Cantos de Vida y Esperanza Rubén Darío , poeta nicaragüense y figura más representativa del Modernismo, vivió intensamente los cuarenta y nueve años de su existencia. Conectó en fecha muy temprana con las nuevas corrientes poéticas y con la literatura francesa
Cantos de Vida y Esperanza Rubén Darío , poeta nicaragüense y figura más representativa del Modernismo, vivió intensamente los cuarenta y nueve años de su existencia. Conectó en fecha muy temprana con las nuevas corrientes poéticas y con la literatura francesa
Relación entre los temas de la poesía y los valores de una época.
Actividad: Interpreta cada párrafo de cada uno de los poemas, para descubrir la profundidad de las palabras del autor acordes a cada época.
Relación entre los temas de la poesía y los valores de una época.
Actividad: Interpreta cada párrafo de cada uno de los poemas, para descubrir la profundidad de las palabras del autor acordes a cada época.
Poemas y relatos del Programa edición Nº 8 transmitido por radio Web Digital Mundial en el Programa Mundo de poesía, tiempo de poemas de la escritora chilena Ingrid Odgers
EL ALMA DEL ARPA
I
Llora el arpa dorada y ardiente
las melodías de hondas tristezas.
Los lamentos de la pobre alma
detrás de un espejo quemado.
La carga en sus notas grises
de todo el dolor del misterio,
una falsa tentativa de alejarse
de las sombras y de los llantos,
de las alas grises de la muerte
que la acarician ya sin límites.
II
Desbarata los paisajes insípidos
que sus tensas cuerdas ahora
dibujan en sus oníricas nubes
llorando arpa dorada, truena fuerte
que él está dormido y no escucha,
no siente, no se inmuta, no nada.
en la constelación, vibraciones
angustiosas y frías de la muerte.
toca hoy toda tu fúnebre música
entre fuegos y ritos milenarios.
III
¿Que te quema y qué te arrastra?
Es un solo de notas quebrantadas
comparte con él ausencia y la nada
llorando arpa de ensueño y de hadas
todo el canto hecho hiel fermentada.
Gime arpa lenta, suena pesada
los mares muertos de su olvido.
Haz que de tus cuerdas escapen
el crepitar de tus hilos muertos
y de todas tus notas adoloridas.
IV
Sujétate esta noche fría en hebras
sobre su cadera, sin inocencia.
Apóyate al hombro muy suavemente,
con pulsaciones que te exijan
poner en él tu sueño, tu ansía consagrada.
Que cada cuerda sea apagada
antes de excitarte en la siguiente.
crea entre sus manos el poema
y suene él entre agudos y graves.
regálale las notas del amor que nace.
V
Que sus uñas ágiles saquen de ti
la belleza de tu voz y de tu timbre.
En ríos de melodía líquida y alba
muere coagulada, ahí desgárrate.
Rompe el silencio del que ya yace
entre las sabanas como dormido.
llora en la melodía del arpa de oro
todas las piezas de sus espejos
que idos formaron los caídos sueños
en los campos de los vencidos.
VI
Desnuda las notas hoy patéticas,
ofrécele los acordes a tu amado
el mejor de todos los conciertos
haz que tu vibrar mueva las hojas
entre los escombros de su cuerpo.
Adormécele las aguas, la tierra,
el polvo, las rocas… y el viento.
Llorando en el firmamento esta noche
la armonía de todos tus versos
en ausencia de su cuerpo ardiente.
VII
Seca las fuentes de miel naciente
los vientos de los mares, las olas
con poderosa furia de espuma roja
que todas las ciudades de la muerte
y sus fantasmas ¡despierten ahora!
como en un principio las nubes alzadas
reinen solas y grises en las tinieblas.
Sumérgete en onírico mundo pasmado
inhóspito , frío, sin los colores de la vida
sin amor esperando el camino de nada.
VIII
Llora arpa mutilada por arte de Apolo,
que el firmamento sea un lienzo oscuro
en donde se esconda la risa que fornica
en las estrellas y las orgías de la luna.
Vibra sonora para que tu amado sienta
como tú lo incitas al amor, quebrándole
de placer hasta el último de sus huesos
Apodérate de su desnudo y dulce cetro
el concierto de las verdades ignoradas
flagrante canto de amor que ensordece.
IX
El sonido de un corazón grita herido
la etérea melodía de un arpa de amor
que se encuentra entre las roja llama
en la tristeza de un fugaz romance
que corto asesino sus alas doradas.
Vibra fuerte en la eternidad del tiempo
desgasta las aguas que lloran los montes
en torrentes de sangre hasta sus faldas
Que el amante dormido sienta su fuerza
y sepa que vives preñada de tristezas.
X
Arpa de oro, fúndete entre las flamas
navega entre las nubes del infierno
suena fuerte, envuélvelo en humo hasta
que tus cuerdas de celos, revienten.
Haz sonar tus gemidos, en ágil concierto
del celo de una hambrienta loba herida
y en el vaso ceremonial del desesperado
él absorba la última gota de tus fluidos
relamiendo el amor entre tus cuerdas
que alzan sus notas floridas al viento.
XI
Suena arpa de los ensueños celestes
rompe los silencios detrás del espejo
quémalo, y él se despierte sabiéndolo
como rey y dueño de todos tus sueños.
¿Que te condena a vivir entre
The Black Canyon of the Gunnison
National Monument
By Richard G. Beidleman*
Colorado's Black Canyon of the Gunnison certainly ranks
among the foremost chasms of the world in terms of dimensions
and renown. Starting at Sapinero, where the ancient preCambrian
rock complex first becomes evident, the Gunnison
River has cut an ever deepening gorge to westward for a distance
of some fifty miles until, swinging northwest, the river
leaves its walled confines and joins the North Fork of the
Gunnison River in the North Fork Valley near Delta.
The deepest and most spectacular portion of this chasm,
a twelve-mile length, has been included within the boundary
of the Black Canyon of the Gunnison National Monument,
which was established by the presidential proclamation of
Herbert Hoover thirty y ears ago on March 2, 1933. Here the
gorge depth ranges from 1,730 to 2,725 feet, while the width
narrows to 1,100 feet at the rim and as little as 40 feet at the
bottom, at the latter site the river completely inundating the
chasm floor. The depth and narrowness of the Black Canyon
is emphasized by the sheer, black-stained, lichen-covered,
variegated pre-Cambrian walls and the periodic gloom that
shrouds the depths.
La vida del bienaventurado San Amaro es una de esas encantadoras creaciones medievales de la religiosidad popular que nos ofrece no sólo el itinerario odiséico por tierras legendarias, sino también una metáfora de la búsqueda de todo cristiano por su verdadera patria espiritual. Esta leyenda, tan poco estudiada en nuestros días, a pesar de haber sido conocidísima a lo largo de la última Edad Media y del Siglo de Oro en la Península Ibérica, se presenta como un verdadero
compendio de varias corrientes religiosas, literarias y aún folklóricas del medioevo. Representa un nexo entre lo hagiográfico y lo literario, lo cual obviamente no quiere decir que estos campos sean estancos entre sí. Tal vez haya existido en algún momento un santo varón, un germen histórico para nuestro San Amaro, el cual haya inspirado un sin fin de aportaciones ficticias y aun inverosímiles a su vita; sin embargo, éste resta por conocerse. Lo que sí nos queda es un relato variopinto, que aunque tal vez haya sido en algún momento un breve exetnplum o leyenda folklórica, como lo sigue siendo en
algunas partes de Galicia, habrá sufrido un proceso evolutivo en el cual tomó parte la creación artística individual. Las visiones de ultratumba y los viajes al otro mundo, el sermón didáctico, la himnodia, el culto mariano, y tantos otros elementos, todos encuadrados con el marco de la típica vita, se funden en la creación del Amaro.
Este pequeño libro de José Alejandro Solalinde Guerra, quiere ser una aportación a la riqueza espiritual de la Humanidad; una propuesta emergente a un mundo fragmentado, de relaciones rotas y en picada; sedienta de Dios, sufriendo procesos acelerados de deshumanización y violencia. El Joven extraordinario Nazareno es la respuesta a la búsqueda de una generación frustrada en no pocos aspectos, pero ¡con enormes posibilidades de construir una civilización justa y en paz! Este ensayo retoma la idea central del Joven del Reino, las relaciones interpersonales, la traduce a nuestra época convulsionada, en continua transformación, analizando su fondo, en espera de una nueva era luminosa para la Familia Humana.
Tratar de entender lo que anda mal en Venezuela necesitaría muchos tomos. Pero una buena síntesis puede encontrarse en el libro de José Luis Cordeiro, un ingeniero y economista egresado del MIT, el Instituto Tecnológico de Massachusetts, y cuya inquietud por su país lo ha llevado a revisar el libro que escribió en 1998, cuando aènas asomaba el huevo de la serpiente
La transexualidad.
Reflexiones para una aproximación multidisciplinar
Ley de identidad de género
La “Ley integral del reconocimiento del derecho a la identidad y expresión de género”, en la que se proponen acciones concretas para promover la transexualidad en nuestra Comunidad.
En el presente documento se abordan algunos aspectos cruciales de esta futura Ley. Desde el profundo respeto a la dignidad de las personas transexuales afectadas por esta norma, se pretende arrojar luz sobre algunos contenidos de una Ley que no propone una visión integradora que ofrezca una verdadera respuesta a sus necesidades reales.
Aspectos como qué es la ideología de género, si es conveniente introducirla en los centros educativos, qué pretende el legislador en la proyectada ley, cómo afecta a la institución familiar y a los centros educativos o qué podemos hacer, se tratan en este documento.
Cervantes contra Lope
Cervantes y Lope de Vega fueron dos grandes genios de las letras españolas, pero también dos acérrimos enemigos. El autor de «Don Quijote» era un hombre introvertido que ansiaba llegar a la fama, que en aquella época prácticamente solo la proporcionaba el teatro. Por eso envidiaba el éxito de Lope, que era, al contrario que él, extrovertido, fogoso, mujeriego y triunfador. Cuando salió el «Quijote de Avellaneda», que ridiculizaba parte de la obra cervantina, Cervantes no dudó que era obra de Lope. Y se desató la guerra entre ellos. Una batalla que TVE lleva a la televisión en «Cervantes contra Lope» (hoy, 22.50), una película producida por Minoría Absoluta y Onza Entertainment protagonizada por otros dos grandes talentos, en este caso de la actuación: Emilio Gutiérrez Caba y José Coronado.
Raymond N. Rogers Los Alamos National Laboratory University of California 1961 Cumbres Patio, Los Alamos, NM 87544, USA
Thank you, Pedro Vázquez García (Translator) of La Coruña, Spain,
1. La convivencia es una forma de vivir que debemos escoger desde muy jóven. Para la convivencia positiva es necesario el respeto, el amor, entre otros y debemos tolerar costumbres de otras personas. Avance automático Lee y medita
2. ¡Sería tan fácil! ...si todos tuviésemos siempre en cuenta estas sencillas reglas:
3. Si abriste, cierra.
4. Si encendiste, apaga.
5. Si conectaste, desconecta.
6. Si desordenaste, ordena.
7. Si ensuciaste, limpia.
8. Si rompiste, arregla.
9. Si no sabes arreglar, busca al que sepa.
10. Si no sabes qué decir, cállate.
11. Si debes usar algo que no te pertenece, pide permiso.
12. Si te prestaron, devuelve.
13. Si no sabes cómo funciona, no toques.
14. Si es gratis, no lo desperdicies.
15. Si no es asunto tuyo, no te entrometas.
16. Si no sabes hacerlo mejor, no critiques.
17. Si no puedes ayudar, no molestes.
18. Si prometiste, cumple.
19. Si ofendiste, discúlpate.
20. Si no sabes, no opines.
21. Si opinaste, hazte cargo.
22. Si algo te sirve, trátalo con cariño.
23. Aquí viene lo mejor...
24. Si no puedes hacer lo que quieres, trata de querer lo que haces.
25. Adiós amigos
Más de Yanka http://elrincondeyanka.blogspot.com/ (20)
Fichas técnicas de las obras de la exposición de esculturas exentas “Es-cultura. Espacio construido de reflexión”, en la que me planteo la interrelación entre escultura y cultura y el hecho de que la escultura, como yo la creo, sea un espacio construido de reflexión. Ver los documentos: vídeo de presentación, texto de catálogo, imágenes de las obras y títulos en inglés, alemán y español en:
Consultar página web: http://luisjferreira.es/
Texto del catálogo de la exposición de esculturas exentas “Es-cultura. Espacio construido de reflexión”, en la que me planteo la interrelación entre escultura y cultura y el hecho de que la escultura, como yo la creo, sea un espacio construido de reflexión. Ver los documentos: vídeo de presentación, imágenes de las obras, fichas técnicas y títulos en inglés, alemán y español en:
Consultar página web: http://luisjferreira.es/
El Real Convento de la Encarnación de Madrid, una joya arquitectónica y cultural fundada en 1611 por la reina Margarita de Austria, ha sido revitalizado gracias a una avanzada reconstrucción en 3D. Este convento, una maravilla del barroco madrileño, ha sido un pilar en la vida religiosa y cultural de la ciudad durante siglos. Su rica historia y su valor patrimonial han sido capturados en esta innovadora reconstrucción, diseñada para su exploración, una tecnología que combina la realidad virtual y aumentada para ofrecer una experiencia inmersiva y educativa.
La reconstrucción comenzó con una exhaustiva recopilación de datos históricos y arquitectónicos, incluyendo planos originales y fotografías de alta resolución. Estos recursos permitieron a los especialistas crear una réplica digital precisa del convento. Utilizando software de modelado avanzado, cada elemento arquitectónico y decorativo fue cuidadosamente recreado, desde los majestuosos muros exteriores hasta los intrincados detalles del interior, como los frescos y el retablo mayor.
El resultado es un modelo 3D que no solo respeta la integridad histórica y artística del convento, esto permite que un futuro los usuarios pueden explorar virtualmente el convento, navegando por sus pasillos, admirando su arte sacro y descubriendo detalles ocultos que, de otro modo, serían inaccesibles.
Esta reconstrucción no solo preserva la historia del Real Convento de la Encarnación, sino que la hace accesible a un público global, permitiendo a estudiantes, historiadores y amantes del arte experimentar la grandeza del convento desde cualquier lugar del mundo. Además, la implementación de tecnologías de realidad virtual y aumentada ofrece nuevas oportunidades para la educación y el turismo cultural, haciendo del convento un ejemplo brillante de cómo la tecnología puede ayudar a preservar y difundir el patrimonio histórico.
En resumen, la reconstrucción 3D del Real Convento de la Encarnación es un proyecto que combina el respeto por la historia con la innovación tecnológica, asegurando que este tesoro del barroco madrileño continúe inspirando y educando a futuras generaciones
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Los muros paramétricos son una herramienta poderosa en el diseño arquitectónico que ofrece diversas ventajas, tanto en el proceso creativo como en la ejecución del proyecto.
1. 1
DONDE SE QUIEBRA LA LUZDONDE SE QUIEBRA LA LUZDONDE SE QUIEBRA LA LUZDONDE SE QUIEBRA LA LUZ
ISABEL BERNARDOISABEL BERNARDOISABEL BERNARDOISABEL BERNARDO
POETA ANTE LA CRUZPOETA ANTE LA CRUZPOETA ANTE LA CRUZPOETA ANTE LA CRUZ 2017201720172017
Real Cofradía Penitencial de Cristo Yacente de la Misericordia
y de la Agonía Redentora
2. 2
Heme aquí con la palabra desnuda
y de rodillas
para ponerle letra, Cristo,
a tu silencio.
3. 3
AMÓS 8, 9
Y en aquel día acaecerá –oráculo de Adonay Yahveh–,
que haré ponerse el sol al mediodía y entenebreceré en pleno día la tierra.
Fue en esas horas de la tarde
cuando los cielos vaciaron luces y linfas
en la piel del río
y las espigas maduras del ocaso
naufragaron en sus aguas.
Fue en esas horas de todos los silencios
cuando callaron las flautas de los pastores
y los caballos
hubieron de pacer el aire
que exhalaba el relincho turbado de sus belfos.
Fue en esas horas de los cárabos
cuando las encinas desfloraban en los campos
sus azafranes más amargos
y la noche esperaba en la rezaga
con un silencio inquieto
que espantaba las palabras.
Acaso así viniste, Señor, tú, a buscarme.
Sin voz y en ininteligible refulgencia. Desde más allá
del tacto de la tierra y los sentidos. Desde
más lejos
de aquellos majadales ardidos de penumbra
donde yo, tantas veces,
hundía el vientre en las cenizas
mientras escribía —ciertamente no sé cómo—
con agujas los gritos de los rincones
y las memorias
agarrotadas de las sombras.
¡Ah, Señor! ¡Cómo se inflama
la soledad en el hombre cuando llega la noche!
¡Cómo duelen lo silencios, las distancias,
la crucifixión
(inexorable)
del sol!
4. 4
JOEL 1, 20
Incluso las bestias del campo braman hacia ti, porque se han secado los
raudales de agua y el fuego ha devorado los pastizales del desierto.
Acaso no sea solo el viento
o esa soledad del aire
que en palidez se levanta
sobre los huesos más fríos del invierno.
Acaso no sea solo el silencio
o ese canto que en oreo viene
en penitente aleteo con los pájaros.
Acaso no sea solo el misterio, el más allá
de la colina o la corriente
que aprisa se lleva el agua
del manantial al río, y del río
a la sal.
Acaso el sudor de los caballos, acaso
el temblor de los aleros, acaso
el espinazo encorvado de los perros.
Aquí donde se quiebra la luz
la muerte deslinda sus sombras
y en el hastial de la niebla
deja su voz
y el desafío inquietante
de sus fronteras.
5. 5
LUCAS 24, 7
…diciendo que el Hijo del hombre tenía que ser entregado a manos de
pecadores y ser crucificado, y resucitar al tercer día.
No he venido aquí para buscarte muerto.
Sola llego a la soledad y a la agonía
de esta casa.
Mi voz tras la sin voz
del aire
mientras van cayendo lentas las sombras, lentas,
sobre este silencio de velas
que arde
bajo tus pies desnudos.
Traigo agua, pan y aire de los campos que habito;
una flor y una paloma;
enseñas blancas para pisar sin miedo
la pena
sagrada del destierro.
Atrás quedó el sol muriendo en el oeste del río,
atrás el viento en su nervio de castigo,
atrás las lunas negras
de los montes, el hambre del lobo
y la temblequera del rebaño;
atrás la nada y las ruinas
encendiendo lámparas en sus ojos
ciegos
y vigilantes.
Dime, mi Señor, si ya sientes mi sombra.
Dime si me ves las manos,
si es cierto que mi voz te llama
por tu nombre
sin temer escucharse a sí misma o quedarse sola
ante el jardín en sangre
de tus espinas.
6. 6
ZACARÍAS 10, 1
Pedid a Yahveh la lluvia en la estación primaveral; Yahveh, que forma nubes
de tormenta, y lluvia copiosa les dará, y a cada uno yerba en el campo.
Sé que aun se enjambra el invierno en el paisaje
porque nimbos de nieve sangran los cielos
de silencio y de frío.
En la ladera verdinegra los robles
apuntalan la osamenta desnuda de la muerte
y el viento apenas
puede deshojar los carámbanos en flor
que hermosean
y acuchillan sus ramas.
No más de una volada de nubes muerde
los horizontes del hielo
y en el aire
quietas quedan
la oración de la piedra y las piadas
tempranas de los nidos; liras y fragancias
que se levantan de sus orígenes
despreocupadamente
sin preguntarse el principio de su linaje
o el porqué de su destino.
Cuánta naturaleza, Padre, sin dolor
para salir a buscarte.
Cuánta hermosura de luz, cuánta tierra
de rodillas
ante la soledad sagrada de tu paso.
Solo el hombre entra en sus orfandades de puntillas
para no despertar los gritos
de sus inmensos vacíos.
Solo el hombre solo.
Todo lo demás en gratitud ofrenda
a Dios y al aire
su divina estirpe y su belleza.
7. 7
JUAN 16, 33
Os he dicho esto para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis
tribulación, pero, ¡ánimo!, yo he vencido al mundo
La agonía es
el último instante en libertad de la vida.
Una voz callada que va tras las moradas
donde se acendra
ígneo
el misterioso azarcón de las estrellas.
La agonía es aire.
Una lágrima de frío suspendida en la vigilia del adiós
mientras huye el tiempo despacio
a los juncales de alabastro que desbordan
las infinitas riberas.
Libres cual gacelas anhelan ir mis palabras
tras esta muerte
que vive y muere de frente, y callando.
Libres
tras este tiempo en fuga hacia la luz
perpetua.
No siento las espadas que señalan mi espalda,
la barbarie de las botas
que embrutecen el suelo.
No siento el desprecio ni acaso la indiferencia.
Más allá de este sin aliento del aire
hoy solo quiero respirar su voz
y ver cómo sus manos retiran la piedra
de esa noche incierta
donde confunden su alma los hombres
y el vuelo yerran
los pájaros.
8. 8
JUAN 19, 28
Después de esto, sabiendo Jesús que ya se había cumplido todo,
para que se cumpliera la Escritura, dijo: Tengo sed.
Era viernes cuando le condenaron
a la esclavitud de la sed.
Las aguas del Cedrón arrastraban los cielos enlutecidos
y en sus velas náufragas
una sombra de silencio alabeaba
la verdura de los juncos
y el amargor de los olivos.
Nada transparentaba el aire sino el pedrisco del calvario
y la túnica inocente
empuñada por la ciudad envilecida.
–Tengo sed –dijo, y la voz
apenas pudo beber la escara
en el humor sanguinolento de sus labios.
Desde entonces las víboras silban
peligrosamente
en los riscales.
Desde entonces las noches reptan
la claridad
de las ventanas.
Desde entonces los espinos acuchillan los umbrales
y el mundo
se hace un parto de soledad en el agua
porque todos saben que era viernes
y a aquel hombre
le condenaron
a la esclavitud de la sed.
9. 9
DEUTERONOMIO 32, 7
Recuerda los días de antaño, considera los años generación por generación;
interroga a tu padre, y te indicará; a tus ancianos, y ellos te dirán.
Mi abuelo quiso hablarme de ti, Cristo,
mientras esperaba en agonía
su propia muerte entre las sábanas.
Todo su alrededor estaba pálido
como si todo su alrededor también
fuese a morir.
Los sueros y las paredes desnudas,
las acacias y el marzo blanco
de los cristales;
los besos silenciosos, cuántos besos
en el silencio redondo del aire.
Todo su alrededor pálido y en agonía
hablándome de ti, Crucificado,
con los pulmones encharcados
y los huesos rotos.
Sus pupilas vacilantes
(de la cruz a la ventana, de la ventana a la cruz)
con la urgencia en la mirada
(de la cruz a la ventana, de la ventana a la cruz)
y la voluntad abandonada al delirio
de una luz
que solo él vio llegar para llevárselo.
Tierra desnuda pidió para sepultar su podredumbre.
Para el alma salve,
perdón y alas que en salmo le arrastraran
a la inmensidad gloriosa
de los valles infinitos.
Antes de que se encendieran los cirios
un silencio de rosas enmudeció el tañido
triste de las campanas.
Mi abuelo había muerto encogido de fe y de flores
sin maldecir la tierra
y con los párpados cerrándole el paso
al vértigo
en llamarada de los fuegos.
Cuánta paz en aquellos ojos desvenados
que solo a ti, Cristo, te miraban.
10. 10
Desde entonces todas las noches viene a guardar
la cruz de mi cama
y mi sueño.
Bálsamos de ámbar y blancas pajarillas traen sus manos.
Yo sé que está ahí aunque no le veo.
Su voz en mis sentidos, muy cerca,
muy cerca.
Todo él en el aire.
Para que no me acobarde la noche,
para que no me estremezcan los silencios,
para que no me intimide llamarte por tu nombre, Cristo,
a pesar de esa agonía que desde la cruz me habla
con la quemazón del látigo
en los labios.
11. 11
SALMO 10, 1
¿Por qué, Yahveh, te quedas a lo lejos, te escondes
en los tiempos de la angustia?
Yo soy uno de esos de tantos
que perseguimos los pinos altivos
para coronar de verde las colinas.
Un poeta de tantos que vienen y van
en oficio por los caminos
enseñoreando la majestad de las tardes
y la magnitud de las tormentas.
La yerba fresca en la boca y en los ojos lirios
para desmentir el escozor y la sed
del sin aliento
y de las lágrimas.
Toda mi codicia en arrogantes palabras
para callar mis derrotas. Voces
que se levantan sobre sus relumbrones y postizos afeites;
torreones del verbo
edificados (engañosamente) para alcanzar la solemnidad suprema
del cielo y sus silencios.
Qué queda de aquellos árboles, Cristo Redentor, cuando regreso
de tan falsa lozanía. Qué de los senderos
encantados, de las tardes incandescentes,
del sollozo inerme y de la fronda,
del bizarro añil de la galerna…;
qué de esos alcázares que terminan desplomando el humo
de sus letras
sobre el poeta en sombra,
mientras el mundo sigue ahí, junto a mi puerta,
acodando su aterida orfandad en el nidal
de sus más oscuras soledades, doblando el hambre
bajo el vientre, arrodillando el llanto,
suplicando, Cristo,
en desnudo verso
tu misericordia.
12. 12
MATEO 8, 17
…para que se cumpliera lo que anunció el profeta Isaías cuando dice:
Él tomó nuestras flaquezas y cargó con nuestras enfermedades
Porque creí que nadie me miraba
acerqué mi oído a tu pecho para saber
si eras pulmón de madera
u hombre.
Luego cerré los ojos y me abracé a tu cuerpo
roto y enflaquecido.
Olvidé las horas, la razón, mi ciudad
y también mi casa.
Y tras tu silencio me puse en paso
hacia esa noche alzada del calvario
donde los cielos arrojaron las tinieblas
y los hombres
la tórrida memoria de las túrdigas.
Porque creí que nadie me miraba yo lavé
tu rostro con mis propias manos
y a las garras de un halcón
(con cáñamos del Tormes)
amarré el madero.
Juntos emprendimos vuelo
hacia donde los amaneceres serpentean la pubertad
lampiña de las cosechas;
a la misma hora del alba
en la que la noche indulta a sus hombres
y deja a los esclavos
ante la mies y la fuente, libres
e iguales.
Cuántas cosas somos capaces de soñar
cuando creemos que nadie nos mira.
Todo lo demás se somete al mundo y al hambre salvaje
de sus ambiciones.
De ahí que tantos hombres lloren ocultos
en la negra alameda de la noche.
De ahí que los árboles griten en fuego
desde sus ramas; de ahí que la sed
humedezca los labios en los aguazales del cólera
y que tú,
mi Señor,
hayas de seguir agonizando, un siglo y otro siglo,
13. 13
un día y otro día
sin poder descender de esa cruz que nos señala
pobres de Dios y de sueño…, y de castigo
llenas las manos.
14. 14
MARCOS 14, 62
Jesús dijo: “Yo soy”. Y podréis ver al Hijo del hombre sentado a la derecha
del Poder, y que llega entre las nubes del cielo.
Recuerdas cuando aquel día vine a preguntarte
si eras tú aquel Dios que de chica yo veía pasar
por aquellas nubes que sesteaban las tardes
desmañadas en su hermosura,
lejanas y misteriosas, apacibles
y brillantes.
Cuánta sorpresa en los ojos de los niños.
Yo te hablé de Él y de su bien parecido,
de sus ojos grandes y curiosos,
de su capa blanca y de su torso transparente;
de su boca rosada,
de sus manos de gigante…
Cuánta majestad allá arriba.
Y te hablé también de aquel niño
—Jesusito de mi vida…—
aquel de la piernecilla que pataleaba el aire
y el puñado de paja
—tú eres niño como yo…—,
aquel de las manos que buscaban mi abrazo,
la piel
velada en sus sonrojos;
aquel de las pupilas redondas que acunaban
los azules y los plumajes
de pequeños pajarillos descendidos al adviento
en luz de las estrellas
—por eso te quiero tanto
y te doy mi corazón—.
Ah, Cristo, con qué sencillez y resplandor;
con qué franqueza germinan los sueños
y la vida
en la inocencia primera.
Era entonces cuando el horizonte claro se levantaba
al cantar el gallo, una, dos, ya van
cinco veces.
Y el día iba entrando limpio por la ventana
y, muy despacio,
ahuecaba la almohada mientras los gorriones, afuera,
despegaban los retoños perezosos de la morera
ante aquel Dios bondadoso que nuevamente se asomaría en la tarde
bien parecido y con los ojos grandes, blanca la capa,
15. 15
rosados los labios, y el torso
transparente.
Luego regresaba, Cristo, de mis pensamientos de niña
y me avergonzaba al confesar mis simplezas
ante tanta agonía.
Miraba a mi alrededor y al tuyo; hundía mis manos
en el desmayo de tus pies desnudos,
en el pálpito
en herrumbre de los clavos;
respiraba los restos de incienso de los sillares, el sahumerio
oxidado de los frisos…
Todo mi alrededor tan cerca de los contrafuertes y de los siglos;
la soledad y la muerte
enfardadas en la piedra; como con la misma muerte dentro.
¡Maldita la hora en que los hijos de la tierra
dejan de ser niños! ¡Maldita la hora
en que se olvidan de arañar la luz, de acercarse
a la zumbona dulzura de los panales!
Mírame, Cristo, y dime
que sigues siendo mi pequeño niño del heno
y del abrazo.
Ven cada tarde a la lumbre de las nubes. Abre tus ojos
y dime que no lloras.
Acaríciame, ven a mi mano,
alcanza mi sombra.
Mientras el tiempo me sostenga entre sus brazos
no dejes que mis entrañas
se cansen de buscarte.
16. 16
ISAÍAS 1, 19
Si accedéis y escucháis, lo mejor del país comeréis.
Venid, gentes, venid a escucharle.
Venid a esta agonía que en leve pulso habla
en cruz desde los palos.
Hay tanto misterio en sus labios, tanto temblor y sed
en su aliento,
que ni siquiera la muerte se atreve a hundir la lengua
en el brocal abierto de sus llagas.
No, yo sé que esta agonía (tan postrada)
no quiere morir.
Sé que este silencio es aire y súplica. La voz de aquellos
que hoy con sus gargantas
vienen rompiendo en grito los berilos de la mar;
la voz homérica de las resacas errantes
que traen a los hombres y a los destierros
a una extraña patria
desde mucho más allá, que a lo lejos.
No me preguntéis mi linaje,
que el linaje de las hojas soy.*
No. Yo sé que esta agonía no puede morir.
Hay mucho mundo errando el océano y mirad cómo vienen
con las velas rotas los barcos.
Comida y mantas en las majadas de Eumeo.
Una broza de sol
y aire.
Poco más piden los mendigos del mar que llegan
a las indiferentes costas del progreso.
Tierra adentro la esperanza se entibia en un jergón
mientras el hambre
limosnea el zaguán de las iglesias y las esquinas.
Tierra adentro, tú, Cristo,
que con la muerte dentro en silencio les llamas
mientras mueres sin morir; agonizando
con los derrotados.
Por cuánto tiempo, Dios mío.
Por cuánto tiempo.
*
La Iliada, canto VI
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MATEO 16, 13-17
Cuando llegó Jesús al distrito de Cesarea de Filipo preguntó a sus
discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”
Ellos dijeron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; otros, Jeremías
o uno de los profetas”. Les dice: “Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?”. Simón Pedro respondió así: “Tú eres el Mesías, el Hijo del
Dios vivo”. Jesús le respondió así: “¡Feliz de ti, Simón Barjoná!,
porque no te [lo] reveló [la] carne y sangre, sino mi Padre [que está]
en los cielos.
(Al Cristo de la Agonía Redentora)
«Y tú, ¿quién dices que soy yo?» –me preguntaste.
Hacía frío aquella tarde
y en el soto, muros afuera,
los cipreses descolgaban la cellisca
en pequeñas y frágiles madrigueras de cristal,
braserillos de nácar y otros espejuelos
que avispaban con sus destellos la pesadumbre
cabizbaja de la niebla.
Tú y yo nos habíamos ido conociendo
desde hacía tiempo.
Tú eras Cristo y yo
una de tantos poetas que buscan
la música callada de la ciudad y sus cornisas;
una de tantos que escucha
la desnudez de la lluvia ante los fresnos.
Una de tantos.
Aquella tarde yo estaba sola. Tú también
estabas solo.
Dos soledades frente a frente vaciándose por dentro
y sangrando sus heridas
sobre la piel de este catafalco en sombra
(catedral en piedra)
donde los pensamientos hondos, tantas veces,
se rompen en el aire
y entreabren sus lenguas
en la inmensidad fértil del silencio.
A los pies de la Cruz los huesos de Adán
(como zancarrones rearmando el esqueleto
del primer pecado)
contrajeron su rezura ante el restallo de tu voz desnuda:
«Y tú, ¿quién dices que soy yo?»
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Hacía frío aquella tarde y tú y yo estábamos solos.
Con la cautela del que teme deshonrar
con su lengua el dolor sagrado
hundí mi silencio en el vivar anémico de tus labios
«Y tú, ¿quién dices que soy yo?»
mientras mis ojos iban destrabando las trampas
de las sombras
y tu cuerpo en luz se aparecía entre los claustros
de la más hermosa primavera.
No, Cristo, yo no vine para anunciarte muerto.
Ni siquiera a decirle al otro
que el mundo que vive muere, y alimenta con sus cenizas
la apocalíptica memoria de una tierra
empeñada en contemplarse vencida, sin Dios,
y siempre mirando atrás.
No, Cristo, yo no dejaré tu nombre en la Agonía,
abrasándose tu sed en la sed
de los inmensos pozos del sin aire
y sin aliento.
Hunde, Cristo, el puñal de tu voz en mi boca
hasta que mis palabras sangren solo la luz,
las horas sin horas
del más allá de las urces
que ocultan las nubes y las constelaciones.
Porque yo diré de ti que eres el Redentor, el Cristo
que espera
al otro lado de la noche.
Allí donde las cumbres apuntalan, sin clavo o sacrificio,
los tiempos infinitos;
allí donde el silencio no muerde con ira el silencio
ni la tierra
alambra sus lindes con espinas;
allí donde la mar
no hace de sus aguas el sudario de los niños, un bajel
a la deriva
para hombres y mujeres sin regreso.
No, no me digas Cristo, que estoy soñando
como sueñan los poetas. No me digas
que quiero escapar de tu agonía porque tengo miedo.
No me digas que me ves llorar.
No me digas que volveré a casa y que el mundo
(nuevamente)
pondrá en mis manos la metralla y la quijada de los asnos;
19. 19
no que la sangre y la muerte
reanudarán en salvaje silencio su camino.
«Y tú, ¿quién dices que soy yo?» –me preguntaste
tú, Cruz en Agonía, Redentor Cristo
que espera
al otro lado de la noche.
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CANTARES 7, 12
Ven, amado mío; salgamos al campo, pernoctemos en las aldeas.
Plegaria final
Llegó la hora, Cristo, de regresar sobre mis pasos al pulso
perseverante de los días; a la sediciosa soledad
que traen las guerras
y las ausencias.
Una vez más me perderé por los jarales
con el alma descalza y las abejas
zumbando en las horas amarillas de la tarde.
En lo alto el sol rodará
en sus arbotantes de iris tras el chaparrón de la lluvia
mientras los pájaros cantores descienden
a las fuentes claras
a refrescar sus gargantas.
Y así habré yo de escribir esta tierra. Toda ella
enraizada
de música y palabra.
Toda ella en sus turgencias de sol y sangre.
La vida y la vena, en sus frágiles paredes, refrenando
siempre el grito de sus heridas.
Y así hasta que la muerte me llame, Cristo,
a ese callado silencio que sueño
vivir en la redención de tus brazos.
Ah, pájaros del aire y los confines, venid a mi cada mañana
a buscar mi credo, la palabra
que sobrevive a la úlcera y al desaliento
de las noches cerradas.
Nada estará perdido
si aun soy capaz de abrir un solo surco con su nombre
en este hermoso valle de luz y lágrimas
que se aparece hoy como fatal quebrada
en la adversidad del caos.