La joven Elisa recibió de regalo de cumpleaños el dinero que obtuviera de vender la leche de las vacas. Emocionada por la posibilidad de comprarse cosas, imaginó cómo invertiría el dinero en comprar pollitos para luego venderlos y comprar un cerdo y una ternera. Sin embargo, en el camino tropezó y rompió el cántaro con la leche, perdiendo así sus sueños de tener una granja propia.