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Leopoldo Lugones, una vez- hace ciento tres años- con-
testó en la carta a un admirador: «… la comunicación con
la multitud no me interesa. Me forti�ica, por el contrario,
sentirme impopular… La obra de cultura que me preocu-
pa, procede, en el fondo de una grande alarma ante la de-
magogia creciente y la soberanía cada vez más insolente
y odiosa de la multitud». Y - salvando la distancia entre el
inmenso Lugones y este humilde servidor- podría �irmar
esas palabras como mías.
La vida del cristiano- la del sacerdote ministro o la del sa-
cerdote común laico- se mueve como a través de intermi-
nables reproducciones de la vida de Cristo mismo. Sobre
todo son reproducciones de las imágenes de la Semana
Santa: Todos hemos tenido nuestro Domingo de Ramos,
en el que una multitud nos recibe con vítores y entusias-
mo para que casi- y hasta sin el casi- sin darnos cuenta
estemos “viviendo” el Viernes Santo… Claro, sabiendo que
habrá Resurrección.
En estas fases de nuestras vidas- si no somos como el bo-
rriquito en que iba montado Nuestro Señor, quien llegó a
creerse que la gente había venido a las Puertas de Jerusa-
lén a vitorearle a él y por eso el resto de su vida anduvo
orgulloso de un lado para otro- aprendemos mucho; pero,
a lo que nos importa ahora, sólo dos cosas: No nos debe
asustar lo e�ímero y Lo bueno y lo justo no serán cosas
muy populares.
Entonces, si esto lo hemos sabido ¿cómo es que, a pesar
de ello, comenzamos este trabajo para la promoción de
una Ley de Libertad Religiosa? Una iniciativa que pasa por
concitar a mucha gente. Todo es cuestión de perspectiva.
Pues, comenzamos este camino para ayudar a comple-
mentar aquel del Reverendo Morejón que nos pareció tan
bueno (que, siendo el primero y más popular, por cierto,
asombrosamente, no generó debates similares a los que
ha generado el nuestro); también, para ayudar a seguir el
camino de todos los que mencionamos en la dedicatoria
del Anteproyecto, sobre todo los de Maurice y Payá- de
quienes no somos herederos- sino de quienes somos deu-
dores- ¿hay algo de malo cuando- no una- tres personas di-
cen con sus acciones: oye mira tú, nos gustaría parecernos,
por ejemplo, a Payá? ¿o no tenemos todos libertad para es-
coger paradigmas?; y, más importante aún, hemos puesto
en marcha esta iniciativa para contribuir, minúsculamen-
te, a la creación de una comunidad de práctica que sirva
para crear procesos convenientes para el surgimiento de
nuevas reglas: la comunidad prexistente; comunidad sin la
cual no pasará nada de nada. Basta, para saber que no an-
damos muy descaminados ni que somos únicos, escuchar
lo que dijo hace unos días Antonio Rodiles: La ausencia de
una oposición interna (comunidad prexistente) hará im-
posible una transición en Cuba.
¿Cuál es la diferencia entre un mal y un buen actor? Sim-
plemente, el primero busca ya- de primera y pata- por
ejemplo, la lágrima, o sea el resultado que nos mostrará a
un hombre entristecido, dolido… y el buen actor, en cam-
bio, se adentra en su interior, busca en los sentimientos
que tiene almacenados, y se empieza a mostrar en un pro-
ceso que, a veces, dará un resultado querido pero no siem-
pre el esperado. Y para esto es muy necesario el entrena-
miento del actor en el método. Lo mismo con el ciudadano
que no se entrena en buscar pequeños espacios de liber-
tad como un proceso en una comunidad sino que quiere
«Tomar el Cielo por asalto». La búsqueda del resultado por
el resultado es propia de los populismos que sustituyen la
comunidad por la multitud vociferante. Y esta preocupa-
ción también es parte del sostén teórico de esta iniciativa
ciudadana: ayudar a entrenar ciudadanos en la acción ci-
vil y no en la acción política únicamente; pues, esta última
está encaminada y tiene su misma esencia en la obtención
LA AURORAUN BOLETIN CIVIL EFIMERO
¿Todos los beneficios son tuyos? ¿Todos los perjuicios son míos?¿Todos los beneficios son tuyos? ¿Todos los perjuicios son míos?
P r e t e x t o s d e e s t a C a m p a ñ a
por Monseñor Félix Ramos Castilla
Campaña Civil
por la Ley de Culto
y la libertad religiosa
Recuperando el aliento
Número 42, año dos25 de julio de 2019
continúa al dorso
“““......... si queréisi queréisi queréis encontrar de nuevo es encontrar de nuevo es encontrar de nuevo esi queréis encontrar de nuevo esi queréisi queréisi queréis encontrar de nuevo esi queréis encontrar de nuevo esi queréis encontrar de nuevo esi queréisi queréisi queréis encontrar de nuevo esi queréi se ideal per-se ideal per-se ideal per-
dido habrá que volver la mirada al recuerdo dedido habrá que volver la mirada al recuerdo dedido habrá que volver la mirada al recuerdo de
Saco, el padre de nueSaco, el padre de nueSaco, el padre de nuestrastrastra sociología; a Arango, elsociología; a Arango, elsociología; a Arango, el
padre de nuepadre de nuepadre de nuestra economía; a Estra economía; a Estra economía; a Espada, el padrespada, el padrespada, el padrestra economía; a Espada, el padrestra economía; a Estra economía; a Estra economía; a Espada, el padrestra economía; a Espada, el padrestra economía; a Espada, el padrestra economía; a Estra economía; a Estra economía; a Espada, el padrestra economía; a E
de nuede nuede nuestra bene�iciencia; a Varela, el padre destra bene�iciencia; a Varela, el padre destra bene�iciencia; a Varela, el padre de
nuenuenuestra �ilostra �ilostra �iloso�ía; a Laso�ía; a Laso�ía; a Las Cas Cas Casasasas, el padre de nues, el padre de nues, el padre de nuestrostrostro
buen gobiernobuen gobiernobuen gobierno”.”.”.
Don Fernando Ortíz
25 de julio de 2019
del poder a la que habrá de subordinársele, entonces, hasta
el pensamiento. Algo no querido.
Los cubanos de hoy, tengamos el signo que tengamos, esta-
mos “educados” en las ventajas de la multitud y no en las vir-
tudes de la comunidad; por ello siempre queremos trabajar
para construir una gran multitud que “arrase esa plaga de
cubanos indeseables que a Cuba han hundido en el mal”. Y
esto- según el código de la guapería cubana- es lo que cree-
mos correcto.
Pero, si creemos que multitud es igual a éxito o justicia, la
tenemos mal. Pero, aún más, si estamos convencidos que de
la obtención del poder por una multitud enardecida surgirá
algo positivo es que no hemos aprendido nada de la histo-
ria de las multitudes: La del Domingo de Ramos que, en me-
nos de una semana, pasó del Hosanna y terminó gritando:
¡Crucificadle!, la de la multitud que se rebeló para que regre-
sase Necker y que cuando logró que éste regresase a París
desde Basilea, lo hiciera para descubrir que la misma mul-
titud, en su fobia aristocrática, le había asesinado a amigos
y familiares; la del 28 de septiembre de 1960 en La Habana
que “�irmó” con un rotundo rugido las palabras del Dr. Fidel
Castro Ruz donde se les informaba que perderían, los allí re-
unidos, una gran dosis de vida privada.
La multitud es una herramienta de los creyentes en el po-
der, de esos que creen que hay un Pensador Supremo Único
y que está ya en función del bienestar común. Y ese Pensa-
dor Supremo Único no ha sido sólo el Dr. Fidel Castro (o sus
herederos), que lo ha sido y mucho; sino que se multiplican
como las malvas en primavera y que como Hobbes quieren
a un individuo que no reconozca su voluntad, un individuo
sin pensamiento propio, sin capacidad para la verdad, que,
sea dicho de paso y una millonésima vez más, es sinfónica.
Si pudiésemos decirlo: un oboe y un timbal tienen persona-
lidades, perspectivas, proyecciones diferentes y sin ambos la
pieza de Bach no sonaría; no se veri�icaría, no sería verdad.
Pero la sinfonía, lo que es excelso, esto sólo puede darse en
comunidad y no en multitud cuyo resultante sonoro sólo es
la bulla, el ruido, el rugido.
Es algo que buscamos con esta iniciativa; algo que sea como
encontrar tu voz en la comunidad- y no hablamos de las ar-
chiconocidas expresiones: la voz de los que no tienen voz,
la voz del pueblo- no, volvemos a hablar de la voz según la
música; el oboe tiene una voz aguda, el timbal una voz grave;
y junto a otras voces: contralto, tenores, mezzo, barítonos…
conforman una pieza musical; y este proceso de encontrar
voces propias para insertarse en el coro sólo puede asustar,
verdaderamente, a quienes creen en las ventajas de la bu-
llanguería multitudinaria, esto es- a nuestro juicio- a los po-
derosos y quienes buscan obstaculizar la sinfonía, aunque no
lo quieran, sirven a los poderosos.
Para entender mejor esto, los cristianos tenemos que volver
al Evangelio, a la historia de la hemorroísa que tocó el borde
del manto de Nuestro Señor y quedó sanada. ¿Dónde estaba
Jesús? Pues Él estaba cercano, apretado por la multitud que
le seguía y no a causa de sus enseñanzas sino porque habían
escuchado que tenía poder para curar a la gente de sus ma-
tungueras; y ellos quería ser sanados. ¡Esa es la razón de una
Boletín Civil Efímero LA AURORA; Órgano Oficial de la Campaña por la Ley
de Culto y la Libertad Religiosa: Recuperando el Aliento.Consejo de Redacción:
Adrián del Sol; Guillermo del Sol Pérez ; Monseñor Félix Ramos Castilla.
P r e t e x t o s d e e s t a C a m p a ñ a
guillermo025029608768@gmail.comguillermo025029608768@gmail.comguillermo025029608768@gmail.com
adri910609@gmail.com
castillafelix@gmail.comcastillafelix@gmail.comcastillafelix@gmail.comcastillafelix@gmail.com
adri910609@gmail.comadri910609@gmail.com
por Monseñor Félix Ramos Castilla
multitud! Y en medio de aquella, la mujer tocó el man-
to y Él preguntó: «¿Quién me ha tocado?». Los discí-
pulos le miraron asombrados ¿Cómo vamos a saberlo?
La multitud les ahogaba porque todos allí querían un
milagro que les resolviese la papeleta pero sólo aque-
lla mujer se acercó con fe y esperanza; y fue curada. No
sabemos quién más fue sanado aquel día; no sabemos
siquiera si hubo alguien más porque el relato del Evan-
gelio no nos pide que nos enfoquemos en la multitud
sino en la (artículo de�inido) mujer.
En este relato advertimos que, aunque la multitud era
numerosa, Nuestro Señor no se enfoca en ella sino que
se concentra en la fe que lo rodea pues Dios no ve nun-
ca a la humanidad como a un grupo homogéneo o a un
electorado innominado sino que ve a Juan, Pedro, Yos-
vani, Jessica… A Él no le importa la popularidad sino
el amor y la devoción y en la multitud busca conocer a
cada quien por su nombre.
Tal vez, en la Cuba del aquí y del ahora, la tentación de
muchos es mirar a las diversas multitudes, torturados
por la pregunta ¿estaré en la “manada” correcta? Pero,
el espíritu con el que comenzó esta iniciativa, el que
le da vida a esta acción, a «La Aurora» y a todo lo que
intentamos no busca la multitud, sino la consciencia de
la necesidad que tenemos del amor de Jesús. Sí, los se-
res humanos debemos asociarnos, reunirnos, agrupar-
nos pero sin olvidar que cada uno a nuestro alrededor
no es un número en la multitud sino alguien concreto
a quien hay que acompañar en el camino a los espacios
de justicia.
recuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxico
restructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moral
«La Calle es de los Revolucionarios», «La
Universidad es de los Revolucionarios», «La
Internet es de los Revolucionarios»... Así, a
través de las décadas, se ha ido actualizando
un inventario que no contempla que los gravá-
menes, las tasas, los impuestos, los deberes
económicos de la sociedad cubana sean sólo
de los revolucionarios por lo que, si tenemos
en cuenta los deberes de los “propietarios”
(los revolucionarios), podría decirse que «La
deuda externa del país es de los Revoluciona-
rios», «La escasez es de los Revolucionarios»,
«Los apagones son de...». Pero no, no sucede
así. Estas desafortunadas frases- expresiones
de una mentalidad y de una acción sistemáti-
ca- que son comparables con «Sólo para blan-
cos», «No se admiten ni perros ni judíos»...
etc. son lesivas para quienes se han colocado
en otra parte del espectro ideológico. La pa-
labra es DISCRIMINACIÓN
en otra parte del espectro ideológico. La pa-
DISCRIMINACIÓN
en otra parte del espectro ideológico. La pa-
porque consideraDISCRIMINACIÓN porque consideraDISCRIMINACIÓN
inferiores a todos los que no pertenezcan al tal
grupo y por tanto se les excluye, confinándoles
a una existencia de segunda clase.

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Gacetilla N°1 RCA Avellaneda
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Discuso de juli anguita con saramago 1999
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La Aurora 42

  • 1. Leopoldo Lugones, una vez- hace ciento tres años- con- testó en la carta a un admirador: «… la comunicación con la multitud no me interesa. Me forti�ica, por el contrario, sentirme impopular… La obra de cultura que me preocu- pa, procede, en el fondo de una grande alarma ante la de- magogia creciente y la soberanía cada vez más insolente y odiosa de la multitud». Y - salvando la distancia entre el inmenso Lugones y este humilde servidor- podría �irmar esas palabras como mías. La vida del cristiano- la del sacerdote ministro o la del sa- cerdote común laico- se mueve como a través de intermi- nables reproducciones de la vida de Cristo mismo. Sobre todo son reproducciones de las imágenes de la Semana Santa: Todos hemos tenido nuestro Domingo de Ramos, en el que una multitud nos recibe con vítores y entusias- mo para que casi- y hasta sin el casi- sin darnos cuenta estemos “viviendo” el Viernes Santo… Claro, sabiendo que habrá Resurrección. En estas fases de nuestras vidas- si no somos como el bo- rriquito en que iba montado Nuestro Señor, quien llegó a creerse que la gente había venido a las Puertas de Jerusa- lén a vitorearle a él y por eso el resto de su vida anduvo orgulloso de un lado para otro- aprendemos mucho; pero, a lo que nos importa ahora, sólo dos cosas: No nos debe asustar lo e�ímero y Lo bueno y lo justo no serán cosas muy populares. Entonces, si esto lo hemos sabido ¿cómo es que, a pesar de ello, comenzamos este trabajo para la promoción de una Ley de Libertad Religiosa? Una iniciativa que pasa por concitar a mucha gente. Todo es cuestión de perspectiva. Pues, comenzamos este camino para ayudar a comple- mentar aquel del Reverendo Morejón que nos pareció tan bueno (que, siendo el primero y más popular, por cierto, asombrosamente, no generó debates similares a los que ha generado el nuestro); también, para ayudar a seguir el camino de todos los que mencionamos en la dedicatoria del Anteproyecto, sobre todo los de Maurice y Payá- de quienes no somos herederos- sino de quienes somos deu- dores- ¿hay algo de malo cuando- no una- tres personas di- cen con sus acciones: oye mira tú, nos gustaría parecernos, por ejemplo, a Payá? ¿o no tenemos todos libertad para es- coger paradigmas?; y, más importante aún, hemos puesto en marcha esta iniciativa para contribuir, minúsculamen- te, a la creación de una comunidad de práctica que sirva para crear procesos convenientes para el surgimiento de nuevas reglas: la comunidad prexistente; comunidad sin la cual no pasará nada de nada. Basta, para saber que no an- damos muy descaminados ni que somos únicos, escuchar lo que dijo hace unos días Antonio Rodiles: La ausencia de una oposición interna (comunidad prexistente) hará im- posible una transición en Cuba. ¿Cuál es la diferencia entre un mal y un buen actor? Sim- plemente, el primero busca ya- de primera y pata- por ejemplo, la lágrima, o sea el resultado que nos mostrará a un hombre entristecido, dolido… y el buen actor, en cam- bio, se adentra en su interior, busca en los sentimientos que tiene almacenados, y se empieza a mostrar en un pro- ceso que, a veces, dará un resultado querido pero no siem- pre el esperado. Y para esto es muy necesario el entrena- miento del actor en el método. Lo mismo con el ciudadano que no se entrena en buscar pequeños espacios de liber- tad como un proceso en una comunidad sino que quiere «Tomar el Cielo por asalto». La búsqueda del resultado por el resultado es propia de los populismos que sustituyen la comunidad por la multitud vociferante. Y esta preocupa- ción también es parte del sostén teórico de esta iniciativa ciudadana: ayudar a entrenar ciudadanos en la acción ci- vil y no en la acción política únicamente; pues, esta última está encaminada y tiene su misma esencia en la obtención LA AURORAUN BOLETIN CIVIL EFIMERO ¿Todos los beneficios son tuyos? ¿Todos los perjuicios son míos?¿Todos los beneficios son tuyos? ¿Todos los perjuicios son míos? P r e t e x t o s d e e s t a C a m p a ñ a por Monseñor Félix Ramos Castilla Campaña Civil por la Ley de Culto y la libertad religiosa Recuperando el aliento Número 42, año dos25 de julio de 2019 continúa al dorso “““......... si queréisi queréisi queréis encontrar de nuevo es encontrar de nuevo es encontrar de nuevo esi queréis encontrar de nuevo esi queréisi queréisi queréis encontrar de nuevo esi queréis encontrar de nuevo esi queréis encontrar de nuevo esi queréisi queréisi queréis encontrar de nuevo esi queréi se ideal per-se ideal per-se ideal per- dido habrá que volver la mirada al recuerdo dedido habrá que volver la mirada al recuerdo dedido habrá que volver la mirada al recuerdo de Saco, el padre de nueSaco, el padre de nueSaco, el padre de nuestrastrastra sociología; a Arango, elsociología; a Arango, elsociología; a Arango, el padre de nuepadre de nuepadre de nuestra economía; a Estra economía; a Estra economía; a Espada, el padrespada, el padrespada, el padrestra economía; a Espada, el padrestra economía; a Estra economía; a Estra economía; a Espada, el padrestra economía; a Espada, el padrestra economía; a Espada, el padrestra economía; a Estra economía; a Estra economía; a Espada, el padrestra economía; a E de nuede nuede nuestra bene�iciencia; a Varela, el padre destra bene�iciencia; a Varela, el padre destra bene�iciencia; a Varela, el padre de nuenuenuestra �ilostra �ilostra �iloso�ía; a Laso�ía; a Laso�ía; a Las Cas Cas Casasasas, el padre de nues, el padre de nues, el padre de nuestrostrostro buen gobiernobuen gobiernobuen gobierno”.”.”. Don Fernando Ortíz 25 de julio de 2019
  • 2. del poder a la que habrá de subordinársele, entonces, hasta el pensamiento. Algo no querido. Los cubanos de hoy, tengamos el signo que tengamos, esta- mos “educados” en las ventajas de la multitud y no en las vir- tudes de la comunidad; por ello siempre queremos trabajar para construir una gran multitud que “arrase esa plaga de cubanos indeseables que a Cuba han hundido en el mal”. Y esto- según el código de la guapería cubana- es lo que cree- mos correcto. Pero, si creemos que multitud es igual a éxito o justicia, la tenemos mal. Pero, aún más, si estamos convencidos que de la obtención del poder por una multitud enardecida surgirá algo positivo es que no hemos aprendido nada de la histo- ria de las multitudes: La del Domingo de Ramos que, en me- nos de una semana, pasó del Hosanna y terminó gritando: ¡Crucificadle!, la de la multitud que se rebeló para que regre- sase Necker y que cuando logró que éste regresase a París desde Basilea, lo hiciera para descubrir que la misma mul- titud, en su fobia aristocrática, le había asesinado a amigos y familiares; la del 28 de septiembre de 1960 en La Habana que “�irmó” con un rotundo rugido las palabras del Dr. Fidel Castro Ruz donde se les informaba que perderían, los allí re- unidos, una gran dosis de vida privada. La multitud es una herramienta de los creyentes en el po- der, de esos que creen que hay un Pensador Supremo Único y que está ya en función del bienestar común. Y ese Pensa- dor Supremo Único no ha sido sólo el Dr. Fidel Castro (o sus herederos), que lo ha sido y mucho; sino que se multiplican como las malvas en primavera y que como Hobbes quieren a un individuo que no reconozca su voluntad, un individuo sin pensamiento propio, sin capacidad para la verdad, que, sea dicho de paso y una millonésima vez más, es sinfónica. Si pudiésemos decirlo: un oboe y un timbal tienen persona- lidades, perspectivas, proyecciones diferentes y sin ambos la pieza de Bach no sonaría; no se veri�icaría, no sería verdad. Pero la sinfonía, lo que es excelso, esto sólo puede darse en comunidad y no en multitud cuyo resultante sonoro sólo es la bulla, el ruido, el rugido. Es algo que buscamos con esta iniciativa; algo que sea como encontrar tu voz en la comunidad- y no hablamos de las ar- chiconocidas expresiones: la voz de los que no tienen voz, la voz del pueblo- no, volvemos a hablar de la voz según la música; el oboe tiene una voz aguda, el timbal una voz grave; y junto a otras voces: contralto, tenores, mezzo, barítonos… conforman una pieza musical; y este proceso de encontrar voces propias para insertarse en el coro sólo puede asustar, verdaderamente, a quienes creen en las ventajas de la bu- llanguería multitudinaria, esto es- a nuestro juicio- a los po- derosos y quienes buscan obstaculizar la sinfonía, aunque no lo quieran, sirven a los poderosos. Para entender mejor esto, los cristianos tenemos que volver al Evangelio, a la historia de la hemorroísa que tocó el borde del manto de Nuestro Señor y quedó sanada. ¿Dónde estaba Jesús? Pues Él estaba cercano, apretado por la multitud que le seguía y no a causa de sus enseñanzas sino porque habían escuchado que tenía poder para curar a la gente de sus ma- tungueras; y ellos quería ser sanados. ¡Esa es la razón de una Boletín Civil Efímero LA AURORA; Órgano Oficial de la Campaña por la Ley de Culto y la Libertad Religiosa: Recuperando el Aliento.Consejo de Redacción: Adrián del Sol; Guillermo del Sol Pérez ; Monseñor Félix Ramos Castilla. P r e t e x t o s d e e s t a C a m p a ñ a guillermo025029608768@gmail.comguillermo025029608768@gmail.comguillermo025029608768@gmail.com adri910609@gmail.com castillafelix@gmail.comcastillafelix@gmail.comcastillafelix@gmail.comcastillafelix@gmail.com adri910609@gmail.comadri910609@gmail.com por Monseñor Félix Ramos Castilla multitud! Y en medio de aquella, la mujer tocó el man- to y Él preguntó: «¿Quién me ha tocado?». Los discí- pulos le miraron asombrados ¿Cómo vamos a saberlo? La multitud les ahogaba porque todos allí querían un milagro que les resolviese la papeleta pero sólo aque- lla mujer se acercó con fe y esperanza; y fue curada. No sabemos quién más fue sanado aquel día; no sabemos siquiera si hubo alguien más porque el relato del Evan- gelio no nos pide que nos enfoquemos en la multitud sino en la (artículo de�inido) mujer. En este relato advertimos que, aunque la multitud era numerosa, Nuestro Señor no se enfoca en ella sino que se concentra en la fe que lo rodea pues Dios no ve nun- ca a la humanidad como a un grupo homogéneo o a un electorado innominado sino que ve a Juan, Pedro, Yos- vani, Jessica… A Él no le importa la popularidad sino el amor y la devoción y en la multitud busca conocer a cada quien por su nombre. Tal vez, en la Cuba del aquí y del ahora, la tentación de muchos es mirar a las diversas multitudes, torturados por la pregunta ¿estaré en la “manada” correcta? Pero, el espíritu con el que comenzó esta iniciativa, el que le da vida a esta acción, a «La Aurora» y a todo lo que intentamos no busca la multitud, sino la consciencia de la necesidad que tenemos del amor de Jesús. Sí, los se- res humanos debemos asociarnos, reunirnos, agrupar- nos pero sin olvidar que cada uno a nuestro alrededor no es un número en la multitud sino alguien concreto a quien hay que acompañar en el camino a los espacios de justicia. recuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxicorecuperar el léxico restructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moralrestructurar la moral «La Calle es de los Revolucionarios», «La Universidad es de los Revolucionarios», «La Internet es de los Revolucionarios»... Así, a través de las décadas, se ha ido actualizando un inventario que no contempla que los gravá- menes, las tasas, los impuestos, los deberes económicos de la sociedad cubana sean sólo de los revolucionarios por lo que, si tenemos en cuenta los deberes de los “propietarios” (los revolucionarios), podría decirse que «La deuda externa del país es de los Revoluciona- rios», «La escasez es de los Revolucionarios», «Los apagones son de...». Pero no, no sucede así. Estas desafortunadas frases- expresiones de una mentalidad y de una acción sistemáti- ca- que son comparables con «Sólo para blan- cos», «No se admiten ni perros ni judíos»... etc. son lesivas para quienes se han colocado en otra parte del espectro ideológico. La pa- labra es DISCRIMINACIÓN en otra parte del espectro ideológico. La pa- DISCRIMINACIÓN en otra parte del espectro ideológico. La pa- porque consideraDISCRIMINACIÓN porque consideraDISCRIMINACIÓN inferiores a todos los que no pertenezcan al tal grupo y por tanto se les excluye, confinándoles a una existencia de segunda clase.