Este documento discute el concepto bíblico de recreación versus diversión mundana. Explica que la recreación cristiana debe enfocarse en restaurar y refrescar al individuo espiritual y físicamente a través de actividades al aire libre y conversaciones edificantes. Advierte contra diversiones como juegos de azar, teatro y bailes que puedan desviar la mente de Cristo. Concluye que los cristianos deben elegir recreaciones que no disipen la mente ni degraden el alma.