El documento compara la lengua y la comunicación lingüística con el juego de ajedrez. Explica que tanto el ajedrez como la lengua tienen un código de reglas que gobiernan cómo se mueven las piezas o cómo se forman oraciones. Aunque aprendemos las reglas de la lengua de forma inconsciente escuchando a los demás, esto nos da la libertad de comunicarnos de formas infinitamente variadas, al igual que los jugadores de ajedrez pueden crear jugadas únicas.