Braulio estaba pescando aburrido cuando de repente atrapó un zapato en su anzuelo en vez de un pez. Se enojó porque el río estaba muy contaminado. Entonces escuchó una voz que resultó ser el propio río, que le contó sobre su historia y cómo solía estar limpio y lleno de vida, pero que ahora estaba deteriorado debido al mal uso de los humanos. El río le pidió a Braulio que lo ayudara a defenderse de la contaminación.
2. Braulio estaba sentado en una roca de la orilla;
bostezaba aburrido ante la perspectiva de una pesca
escasa.
3. La verdad este no era un deporte muy adecuado para
sus trece años. Se estaba haciendo tarde y temía volver
a casa de vacío; de repente notó un fuerte tirón de la
caña. -Ahora sí que he pescado algo grande. Esta vez
no se me escapa.
4. Clavó la caña con fuerza entre dos piedras y
rápidamente cogió una red para sacar la trucha que
debía de estar enganchada en el anzuelo. Tiró con
mucho cuidado para que no se le escapase, pero
cuando la pieza apareció de debajo del agua, se llevó
una desagradable sorpresa.
5. - ¡Qué asco! Ya ni siquiera se puede pescar en este río-
dijo enfadado, mientras intentaba soltar del anzuelo,
un zapato que se había enganchado en él.
Se indigno tanto que se salió del agua y empezó a
recoger todos los útiles de pescar.
6. -¡Ya está bien! No pienso perder más mi tiempo con la
dichosa manía de mi madre: “Braulio ve a pescar,
seguro que te distraes”. Yo no vuelvo más por aquí,
cada vez hay más basura en el rio, no me explico cómo
la gente no cuida lo más importante que tenemos, mira
que el sitio de tirar un zapato ¡es indignante! Braulio
era un chico muy concienciado con los problemas que
la escasez de agua estaba generando en gran parte del
planeta.
7. Muchas veces pensaba que cuando fuera mayor se iba a
hacer voluntario de Greenpeace para defender los
derechos de la Tierra; Mientras lo guardaba todo, le
pareció escuchar que alguien le llamaba.
Miró por todos lados pero no vio a nadie.
-¡Eh, Braulio Esta vez estaba seguro, lo había vuelto a
oír pero… ¿de dónde salía la voz?
8. -Aquí, soy yo.
-¿Quién anda ahí? -preguntó asustado sin encontrar a la
persona que le estaba hablando-.
-Estará escondido detrás de los árboles, pensó-. ¡Que salga
quien sea! Es de cobardes esconderse.
Por un momento estuvo a punto de echar a correr y buscar
ayuda. No se podía esperar nada bueno de alguien que le
llamaba y no daba la cara.
9. -Aquí, soy yo, el río, ¿es que no me ves? Has estado
pescando toda la tarde en mis aguas; bueno, más bien
intentándolo.
El chico de repente creyó que estaba sufriendo
alucinaciones, había venido sin gorra y, claro, pensó
que le había dado una insolación.
10. -Perdona, pero no lo estás soñando, te estoy hablando
yo, el río en el que te bañabas hasta hace poco ¿Es que
ya no te gustan mis aguas? Braulio seguía sorprendido,
no sabía qué hacer pero, la voz que le llamaba era tan
tranquilizadora que, casi sin darse cuenta, como si
fuera lo más normal del mundo, se fue calmando y
mirando a la corriente de agua contestó:
11. Me gustaban antes cuando estaban limpias pero,
ahora, ya ves lo que he pescado en ellas, un zapato
viejo. Todo se está contaminando -dijo con pena.
-Pero, yo no tengo la culpa; habéis sido vosotros, los
humanos los que me habéis maltratado y humillado,
manchado el cauce por el que corro desde hace miles
de años. ¿Te crees que me gusta? Antes los guijarros
relucían cuando los rayos del sol se reflejaban en ellos,
ahora casi no se ven; mi agua baja muy turbia.
12. Braulio volvió a mirar a todos lados, seguía sin creer
que estaba hablando con un accidente geográfico-era
así cómo se llamaba a los ríos cuando los estudiaba en
la escuela- sin embargo, por
13. allí no había nadie que pudiese reírse de él, así que
como no sabía qué hacer, se sentó encima de los juncos
que había en la orilla y escuchó al rio Grande que
siguió hablándole:
-Te contaré mi historia y comprenderás cómo mi
deterioro se debe casi todo, al mal uso que han hecho
de mí las personas -
Braulio escuchó en silencio; reconocía que el río tenía
toda la razón
14. -Bueno, yo sé que ese es tu nombre porque he oído a tu
madre miles de veces pronunciarlo cuando te bañabas,
aquí, en este remanso y, no siempre le hacías caso,
Braulio por aquí, Braulio por allá; necesito que alguien
me defienda, además haciéndolo, defenderás los
derechos de tus hijos y de tus nietos cuando los tengas;
las personas necesitan tener agua limpia en sus ríos.
Escúchame con atención:
15. Hace muchísimo tiempo nací en medio de dos
gigantescas montañas. Desde que me asomé entre las
rocas, corrí alegremente hasta la desembocadura en el
mar. Siempre estaba contento porque todo lo que me
rodeaba era hermoso. Durante todo el camino que
hacía desde la montaña hasta el valle, me
acompañaban frondosos bosques llenos de árboles
corpulentos que introducían sus raíces por debajo de la
tierra húmeda hasta llegar a mí.
16. En el cauce superior, yo corría más rápido entre las
rocas; se me antojaba que me deslizaba por toboganes
esculpidos en mi lecho que, a veces, formaban grandes
cascadas. Después, cuando recorría el valle, lo hacía
con más tranquilidad; allí nadaban reposadamente las
truchas y los barbos, haciéndome cosquillas cuando
rozaban los guijarros con sus aletas y, por fin, después
de muchos kilómetros avanzando, me encontraba con
el mar.
17. Durante los momentos en que el agua dulce salía a mi
encuentro para saludarme, algunas especies marinas
que habitan en los estuarios entraban en contacto
conmigo; los camarones y los cangrejos, vivían allí y
servían de alimento a montones de aves migratorias:
aparecían los patos salvajes, y las pequeñas zancudas
que encontraban su comida entre los fondos del
estuario. La vida bullía por todas partes y todo era
gracias a mí.
18. -La verdad es que debe de ser bonito viajar desde las
montañas hasta el mar entre tanta naturaleza-
interrumpió Braulio.
-Antes sí, pero ahora las cosas no son lo mismo. En la
época de la que te hablo, bajaban a mí los habitantes
de los bosques: las hadas, las ninfas, los gnomos, los
elfos y otros seres que, por estar siempre ocultos no te
puedes ni imaginar que existen. Todos los días se
aseaban en mi orilla y pasaban mucho tiempo
bañándose y jugando conmigo.
19. Después se tendían sobre el lecho de hojas que había
en mis orillas hasta que se secaban bien sus alas y sus
ropas de seda. Luego llegaba el momento en el que las
hadas y las ninfas se peinaban sus largos cabellos. Ellas
llevaban siempre peines con púas finísimas que les
hacían los duendes con las acídulas de los pinos y,
entonces, mirándose en mis aguas cristalinas, que eran
como espejos, empezaban a cepillarse el pelo que
adornaban con flores recogidas en mis orillas o
arrancadas de mis entrañas, como los nenúfares.
20. Así pasaban las horas, todos a mi alrededor, porque yo
les surtía de agua limpia y fresca ya que el agua era
imprescindible para su vida.
-Oye, me estás dejando de piedra- dijo Braulio
asombrado-, ¿de verdad existen los seres mágicos del
bosque? yo no me lo creía pero, si tú lo dices… Y, ahora,
¿siguen bajando a bañarse en tus aguas?