La pintura románica se encontraba tanto en el exterior como en el interior de los edificios, representando temas religiosos con el objetivo de transmitir la fe a los fieles analfabetos. Las figuras carecían de naturalismo y variaban en tamaño para enfatizar su importancia. Se usaban colores intensos y líneas negras para delimitar las figuras sobre fondos planos. Había tres tipos de pintura románica: mural al fresco, sobre tabla al temple y miniaturas para ilustrar libros.