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KOKORO
Revista para la difusión de la cultura japonesa
Nº 2  2010
ISSN: 2171-4959
REVISTA KOKORO
DIRECTOR
Fernando Cid Lucas
JEFA DE REDACCIÓN
Irene Criado López
REDACTORES
Austin Brady
Carmen Dorado Fernández
Julio Mogollón Jiménez
Antonio Rodríguez González
COMITÉ CIENTÍFICO
Asesor de Comité
Dr. Federico Lanzaco Salafranca (Sophia University, Japón)
Miembros
Dr. David V. Almazán Tomás (Universidad de Zaragoza, España)
Dª Anjhara Gómez Aragón (Universidad de Sevilla, España)
Dr. Thomas Heyd (Alberta University, Canadá)
Dr. Edward Menta (Kalamazoo College, EE.UU.)
Dr. Andrés José Pociña López (Universidad de Extremadura, España)
Dr. Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala (Universidad de Sevilla, España)
Dra. Michiko Tanaka (El Colegio de México, México)
Dr. Masaki Tsunokawa (Tokai University, Japón)
Dr. Keishi Yasuda (Ryukoku University, Japón)
Ilustración de portada: Dª Kumiko Fujimura
Maquetación: Helios De Rosario Martínez
Edita: Revista Kokoro
Imprime: Ricopy. C. / Santa Joaquina de Vedruna, nº9. C.P.10001 (Cáceres) Tlf. 927 626 101
DL: CC-47-2010
ISSN: 2171-4959
IMPRESA EN ESPAÑA – PRINTED IN SPAIN
1
EDITORIAL
Encaramos el segundo número de Kokoro aún con el buen sabor de boca que nos dejó
su edición inaugural. Y es que muchas han sido hasta ahora las enhorabuenas y los
parabienes dedicados a nuestra revista, y muchos los que han animado al cuerpo
editorial de Kokoro a seguir adelante con nuestra humilde publicación.
Una vez más, es de rigor agradecer la desinteresada colaboración de todos y cada
uno de los participantes en este proyecto, iniciando por la autora del lúcido artículo
que ahora presentamos y siguiendo por nuestro maquetador, revisores, patrocina-
dores, etc. Muchas gracias por hacer posible este Kokoro de papel del que cada vez
son participes más personas. Ojalá la progresión continúe con su ritmo ascendente
durante mucho tiempo.
Termino estas breves palabras preliminares animando al lector —como no podía
ser de otra forma— a que se aproxime a la bella cultura japonesa, desde cualquiera
de sus vertientes, desde cualquiera de sus periodos históricos, como intenta aproxi-
marse Kokoro en cada uno de sus pequeños monográficos. Estamos seguros de que
ésta no les defraudará y de que el encuentro con el bello y lejano Imperio del Sol
Naciente marcará, sin duda, un antes y un después en sus vidas.
Salud y hasta el próximo número.
Fernando Cid Lucas
Director de Kokoro
2
Introducción
La teoría sobre la que se sustenta este
trabajo consiste en la visión feminista
culturalista, es decir, la posición de la
mujer se explica debido a la influencia
de la cultura del país. El término
«feminismo», utilizado en este análisis,
nohadeserentendidocomoelantónimo
del machismo, sino como una doctrina
social que reivindica para la mujer los
mismos derechos que para el hombre.
A pesar de que muchas corrientes
abogan por una visión marianista o del
feminismo de la diferencia, tan sólo se
han utilizado los estudios que analizan
la situación de la mujer en comparación
con la del hombre.
Influencia del confucianismo
Las bases ideológicas de Japón se
asentaron oficialmente sobre el
confucianismo a partir del siglo VII
d. C. En esta época se redactó la primera
constitución japonesa: la «Constitución
de los Diecisiete Artículos» (Xinzhong
2001). Esta influencia confuciana
prevalecióenelpaíshastaelsigloXX.Los
preceptos que importaron desde China
fueron extraídos de «Los Cuatro Libros
Clásicos», escritos por los discípulos
de Confucio, en los que compilaron los
diálogos más importantes de la vida del
maestro.
Su principal interés [de los confucianos
japoneses] era cómo aplicar los valores,
ideas y preceptos confucianos a la vida
social y política. […] La combinación de
ética confuciana y religión sintoísta per-
mitió al confucianismo entrar a formar
parte finalmente de la cultura autóctona
japonesa e impregnar la conciencia na-
cional […] y proporcionar reglas prácticas
para la conducta social. (Xinzhong 2001:
162).
El confucianismo inundó todas las
áreas sociales, políticas y económicas
del país nipón. Sin embargo, resulta
curioso que un concepto catalogado a
veces como religión causase tal impac-
to en los gobiernos de las sucesivas di-
nastías. Los máximos representantes del
catolicismo, al igual que los eruditos del
confucianismo, lograron conseguir un
gran poder político, pero nunca pudie-
ron aplicar sus teorías a la economía del
país. Por esta razón, la mayoría de las
veces se considera que el confucianismo
La influencia del confucianismo en la
discriminación de la mujer japonesa
Lucía Alonso Sánchez
Universidad de Salamanca
3
es un sistema filosófico-moral y no una
religión (Veruga 1964).
Las doctrinas de Confucio viajaron
por toda Asia, marcando casi todos los
países del continente, y llegaron a Japón
con algunas características que las dife-
renciaban de las estudiadas en el antiguo
Imperio del Centro. Sin embargo, com-
partían varias ideas esenciales como,
por ejemplo, manifestar una férrea de-
fensa ética, basada en las jerarquías de
las relaciones humanas, conocidas como
los «Tres lazos» (sanko) y las «Cinco re-
laciones» (gorin). Los tres lazos caracte-
rizaban a las parejas fundamentales, es
decir, la relación entre el gobernante y
el ministro, el padre y el hijo y el mari-
do y la esposa. Las cinco relaciones, ar-
ticuladas por el filósofo clásico Mencio,
abarcaban una gama más amplia de re-
laciones, como la filial, la lealtad entre
el gobernante y el ministro, la armonía
diferencial entre marido y mujer, subor-
dinación entre los hermanos mayores y
jóvenes y la confianza entre amigos. Es-
tas doctrinas pasaron a ser la base ética y
moral de todas las clases sociales duran-
te siglos en Japón, ya que:
•	 Los Tokugawa decidían sus movi-
mientos dependiendo de las interpre-
taciones de los libros de Confucio.
•	 La casta militar utilizó el confucia-
nismo como base de su lealtad a la
nación en la acción militar de Asia
Oriental en el siglo XX.
•	 Los economistas defendieron que el
trabajo duro y la perseverancia (cua-
lidades promulgadas por los confu-
cionistas) eran las claves del éxito de
la economía del país.
El confucianismo arraigó tan fácil-
mente en Japón debido a que la religión
tradicional japonesa era el sintoísmo.
Los japoneses solían venerar a cientos
de deidades relacionadas con la Natura-
leza, de manera que nunca cayeron en la
tentación de transformar su religión en
un fanatismo que descartase al resto de
divinidades. Por esta razón, aprendieron
a vivir en plena armonía con todo lo que
les rodeaba, y eran conscientes de que
cada zona del país solía celebrar rituales
dependiendo del dios que les interesaba.
De manera que, al aparecer al confucia-
nismo, no encontraron ninguna con-
tradicción entre seguir adorando a las
emanaciones de la Naturaleza y a aplicar
dogmas sobre el respeto, la perseveran-
cia y la armonía.
Del mismo modo, los japoneses tenían
una larga tradición de venerar a sus an-
cestros, aunque los motivos que les ins-
pirasen esta obligación fuesen diferentes
a los pautados por el confucianismo. Así,
el respeto por los antepasados se trans-
formó en una obligación filial para con
los familiares vivos. Y, finalmente, este
compromiso también derivó en:
Una moral nacional que aconsejaba cum-
plir los deberes para con la sociedad en
cuanto Estado, las tres morales, si bien
adquirieron cuerpo gracias al Confucia-
La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
4
nismo, luego, sobre todo esta última for-
ma de moral, al vincular la idea de patria
en el Emperador, degeneró en un positivo
culto hacia éste, en un verdadero fanatis-
mo ciego hacia el mikado cuya voluntad
había que obedecer en todo momento, y a
cuya grandeza y prosperidad era necesa-
rio sacrificarlo todo. (Veruga 1964: 381).
Esta piedad filial invadió todos los as-
pectos de la vida japonesa, y se prolongó
como base oficial del estado práctica-
mente hasta el siglo XX. En un principio,
esta ideología confuciana comparaba a
la mujer con una subordinada, una per-
sona que debía obedecer al marido sin
objeciones y que tenía que ocuparse de
la casa. El libro Li Chi («Libro de los Ri-
tos») aclaraba cualquier duda sobre las
obligaciones y derechos de la mujer en
la sociedad confuciana. La principal doc-
trina de este libro explicaba que la mu-
jer debía cumplir las tres obediencias: de
joven obedecería al padre y al hermano
mayor, al casarse obedecería al marido y
al enviudarse obedecería al hijo. Su ma-
yor cometido consistiría en ocuparse de
las tareas de la casa y atender a su mari-
do. Además, podía ser repudiada si fuese
estéril, si envidiase a las otras concubi-
nas, hablase demasiado o robase (Legge
1971). Mencio prestó especial atención
en estas interpretaciones confucianas
y escribió los numerosos manuales de
comportamiento para mujeres chinas
que acabaron utilizándose en Japón:
A daughter receives instructions from
her mother when she gets married.
When sending her off at the threshold,
she warns her. ‘When you join your new
family, you must be respectful and cir-
cumspect. Do not disobey your husband.’
The Way of a wife or concubine is to make
obedience her standard (Wang 2003: 103).
Tokugawa Ieyasu adoptó el confucia-
nismo como ideología oficial del Estado.
De este modo, podía mantener la esta-
bilidad del país, ya que estableció una
sociedad claramente jerarquizada que
diferenciaba a los superiores de los infe-
riores. Del mismo modo, el matrimonio
se convirtió en una relación política, y
los señores feudales debían obtener el
permiso del shogunato para poder casar-
se (Paulson 1978).
No debemos olvidar tampoco que la
mayoría de las sociedades antiguas es-
taban inundadas por prejuicios sexistas,
y que la discriminación estaba presente
en la vida diaria. Sin embargo, pocas ve-
ces se recurría a compilar con sumo cui-
dado una discriminación tan abierta en
contra de las mujeres. En este sentido, el
confucianismo abarca una gran cantidad
de libros en los que aparece claramente
el concepto de inferioridad de género y
la obligación de obedecer a los hombres,
debido a su falta de inteligencia. Esto
se plasmó en el manual que se publicó
a mediados del siglo XVII por Kaibara
Ekiken bajo el título de Onna Daigaku (The
Greater Learning for Women). Este manual
de comportamiento se basaba en las en-
señanzas confucianas y su intención era
adoctrinar a las mujeres de la época.
Tuvo una gran acogida e incluso las cla-
Lucía Alonso Sánchez
5
ses más bajas leían y adoptaban el mo-
delo social que Kaibara Ekiken detalló en
su libro.
Los «cinco males de la mente de las
mujeres» eran, según estas instruccio-
nes morales: la desobediencia, el odio,
las mentiras, la envidia y falta de inteli-
gencia. Se decía que siete u ocho de cada
diez mujeres padecían estos males, ya
que todo se debía a su falta de inteligen-
cia; por esta razón, eran inferiores a los
hombres y debían seguir sus instruccio-
nes (Dore [1958] 1999). Además, al igual
que los libros que escribió Mencio, el li-
bro Onna Daigaku defendía que se podía
repudiar a la esposa por las siguientes
razones: «desobedecer a los suegros, ser
estéril, ser habladora, robar, cometer
actos lujuriosos, tener envidia o pade-
cer una enfermedad incurable como la
lepra» (González Valles 2008: 429). Las
mujeres japonesas no sólo debían obe-
decer a sus padres o a sus maridos, sino
también a sus hijos. Además, no podían
ocupar ningún cargo político ni desem-
peñar un trabajo que significase tener
algún poder sobre el resto de los hom-
bres, de modo que se veían obligadas a
obedecer a cualquier varón.
Según Kaibara Ekiken, la mujer estaba
destinada a casarse, y todo lo que hicie-
se en la vida debía estar enfocado para
tal propósito. Por ello, las mujeres sólo
podían recibir educación para compla-
cer a sus maridos, es decir, sólo podían
estudiar música y otras artes para entre-
tener a sus cónyuges (Paulson 1978)
A woman has no particular lord. She must
look to her husband as her lord, and must
serve him with all worship and reverence,
not despising or thinking lightly of him.
The great lifelong duty of a woman is obe-
dience […] When the husband issues his
instruction, the wife must never disobey
them […] Should her husband be roused
to anger at any time, she must obey him,
with fear and trembling (Sidney L. Gulick
2008: 66-67)
Las doctrinas de Confucio continua-
ron aplicándose en todas las ramas de la
vida social y política de la Restauración
Meiji. Hasta el final de la Segunda Guerra
Mundial, el gobierno japonés no descar-
tó el confucianismo como base ideológi-
ca. De hecho, se refugió en él para poder
crear un nacionalismo que asentase las
bases ideológicas necesarias para justifi-
car la Segunda Guerra Mundial (Ander-
son 1959).
Desarrollo de la educación
La tradición educativa en Japón comenzó
en el siglo VII con la universidad y con
las escuelas provinciales del Taihoryo. La
escritura china permitió el desarrollo
de las leyes educativas para que las
familias adineradas pudiesen enviar a
sus hijos a estos centros, en los que se les
exigía superar exámenes de numerosas
asignaturas. Más tarde, aparecería la
escritura silábica (hiragana y katakana),
lo que permitió el florecimiento de
los poemas y los diarios cortesanos a
partir del siglo IX, además del acceso
del público femenino a la literatura. El
La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
6
afeminamiento de la sociedad Heian se
tradujo en el triunfo de la mujer en la
literatura (Rivero 1967). Sin embargo, los
monjes budistas fueron apropiándose de
esta rama de la cultura, de modo que la
escritura y el estudio quedó de nuevo en
manos de los hombres.
Japón era por entonces un país divido
en clases claramente diferenciadas, de
modo que el budismo ni siquiera pudo
acabar con esta visión jerarquizada de
la sociedad. Tan sólo las familias adine-
radas podían acceder a los colegios y los
monjes no pretendieron cambiarlo. De
hecho, se nos han conservado pequeños
diarios en los que personas (supuesta-
mente budistas) expresaban su descon-
tento al tener que compartir los templos
con la plebe (Rivero 1967). Esta jerarquía
tradicional de la sociedad japonesa tiene
sus raíces en la ética de Confucio. Ade-
más de los caracteres chinos y la ideo-
logía confuciana, también se importaron
los libros que determinaron la educa-
ción femenina durante las épocas Heian
(794–1185) y Tokugawa (1603 a 1868).
«Los Preceptos Femeninos», escritos por
una dama de alta alcurnia llamada Pan
Chao, hacían hincapié en la educación
femenina, siempre y cuando sirviese
para explicar a las alumnas la superiori-
dad del sexo opuesto. Por ello, la educa-
ción que recibieron las mujeres hasta el
siglo XX atendía a las tareas que debían
desempeñar: todo aquello asociado al
ámbito doméstico (Gómez Pradas 2008:
119). Tal educación debía tener como
único fin enseñar a la mujer su inferiori-
dad ante el hombre, e inculcar la absolu-
ta obediencia hacia el esposo.
El confucianismo que se empleaba en
el Japón tradicional subrayaba la obliga-
ción de obedecer al señor feudal. La leal-
tad era la mejor virtud que podía demos-
trar una persona. Por esta razón, a pesar
de intentar modernizar la educación
del país tras la Restauración Meiji, no se
erradicó el confucianismo, sino que se
modificó para adaptarlo a las necesida-
des de la nueva era(Anderson 1959). Esta
lealtad se presentó como el deber moral
de obedecer al emperador, y se diseñó
un programa educacional basado en el
nuevo nacionalismo. La Restauración
Meiji fue un intento de mostrar a Occi-
dente lo capacitado que estaba Japón
para desarrollar las reformas necesarias
que modernizasen todo el país. Muchas
de las iniciativas del Gobierno Meiji se
centraron en la igualdad de géneros,
pero las medidas que se adoptaron fue-
ron superficiales y contradictorias. A pe-
sar de que en 1872 se decretó la educa-
ción básica obligatoria para mujeres, no
se trató de motivar esta igualdad, por lo
que el gobierno no se encargó de que las
familias matriculasen también a las hijas
(Sievers 1983). El gobierno también en-
vió a varias alumnas japonesas a EEUU
para que estudiasen allí, aunque esto fue
pura propaganda para que los occiden-
tales no lanzasen críticas tan duras hacia
el gobierno japonés. Tras esta propagan-
da «occidentalista», se podía observar la
Lucía Alonso Sánchez
7
inamovilidad del régimen y la influencia
del confucianismo. En 1891 se publicó el
Imperial Rescript on Education que recogía:
Know ye, Our subjects:
Our Imperial Ancestors have founded Our
Empire on a basis broad and everlasting
and have deeply and firmly implanted
virtue; Our subjects ever united in loyal-
ty and filial piety have from generation
to generation illustrated the beauty the-
reof. This is the glory of the fundamental
character of Our Empire, and herein also
lies the source of our education. Ye, Our
subjects, be filial to your parents, affec-
tionate to your brothers and sisters; as
husbands and wives be harmonious, as
friends true; bear yourselves in modesty
and moderation; extend your benevolen-
ce to all […] (Hall 1949: 27-28)
Es decir, la ideología japonesa conti-
nuaba sumergida en el dogma confucia-
no, a pesar de que se intentase suavizar
con teorías sobre la igualdad. Por ello,
durante la primera mitad del siglo XX,
los estudiantes de las escuelas primarias
y secundarias fueron educados en los
preceptos acuñados por Confucio, pero
adaptado al imperialismo japonés de la
época: cumplimiento de las leyes, leal-
tad, piedad filial, espíritu nacional, etc.
Los japoneses debían participar en la
construcción de un gran país, de modo
que durante la educación obligatoria los
profesores recibían instrucciones para
desalentar a las alumnas y aconsejarles
que tan sólo cursasen los estudios obli-
gatorios. Además, los institutos feme-
ninos se centraban en asignaturas tales
como la costura, la preparación de té,
la música, el baile o el arreglo floral. No
obstante, el gobierno creó un par de cen-
tros en el país para que las hijas de las fa-
milias importantes pudiesen continuar
sus estudios si así lo deseaban.
La propaganda nacionalista se expan-
dió pronto por todo el país y se produjo
no sólo una desaceleración del proceso
democrático, sino también un aumento
de la discriminación de la mujer japone-
sa. Debido al imperialismo japonés, las
mujeres se vieron envueltas en cientos
de programas para la procreación rápida
y numerosa. Se publicaron infinidad de
revistas sobre la maternidad, la crianza
de los hijos y la necesidad de aumentar
el número de población para poder ga-
nar la guerra (Saito 2006). De este modo,
a partir de los 21 años en el caso de las
mujeres y de los 25 en el de los hom-
bres, podían recibir ayudas para casarse
y comprar una casa en la que vivir. Uno
de los objetivos principales del gobierno
consistía en crear tantos núcleos fami-
liares como fuese posible, y promovía
la división de la sociedad en pequeños
grupos para que se controlasen unos a
otros. Entre la propaganda electoral se
encontraba la obligación de ayudar a la
nación en todos los aspectos de la vida,
las personas que no se comportaban
atendiendo a los cánones preestableci-
dos eran tachados de antipatriotas. Por
lo tanto, el principal cometido de las
mujeres de la época era cumplir su co-
metido: dar a luz hijos sanos para que
Japón pudiese ganar la guerra. A pesar
La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
8
de que los hombres podían obtener el di-
vorcio fácilmente, para las mujeres era
imposible. No obstante, lo más traumáti-
co sobre la separación no radicaba en la
eventualidad de que las mujeres no tu-
viesen el derecho de solicitar el divorcio,
sino en que después de éste, las mujeres
perdían todas sus propiedades.
Después de la Segunda Guerra Mun-
dial, Japón podría haber llevado a cabo
numerosas reformas educacionales que
contribuyesen a crear una sociedad
igualitaria, pero apareció un régimen
conservador que no incluyó los proble-
mas sociales entre sus prioridades (Cum-
mings 1980). Aun así, el nuevo sistema
escolar que se adoptó después de la Se-
gunda Guerra Mundial produjo grandes
cambios en pocos años. La Ley Funda-
mental de Educación de 1947 estipulaba
en su artículo nº 3 la igualdad de opor-
tunidades en la educación: «they shall
not be subject to educational discrimination
on account of race, creed, sex, social status,
economic position, or family origin» (Tokyo
Metroplitan Government 1979).
En 1948 existían cinco universida-
des femeninas, pero en tan sólo cuatro
años se inauguraron 128 nuevas univer-
sidades para mujeres. El número de es-
tudiantes también aumentó de manera
drástica, a pesar de que en 1950 sólo al-
canzasen el 9% de la población estudian-
til (Anderson 1959).
Los libros utilizados en los colegios
e institutos japoneses que fueron apro-
bados por el Ministerio de Educación
durante los años 70 presentaban gra-
ves estereotipos, en los que las mujeres
sólo desempeñaban las tareas del hogar
y se ocupaban de los niños. Las modifi-
caciones que se han ido incluyendo en
la política japonesa han contribuido a
la desaparición de estos clichés, aunque
incluso durante los años 90 en las ilus-
traciones de los libros siempre eran las
mujeres quienes hacían la colada o pre-
paraban la comida (Kameda 1995). In-
cluso a finales del siglo XX, la educación
no era entendida como un medio para
la trayectoria profesional a largo plazo
para la mujer japonesa.
El mercado laboral
La Revolución Meiji introdujo algunos
cambios en la situación de la mujer, ya
que el gobierno nipón deseaba implantar
políticas modernas que demostrasen
a Occidente el desarrollo del país. No
obstante, el cabeza de familia seguía
siendo el marido y, tal y como especifica
en el artículo nº 801 del Código Civil de
1898, los hombres administraban los
bienes de la esposa (Saito 2006). Este
mismo Código condenaba a las mujeres
que cometían adulterio a un máximo de
dos años en la cárcel. Sin embargo, no
ocurría lo mismo con los hombres, ya
que ni siquiera el adulterio masculino
suponía un motivo de divorcio. En
realidad, este modelo atendía a la
tradición confuciana según el cual
las mujeres no debían ser celosas ni
Lucía Alonso Sánchez
9
envidiosas. Su obligación consistía en
aceptar que su marido tuviera otras
concubinas y jamás debía reprocharle su
comportamiento ni mostrarse altiva.
La mayoría de los investigadores si-
túan en 1986 la aparición de las leyes
que buscaban alcanzar la igualdad labo-
rar para hombres y mujeres. Sin embar-
go, esta fecha es, en cierta medida, algo
retórica, ya que se promulgó debido a
las críticas surgidas en Occidente. Por lo
tanto, con la Ley de Igualdad de Oportu-
nidades en el Empleo, el gobierno nipón
sólo pedía a las empresas que se esfor-
zasen por eliminar las discriminaciones
que pudiesen surgir en el mercado labo-
ral.
En 1992 se promulgó la Ley de Baja
Maternal, que —al menos en teoría—
permitía a los padres solicitar un año de
baja. Sin embargo, el problema que pre-
senta esta ley es que el Gobierno no san-
ciona a las empresas que la incumplen
(Morente 2008). De manera que las po-
cas mujeres que desean reincorporarse
después de la baja encuentran muchos
problemas. En 1995 las Naciones Unidas
publicó, a través del Comité para la Eli-
minación de la Discriminación contra la
Mujer, un informe en el que recogía que
Japón ocupaba el decimocuarto lugar
entre los países del mundo con respecto
al desarrollo de los recursos humanos si
se tenían en cuenta las condiciones so-
cioeconómicas de las mujeres del país.
Por esta razón, el 23 de junio de 1999 se
promulgó la Ley Básica para la Promo-
ción de una Sociedad con Igualdad en-
tre los Géneros, para intentar erradicar
estas diferencias. Dicha ley suponía una
revisión de la de 1986, y uno de sus ob-
jetivos principales consistía en incluir la
promoción de las mujeres en de las em-
presas japonesas. Tradicionalmente, las
empresas incluían en sus proyectos la
particularidad de la «Curva M», de modo
que las trabajadoras no formaban parte
de los programas de capacitación laboral
ni obtenían incentivos, así como eran las
primeras en ser despedidas en caso de
crisis o recesiones (Fujita 1987).
La ocupación laboral de las mujeres
japonesas se ve reflejada en la «Curva
M». Se trata de un gráfico que muestra
cómo las mujeres comienzan a trabajar
a los 20 años y se retiran en cuanto se
casan o tienen hijos, es decir, a partir de
los 25 años. El segundo pico de la «Curva
M» que se forma en el gráfico se debe a
que muchas mujeres vuelven a incorpo-
rarse al mercado laboral a partir de los
45 años.
Según los datos publicados por el Mi-
nisterio del Interior y de Comunicacio-
nes (MIAC), el número de mujeres que
abandonaron sus trabajos disminuyó un
10% entre 1995 y el año 2007, de modo
que el mínimo alcanzado tras el primer
pico de la figura M fue de un 64,2%. Sin
embargo, esto no se puede interpretar
como una notable mejoría, ya que, tal y
como indican las estadísticas oficiales de
Japón publicadas en 2008 por el Institu-
to nacional de investigación de la pobla-
La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
10
ción y seguridad social (Nacional Institute
of Population and Social Security Reseach),
el índice de matrimonios contraídos en
el 2006 no llegaba a los 6 puntos por mil,
mientras que en el año 1995 este índice
era de un 6,4. Otro estudio publicado por
el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienes-
tar analizó la situación laboral japonesa
en el año 2001, y mostró cómo el 67,4%
de las mujeres niponas abandonaron su
trabajo después de dar a luz.
Según un estudio realizado por el Insti-
tuto Nacional para la Investigación de
la Población y de la Seguridad Social,
los hombres y las mujeres solteros opi-
nan sinceramente que el matrimonio les
restringiría sus actividades, su forma de
vivir, y sus relaciones con los amigos, y
que añadiría las cargas psicológicas im-
plicadas en el tener que mantener a una
familia. Por tales razones, muchas perso-
nas optan por casarse a edades más avan-
zadas o quedarse solteras durante toda la
vida (Ficha informativa sobre Japón: con-
dición de la mujer 2004)
Del mismo modo, el 27 de diciembre
de 2005 se aprobó el segundo Plan Básico
para la Igualdad entre los Géneros, en el
que se promovía la reincorporación de
la mujer al mercado laboral (el segundo
pico de la Curva M). De esta forma, se in-
tentaba conciliar la vida laboral y fami-
liar de la mujer.
La situación profesional de las muje-
res japonesas presenta muchas contra-
dicciones. Existen grupos que revindican
la igualdad en el trabajo, pero también
hay un amplio grupo que considera que
las tareas del hogar deben ser su prin-
cipal ocupación, mientras que el trabajo
fuera de casa es algo secundario. Incluso
las mujeres de las generaciones más jó-
venes creen que las personas que deben
ocuparse principalmente de los hijos son
las madres (Kawashima 1995). Sin em-
bargo, otros estudios publicados recien-
temente muestran que la situación ha
cambiado notablemente en los últimos
años, especialmente desde el año 2000.
No obstante, la situación ha mejorado
si tenemos en cuenta el número de mu-
jeres que trabaja, ya que todos los estu-
dios muestran el notorio incremento de
mujeres al mercado laboral. Las mujeres
cada vez se casan más tarde y prefieren
tener hijos pasados los treinta años, por
lo tanto, lo único que hacen es posponer
el final de su vida laboral. Esto demues-
tra que la situación no ha mejorado, lo
único que se ha conseguido es que las
mujeres retrasen durante algunos años
el abandono de sus puestos de trabajos.
El porcentaje de mujeres trabajadoras ha
aumentado porque muchas de ellas pre-
fieren no casarse ni tener hijos. Podría-
mos decir que la situación ha mejorado
si fuese factible desempeñar un trabajo
normal que no supusiese un impedimen-
to para casarse o tener hijos.
Debido a las nuevas formas de traba-
jo que han surgido en Japón en las úl-
timas décadas, se han acuñado nuevos
términos y han aparecido nuevos tipos
de empleo, que pueden ser considerados
como particularidades del propio país
Lucía Alonso Sánchez
11
como, por ejemplo, office-lady (OL) para
designar a las mujeres que consiguen
un trabajo de oficina mal remunerado
y con pocas responsabilidades. No obs-
tante, este término no es el equivalente
a salary-man en femenino, ya que las OLs
obtienen un salario menor y no pueden
optar a ascensos ni a programas de pro-
moción dentro de la empresa. La ma-
yoría de las OLs consideran que su tra-
bajo representa una pequeña etapa en
su vida, ya que lo normal es abandonar
sus puestos de trabajo después de casar-
se (Cummings 1980). Las OLs suelen ser
estudiantes recién graduadas o mujeres
que necesitan ayudar a la economía fa-
miliar. Muchas veces, a estas mujeres
vulgarmente se les llama shokuba no hana
(«flores de oficina»), ya que son contra-
tadas para atender a los clientes hasta
que son recibidos por sus superiores o
para servir el té. Por ello, muchas em-
presas seleccionan a sus empleadas en
las escuelas preuniversitarias, ya que el
puesto no requiere una gran prepara-
ción, sino ser atractiva y tener buenos
modales (Endo 1995). Además del traba-
jo de oficina, una OL se ocupa de servir
el té y de otras tareas supuestamente
«femeninas», útiles para que sus compa-
ñeros de empresa puedan trabajar más
cómodamente (Carter y Dilatush 1978).
Es difícil reprochar este comporta-
miento teniendo en cuenta que el propio
ministro de Sanidad, Hakuo Yanagisawa,
declaró en 2007 que las mujeres eran
«máquinas de hacer hijos», y dio a en-
tender que el problema demográfico de
Japón lo habían causado las mujeres, que
desatendían su obligación de «producir
bebés» (BBC News 2007). Seguramente
decidió respaldar a Hakubun Shimomu-
ra, político elegido por el Partido Liberal
Democrático, quien pocos meses antes
había declarado que el país podría per-
mitirse invertir una menor cantidad de
dinero público en guarderías si las mu-
jeres se limitasen a quedarse en casa y
criar a sus hijos (BBC News 2007).
Existen demasiados hechos feha-
cientes y presentes en la vida diaria que
demuestran que las mujeres japonesas
han de enfrentarse aún a una gran dis-
criminación. El ejemplo más claro es que
una mujer obtiene un sueldo más bajo
que un hombre en un mismo puesto de
trabajo. En Japón, las mujeres ganan un
44% menos que los hombres, es decir, es
la diferencia de ingresos entre hombres
y mujeres más grande de los países desa-
rrollados. La discriminación de la mujer
japonesa comienza antes de la contra-
tación. A pesar de que la mayoría de los
hombres tienen que realizar exámenes
escritos o presentar cartas de recomen-
dación, durante el proceso de selección
de las trabajadoras se suele prescindir
de estas formalidades y las pruebas se
reducen a una simple entrevista (White-
hill 1994).
Termino trasladando el hecho de que
en Taiwán, por ejemplo, también predo-
minó el confucianismo como ideología
aplicable a cualquier ámbito (como la
La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
12
economía), pero se convirtió en algo más
práctico y menos arraigado en el núcleo
familiar vivo. Es decir, a pesar de utilizar
las interpretaciones de las obras de Con-
fucio para dirigir la economía y la políti-
ca, dentro del núcleo familiar se aplicaba
a los ancestros y a la veneración de los
antepasados, haciendo menor hincapié
en la obediencia a los maridos o a los
hermanos mayores.
El gobierno japonés debería haber
dejado claro que, a pesar de aplicar esta
ideología a la economía, la política o la
educación, renunciaba y desechaba las
teorías originadas en torno a la inferiori-
dad de las mujeres. En lugar de presumir
del éxito de sus teorías confucianas de-
bería mostrar mayor interés en aclarar
cuáles son las consignas discriminato-
rias o degradantes.
Concluyo indicando que aún hoy un
alto porcentaje de hombres japoneses
sigue declarando en numerosas encues-
tas que las mujeres deben encargarse de
la casa, y cuando se les pregunta por el
tipo de mujer que quieren para casarse
siempre incluyen cualidades de una bue-
na ama de casa: habilidades culinarias,
orden, limpieza, etc. La fórmula «The
externa world is for men and the domes-
tic world is for women» (Mason y Jensen
1999: 155) parece haber estado vigente
en Japón hasta hace relativamente poco.
Así, esta discriminación muchas veces se
ve incentivada por el propio comporta-
miento de las mujeres, que luchan por
convertirse en el ideal que dibujan los
hombres en sus mentes.
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YAO, Xinzhong. El confucianismo. Cambridge
University Press: Madrid, 2001. 424 p.
La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
Número patrocinado por:
e-mail: adecjapan@gmail.com

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La influenciadelconfucianismoenladiscriminaciondelamujer

  • 1. KOKORO Revista para la difusión de la cultura japonesa Nº 2  2010 ISSN: 2171-4959
  • 2. REVISTA KOKORO DIRECTOR Fernando Cid Lucas JEFA DE REDACCIÓN Irene Criado López REDACTORES Austin Brady Carmen Dorado Fernández Julio Mogollón Jiménez Antonio Rodríguez González COMITÉ CIENTÍFICO Asesor de Comité Dr. Federico Lanzaco Salafranca (Sophia University, Japón) Miembros Dr. David V. Almazán Tomás (Universidad de Zaragoza, España) Dª Anjhara Gómez Aragón (Universidad de Sevilla, España) Dr. Thomas Heyd (Alberta University, Canadá) Dr. Edward Menta (Kalamazoo College, EE.UU.) Dr. Andrés José Pociña López (Universidad de Extremadura, España) Dr. Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gavala (Universidad de Sevilla, España) Dra. Michiko Tanaka (El Colegio de México, México) Dr. Masaki Tsunokawa (Tokai University, Japón) Dr. Keishi Yasuda (Ryukoku University, Japón) Ilustración de portada: Dª Kumiko Fujimura Maquetación: Helios De Rosario Martínez Edita: Revista Kokoro Imprime: Ricopy. C. / Santa Joaquina de Vedruna, nº9. C.P.10001 (Cáceres) Tlf. 927 626 101 DL: CC-47-2010 ISSN: 2171-4959 IMPRESA EN ESPAÑA – PRINTED IN SPAIN
  • 3. 1 EDITORIAL Encaramos el segundo número de Kokoro aún con el buen sabor de boca que nos dejó su edición inaugural. Y es que muchas han sido hasta ahora las enhorabuenas y los parabienes dedicados a nuestra revista, y muchos los que han animado al cuerpo editorial de Kokoro a seguir adelante con nuestra humilde publicación. Una vez más, es de rigor agradecer la desinteresada colaboración de todos y cada uno de los participantes en este proyecto, iniciando por la autora del lúcido artículo que ahora presentamos y siguiendo por nuestro maquetador, revisores, patrocina- dores, etc. Muchas gracias por hacer posible este Kokoro de papel del que cada vez son participes más personas. Ojalá la progresión continúe con su ritmo ascendente durante mucho tiempo. Termino estas breves palabras preliminares animando al lector —como no podía ser de otra forma— a que se aproxime a la bella cultura japonesa, desde cualquiera de sus vertientes, desde cualquiera de sus periodos históricos, como intenta aproxi- marse Kokoro en cada uno de sus pequeños monográficos. Estamos seguros de que ésta no les defraudará y de que el encuentro con el bello y lejano Imperio del Sol Naciente marcará, sin duda, un antes y un después en sus vidas. Salud y hasta el próximo número. Fernando Cid Lucas Director de Kokoro
  • 4. 2 Introducción La teoría sobre la que se sustenta este trabajo consiste en la visión feminista culturalista, es decir, la posición de la mujer se explica debido a la influencia de la cultura del país. El término «feminismo», utilizado en este análisis, nohadeserentendidocomoelantónimo del machismo, sino como una doctrina social que reivindica para la mujer los mismos derechos que para el hombre. A pesar de que muchas corrientes abogan por una visión marianista o del feminismo de la diferencia, tan sólo se han utilizado los estudios que analizan la situación de la mujer en comparación con la del hombre. Influencia del confucianismo Las bases ideológicas de Japón se asentaron oficialmente sobre el confucianismo a partir del siglo VII d. C. En esta época se redactó la primera constitución japonesa: la «Constitución de los Diecisiete Artículos» (Xinzhong 2001). Esta influencia confuciana prevalecióenelpaíshastaelsigloXX.Los preceptos que importaron desde China fueron extraídos de «Los Cuatro Libros Clásicos», escritos por los discípulos de Confucio, en los que compilaron los diálogos más importantes de la vida del maestro. Su principal interés [de los confucianos japoneses] era cómo aplicar los valores, ideas y preceptos confucianos a la vida social y política. […] La combinación de ética confuciana y religión sintoísta per- mitió al confucianismo entrar a formar parte finalmente de la cultura autóctona japonesa e impregnar la conciencia na- cional […] y proporcionar reglas prácticas para la conducta social. (Xinzhong 2001: 162). El confucianismo inundó todas las áreas sociales, políticas y económicas del país nipón. Sin embargo, resulta curioso que un concepto catalogado a veces como religión causase tal impac- to en los gobiernos de las sucesivas di- nastías. Los máximos representantes del catolicismo, al igual que los eruditos del confucianismo, lograron conseguir un gran poder político, pero nunca pudie- ron aplicar sus teorías a la economía del país. Por esta razón, la mayoría de las veces se considera que el confucianismo La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa Lucía Alonso Sánchez Universidad de Salamanca
  • 5. 3 es un sistema filosófico-moral y no una religión (Veruga 1964). Las doctrinas de Confucio viajaron por toda Asia, marcando casi todos los países del continente, y llegaron a Japón con algunas características que las dife- renciaban de las estudiadas en el antiguo Imperio del Centro. Sin embargo, com- partían varias ideas esenciales como, por ejemplo, manifestar una férrea de- fensa ética, basada en las jerarquías de las relaciones humanas, conocidas como los «Tres lazos» (sanko) y las «Cinco re- laciones» (gorin). Los tres lazos caracte- rizaban a las parejas fundamentales, es decir, la relación entre el gobernante y el ministro, el padre y el hijo y el mari- do y la esposa. Las cinco relaciones, ar- ticuladas por el filósofo clásico Mencio, abarcaban una gama más amplia de re- laciones, como la filial, la lealtad entre el gobernante y el ministro, la armonía diferencial entre marido y mujer, subor- dinación entre los hermanos mayores y jóvenes y la confianza entre amigos. Es- tas doctrinas pasaron a ser la base ética y moral de todas las clases sociales duran- te siglos en Japón, ya que: • Los Tokugawa decidían sus movi- mientos dependiendo de las interpre- taciones de los libros de Confucio. • La casta militar utilizó el confucia- nismo como base de su lealtad a la nación en la acción militar de Asia Oriental en el siglo XX. • Los economistas defendieron que el trabajo duro y la perseverancia (cua- lidades promulgadas por los confu- cionistas) eran las claves del éxito de la economía del país. El confucianismo arraigó tan fácil- mente en Japón debido a que la religión tradicional japonesa era el sintoísmo. Los japoneses solían venerar a cientos de deidades relacionadas con la Natura- leza, de manera que nunca cayeron en la tentación de transformar su religión en un fanatismo que descartase al resto de divinidades. Por esta razón, aprendieron a vivir en plena armonía con todo lo que les rodeaba, y eran conscientes de que cada zona del país solía celebrar rituales dependiendo del dios que les interesaba. De manera que, al aparecer al confucia- nismo, no encontraron ninguna con- tradicción entre seguir adorando a las emanaciones de la Naturaleza y a aplicar dogmas sobre el respeto, la perseveran- cia y la armonía. Del mismo modo, los japoneses tenían una larga tradición de venerar a sus an- cestros, aunque los motivos que les ins- pirasen esta obligación fuesen diferentes a los pautados por el confucianismo. Así, el respeto por los antepasados se trans- formó en una obligación filial para con los familiares vivos. Y, finalmente, este compromiso también derivó en: Una moral nacional que aconsejaba cum- plir los deberes para con la sociedad en cuanto Estado, las tres morales, si bien adquirieron cuerpo gracias al Confucia- La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
  • 6. 4 nismo, luego, sobre todo esta última for- ma de moral, al vincular la idea de patria en el Emperador, degeneró en un positivo culto hacia éste, en un verdadero fanatis- mo ciego hacia el mikado cuya voluntad había que obedecer en todo momento, y a cuya grandeza y prosperidad era necesa- rio sacrificarlo todo. (Veruga 1964: 381). Esta piedad filial invadió todos los as- pectos de la vida japonesa, y se prolongó como base oficial del estado práctica- mente hasta el siglo XX. En un principio, esta ideología confuciana comparaba a la mujer con una subordinada, una per- sona que debía obedecer al marido sin objeciones y que tenía que ocuparse de la casa. El libro Li Chi («Libro de los Ri- tos») aclaraba cualquier duda sobre las obligaciones y derechos de la mujer en la sociedad confuciana. La principal doc- trina de este libro explicaba que la mu- jer debía cumplir las tres obediencias: de joven obedecería al padre y al hermano mayor, al casarse obedecería al marido y al enviudarse obedecería al hijo. Su ma- yor cometido consistiría en ocuparse de las tareas de la casa y atender a su mari- do. Además, podía ser repudiada si fuese estéril, si envidiase a las otras concubi- nas, hablase demasiado o robase (Legge 1971). Mencio prestó especial atención en estas interpretaciones confucianas y escribió los numerosos manuales de comportamiento para mujeres chinas que acabaron utilizándose en Japón: A daughter receives instructions from her mother when she gets married. When sending her off at the threshold, she warns her. ‘When you join your new family, you must be respectful and cir- cumspect. Do not disobey your husband.’ The Way of a wife or concubine is to make obedience her standard (Wang 2003: 103). Tokugawa Ieyasu adoptó el confucia- nismo como ideología oficial del Estado. De este modo, podía mantener la esta- bilidad del país, ya que estableció una sociedad claramente jerarquizada que diferenciaba a los superiores de los infe- riores. Del mismo modo, el matrimonio se convirtió en una relación política, y los señores feudales debían obtener el permiso del shogunato para poder casar- se (Paulson 1978). No debemos olvidar tampoco que la mayoría de las sociedades antiguas es- taban inundadas por prejuicios sexistas, y que la discriminación estaba presente en la vida diaria. Sin embargo, pocas ve- ces se recurría a compilar con sumo cui- dado una discriminación tan abierta en contra de las mujeres. En este sentido, el confucianismo abarca una gran cantidad de libros en los que aparece claramente el concepto de inferioridad de género y la obligación de obedecer a los hombres, debido a su falta de inteligencia. Esto se plasmó en el manual que se publicó a mediados del siglo XVII por Kaibara Ekiken bajo el título de Onna Daigaku (The Greater Learning for Women). Este manual de comportamiento se basaba en las en- señanzas confucianas y su intención era adoctrinar a las mujeres de la época. Tuvo una gran acogida e incluso las cla- Lucía Alonso Sánchez
  • 7. 5 ses más bajas leían y adoptaban el mo- delo social que Kaibara Ekiken detalló en su libro. Los «cinco males de la mente de las mujeres» eran, según estas instruccio- nes morales: la desobediencia, el odio, las mentiras, la envidia y falta de inteli- gencia. Se decía que siete u ocho de cada diez mujeres padecían estos males, ya que todo se debía a su falta de inteligen- cia; por esta razón, eran inferiores a los hombres y debían seguir sus instruccio- nes (Dore [1958] 1999). Además, al igual que los libros que escribió Mencio, el li- bro Onna Daigaku defendía que se podía repudiar a la esposa por las siguientes razones: «desobedecer a los suegros, ser estéril, ser habladora, robar, cometer actos lujuriosos, tener envidia o pade- cer una enfermedad incurable como la lepra» (González Valles 2008: 429). Las mujeres japonesas no sólo debían obe- decer a sus padres o a sus maridos, sino también a sus hijos. Además, no podían ocupar ningún cargo político ni desem- peñar un trabajo que significase tener algún poder sobre el resto de los hom- bres, de modo que se veían obligadas a obedecer a cualquier varón. Según Kaibara Ekiken, la mujer estaba destinada a casarse, y todo lo que hicie- se en la vida debía estar enfocado para tal propósito. Por ello, las mujeres sólo podían recibir educación para compla- cer a sus maridos, es decir, sólo podían estudiar música y otras artes para entre- tener a sus cónyuges (Paulson 1978) A woman has no particular lord. She must look to her husband as her lord, and must serve him with all worship and reverence, not despising or thinking lightly of him. The great lifelong duty of a woman is obe- dience […] When the husband issues his instruction, the wife must never disobey them […] Should her husband be roused to anger at any time, she must obey him, with fear and trembling (Sidney L. Gulick 2008: 66-67) Las doctrinas de Confucio continua- ron aplicándose en todas las ramas de la vida social y política de la Restauración Meiji. Hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno japonés no descar- tó el confucianismo como base ideológi- ca. De hecho, se refugió en él para poder crear un nacionalismo que asentase las bases ideológicas necesarias para justifi- car la Segunda Guerra Mundial (Ander- son 1959). Desarrollo de la educación La tradición educativa en Japón comenzó en el siglo VII con la universidad y con las escuelas provinciales del Taihoryo. La escritura china permitió el desarrollo de las leyes educativas para que las familias adineradas pudiesen enviar a sus hijos a estos centros, en los que se les exigía superar exámenes de numerosas asignaturas. Más tarde, aparecería la escritura silábica (hiragana y katakana), lo que permitió el florecimiento de los poemas y los diarios cortesanos a partir del siglo IX, además del acceso del público femenino a la literatura. El La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
  • 8. 6 afeminamiento de la sociedad Heian se tradujo en el triunfo de la mujer en la literatura (Rivero 1967). Sin embargo, los monjes budistas fueron apropiándose de esta rama de la cultura, de modo que la escritura y el estudio quedó de nuevo en manos de los hombres. Japón era por entonces un país divido en clases claramente diferenciadas, de modo que el budismo ni siquiera pudo acabar con esta visión jerarquizada de la sociedad. Tan sólo las familias adine- radas podían acceder a los colegios y los monjes no pretendieron cambiarlo. De hecho, se nos han conservado pequeños diarios en los que personas (supuesta- mente budistas) expresaban su descon- tento al tener que compartir los templos con la plebe (Rivero 1967). Esta jerarquía tradicional de la sociedad japonesa tiene sus raíces en la ética de Confucio. Ade- más de los caracteres chinos y la ideo- logía confuciana, también se importaron los libros que determinaron la educa- ción femenina durante las épocas Heian (794–1185) y Tokugawa (1603 a 1868). «Los Preceptos Femeninos», escritos por una dama de alta alcurnia llamada Pan Chao, hacían hincapié en la educación femenina, siempre y cuando sirviese para explicar a las alumnas la superiori- dad del sexo opuesto. Por ello, la educa- ción que recibieron las mujeres hasta el siglo XX atendía a las tareas que debían desempeñar: todo aquello asociado al ámbito doméstico (Gómez Pradas 2008: 119). Tal educación debía tener como único fin enseñar a la mujer su inferiori- dad ante el hombre, e inculcar la absolu- ta obediencia hacia el esposo. El confucianismo que se empleaba en el Japón tradicional subrayaba la obliga- ción de obedecer al señor feudal. La leal- tad era la mejor virtud que podía demos- trar una persona. Por esta razón, a pesar de intentar modernizar la educación del país tras la Restauración Meiji, no se erradicó el confucianismo, sino que se modificó para adaptarlo a las necesida- des de la nueva era(Anderson 1959). Esta lealtad se presentó como el deber moral de obedecer al emperador, y se diseñó un programa educacional basado en el nuevo nacionalismo. La Restauración Meiji fue un intento de mostrar a Occi- dente lo capacitado que estaba Japón para desarrollar las reformas necesarias que modernizasen todo el país. Muchas de las iniciativas del Gobierno Meiji se centraron en la igualdad de géneros, pero las medidas que se adoptaron fue- ron superficiales y contradictorias. A pe- sar de que en 1872 se decretó la educa- ción básica obligatoria para mujeres, no se trató de motivar esta igualdad, por lo que el gobierno no se encargó de que las familias matriculasen también a las hijas (Sievers 1983). El gobierno también en- vió a varias alumnas japonesas a EEUU para que estudiasen allí, aunque esto fue pura propaganda para que los occiden- tales no lanzasen críticas tan duras hacia el gobierno japonés. Tras esta propagan- da «occidentalista», se podía observar la Lucía Alonso Sánchez
  • 9. 7 inamovilidad del régimen y la influencia del confucianismo. En 1891 se publicó el Imperial Rescript on Education que recogía: Know ye, Our subjects: Our Imperial Ancestors have founded Our Empire on a basis broad and everlasting and have deeply and firmly implanted virtue; Our subjects ever united in loyal- ty and filial piety have from generation to generation illustrated the beauty the- reof. This is the glory of the fundamental character of Our Empire, and herein also lies the source of our education. Ye, Our subjects, be filial to your parents, affec- tionate to your brothers and sisters; as husbands and wives be harmonious, as friends true; bear yourselves in modesty and moderation; extend your benevolen- ce to all […] (Hall 1949: 27-28) Es decir, la ideología japonesa conti- nuaba sumergida en el dogma confucia- no, a pesar de que se intentase suavizar con teorías sobre la igualdad. Por ello, durante la primera mitad del siglo XX, los estudiantes de las escuelas primarias y secundarias fueron educados en los preceptos acuñados por Confucio, pero adaptado al imperialismo japonés de la época: cumplimiento de las leyes, leal- tad, piedad filial, espíritu nacional, etc. Los japoneses debían participar en la construcción de un gran país, de modo que durante la educación obligatoria los profesores recibían instrucciones para desalentar a las alumnas y aconsejarles que tan sólo cursasen los estudios obli- gatorios. Además, los institutos feme- ninos se centraban en asignaturas tales como la costura, la preparación de té, la música, el baile o el arreglo floral. No obstante, el gobierno creó un par de cen- tros en el país para que las hijas de las fa- milias importantes pudiesen continuar sus estudios si así lo deseaban. La propaganda nacionalista se expan- dió pronto por todo el país y se produjo no sólo una desaceleración del proceso democrático, sino también un aumento de la discriminación de la mujer japone- sa. Debido al imperialismo japonés, las mujeres se vieron envueltas en cientos de programas para la procreación rápida y numerosa. Se publicaron infinidad de revistas sobre la maternidad, la crianza de los hijos y la necesidad de aumentar el número de población para poder ga- nar la guerra (Saito 2006). De este modo, a partir de los 21 años en el caso de las mujeres y de los 25 en el de los hom- bres, podían recibir ayudas para casarse y comprar una casa en la que vivir. Uno de los objetivos principales del gobierno consistía en crear tantos núcleos fami- liares como fuese posible, y promovía la división de la sociedad en pequeños grupos para que se controlasen unos a otros. Entre la propaganda electoral se encontraba la obligación de ayudar a la nación en todos los aspectos de la vida, las personas que no se comportaban atendiendo a los cánones preestableci- dos eran tachados de antipatriotas. Por lo tanto, el principal cometido de las mujeres de la época era cumplir su co- metido: dar a luz hijos sanos para que Japón pudiese ganar la guerra. A pesar La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
  • 10. 8 de que los hombres podían obtener el di- vorcio fácilmente, para las mujeres era imposible. No obstante, lo más traumáti- co sobre la separación no radicaba en la eventualidad de que las mujeres no tu- viesen el derecho de solicitar el divorcio, sino en que después de éste, las mujeres perdían todas sus propiedades. Después de la Segunda Guerra Mun- dial, Japón podría haber llevado a cabo numerosas reformas educacionales que contribuyesen a crear una sociedad igualitaria, pero apareció un régimen conservador que no incluyó los proble- mas sociales entre sus prioridades (Cum- mings 1980). Aun así, el nuevo sistema escolar que se adoptó después de la Se- gunda Guerra Mundial produjo grandes cambios en pocos años. La Ley Funda- mental de Educación de 1947 estipulaba en su artículo nº 3 la igualdad de opor- tunidades en la educación: «they shall not be subject to educational discrimination on account of race, creed, sex, social status, economic position, or family origin» (Tokyo Metroplitan Government 1979). En 1948 existían cinco universida- des femeninas, pero en tan sólo cuatro años se inauguraron 128 nuevas univer- sidades para mujeres. El número de es- tudiantes también aumentó de manera drástica, a pesar de que en 1950 sólo al- canzasen el 9% de la población estudian- til (Anderson 1959). Los libros utilizados en los colegios e institutos japoneses que fueron apro- bados por el Ministerio de Educación durante los años 70 presentaban gra- ves estereotipos, en los que las mujeres sólo desempeñaban las tareas del hogar y se ocupaban de los niños. Las modifi- caciones que se han ido incluyendo en la política japonesa han contribuido a la desaparición de estos clichés, aunque incluso durante los años 90 en las ilus- traciones de los libros siempre eran las mujeres quienes hacían la colada o pre- paraban la comida (Kameda 1995). In- cluso a finales del siglo XX, la educación no era entendida como un medio para la trayectoria profesional a largo plazo para la mujer japonesa. El mercado laboral La Revolución Meiji introdujo algunos cambios en la situación de la mujer, ya que el gobierno nipón deseaba implantar políticas modernas que demostrasen a Occidente el desarrollo del país. No obstante, el cabeza de familia seguía siendo el marido y, tal y como especifica en el artículo nº 801 del Código Civil de 1898, los hombres administraban los bienes de la esposa (Saito 2006). Este mismo Código condenaba a las mujeres que cometían adulterio a un máximo de dos años en la cárcel. Sin embargo, no ocurría lo mismo con los hombres, ya que ni siquiera el adulterio masculino suponía un motivo de divorcio. En realidad, este modelo atendía a la tradición confuciana según el cual las mujeres no debían ser celosas ni Lucía Alonso Sánchez
  • 11. 9 envidiosas. Su obligación consistía en aceptar que su marido tuviera otras concubinas y jamás debía reprocharle su comportamiento ni mostrarse altiva. La mayoría de los investigadores si- túan en 1986 la aparición de las leyes que buscaban alcanzar la igualdad labo- rar para hombres y mujeres. Sin embar- go, esta fecha es, en cierta medida, algo retórica, ya que se promulgó debido a las críticas surgidas en Occidente. Por lo tanto, con la Ley de Igualdad de Oportu- nidades en el Empleo, el gobierno nipón sólo pedía a las empresas que se esfor- zasen por eliminar las discriminaciones que pudiesen surgir en el mercado labo- ral. En 1992 se promulgó la Ley de Baja Maternal, que —al menos en teoría— permitía a los padres solicitar un año de baja. Sin embargo, el problema que pre- senta esta ley es que el Gobierno no san- ciona a las empresas que la incumplen (Morente 2008). De manera que las po- cas mujeres que desean reincorporarse después de la baja encuentran muchos problemas. En 1995 las Naciones Unidas publicó, a través del Comité para la Eli- minación de la Discriminación contra la Mujer, un informe en el que recogía que Japón ocupaba el decimocuarto lugar entre los países del mundo con respecto al desarrollo de los recursos humanos si se tenían en cuenta las condiciones so- cioeconómicas de las mujeres del país. Por esta razón, el 23 de junio de 1999 se promulgó la Ley Básica para la Promo- ción de una Sociedad con Igualdad en- tre los Géneros, para intentar erradicar estas diferencias. Dicha ley suponía una revisión de la de 1986, y uno de sus ob- jetivos principales consistía en incluir la promoción de las mujeres en de las em- presas japonesas. Tradicionalmente, las empresas incluían en sus proyectos la particularidad de la «Curva M», de modo que las trabajadoras no formaban parte de los programas de capacitación laboral ni obtenían incentivos, así como eran las primeras en ser despedidas en caso de crisis o recesiones (Fujita 1987). La ocupación laboral de las mujeres japonesas se ve reflejada en la «Curva M». Se trata de un gráfico que muestra cómo las mujeres comienzan a trabajar a los 20 años y se retiran en cuanto se casan o tienen hijos, es decir, a partir de los 25 años. El segundo pico de la «Curva M» que se forma en el gráfico se debe a que muchas mujeres vuelven a incorpo- rarse al mercado laboral a partir de los 45 años. Según los datos publicados por el Mi- nisterio del Interior y de Comunicacio- nes (MIAC), el número de mujeres que abandonaron sus trabajos disminuyó un 10% entre 1995 y el año 2007, de modo que el mínimo alcanzado tras el primer pico de la figura M fue de un 64,2%. Sin embargo, esto no se puede interpretar como una notable mejoría, ya que, tal y como indican las estadísticas oficiales de Japón publicadas en 2008 por el Institu- to nacional de investigación de la pobla- La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
  • 12. 10 ción y seguridad social (Nacional Institute of Population and Social Security Reseach), el índice de matrimonios contraídos en el 2006 no llegaba a los 6 puntos por mil, mientras que en el año 1995 este índice era de un 6,4. Otro estudio publicado por el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienes- tar analizó la situación laboral japonesa en el año 2001, y mostró cómo el 67,4% de las mujeres niponas abandonaron su trabajo después de dar a luz. Según un estudio realizado por el Insti- tuto Nacional para la Investigación de la Población y de la Seguridad Social, los hombres y las mujeres solteros opi- nan sinceramente que el matrimonio les restringiría sus actividades, su forma de vivir, y sus relaciones con los amigos, y que añadiría las cargas psicológicas im- plicadas en el tener que mantener a una familia. Por tales razones, muchas perso- nas optan por casarse a edades más avan- zadas o quedarse solteras durante toda la vida (Ficha informativa sobre Japón: con- dición de la mujer 2004) Del mismo modo, el 27 de diciembre de 2005 se aprobó el segundo Plan Básico para la Igualdad entre los Géneros, en el que se promovía la reincorporación de la mujer al mercado laboral (el segundo pico de la Curva M). De esta forma, se in- tentaba conciliar la vida laboral y fami- liar de la mujer. La situación profesional de las muje- res japonesas presenta muchas contra- dicciones. Existen grupos que revindican la igualdad en el trabajo, pero también hay un amplio grupo que considera que las tareas del hogar deben ser su prin- cipal ocupación, mientras que el trabajo fuera de casa es algo secundario. Incluso las mujeres de las generaciones más jó- venes creen que las personas que deben ocuparse principalmente de los hijos son las madres (Kawashima 1995). Sin em- bargo, otros estudios publicados recien- temente muestran que la situación ha cambiado notablemente en los últimos años, especialmente desde el año 2000. No obstante, la situación ha mejorado si tenemos en cuenta el número de mu- jeres que trabaja, ya que todos los estu- dios muestran el notorio incremento de mujeres al mercado laboral. Las mujeres cada vez se casan más tarde y prefieren tener hijos pasados los treinta años, por lo tanto, lo único que hacen es posponer el final de su vida laboral. Esto demues- tra que la situación no ha mejorado, lo único que se ha conseguido es que las mujeres retrasen durante algunos años el abandono de sus puestos de trabajos. El porcentaje de mujeres trabajadoras ha aumentado porque muchas de ellas pre- fieren no casarse ni tener hijos. Podría- mos decir que la situación ha mejorado si fuese factible desempeñar un trabajo normal que no supusiese un impedimen- to para casarse o tener hijos. Debido a las nuevas formas de traba- jo que han surgido en Japón en las úl- timas décadas, se han acuñado nuevos términos y han aparecido nuevos tipos de empleo, que pueden ser considerados como particularidades del propio país Lucía Alonso Sánchez
  • 13. 11 como, por ejemplo, office-lady (OL) para designar a las mujeres que consiguen un trabajo de oficina mal remunerado y con pocas responsabilidades. No obs- tante, este término no es el equivalente a salary-man en femenino, ya que las OLs obtienen un salario menor y no pueden optar a ascensos ni a programas de pro- moción dentro de la empresa. La ma- yoría de las OLs consideran que su tra- bajo representa una pequeña etapa en su vida, ya que lo normal es abandonar sus puestos de trabajo después de casar- se (Cummings 1980). Las OLs suelen ser estudiantes recién graduadas o mujeres que necesitan ayudar a la economía fa- miliar. Muchas veces, a estas mujeres vulgarmente se les llama shokuba no hana («flores de oficina»), ya que son contra- tadas para atender a los clientes hasta que son recibidos por sus superiores o para servir el té. Por ello, muchas em- presas seleccionan a sus empleadas en las escuelas preuniversitarias, ya que el puesto no requiere una gran prepara- ción, sino ser atractiva y tener buenos modales (Endo 1995). Además del traba- jo de oficina, una OL se ocupa de servir el té y de otras tareas supuestamente «femeninas», útiles para que sus compa- ñeros de empresa puedan trabajar más cómodamente (Carter y Dilatush 1978). Es difícil reprochar este comporta- miento teniendo en cuenta que el propio ministro de Sanidad, Hakuo Yanagisawa, declaró en 2007 que las mujeres eran «máquinas de hacer hijos», y dio a en- tender que el problema demográfico de Japón lo habían causado las mujeres, que desatendían su obligación de «producir bebés» (BBC News 2007). Seguramente decidió respaldar a Hakubun Shimomu- ra, político elegido por el Partido Liberal Democrático, quien pocos meses antes había declarado que el país podría per- mitirse invertir una menor cantidad de dinero público en guarderías si las mu- jeres se limitasen a quedarse en casa y criar a sus hijos (BBC News 2007). Existen demasiados hechos feha- cientes y presentes en la vida diaria que demuestran que las mujeres japonesas han de enfrentarse aún a una gran dis- criminación. El ejemplo más claro es que una mujer obtiene un sueldo más bajo que un hombre en un mismo puesto de trabajo. En Japón, las mujeres ganan un 44% menos que los hombres, es decir, es la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres más grande de los países desa- rrollados. La discriminación de la mujer japonesa comienza antes de la contra- tación. A pesar de que la mayoría de los hombres tienen que realizar exámenes escritos o presentar cartas de recomen- dación, durante el proceso de selección de las trabajadoras se suele prescindir de estas formalidades y las pruebas se reducen a una simple entrevista (White- hill 1994). Termino trasladando el hecho de que en Taiwán, por ejemplo, también predo- minó el confucianismo como ideología aplicable a cualquier ámbito (como la La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
  • 14. 12 economía), pero se convirtió en algo más práctico y menos arraigado en el núcleo familiar vivo. Es decir, a pesar de utilizar las interpretaciones de las obras de Con- fucio para dirigir la economía y la políti- ca, dentro del núcleo familiar se aplicaba a los ancestros y a la veneración de los antepasados, haciendo menor hincapié en la obediencia a los maridos o a los hermanos mayores. El gobierno japonés debería haber dejado claro que, a pesar de aplicar esta ideología a la economía, la política o la educación, renunciaba y desechaba las teorías originadas en torno a la inferiori- dad de las mujeres. En lugar de presumir del éxito de sus teorías confucianas de- bería mostrar mayor interés en aclarar cuáles son las consignas discriminato- rias o degradantes. Concluyo indicando que aún hoy un alto porcentaje de hombres japoneses sigue declarando en numerosas encues- tas que las mujeres deben encargarse de la casa, y cuando se les pregunta por el tipo de mujer que quieren para casarse siempre incluyen cualidades de una bue- na ama de casa: habilidades culinarias, orden, limpieza, etc. La fórmula «The externa world is for men and the domes- tic world is for women» (Mason y Jensen 1999: 155) parece haber estado vigente en Japón hasta hace relativamente poco. Así, esta discriminación muchas veces se ve incentivada por el propio comporta- miento de las mujeres, que luchan por convertirse en el ideal que dibujan los hombres en sus mentes. Bibliografía ANDERSON, Ronald S. Japan: Three epochs of modern education. Washington: Government Printing Office, 1959. 219. BARLÉS, Elena; ALMAZÁN, David. La mujer japonesa: realidad y mito. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragonza, 2008. 1027p. CUMMINGS, William K. Education and Equality in Japan. New Jersey: Princeton University Press, 1980. 305p. Education in Tokyo. Tokyo: Tokyo Metropolitan Government, 1979. 358 pp. FAIOLA, Anthony. «Japanese Working Women Still Serve the Tea». Washington Post Foreign Service, 2007. [Última consulta: 10 de mayo de 2009] Disponible a través de Internet: <http://www.washingtonpost.com/ wp-dyn/content/article/2007/03/01/ AR2007030101654.html > Ficha informativa sobre Japón: condición de la mujer. Web Japan. [Última consulta: 10 de mayo de 2009] Disponible a través de Internet: <http://web-japan.org/factsheet/es/pdf_ Spanish/S38_womens.pdf > FUJIMURA-FANSELOW, Kumiko; KAMEDA, Atsuko. Japanese women: new feminist perspectives on the past, present, and future. New York: The Feminist Press at the City University of New York, 1995. 422 pp. GULICK , Sidney L. Evolution of the Japanese Social and Psychic. New York: BiblioBazaar, LLC, 2008 [1903]. 468 p. IWAO, Sumiko. The Japanese woman. Traditional image and changing reality. New Cork: Macmillan Inc., 1993. 304p. Japón: Informe nacional presentado de conformidad con el párrafo 15 a) del anexo a la resolución 5/1 del consejo de derechos humanos. Ginebra: Naciones Unidas, 2008. 22p. A/HRC/WG.6/2/ JPN/1. KO, Dorothy; KIM, Jahyun. Women and Confucian Cultures in Premodern China, Korea, and Japan. Lucía Alonso Sánchez
  • 15. 13 California: University of California Press, 2003. 337 p. LEBRA, Joyce; PAULSON, Joy; POWERS, Elizabeth. Women in changing Japan. Stanford: Stanford University Press, 1978. 322 p. LEGGE, James. Confucian Analects: The Great Learning and The Doctrine of the Mean. Courier Dover Publications, 1971. 503 p. LEGGE, James. CONFUCIUS, MENCIUS. The Chinese Classics: With a Translation, Critical and Exegetical Notes, Prolegomena, and Copious Indexes. Adamt Media Coporation, 2007 [1893]. 381p. MACKIE, Vera. «Dialogue, Distance and Difference: Feminism in Contemporary Japan.» Woman’s Studies International Forum. Vol. 21 n.º 6, London, 1998. MACKIE, Vera. Fighting Woman: A History of Feminism in Modern Japan. Columbia University Press: New York, 1997. MASON, Karen; JENSEN, An-Magritt. Gender and Family Change in Industrialized Countries. Oxford: Oxford University Press, 1999. 329p. MCCURRY, Justin. «Japan’s domestic abuse cases rise». The Guardian. 2006. [Última consulta: 10 de mayo de 2009] Disponible a través de Internet: <http://www.guardian.co.uk/world/2006/ mar/10/japan.justinmccurry> MÉLICH, Antonio. «Japón revisa la Ley de igualdad de oportunidades en el empleo». Aceprensa S.A. 1999. [Última con­ sulta: 10 de mayo de 2009] Disponi­ ble a través de Internet: <http://www.aceprensa.com/articulos/1999/ apr/14/jap-n-revisa-la-ley-de-igualdad-de- oportunidades-e/> News from the Headquarters for the Promotion of Gender Equality. Tokyo: Gender Equality Bureau. [Última consulta: 10 de mayo de 2009] Disponible a través de Internet: <http://www.gender.go.jp/english_contents/ women2006/P6-14.pdf> PHILIP DORE, Ronald. City life in Japan: a study of a Tokyo ward. Routledge, 1999 [1958]. 472 p. RIVERO, Enrique. Historia de la educación en Japón. Madrid: Analecta Calasanctiana, 1967. n.º 18. 473 p. SAITO, Akemi. Mujeres japonesas entre el liberalismo y el totalitarismo (1868-1945). Málaga: Universidad de Málaga, 2006. 395. SIEVERS, Sharon L. Flowers in Salt: The Beginnings of Feminist Consciousness in Modern Japan. Stanford: Stanford University Press, 1983. 256 pp. SMITH, Robert. La sociedad japonesa actual: tradición, identidad personal y orden social. Cambridge: Cambridge University Press, 1986. SOWLE, Lisa; FARLEY, Margaret. Embodiment, Morality, and Medicine. Springer, 1995. 223 p. TAKAHARA, Kanako. «Women expect to keep working, excel». The Japan TimesOnline.2007 [Última consulta: 10 de mayo de 2009] Disponible a través de Internet: <http://search.japantimes.co.jp/cgi-bin/ nn20070104f1.html > TANAKA, Yukiko. Contemporary portraits of Japanese women. Greenwood Publishing Group, 1995. 189 p. Tercer y cuarto informes periódicos combinados de Japón. Ginebra: Naciones Unidas. 1998. CEDAW/C/SR.618. The situation of women in Japan. Tokyo: Japan Institute of Workers’ Evolution, 2007. Disponible a través de Internet: <http://www.jiwe.or.jp/english/situation/ working.html> [Última consulta: 10 de mayo de 2009] VELLOSO, Agustín. El sistema educativo en Japón. Labor: Barcelona, 1994. 124 p. VERUGA, Juan B. Historia de las religiones. Senén Martín: Madrid, 1964. 701 p. WHITEHILL, Arthur M. La gestión empresarial japonesa: Tradición y transición. Santiago de Chile: Andrés Bello 1994. 353 pp. YAO, Xinzhong. El confucianismo. Cambridge University Press: Madrid, 2001. 424 p. La influencia del confucianismo en la discriminación de la mujer japonesa
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