El documento discute el rol de la Iglesia Católica en Argentina durante la dictadura militar de 1976-1983 y su postura con respecto a los derechos humanos. Señala que mientras algunos obispos denunciaron las violaciones a los derechos humanos, la jerarquía eclesiástica en general legitimó el terrorismo de estado y permitió que las fuerzas armadas depuraran la iglesia de disidentes. Luego de finalizado el "proceso de purificación", la iglesia se comprometió a trabajar por la reconciliación n
2. LA IGLESIA Y LOS DERECHOS HUMANOS
Todavía hoy se polemiza sobre la discreción de Pío XII frente al nazismo.
A la versión crítica reflejada en una famosa pieza teatral –“El Vicario"- se
contrapone la de quienes afirman que salvó por lo menos a 700.000 judíos de una
muerte cierta a manos de los nazis. En cambio parece lícito poner en duda que
dentro de cincuenta años se discuta el papel global del Episcopado argentino
dutante los años terribles de Videla, Massera, y AgostI: tan abrumadoras son las
evidencias de omísión, encubrimiento y complicídad, la documentada
legitimación ética del plan criminal y la ausencia de enmienda posterior. Sobra 80
prelados, solo cuatro denunciaron abiertamente las violaciones de los derechos
humanos, entre ellos Enrique Angelelli, obispo de La Rioja, asesinado el 4 de
agosto de 1976 en un accidente simulado.
3. La Iglesia Católica comparte con 1a oficialidad de las FF AA, una visión política y social del país.
No es de extrañar que hasta en documentos militares reservados haya referencias a la ética
cristiana, En la “instrucción de lucha contra Elementos Subversivos”, firmados por el general
Roberto Viola (el 23/8/76) al tratar la Preparación moral del combatiente, se dice -(párrafo 1.006,
punto g), que se tratará de "Desarrollar en el personal combatiente... la fe en los valores
cristianos.., para la eliminación de dichos delincuentes". Aunque, condenada en la III
conferencia del Episcopado Latinoamericano en Puebla (1 979), la doctrina de la seguridad
nacional, con su maniquea división del mundo en réprobos y elegidos, es el nexo que vincula
reflexión eclesiástica y acción militar. Definido el imperio del mal por la doctrina de la seguridad
nacional como “la subversión apátrida”, el presunto subversivo queda excluído de la unidad del
género humano, que es la base de la moderna doctrina de los derechos humanos. La Iglesia
Católica; después de 100 años de retícéncias cuando no de rotundo rechazo - como en el
"Syllabus" de Pío IX (1864)- comienza admitir esta doctrina a fines del siglo pasado - en las
énciclicas de León XIII-. Por fin al consagrarlos la litulada "-Pacem in Terris" de Juan XXIII
(1963), abrirá las puertas del Concilio Vaticano II a los derechos humanos. Presentes en una
tradición y una práctica muy anteriores, desde entonces no parece posible escindir, ni siquiera en
teoría, los valores cristianos de los derechos y libertades fundamentales. Por ello quizá la
Jerarquía, como ocurrió muchas veces, no fue unívoca y se deslizó a un juego pendular. Se alarmó
ante el "incalificable asesinato" de tres sacerdotes y dos seminaristas palotinos en la madrugada
del 4 de julio de 1976 y denunció los "excesos del poder", entre otros, en los documentos del 15 de
mayo y del 19 de julio de 1976. Pero en medio de "la noche y la niebla", cuando era el único “grupo
de presión" que podía frenar el terrorismo de Estado, el Episcopado no sólo optó por legitimarlo,
sino que permitió que el brazo secular depurara a la misma institución eclesiástica de su
heterodoxia "tercermundista".
4. Una vez consumado el "proceso de purificación"; profetizado por monseñor Adolfo
Tortolo -en un almuerzo en el Plaza Hotel (el 29/12/75) - la Iglesia se entregó a
preparar "un futuro de reconciliación". El documento de los obispos "En la hora actual
del país (26/4/83), anuncia el "Documento final” de la última junta militar, conocido
48 horas después y presupuesto político de la Ley 22.924 “de autoamnistía”, anulada
por el gobierno constitucional en una de sus primeras medidas.
5. OPINIONES:
El tema de los Derechos Humanos ha sido una preocupación constante de la Iglesia,
mucho tiempo antes de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Todo ser humano por el solo hecho de serlo tiene derecho natural a todo aquello que
le sea necesario para su propia realización. Estos derechos nacen de la misma
naturaleza de la persona y, en ese sentido, son derechos naturales, es decir, no
otorgados por el Estado con base en el ordenamiento jurídico de la sociedad que
garantiza los derechos positivos de la ciudadanía.
La dignidad del ser humano radica en su condición de ser creado a imagen y
semejanza de Dios y adquiere mayor fuerza en cuanto que la humanidad fue
redimida por Jesucristo.
En la fe Católica se encuentran arraigados el respeto y la valoración profunda por la
condición humana, por ello los cristianos deben poner a la persona humana como
centro de la dinámica económica, política, social, cultural.
En ese sentido la Iglesia no sólo enseña la dignidad de la persona humana y sus
derechos fundamentales, sino que asume su defensa cuando éstos son violados.
La defensa de los Derechos Humanos que la Iglesia considera un deber
irrenunciable, implica la denuncia de las violaciones que se presentan tanto en
situaciones aisladas como permanentes. Esto se hace necesario sobre todo cuando
las personas víctimas de la injusticia no pueden defenderse por sí mismas.
Las situaciones de violación a los Derechos Humanos hacia las personas en
situación de desplazamiento convoca a la Iglesia Católica además a mantener la
esperanza y seguir apoyando a la ciudadanía en sus esfuerzos por alcanzar la justicia.
6. Por ello desde la utopía católica de trabajar por la civilización del amor, se insiste en
la comprensión y ejercicio de una serie de valores como la solidaridad, que invita en
primer término al reconocimiento de los otros-as, al afecto para lograr una actitud
proactiva que posibilite el surgimiento de vínculos que generen identidad y
pertenencia para la construcción de la comunidad.
También se invita a la comunión de intereses y de esfuerzos, que requieren de la
cooperación como expresión de la acción colectiva.
Comunión significa ser, hacer, tener y estar con otros y otras, involucrarse en
actividades colectivas, donde el aporte de cada quien, como creación única e
irrepetible, es fundamental para alcanzar las metas trazadas conjuntamente.
En los Hechos de los Apóstoles se puede notar como la comunión se va
construyendo y actuando. «La unión fraterna de los primeros cristianos resulta de
su fe común en el Señor Jesús, de su deseo de imitarlo juntos, de su amor a él, que
acarrea necesariamente el amor mutuo: Sólo tenían un corazón y un alma (He 4,
32). Esta comunión se realiza en primer lugar en la fracción del pan (He 2,42); en la
Iglesia de Jerusalén se traduce por la puesta en común de los bienes (He 4, 32 - 5,11);
luego entre comunidades venidas del paganismo y la comunidad de Jerusalén (2 Cor
8, 9)».
7. La comunión es un camino para la construcción de comunidad, convocando la
responsabilidad de unos con otros-as; exige superar las visiones y acciones
individualistas y asistencialistas.
Otro elemento fundamental sobre el cual insiste la Doctrina social de la Iglesia lo
encontramos en la subsidiaridad, que plantea el deber del Estado de ayudar a los
miembros del cuerpo social, pero sin impedirles que hagan lo que pueden hacer por
sí mismos. Desde este punto de vista es deber del Estado garantizar a las personas y
comunidades la consecución de sus fines con sus propios medios .