La carta critica fuertemente las posiciones de Gaspar Llamazares sobre retirar símbolos religiosos de los espacios públicos. Plantea numerosas preguntas irónicas sobre si Llamazares también pedirá eliminar obras de arte, festividades, topónimos y otros elementos de la cultura e historia española vinculados con el catolicismo. Concluye sugiriendo que Llamazares cambie su propio nombre por las connotaciones religiosas del mismo.