1. La buena comunicación no la hacen los libros, sino quien sabe interpretarlos; el hablar bien es un don que solo se desarrolla con dedicación. El aprendizaje para muchas personas es diferente, todo depende en la cultura y época en la cual hemos nacido. Pues es de una manera natural tomar del entorno la forma de actuar, de pensar y sin lugar a dudas la manera de expresarnos. El comunicarnos por medio de la oralidad no nos hace menos inteligentes, que aquellos que saben escribir y leer. Son manifestaciones de inteligencia distinta, pero aunque para muchos saber de letras es mejor que saber hablar; lamento decirles que en mi concepto están equivocados. Por el tiempo que he vivido en un pueblo de cultura y costumbres antiguas, puedo asegurar que los libros o los textos no son los que nos hacen inteligentes. Hoy día vivimos en una sociedad que ha surgido notablemente diferente a las del pasado, pero es peculiar mirar como empleamos el lenguaje con naturalidad y confianza. Es complicado entender nuestra comunicación, sin saber de dónde proviene todo lo que hacemos y sabemos. En esta era quien no sepa leer, escribir, y hablar con espontaneidad, está lejos de triunfar. Lo verdaderamente interesante es que mucho antes las personas no necesitaban conocer las letras, solo con saber pronunciarlas en el orden que salieran; ya eran seres de empuje. El depender de la oralidad puede ser una ventaja social y a la vez un encierro en un mundo de vivencias; Puesto que en ocasiones tiende a idealizar nuestro pensamiento solo en lo existencial, lo cual nos restringe a pensar con lógica. Muchos hombres reconocidos y exitosos, no fueron precisamente a una escuela, sus memorias orales eran admirables, no era algo que se aprendía; era algo con que se nacía. En la llamada “cultura oral primaria” no fue importante pensar en la escritura, ¿para qué?, si era mejor decir las cosas en el instante y que representaran lo inmediato, no lo antaño. Las palabras desempeñan un papel interesante en la narración de un suceso. Aquellos proverbios que se escuchaban con continuidad en las conversaciones de nuestros abuelos, se hacen con el fin de que aprendamos de ellos y no los olvidemos; pero en sí, desean que sus versos y sus cantos alegres, nos ayuden a memorizar mas rápido lo que quieren enseñarnos. La diferencia más considerable entre la cultura oral y la escrita es la utilización de los vocablos. Los adornos, la sintaxis, la caligrafía y otras estructuras complicadas son esenciales para la escritura. Cuando desarrollamos un texto tratamos de hacerlo con coherencia, cohesión y somos muy cuidadosos con lo que escribimos, puesto que debe ser un discurso organizado. Por el contrario al hablar no nos percatamos en la forma en que decimos las palabras, pues a veces salimos con cosas extrañas, es así como el habla se convierte en un lenguaje amplio, espontáneo y des complicado. Al final ambas son formas de comunicarnos, al escribir no necesitamos la compañía de nadie, la presencia de las personas al hablar si es esencial. “la gente de una cultura oral considera la inteligencia no como deducida de complejos interrogantes de libro de texto, sino según su situación en contextos funcionales”. De modo especial, distingo a aquellos compositores antiguos de música vallenata, muchos que sin saber nada, gozaron de grandes triunfos. El difunto Máximo Movil, era un indígena de San Juan Del Cesar, quien aprendía de memoria sus composiciones, llamado “El indio de oro” porque sin ir a la escuela y sin saber escribir poseía una fastuosa inteligencia. Así mismo el compositor Leandro Díaz Duarte, oriundo de barrancas guajira, quien nació ciego; compone maravillosas estrofas, las cuales aprende el mismo. La substancial diferencia entre un letrado y un analfabeto, se destaca en el carácter de dar respuestas e interpretar una situación. Lo destacado es saber emplear los medios y mostrar lo que sabemos, como sabemos. Yoelenis Fuentes Mendoza