase que en

muchas ocasiones con ella logró acallar a sus enemigos: "Decidnos cómo se va al cielo, y dejad que os

digamos como 'marcha' el cielo". No obstante haber ascendido al Solio Pontificio su muy amigo y

científico Urbano VIII, fue obligado por el Tribunal del Santo Oficio a retractarse y, aun cuando salió

con vida del proceso, debió permanecer en confinamiento solitario en su villa de Arcetri, en las afueras

de Florencia, hasta su muerte permanentemente vigilado. En los últimos años de su vida escribió allí

su genial tratado sobre física, en el cual establece las bases de la ciencia moderna.
Sistema ptolemaico

En el sistema ptolemaico, cada planeta es movido por dos o más esferas: una esfera es su
deferente que se centra en la Tierra, y la otra esfera es el epiciclo que se encaja en el deferente. El
planeta se encaja en la esfera del epiciclo. El deferente rota alrededor de la Tierra mientras que el
epiciclo rota dentro del deferente, haciendo que el planeta se acerque y se aleje de la Tierra en
diversos puntos en su órbita, inclusive haciendo que disminuya su velocidad, se detenga, y se
mueva en el sentido contrario (en movimiento retrógrado). Los epiciclos de Venus y de Mercurio
están centrados siempre en una línea entre la Tierra y el Sol (Mercurio más cercano a la Tierra), lo
que explica porqué siempre se encuentran cerca de él en el cielo. El orden de las esferas
ptolemaicas a partir de la Tierra es:


   Luna
   Mercurio
   Venus
   Sol
   Marte
   Júpiter
   Saturno
   Estrellas fijas

El modelo del deferente-y-epiciclo había sido utilizado por los astrónomos griegos por siglos, como
lo había sido la idea del excéntrico (un deferente levemente desviado del centro de la Tierra). En la
ilustración, el centro del deferente no es la Tierra sino la X, haciéndolo excéntrico (del Latín ex- o e-
que significa "de," y centrum que significa "centro").

Desafortunadamente, el sistema que estaba vigente en la época de Ptolomeo no concordaba con
las mediciones, aún cuando había sido una mejora considerable respecto al sistema de Aristóteles.
Algunas veces el tamaño del giro retrógrado de un planeta (más notablemente el de Marte) era
más pequeño y a veces más grande. Esto lo impulsó a generar la idea de un ecuante.

El ecuante era un punto cerca del centro de la órbita del planeta en el cual, si uno se paraba allí y
miraba, el centro del epiciclo del planeta parecería que se moviera a la misma velocidad. Por lo
tanto, el planeta realmente se movía a diferentes velocidades cuando el epiciclo estaba en
diferentes posiciones de su deferente. Usando un ecuante, Ptolomeo afirmaba mantener un
movimiento uniforme y circular, pero a muchas personas no les gustaba porque pensaban que no
concordaba con el dictado de Platón de un "movimiento circular uniforme". El sistema resultante, el
cual eventualmente logró amplia aceptación en occidente, fue visto como muy complicado a los
ojos de la modernidad; requería que cada planeta tuviera un epiciclo girando alrededor de un
deferente, desplazado por un ecuante diferente para cada planeta. Pero el sistema predijo varios
movimientos celestes, incluyendo el inicio y fin de los movimientos retrógrados, medianamente bien
para la época en que se desarrolló.




Geocentrismo y los sistemas rivales

No todos los griegos aceptaban el modelo geocéntrico. Algún pitagórico creyó que la Tierra podía
ser uno de los varios planetas que circundaban en un fuego central. Hicetas y Ecphantus, dos
pitagóricos del siglo V aC., y HeraclidesPonticus en el siglo IV antes de nuestra era, creían que la
Tierra gira sobre su eje pero permaneciendo en el centro del universo. Tal sistema todavía se
califica   como   geocéntrico.     Fue     restablecido    en   la    Edad     Media    por Jean    Buridan.
HeraclidesPonticus       también      es      citado      en    ocasiones       por     haber      propuesto
que Venus y Mercurio circundaban el Sol más que la Tierra, pero la evidencia de esta teoría no
estaba clara. MartianusCapella puso definitivamente a Mercurio y Venus en epiciclos alrededor
del Sol.

Aristarco de Samos (siglo II a.c.) fue el más radical. Escribió un libro, que no ha sobrevivido, sobre
el heliocentrismo, diciendo que el Sol era el centro del Universo, mientras que la Tierra y otros
planetas giraban alrededor suyo. Su teoría no fue popular, y sólo tenia un seguidor
conocido, Seleuco de Seleucia.




El sistema copernicano

En 1543 la teoría geocéntrica enfrentó su primer cuestionamiento serio con la publicación
de DeRevolutionibusOrbiumCoelestium de Copérnico, que aseguraba que la Tierra y los demás
planetas, contrariamente a la doctrina oficial del momento, rotaban alrededor del Sol. Sin embargo,
el sistema geocéntrico se mantuvo varios años, ya que el sistema copernicano no ofrecía mejores
predicciones de las efemérides cósmicas que el anterior, y además suponía un problema para
la filosofía natural, así como para la educación religiosa.

En el siglo XVI, Nicolás Copérnico publicó un modelo del Universo en el que el Sol (y no la Tierra)
estaba en el centro. Las anteriores hipótesis se mantenían desde el siglo II, cuando Tolomeo había
planteado un modelo geocéntrico que fue utilizado por astrónomos y pensadores religiosos durante
muchos siglos.

Copérnico      planteó     y       discutió    el      modelo        heliocéntrico     en   su      obra De
RevolutionibusOrbiumCoelestium que se publicó en 1543, justo antes de su fallecimiento.
La teoría de Copérnico establecía que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que una
vez al año daba una vuelta completa alrededor del Sol. Además afirmaba que la Tierra, en su
movimiento rotatorio, se inclinaba sobre su eje (como un trompo). Sin embargo, aún mantenía
algunos principios de la antigua cosmología, como la idea de las esferas dentro de las cuales se
encontraban los planetas y la esfera exterior donde estaban inmóviles las estrellas, lo cual es falso
por comprobaciones astronómicas hechas hoy en dia, gracias a la tecnología y sus avances.




Gravitación: Newton y Kepler

Johannes Kepler, después de analizar las observaciones de TychoBrahe, construyó sus tres leyes
en 1609 y 1619, basado en una visión heliocéntrica donde los planetas se mueven en trayectorias
elípticas. Usando estas leyes, él era el primer astrónomo en predecir con éxito un tránsito
de Venus (cerca del año 1631).

En 1687, Isaac Newton ideó su ley de la gravitación universal, que introdujo la gravitación como la
fuerza que mantiene a los planetas en órbita, permitiendo que los científicos construyan
rápidamente un modelo heliocéntrico plausible para el Sistema Solar. Utilizando la ley de
gravitación universal pueden calcularse con precisión las órbitas de todos los planetas del sistema
solar, a excepción deMercurio, cuyo perihelio tenía una precesión que no puede explicarse
mediante las leyes de gravitación de Newton. A pesar de este problema la comunidad científica
creía tanto en las leyes de Newton que incluso se postuló la existencia de un planeta, Vulcano,
para justificar la órbita de Mercurio. La precesión del perihelio de Mercurio no pudo ser explicada
hasta que en 1915 Albert Einstein expuso su Teoría General de la Relatividad.

Sin embargo, un marco geocéntrico es útil para los astrónomos en muchos aspectos científicos.
Para el estudio de objetos fuera del sistema solar, donde las distancias son mucho mayores que la
distancia de la tierra al sol, se simplifica su estudio al tomar a la tierra como centro.
La filosofía de Aristóteles

                                 5. Teoría del conocimiento

Al igual que ocurría con Platón tampoco en Aristóteles encontramos una teoría del conocimiento
elaborada, aunque sí numerosos pasajes en varias de sus obras (Metafísica, Ética a Nicómaco,
Tópicos, por ejemplo) que se refieren explícitamente al conocimiento analizándolo bajo distintos
aspectos. El estudio de la demostración, el análisis de las características de la ciencia y sus
divisiones, la determinación de las virtudes dianoéticas, etc., son algunas de las ocasiones en las
que Aristóteles nos habla de una manera más específica del conocimiento y de sus características.
De todo ello podemos deducir algunas de las características básicas del conocimiento tal como
parece haberlo concebido Aristóteles.

Aristóteles distingue varios niveles o grados de conocimiento. El conocimiento sensible deriva
directamente de la sensación y es un tipo de conocimiento inmediato y fugaz, desapareciendo con
la sensación que lo ha generado. El conocimiento sensible es propio de los animales inferiores. En
los animales superiores, sin embargo, al mezclarse con la memoria sensitiva y con la imaginación
puede dar lugar a un tipo de conocimiento más persistente. Ese proceso tiene lugar en el hombre,
generando la experiencia como resultado de la actividad de la memoria, una forma de
conocimiento que, sin que le permita a los hombres conocer el porqué y la causa de los objetos
conocidos, les permite, sin embargo, saber que existen, es decir, la experiencia consiste en el
conocimiento de las cosas particulares:

"... ninguna de las acciones sensibles constituye a nuestros ojos el verdadero saber, bien que sean
el fundamento del conocimiento de las cosas particulares; pero no nos dicen el porqué de nada;
por ejemplo, nos hacen ver que el fuego es caliente, pero sólo que es caliente." ("Metafísica", libro
1,1).

El nivel más elevado de conocimiento vendría representado por la actividad del entendimiento, que
nos permitiría conocer el porqué y la causa de los objetos; este saber ha de surgir necesariamente
de la experiencia, pero en la medida en que es capaz de explicar la causa de lo que existe se
constituye en el verdadero conocimiento:

""Por consiguiente, como acabamos de decir, el hombre de experiencia parece ser más sabio que
el que sólo tiene conocimientos sensibles, cualesquiera que ellos sean: el hombre de arte lo es
más que el hombre de experiencia; el operario es sobrepujado por el director del trabajo, y la
especulación es superior a la práctica."("Metafísica", libro 1,1)

El conocimiento sensible es, pues, el punto de partida de todo conocimiento, que culmina en el
saber. Y Aristóteles distingue en la Metafísica tres tipos de saber: el saber productivo, el saber
práctico y el saber contemplativo o teórico. En la Ética a Nicómaco volverá presentarnos esta
división del saber, en relación con el análisis de las virtudes dianoéticas, las virtudes propias del
pensamiento discursivo (diánoia). El saber productivo (episteme poietiké) que es el que tiene por
objeto la producción o fabricación, el saber técnico. El saber práctico (episteme praktiké) remite a la
capacidad de ordenar racionalmente la conducta, tanto pública como privada. El saber
contemplativo (episteme theoretiké) no responde a ningún tipo de interés, ni productivo ni práctico,
y representa la forma de conocimiento más elevado, que conduce a la sabiduría.

El punto de partida del conocimiento lo constituyen, pues, la sensación y la experiencia, que nos
pone en contacto con la realidad de las sustancias concretas. Pero el verdadero conocimiento es
obra del entendimiento y consiste en el conocimiento de las sustancias por sus causas y principios,
entre las que se encuentra la causa formal, la esencia. Al igual que para Platón, para Aristóteles
conocer, propiamente hablando, supone estar en condiciones de dar cuenta de la esencia del
objeto conocido. De ahí que el conocimiento lo sea propiamente de lo universal, de la forma (o de
la Idea). Pero para Aristóteles la forma se encuentra en la sustancia, no es una entidad
subsistente, por lo que es absolutamente necesario, para poder captar la forma, haber captado
previamente, a través de la sensibilidad, la sustancia.

El entendimiento no puede entrar en contacto directamente con la forma; cuando el hombre nace
no dispone de ningún contenido mental, por lo que entendimiento no tiene nada hacia lo que
dirigirse: es a través de la experiencia como se va nutriendo el entendimiento de sus objetos de
conocimiento, a través de un proceso en el que intervienen la sensibilidad, la memoria y la
imaginación. Mediante la acción de los sentidos, en efecto, captamos la realidad de una sustancia,
de la que, mediante la imaginación, elaboramos una imagen sensible, es decir, una imagen que
contiene los elementos materiales y sensibles de la sustancia, pero también los formales. Es sobre
esta imagen sobre la que actúa el entendimiento, separando en ella lo que hay de material de lo
formal. Aristóteles distingue dos tipos de entendimiento, el agente y el paciente; el entendimiento
recibe, entra en contacto con, la imagen sensible; el entendimiento agente realiza propiamente la
separación de la forma y la materia, quedándose con el elemento formal que expresa a través de
un concepto en el que se manifiestan, por lo tanto, las características esenciales del objeto.

Las diferencias son, pues, considerables con Platón, tanto respecto al valor atribuido al
conocimiento sensible, como respecto a la actividad misma del entendimiento que ha de ser
necesariamente discursivo, siendo imposible llegar a conocer los universales a no ser mediante la
inducción; además, Aristóteles rechaza explícitamente el innatismo del conocimiento, y nos lo
presenta como el resultado del aprendizaje, es decir, por la coordinación racional de los elementos
procedentes de la sensación, a través de la experiencia. Coinciden, sin embargo, en la
consideración de que el verdadero conocimiento ha de serlo de lo universal, y no de los objetos
singulares.

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Johannes kepler

  • 1. Johannes Kepler En 1609 Kepler publica su libro titulado «Astronomía Nova», donde da a conocer las dos primeras leyes del movimiento planetario: PRIMERA LEY: Las órbitas de los planetas son planas. El Sol está en el plano de la órbita. La trayectoria del planeta respecto del Sol es una elipse de la cual el Sol ocupa uno de los focos. Una elipse es una curva cerrada, simétrica respecto de dos ejes perpendiculares entre sí, con dos focos o puntos fijos (F1 y F2), cuyas distancias tomada desde la curva permanece constante. SEGUNDA LEY: El radio vector que une al Sol y el planeta barre áreas iguales en tiempos iguales.La segunda ley de Kepler, conocida como ley de las áreas determina que la distancia en que se encuentre con respecto al Sol un planeta genera cambios en la energías potencial y cinética de éste; o sea, un planeta se mueve más rápidamente en su perihelio que en su afelio. Mientras más excéntrica sea la órbita, o sea, con curvas más cerradas, mayor será la diferencia de velocidad en ambos extremos de la órbita. TERCERA LEY: Kepler publica en 1619 su tercera ley del movimiento planetario que se puede enunciar de la siguiente manera:Los cuadrados de los períodos de revolución en torno al Sol son proporcionales a los cubos de los semiejes mayores de las órbitas. Se llama eje mayor de una elipse a su mayor diámetro; semieje mayor a la mitad del eje mayor. La tercera ley de Kepler, conocida como ley armónica, dice que la velocidad media con que un planeta recorre su órbita disminuye a medida que el planeta está más y más lejos del Sol. La tercera ley de Kepler muestra que la "influencia" que el Sol ejerce sobre los planetas disminuye con la distancia. Kepler, en el trabajo de sus tres leyes, demostró que todos los planetas se mueven en órbitas elípticas, que pueden ser descritas con detalle mediante simples reglas matemáticas que pasaron a ser llamadas las «leyes de Kepler». En sus famosas «Tablas Rudolfinas», compiló los resultados obtenidos a partir de las observaciones de TychoBrahe y sus propias teorías. Kepler también fue acusado de herejía; sin embargo, con la perspectiva de los años, podemos apreciar que sus planteamientos fueron los primeros en mostrar, científicamente, la grandeza y la ordenación matemática y geométrica de la Creación. También, y pese a su ceguera, Kepler hizo importantes contribuciones al desarrollo de la óptica.
  • 2. Con las leyes keplerianas se empezó a circunscribir el universo en un marco científico que luego ampliaría sus horizontes al comprobarse la existencia de movimientos relativos independientes del Sol respecto a los demás cuerpos celestes. Mientras Kepler desentrañaba los misterios del cosmos el genial Galileo Galilei, nuestro gran conocido, más que todo por la tragedia que le correspondió vivir y por el símbolo que representa en la lucha por el conocimiento científico, se preocupaba en Italia de construir una nueva física. Con Galileo comienza la física como ciencia. Abandona los trabajos especulativos acerca de los por qué, concentrándose en el cómo ocurren los fenómenos físicos. Galileo adhirió fervorosamente, y según algunos amigos suyos con demasiada ostentación, a las ideas de Copérnico y agregó pruebas irredargüibles a sus verdades. Sin embargo, no se tiene conocimiento de que Galileo haya tenido la ocasión de conocer el trabajo de Digges, ya que en el siglo XVII, siguió subsistiendo la creencia en que la bóveda celeste estaba constituida por un complicado e inexplicable sistema de esferas giratorias. Galileo Galilei, con un modesto telescopio de su propia invención y fabricación, en 1609 observó las manchas solares y las fases de Venus, pruebas definitivas de la movilidad e «imperfección» de los viandantes del espacio. La observación de las fases de Venus (estrella de la tarde) y de los satélites de Júpiter destruyó la creencia aristotélica en la inmutabilidad de las esferas planetarias y sus recorridos y señaló la existencia de otros sistemas semejantes a la Tierra y su Luna, con una familia más numerosa que giraba alrededor de él. También Galileo realizó una serie de trascendentales experimentos que demostraban que en ausencia de la resistencia del aire todos los cuerpos que caen, independientemente de su tamaño o de su peso, se comportan de forma idéntica. Aceleran, es decir, su velocidad cambia a un ritmo constante y estandarizado. A pesar de que la teoría de Copérnico había sido proscrita oficialmente, Galileo publicó en 1632 sus diálogos, después de vencer múltiples dificultades y apelando siempre a su socorrida frase que en muchas ocasiones con ella logró acallar a sus enemigos: "Decidnos cómo se va al cielo, y dejad que os digamos como 'marcha' el cielo". No obstante haber ascendido al Solio Pontificio su muy amigo y científico Urbano VIII, fue obligado por el Tribunal del Santo Oficio a retractarse y, aun cuando salió con vida del proceso, debió permanecer en confinamiento solitario en su villa de Arcetri, en las afueras de Florencia, hasta su muerte permanentemente vigilado. En los últimos años de su vida escribió allí su genial tratado sobre física, en el cual establece las bases de la ciencia moderna.
  • 3. Sistema ptolemaico En el sistema ptolemaico, cada planeta es movido por dos o más esferas: una esfera es su deferente que se centra en la Tierra, y la otra esfera es el epiciclo que se encaja en el deferente. El planeta se encaja en la esfera del epiciclo. El deferente rota alrededor de la Tierra mientras que el epiciclo rota dentro del deferente, haciendo que el planeta se acerque y se aleje de la Tierra en diversos puntos en su órbita, inclusive haciendo que disminuya su velocidad, se detenga, y se mueva en el sentido contrario (en movimiento retrógrado). Los epiciclos de Venus y de Mercurio están centrados siempre en una línea entre la Tierra y el Sol (Mercurio más cercano a la Tierra), lo que explica porqué siempre se encuentran cerca de él en el cielo. El orden de las esferas ptolemaicas a partir de la Tierra es:  Luna  Mercurio  Venus  Sol  Marte  Júpiter  Saturno  Estrellas fijas El modelo del deferente-y-epiciclo había sido utilizado por los astrónomos griegos por siglos, como lo había sido la idea del excéntrico (un deferente levemente desviado del centro de la Tierra). En la ilustración, el centro del deferente no es la Tierra sino la X, haciéndolo excéntrico (del Latín ex- o e- que significa "de," y centrum que significa "centro"). Desafortunadamente, el sistema que estaba vigente en la época de Ptolomeo no concordaba con las mediciones, aún cuando había sido una mejora considerable respecto al sistema de Aristóteles. Algunas veces el tamaño del giro retrógrado de un planeta (más notablemente el de Marte) era más pequeño y a veces más grande. Esto lo impulsó a generar la idea de un ecuante. El ecuante era un punto cerca del centro de la órbita del planeta en el cual, si uno se paraba allí y miraba, el centro del epiciclo del planeta parecería que se moviera a la misma velocidad. Por lo tanto, el planeta realmente se movía a diferentes velocidades cuando el epiciclo estaba en diferentes posiciones de su deferente. Usando un ecuante, Ptolomeo afirmaba mantener un movimiento uniforme y circular, pero a muchas personas no les gustaba porque pensaban que no concordaba con el dictado de Platón de un "movimiento circular uniforme". El sistema resultante, el cual eventualmente logró amplia aceptación en occidente, fue visto como muy complicado a los ojos de la modernidad; requería que cada planeta tuviera un epiciclo girando alrededor de un
  • 4. deferente, desplazado por un ecuante diferente para cada planeta. Pero el sistema predijo varios movimientos celestes, incluyendo el inicio y fin de los movimientos retrógrados, medianamente bien para la época en que se desarrolló. Geocentrismo y los sistemas rivales No todos los griegos aceptaban el modelo geocéntrico. Algún pitagórico creyó que la Tierra podía ser uno de los varios planetas que circundaban en un fuego central. Hicetas y Ecphantus, dos pitagóricos del siglo V aC., y HeraclidesPonticus en el siglo IV antes de nuestra era, creían que la Tierra gira sobre su eje pero permaneciendo en el centro del universo. Tal sistema todavía se califica como geocéntrico. Fue restablecido en la Edad Media por Jean Buridan. HeraclidesPonticus también es citado en ocasiones por haber propuesto que Venus y Mercurio circundaban el Sol más que la Tierra, pero la evidencia de esta teoría no estaba clara. MartianusCapella puso definitivamente a Mercurio y Venus en epiciclos alrededor del Sol. Aristarco de Samos (siglo II a.c.) fue el más radical. Escribió un libro, que no ha sobrevivido, sobre el heliocentrismo, diciendo que el Sol era el centro del Universo, mientras que la Tierra y otros planetas giraban alrededor suyo. Su teoría no fue popular, y sólo tenia un seguidor conocido, Seleuco de Seleucia. El sistema copernicano En 1543 la teoría geocéntrica enfrentó su primer cuestionamiento serio con la publicación de DeRevolutionibusOrbiumCoelestium de Copérnico, que aseguraba que la Tierra y los demás planetas, contrariamente a la doctrina oficial del momento, rotaban alrededor del Sol. Sin embargo, el sistema geocéntrico se mantuvo varios años, ya que el sistema copernicano no ofrecía mejores predicciones de las efemérides cósmicas que el anterior, y además suponía un problema para la filosofía natural, así como para la educación religiosa. En el siglo XVI, Nicolás Copérnico publicó un modelo del Universo en el que el Sol (y no la Tierra) estaba en el centro. Las anteriores hipótesis se mantenían desde el siglo II, cuando Tolomeo había planteado un modelo geocéntrico que fue utilizado por astrónomos y pensadores religiosos durante muchos siglos. Copérnico planteó y discutió el modelo heliocéntrico en su obra De RevolutionibusOrbiumCoelestium que se publicó en 1543, justo antes de su fallecimiento.
  • 5. La teoría de Copérnico establecía que la Tierra giraba sobre sí misma una vez al día, y que una vez al año daba una vuelta completa alrededor del Sol. Además afirmaba que la Tierra, en su movimiento rotatorio, se inclinaba sobre su eje (como un trompo). Sin embargo, aún mantenía algunos principios de la antigua cosmología, como la idea de las esferas dentro de las cuales se encontraban los planetas y la esfera exterior donde estaban inmóviles las estrellas, lo cual es falso por comprobaciones astronómicas hechas hoy en dia, gracias a la tecnología y sus avances. Gravitación: Newton y Kepler Johannes Kepler, después de analizar las observaciones de TychoBrahe, construyó sus tres leyes en 1609 y 1619, basado en una visión heliocéntrica donde los planetas se mueven en trayectorias elípticas. Usando estas leyes, él era el primer astrónomo en predecir con éxito un tránsito de Venus (cerca del año 1631). En 1687, Isaac Newton ideó su ley de la gravitación universal, que introdujo la gravitación como la fuerza que mantiene a los planetas en órbita, permitiendo que los científicos construyan rápidamente un modelo heliocéntrico plausible para el Sistema Solar. Utilizando la ley de gravitación universal pueden calcularse con precisión las órbitas de todos los planetas del sistema solar, a excepción deMercurio, cuyo perihelio tenía una precesión que no puede explicarse mediante las leyes de gravitación de Newton. A pesar de este problema la comunidad científica creía tanto en las leyes de Newton que incluso se postuló la existencia de un planeta, Vulcano, para justificar la órbita de Mercurio. La precesión del perihelio de Mercurio no pudo ser explicada hasta que en 1915 Albert Einstein expuso su Teoría General de la Relatividad. Sin embargo, un marco geocéntrico es útil para los astrónomos en muchos aspectos científicos. Para el estudio de objetos fuera del sistema solar, donde las distancias son mucho mayores que la distancia de la tierra al sol, se simplifica su estudio al tomar a la tierra como centro.
  • 6. La filosofía de Aristóteles 5. Teoría del conocimiento Al igual que ocurría con Platón tampoco en Aristóteles encontramos una teoría del conocimiento elaborada, aunque sí numerosos pasajes en varias de sus obras (Metafísica, Ética a Nicómaco, Tópicos, por ejemplo) que se refieren explícitamente al conocimiento analizándolo bajo distintos aspectos. El estudio de la demostración, el análisis de las características de la ciencia y sus divisiones, la determinación de las virtudes dianoéticas, etc., son algunas de las ocasiones en las que Aristóteles nos habla de una manera más específica del conocimiento y de sus características. De todo ello podemos deducir algunas de las características básicas del conocimiento tal como parece haberlo concebido Aristóteles. Aristóteles distingue varios niveles o grados de conocimiento. El conocimiento sensible deriva directamente de la sensación y es un tipo de conocimiento inmediato y fugaz, desapareciendo con la sensación que lo ha generado. El conocimiento sensible es propio de los animales inferiores. En los animales superiores, sin embargo, al mezclarse con la memoria sensitiva y con la imaginación puede dar lugar a un tipo de conocimiento más persistente. Ese proceso tiene lugar en el hombre, generando la experiencia como resultado de la actividad de la memoria, una forma de conocimiento que, sin que le permita a los hombres conocer el porqué y la causa de los objetos conocidos, les permite, sin embargo, saber que existen, es decir, la experiencia consiste en el conocimiento de las cosas particulares: "... ninguna de las acciones sensibles constituye a nuestros ojos el verdadero saber, bien que sean el fundamento del conocimiento de las cosas particulares; pero no nos dicen el porqué de nada; por ejemplo, nos hacen ver que el fuego es caliente, pero sólo que es caliente." ("Metafísica", libro 1,1). El nivel más elevado de conocimiento vendría representado por la actividad del entendimiento, que nos permitiría conocer el porqué y la causa de los objetos; este saber ha de surgir necesariamente de la experiencia, pero en la medida en que es capaz de explicar la causa de lo que existe se constituye en el verdadero conocimiento: ""Por consiguiente, como acabamos de decir, el hombre de experiencia parece ser más sabio que el que sólo tiene conocimientos sensibles, cualesquiera que ellos sean: el hombre de arte lo es más que el hombre de experiencia; el operario es sobrepujado por el director del trabajo, y la especulación es superior a la práctica."("Metafísica", libro 1,1) El conocimiento sensible es, pues, el punto de partida de todo conocimiento, que culmina en el saber. Y Aristóteles distingue en la Metafísica tres tipos de saber: el saber productivo, el saber práctico y el saber contemplativo o teórico. En la Ética a Nicómaco volverá presentarnos esta división del saber, en relación con el análisis de las virtudes dianoéticas, las virtudes propias del pensamiento discursivo (diánoia). El saber productivo (episteme poietiké) que es el que tiene por objeto la producción o fabricación, el saber técnico. El saber práctico (episteme praktiké) remite a la capacidad de ordenar racionalmente la conducta, tanto pública como privada. El saber contemplativo (episteme theoretiké) no responde a ningún tipo de interés, ni productivo ni práctico, y representa la forma de conocimiento más elevado, que conduce a la sabiduría. El punto de partida del conocimiento lo constituyen, pues, la sensación y la experiencia, que nos pone en contacto con la realidad de las sustancias concretas. Pero el verdadero conocimiento es obra del entendimiento y consiste en el conocimiento de las sustancias por sus causas y principios, entre las que se encuentra la causa formal, la esencia. Al igual que para Platón, para Aristóteles conocer, propiamente hablando, supone estar en condiciones de dar cuenta de la esencia del objeto conocido. De ahí que el conocimiento lo sea propiamente de lo universal, de la forma (o de
  • 7. la Idea). Pero para Aristóteles la forma se encuentra en la sustancia, no es una entidad subsistente, por lo que es absolutamente necesario, para poder captar la forma, haber captado previamente, a través de la sensibilidad, la sustancia. El entendimiento no puede entrar en contacto directamente con la forma; cuando el hombre nace no dispone de ningún contenido mental, por lo que entendimiento no tiene nada hacia lo que dirigirse: es a través de la experiencia como se va nutriendo el entendimiento de sus objetos de conocimiento, a través de un proceso en el que intervienen la sensibilidad, la memoria y la imaginación. Mediante la acción de los sentidos, en efecto, captamos la realidad de una sustancia, de la que, mediante la imaginación, elaboramos una imagen sensible, es decir, una imagen que contiene los elementos materiales y sensibles de la sustancia, pero también los formales. Es sobre esta imagen sobre la que actúa el entendimiento, separando en ella lo que hay de material de lo formal. Aristóteles distingue dos tipos de entendimiento, el agente y el paciente; el entendimiento recibe, entra en contacto con, la imagen sensible; el entendimiento agente realiza propiamente la separación de la forma y la materia, quedándose con el elemento formal que expresa a través de un concepto en el que se manifiestan, por lo tanto, las características esenciales del objeto. Las diferencias son, pues, considerables con Platón, tanto respecto al valor atribuido al conocimiento sensible, como respecto a la actividad misma del entendimiento que ha de ser necesariamente discursivo, siendo imposible llegar a conocer los universales a no ser mediante la inducción; además, Aristóteles rechaza explícitamente el innatismo del conocimiento, y nos lo presenta como el resultado del aprendizaje, es decir, por la coordinación racional de los elementos procedentes de la sensación, a través de la experiencia. Coinciden, sin embargo, en la consideración de que el verdadero conocimiento ha de serlo de lo universal, y no de los objetos singulares.