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NORBERTO
BOBBIO
T E O R Í A
GENERAL
DE LA
POLÍTICA
E D I T O R I A L T R O T T A
Teoría general de la política
Teoria generai de la politica
Norberto Bobbio
Edición de Michelangelo Bovero
Traducaón deAnton» tic CaboyGcrar<JoPisan;IIo
e d i t o r i a l T R O T T A
C O L E C C IÓ N ESTRUCTURAS Y PR O C E SO S
S e rie D erecho
C onsejo A s e s o r Perfecto An drás
Joaquín A paricio
A ntonio Báylos
juan-Rarttón Capel la
Juan Terr&dillos
Título origino^- Teoría generale detki potfica
© Wiktfiof Trotto. S A , 2003. 2005
Fcrroi, 55. 2S 003 Madrid
T e l¿ W ; 91 543 0 3 61
Fax: 91 Ü 2 U 88
S'fnotf; edi1oriat@ V o tia.«
htlp,-//www.*otta«
á> Giulio ESnaudí editore t.fi.o.. Torino. 1999
£►AiUcmío de Cabo <te la Vega y 6 e/0'¿0 Pitorcllo Prados. 2003
© po/a lo iroduceión: Antonio da G a to de lo Vego, G em id o Píiorelfo Prodoj,
José f«m úndez 5onlil!6<l, Alfonso ílin'z Miguel, fllctéi Julio Entrado,
Miguel Cc'booelJ, Magdalena Lorouo, Pipo linores,
W a r e « O ta d o y Carmen 9» » tila D urtu, 2003
ó fondo da Coltura Económico, México, 1996
pora lo IroduCCiórt castellana de lo* eopíly!«
U , m , 11.11, ll.l'l, IJLf, vilf, Vl.ll. Yl.ril,Vlí.L U N II, m u . VHJ.nl XJ,X .JÍ, m i yXI.II
publicados «r> «I volumen Níyfcerto Saóbio.* ei M ím íQ y ¡a pdtoco
com ptado por José Fernández Dt/njn
Edición exduscva poro típdfid
ISBN: S4-$1U 579 6
D e p u to U 90I: M -37 .092 -20 05
Im prej^n
fe ^n ó n d « Ciudod, S.L.
CONTENIDO
Introducción. La idea de una teoría general de la política: Micha-
langefoBovero.............. ..... .............................. 9
Elenco de las fuentes..... ....................................................................... 71
Parte I
IA FILOSOFÍA POLÍTICA Y LA LECCIÓN DE LOS CLASICOS
Capítulo I. La filosofo política........... ..................... .......... 77
Capítulo 11. La lección de los clásicos..................................................... 113
Pane II
POLÍTICA, MORAL, DERECHO
Capitulo 111. Política y m oral................................................................ 17S
Capítulo IV. Política y derecho................................................................ 2 3 7
Parre III
VALORES £ IDEOLOGÍAS
Capítulo V. Valores políticos.................................................................... 253
Capítulo VI. Ideología................................................................................ 3 4 7
7
CONTENIDO
Parte IV
LA DEMOCRACIA
Capítulo VII. Democracia: los fundam entos........................................ 401
Capítulo VIH, Democracia: Jastécnicas .,.............................................. 449
Parte V
DERECHOS Y PAZ
C apitalo IX. Derechos del h om b re.................. .................................... 511
Capítulo X . Paz y guerra............ ......................................................................................................
Parte VI
CAMBIO POLÍTICO Y FILOSOFÍA DE 1A H1STOWA
Capítulo XI. Cambio político............. .................. .................................. 617
Capítulo XII. Filosofía de la historia...................................................... 683
Índice an alítico........................*..................................................................... 7 2 9
índice de nom bres... ............................................................................. 7 6 7
8
Introducción
LA IDEA DÉ UNA TEORÍA GENERAL DE LA POLÌTICA
M ichelangelo Bovero
Nunca me be considerado filósofo en el sentido tradicional de la
palabra, pese a haber impartido durante muchos años dos materias
filosóficas: la filosofía del derecho y la filosofía de la política.
Ahora bien, tanto una como otra, tal como yo las entiendo, poco
tienen que ver con la Filosofía con mayúscula. Es mis, con fre­
cuencia he dedicado algunas lecciones introductorias de mis cursos
a tratar de explicar a los estudiantes por que estos cursos, aun
arpiándose “Filosofía del derecho” y ’‘Filosofía de la política”, yo
no los expongo como cursos propiamente filosóficos. La mayor
pane de ios apuntes que han tenido que estudiar mis alumnos no
se titulaban Filosofía de,,*, sino Teoríageneral del derecho. Teoría
general de la política, Teoría de lasformas de gobierno, etc.
Norberto Bobbio comenzaba con « tai palabras, en 1980, una di­
sertación sobre el tema «¿Qué hacen hoy los filósofos?»» dentro de
un ciclo de conferencias organizado por la Biblioteca Conmnale di
Cattolica1*Querría destacar que sólo el tercero de los títulos cita­
dos en aquella ocasión se correspondía, entonces, con el de un
volumen efectivamente publicado*. Por ello, podr/3 pensarse que Ja
]. Cf.W. AA.>0>ecosafannoOggi/filòsofi?,ed. deb Biblioteca Comunaledi
Cartoli«,Bompiani, Milano»1982.E1tortodeJadisertacióndeBobbio,seguidadela
Tjoicrìpción del debate, aparee«, sin título, en las pp, 159-182.
2. Cf, N. Bobbio, ¡¿j teoria delie forme di gobemo nella storia de! pensiero
politico, CiapicheHi, Torino, 1976 [«ad. ¿asr. de j. F. Fcxnifidez Santifliji, La teo­
ria de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, FCE> México,
1£87], Se trata del volumen de npumt» publicado con morivo del curso de Filosofía
9
(UCHClANOÍLO SOVEHO
idea de una teoría general de la política le parecía a Bobbio tan
definida, y acaso la intención de llevarla a cabo tan dará, que se
expresó (el texto de la conferencia que apareció después en un
volumen colectivo se estableció a partir de una grabación) oomo si
se tratase de una obra ya realizada.
La alusión de Bobbio a las dos «teorías generales») del dececho
y de la política, como títulos de dos libros verdaderamente existen­
tes, no constituía en realidad más que un expediente retórico. Ser­
vía para sugerir a los oyentes de forma inmediata cuál era la direc­
ción preferente, aunque no exclusiva, por la que había encauzado
sus estudios, además de su docencia universitaria. Ello no quiere
decir que la idea de una teoría general de la política, concebida no
sólo como perspectiva para sus investigaciones sino como obra que
exigía una redacción sistemática, no se correspondiese con un pro­
yecto real. Sobre este asunto Bobbio volvió a reflexionar varias
veces, al menos desde 1972, año en que pasó de la cátedra de
Filosofía del derecho a la recientemente instituida de Filosofía de la
política (tal como, entonces, se denominaba siguiendo la redundan­
te expresión de Croce). Ahora bien3a la reflexión nunca le siguió el
paso decisivo hacia su realización. Quizá porque Bobbio siempre
fue consciente de la novedad (relativa) y de Us dimensiones de la
empresa. Durante muchos años de estudio desarrolló la teoría ge­
neral del derecho, disciplina defendida y frecuentada por numero­
sos autores, afrontando todos los temas principales del debate con­
temporáneo3; mientras que la teoría general de la política siguió
paredándole por largo tiempo un «campo vastísimo y, en gran
parte, inexplorado»4. En í?84, cuando algunos alumnos organiza­
ron un seminario dedicado a su pensamiento político con morivo
de su septuagésimo quinto cumpleaños, y decidieron titularlo «Por
de la política de le* añoj 197S/1976. Teoríageneral* del diritto es «I título de un libro
aparecido muchos años mis urde, en 1393, en Giappichcllj, si bien dicho libro no es
otro que la «publicación en un solo volumen de loj dos cursos de Filosofo de! dere­
cho sobre la Teorfá de la norma ptrtdica y ¿obre ía Teoría del ordenamiento ¡nrídico^
aparecidos igualmente en G¡app>chelU ec 1952 y 1960. La edición ¡oüina de tos dos
cursos en un solo volumen babfa sido precedida por dos edicionesen inducción «parió*
lar Teoríageneral del derecho* trad. de J. Guerrero R-, Tcmis, Bogotá, 1987, *1994, y
Teoría general del drrtcbo^ trad. de E. Roío Acuna, Debate, Madrid, 1991» última
rc¡mp. de 199á.
3. Aunque nunca haya «tenido ganas» ((a expresión es de Ríccardo Gua^twi en
una rccicDte intervención ¿obre tos escritor jurídicos de Bobbio, de próxlrca publica­
ción) de dar a sus flumcrfKfctmas contribuciones una forma ¿¡¿temática.
4. Tftfro, p. 39.
10
I N T R O D U C C I Ó N . LA ( C E A D E U N A T E O I l f A G E N E X A l DÉ L A f O U T l C *
una teoría general de la política», Bobbio afirmó, en z clausura,
que dicho título parecía señalar «más una serie de buenos propósi­
tos que una ¿olida realidad». Y añadió: «Después de haberme ocu­
pado durante años de una teoría general deJ derecho, creo que ha
llegado el momento de afrontar el problema de una teoría general
de la política, mucho más atrasada que la primera. Ahora bien,
no he pasado de los fragmentos a Jas partes, del esquema a la obra
completa*-5. Al año siguiente» al reunir en el volumen Estado^ go­
biernov sociedad cuatro voces escritas entre 1978 y 1581 para la
Enciclopedia Einaudi —dedicadas, respectivamente, a «Democra­
cia/dictadura», ^Público/privado», «Sociedad civil» y «Estado»—,
eligió como subtítulo la misma fórmula elegida por los alumnos
para encabezar el seminario: Por una teoría general de la política.
En la Introducción, con fecha de julio de 1985, explicaba: «Se trata
de temas sobre los que he trabajado con frecuencia en estos últimos
diez años: considerados uno por uno constituyen fragmentos de
una teoría general de la política aún por escribir»*. Muchos años
después, en 1998, reconocería en aquel «ambicioso» subtítulo «una
promesa no mantenida»7.
Que entendía Bobbio> desde un principio, por «teoría general
de la política» parece deducirse, al menos formalmente y en una
primera aproximación de la comparación, varias vec^s recordada,
con la teoría general del derecho. Una comparación que el propio
Bobbio ha realizado explícitamente en una recentísima considera­
ción retrospectiva de su obra:
■(„.} lo que las dos teorías tienen en común en mis escritos [...] no
es tanto el fin, exclusivamente cognoscitivo (no prepositivo), sino
también la forma de proceder para alcanzarlo. Se trata del procedi­
m iento {de la] «reconstrucción», mediante el análisis lingüístico
nunca apartado de las referencias históricas a los escritores clásicos,
5. Ct N. Bobbio, «Congeda*, en L. Itanan&tey M Eknero (edí.), Peruna teoría
gmeráU ¿tila poiilica. Stadidedicatia tria Bobbic,Paiíi Editor!, Fkínzff* 1986,
p. 249.
6. N. Bóbbto, StJlDj gotremú, socútá* Per una uoña generale delta política, Ei­
naudi, Torlno, 1985, p. VILt (rtad. casi. tle L. Sánchez García, Estado, gobierno, sacie'
dad. Co»rribuc¿ÚA a una teoría general de la política, Piüá y Jaoés, Barcelona, 19S7,
p. 9]. En la segunda edición ¡(duna, de 1995, se sustituyó el subtítulo por h fórmula
más humilde de Fragmentas de un diccionario político.
7. Asir en el Prólogo al libro de A. Creppi, Teoría e ideología e» el pensamiento
potttko de Norberto Bobbio, Marcial Pons, Madrid'Barcctona, 1993, p. 9. La obra de
Grcppi representa, en la actualidad, el estudio mis completo del pensamiento político
de &obbio.
1 1
HlCKf LANCELO BOYERO
de las categorías fundamentales, que permiten delimitar exterior-
mente y ordenar internamente ambas áreas, la jurídica y la política,
y [establecer] sus relaciones recíprocas*.
A nadie se le escapa que la teoría general de la política, conce­
bida sobre «1 modelo de la teoría general del derecho, resulta no
sólo diferente, sino en cierto sentido incluso contraria a! modelo
hegemónico de la filosofía política tal como ha quedado fijado en el
debate internacional de los últimos treinta años, inaugurado por la
célebre obra de John Rawls, Una teoría de la justicia (1?71). Existe
la difundida opinión de que el extraordinario éxito de la obra de
Rawls ha «resucitado» verdaderamente la filosofía política, dada
por muerta quince anos antes por algunos de sus estudiosos9. Dicho
modelo hcgcmónico identifica Ja filosofía política coa la vertiente
normativa de la reflexión sobre la política, que asume como direc­
triz propia fundamental la discusión de las cuestiones de valor y del
deber ser, la de los problemas de justificación y de orientación
prescriptiva. Según la más reciente valoración de Bobbio, aunque es
cierto que el renacimiento de la filosofía política se debe a «una
obra que pretende indicar la mejor solución posible para una socie­
dad justa, la teoría general, tal como yo la he concebido y la he
comenzado a formular, pertenece a la fase anterior, por lo demás
nunca superada en los últimos años. La teoría general de la política
y la teoría normativa dé la justicia pueden tranquilamente avanzar
[untas sin chocar entre sí. Sus objetivos son diferentes, aunque la
primera puede ayudar a la segunda a perseguir con claridad y pre-
cisión su objetivo, y la segunda puede ofrecer a la primera renova*
das materias de estudio*™. Esta ecuánime valoración nos ayuda a
comprender que no tiene mucho sentido tratar de separar de forma
tajante la teoría generar de ¡a política y la teoría de la justicia y,
mucho menos, establecer con una (apresurada) adió fimum regun-
dorum que el nombre de «filosofía política» deba quedar reservado
exclusivamente a la teoría normativa. En todo caso, tampoco tiene
mucha importancia. A fin de cuentas, se trata de simples conven­
ciones lingüísticas11. Pese a rodo, no puede dejar de constatarse
que con la identificación hoy habitual entre la filosofía política
8. IbúL, p. 10.
9. Aunque no resulte indiscutible ni que «Tuviera muerta ni, por tanto, que
Rawls la haya resucitado. QL A. Greppi, Teoría t ideología, «ir., pp. 14 ss.
10. N. Bobfeio, Ptóíogo, rit,p. 10.
11- Bobbio ha imisedo envaria; ocasiona sobre el carácterconvencional de csus
distinción«.
12
I N T R O D U C C I Ó N I A l O S A O í U N A T t O A Í A G E N E A A l D i I A P O Ü T k C A
íout covrt y el universo de discurso rcconducible al paradigma
contemporáneo de las teorías de la justicia —un universo que ha
crecido desmesuradamente sobre sí mismo como una «nueva esco­
lástica»— se corre el riesgo de reducir las funciones y, acaso, de
hacer invisible fe propia existencia de lo que Bobbio ha llamado
teoría general de la políti«. Para poner en duda esta identificación
(tendencialmente) exclusiva, basta con reflexionar sobre la gran
variedad de perspectivas, enfoques y estilos filosóficos de las obras
clásicas habituaJmente adscritas a la historia de la filosofía política.
La filosofía política y sus formas
Bobbio abordó el problema de distinguir entre las diferentes formas
de filosofía política o» mejor dicho, de clasificar los diferentes mo­
dos históricamente practicados de interpretar su naturaleza y fun­
dones, en ia ponencia presentada aí seminario sobre «Tradición y
novedad de la filosofía política*» celebrado en Barí en 1970, que
conmemoraba el nacimiento académico de la disciplina en Italia. La
ponencia de Bobbio planteaba, en realidad, el objetivo indicado en
e) título de especificar las posibles relaciones entre filosofía política
y ciencia política. Ahora bien, la tesis que sostuvo —que tales
relaciones se configuran de forma diferente dependiendo del sen­
tido que se atribuya a la noción de filosofía política— condujo a
Bobbio a proponer, en esencia, una clasificación de la filosofía
política en cuatro tipos principales: una distinción que él mismo
presentaba, en el comentario oral a la ponencia, como un «mapa
de las regiones que los filósofos políticos han habitado en cada
momento»52.
Según el mapa de Bobbio, el primer tipo de íúosotía política
coincide con la forma más tradicional de entender su naturaleza y
funciones, y consiste en el -diseño [..,} la óptima república», es
decir, en «la construcción de un modelo ideal de Estado». Se refería
explícitamente a las utopías, incluidas las que Bobbio denomina
«utopías invertidas», como 1934 de Orweli; si bien, impiíritámen*
te, cabía la posibilidad de extenderlo a los modelos normativos de
«sociedad buena» (o de «sociedad justa»}. El segundo tipo de filoso­
fía política consiste en la «búsqueda del fundamento último del
poder»; se trata de lo que, principalmente en la tradición anglosajo-
12. C{. el YúJumeade Acuí del congreso, Tnuiñwne <rwñtá ¿ella fHósófiadelta
paÜttca, Liur¿¿, Barí, l$7l, p. 34.
13
niCKtlANGElO BOYÉ*O
os, se interpreta como el problema de la justificación de la obliga-
dón política y que, en otra? tradiciones se entiende como el pro­
blema de los principios de legitimidad del poder político. El tercer
tipo de filosofía política es el que se propone la «determinación del
concepto general de Apolitica'’», bien mediante una reflexión sobre
la Llamada «autonomía de la política» respecto a la moral» bien
mediante una teoría al poder destinada a «delimitar el campo de la
política respecto al de la economía o el derecho». Y es en relación
con este último tipo con el que Bobbio —por primera vez, si lo he
entendido bien— sugiere como adecuado el nombre de «teoría ge­
neral de la política», recurriendo a la analogía con la teoría general
del derecho. El cuarto (y mis reciente) tipo de filosofía política es
el que nace de ia interpretación de la filosofía en general como
metacíencía, identificando como misión principal de aquélla, de un
lado, ta investigación de los presupuestos y condiciones de validez
de la ciencia política y, de otro, el análisis del lenguaje político13.
En un trabajo del año siguiente, titulado Consideraciones sobre
lafilosofía política, Bobbio explicaba que su intento de clasificación
surgió de la «constatación de que en la categoría de la filosofía
política se suelen incluir obras aparentemente muy diferentes como
la República de Platón, El contrato social de Rousseau y la Filosofìa
del derecho de Hegel»14-Al desarrollar estas consideraciones adicio­
nales, Bobbio colocaba entre paréntesis el cuarto significado de
filosofía política, ya fuera porque lo consideraba estancado en un
estado de propuesta, ya porque no le hallaba correspondencia en la
filosofía política clásica «desde Platón a Hegel» y, quizá, porque
consideraba más oportuno colocarlo entre las formas de filosofía de
la ciencia. Por ello, al desarrollar la distinción entre los tres prime­
ros tipos de filosofía política, indicaba para cada uno una obra
clásica, aparte de las sugeridas al principio, que podía considerarse
paradigmática: la Utopía de Tomás Moro, el heviatán de Hobbes y
El Príncipe de Maqui&velo. AJ contrastar las tres obras, señalaba en
cada ima el tipo de problema fundamental y lo reconducfa al tipo de
investigación en que había reconocido, en su escrito anterior, cada
una de las tres formas de interpretar la misión de la filosofía politi’
]3. N. Bobbío,Sobre¡osposiblesre¡á¿¡on¿sentrefilosofopolíticay¿ienciapolíti­
ca,cf. mfra, pp. 5*7.
14. N. Bobblo, •CúnsldífiztoAÍjuik filúiúfiapg]iijci>: Rítvia italiano di srícnz&
política 1/2 <1971), p. 367. Le» dos /regmenuu de «te arrteutoaparecen en el presente
volumen reunidos en uo solo trabáje coa ¿I texto dd ensayo ulterior (cf. ittpra, n, 13),
en el cap. I» I; aunque se ha omitido el pasaje aquí atado.
14
I N T R O D U C C I Ó N . L A I D E A O E U N A T E O R I A G E N E R A L O E I A * O U T J C A
ca; la búsqueda de Ja mejor forma de gobierno, la de la justificación
del Estado, y la de la naturaleza de la política.
Si volvemos, ahora, ai mapa «completo» de cuatro términos tra­
zado por Bobbio en 1970, resulta fácil advertir que las dos primeras
«regiones*, habitadas, por ejemplo» por Platón y Moro la primera» y
por Hobbes y Rousseau la segunda, se ocupan principalmente de
cuestiones de valor, o de validez, y que pueden ser consideradas con­
tiguas o complementarias entre sí, como lo son los problemas de la
prescripción y de la justificación; mientras que las otras dos «regio­
nes», habitadas por Maquiavelo y Hegel la tercera, y por Alfred J.
Ayer y Félix E. Oppenheim, la cuarta» se ocupan principalmente de
cuestiones de hecho, o mejor dicho, de conocimiento, y que, quizá,
pueden también considerarse contiguas o complementarias entre sí
como la interpretación de la naturaleza de las cosas (políticas) y el
análisis conceptual. Llegados a este punto, se trata de ver si las dos
vertientes, normativo-prescriptiva e interpretativo-analítica, en que
pueden agruparse las cuatro formas de filosofía política, deben con­
siderarse netamente separadas y alternativas entre sí, constituyendo
cada una de ellas un campo peculiar y distinto de Ja reflexión sobre
la política; o si, por el contrario, pueden o incluso deben considerar­
se no sólo complementarias, sino también^ de algún modo, interco-
nectadas. Planteado én estos términos, el problema parece ser un
reflejo de otro mis general, el de la «gran división» entre hechos y
valores (sobre el que tendremos que volver), Bobbio se Ha declarado
siempre «un dualista empedernido» para el que «está vedado el paso
entre el mundo de los hechos yel de los valores»1*. Consecuentemen­
te, en las conclusiones de su ponencia de Bari defendía que allí don­
de la filosofía política asume un carácter fuertemente valoranvo,
como en los dos primeros tipos, la relación con la ciencia política,
que se ocupa de descripciones y explicaciones avalorativas, es de
separación, mientras que en el caso de ios otros dos tipos, la relación
con Ja ciencia política es de continuidad o de integración recíproca.
De ahí que pareciera perfilarse en el pensamiento de Bobbio una
división análoga entre lo que he llamado las dos «vertientes» de la
filosofía política.
Pese a todo, en las consideraciones adicionales afirmaba que,
reconducido cada tipo de filosofía política al problema principal
—de «hecho» o de «valor»— de que se ocupa, la búsqueda de la
15, A$4 púrejemplo, en N. Bobbio} b e ttmetute, Eiiuudi, Tórino, 1996, p. 152.
[trad c&sl de E. Beoítez, Dé sene¿tute- y oíros ¿s¿tí!cs tñógrdfeas, Taunjs, Madrid,
1997, p. 1831.
15
HICHSlANCCIO ftOVCIlO
respuesta a una de las preguntas fundamentales d o sólo no excluye
la búsqueda de las demás, sino que la exige y presupon«; «Depende
de la respuesta que se dé a la pregunta sobre la naturaleza de la
política {si, y en qué medida, se la considera dependiente o no de la
moral) la respuesta al problema de la obligación política, es decir,
si, y en qué medida, debo obedecer a un orden injusto» Depende de
la idea que se tenga de la naturaleza del Estado y de sus fines la
respuesta que se dé a la pregunta sobre cuáles son las instituciones
políticas mejores»1*. Si esta alegada «dependencia» se entendiera, en
sentido estricto, como «deducibilidad» de los juicios de valor sobre
la conducta que se debe adoptar y sobre las instituciones que se
debe preferir, a partit de los juicios de hecho sobre la naturaleza de
la política o del Estado tal cual so ti, el riesgo de incurrir en la falacia
naturalista (que, justamente, consiste en la errónea pretensión de
extraer directamente lo que se «debe» de lo que *es*) resultaría
inevitable. Lo que sugiero es que tal «dependencia» no debe enten­
derse literalmente, sino mds.bien ser interpretada como «conexión»,
en el sentido en que se habla de conexiones entre las premisas y la
conclusión de un razonamiento práctico de tipo silogístico, que no
supone, formulado adecuadamente, una violación de la «ley de
Hume». Lo que se confirma por el ejemplo propuesto poco después
de Ja obra de John Locke en la que, segÉin Bobbio, «esta estrecha
conexión entre los tres problemas resulta evidente; a) la finalidad
del cuerpo político es la de otorgar a los individuos la seguridad en
su vida, su libertad y sus bienes; 6) cuando el gobierno deja de escar
en condiciones de garantizar la seguridad, la obligación política, es
decir, la obligación de obediencia, desaparece; c) la mejor forma de
obtener esta garantía es la existencia de un legislativo basado en el
consenso y de un ejecutivo dependiente del legislativo*17. Esta ob-
16. ín/nu, pp. 10-11.
17. !nfrat p. 11. Obsérvese, sin embargo, que ía premisa mayor, sub a), no cottis-
ic en una definición de la naturaleza ¿el Estado, sino del (triple) fin del Estado o, si se
prefiere, corresponded una definición ideológica, alas que Bobbio, «ornoveremos, no
considera adecuadas para comprender la namraJeia de la políticay del pender político.
En la medidaen b que índica fines ulteriorese independientes respecto af «fin mínimo*
del orden, tal definición no puede ser considerada por tiobbio «descriptiva» de la naru-
raleza de la polídea y del Estado, sino «persuasiva» o propiamente prescripriva. De
hecho, Lockeprescribe al estado denos fines (laseguridad de Iavida, de la liberud, de
[g*bienes) que consórayen sus valores. Aclarado !o cual, laconexión reconstruida aquí
por Bobbioadoptala forma de un doble razonamiento silogístico: laproposición sub b)
es, en realidad, deícomp^iiible en uiü afirmaciónde hetho, *c¡ gobiernono escapazde
garantizar la¿eguridad de ciertos bienes» y» en unjuido de valor, «no se debe obedecer
16
I N T R O D U C C I O N . L.A ¡ D 6A 0 6 U N A T Í O K Í A G f N Í M L O E LA f Q l l T J C A
servsción no tiene en este punto ulteriores desartoJlos. Aunque está
implícito,en el discurso de Bobbio que podrían buscarse «conexio­
nes» análogas en la obra de cada uno de Jos grandes escritores que
ha distribuido en las diferentes «regiones» del «mapa».
Estos son los escritores que Bobbio considera «clásicos», más
aun, junto a otros pocos, los mayores clásicos, es decir, según la
afortunada expresión de Alejandro Passerin d^Entreves tantas ve­
ces repetida por Bobbio, «los autores que cuentan*. Y cuentan para
Bobbio también en la medida en que han elaborado modelos con­
ceptuales de amplio alcance, visiones generales del universo políti­
co y de sus problemas, afrontándolos, cada uno desde su punto de
vista, en su globalidad. (Mantener que las concepciones globales
ofrecidas pot los mayores clásicos difieren entre sí no sólo por las
diferentes soluciones propuestas* sino también por la diferente im­
portancia que atribuyen a unos u otros de los problemas fundamen­
tales.) Ahora bien, es justamente Ja visión global, la «conexión»
entre los temas fundamentales de la reflexión política que han sido
replanteados y discutidos por Ja mayor parte de los escritores polí­
ticos., empezando por los griegos, Ja que se califica, en la ¡ntroduc-
ción ai volumen sobre La Teoría de ios formas degobierno de 1976,
con el nombre de «teoría general de la política». La expresión, en
dicho texto y en casi todos los que ía utüizan refiriéndose a las
«lecciones de tos clásicos», parece asumir un significado distinto del
construido por analogía con la teoría general del derecho. Si bien es
cierto que, en este último Sentido, la teoría general de la política se
hace coincidir explícitamente con sólo una de las cuatro formas
de filosofía política —-o} si se quiere, con sólo una de las dos
vertiente^ la que mira al fin «cognoscitivo» no «propositivo»—,
mientras que* en el otro sentido, parece extenderse hasta incluir
todas las cuestiones de «hecho» y de «valor» que constituyen el
objeto principal de las diferentes formas de reflexión filosófica
sobre la política. El ejemplo de Ja conexión entre los grandes temas
en Ja teoría de Locke resulta esclarccedor. La noción de teoría
&ha estado que no consigue su fin, es decir, la garantía de tal seguridad». De igud
forma, la proposiciónsub c) puede entenderte como ua Juicio de ¿echo 4111: ¿firma la
adecuaeidndc una derta form a de gobierno como medio p ir a determinados fines, 2 la
que deberla seguir !aconclusión normativade que se erarade lamejor forma de gobicr-
so, si en Japremisa mayor, igualmente normativa,se ha afirmado que son ¡¿Jes fineslos
que un gobierno debe perseguir- En ambos casos, !a conexión entre juicios de hecho y
de valor resulta admisibley no implica violaciones de la «ley de Hiune», que establece
la imposibilidad de derivar lógicamente conclusiones prtscriptivas ú/tt&rrtentt de pre­
misas descriptivas.
17
MICHELANGELO BOVfRO
general de la política oscila en los textos de Bobbio entre estos dos
significados, lo que plantea ciertos problemas al intérprete. Trataré
de hacer ver, en las siguientes páginas, cómo puede superarse dicha
dificultad.
Teoría e ideología
La ocasión para volver a reflexionar sobre cuestiones de metateoría,
o de «metafilosofía política», se la ofreció a Bobbio un trabajo de
Daoilo Zolo aparecido en 1935, en la recién nacida Teorìapolitica1*.
Zolo retomaba el problema de las posibles relaciones entre filosofía
política y ciencia política, exponiendo consideraciones muy críticas
frente a la concepción neo~empiiista de la ciencia (y 4c la ciencia
política) a partir de la cuaiBobbio había tratado el tema en,1970u.
Sostenía que la distinción entre filosofía y ciencia política podía re-
conducirse a una diferencia de grado, derivada de una «selección y
presentación de los problemas» diferente: mientras que la filosofía
tiende a construir teorías muy generales e inclusivas, la ciencia cons-
truye teorías de radio más limitado e intensamente especializadas. Y,
volviendo al mapa de las formas de filosofía política* proponía a
Bobbio. que lo corrigiese, a la luz: de los avances de la epistemología
post-empirista, excluyendo aquellos significados de filosofía politi*
ca que ya se habían vuelto (a su juicio) obsoletos c inaceptables, en
primer lugar., el de la búsqueda de la óptima república.
En 2988, Bobbio fue invitado a pronunciar la conferencia de
inauguración del seminario sobre «La filosofía política hoy*, pro­
movido por ios profesores italianos de la disciplina. La conferencia,
incluida ahora en el volumen de las acras del seminario aparecido
en Í990, debe leerse conjuntamente con el ensayo Ragioni delia
filosofia política^ redactado por Bobbio en el mismo período, que
incluye consideraciones paralelas y complementarias, recorriendo
las diferentes fases del debate (no sólo italiano) sobre la disciplinad
La conferencia en dicho seminario se abre sugiriendo Ja oportuni­
18. Cf. r>. Zt»k>, «I possibili rapporti ua filosofia política f scícnzi política. Uní
propoua post-empinsdt2>: Ttoña politica 1/3 (19SS), pp. £1-109.
19. Êa un cotta de 19£6, Bobbio respondía sobre este punco a Zolo q-je no creía
que lascriticas dirigidas desde muchos /rentes a h epistemología empimta U hubiesen
-desbancado*. CL infra, pp. 34S-349.,
20. Ambos textos aparecen rcpiodufidosen el presentevolumen,el primero, par­
cialmeare, en eJcap. I. H, el segundo, íntegramente, en el cap. I. IIL
18
I N T R O D U C C I Ó N . L A I D 6 A D i U N A Y f O f c Í A G E N E R A L DE I A P O L I T I C A
dad de distinguir dos mapas, el «mapa do los enfoques», es decir, el
de las diferentes formas —filosófica, científica e histórica— de abor-
dar el objeto «política», y el «mapa de las áreas», es decir, el de las
esferas tradicionales —política, ética, jurídica y económica— de!
mundo de la práctica. Ei mapa de la filosofía política resulta, pues,
en realidad, de la intersección de dos mapas diferentes. En lo rela­
tivo a la actualización y revisión del mapa, Bobbio no parece ha­
ber encontrado razones para modificarlo radicalmente, al no haber
detectado más que novedades parciales y, en todo caso, no radica­
les, tanto desde el punto de vista de los »enfoques» como desde el
punto de vísta de las «áreas*. Los significados de «filosofía política»
identificados en 1970 parecen, por ranto, mantenerse, incluido el
de la búsqueda de la óptima república. Si, aparentemente, «el pro*
blema del buen gobierno ha perdido mucha de su actualidad», ex­
plica Bobbio, ello depende fundamentalmente «del hecho de que el
problema se ha ido trasladando del buen gobierno a U “buena
sociedad**». Y ello ba sucedido porque en el mundo moderno “ya
no se cree que para cambiar la sociedad baste con cambiar el régi­
men político, como podía creerse cuando el Estado lo era todo y la
sociedad fuera del Estado no era nada». Pero el problema, en su
esencia, es el mismo. Como mucho, menos limitado. Justamente,
Jas obras de filósofos políticos que han suscitado un debate más
amplio en Jos últimos años, desde la Teoría de la justicia de Rawls
a Jas Esferas de justicia de Walzer, no pueden entenderse más que
como continuaciones ideales, y actualizadas, del tema tradicional
del óptimo Estado. Se trata, efectivamente, de «intentos de propo­
ner soluciones, o por fo menos de ofrecer indicaciones, para la
consecución de una buena, o al menos, mejor sociedad*11.
La única novedad relevante registrada en el «mapa de los enfo­
ques» consiste, según Bobbio, en el «intento de dar vida a una teoría
general de la política». Se refiere a Zolo y a su idea de una contigüi­
dad substancial entre teoría filosófica y teoría científica de la polí­
tica, aunque, más generalmente, Bobbio se refería también aquí a la
tarea propiciada por la revista Teoría política, que desde su primer
número, aparecido a comienzos de 1985, se proponía «la confron*
tación entre filósofos de Ja política y científicos de la política, e
invita{rj a colaborar e interactuar a filósofos, sociólogos, historia­
dores, políticos y juristas»2*. En la ponencia del seminario de 1988,
comentando la rcdefinición de Ja filosofía política propuesta por
21. Inf/a, pp. 19-20.
22. fofra, p. 29*
Í9
MICMfUN&FlO »OVERO
Zolo en términos de «teoría general» (frente a la «teoría «pedal*
atribuida a la ciencia política), Bobbio sugería que «Zolo pensaba
más que en la filosofía política, entendida en sentido amplio, en la
teoría política considerada, como se hace en la teoría general del
derecho, como la elaboración del conjunto de concepto» generales,
Grundbegriffe, empezando por el de «política», que sirven para
delimitar el área de una disciplina, y para establecer sus principales
puntos de referencia»*3. En este texto, por tanto, parece que Bobbio
todavía identifica sustancialmente la noción de teoría general de
la política, como había hecho en su ponencia de 1970, con sólo
uno de los cuatro significados tradicionales: el de la búsqueda de
la naturaleza de la política. En su ensayo inmediatamente poste­
rior, Razones de la filosofía política, tal noción aparece, si no
modificada, al menos enriquecida. Aquí, (a teoría general de la
política no parece coincidir simplemente con una de las formas de
filosofía política, delimitada por su objeto, sino instituir al tiempo
un horizonte de investigación potencialmente abierto a la consi­
deración y reformulación de los problemas típicos de las otras dos
formas.
En este nuevo texto* tras haber subrayado cómo la redéfmición
de la filosofia politica en térmicos de «teoría política», propuesta
por la revista homónima, resultaba no sólo admisible sino oportu­
na, ya que parecía «¿mis idónea para encontrar un mayor punto de
convergencia que el permitido por Ja antigua expresión «filosofía
política»» sujeta «a tas mis diversas interpretaciones y contiendas»24,
Bobbio vuelve sobre el problema de la enseñanza universitaria de la
disciplina y recuerda haber indicado hacia Í976, en el ya citado
curso sobre La Uona de las formas degobierno, su «razón de ser» en
el estudio y análisis de los «temas recurrentes«. Es decir, de aquellos
temas, como precisamente la teoría de las formas de gobierno, «que
atraviesan toda la historia de! pensamiento politico de los griegos a
nuestros días y que en cuanto tales constituyen una parte de la
teoría general de 1apolítica». Añadiendo que el estudio de los temas
recurrentes, es decir, la recepción de las «lecciones de los clásicos»
(junto con las de los contemporáneos) en referencia a los grandes
problemas permanentemente repropuestos por la reflexión política
sirve fundamentalmente para «individualizar algunas grandes cate-
23. Ed c! prestare volumen, $e ba omitido este fragmento. Cf. N. Bobbio, 'Per un
mappidelli filosofiapotinca*, eoD. Fioroc (cd ), Lafìlcsùfìa pclilkj, oggi, Giappiche­
lli, Toriflo, 1990, p, 11,
24. Infra, p.31.
20
I N T R O D U C C I O N - LA I DEA D t U N A T i O A Í A <j ENÍ RAC 0€ t,A ^ O l Í T I C A
gorfes (comenzando por aquella generalísima de política), que per­
miten fijar en conceptos generales los fenómenos que entran a for­
mar parte del universo políúco»2J. El ensayo concluye con la mani­
festación de lo que Bobbio denomina con su habitual vmd¿rstatement
«ju preferencia»:
[...] hoy la función más útil de U filosofía política es aquélla de
analizar los conceptos políticos fundamentales, empezando por el
concepto mismo de política. Más útil porque son los mismos con*
ccptos que vienen siendo usados por los historiadores p olíti­
cos» por los historiadores de las doctrinas políticas, por Jos politólo-
gos, por los sociólogos de la poiídci, pero con frecuencia sin an­
darse con sutilezas en la identificación de su significado, o de sus
múltiples significados^.
Debe señalarse, también, la precisión final:
Contzaiiameme a una interpretación limitativa de la filosofía ana*
Jítíca, el análisisconceptualno se queda en el puro y simple análisis
lingüístico, ya que éste aparece continuamente entremezclado con
el análisis fáctioo realizado con las herramientas m etodológi­
cas consolidadas por las ciencias empíricas* de situaciones política*
m ente relevantes17.
Así entendida, la teoría general de la política —como resulta, o
puede resultar, del desarrollo sistemático del estudio analítico de los
graneles problemas, identificados, redefinidos y discutidos (también)
mediante la identificación de los temas recurrentes en los clásicos—
se reveía no sólo como una forma circunscrita, preferida por Bob­
bio, de interpretar la naturaleza y la fundón de la filosofía política,
sino como una forma de reflexión sobre la política capaz de incluir,
en su perspectiva específica, las cuatro regiones cíe la filosofía políti­
ca delineadas en el mapa de 1970. En lo relativo al método, que en
otro lugar Bobbio ha definido como «empírico-analítico*2*! la teoría
general de Bobbio parece reconducible a la cuarta forma de filosofía
política. Ahora bien, se aclara en seguida que, por un lado, el análisis
conceptual no se resuelve enteramente (como acabamos de ver) en
25- J»fra, p. 33.
2$. infra, p. 38. A Ja relación 4c maJos uStuHos de lo* conceptos, Bobbio habría
podido ¿¿adir muchos de los propios filósofos políticos contemporáneos.
27. ÍTtfra%p. 39, cursivas añadid».
2S. Así, Éíi la p. XVI de U Jotroducri^n di N. Sobblo, en 1L Guüiini (ed.),
Contiibuti od un dtíionano giuridUo, CiappicbíUi, Torioo, 1994.
21
HICKf LANGÉlO BOVEAO
el análisis del lenguaje y que, por otro, en la medida en que coincide
con el análisis lingüístico, su lenguaje-objeto no es sólo el de los cien­
tífico» políticos, ni tan sólo el lenguaje ordinario de ios políticos o el
de la discusión política cotidiana, sino sobre todo el de tos clásicos
que a lo largo de lo? siglos han contribuido a plasmar, enriquecién­
dolo y modificándolo permanentemente, el vocabulario del que ha­
cemos uso para hablar de política. En lo relativo al campo de inves­
tigación, es decir, ai universo de fenómenos al que el vocabulario se
refiera la teoría general, justo en la medida en que lo es, tiende a
cubrir, en principio, todo el horizonte de la experiencia política, no
pudiendo eludir, en primer lugar, el problema, típico de la tercera
forma de filosofía política, de la delimitación de su propio campo y
de la reconstrucción de sus complejas articulaciones internas. La teo­
ría general viene de esta forma a copar completamente la segunda
vertiente, como aquíla he denominado, de la filosofía política, la que
mira a los «hechos». Pero, al mismo tiempo, debe inevitablemente
tener en cuenta los términos del problema tratados por las dos pri­
meras formas de filosofía política,, que he agrupado en la primera
vertiente, la de los «valores», sin por ello asumir directamente la fun­
ción de éstas. Manteniendo, como teoría no-normativa, el enfoque
preferente de la clarificación conceptual, la teoría general somete a
análisis y reconstruye los significados descriptivos de las nociones (y
de los juicios) de valor que emplean las teorías normativas {y tam­
bién los movimientos políticos reales) para elaborar los argumentos
que justifiquen o no las acciones e instituciones políticas, y para la
construcción de modelos prescriptivos de buena convivencia.
El ejemplo de la teoría de las formas de gobierno, al que Bobbio
ha dedicado dos cursos universitarios de filosofía política, puede
resultar esclarecedor» En sus apuntes, tras haber recordado que
«casi no hay escritor político que no haya propuesto y defendido
una cierta tipología de las formas de gobierno» y tras haber subra­
yado *la importancia de estas tipologías [...] porque mediante ellas
han sido elaborados y continuamente discutidos algunos conceptos
generales de la política, como oligarquía, democracia, despotismo,
gobierno mixto* etc.», Bobbio observa que «generalmente cualquier
teoría de las formas de gobierno presenta dos aspectos: uno des­
criptivo y otro prescriptivo». En el primer aspecto, todo tratamien­
to del tema se resuelve «en una tipología o en una clasificación de
los diversos tipos de constitución política»; aunque, subraya Bobbio,
«no hay tipología que solamente renga una función descriptiva. A
diferencia del botánico el escritor político no se limita a descri­
bir; generalmente se plantea otro problema, que es el de indicar, de
2 2
I N T R O D U C C I O N . L A l O f A O C U N A T S Q t l A G E N E R A L PC t * P O l l T I C A
acuerdo con un criterio de selección que naturalmente puede cam­
biar de autor a autor, cuál de las formas de gobierno descritas es
buena, cuál mejor y cuál peor, y eventualmenie también cuál es la
óptima y cuál la más incorrecta*2*. Se podría, por tanto, afirmar
(aunque, como sabemos, resultaría restrictivo) que en cuanto re­
construye los conceptos empleados por Jos escritores políticos, y
más ampliamente en el lenguaje político, la teoría general de Bob*
hio consiste en un mctalcnguaje descriptivo cuyo lenguaje objeto es,
en buena medida, un lenguaje prcscripdvo.
Es cierto que el discurso de Bobbio, y no sólo en los escritos de
«filosofía militante*30, se extiende con frecuencia, más allá de la
pura reconstrucción, a la discusión de los criterios de valoración
elaborados por los escritores (y otros actores) políticos, a los argu­
mentos normativos y de orientación prescriptivaj y, por unco, al
discurso ideológico (en el sentido más amplio del término). En
cierta medida, valen también para la teoría de Bobbio las observa­
ciones del propio Bobbio sobre Jas teorías políticas en general. La
primera, mis suave y hasta obvia, señala que «no existe una teoría
tan aséptica que no deje intuir elementos ideológicos que ninguna
pureza metodológica llega a eliminar por entero»*1; la segunda, más
fuerte, subraya que una teoría «que se refiera 3 cierto aspecto de la
realidad histórica y social casi siempre es también una ideología, es
decir, un conjunto más o menos sistematizado de evaluaciones que
debería inducir a quienes la escuchan la preferencia de un estado de
cosas en lugai de oiro*w. Y, sin embargo, no puede dejar de seña­
larse, por el contrario, la importancia que han tenido en la defensa
de valores e ideales sostenida por Bobbio en tantos años de batallas
intelectuales la operación en sí no ideológica, sino propiamente
teórica, de reconstrucción de conceptos daros y distintos, la supera-
dón de equívocos mediante la expulsión de los significados ambi­
guos del lenguaje político, y la elaboración de definiciones rigurosas
y no persuasivas de las categorías fúndamentalcs11. Valga por todos
2?, N, Bobbio»L¡ teoría de tasformas de gobierno, cit, pp. 7-9, pjssim.
30. La expresión, quepcovieoe de Cactaneo, fue empleadapor Robbio en ríiqlo
de sus estudios sobre el escritor ¿ombarJo (tf. Una filaso/ta militante. Sluáí su
Caito Cattanto, Einaudi, Tormo, 1971) y se convirdó, después, co habitual en su len­
guaje.
31. N, Bobbio, Prólogo a A Greppi, Teoría é ideología, cíl, p. 11.
32. N- Bobbio, La teoría dé los formas de gobierno, cir., p. 10.
33. Andrea Creppi capta bien este aspacto cuando¿fuma que ¿u proyecto de
ckríítttciÓQ del léxico polfoc© confluyan Jo*elementosmás significativos de ¿u fdo$6*
fía y de su ideología» (cí. Teoría e ideología, cir., p. 205).
23
HICHElANGElO BOvffcO
el ejemplo del ensayo titulado De la libertad de los modernos com­
parada con la de los posteriores, que pese a ser un escrito de filoso­
fía militante, en defensa de Id libertad de tradición liberal contra las
críticas de quien se colocaba en la pretendida (y pretendidamente
superior) «libertad comunista», basa sus propias argumentaciones
en la redefinición y rigurosa distinción de los dos significados de
¿libertad», y que* [ustamente por ello, merece encontrar sitio en la
teoría general de la política de Bobbio1*. Querría añadir, por diri­
mo, que también en este caso, el trabajo de reconstrucción concep­
tual parte de la referencia a un disico; Benjamin Constant.
La lección de los clásicos
En Ja Introducción, con fecha de Pascua de 1 9 7 3 , al volumen de
apuntes correspondiente a su primer curso de filosofía política»
titulado Società e stato da Hobbes a Marx, Bobbio escribía: «Si
hubiese querido dar a mis apuntes un título académico, con gusto
los habría denominado La lección de los clásicos»35. Bobbio ha vuel-
to en diferentes ocasiones a la relación entre el estudio de los clási­
cos y la elaboración de una teoría general de la política. En el
prefacio al volumen que recoge la bibliografía de sus obras de 1 9 3 4
a 1 9 8 4 , editado en 1 9 8 4 , tras hacer notar que sus escritos tienen
con frecuencia por objeto autores del pasado, advertía que no de­
ben considerarse «propiamente escritos de historia del pensamiento
político, ya que su finalidad última es la definición y sistematización
de conceptos que deberían servir para la elaboración de una teoría
general de la política»16. Es obvio que dicha finalidad puede preten-
24. Cf. infra, cap. V. I.
¿5. Cf.R Bobbioy M. Bovcro,Soditi é Halo daHcbbet o [cuno de Filoso­
fía de la politica, años 19?jyi973J, CLirT, Toriao, 1973»p. S. Este volumen de apuntes
no se corresponde exactamente con las Jeceio»«'taí como te desarrollaron durante
aquel cuiso académico. Bobbio redactó los capitolo* 1 (£/ modelo iusnaturaUstá), II
(Thfimjf Hobbes), ITTfjobn Locke),rV (fútriMáTx) y la Conclusión {Dosfilosofia de h
histeria) sirviéndose no sólo de los apunt« p&r*la$ clames, sino también de otros escri­
to» tuyos inédito* cu esc momeare»; y, «pira Ahorrar tiempo» —n i como dice en una
nota—, cotífió (incautamente) la redacción de los capítulos IV (JeanJacquesRousseau)
y V (CeorgWt F. Hegel)a su joven ayudante.
36. Así, en la Introducción » C VU¡ (ed.), Morbgno Bobbio: SO anni di studi.
Bibliografie desti strini 1934-1983, Franco Angeli, Milano» 19N , p. 14. Laterza ha
publicado una nueva edición en 199$ con el thuù Bibliografi* degliscrini di Norberto
Bobbio 1934-1993,
24
INTHOOuCClON. IA 'PEA Di UNA TEORIA GCNEftAL D| lA POUT'CA
derse tan sólo si se emprende Ja lectura de los clásico* con los
instrumentos del método analítico. En su ensayo sobre las Razones
de la filosofía política, Bobbio defiende las ventajas de la lectura
analítica de los textos clásicos contra las «exorbitancias» de la inter-
- pretación historicista y las deformaciones de la ideológica, ya que
permite «poner en evidencia el aparato conceptual con el cual el
autor construye su sistema, [...] estudiar las fuentes, (...] sopesar los
argumentos en pro y-en contra, y de este modo preparar los instru­
mentos necesarios para la comparación entre los textos, indepen­
dientemente de Ja cercanía en el tiempo y de las eventuales influen­
cias de uno sobre otros y para la elaboración de una teoría general
de Ja política*37. Desde 1965, en Ja Introducción a su primera reco­
pilación de ensayos dedicados a los clásicos del pensamiento políti­
co moderno, titulada De H o b b e s a MarXy Bobbio afirmaba: , iS
En el esnidío de los autores d d pasado nunca me he sentido es*
pecisim ente atraído por el milagro del así JJamado marco hUtófi*
co que convierte las fuentes en precedentes, las ocasiones en condi­
ciones, que se extiende de tal m odo en los detalles que pierde de
vista eJ conjuDto. En lugar de ello, rae he dedicado, con especial
interés, a la identificación de los temas fundamentales, a la clarifi­
cación de los conceptos, aJ análisis de los argumentos y a la re­
construcción del sistema34.
En su explicación del método analítico de Bobbio, Riccardo
Guastini lo ha resumido en un término-clave: «distinción*19. Yo
añadiría, aunque en cierro sentido va implícito en el primero, un
segundo término: «comparación»« No existe prácticamente texto
alguno dedicado al estudio de los clásico^ en el que Bobbio no
insista en la fecundidad de Jascomparaciones. En el pasaje ya recor-
dado, donde por primera vez otorga a la filosofía como perspectiva
el estudio de Jos «temas recurrentes» en la historia del pensamiento
político, que en cuanto tales «forman parte de una teoría general de
la política», asigna a este ¿¿rudio una «doble importancia»; de un
lado, sirve, como sabemos, para identificar los conceptos políticos
37. Cf. infra, p. 36.
3S. Así, íh Laintroducción a N. Bobbio. Da Hcbbeí a Morxt Maraño, NapoU,
J965, pp.6-7.
39, R. Gtia$úm, «Búbbiú, ó deUa dininaone», en Í4., Diátingueado. Studi di teo­
ría e mitotearía d¿¡diritto, Giapichclti, Torino. 1996, p, 41 ss. [trad. cast. de J. Fcrrcr
í ¿cliráo, «Bobbio» o d tlá diitiiiddo», tn Dis/í/tguienAo, Estudios de teoría y mitoteo-
ría del derecho, Cedki, BiíécIcmu, 1993, pp. 58 is.].
25
HICH£l*hGElO aOVEfcO
fundamentales; por otro, «permite establecer entre las diversas teo­
rías políticas, que han sido sostenidas en diferentes épocas, afinida*
des y diferencias»40. La importancia atribuida por Bobbio a la com­
paración entre las teorías políticas de todos los tiempos tiene su raíz
en la propia noción de «clásico» y ésta, a su vez» presupone una
determinada concepción de la historia.
En un ensayo de 1980 sobre Max Weber, considerado como
«el último de tos clásicos» de la filosofía política, Gobbto indica
cuáles son las características que p cemiten reconocer en un escritor
a un clásico41. Se trata de una definición que plantea ciertas dificul­
tades, De las tres características enumeradas por Bobbio, la segun­
da* que define como «clásico» aquel escritor «siempre actual, por lo
que cada época» es más, cada generación, siente la necesidad de
releerlo y al releerlo lo reinterpreta»; parece no ya debilitar sino
hacer inútil el significado de Ja primera, según la cual «clásico» es el
escritor considerado «intérprete auténtico» de su propio tiempo; y
también el de ¿a tercera, según la cual «clásico» es el autor que «[ha]
construido teorías-modelo de las cuales nos servimos continuamen­
te para comprender la realidad» y que «se han vuelto, con el curso
de los años, verdaderas categorías mentales». Si el pensamiento de
un clásico resulta permanentemente rcinterpretado en forma dife­
rente y hasta opuesta, ícnál e$ la interpretación «auténtica»» de su
tiempo incluida en sus obras? Y ¿de qué forma podremos establecer
reglas precisas de uso de sus «teorías-modelo»? ¿No tenderán sus
construcciones conceptuales a convertirse en fórmulas vacías o ex­
cesivamente elásticas? Con rodo, quizá la principal dificultad de !a
definición de «clásico» propuesta por Bobbio pueda consistir en
una cierta tensión, por no decir incongruencia, entre la primera y la
tercera característica: ¿cómo es posible que una construcción teóri­
ca exprese la interpretación (sea cual sea) de una cierta realidad
histórica y, a! tiempot ofrezca modelos conceptuales útiles para
comprender igualmente una «realidad diferente» de aquella de la
que se deriva y a la que ha sido aplicada, es decir —parece sugerir
Bobbio—, también para comprenderlos problemas de nuestro riem-
40. N. Bobbio, La teoría las formas dé gobierno, eit, p. 7.
41. Cf. N . Babbi», La teoria ¿¿ilo storto t àtl potere¡en P. Rossi (ed.),Max Weber
e l'analisi delmondo moderno, Einaudi, Torino, 198 !..Laprimera versidmde ate<n»-
yo, presentadacoma ponencia es el¿¿minano «MaxWebersesenta a£os despuéá», 26-
28 dejunio dé 19S0, apareció publicada ese mismo año eo ]a tc/huMonJaperafo 7-S,
Titulada pòi su autor «Max Wtber y los clásicos». Dicho ensayo aparece reproducido
cael presentevolumen en el cap. IL JH, La definición de «clásico» Cguia en la p. 7!.
2 6
I N T R O D U C C I O N . VA ( D E A DE U N A T E O R I A G E N E R A I , DE L A P O L I T I C A
po? Me parece que, en este sentido, quedaría puesta en cuestión la
propia posibilidad de la «lección de los clásicos» tal como la entien­
de Bobbio: la posibilidad de encontrar en las obras de los escritos
antiguos y modernos teorías válidas, es decir, resistentes al tiempo.
Incluso, se podría decir, Ja probabilidad de reconocer a un escritor
como un clásico, en el sentido en que «clásico», también en el
lenguaje común, no es sinónimo de «pasado» sino, por el contrario,
de «permanente». De forma similar, Mane admitía Ja dificultad no
tanto de demostrar Ja conexión entre el arte griego y su tiempo,
sino de explicar cómo puede seguir representando para nosotros
«una norma y un modelo*'2.
£1 problema puede reformularse en los términos siguientes. No
es difícil comprender en qué sentido una teoría clásica puede ser
considerada una interpretación directa o indirecta de una cierta épo­
ca, en la misma medida en que dicha teoría parece presentar una
visión, o mejor dicho, una «versión» global de la (su) realidad. Como
suele decirse, la de un testigo que da su versión do ios hechos. Más
difícil resulta comprender cómo ciertas construcciones conceptuales
pertenecientes a una teoría clásica, o incluso su estructura categoría!
subyacente, su «modelo», pueden ser consideradasválidas no sólo en
relación con !a realidad histórica a la que se refieren sino también
para interpretar realidades de épocas diferentes, sin por ello presu­
poner anuladas las propias diferencias. La validez transtemporal de
las teorías clásicas, varias veces señalada por Bobbio43, sólo parece
concebible en la medida en que se asuma que dichas teorías llegan a
captar, o a reflejar y revelar, una suerte de continuidad en la historia
que permanece a pesar y a través de las transformaciones —al me­
nos, una continuidad de los problemas a Jos que en cada momento
se otorgan soluciones diferentes—. Del conjunto de escritos bobbia-
nos dedicados a los clásicos se deduce de forma clara, aunque no
siempre explícita, la convicción de que existe una continuidad de
este tipo» que encuentra expresión y al mismo tiempo confirmación
justamente en los «temas recurrentes* siempre replanteados y re-
discutidos a lo largo de los siglos de la historia del pensamiento
político. Así, el problema de las formas de gobierno, cuántas y
cuáles son, cuál es Ja mejor o la peor; el problema *del origen, la
42. K, Marx, Introducción de 1257 a Lineamenti fondamentali deila critica
deH'etonomiapolitica, LaNuova Italia,Florencia, J9Í3, p. 40 Ittad. cast, de P. Scarón,
Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Siglo XXI, México/
Madrìd'Btienas Aires, 1972].
43. Ci., por ejemplo, infra, p. if>-
27
MICHELANGELO BOVCRO
naturaleza, la estructura» d destino, la fundamentadón, la legitimi­
dad» del poder político*. Ahora bien, no sólo son recurrentes los
problemas, sino también, aunque con innumerables variantes (que
Bobbio denomina «variaciones sobre el tema»}» sus diferentes plan-
teamientos y soluciones» de las que resulta, por tanto, posible y fe-
cundo reconocer las semejanzas y diferencias, agrupándolas en
géneros y especies, reconstruyendo modelos y paradigmas concep­
tuales que, afirmados ec cierto tiempo y lugar, se agotan y desapare­
cen, resurgiendo y renovándose en otros momentos y lugares. De
ahí, la periódica reaparición de la «vuelta a los antiguos» y, en gene­
ral, el resurgimiento en varias ocasiones y de forma diferente de con­
ceptos que en un cierto momento parecieron superados: neokantis­
mo, neo-hegelianismo, neo-marxismo, etc. Bobbio suele citar con
agrado el horadano Multa r&nasce»tttr.
No se trata, obviamente, de que Bobbio ignore la realidad de
los cambios históricos, negando los cuales la propia historia se re­
duciría a una mera apariencia. Considera ciertos cambios profun*
dos y radicales y* en ocasiones, aunque con cierta cautela, irrever­
sibles, lo que excluye una visión cíclica del tiempo; pero, sin
embargo, no capaces de excluir netamente la continuidad entre el
antes y el después. Si tuviese que ejemplificar con un lenguaje me­
tafórico, por tanto simplificador, la representación bobbiana del
devenir histórico —la historia de los eventos reales y la del pensa­
miento que Jos refleja, al menos dentro del ámbito occidental al que
Bobbio se refiere—, diría que su marcha.muestra ciertamente «gi­
ros*, en casos excepcionales tan drásticos que casi parecen «vuel­
cos», pero no verdaderas «fracturas«. Es cierto que Bobbio ha su-
brayado con frecuencia la relevancia del crucial giro que implica el
paso de la era premoderna a la era moderna» una verdadera «revo­
lución copernicana* derivada de la afirmación de la primacía de los
derechos sobre los deberes^, pero igualmente ha recordado que los
clásicos modernos, de Maquiavelo a Montesquieu y Rousseau, han
seguido reflexionando sobre los acontecimientos, instituciones y
teorías de los antiguos, no sólo a modo de historiadores, sino tam­
bién como estudiosos de la política, para extraer de ellos enseúan-
44. Extraigo está telaeióo de problemas del ensayo ¿obre «Il modello giusnatura-
Iktico»: Rivistainternazionaledifiioíofia¿eldiritto L/4 (1$73), p. 609.
45. Cf. ea el presente volumen el capítulo IX. I; «La primacía de los derecho»
sobre los deberes», que se corresponde con la primera versión, rica ea vaciantes, del
ensayo sobre L'Etàdei<¿'nttr,Índuido en la recopilación homónima, Eíniudt, Torino,
1990 {erad. cast, de R. deAsísRoig, Eltiempodelosderechos,Sistema, Madrid, 1991,
pp. 97-112J.
2 8
iMTAODuCCtÓN. LA lOEA OE UNA TÉOfclA CENERAI. Ot (.a COLITICA
zas. «No se explicaría —afirma Bobbio en la voz «Estado»* redacta­
da en 1981 para la Enciclopedia Einaudi-— este continuo reflexio­
nar sobre la historia antigua y sus instituciones sí» llegados a cierto
punto del desarrollo histórico, hubiese habido una fractura tal que
originase un tipo de organización social y política incomparable a
las del pasado»**. En un ensayo de 19S0, enfrentándose polémica­
mente a cuantos afirmaban apreciar un cambio radical en los «con*
notados» y en las «leyes del movimiento» de la política, Bobbio
advertía: «Para no dejarse engañar por las apariencias y no verse
inducido a creer que cada diez anos la historia recomienza de cero>
es preciso tener mucha paciencia y volver a escuchar la lección de
los clásicos*17. Cierto es que en este ensayo Bobbio recorría la
lección de los clásicos a partir de Maquiavelo, pero lo hacía pre­
cisando inmediatamente que se podría regresar «mucho más
atrás». No por casualidad había citado antes el pasaje de los Dis'
cursos sobre la Primera Década en el que se afirma que «todas las
cosas del mundo en todo dempo tienen su propio reencuentro
con los tiempos antiguos».
La idea de la continuidad de Ja historia, y de su inevitable
reflejo en Ja historia del pensamiento, resulta evidente en aquellos
epígrafes de la voz «Estado», antes citada, en los que se discute el
problema de si el término «Estado» conviene exclusivamente aj
Estado moderno o si, por el contrario, conviene también a las for­
mas políticas anteriores. Tras haber examinado ios argumentos en
favor de la primera tesis, y aclarado que todo se reduce a la cuestión
de si deben ponerse en evidencia más las analogías o las diferencias
entre el así llamado Estado moderno y los ordenamientos anterio­
res, Bobbio invita a la «constatación» de que «un tratado de política
como el de Aristóteles, dedicado al análisis de la dudad griega, no
ha perdido su eficacia descriptiva y explicativa en relación con los
ordenamientos políticos que se han sucedido desde entonces hasta
nuestros días». Y, poco después: -Como la Política de Aristóteles
para las relaciones internas, las Historias de Tucídides para las refa-
46, Dicha voz aparece ahora recogida eos ef título Stato, potere e governo en N.
Bobbio, Stato, governo, ¿arieti, dr., 2199J, p. 6I. [Estado, gobierno, sociedad, cit.,
P- 79]-
47. *N. Bobbio, «Lipolitici tra soggetti e istituzioni: le lezioni dei elusici» ;Dwio-
¡.razia e diritto XX/S (1980), p. 641. Él ¿nsáyo se reprodujo después con il título «La
crisi deUademocrazìa e Elezione dei classici»ìji N. Bobbio, G. PoncarayS. Veca, Cria
delia democrazia e tteocontrertualismo,Sditoti Riuniti, Ruma, 1984, pp. 9-33 (d pasa­
je diado aparece co b p. 10).
29
MICHEIANGEIO &OVÍKO
ciones externas son, aún hoy, fuente inagotable de enseñanza» y
puntos de referencia y comparación»**.
Se podría decir que, desde la perspectiva de Bobbio, para man-
tener la continuidad entre los clásicos y nosotros Citamos nosotros
mismos y Jos clásicos. Éstos, en la medida en que inauguran tradi­
ciones que se difunden y que, a través de miles de mediaciones,
llegan hasta los modos de pensamientos ordinarios y al mundo de
los usos lingüísticos cotidianos; y, recíprocamente, nosotros mis­
mos, con nuestra mirada retrospectiva, en la medida en que recurri­
mos de forma más o menos consciente al patrimonio de sus ideas,
teelaborándolo, Ahora bien, esto no es mis que la doble forma de
producirse y reproducirse, Ja forma de continuar una cultura. En
este sentido, Bobbio se refiere a la •«cultura occidental* —«comien­
zo por los griegos dado mí escaso conocimiento del pensamiento
oriental*49— como a Ja cultura que hemos heredado y que posee­
mos, fundamentalmente* en el lenguaje. Es, en efecto, dentro de los
confínes de esta continuidad donde encontramos a los «(clásicos»,
en la medida en que se mantiene nuestra capacidad de reconocerlos
como tales. Vuelve a resultar evidente que, desde esta perspectiva,
lo que se pretende extraer de los clásicos no es tanto su significado
histórico en sentido estricto, sino más bien, como sugiere Bobbio
en la Introducción a los Estudios begeliattos, «hipótesis de investiga­
ción, motivos de reflexión, ideas generales*10. De esta forma, el
estudio de los clásicos abre la puerta a la construcción de una teoría
general de la política.
De los «autores# a ¡os conceptos para la teoría general
El propio Bobbio nos aclara en su ya c o rd a d a Introducción de
1984 a la bibliografía de sus obras*1cuáles son los clásicos a los que
ha dedicado mayor atención en la búsqueda de los temas recurren­
tes, cuáles son, por tanto, sus «autores». Como él mismo reconoce,
la lista se Umita a diez nombres, divididos en dos series de cinco. De
un lado, Hobbes, Locke, Rousseau, Kanc y Hcgcl, y , de otro, Catta-
neo, Croce, Kefeen, Pnreto y Weber, por amor de la simetría. Ahora
48. N. Bobbio, «Siato, poicrc c govemo», en fd., Stazo, governo, socteíá,
21995, pp. 60-61 [Estado, gobierno, sociedad, cir., pp. 76 y 77).
49. Jn/ra,p_33.
50. N. BdUóo,Studi hfgeliani, Eloaudi, Torillo, 19£1, p. XVLLl.
51. CL Bibliografía ciegHítrflíf» rit-, p. XXV.
30
I N T R O D U C C I Ó N . VA I D E A D E U N A T E O R I A G E N E R A L DE LA P O L Í T I C A
bien, recorriendo el índice de nombres deJ presente volumen es po-
sible extraer algunas ideas útiles para completarlo. Es obvio que no
rodos han tenido el mismo peso en el itinerario intelectual de Bob-
bio. Si tuviese que elegir de entre los autores asiduamente estudia-
dos por Bobbio, cuál ha sido el que ha dejado la mayor impronta so­
bre su pensamiento político» no tendría dudas a la hora de señalar a
Thomas Hobbes, Añado inmediatamente que, a mi juicio, la influen­
cia de Hobbes sobre Bobbio o, si se prefiere, la inspiración hobbe-
¿iana del pensamiento de Bobbio se refiere más a la forma que al
contenido5*. En primer lugar, puede decirse que Hobbes, con su
vocación por Ja precisión y la sobriedad del lenguaje y las definicio­
nes rigurosas, f&e el-indicador en el campo de la filosofía política del
estilo analítico en sentido moderno, adoptado por Bobbio. No por
casualidad la obra'hobbcsianá, a su vez, ha sido objeto privilegiado
de Ja historiografía filosófica de orientación analítica que Bobbio ha
defendido contra los excesos de la crítica tcontextualísca». También
hay que señalar la afinidad entre Hobbes y Bobbio en esa actitud
frente a los problemas políticos que no sabría denominar más que
«realista», y que encuentra su manifestación radical, y casi patológi­
ca, tanto en Bobbio como en Hobbes, en la inclinación a considerar
y describir una situación bajo su luz más desfavorable, a plantear los
problemas en los términos más difíciles para el hallazgo de una solu­
ción satisfactoria5*. Baste recordar, de un lado, las más célebres fór­
mulas de Hobbes» homo homim lupushbellttm omrtium contra om-
nes, y de otro, la aplicación del modelo hobbesiano propuesta por
Bobbio al problema del estado de naturaleza enere los Estados21.
Ahora bien, más allá de la claridad resultante del rigor analítico
y de la actitud realista frente a los problemas políticos, U principal,
similitud entre Bobbio y Hobbes se revela en la estructura del
razonamiento. Al igual que' sucede con Hobbes, el pensamiento de
52. Aonquc Bobbio, t» contestación a una conferenciamía tituladaBobbio i Ho-
bbes (publicada posteriormente cu el Noticiariode la Universidad de Turíc, 1936, d.
6)>me ha señalado con razón que, al margen del mérodo, al menos tres grandes ideas
hobbe&ianas han infinido en la formación de su pensamiento político: ti individualis­
mo, ti contnctuattsmcyla ídea de la pai mediante la constíiueíónde unpoder común,
Cí. N. Bobbio, Desen&tuttfcir., p. 117 {Destn&lute, eir-, ed. esp., p. 150].
53. Quizi en esta práctica se encuentra el origen subjetivo de lo que, más jdc-
lancc, denominaré el «realismo sustancial» de Bobbio, distinguiéndolo del «metodo­
lógico».
54. Cf. N. Bobbio, «Demócrata e sistema icternazionale», en id., il futuro della
¿moctazjat Eínaudi, Torino, 199ÍJ (no extsre traducción castellana de cambio*
introdpcídos en la edición italiana de 199S).
31
NICHECAMGÉIO BOYERO
Bobbio resulta, en su núcleo vital, dicctómico» Bobbio ha teorizado
explícitamente la importancia metodológica general de las «grandes
dicotomías», definidas como el producto del «proceso de ordena­
ción y organización del propio campo de investigación» en virtud
del cual «toda disciplina tiende a dividir su universo propio en dos
subclases que resultan recíprocamente exclusivas y conjuntamente
exhaustivas»'15. De este tipo serían, según Bobbio, la dicotomía en­
tre público y privado eo el campo del derecho y en el campo de la
política, por recordar la más sencilla y amplia de las formuladas
acuñadas por él; la dicotomía entre Estado y no-Estado5€que, por
otra parte, refleja en cierto modo la hobbcsiana entre Estado natu­
ral y Estado civil. Junto a Jas «grandes dicotomías» e inscritas en
ellas, encontramos en la obra de Bobbio innumerables dicotomías
que denomina «parciales» o «secundarías». Incluso los temas recu­
rrentes, tal como los identifica y analiza Bobbio mediante el estudio
de la lección de los clásicos, y que deben sistematizarse, siguiendo
sus indicaciones, en el diseño de la teoría general de la política
como articulación de la misma, pueden encontrar expresión ade­
cuada y conveniente en fórmulas dkotómicas, tales como sociedad
y Estado, política y moral* democracia y autocracia, reforma y re­
volución, etc. Sugeriría, como ejercicio de interés, subrayar las di­
cotomías explícitas e identificar las implícitas, que constituyen la
verdadera trama conceptual del presente volumen como de codo el
resto de escritos teóricos de Bobbio*
Para construir las bases de la teoría general déla política median-
te el estudio analítico de los clásicos, Bobbio ha utilizado» priorita­
riamente, dos estrategias complementarias. La primera consiste en
partir de una noción de uso corriente para buscar sus diferentes in­
terpretaciones en la historia del pensamiento político, con frecuen­
cia insertas en una red de pares dicotómicos. La segunda consiste en
partir de la obra de un gran autor para identificar un concepto fun­
damental del lenguaje político, clarificar su significado y, eventual­
mente, distinguir sentidos confundidos en la misma, con frecuencia
{de nuevo) mediante Ja construcción de dicotomías. Constituyen
ejemplos evidfentes de la primera estrategia los ensayos bobbianos
55. Cf. N. Bobbio, «La ¿riode tfkoiomij», en í¿ . Dalla ¡matura alia ftaiztortc.
Comunicó, Milano, 1977, p. 145; cf, tamban -Publico/privara*, en Staio, gavemo,
societá, ck. (»La gran dicotomía: públjeo/privaílo», en Estado, gobierno, sociedad^ ííl,
PP. 11-33].
56.. Cf.. por ejemplo, infra>p. 115; y, sobre todo, Stato, govemo, societá, cír.,
pp. H2-115 [Estado, gobierno y sociedad, cir., pp, 136-139).
32
I N T R O D U C C I O N . LA I D E A DÉ U N A T E O R I A GÉMfcRAL D E LA P O L Ì T I C A
dedicados a la noción de sociedad civil** y, en general, las numero­
sas voces de diccionarios y enciclopedias. De Ja segunda» entre los
muchísimos escritos que podría señalar, considero ejemplar el ensa­
yo sobre Kant y las dos libertades**, que continúa y profundiza la in­
vestigación provocada por la polémica contra los detractores de la
libertad liberal. Pero existen igualmente en la obra de Bobbio toda
una serie de ensayos en los que el «arte de la comparación» alcanza)
a mi juicio, los resultados más fecundos para la construcción de las
categorías fundamentales de una teoría general de la política. Se tra­
ta de los ensayos en que Bobbio relaciona determinados aspectos del
modelo conceptual de un clásico con los de otros clásicos. Entre
ellos» colocarla en primer lugar el ensayo dedicado a El modelo ius-
naturalista?9, en el que se reconstruyen, contraponiéndolas al mode­
lo aristotélico, las constantes y las variantes de la teoría que han
acompañado al afianzamiento del Estado modemoj desde Hobbes a
Hegel, con los términos «incluido-excluido». A este mismo género
pertenece también su famoso ensayo sobre Hegel y el iusnaturaliS-
tno60. En relación con la teoría general de la política, por la relevan­
cia de los temas tratados, destacan los ensayos sobreAfore» elEstado
y los clásicos y .sobre M¡ajeWeber y los clásicos6*. En el primero, Bó-
bbio afiroia querer «indicar, mediante un procedimiento comparati­
vo por afinidades y diferencias, cuál puede ser el lugar de la teoría
del Estado de Marx en la historia del pensamiento político»62. Esta
contraposición se produce medíante cuatro grandes «distinciones*
en las teorías políticas que se clasifican en idealistas y cealistas, en
racionalistas.0 historicísras, en concepciones positivas o del Estado
como reino de la rizón y negativas o del Estado como reino de la
fuerza y, por último, como distinción interna a esta última, en con­
cepciones del Estado como mal necesario y como mal no necesario.
57. Uoo & ios mis recientes aparece recogido eñ Stato, gobemo, seietá, cit.,
pp. 23*42 [EííjJíÍc, gobierno, sociedad, cir., pp. 34-53).
5S. Incluido en el presente volumen, en el que secorrespondecoa el capitalo IL 1.
59. Das ensayos de Bobbio tienen estémismo tituló. El primero es el ya citado en
la n, 44; d segundo, rancho mis amplio, constituye LaPrimera Parte dei N. Bobbio'y M.
Bovero^ Sotietà t stato nella filosofia politica montara, 11 Saggiatole» MiLuio, .1979
(ed. csp. Sociedad y estado en la filosofia poittita moderna: múdelo iusrtaturalisia y
modelo hegeiíartO'ntamanOi trad. de JoséF. FernándezSantíllin, FCE, México, 1986,
úlr. reimp. de 199SJ.
60. Actualmente ineluido en N . Bobino, Studi hegeliani, Einaudi, Totino, 1931.
6 1- IncluíJos eu el presente volumen, en el que se corresponden con los capítulos
II. 11y 1L UÍ. En /elación con el segundo de ellos, cf. supra, n. 41.
62. Infta, p. 54.
33
MICKíLANGILO BOYERO
En el segundo ensayo, tras haber considerado «sorprendente» el es­
caso interés demostrado por Weber hada los clásicos de la fdosofía
política, afirma que incluso si se admitiera *[q]ue la teoría política
weberiana ha sido elaborada prescindiendo de cualquier modelo an-
tenor no quiero decir que $ea incompatible con la tradición». Aña­
diendo, por otro lado, que «la comparación es tanto más necesaria
en cuanto que el pensamiento político weberiano parece haber pro­
ducido [♦♦♦]la ruptura con una tradición que de Platón á Hegel mos­
tró una extraordinaria vitalidad y continuidad. Solamente la compa­
ración permite responder a la pregunta fundamental: ¿cómo se sitúa
la teoría política weberiana en la tradición dt pensamiento político
occidental, al que aparentemente no tiene en cuenta, y cuáles son los
elementos de ruptura y cuáles los de continuidad?». Bobbio consi­
dera fundamental esta pregunta «porque sólo respondiéndola [...]
puede comprenderse de forma plena una obra extremadamente
compleja* como es la webcrianaé Tras haber sometido a un minu­
cioso análisis la definición del Estado, la teoría de los tipos de poder
y la teoría del poder legal-radonal de ’Wcbct, y tras haber compara­
do estas definiciones y teorías weberianas con las grandes teorías del
pasado, concluye, como cabía esperar, que «[e]l vínculo con el pasa­
do existe; setrata de saber verlos aunque* obviamente, «el nexo ine­
vitable entre Weber y los clásicos no quita nada a la originalidad de
su pensamiento»**.
«Estado» y «poder», los temas fundamentales analizados en los
citados ensayos sobre Marx y "Weber, pueden considerarse las cate­
gorías primarias a través de las cuales Bobbio llega a la determina-
dón del concepto general de política.
La política y sus confines
De las tres contribuciones que Bobbio ha señalado expresamente
como «esbo2os»6í para un diseño completo de la teoría, los dos
primeros —la voz «Política» redactada a mediados de los años se­
tenta para el Diccionario de política de Utet, y el ensayo La política
apareddo en un volumen colectivo en 1987 pero escrito algunos
años antes (que en el presente volumen6* se titulan, respectívamen-
63. lr,fr<i, pp. 72-73.
64. ¡rtfrá, p. 97.
65. Cí. N. Bobbió, «Cóngedcv», en L. BonwKcyM . Bovcro (c&.). Per una teoría
generóle áetla politi¿a, cir., p. 249.
66. En ¿I que se corresponden con los capiculo* IÍT. I y TV, I.
34
INTRODUCCION. LA IDEA OE VH* TEQAlA CCNE&AL DE LA POLÍTICA
te, El concepto de política y Los confines de la política, a los que en
lo sucesivo denominaremos, por brevedad, «voz» y «ensayo»)—:
persiguen la misma finalidad de definir el objeto general de la teoría
trazando sus confines respecto a las otras -«áreas» del mundo de la
práctica o do la «acción social». Inevitablemente, ambos trabajos se
parecen y los itinerarios conceptuales propuestos por Bobbio para
delinearlos, pese a que el segundo sea más completo que el prime­
ro, terminan por sobreponerse considerablemente. Pero ello no sin
variantes merecedoras de consideración.
La voz comienza con el origen de la palabra «política», derivada
de politikós}adjetivo de pólis, llegando así a una primera definición
formal de la noción de política según la cual tal noción aparece
relacionada con la de Estado (en su sentido más amplio). Resulta,
por ello, definida como «política» la esfera de «actividades» que
cuentan con el Estado como «término de referencia», Ahora bien,
las actividades políticas se clasifican en dos tipos, dependiendo de
que el curso de la acción proceda del Estado, es decir, que la pólis
sea el sujeto, como en los actos eminentemente políticos de ordenar
o dar leyes, o que proceda hacia ei Estado o, mejor dicho, hacia el
«poder estatal», que resulta objeta de actos igualmente políticos
como su conquista o derrocamiento*7. De esta forma, la noción de
Estado como término de referencia directo de la noción de política
tiende implícitamente a resolverse en, y a ser sustituido por, la de
poder, principio y fin a su vez de la actividad política. Si pasamos al
ensayo, en la definición inicial de política, también aquí identifica-
da con una «esfera de las acciones», los dos procesos de la acción
política se designan brevemente mediante los términos «conquista»
y «ejercicio», sin particular referencia a su distinción con referencia
directa al «poder último (supremo o soberano)*, y tan sólo indirec­
ta a la «comunidad de individuos?» y al «territorio»**. Por otro lado,
cualquiera podría reconocer en esta definición los tres elementos
constitutivos de la noción jurídica más habitual de Estado. Ahora
bien, no hay duda de que de las nociones primarias mediante las
cuales Bobbio construye la definición de política, Ja principal es la
de poder. Entre otras cosas porque resulta la más amplia. En el
modelo de Bobbio, la esfera del poder es más amplia que la de la
política y ésta, a su vez, más amplia que la del Estado.
Aunque es cierto que no es posible concebir en modo alguno la
política sin poder, resulta igualmente cierto que no todo poder es
6 7 . fa fru .p . 102.
68. h ífra,p.$.
35
K I C K E L A N G E L O B O Y E R O
político. En la voz, tras haber analizado brevemente la tipología
clásica de las formas de poder paterno, despótico y político de la
teoría de Aristóteles» basada en el criterio del «mter& de aquel en
favor del cual se ejerce el poder», y en la teoría de Locke, basada en
el criterio de los principios de legitimidad, considera que cualquiera
de las dos versiones es inadecuada para, identificar el poder político
como taU Los gobiernos paternalistas y despóticos no son, en reali­
dad, menos «gobiernos», es decir, menos «políticos» que lo$ ejerci­
dos en interés público o legitimados por el consenso49. Por ello,
propone como más adecuada la tipología que denomina «moder­
na», la que distingue tres clases principales de poder—económico,
ideológico y político— basándose en el criterio de «los medios de
que se sirve el sujeto activo de la relación para condicionar el com­
portamiento del sujeto pasivo»70. La tipología de Bobbio, que, en su
simplicidad y aparente obviedad, permite abarcar la mayor parte de
las teorías sociales contemporáneas, resulta ciertamente construida
mediante la extrapolación y la extensión por analogía a todo el
ámbito del concepto más amplio de poder, de la célebre definición
weberiana de poder político basada en el «medio específico» de la
fuerza física. Tan es así que desemboca en la misma caracteránctón
del poder político como «poder coactivo» y «exclusivo»», es decir,
detentador del monopolio del uso de la fuerza (o de los medios de
coacción).
El reconocimiento del vínculo necesario entre poder político
y fuerza constituye para Bobbio el núcleo esencial de una concep­
ción realista de la política^ capaz en cuanto tal de hacemos com­
prender la «verdad efectiva»* Respecto de ésta, considera desorien-
tadoras las tradicionales concepciones teleoiógicas que definen la
política no a partir del medio sino del fin o fines que persigue.
Parece» pues» admitir sin reservas el conocido rechazo weberiano
á considerar caracterízador del poder político el fin junto al
medio, hasta e) punto de afirmar perentoriamente que «no existen
fines de la política de una vez y para siempre, y mucho menos
un fin que los incluya a todos y que pueda ser considerado el fin
de la política»?1, Sin embargo, Bobbio corrige parcialmente esta
drástica afirmación admitiendo que «pueda hablarse correctamen­
te de, al menos, un fin mínimo de la política: el orden público»72.
69. /n/w, pp. 103-104.
70. Inf a p . 104.
71. Infn, p. 109.
72. Itifr*, p. 110.
36
I N T R O D U C C I Ó N . L A I D f A OC U H A T E O R Í A G I N E R A L t>f L A P O L Í T I C A
En realidad, la crítica de las concepciones ideológicas sirve a Bobbio
para excluir como inadecuadas aquellas definiciones no descriptivas
de la pol/tica, que él denomina «persuasivas», es decir, las «que
atribuyen a la política fines diferentes del orden, como el bien
común 1...] o la justicia» u otras nociones de fin «como la felicidad,
la libertad, o la igualdad». En otras palabras, sostiene Bobbio, no
es posible recurrir a la noción de valores «excesivamente contro­
vertidos [...] para identificar el fin específico de la política». Ahora
bien, Bobbio, de esta forma, parece reconocer, en contradicción
con el perentorio rechazo anterior, la existencia de un fin especí­
fico y no sólo de un medio específico de la política, aunque se trate
de un fin «mínimo» que «forma tin todo con el medio». Tanto e$
asi que, inmediatamente después, critica la teoría según la cual el
carácter político del poder consistiría en ser un fin en sí mismo:
«Si el fin de la política [...] fuera realmente el poder por el poder,
¡a política no serviría para nada»7*.
Sin embargo, en el ensayo —en el que Ja reconstrucción del con-
ccpto de política aparece enriquecido con ciertas variantes respecto
a la voz, y ¿igue un recorrido, en parte diferente, y en $u primera
parte, inverso, en el orden de los argumentos“ Bobbio vuelve a in­
sistir perentoriamente en que «[d]e$de la perspectiva del juicio de
hecho, que sólo permite distinguir la acción política de las acciones
no políticas», el criterio del fin resulta inadecuado. Admite, eso sí, la
existencia de un «objetivo mínimo de cualquier Estado» y lo identi­
fica como el orden público interno e internacional; pero se trata de
poco más que de una alusión*rápidamente superado por la insisten*
cía sobre el criterio del medio, a partir deí cual se reformula la tipo­
logía de las clases de poder74.
La división de las formas de poder en las tres clases de poder po­
lítico, poder económico y poder ideológico permite a Bobbio, tanto
en la voz como en el ensayo, pasar al problema de los «confines de
la política», distinguiéndola de las dos esferas sociales contiguas, la
religiosa, o genéricamente espiritual o intelectual, y Jaeconómica, o
73. Irtfra, pp. 110*112, cursiva añadida.
74. Infta, pp. 16-4-167. Tin roeo Javoz como en d ensayo, aunque m is resumida­
mente eo este último» Bobbio toma en consideración la teoría de Cari Schmitt que
define Ja polftiea, o mejor dicho, «el concepto de lo político* basándose en el p*r de
categorías «amigo-enemigo» )’ se inclina a considerarla compatible c-ón la definición
que él propone, toda vez que resulta recooducíble al vínculo entre política y facnu.
Ahora bien, en lavo&a£ade que considera laperspectiva de Schmitt «unilateral*, en la
medida eu que sólo alcanza a ios «conflictos» políticos. El tema de U comparación
entre las concepción« de la política de Eobhio y de Señmitt merecería profundizarse.
37
HICHELANGEIO »OVEflO
de la sociedad civil en el senado hegelo-marxiano de la expresión.
Son aquellas que en la voz Bobbio había denominado las dos esferas
del «no-Estado»75. Resulta extraño que en ninguno de los dos escri­
tos se haya puesto adecuadamente de relieve otra distinción, pre­
sente en diferentes trabajos, a través de la cual Bobbio aclara quc>
aunque la esfera de la política sea (o, mejor dicho» haya llegado
históricamente a ser) más restringida que la esfera social general,
también es (ha llegado a ser) más amplia que la esfera del Estado.
La propia emancipación de la sociedad civil (en sentido amplio) del
Eátado ha permitido la creación en ella de grupos de interés y de
opinión que, en la medida en que contribuyen de forma directa o
indirecta a la formación de Jas decisiones colectivas (válidas coacti­
vamente erga omttes), desarrollan una actividad propiamente polí­
tica y, por ello mismo, son con roda justicia grupos políticos, pese
a no ser parte del Estado-instirudón o del Estado-aparato7*.
Además y más allá de la distinción entre esfera política y esfe­
ra social, Bobbio se ocupa brevemente, en la voz y en el ensayo,
del problema de la distinción entre política y moral, y (tan sólo en
el ensayo) de la distinción entre política y derecho, ambas desa­
rrolladas con riqueza de detalles en otros trabajos más específi­
cos77. En el ensayo, Bobbio aclara oportunamente que la primera
distinción, entre política y sociedad, y las otras dos se sitúan en
planos diferentes, respectivamente, el del ser, en el que se plantan
cuestiones de hecho, y el del deber ser, en el que se plantean cues­
tiones de valor o, mejor dicho, de normas. Una cosa es el problema
de los caracteres que de facto distinguen la acción política y la
acción del poder político de otros tipos de acción y de poder, y
otra, el problema de las normas válidas o que deberían serlo para la
acción y el poder políticos. Moral y derecho son, en el lenguaje de
Bobbio, dos tipos de sistemas normativos (dentro de los cuales
encontramos diferentes códigos concretos, éticos y jurídicos, res­
pectivamente) que pueden, en principio, aplicarse —independien­
temente el uno del otro y prescindiendo de la relación entre ellos—
a las más variadas esferas de actividad y, por tanto, a la acción
política aunque no sólo a ella. El problema de la relación entre
derecho y política resulta más «complejo» tanto en comparación
75. ln fra ,p .n s.
76. lnfra, pp>. 23-24.
77. Particularmeare en las titulados Éticay poh'dca y Deipoder al derecho y
vena., &mbo&incluidos cu elptesínte volumen, en d que se corresponden con los capí-
fulos ID. II y IV. II.
38
I N T R O D U C C I O N . LA I P É A DE U N A T É O A l A G LNE RAC . O E LA P O L Í T I C A
con el de la relación entre moral y política, como con el de la
relación entre derecho y otras esferas de la acción, j'a que se trata
de una relación de «interdependencia recíproca». Es decir, explica
Bobbio en el ensayo, por un lado «la acción política se hace efectiva
a través del derecho» y, por otro, «el derecho delimita y disciplina
la acción política»78. De ahí el recurrente 3sunto de la relación
reversible entre ley y poder soberano y la difícil cuestión de la
primacía de una sobre otro o viceversa. Ahora bien, el problema de
la relación entre moral y política parece más complejo que entre
derecho y política y, sobre todo, más grave que el de la relación
entie la moral y las otras esferas de la actividad humana, puesto que
lo que desde siempre se ha discutido es si resulta plausible el propio
planteamiento de la cuestión de la licitud o ilicitud moral para la
acción política o, al menos, el planteársela en ios mismos términos
en que se hace para los otros tipos de acción. El asunto de la
relación enuc ética y política resurge continuamente de la constata­
ción, en apariencia ínmodi(ic$ble}de b contradicción entre la pol/ri­
ca y la mordí común. De aquí la búsqueda a la que se ha dedicado en
toda época la filosofía política de la explicación y justificación de
este hecho «de por sí escandaloso»7**
Bobbio sugiere en el ensayo que el problema, en su forma más
aguda, se ha plasteado con la formación de los grandes Estados
territoriales modernos, en los que la «la política se muestra cada ve*
más como el lugar en el que se desenvuelve la voluntad de poder»40.
Fácilmente puede advertirse que en una afirmación como ésta —to­
mada aisladamente, extrapolándola del contexto y, por tanto, sin
teneí en cuenta la reconstrucción y la discusión de Bobbio de las
diferentes soluciones históricamente propuestas al problema de la
divergencia entre ética y política**— asoma, en el discurso de Bob-
bio, una concepción «realista» o un aspecto de la misma que va más
allá de la pura y simple consideración avalorativa que le había
conducido a refutar las concepciones idealizantes implícitas en las
definiciones teleológicas de la política, con frecuencia no descripti­
va? sino «persuasivas*. Un «realismo pol/rico» más cercano al signi­
ficado habitual (por otra parte, ambiguo) de esta expresión, que no
consiste simplemente en una visión de la realidad exenta de valora-
?$. Infra, pp. 177-7?.
79. Infra, p. 124.
50. Infra>p. 173, entrecomillado añad/do.
51, Especialmente, en el crvayo ¿obre ética y política, recogido en ei capiculo
íilií.
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MICHEIAHGÉLO lOVEftO
dones, sino que tiende a describir la propia realidad política como
un mundo refractario a los valores; es más, en último término, con
una connotación valorativa implícitamente negativa. Desde una
primera perspectiva, el realismo, llamémosle metodológico, nos
hace comprender la «verdad efectiva» definiendo el poder político
—término de referencia ineludible de todo el ámbito de actividad al
que denominamos política— a través del «medio específico* de la
fuerza. Desde una segunda perspectiva, el realismo, que podríamos
denominar sustancial, viene a reconocer en la política el escenario
de la violencia y del fraude y difícilmente ve en el poder otro rostro
que no sea el «demoníaco». Por un lado, el realismo es una mirada
sobre !a realidad política no condicionada por los inicios de valor;
por otro, es también una imagen de esa misma realidad semejante a
la que se atribuye a los maquiavélicos y, habitualmente, $e conside­
ra negativa axiológicamente, e incluso terrible. Ambos aspectos re­
sultan difíciles de distinguir, y aunque no existan dudas de que
cuando Bobbio afirma su adhesión al realismo se refiere al primero»
ambos están presentes (como veremos a continuación) en U obra
bobbiana.
Ello no significa que Bobbio se incline a admitir una versión
extrema, hiper-realista de la así llamada autonomía de ¡a potinca.
Para él» h política no se sustrae enteramente, como ninguna otra
esfera de Laacción humana, al juicio moral «incluso si [...] se trata de
una moral diferente o parcialmente diferente a la moral común»22:
Pese a las todas justificaciones de la conducta política que se aparta
de las reglas de la moral com ún, el tirano sigue siendo un tirano, y
puede definirse com o aquel cuya conducta no puede ser justificada
por ninguna de Las teorías que sí reconocen una cierta autonomía
normativa a la polídea respecto a la moral11.
Incluso admitiendo —lo que no se hace en todos los casos—
que el fin justifique los medios, sigue existiendo, de todas formas, el
problema de la «legitimidad del fin»14»y el fin de la acción política
no puede ser (no resulta lícito que sea) simplemente el del poder
por el poder. O, mejor dicho, cuando lo es, la acdón resulta
injustificada. Las consideraciones de Bobbio sobre la legitimidad
moral del fin pueden ponerse en relación con la distinción entre
poder de hecho y poder legítimo, que aparece en el ensayo como
S2. ¡nfra, p. 146.
83. Infra, p. 144,
84. Infra, pp. 145-147.
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Jí J T H O D U C C I O N . t A I D E A C E U N A T E O R I A G Í H E R A I , D E L A P O l f T l C *
un aspecto de Ja relación entre política y derecho y que retoma, en
cierto sentido, el problema de la propia naturaleza del poder polí­
tico. Con frecuencia, parecería que Bobbio se hubiera inclinado por
excluir la legitimidad —una noción a la que «serecurre siempre que
se necesita dar una justificación al poder político»” — de las
connotaciones que identifican al poder político como tal. Para ser
reconocido como político, basta con que un poder sea coactivo y
exclusivo, no necesariamente ha de ser legítimo. El poder que un
tirano ejerce efectivamente es «político» aunque no sea legítimo (no
esté autorizado: tyrannus ex defectu íitulij y aunque su acción re­
sulte, además, moral y jurídicamente injustificable (tyrannus ex par­
te exereitit). Con todo, la propia efectividad del poder, es decir, el
hecho de que un determinado poder consiga imponerse eficazmen­
te y hacerse obedecer de manera continuada, supone una cierta
necesidad de legitimidad. La efectividad, es decir, «la continuidad
de un poder exclusivo sobre un determinado territorio» no es «un
mero ¿echo», sino también «la consecuencia de una serie de com­
portamientos motivados, a cuyas motivaciones es necesario remon­
tarse para juzgar el grado de legitimidad de un poder en una deter­
minada situación histórica»**. Y, efectivamente, no existe tirano
alguno (o gobierno despótico o dictadura golpista) que no busque
algún ripo de justificación legitimadora. En resumen, un poder
político es de facto político incluso si no es legítimo, pero ningún
poder político es un puro poder de sino que (de hecho) tiene
necesidad de legitimación y no puede buscarla «más que recurrien­
do a valores o reglas que, a su vez, son eí resultado de los valores»87.
Aunque ello, obviamente, no implique que las pretendidas justifica­
ciones adoptadas por los detentadores efectivos del poder resulten
creíbles ni, sobre todo, que no sean rebatibles mediante la referen­
cia a otros valores y principios ideales.
Nos encontramos, así, nuevamente, con el problema de los va­
lores y de la relación entre los valores y los «hechos» que se cuenta
entre Jos más complejos y espinosos para el lector de los escritos
teóricos de Bobbio y que, en su aspecto más formal, hace referencia
a la naturaleza misma de Ja teoría general de la política.
35. Infra,p. 180.
Sí. Infra, p. 132.
37. infra, p. 13.
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rtlCHEVANG510 »OVEHO
El problema de ¡os valores
«Las palabras del lenguaje político no son axiológicamente asépti­
cas. Tienen un dignificado descriptivo y un significado emotivo que
difícilmente pueden ser diferenciados. Y el significado emotivo
puede ser positivo o negativo, dependiendo de quien use la palabra
y del contexto en que ésta sea empleada»1*. De afirmaciones como
ésta no debe deducirse que, para Bobbio, los conceptos políticos
sean «esencialmente discutibles»», es decir, controvertidos en sí mis­
mo*, como sí han sostenido (incluso recientemente) algunos filóso­
fos políticos, retomando una tesis defendida en los años cincuenta
por W. B. Gallie1*, O, mejor dicho, las controversias que desde
siempre surgen acerca de los conceptos políticos no son radical­
mente insolubles, según Bobbio* justamente porque, en principio,
es posible separar el significado «emotivo» —«esencialmente discu*
tibie» en la medida en que expresa adhesión o rechazo, y remite a
pasiones, preferencias o ideales— de un significado descriptivo, o
explicativo, axiológicamente neutral. La separación de ambos tipos
de significado, mediante la reconstrucción en términos puramente
descriptivos de los conceptos políticos —y, en especial, de nociones
como libertad, igualdad, justicia, democracia y paz, que normal­
mente se consideran «valores»—•no sólo es posible y adecuada para
orientarse en la realidad sin verse condicionado por los prejuicios,
sino que, en modo alguno, constituye una desnaturalización de
tales conceptos. Las definiciones apológicamente neutrales no «es*
terilizan» los valores o, mejor dicho, no impiden (ni podrían hacer­
lo) las opciones valorativas que constituyen una componente esen­
cial de la acción política, sino que, por el contrario, contribuyen a
hacerla más razonable y sensata. Cuando apareció, en Feltrinelli, en
1964, la traducción italiana del libro de F. E. Oppenheim sobre las
Dimensiones de la libertad, se produjo una importante polémica,
precisamente, sobre la posibilidad y la oportunidad de redefinir la
libertad, tai como el autor había tratado de hacer, de forma avalo-
ratíva. Bobbio fue el único, entonces, en defender con firmeza aquel
intento frente a la acusación de «privar de sentido» a los verdade­
ros problemas de elección política, invirtiéndola completamente:
88. N. Bobbio, Prólogo, enA- Grcppi, Teoría e ideología, dL, p. 10,
8?. Cf. W. B. Galíie, «F&^rníafly Canrtacd Concepa»: bx>caeÁm%s aftheAristo-
teiian Soáety 56 (1955-1956), pp. 167-198; W. E. CofiUúUy, Tht Termi ofPolitkal
Discoime, Friccencóít (Jaivereity Press, Princcnron, 1974; J. Grsy, «On thc Contcsu- •
btÜtyof Social and VoüücaL Coneepis»: Pótítícai Theory 5 (1977), pp. 331-348,
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  • 1. NORBERTO BOBBIO T E O R Í A GENERAL DE LA POLÍTICA E D I T O R I A L T R O T T A
  • 2. Teoría general de la política
  • 3. Teoria generai de la politica Norberto Bobbio Edición de Michelangelo Bovero Traducaón deAnton» tic CaboyGcrar<JoPisan;IIo e d i t o r i a l T R O T T A
  • 4. C O L E C C IÓ N ESTRUCTURAS Y PR O C E SO S S e rie D erecho C onsejo A s e s o r Perfecto An drás Joaquín A paricio A ntonio Báylos juan-Rarttón Capel la Juan Terr&dillos Título origino^- Teoría generale detki potfica © Wiktfiof Trotto. S A , 2003. 2005 Fcrroi, 55. 2S 003 Madrid T e l¿ W ; 91 543 0 3 61 Fax: 91 Ü 2 U 88 S'fnotf; edi1oriat@ V o tia.« htlp,-//www.*otta« á> Giulio ESnaudí editore t.fi.o.. Torino. 1999 £►AiUcmío de Cabo <te la Vega y 6 e/0'¿0 Pitorcllo Prados. 2003 © po/a lo iroduceión: Antonio da G a to de lo Vego, G em id o Píiorelfo Prodoj, José f«m úndez 5onlil!6<l, Alfonso ílin'z Miguel, fllctéi Julio Entrado, Miguel Cc'booelJ, Magdalena Lorouo, Pipo linores, W a r e « O ta d o y Carmen 9» » tila D urtu, 2003 ó fondo da Coltura Económico, México, 1996 pora lo IroduCCiórt castellana de lo* eopíly!« U , m , 11.11, ll.l'l, IJLf, vilf, Vl.ll. Yl.ril,Vlí.L U N II, m u . VHJ.nl XJ,X .JÍ, m i yXI.II publicados «r> «I volumen Níyfcerto Saóbio.* ei M ím íQ y ¡a pdtoco com ptado por José Fernández Dt/njn Edición exduscva poro típdfid ISBN: S4-$1U 579 6 D e p u to U 90I: M -37 .092 -20 05 Im prej^n fe ^n ó n d « Ciudod, S.L.
  • 5. CONTENIDO Introducción. La idea de una teoría general de la política: Micha- langefoBovero.............. ..... .............................. 9 Elenco de las fuentes..... ....................................................................... 71 Parte I IA FILOSOFÍA POLÍTICA Y LA LECCIÓN DE LOS CLASICOS Capítulo I. La filosofo política........... ..................... .......... 77 Capítulo 11. La lección de los clásicos..................................................... 113 Pane II POLÍTICA, MORAL, DERECHO Capitulo 111. Política y m oral................................................................ 17S Capítulo IV. Política y derecho................................................................ 2 3 7 Parre III VALORES £ IDEOLOGÍAS Capítulo V. Valores políticos.................................................................... 253 Capítulo VI. Ideología................................................................................ 3 4 7 7
  • 6. CONTENIDO Parte IV LA DEMOCRACIA Capítulo VII. Democracia: los fundam entos........................................ 401 Capítulo VIH, Democracia: Jastécnicas .,.............................................. 449 Parte V DERECHOS Y PAZ C apitalo IX. Derechos del h om b re.................. .................................... 511 Capítulo X . Paz y guerra............ ...................................................................................................... Parte VI CAMBIO POLÍTICO Y FILOSOFÍA DE 1A H1STOWA Capítulo XI. Cambio político............. .................. .................................. 617 Capítulo XII. Filosofía de la historia...................................................... 683 Índice an alítico........................*..................................................................... 7 2 9 índice de nom bres... ............................................................................. 7 6 7 8
  • 7. Introducción LA IDEA DÉ UNA TEORÍA GENERAL DE LA POLÌTICA M ichelangelo Bovero Nunca me be considerado filósofo en el sentido tradicional de la palabra, pese a haber impartido durante muchos años dos materias filosóficas: la filosofía del derecho y la filosofía de la política. Ahora bien, tanto una como otra, tal como yo las entiendo, poco tienen que ver con la Filosofía con mayúscula. Es mis, con fre­ cuencia he dedicado algunas lecciones introductorias de mis cursos a tratar de explicar a los estudiantes por que estos cursos, aun arpiándose “Filosofía del derecho” y ’‘Filosofía de la política”, yo no los expongo como cursos propiamente filosóficos. La mayor pane de ios apuntes que han tenido que estudiar mis alumnos no se titulaban Filosofía de,,*, sino Teoríageneral del derecho. Teoría general de la política, Teoría de lasformas de gobierno, etc. Norberto Bobbio comenzaba con « tai palabras, en 1980, una di­ sertación sobre el tema «¿Qué hacen hoy los filósofos?»» dentro de un ciclo de conferencias organizado por la Biblioteca Conmnale di Cattolica1*Querría destacar que sólo el tercero de los títulos cita­ dos en aquella ocasión se correspondía, entonces, con el de un volumen efectivamente publicado*. Por ello, podr/3 pensarse que Ja ]. Cf.W. AA.>0>ecosafannoOggi/filòsofi?,ed. deb Biblioteca Comunaledi Cartoli«,Bompiani, Milano»1982.E1tortodeJadisertacióndeBobbio,seguidadela Tjoicrìpción del debate, aparee«, sin título, en las pp, 159-182. 2. Cf, N. Bobbio, ¡¿j teoria delie forme di gobemo nella storia de! pensiero politico, CiapicheHi, Torino, 1976 [«ad. ¿asr. de j. F. Fcxnifidez Santifliji, La teo­ ria de las formas de gobierno en la historia del pensamiento político, FCE> México, 1£87], Se trata del volumen de npumt» publicado con morivo del curso de Filosofía 9
  • 8. (UCHClANOÍLO SOVEHO idea de una teoría general de la política le parecía a Bobbio tan definida, y acaso la intención de llevarla a cabo tan dará, que se expresó (el texto de la conferencia que apareció después en un volumen colectivo se estableció a partir de una grabación) oomo si se tratase de una obra ya realizada. La alusión de Bobbio a las dos «teorías generales») del dececho y de la política, como títulos de dos libros verdaderamente existen­ tes, no constituía en realidad más que un expediente retórico. Ser­ vía para sugerir a los oyentes de forma inmediata cuál era la direc­ ción preferente, aunque no exclusiva, por la que había encauzado sus estudios, además de su docencia universitaria. Ello no quiere decir que la idea de una teoría general de la política, concebida no sólo como perspectiva para sus investigaciones sino como obra que exigía una redacción sistemática, no se correspondiese con un pro­ yecto real. Sobre este asunto Bobbio volvió a reflexionar varias veces, al menos desde 1972, año en que pasó de la cátedra de Filosofía del derecho a la recientemente instituida de Filosofía de la política (tal como, entonces, se denominaba siguiendo la redundan­ te expresión de Croce). Ahora bien3a la reflexión nunca le siguió el paso decisivo hacia su realización. Quizá porque Bobbio siempre fue consciente de la novedad (relativa) y de Us dimensiones de la empresa. Durante muchos años de estudio desarrolló la teoría ge­ neral del derecho, disciplina defendida y frecuentada por numero­ sos autores, afrontando todos los temas principales del debate con­ temporáneo3; mientras que la teoría general de la política siguió paredándole por largo tiempo un «campo vastísimo y, en gran parte, inexplorado»4. En í?84, cuando algunos alumnos organiza­ ron un seminario dedicado a su pensamiento político con morivo de su septuagésimo quinto cumpleaños, y decidieron titularlo «Por de la política de le* añoj 197S/1976. Teoríageneral* del diritto es «I título de un libro aparecido muchos años mis urde, en 1393, en Giappichcllj, si bien dicho libro no es otro que la «publicación en un solo volumen de loj dos cursos de Filosofo de! dere­ cho sobre la Teorfá de la norma ptrtdica y ¿obre ía Teoría del ordenamiento ¡nrídico^ aparecidos igualmente en G¡app>chelU ec 1952 y 1960. La edición ¡oüina de tos dos cursos en un solo volumen babfa sido precedida por dos edicionesen inducción «parió* lar Teoríageneral del derecho* trad. de J. Guerrero R-, Tcmis, Bogotá, 1987, *1994, y Teoría general del drrtcbo^ trad. de E. Roío Acuna, Debate, Madrid, 1991» última rc¡mp. de 199á. 3. Aunque nunca haya «tenido ganas» ((a expresión es de Ríccardo Gua^twi en una rccicDte intervención ¿obre tos escritor jurídicos de Bobbio, de próxlrca publica­ ción) de dar a sus flumcrfKfctmas contribuciones una forma ¿¡¿temática. 4. Tftfro, p. 39. 10
  • 9. I N T R O D U C C I Ó N . LA ( C E A D E U N A T E O I l f A G E N E X A l DÉ L A f O U T l C * una teoría general de la política», Bobbio afirmó, en z clausura, que dicho título parecía señalar «más una serie de buenos propósi­ tos que una ¿olida realidad». Y añadió: «Después de haberme ocu­ pado durante años de una teoría general deJ derecho, creo que ha llegado el momento de afrontar el problema de una teoría general de la política, mucho más atrasada que la primera. Ahora bien, no he pasado de los fragmentos a Jas partes, del esquema a la obra completa*-5. Al año siguiente» al reunir en el volumen Estado^ go­ biernov sociedad cuatro voces escritas entre 1978 y 1581 para la Enciclopedia Einaudi —dedicadas, respectivamente, a «Democra­ cia/dictadura», ^Público/privado», «Sociedad civil» y «Estado»—, eligió como subtítulo la misma fórmula elegida por los alumnos para encabezar el seminario: Por una teoría general de la política. En la Introducción, con fecha de julio de 1985, explicaba: «Se trata de temas sobre los que he trabajado con frecuencia en estos últimos diez años: considerados uno por uno constituyen fragmentos de una teoría general de la política aún por escribir»*. Muchos años después, en 1998, reconocería en aquel «ambicioso» subtítulo «una promesa no mantenida»7. Que entendía Bobbio> desde un principio, por «teoría general de la política» parece deducirse, al menos formalmente y en una primera aproximación de la comparación, varias vec^s recordada, con la teoría general del derecho. Una comparación que el propio Bobbio ha realizado explícitamente en una recentísima considera­ ción retrospectiva de su obra: ■(„.} lo que las dos teorías tienen en común en mis escritos [...] no es tanto el fin, exclusivamente cognoscitivo (no prepositivo), sino también la forma de proceder para alcanzarlo. Se trata del procedi­ m iento {de la] «reconstrucción», mediante el análisis lingüístico nunca apartado de las referencias históricas a los escritores clásicos, 5. Ct N. Bobbio, «Congeda*, en L. Itanan&tey M Eknero (edí.), Peruna teoría gmeráU ¿tila poiilica. Stadidedicatia tria Bobbic,Paiíi Editor!, Fkínzff* 1986, p. 249. 6. N. Bóbbto, StJlDj gotremú, socútá* Per una uoña generale delta política, Ei­ naudi, Torlno, 1985, p. VILt (rtad. casi. tle L. Sánchez García, Estado, gobierno, sacie' dad. Co»rribuc¿ÚA a una teoría general de la política, Piüá y Jaoés, Barcelona, 19S7, p. 9]. En la segunda edición ¡(duna, de 1995, se sustituyó el subtítulo por h fórmula más humilde de Fragmentas de un diccionario político. 7. Asir en el Prólogo al libro de A. Creppi, Teoría e ideología e» el pensamiento potttko de Norberto Bobbio, Marcial Pons, Madrid'Barcctona, 1993, p. 9. La obra de Grcppi representa, en la actualidad, el estudio mis completo del pensamiento político de &obbio. 1 1
  • 10. HlCKf LANCELO BOYERO de las categorías fundamentales, que permiten delimitar exterior- mente y ordenar internamente ambas áreas, la jurídica y la política, y [establecer] sus relaciones recíprocas*. A nadie se le escapa que la teoría general de la política, conce­ bida sobre «1 modelo de la teoría general del derecho, resulta no sólo diferente, sino en cierto sentido incluso contraria a! modelo hegemónico de la filosofía política tal como ha quedado fijado en el debate internacional de los últimos treinta años, inaugurado por la célebre obra de John Rawls, Una teoría de la justicia (1?71). Existe la difundida opinión de que el extraordinario éxito de la obra de Rawls ha «resucitado» verdaderamente la filosofía política, dada por muerta quince anos antes por algunos de sus estudiosos9. Dicho modelo hcgcmónico identifica Ja filosofía política coa la vertiente normativa de la reflexión sobre la política, que asume como direc­ triz propia fundamental la discusión de las cuestiones de valor y del deber ser, la de los problemas de justificación y de orientación prescriptiva. Según la más reciente valoración de Bobbio, aunque es cierto que el renacimiento de la filosofía política se debe a «una obra que pretende indicar la mejor solución posible para una socie­ dad justa, la teoría general, tal como yo la he concebido y la he comenzado a formular, pertenece a la fase anterior, por lo demás nunca superada en los últimos años. La teoría general de la política y la teoría normativa dé la justicia pueden tranquilamente avanzar [untas sin chocar entre sí. Sus objetivos son diferentes, aunque la primera puede ayudar a la segunda a perseguir con claridad y pre- cisión su objetivo, y la segunda puede ofrecer a la primera renova* das materias de estudio*™. Esta ecuánime valoración nos ayuda a comprender que no tiene mucho sentido tratar de separar de forma tajante la teoría generar de ¡a política y la teoría de la justicia y, mucho menos, establecer con una (apresurada) adió fimum regun- dorum que el nombre de «filosofía política» deba quedar reservado exclusivamente a la teoría normativa. En todo caso, tampoco tiene mucha importancia. A fin de cuentas, se trata de simples conven­ ciones lingüísticas11. Pese a rodo, no puede dejar de constatarse que con la identificación hoy habitual entre la filosofía política 8. IbúL, p. 10. 9. Aunque no resulte indiscutible ni que «Tuviera muerta ni, por tanto, que Rawls la haya resucitado. QL A. Greppi, Teoría t ideología, «ir., pp. 14 ss. 10. N. Bobfeio, Ptóíogo, rit,p. 10. 11- Bobbio ha imisedo envaria; ocasiona sobre el carácterconvencional de csus distinción«. 12
  • 11. I N T R O D U C C I Ó N I A l O S A O í U N A T t O A Í A G E N E A A l D i I A P O Ü T k C A íout covrt y el universo de discurso rcconducible al paradigma contemporáneo de las teorías de la justicia —un universo que ha crecido desmesuradamente sobre sí mismo como una «nueva esco­ lástica»— se corre el riesgo de reducir las funciones y, acaso, de hacer invisible fe propia existencia de lo que Bobbio ha llamado teoría general de la políti«. Para poner en duda esta identificación (tendencialmente) exclusiva, basta con reflexionar sobre la gran variedad de perspectivas, enfoques y estilos filosóficos de las obras clásicas habituaJmente adscritas a la historia de la filosofía política. La filosofía política y sus formas Bobbio abordó el problema de distinguir entre las diferentes formas de filosofía política o» mejor dicho, de clasificar los diferentes mo­ dos históricamente practicados de interpretar su naturaleza y fun­ dones, en ia ponencia presentada aí seminario sobre «Tradición y novedad de la filosofía política*» celebrado en Barí en 1970, que conmemoraba el nacimiento académico de la disciplina en Italia. La ponencia de Bobbio planteaba, en realidad, el objetivo indicado en e) título de especificar las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política. Ahora bien, la tesis que sostuvo —que tales relaciones se configuran de forma diferente dependiendo del sen­ tido que se atribuya a la noción de filosofía política— condujo a Bobbio a proponer, en esencia, una clasificación de la filosofía política en cuatro tipos principales: una distinción que él mismo presentaba, en el comentario oral a la ponencia, como un «mapa de las regiones que los filósofos políticos han habitado en cada momento»52. Según el mapa de Bobbio, el primer tipo de íúosotía política coincide con la forma más tradicional de entender su naturaleza y funciones, y consiste en el -diseño [..,} la óptima república», es decir, en «la construcción de un modelo ideal de Estado». Se refería explícitamente a las utopías, incluidas las que Bobbio denomina «utopías invertidas», como 1934 de Orweli; si bien, impiíritámen* te, cabía la posibilidad de extenderlo a los modelos normativos de «sociedad buena» (o de «sociedad justa»}. El segundo tipo de filoso­ fía política consiste en la «búsqueda del fundamento último del poder»; se trata de lo que, principalmente en la tradición anglosajo- 12. C{. el YúJumeade Acuí del congreso, Tnuiñwne <rwñtá ¿ella fHósófiadelta paÜttca, Liur¿¿, Barí, l$7l, p. 34. 13
  • 12. niCKtlANGElO BOYÉ*O os, se interpreta como el problema de la justificación de la obliga- dón política y que, en otra? tradiciones se entiende como el pro­ blema de los principios de legitimidad del poder político. El tercer tipo de filosofía política es el que se propone la «determinación del concepto general de Apolitica'’», bien mediante una reflexión sobre la Llamada «autonomía de la política» respecto a la moral» bien mediante una teoría al poder destinada a «delimitar el campo de la política respecto al de la economía o el derecho». Y es en relación con este último tipo con el que Bobbio —por primera vez, si lo he entendido bien— sugiere como adecuado el nombre de «teoría ge­ neral de la política», recurriendo a la analogía con la teoría general del derecho. El cuarto (y mis reciente) tipo de filosofía política es el que nace de ia interpretación de la filosofía en general como metacíencía, identificando como misión principal de aquélla, de un lado, ta investigación de los presupuestos y condiciones de validez de la ciencia política y, de otro, el análisis del lenguaje político13. En un trabajo del año siguiente, titulado Consideraciones sobre lafilosofía política, Bobbio explicaba que su intento de clasificación surgió de la «constatación de que en la categoría de la filosofía política se suelen incluir obras aparentemente muy diferentes como la República de Platón, El contrato social de Rousseau y la Filosofìa del derecho de Hegel»14-Al desarrollar estas consideraciones adicio­ nales, Bobbio colocaba entre paréntesis el cuarto significado de filosofía política, ya fuera porque lo consideraba estancado en un estado de propuesta, ya porque no le hallaba correspondencia en la filosofía política clásica «desde Platón a Hegel» y, quizá, porque consideraba más oportuno colocarlo entre las formas de filosofía de la ciencia. Por ello, al desarrollar la distinción entre los tres prime­ ros tipos de filosofía política, indicaba para cada uno una obra clásica, aparte de las sugeridas al principio, que podía considerarse paradigmática: la Utopía de Tomás Moro, el heviatán de Hobbes y El Príncipe de Maqui&velo. AJ contrastar las tres obras, señalaba en cada ima el tipo de problema fundamental y lo reconducfa al tipo de investigación en que había reconocido, en su escrito anterior, cada una de las tres formas de interpretar la misión de la filosofía politi’ ]3. N. Bobbío,Sobre¡osposiblesre¡á¿¡on¿sentrefilosofopolíticay¿ienciapolíti­ ca,cf. mfra, pp. 5*7. 14. N. Bobblo, •CúnsldífiztoAÍjuik filúiúfiapg]iijci>: Rítvia italiano di srícnz& política 1/2 <1971), p. 367. Le» dos /regmenuu de «te arrteutoaparecen en el presente volumen reunidos en uo solo trabáje coa ¿I texto dd ensayo ulterior (cf. ittpra, n, 13), en el cap. I» I; aunque se ha omitido el pasaje aquí atado. 14
  • 13. I N T R O D U C C I Ó N . L A I D E A O E U N A T E O R I A G E N E R A L O E I A * O U T J C A ca; la búsqueda de Ja mejor forma de gobierno, la de la justificación del Estado, y la de la naturaleza de la política. Si volvemos, ahora, ai mapa «completo» de cuatro términos tra­ zado por Bobbio en 1970, resulta fácil advertir que las dos primeras «regiones*, habitadas, por ejemplo» por Platón y Moro la primera» y por Hobbes y Rousseau la segunda, se ocupan principalmente de cuestiones de valor, o de validez, y que pueden ser consideradas con­ tiguas o complementarias entre sí, como lo son los problemas de la prescripción y de la justificación; mientras que las otras dos «regio­ nes», habitadas por Maquiavelo y Hegel la tercera, y por Alfred J. Ayer y Félix E. Oppenheim, la cuarta» se ocupan principalmente de cuestiones de hecho, o mejor dicho, de conocimiento, y que, quizá, pueden también considerarse contiguas o complementarias entre sí como la interpretación de la naturaleza de las cosas (políticas) y el análisis conceptual. Llegados a este punto, se trata de ver si las dos vertientes, normativo-prescriptiva e interpretativo-analítica, en que pueden agruparse las cuatro formas de filosofía política, deben con­ siderarse netamente separadas y alternativas entre sí, constituyendo cada una de ellas un campo peculiar y distinto de Ja reflexión sobre la política; o si, por el contrario, pueden o incluso deben considerar­ se no sólo complementarias, sino también^ de algún modo, interco- nectadas. Planteado én estos términos, el problema parece ser un reflejo de otro mis general, el de la «gran división» entre hechos y valores (sobre el que tendremos que volver), Bobbio se Ha declarado siempre «un dualista empedernido» para el que «está vedado el paso entre el mundo de los hechos yel de los valores»1*. Consecuentemen­ te, en las conclusiones de su ponencia de Bari defendía que allí don­ de la filosofía política asume un carácter fuertemente valoranvo, como en los dos primeros tipos, la relación con la ciencia política, que se ocupa de descripciones y explicaciones avalorativas, es de separación, mientras que en el caso de ios otros dos tipos, la relación con Ja ciencia política es de continuidad o de integración recíproca. De ahí que pareciera perfilarse en el pensamiento de Bobbio una división análoga entre lo que he llamado las dos «vertientes» de la filosofía política. Pese a todo, en las consideraciones adicionales afirmaba que, reconducido cada tipo de filosofía política al problema principal —de «hecho» o de «valor»— de que se ocupa, la búsqueda de la 15, A$4 púrejemplo, en N. Bobbio} b e ttmetute, Eiiuudi, Tórino, 1996, p. 152. [trad c&sl de E. Beoítez, Dé sene¿tute- y oíros ¿s¿tí!cs tñógrdfeas, Taunjs, Madrid, 1997, p. 1831. 15
  • 14. HICHSlANCCIO ftOVCIlO respuesta a una de las preguntas fundamentales d o sólo no excluye la búsqueda de las demás, sino que la exige y presupon«; «Depende de la respuesta que se dé a la pregunta sobre la naturaleza de la política {si, y en qué medida, se la considera dependiente o no de la moral) la respuesta al problema de la obligación política, es decir, si, y en qué medida, debo obedecer a un orden injusto» Depende de la idea que se tenga de la naturaleza del Estado y de sus fines la respuesta que se dé a la pregunta sobre cuáles son las instituciones políticas mejores»1*. Si esta alegada «dependencia» se entendiera, en sentido estricto, como «deducibilidad» de los juicios de valor sobre la conducta que se debe adoptar y sobre las instituciones que se debe preferir, a partit de los juicios de hecho sobre la naturaleza de la política o del Estado tal cual so ti, el riesgo de incurrir en la falacia naturalista (que, justamente, consiste en la errónea pretensión de extraer directamente lo que se «debe» de lo que *es*) resultaría inevitable. Lo que sugiero es que tal «dependencia» no debe enten­ derse literalmente, sino mds.bien ser interpretada como «conexión», en el sentido en que se habla de conexiones entre las premisas y la conclusión de un razonamiento práctico de tipo silogístico, que no supone, formulado adecuadamente, una violación de la «ley de Hume». Lo que se confirma por el ejemplo propuesto poco después de Ja obra de John Locke en la que, segÉin Bobbio, «esta estrecha conexión entre los tres problemas resulta evidente; a) la finalidad del cuerpo político es la de otorgar a los individuos la seguridad en su vida, su libertad y sus bienes; 6) cuando el gobierno deja de escar en condiciones de garantizar la seguridad, la obligación política, es decir, la obligación de obediencia, desaparece; c) la mejor forma de obtener esta garantía es la existencia de un legislativo basado en el consenso y de un ejecutivo dependiente del legislativo*17. Esta ob- 16. ín/nu, pp. 10-11. 17. !nfrat p. 11. Obsérvese, sin embargo, que ía premisa mayor, sub a), no cottis- ic en una definición de la naturaleza ¿el Estado, sino del (triple) fin del Estado o, si se prefiere, corresponded una definición ideológica, alas que Bobbio, «ornoveremos, no considera adecuadas para comprender la namraJeia de la políticay del pender político. En la medidaen b que índica fines ulteriorese independientes respecto af «fin mínimo* del orden, tal definición no puede ser considerada por tiobbio «descriptiva» de la naru- raleza de la polídea y del Estado, sino «persuasiva» o propiamente prescripriva. De hecho, Lockeprescribe al estado denos fines (laseguridad de Iavida, de la liberud, de [g*bienes) que consórayen sus valores. Aclarado !o cual, laconexión reconstruida aquí por Bobbioadoptala forma de un doble razonamiento silogístico: laproposición sub b) es, en realidad, deícomp^iiible en uiü afirmaciónde hetho, *c¡ gobiernono escapazde garantizar la¿eguridad de ciertos bienes» y» en unjuido de valor, «no se debe obedecer 16
  • 15. I N T R O D U C C I O N . L.A ¡ D 6A 0 6 U N A T Í O K Í A G f N Í M L O E LA f Q l l T J C A servsción no tiene en este punto ulteriores desartoJlos. Aunque está implícito,en el discurso de Bobbio que podrían buscarse «conexio­ nes» análogas en la obra de cada uno de Jos grandes escritores que ha distribuido en las diferentes «regiones» del «mapa». Estos son los escritores que Bobbio considera «clásicos», más aun, junto a otros pocos, los mayores clásicos, es decir, según la afortunada expresión de Alejandro Passerin d^Entreves tantas ve­ ces repetida por Bobbio, «los autores que cuentan*. Y cuentan para Bobbio también en la medida en que han elaborado modelos con­ ceptuales de amplio alcance, visiones generales del universo políti­ co y de sus problemas, afrontándolos, cada uno desde su punto de vista, en su globalidad. (Mantener que las concepciones globales ofrecidas pot los mayores clásicos difieren entre sí no sólo por las diferentes soluciones propuestas* sino también por la diferente im­ portancia que atribuyen a unos u otros de los problemas fundamen­ tales.) Ahora bien, es justamente Ja visión global, la «conexión» entre los temas fundamentales de la reflexión política que han sido replanteados y discutidos por Ja mayor parte de los escritores polí­ ticos., empezando por los griegos, Ja que se califica, en la ¡ntroduc- ción ai volumen sobre La Teoría de ios formas degobierno de 1976, con el nombre de «teoría general de la política». La expresión, en dicho texto y en casi todos los que ía utüizan refiriéndose a las «lecciones de tos clásicos», parece asumir un significado distinto del construido por analogía con la teoría general del derecho. Si bien es cierto que, en este último Sentido, la teoría general de la política se hace coincidir explícitamente con sólo una de las cuatro formas de filosofía política —-o} si se quiere, con sólo una de las dos vertiente^ la que mira al fin «cognoscitivo» no «propositivo»—, mientras que* en el otro sentido, parece extenderse hasta incluir todas las cuestiones de «hecho» y de «valor» que constituyen el objeto principal de las diferentes formas de reflexión filosófica sobre la política. El ejemplo de Ja conexión entre los grandes temas en Ja teoría de Locke resulta esclarccedor. La noción de teoría &ha estado que no consigue su fin, es decir, la garantía de tal seguridad». De igud forma, la proposiciónsub c) puede entenderte como ua Juicio de ¿echo 4111: ¿firma la adecuaeidndc una derta form a de gobierno como medio p ir a determinados fines, 2 la que deberla seguir !aconclusión normativade que se erarade lamejor forma de gobicr- so, si en Japremisa mayor, igualmente normativa,se ha afirmado que son ¡¿Jes fineslos que un gobierno debe perseguir- En ambos casos, !a conexión entre juicios de hecho y de valor resulta admisibley no implica violaciones de la «ley de Hiune», que establece la imposibilidad de derivar lógicamente conclusiones prtscriptivas ú/tt&rrtentt de pre­ misas descriptivas. 17
  • 16. MICHELANGELO BOVfRO general de la política oscila en los textos de Bobbio entre estos dos significados, lo que plantea ciertos problemas al intérprete. Trataré de hacer ver, en las siguientes páginas, cómo puede superarse dicha dificultad. Teoría e ideología La ocasión para volver a reflexionar sobre cuestiones de metateoría, o de «metafilosofía política», se la ofreció a Bobbio un trabajo de Daoilo Zolo aparecido en 1935, en la recién nacida Teorìapolitica1*. Zolo retomaba el problema de las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política, exponiendo consideraciones muy críticas frente a la concepción neo~empiiista de la ciencia (y 4c la ciencia política) a partir de la cuaiBobbio había tratado el tema en,1970u. Sostenía que la distinción entre filosofía y ciencia política podía re- conducirse a una diferencia de grado, derivada de una «selección y presentación de los problemas» diferente: mientras que la filosofía tiende a construir teorías muy generales e inclusivas, la ciencia cons- truye teorías de radio más limitado e intensamente especializadas. Y, volviendo al mapa de las formas de filosofía política* proponía a Bobbio. que lo corrigiese, a la luz: de los avances de la epistemología post-empirista, excluyendo aquellos significados de filosofía politi* ca que ya se habían vuelto (a su juicio) obsoletos c inaceptables, en primer lugar., el de la búsqueda de la óptima república. En 2988, Bobbio fue invitado a pronunciar la conferencia de inauguración del seminario sobre «La filosofía política hoy*, pro­ movido por ios profesores italianos de la disciplina. La conferencia, incluida ahora en el volumen de las acras del seminario aparecido en Í990, debe leerse conjuntamente con el ensayo Ragioni delia filosofia política^ redactado por Bobbio en el mismo período, que incluye consideraciones paralelas y complementarias, recorriendo las diferentes fases del debate (no sólo italiano) sobre la disciplinad La conferencia en dicho seminario se abre sugiriendo Ja oportuni­ 18. Cf. r>. Zt»k>, «I possibili rapporti ua filosofia política f scícnzi política. Uní propoua post-empinsdt2>: Ttoña politica 1/3 (19SS), pp. £1-109. 19. Êa un cotta de 19£6, Bobbio respondía sobre este punco a Zolo q-je no creía que lascriticas dirigidas desde muchos /rentes a h epistemología empimta U hubiesen -desbancado*. CL infra, pp. 34S-349., 20. Ambos textos aparecen rcpiodufidosen el presentevolumen,el primero, par­ cialmeare, en eJcap. I. H, el segundo, íntegramente, en el cap. I. IIL 18
  • 17. I N T R O D U C C I Ó N . L A I D 6 A D i U N A Y f O f c Í A G E N E R A L DE I A P O L I T I C A dad de distinguir dos mapas, el «mapa do los enfoques», es decir, el de las diferentes formas —filosófica, científica e histórica— de abor- dar el objeto «política», y el «mapa de las áreas», es decir, el de las esferas tradicionales —política, ética, jurídica y económica— de! mundo de la práctica. Ei mapa de la filosofía política resulta, pues, en realidad, de la intersección de dos mapas diferentes. En lo rela­ tivo a la actualización y revisión del mapa, Bobbio no parece ha­ ber encontrado razones para modificarlo radicalmente, al no haber detectado más que novedades parciales y, en todo caso, no radica­ les, tanto desde el punto de vista de los »enfoques» como desde el punto de vísta de las «áreas*. Los significados de «filosofía política» identificados en 1970 parecen, por ranto, mantenerse, incluido el de la búsqueda de la óptima república. Si, aparentemente, «el pro* blema del buen gobierno ha perdido mucha de su actualidad», ex­ plica Bobbio, ello depende fundamentalmente «del hecho de que el problema se ha ido trasladando del buen gobierno a U “buena sociedad**». Y ello ba sucedido porque en el mundo moderno “ya no se cree que para cambiar la sociedad baste con cambiar el régi­ men político, como podía creerse cuando el Estado lo era todo y la sociedad fuera del Estado no era nada». Pero el problema, en su esencia, es el mismo. Como mucho, menos limitado. Justamente, Jas obras de filósofos políticos que han suscitado un debate más amplio en Jos últimos años, desde la Teoría de la justicia de Rawls a Jas Esferas de justicia de Walzer, no pueden entenderse más que como continuaciones ideales, y actualizadas, del tema tradicional del óptimo Estado. Se trata, efectivamente, de «intentos de propo­ ner soluciones, o por fo menos de ofrecer indicaciones, para la consecución de una buena, o al menos, mejor sociedad*11. La única novedad relevante registrada en el «mapa de los enfo­ ques» consiste, según Bobbio, en el «intento de dar vida a una teoría general de la política». Se refiere a Zolo y a su idea de una contigüi­ dad substancial entre teoría filosófica y teoría científica de la polí­ tica, aunque, más generalmente, Bobbio se refería también aquí a la tarea propiciada por la revista Teoría política, que desde su primer número, aparecido a comienzos de 1985, se proponía «la confron* tación entre filósofos de Ja política y científicos de la política, e invita{rj a colaborar e interactuar a filósofos, sociólogos, historia­ dores, políticos y juristas»2*. En la ponencia del seminario de 1988, comentando la rcdefinición de Ja filosofía política propuesta por 21. Inf/a, pp. 19-20. 22. fofra, p. 29* Í9
  • 18. MICMfUN&FlO »OVERO Zolo en términos de «teoría general» (frente a la «teoría «pedal* atribuida a la ciencia política), Bobbio sugería que «Zolo pensaba más que en la filosofía política, entendida en sentido amplio, en la teoría política considerada, como se hace en la teoría general del derecho, como la elaboración del conjunto de concepto» generales, Grundbegriffe, empezando por el de «política», que sirven para delimitar el área de una disciplina, y para establecer sus principales puntos de referencia»*3. En este texto, por tanto, parece que Bobbio todavía identifica sustancialmente la noción de teoría general de la política, como había hecho en su ponencia de 1970, con sólo uno de los cuatro significados tradicionales: el de la búsqueda de la naturaleza de la política. En su ensayo inmediatamente poste­ rior, Razones de la filosofía política, tal noción aparece, si no modificada, al menos enriquecida. Aquí, (a teoría general de la política no parece coincidir simplemente con una de las formas de filosofía política, delimitada por su objeto, sino instituir al tiempo un horizonte de investigación potencialmente abierto a la consi­ deración y reformulación de los problemas típicos de las otras dos formas. En este nuevo texto* tras haber subrayado cómo la redéfmición de la filosofia politica en térmicos de «teoría política», propuesta por la revista homónima, resultaba no sólo admisible sino oportu­ na, ya que parecía «¿mis idónea para encontrar un mayor punto de convergencia que el permitido por Ja antigua expresión «filosofía política»» sujeta «a tas mis diversas interpretaciones y contiendas»24, Bobbio vuelve sobre el problema de la enseñanza universitaria de la disciplina y recuerda haber indicado hacia Í976, en el ya citado curso sobre La Uona de las formas degobierno, su «razón de ser» en el estudio y análisis de los «temas recurrentes«. Es decir, de aquellos temas, como precisamente la teoría de las formas de gobierno, «que atraviesan toda la historia de! pensamiento politico de los griegos a nuestros días y que en cuanto tales constituyen una parte de la teoría general de 1apolítica». Añadiendo que el estudio de los temas recurrentes, es decir, la recepción de las «lecciones de los clásicos» (junto con las de los contemporáneos) en referencia a los grandes problemas permanentemente repropuestos por la reflexión política sirve fundamentalmente para «individualizar algunas grandes cate- 23. Ed c! prestare volumen, $e ba omitido este fragmento. Cf. N. Bobbio, 'Per un mappidelli filosofiapotinca*, eoD. Fioroc (cd ), Lafìlcsùfìa pclilkj, oggi, Giappiche­ lli, Toriflo, 1990, p, 11, 24. Infra, p.31. 20
  • 19. I N T R O D U C C I O N - LA I DEA D t U N A T i O A Í A <j ENÍ RAC 0€ t,A ^ O l Í T I C A gorfes (comenzando por aquella generalísima de política), que per­ miten fijar en conceptos generales los fenómenos que entran a for­ mar parte del universo políúco»2J. El ensayo concluye con la mani­ festación de lo que Bobbio denomina con su habitual vmd¿rstatement «ju preferencia»: [...] hoy la función más útil de U filosofía política es aquélla de analizar los conceptos políticos fundamentales, empezando por el concepto mismo de política. Más útil porque son los mismos con* ccptos que vienen siendo usados por los historiadores p olíti­ cos» por los historiadores de las doctrinas políticas, por Jos politólo- gos, por los sociólogos de la poiídci, pero con frecuencia sin an­ darse con sutilezas en la identificación de su significado, o de sus múltiples significados^. Debe señalarse, también, la precisión final: Contzaiiameme a una interpretación limitativa de la filosofía ana* Jítíca, el análisisconceptualno se queda en el puro y simple análisis lingüístico, ya que éste aparece continuamente entremezclado con el análisis fáctioo realizado con las herramientas m etodológi­ cas consolidadas por las ciencias empíricas* de situaciones política* m ente relevantes17. Así entendida, la teoría general de la política —como resulta, o puede resultar, del desarrollo sistemático del estudio analítico de los graneles problemas, identificados, redefinidos y discutidos (también) mediante la identificación de los temas recurrentes en los clásicos— se reveía no sólo como una forma circunscrita, preferida por Bob­ bio, de interpretar la naturaleza y la fundón de la filosofía política, sino como una forma de reflexión sobre la política capaz de incluir, en su perspectiva específica, las cuatro regiones cíe la filosofía políti­ ca delineadas en el mapa de 1970. En lo relativo al método, que en otro lugar Bobbio ha definido como «empírico-analítico*2*! la teoría general de Bobbio parece reconducible a la cuarta forma de filosofía política. Ahora bien, se aclara en seguida que, por un lado, el análisis conceptual no se resuelve enteramente (como acabamos de ver) en 25- J»fra, p. 33. 2$. infra, p. 38. A Ja relación 4c maJos uStuHos de lo* conceptos, Bobbio habría podido ¿¿adir muchos de los propios filósofos políticos contemporáneos. 27. ÍTtfra%p. 39, cursivas añadid». 2S. Así, Éíi la p. XVI de U Jotroducri^n di N. Sobblo, en 1L Guüiini (ed.), Contiibuti od un dtíionano giuridUo, CiappicbíUi, Torioo, 1994. 21
  • 20. HICKf LANGÉlO BOVEAO el análisis del lenguaje y que, por otro, en la medida en que coincide con el análisis lingüístico, su lenguaje-objeto no es sólo el de los cien­ tífico» políticos, ni tan sólo el lenguaje ordinario de ios políticos o el de la discusión política cotidiana, sino sobre todo el de tos clásicos que a lo largo de lo? siglos han contribuido a plasmar, enriquecién­ dolo y modificándolo permanentemente, el vocabulario del que ha­ cemos uso para hablar de política. En lo relativo al campo de inves­ tigación, es decir, ai universo de fenómenos al que el vocabulario se refiera la teoría general, justo en la medida en que lo es, tiende a cubrir, en principio, todo el horizonte de la experiencia política, no pudiendo eludir, en primer lugar, el problema, típico de la tercera forma de filosofía política, de la delimitación de su propio campo y de la reconstrucción de sus complejas articulaciones internas. La teo­ ría general viene de esta forma a copar completamente la segunda vertiente, como aquíla he denominado, de la filosofía política, la que mira a los «hechos». Pero, al mismo tiempo, debe inevitablemente tener en cuenta los términos del problema tratados por las dos pri­ meras formas de filosofía política,, que he agrupado en la primera vertiente, la de los «valores», sin por ello asumir directamente la fun­ ción de éstas. Manteniendo, como teoría no-normativa, el enfoque preferente de la clarificación conceptual, la teoría general somete a análisis y reconstruye los significados descriptivos de las nociones (y de los juicios) de valor que emplean las teorías normativas {y tam­ bién los movimientos políticos reales) para elaborar los argumentos que justifiquen o no las acciones e instituciones políticas, y para la construcción de modelos prescriptivos de buena convivencia. El ejemplo de la teoría de las formas de gobierno, al que Bobbio ha dedicado dos cursos universitarios de filosofía política, puede resultar esclarecedor» En sus apuntes, tras haber recordado que «casi no hay escritor político que no haya propuesto y defendido una cierta tipología de las formas de gobierno» y tras haber subra­ yado *la importancia de estas tipologías [...] porque mediante ellas han sido elaborados y continuamente discutidos algunos conceptos generales de la política, como oligarquía, democracia, despotismo, gobierno mixto* etc.», Bobbio observa que «generalmente cualquier teoría de las formas de gobierno presenta dos aspectos: uno des­ criptivo y otro prescriptivo». En el primer aspecto, todo tratamien­ to del tema se resuelve «en una tipología o en una clasificación de los diversos tipos de constitución política»; aunque, subraya Bobbio, «no hay tipología que solamente renga una función descriptiva. A diferencia del botánico el escritor político no se limita a descri­ bir; generalmente se plantea otro problema, que es el de indicar, de 2 2
  • 21. I N T R O D U C C I O N . L A l O f A O C U N A T S Q t l A G E N E R A L PC t * P O l l T I C A acuerdo con un criterio de selección que naturalmente puede cam­ biar de autor a autor, cuál de las formas de gobierno descritas es buena, cuál mejor y cuál peor, y eventualmenie también cuál es la óptima y cuál la más incorrecta*2*. Se podría, por tanto, afirmar (aunque, como sabemos, resultaría restrictivo) que en cuanto re­ construye los conceptos empleados por Jos escritores políticos, y más ampliamente en el lenguaje político, la teoría general de Bob* hio consiste en un mctalcnguaje descriptivo cuyo lenguaje objeto es, en buena medida, un lenguaje prcscripdvo. Es cierto que el discurso de Bobbio, y no sólo en los escritos de «filosofía militante*30, se extiende con frecuencia, más allá de la pura reconstrucción, a la discusión de los criterios de valoración elaborados por los escritores (y otros actores) políticos, a los argu­ mentos normativos y de orientación prescriptivaj y, por unco, al discurso ideológico (en el sentido más amplio del término). En cierta medida, valen también para la teoría de Bobbio las observa­ ciones del propio Bobbio sobre Jas teorías políticas en general. La primera, mis suave y hasta obvia, señala que «no existe una teoría tan aséptica que no deje intuir elementos ideológicos que ninguna pureza metodológica llega a eliminar por entero»*1; la segunda, más fuerte, subraya que una teoría «que se refiera 3 cierto aspecto de la realidad histórica y social casi siempre es también una ideología, es decir, un conjunto más o menos sistematizado de evaluaciones que debería inducir a quienes la escuchan la preferencia de un estado de cosas en lugai de oiro*w. Y, sin embargo, no puede dejar de seña­ larse, por el contrario, la importancia que han tenido en la defensa de valores e ideales sostenida por Bobbio en tantos años de batallas intelectuales la operación en sí no ideológica, sino propiamente teórica, de reconstrucción de conceptos daros y distintos, la supera- dón de equívocos mediante la expulsión de los significados ambi­ guos del lenguaje político, y la elaboración de definiciones rigurosas y no persuasivas de las categorías fúndamentalcs11. Valga por todos 2?, N, Bobbio»L¡ teoría de tasformas de gobierno, cit, pp. 7-9, pjssim. 30. La expresión, quepcovieoe de Cactaneo, fue empleadapor Robbio en ríiqlo de sus estudios sobre el escritor ¿ombarJo (tf. Una filaso/ta militante. Sluáí su Caito Cattanto, Einaudi, Tormo, 1971) y se convirdó, después, co habitual en su len­ guaje. 31. N, Bobbio, Prólogo a A Greppi, Teoría é ideología, cíl, p. 11. 32. N- Bobbio, La teoría dé los formas de gobierno, cir., p. 10. 33. Andrea Creppi capta bien este aspacto cuando¿fuma que ¿u proyecto de ckríítttciÓQ del léxico polfoc© confluyan Jo*elementosmás significativos de ¿u fdo$6* fía y de su ideología» (cí. Teoría e ideología, cir., p. 205). 23
  • 22. HICHElANGElO BOvffcO el ejemplo del ensayo titulado De la libertad de los modernos com­ parada con la de los posteriores, que pese a ser un escrito de filoso­ fía militante, en defensa de Id libertad de tradición liberal contra las críticas de quien se colocaba en la pretendida (y pretendidamente superior) «libertad comunista», basa sus propias argumentaciones en la redefinición y rigurosa distinción de los dos significados de ¿libertad», y que* [ustamente por ello, merece encontrar sitio en la teoría general de la política de Bobbio1*. Querría añadir, por diri­ mo, que también en este caso, el trabajo de reconstrucción concep­ tual parte de la referencia a un disico; Benjamin Constant. La lección de los clásicos En Ja Introducción, con fecha de Pascua de 1 9 7 3 , al volumen de apuntes correspondiente a su primer curso de filosofía política» titulado Società e stato da Hobbes a Marx, Bobbio escribía: «Si hubiese querido dar a mis apuntes un título académico, con gusto los habría denominado La lección de los clásicos»35. Bobbio ha vuel- to en diferentes ocasiones a la relación entre el estudio de los clási­ cos y la elaboración de una teoría general de la política. En el prefacio al volumen que recoge la bibliografía de sus obras de 1 9 3 4 a 1 9 8 4 , editado en 1 9 8 4 , tras hacer notar que sus escritos tienen con frecuencia por objeto autores del pasado, advertía que no de­ ben considerarse «propiamente escritos de historia del pensamiento político, ya que su finalidad última es la definición y sistematización de conceptos que deberían servir para la elaboración de una teoría general de la política»16. Es obvio que dicha finalidad puede preten- 24. Cf. infra, cap. V. I. ¿5. Cf.R Bobbioy M. Bovcro,Soditi é Halo daHcbbet o [cuno de Filoso­ fía de la politica, años 19?jyi973J, CLirT, Toriao, 1973»p. S. Este volumen de apuntes no se corresponde exactamente con las Jeceio»«'taí como te desarrollaron durante aquel cuiso académico. Bobbio redactó los capitolo* 1 (£/ modelo iusnaturaUstá), II (Thfimjf Hobbes), ITTfjobn Locke),rV (fútriMáTx) y la Conclusión {Dosfilosofia de h histeria) sirviéndose no sólo de los apunt« p&r*la$ clames, sino también de otros escri­ to» tuyos inédito* cu esc momeare»; y, «pira Ahorrar tiempo» —n i como dice en una nota—, cotífió (incautamente) la redacción de los capítulos IV (JeanJacquesRousseau) y V (CeorgWt F. Hegel)a su joven ayudante. 36. Así, en la Introducción » C VU¡ (ed.), Morbgno Bobbio: SO anni di studi. Bibliografie desti strini 1934-1983, Franco Angeli, Milano» 19N , p. 14. Laterza ha publicado una nueva edición en 199$ con el thuù Bibliografi* degliscrini di Norberto Bobbio 1934-1993, 24
  • 23. INTHOOuCClON. IA 'PEA Di UNA TEORIA GCNEftAL D| lA POUT'CA derse tan sólo si se emprende Ja lectura de los clásico* con los instrumentos del método analítico. En su ensayo sobre las Razones de la filosofía política, Bobbio defiende las ventajas de la lectura analítica de los textos clásicos contra las «exorbitancias» de la inter- - pretación historicista y las deformaciones de la ideológica, ya que permite «poner en evidencia el aparato conceptual con el cual el autor construye su sistema, [...] estudiar las fuentes, (...] sopesar los argumentos en pro y-en contra, y de este modo preparar los instru­ mentos necesarios para la comparación entre los textos, indepen­ dientemente de Ja cercanía en el tiempo y de las eventuales influen­ cias de uno sobre otros y para la elaboración de una teoría general de Ja política*37. Desde 1965, en Ja Introducción a su primera reco­ pilación de ensayos dedicados a los clásicos del pensamiento políti­ co moderno, titulada De H o b b e s a MarXy Bobbio afirmaba: , iS En el esnidío de los autores d d pasado nunca me he sentido es* pecisim ente atraído por el milagro del así JJamado marco hUtófi* co que convierte las fuentes en precedentes, las ocasiones en condi­ ciones, que se extiende de tal m odo en los detalles que pierde de vista eJ conjuDto. En lugar de ello, rae he dedicado, con especial interés, a la identificación de los temas fundamentales, a la clarifi­ cación de los conceptos, aJ análisis de los argumentos y a la re­ construcción del sistema34. En su explicación del método analítico de Bobbio, Riccardo Guastini lo ha resumido en un término-clave: «distinción*19. Yo añadiría, aunque en cierro sentido va implícito en el primero, un segundo término: «comparación»« No existe prácticamente texto alguno dedicado al estudio de los clásico^ en el que Bobbio no insista en la fecundidad de Jascomparaciones. En el pasaje ya recor- dado, donde por primera vez otorga a la filosofía como perspectiva el estudio de Jos «temas recurrentes» en la historia del pensamiento político, que en cuanto tales «forman parte de una teoría general de la política», asigna a este ¿¿rudio una «doble importancia»; de un lado, sirve, como sabemos, para identificar los conceptos políticos 37. Cf. infra, p. 36. 3S. Así, íh Laintroducción a N. Bobbio. Da Hcbbeí a Morxt Maraño, NapoU, J965, pp.6-7. 39, R. Gtia$úm, «Búbbiú, ó deUa dininaone», en Í4., Diátingueado. Studi di teo­ ría e mitotearía d¿¡diritto, Giapichclti, Torino. 1996, p, 41 ss. [trad. cast. de J. Fcrrcr í ¿cliráo, «Bobbio» o d tlá diitiiiddo», tn Dis/í/tguienAo, Estudios de teoría y mitoteo- ría del derecho, Cedki, BiíécIcmu, 1993, pp. 58 is.]. 25
  • 24. HICH£l*hGElO aOVEfcO fundamentales; por otro, «permite establecer entre las diversas teo­ rías políticas, que han sido sostenidas en diferentes épocas, afinida* des y diferencias»40. La importancia atribuida por Bobbio a la com­ paración entre las teorías políticas de todos los tiempos tiene su raíz en la propia noción de «clásico» y ésta, a su vez» presupone una determinada concepción de la historia. En un ensayo de 1980 sobre Max Weber, considerado como «el último de tos clásicos» de la filosofía política, Gobbto indica cuáles son las características que p cemiten reconocer en un escritor a un clásico41. Se trata de una definición que plantea ciertas dificul­ tades, De las tres características enumeradas por Bobbio, la segun­ da* que define como «clásico» aquel escritor «siempre actual, por lo que cada época» es más, cada generación, siente la necesidad de releerlo y al releerlo lo reinterpreta»; parece no ya debilitar sino hacer inútil el significado de Ja primera, según la cual «clásico» es el escritor considerado «intérprete auténtico» de su propio tiempo; y también el de ¿a tercera, según la cual «clásico» es el autor que «[ha] construido teorías-modelo de las cuales nos servimos continuamen­ te para comprender la realidad» y que «se han vuelto, con el curso de los años, verdaderas categorías mentales». Si el pensamiento de un clásico resulta permanentemente rcinterpretado en forma dife­ rente y hasta opuesta, ícnál e$ la interpretación «auténtica»» de su tiempo incluida en sus obras? Y ¿de qué forma podremos establecer reglas precisas de uso de sus «teorías-modelo»? ¿No tenderán sus construcciones conceptuales a convertirse en fórmulas vacías o ex­ cesivamente elásticas? Con rodo, quizá la principal dificultad de !a definición de «clásico» propuesta por Bobbio pueda consistir en una cierta tensión, por no decir incongruencia, entre la primera y la tercera característica: ¿cómo es posible que una construcción teóri­ ca exprese la interpretación (sea cual sea) de una cierta realidad histórica y, a! tiempot ofrezca modelos conceptuales útiles para comprender igualmente una «realidad diferente» de aquella de la que se deriva y a la que ha sido aplicada, es decir —parece sugerir Bobbio—, también para comprenderlos problemas de nuestro riem- 40. N. Bobbio, La teoría las formas dé gobierno, eit, p. 7. 41. Cf. N . Babbi», La teoria ¿¿ilo storto t àtl potere¡en P. Rossi (ed.),Max Weber e l'analisi delmondo moderno, Einaudi, Torino, 198 !..Laprimera versidmde ate<n»- yo, presentadacoma ponencia es el¿¿minano «MaxWebersesenta a£os despuéá», 26- 28 dejunio dé 19S0, apareció publicada ese mismo año eo ]a tc/huMonJaperafo 7-S, Titulada pòi su autor «Max Wtber y los clásicos». Dicho ensayo aparece reproducido cael presentevolumen en el cap. IL JH, La definición de «clásico» Cguia en la p. 7!. 2 6
  • 25. I N T R O D U C C I O N . VA ( D E A DE U N A T E O R I A G E N E R A I , DE L A P O L I T I C A po? Me parece que, en este sentido, quedaría puesta en cuestión la propia posibilidad de la «lección de los clásicos» tal como la entien­ de Bobbio: la posibilidad de encontrar en las obras de los escritos antiguos y modernos teorías válidas, es decir, resistentes al tiempo. Incluso, se podría decir, Ja probabilidad de reconocer a un escritor como un clásico, en el sentido en que «clásico», también en el lenguaje común, no es sinónimo de «pasado» sino, por el contrario, de «permanente». De forma similar, Mane admitía Ja dificultad no tanto de demostrar Ja conexión entre el arte griego y su tiempo, sino de explicar cómo puede seguir representando para nosotros «una norma y un modelo*'2. £1 problema puede reformularse en los términos siguientes. No es difícil comprender en qué sentido una teoría clásica puede ser considerada una interpretación directa o indirecta de una cierta épo­ ca, en la misma medida en que dicha teoría parece presentar una visión, o mejor dicho, una «versión» global de la (su) realidad. Como suele decirse, la de un testigo que da su versión do ios hechos. Más difícil resulta comprender cómo ciertas construcciones conceptuales pertenecientes a una teoría clásica, o incluso su estructura categoría! subyacente, su «modelo», pueden ser consideradasválidas no sólo en relación con !a realidad histórica a la que se refieren sino también para interpretar realidades de épocas diferentes, sin por ello presu­ poner anuladas las propias diferencias. La validez transtemporal de las teorías clásicas, varias veces señalada por Bobbio43, sólo parece concebible en la medida en que se asuma que dichas teorías llegan a captar, o a reflejar y revelar, una suerte de continuidad en la historia que permanece a pesar y a través de las transformaciones —al me­ nos, una continuidad de los problemas a Jos que en cada momento se otorgan soluciones diferentes—. Del conjunto de escritos bobbia- nos dedicados a los clásicos se deduce de forma clara, aunque no siempre explícita, la convicción de que existe una continuidad de este tipo» que encuentra expresión y al mismo tiempo confirmación justamente en los «temas recurrentes* siempre replanteados y re- discutidos a lo largo de los siglos de la historia del pensamiento político. Así, el problema de las formas de gobierno, cuántas y cuáles son, cuál es Ja mejor o la peor; el problema *del origen, la 42. K, Marx, Introducción de 1257 a Lineamenti fondamentali deila critica deH'etonomiapolitica, LaNuova Italia,Florencia, J9Í3, p. 40 Ittad. cast, de P. Scarón, Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Siglo XXI, México/ Madrìd'Btienas Aires, 1972]. 43. Ci., por ejemplo, infra, p. if>- 27
  • 26. MICHELANGELO BOVCRO naturaleza, la estructura» d destino, la fundamentadón, la legitimi­ dad» del poder político*. Ahora bien, no sólo son recurrentes los problemas, sino también, aunque con innumerables variantes (que Bobbio denomina «variaciones sobre el tema»}» sus diferentes plan- teamientos y soluciones» de las que resulta, por tanto, posible y fe- cundo reconocer las semejanzas y diferencias, agrupándolas en géneros y especies, reconstruyendo modelos y paradigmas concep­ tuales que, afirmados ec cierto tiempo y lugar, se agotan y desapare­ cen, resurgiendo y renovándose en otros momentos y lugares. De ahí, la periódica reaparición de la «vuelta a los antiguos» y, en gene­ ral, el resurgimiento en varias ocasiones y de forma diferente de con­ ceptos que en un cierto momento parecieron superados: neokantis­ mo, neo-hegelianismo, neo-marxismo, etc. Bobbio suele citar con agrado el horadano Multa r&nasce»tttr. No se trata, obviamente, de que Bobbio ignore la realidad de los cambios históricos, negando los cuales la propia historia se re­ duciría a una mera apariencia. Considera ciertos cambios profun* dos y radicales y* en ocasiones, aunque con cierta cautela, irrever­ sibles, lo que excluye una visión cíclica del tiempo; pero, sin embargo, no capaces de excluir netamente la continuidad entre el antes y el después. Si tuviese que ejemplificar con un lenguaje me­ tafórico, por tanto simplificador, la representación bobbiana del devenir histórico —la historia de los eventos reales y la del pensa­ miento que Jos refleja, al menos dentro del ámbito occidental al que Bobbio se refiere—, diría que su marcha.muestra ciertamente «gi­ ros*, en casos excepcionales tan drásticos que casi parecen «vuel­ cos», pero no verdaderas «fracturas«. Es cierto que Bobbio ha su- brayado con frecuencia la relevancia del crucial giro que implica el paso de la era premoderna a la era moderna» una verdadera «revo­ lución copernicana* derivada de la afirmación de la primacía de los derechos sobre los deberes^, pero igualmente ha recordado que los clásicos modernos, de Maquiavelo a Montesquieu y Rousseau, han seguido reflexionando sobre los acontecimientos, instituciones y teorías de los antiguos, no sólo a modo de historiadores, sino tam­ bién como estudiosos de la política, para extraer de ellos enseúan- 44. Extraigo está telaeióo de problemas del ensayo ¿obre «Il modello giusnatura- Iktico»: Rivistainternazionaledifiioíofia¿eldiritto L/4 (1$73), p. 609. 45. Cf. ea el presente volumen el capítulo IX. I; «La primacía de los derecho» sobre los deberes», que se corresponde con la primera versión, rica ea vaciantes, del ensayo sobre L'Etàdei<¿'nttr,Índuido en la recopilación homónima, Eíniudt, Torino, 1990 {erad. cast, de R. deAsísRoig, Eltiempodelosderechos,Sistema, Madrid, 1991, pp. 97-112J. 2 8
  • 27. iMTAODuCCtÓN. LA lOEA OE UNA TÉOfclA CENERAI. Ot (.a COLITICA zas. «No se explicaría —afirma Bobbio en la voz «Estado»* redacta­ da en 1981 para la Enciclopedia Einaudi-— este continuo reflexio­ nar sobre la historia antigua y sus instituciones sí» llegados a cierto punto del desarrollo histórico, hubiese habido una fractura tal que originase un tipo de organización social y política incomparable a las del pasado»**. En un ensayo de 19S0, enfrentándose polémica­ mente a cuantos afirmaban apreciar un cambio radical en los «con* notados» y en las «leyes del movimiento» de la política, Bobbio advertía: «Para no dejarse engañar por las apariencias y no verse inducido a creer que cada diez anos la historia recomienza de cero> es preciso tener mucha paciencia y volver a escuchar la lección de los clásicos*17. Cierto es que en este ensayo Bobbio recorría la lección de los clásicos a partir de Maquiavelo, pero lo hacía pre­ cisando inmediatamente que se podría regresar «mucho más atrás». No por casualidad había citado antes el pasaje de los Dis' cursos sobre la Primera Década en el que se afirma que «todas las cosas del mundo en todo dempo tienen su propio reencuentro con los tiempos antiguos». La idea de la continuidad de Ja historia, y de su inevitable reflejo en Ja historia del pensamiento, resulta evidente en aquellos epígrafes de la voz «Estado», antes citada, en los que se discute el problema de si el término «Estado» conviene exclusivamente aj Estado moderno o si, por el contrario, conviene también a las for­ mas políticas anteriores. Tras haber examinado ios argumentos en favor de la primera tesis, y aclarado que todo se reduce a la cuestión de si deben ponerse en evidencia más las analogías o las diferencias entre el así llamado Estado moderno y los ordenamientos anterio­ res, Bobbio invita a la «constatación» de que «un tratado de política como el de Aristóteles, dedicado al análisis de la dudad griega, no ha perdido su eficacia descriptiva y explicativa en relación con los ordenamientos políticos que se han sucedido desde entonces hasta nuestros días». Y, poco después: -Como la Política de Aristóteles para las relaciones internas, las Historias de Tucídides para las refa- 46, Dicha voz aparece ahora recogida eos ef título Stato, potere e governo en N. Bobbio, Stato, governo, ¿arieti, dr., 2199J, p. 6I. [Estado, gobierno, sociedad, cit., P- 79]- 47. *N. Bobbio, «Lipolitici tra soggetti e istituzioni: le lezioni dei elusici» ;Dwio- ¡.razia e diritto XX/S (1980), p. 641. Él ¿nsáyo se reprodujo después con il título «La crisi deUademocrazìa e Elezione dei classici»ìji N. Bobbio, G. PoncarayS. Veca, Cria delia democrazia e tteocontrertualismo,Sditoti Riuniti, Ruma, 1984, pp. 9-33 (d pasa­ je diado aparece co b p. 10). 29
  • 28. MICHEIANGEIO &OVÍKO ciones externas son, aún hoy, fuente inagotable de enseñanza» y puntos de referencia y comparación»**. Se podría decir que, desde la perspectiva de Bobbio, para man- tener la continuidad entre los clásicos y nosotros Citamos nosotros mismos y Jos clásicos. Éstos, en la medida en que inauguran tradi­ ciones que se difunden y que, a través de miles de mediaciones, llegan hasta los modos de pensamientos ordinarios y al mundo de los usos lingüísticos cotidianos; y, recíprocamente, nosotros mis­ mos, con nuestra mirada retrospectiva, en la medida en que recurri­ mos de forma más o menos consciente al patrimonio de sus ideas, teelaborándolo, Ahora bien, esto no es mis que la doble forma de producirse y reproducirse, Ja forma de continuar una cultura. En este sentido, Bobbio se refiere a la •«cultura occidental* —«comien­ zo por los griegos dado mí escaso conocimiento del pensamiento oriental*49— como a Ja cultura que hemos heredado y que posee­ mos, fundamentalmente* en el lenguaje. Es, en efecto, dentro de los confínes de esta continuidad donde encontramos a los «(clásicos», en la medida en que se mantiene nuestra capacidad de reconocerlos como tales. Vuelve a resultar evidente que, desde esta perspectiva, lo que se pretende extraer de los clásicos no es tanto su significado histórico en sentido estricto, sino más bien, como sugiere Bobbio en la Introducción a los Estudios begeliattos, «hipótesis de investiga­ ción, motivos de reflexión, ideas generales*10. De esta forma, el estudio de los clásicos abre la puerta a la construcción de una teoría general de la política. De los «autores# a ¡os conceptos para la teoría general El propio Bobbio nos aclara en su ya c o rd a d a Introducción de 1984 a la bibliografía de sus obras*1cuáles son los clásicos a los que ha dedicado mayor atención en la búsqueda de los temas recurren­ tes, cuáles son, por tanto, sus «autores». Como él mismo reconoce, la lista se Umita a diez nombres, divididos en dos series de cinco. De un lado, Hobbes, Locke, Rousseau, Kanc y Hcgcl, y , de otro, Catta- neo, Croce, Kefeen, Pnreto y Weber, por amor de la simetría. Ahora 48. N. Bobbio, «Siato, poicrc c govemo», en fd., Stazo, governo, socteíá, 21995, pp. 60-61 [Estado, gobierno, sociedad, cir., pp. 76 y 77). 49. Jn/ra,p_33. 50. N. BdUóo,Studi hfgeliani, Eloaudi, Torillo, 19£1, p. XVLLl. 51. CL Bibliografía ciegHítrflíf» rit-, p. XXV. 30
  • 29. I N T R O D U C C I Ó N . VA I D E A D E U N A T E O R I A G E N E R A L DE LA P O L Í T I C A bien, recorriendo el índice de nombres deJ presente volumen es po- sible extraer algunas ideas útiles para completarlo. Es obvio que no rodos han tenido el mismo peso en el itinerario intelectual de Bob- bio. Si tuviese que elegir de entre los autores asiduamente estudia- dos por Bobbio, cuál ha sido el que ha dejado la mayor impronta so­ bre su pensamiento político» no tendría dudas a la hora de señalar a Thomas Hobbes, Añado inmediatamente que, a mi juicio, la influen­ cia de Hobbes sobre Bobbio o, si se prefiere, la inspiración hobbe- ¿iana del pensamiento de Bobbio se refiere más a la forma que al contenido5*. En primer lugar, puede decirse que Hobbes, con su vocación por Ja precisión y la sobriedad del lenguaje y las definicio­ nes rigurosas, f&e el-indicador en el campo de la filosofía política del estilo analítico en sentido moderno, adoptado por Bobbio. No por casualidad la obra'hobbcsianá, a su vez, ha sido objeto privilegiado de Ja historiografía filosófica de orientación analítica que Bobbio ha defendido contra los excesos de la crítica tcontextualísca». También hay que señalar la afinidad entre Hobbes y Bobbio en esa actitud frente a los problemas políticos que no sabría denominar más que «realista», y que encuentra su manifestación radical, y casi patológi­ ca, tanto en Bobbio como en Hobbes, en la inclinación a considerar y describir una situación bajo su luz más desfavorable, a plantear los problemas en los términos más difíciles para el hallazgo de una solu­ ción satisfactoria5*. Baste recordar, de un lado, las más célebres fór­ mulas de Hobbes» homo homim lupushbellttm omrtium contra om- nes, y de otro, la aplicación del modelo hobbesiano propuesta por Bobbio al problema del estado de naturaleza enere los Estados21. Ahora bien, más allá de la claridad resultante del rigor analítico y de la actitud realista frente a los problemas políticos, U principal, similitud entre Bobbio y Hobbes se revela en la estructura del razonamiento. Al igual que' sucede con Hobbes, el pensamiento de 52. Aonquc Bobbio, t» contestación a una conferenciamía tituladaBobbio i Ho- bbes (publicada posteriormente cu el Noticiariode la Universidad de Turíc, 1936, d. 6)>me ha señalado con razón que, al margen del mérodo, al menos tres grandes ideas hobbe&ianas han infinido en la formación de su pensamiento político: ti individualis­ mo, ti contnctuattsmcyla ídea de la pai mediante la constíiueíónde unpoder común, Cí. N. Bobbio, Desen&tuttfcir., p. 117 {Destn&lute, eir-, ed. esp., p. 150]. 53. Quizi en esta práctica se encuentra el origen subjetivo de lo que, más jdc- lancc, denominaré el «realismo sustancial» de Bobbio, distinguiéndolo del «metodo­ lógico». 54. Cf. N. Bobbio, «Demócrata e sistema icternazionale», en id., il futuro della ¿moctazjat Eínaudi, Torino, 199ÍJ (no extsre traducción castellana de cambio* introdpcídos en la edición italiana de 199S). 31
  • 30. NICHECAMGÉIO BOYERO Bobbio resulta, en su núcleo vital, dicctómico» Bobbio ha teorizado explícitamente la importancia metodológica general de las «grandes dicotomías», definidas como el producto del «proceso de ordena­ ción y organización del propio campo de investigación» en virtud del cual «toda disciplina tiende a dividir su universo propio en dos subclases que resultan recíprocamente exclusivas y conjuntamente exhaustivas»'15. De este tipo serían, según Bobbio, la dicotomía en­ tre público y privado eo el campo del derecho y en el campo de la política, por recordar la más sencilla y amplia de las formuladas acuñadas por él; la dicotomía entre Estado y no-Estado5€que, por otra parte, refleja en cierto modo la hobbcsiana entre Estado natu­ ral y Estado civil. Junto a Jas «grandes dicotomías» e inscritas en ellas, encontramos en la obra de Bobbio innumerables dicotomías que denomina «parciales» o «secundarías». Incluso los temas recu­ rrentes, tal como los identifica y analiza Bobbio mediante el estudio de la lección de los clásicos, y que deben sistematizarse, siguiendo sus indicaciones, en el diseño de la teoría general de la política como articulación de la misma, pueden encontrar expresión ade­ cuada y conveniente en fórmulas dkotómicas, tales como sociedad y Estado, política y moral* democracia y autocracia, reforma y re­ volución, etc. Sugeriría, como ejercicio de interés, subrayar las di­ cotomías explícitas e identificar las implícitas, que constituyen la verdadera trama conceptual del presente volumen como de codo el resto de escritos teóricos de Bobbio* Para construir las bases de la teoría general déla política median- te el estudio analítico de los clásicos, Bobbio ha utilizado» priorita­ riamente, dos estrategias complementarias. La primera consiste en partir de una noción de uso corriente para buscar sus diferentes in­ terpretaciones en la historia del pensamiento político, con frecuen­ cia insertas en una red de pares dicotómicos. La segunda consiste en partir de la obra de un gran autor para identificar un concepto fun­ damental del lenguaje político, clarificar su significado y, eventual­ mente, distinguir sentidos confundidos en la misma, con frecuencia {de nuevo) mediante Ja construcción de dicotomías. Constituyen ejemplos evidfentes de la primera estrategia los ensayos bobbianos 55. Cf. N. Bobbio, «La ¿riode tfkoiomij», en í¿ . Dalla ¡matura alia ftaiztortc. Comunicó, Milano, 1977, p. 145; cf, tamban -Publico/privara*, en Staio, gavemo, societá, ck. (»La gran dicotomía: públjeo/privaílo», en Estado, gobierno, sociedad^ ííl, PP. 11-33]. 56.. Cf.. por ejemplo, infra>p. 115; y, sobre todo, Stato, govemo, societá, cír., pp. H2-115 [Estado, gobierno y sociedad, cir., pp, 136-139). 32
  • 31. I N T R O D U C C I O N . LA I D E A DÉ U N A T E O R I A GÉMfcRAL D E LA P O L Ì T I C A dedicados a la noción de sociedad civil** y, en general, las numero­ sas voces de diccionarios y enciclopedias. De Ja segunda» entre los muchísimos escritos que podría señalar, considero ejemplar el ensa­ yo sobre Kant y las dos libertades**, que continúa y profundiza la in­ vestigación provocada por la polémica contra los detractores de la libertad liberal. Pero existen igualmente en la obra de Bobbio toda una serie de ensayos en los que el «arte de la comparación» alcanza) a mi juicio, los resultados más fecundos para la construcción de las categorías fundamentales de una teoría general de la política. Se tra­ ta de los ensayos en que Bobbio relaciona determinados aspectos del modelo conceptual de un clásico con los de otros clásicos. Entre ellos» colocarla en primer lugar el ensayo dedicado a El modelo ius- naturalista?9, en el que se reconstruyen, contraponiéndolas al mode­ lo aristotélico, las constantes y las variantes de la teoría que han acompañado al afianzamiento del Estado modemoj desde Hobbes a Hegel, con los términos «incluido-excluido». A este mismo género pertenece también su famoso ensayo sobre Hegel y el iusnaturaliS- tno60. En relación con la teoría general de la política, por la relevan­ cia de los temas tratados, destacan los ensayos sobreAfore» elEstado y los clásicos y .sobre M¡ajeWeber y los clásicos6*. En el primero, Bó- bbio afiroia querer «indicar, mediante un procedimiento comparati­ vo por afinidades y diferencias, cuál puede ser el lugar de la teoría del Estado de Marx en la historia del pensamiento político»62. Esta contraposición se produce medíante cuatro grandes «distinciones* en las teorías políticas que se clasifican en idealistas y cealistas, en racionalistas.0 historicísras, en concepciones positivas o del Estado como reino de la rizón y negativas o del Estado como reino de la fuerza y, por último, como distinción interna a esta última, en con­ cepciones del Estado como mal necesario y como mal no necesario. 57. Uoo & ios mis recientes aparece recogido eñ Stato, gobemo, seietá, cit., pp. 23*42 [EííjJíÍc, gobierno, sociedad, cir., pp. 34-53). 5S. Incluido en el presente volumen, en el que secorrespondecoa el capitalo IL 1. 59. Das ensayos de Bobbio tienen estémismo tituló. El primero es el ya citado en la n, 44; d segundo, rancho mis amplio, constituye LaPrimera Parte dei N. Bobbio'y M. Bovero^ Sotietà t stato nella filosofia politica montara, 11 Saggiatole» MiLuio, .1979 (ed. csp. Sociedad y estado en la filosofia poittita moderna: múdelo iusrtaturalisia y modelo hegeiíartO'ntamanOi trad. de JoséF. FernándezSantíllin, FCE, México, 1986, úlr. reimp. de 199SJ. 60. Actualmente ineluido en N . Bobino, Studi hegeliani, Einaudi, Totino, 1931. 6 1- IncluíJos eu el presente volumen, en el que se corresponden con los capítulos II. 11y 1L UÍ. En /elación con el segundo de ellos, cf. supra, n. 41. 62. Infta, p. 54. 33
  • 32. MICKíLANGILO BOYERO En el segundo ensayo, tras haber considerado «sorprendente» el es­ caso interés demostrado por Weber hada los clásicos de la fdosofía política, afirma que incluso si se admitiera *[q]ue la teoría política weberiana ha sido elaborada prescindiendo de cualquier modelo an- tenor no quiero decir que $ea incompatible con la tradición». Aña­ diendo, por otro lado, que «la comparación es tanto más necesaria en cuanto que el pensamiento político weberiano parece haber pro­ ducido [♦♦♦]la ruptura con una tradición que de Platón á Hegel mos­ tró una extraordinaria vitalidad y continuidad. Solamente la compa­ ración permite responder a la pregunta fundamental: ¿cómo se sitúa la teoría política weberiana en la tradición dt pensamiento político occidental, al que aparentemente no tiene en cuenta, y cuáles son los elementos de ruptura y cuáles los de continuidad?». Bobbio consi­ dera fundamental esta pregunta «porque sólo respondiéndola [...] puede comprenderse de forma plena una obra extremadamente compleja* como es la webcrianaé Tras haber sometido a un minu­ cioso análisis la definición del Estado, la teoría de los tipos de poder y la teoría del poder legal-radonal de ’Wcbct, y tras haber compara­ do estas definiciones y teorías weberianas con las grandes teorías del pasado, concluye, como cabía esperar, que «[e]l vínculo con el pasa­ do existe; setrata de saber verlos aunque* obviamente, «el nexo ine­ vitable entre Weber y los clásicos no quita nada a la originalidad de su pensamiento»**. «Estado» y «poder», los temas fundamentales analizados en los citados ensayos sobre Marx y "Weber, pueden considerarse las cate­ gorías primarias a través de las cuales Bobbio llega a la determina- dón del concepto general de política. La política y sus confines De las tres contribuciones que Bobbio ha señalado expresamente como «esbo2os»6í para un diseño completo de la teoría, los dos primeros —la voz «Política» redactada a mediados de los años se­ tenta para el Diccionario de política de Utet, y el ensayo La política apareddo en un volumen colectivo en 1987 pero escrito algunos años antes (que en el presente volumen6* se titulan, respectívamen- 63. lr,fr<i, pp. 72-73. 64. ¡rtfrá, p. 97. 65. Cí. N. Bobbió, «Cóngedcv», en L. BonwKcyM . Bovcro (c&.). Per una teoría generóle áetla politi¿a, cir., p. 249. 66. En ¿I que se corresponden con los capiculo* IÍT. I y TV, I. 34
  • 33. INTRODUCCION. LA IDEA OE VH* TEQAlA CCNE&AL DE LA POLÍTICA te, El concepto de política y Los confines de la política, a los que en lo sucesivo denominaremos, por brevedad, «voz» y «ensayo»)—: persiguen la misma finalidad de definir el objeto general de la teoría trazando sus confines respecto a las otras -«áreas» del mundo de la práctica o do la «acción social». Inevitablemente, ambos trabajos se parecen y los itinerarios conceptuales propuestos por Bobbio para delinearlos, pese a que el segundo sea más completo que el prime­ ro, terminan por sobreponerse considerablemente. Pero ello no sin variantes merecedoras de consideración. La voz comienza con el origen de la palabra «política», derivada de politikós}adjetivo de pólis, llegando así a una primera definición formal de la noción de política según la cual tal noción aparece relacionada con la de Estado (en su sentido más amplio). Resulta, por ello, definida como «política» la esfera de «actividades» que cuentan con el Estado como «término de referencia», Ahora bien, las actividades políticas se clasifican en dos tipos, dependiendo de que el curso de la acción proceda del Estado, es decir, que la pólis sea el sujeto, como en los actos eminentemente políticos de ordenar o dar leyes, o que proceda hacia ei Estado o, mejor dicho, hacia el «poder estatal», que resulta objeta de actos igualmente políticos como su conquista o derrocamiento*7. De esta forma, la noción de Estado como término de referencia directo de la noción de política tiende implícitamente a resolverse en, y a ser sustituido por, la de poder, principio y fin a su vez de la actividad política. Si pasamos al ensayo, en la definición inicial de política, también aquí identifica- da con una «esfera de las acciones», los dos procesos de la acción política se designan brevemente mediante los términos «conquista» y «ejercicio», sin particular referencia a su distinción con referencia directa al «poder último (supremo o soberano)*, y tan sólo indirec­ ta a la «comunidad de individuos?» y al «territorio»**. Por otro lado, cualquiera podría reconocer en esta definición los tres elementos constitutivos de la noción jurídica más habitual de Estado. Ahora bien, no hay duda de que de las nociones primarias mediante las cuales Bobbio construye la definición de política, Ja principal es la de poder. Entre otras cosas porque resulta la más amplia. En el modelo de Bobbio, la esfera del poder es más amplia que la de la política y ésta, a su vez, más amplia que la del Estado. Aunque es cierto que no es posible concebir en modo alguno la política sin poder, resulta igualmente cierto que no todo poder es 6 7 . fa fru .p . 102. 68. h ífra,p.$. 35
  • 34. K I C K E L A N G E L O B O Y E R O político. En la voz, tras haber analizado brevemente la tipología clásica de las formas de poder paterno, despótico y político de la teoría de Aristóteles» basada en el criterio del «mter& de aquel en favor del cual se ejerce el poder», y en la teoría de Locke, basada en el criterio de los principios de legitimidad, considera que cualquiera de las dos versiones es inadecuada para, identificar el poder político como taU Los gobiernos paternalistas y despóticos no son, en reali­ dad, menos «gobiernos», es decir, menos «políticos» que lo$ ejerci­ dos en interés público o legitimados por el consenso49. Por ello, propone como más adecuada la tipología que denomina «moder­ na», la que distingue tres clases principales de poder—económico, ideológico y político— basándose en el criterio de «los medios de que se sirve el sujeto activo de la relación para condicionar el com­ portamiento del sujeto pasivo»70. La tipología de Bobbio, que, en su simplicidad y aparente obviedad, permite abarcar la mayor parte de las teorías sociales contemporáneas, resulta ciertamente construida mediante la extrapolación y la extensión por analogía a todo el ámbito del concepto más amplio de poder, de la célebre definición weberiana de poder político basada en el «medio específico» de la fuerza física. Tan es así que desemboca en la misma caracteránctón del poder político como «poder coactivo» y «exclusivo»», es decir, detentador del monopolio del uso de la fuerza (o de los medios de coacción). El reconocimiento del vínculo necesario entre poder político y fuerza constituye para Bobbio el núcleo esencial de una concep­ ción realista de la política^ capaz en cuanto tal de hacemos com­ prender la «verdad efectiva»* Respecto de ésta, considera desorien- tadoras las tradicionales concepciones teleoiógicas que definen la política no a partir del medio sino del fin o fines que persigue. Parece» pues» admitir sin reservas el conocido rechazo weberiano á considerar caracterízador del poder político el fin junto al medio, hasta e) punto de afirmar perentoriamente que «no existen fines de la política de una vez y para siempre, y mucho menos un fin que los incluya a todos y que pueda ser considerado el fin de la política»?1, Sin embargo, Bobbio corrige parcialmente esta drástica afirmación admitiendo que «pueda hablarse correctamen­ te de, al menos, un fin mínimo de la política: el orden público»72. 69. /n/w, pp. 103-104. 70. Inf a p . 104. 71. Infn, p. 109. 72. Itifr*, p. 110. 36
  • 35. I N T R O D U C C I Ó N . L A I D f A OC U H A T E O R Í A G I N E R A L t>f L A P O L Í T I C A En realidad, la crítica de las concepciones ideológicas sirve a Bobbio para excluir como inadecuadas aquellas definiciones no descriptivas de la pol/tica, que él denomina «persuasivas», es decir, las «que atribuyen a la política fines diferentes del orden, como el bien común 1...] o la justicia» u otras nociones de fin «como la felicidad, la libertad, o la igualdad». En otras palabras, sostiene Bobbio, no es posible recurrir a la noción de valores «excesivamente contro­ vertidos [...] para identificar el fin específico de la política». Ahora bien, Bobbio, de esta forma, parece reconocer, en contradicción con el perentorio rechazo anterior, la existencia de un fin especí­ fico y no sólo de un medio específico de la política, aunque se trate de un fin «mínimo» que «forma tin todo con el medio». Tanto e$ asi que, inmediatamente después, critica la teoría según la cual el carácter político del poder consistiría en ser un fin en sí mismo: «Si el fin de la política [...] fuera realmente el poder por el poder, ¡a política no serviría para nada»7*. Sin embargo, en el ensayo —en el que Ja reconstrucción del con- ccpto de política aparece enriquecido con ciertas variantes respecto a la voz, y ¿igue un recorrido, en parte diferente, y en $u primera parte, inverso, en el orden de los argumentos“ Bobbio vuelve a in­ sistir perentoriamente en que «[d]e$de la perspectiva del juicio de hecho, que sólo permite distinguir la acción política de las acciones no políticas», el criterio del fin resulta inadecuado. Admite, eso sí, la existencia de un «objetivo mínimo de cualquier Estado» y lo identi­ fica como el orden público interno e internacional; pero se trata de poco más que de una alusión*rápidamente superado por la insisten* cía sobre el criterio del medio, a partir deí cual se reformula la tipo­ logía de las clases de poder74. La división de las formas de poder en las tres clases de poder po­ lítico, poder económico y poder ideológico permite a Bobbio, tanto en la voz como en el ensayo, pasar al problema de los «confines de la política», distinguiéndola de las dos esferas sociales contiguas, la religiosa, o genéricamente espiritual o intelectual, y Jaeconómica, o 73. Irtfra, pp. 110*112, cursiva añadida. 74. Infta, pp. 16-4-167. Tin roeo Javoz como en d ensayo, aunque m is resumida­ mente eo este último» Bobbio toma en consideración la teoría de Cari Schmitt que define Ja polftiea, o mejor dicho, «el concepto de lo político* basándose en el p*r de categorías «amigo-enemigo» )’ se inclina a considerarla compatible c-ón la definición que él propone, toda vez que resulta recooducíble al vínculo entre política y facnu. Ahora bien, en lavo&a£ade que considera laperspectiva de Schmitt «unilateral*, en la medida eu que sólo alcanza a ios «conflictos» políticos. El tema de U comparación entre las concepción« de la política de Eobhio y de Señmitt merecería profundizarse. 37
  • 36. HICHELANGEIO »OVEflO de la sociedad civil en el senado hegelo-marxiano de la expresión. Son aquellas que en la voz Bobbio había denominado las dos esferas del «no-Estado»75. Resulta extraño que en ninguno de los dos escri­ tos se haya puesto adecuadamente de relieve otra distinción, pre­ sente en diferentes trabajos, a través de la cual Bobbio aclara quc> aunque la esfera de la política sea (o, mejor dicho» haya llegado históricamente a ser) más restringida que la esfera social general, también es (ha llegado a ser) más amplia que la esfera del Estado. La propia emancipación de la sociedad civil (en sentido amplio) del Eátado ha permitido la creación en ella de grupos de interés y de opinión que, en la medida en que contribuyen de forma directa o indirecta a la formación de Jas decisiones colectivas (válidas coacti­ vamente erga omttes), desarrollan una actividad propiamente polí­ tica y, por ello mismo, son con roda justicia grupos políticos, pese a no ser parte del Estado-instirudón o del Estado-aparato7*. Además y más allá de la distinción entre esfera política y esfe­ ra social, Bobbio se ocupa brevemente, en la voz y en el ensayo, del problema de la distinción entre política y moral, y (tan sólo en el ensayo) de la distinción entre política y derecho, ambas desa­ rrolladas con riqueza de detalles en otros trabajos más específi­ cos77. En el ensayo, Bobbio aclara oportunamente que la primera distinción, entre política y sociedad, y las otras dos se sitúan en planos diferentes, respectivamente, el del ser, en el que se plantan cuestiones de hecho, y el del deber ser, en el que se plantean cues­ tiones de valor o, mejor dicho, de normas. Una cosa es el problema de los caracteres que de facto distinguen la acción política y la acción del poder político de otros tipos de acción y de poder, y otra, el problema de las normas válidas o que deberían serlo para la acción y el poder políticos. Moral y derecho son, en el lenguaje de Bobbio, dos tipos de sistemas normativos (dentro de los cuales encontramos diferentes códigos concretos, éticos y jurídicos, res­ pectivamente) que pueden, en principio, aplicarse —independien­ temente el uno del otro y prescindiendo de la relación entre ellos— a las más variadas esferas de actividad y, por tanto, a la acción política aunque no sólo a ella. El problema de la relación entre derecho y política resulta más «complejo» tanto en comparación 75. ln fra ,p .n s. 76. lnfra, pp>. 23-24. 77. Particularmeare en las titulados Éticay poh'dca y Deipoder al derecho y vena., &mbo&incluidos cu elptesínte volumen, en d que se corresponden con los capí- fulos ID. II y IV. II. 38
  • 37. I N T R O D U C C I O N . LA I P É A DE U N A T É O A l A G LNE RAC . O E LA P O L Í T I C A con el de la relación entre moral y política, como con el de la relación entre derecho y otras esferas de la acción, j'a que se trata de una relación de «interdependencia recíproca». Es decir, explica Bobbio en el ensayo, por un lado «la acción política se hace efectiva a través del derecho» y, por otro, «el derecho delimita y disciplina la acción política»78. De ahí el recurrente 3sunto de la relación reversible entre ley y poder soberano y la difícil cuestión de la primacía de una sobre otro o viceversa. Ahora bien, el problema de la relación entre moral y política parece más complejo que entre derecho y política y, sobre todo, más grave que el de la relación entie la moral y las otras esferas de la actividad humana, puesto que lo que desde siempre se ha discutido es si resulta plausible el propio planteamiento de la cuestión de la licitud o ilicitud moral para la acción política o, al menos, el planteársela en ios mismos términos en que se hace para los otros tipos de acción. El asunto de la relación enuc ética y política resurge continuamente de la constata­ ción, en apariencia ínmodi(ic$ble}de b contradicción entre la pol/ri­ ca y la mordí común. De aquí la búsqueda a la que se ha dedicado en toda época la filosofía política de la explicación y justificación de este hecho «de por sí escandaloso»7** Bobbio sugiere en el ensayo que el problema, en su forma más aguda, se ha plasteado con la formación de los grandes Estados territoriales modernos, en los que la «la política se muestra cada ve* más como el lugar en el que se desenvuelve la voluntad de poder»40. Fácilmente puede advertirse que en una afirmación como ésta —to­ mada aisladamente, extrapolándola del contexto y, por tanto, sin teneí en cuenta la reconstrucción y la discusión de Bobbio de las diferentes soluciones históricamente propuestas al problema de la divergencia entre ética y política**— asoma, en el discurso de Bob- bio, una concepción «realista» o un aspecto de la misma que va más allá de la pura y simple consideración avalorativa que le había conducido a refutar las concepciones idealizantes implícitas en las definiciones teleológicas de la política, con frecuencia no descripti­ va? sino «persuasivas*. Un «realismo pol/rico» más cercano al signi­ ficado habitual (por otra parte, ambiguo) de esta expresión, que no consiste simplemente en una visión de la realidad exenta de valora- ?$. Infra, pp. 177-7?. 79. Infra, p. 124. 50. Infra>p. 173, entrecomillado añad/do. 51, Especialmente, en el crvayo ¿obre ética y política, recogido en ei capiculo íilií. 39
  • 38. MICHEIAHGÉLO lOVEftO dones, sino que tiende a describir la propia realidad política como un mundo refractario a los valores; es más, en último término, con una connotación valorativa implícitamente negativa. Desde una primera perspectiva, el realismo, llamémosle metodológico, nos hace comprender la «verdad efectiva» definiendo el poder político —término de referencia ineludible de todo el ámbito de actividad al que denominamos política— a través del «medio específico* de la fuerza. Desde una segunda perspectiva, el realismo, que podríamos denominar sustancial, viene a reconocer en la política el escenario de la violencia y del fraude y difícilmente ve en el poder otro rostro que no sea el «demoníaco». Por un lado, el realismo es una mirada sobre !a realidad política no condicionada por los inicios de valor; por otro, es también una imagen de esa misma realidad semejante a la que se atribuye a los maquiavélicos y, habitualmente, $e conside­ ra negativa axiológicamente, e incluso terrible. Ambos aspectos re­ sultan difíciles de distinguir, y aunque no existan dudas de que cuando Bobbio afirma su adhesión al realismo se refiere al primero» ambos están presentes (como veremos a continuación) en U obra bobbiana. Ello no significa que Bobbio se incline a admitir una versión extrema, hiper-realista de la así llamada autonomía de ¡a potinca. Para él» h política no se sustrae enteramente, como ninguna otra esfera de Laacción humana, al juicio moral «incluso si [...] se trata de una moral diferente o parcialmente diferente a la moral común»22: Pese a las todas justificaciones de la conducta política que se aparta de las reglas de la moral com ún, el tirano sigue siendo un tirano, y puede definirse com o aquel cuya conducta no puede ser justificada por ninguna de Las teorías que sí reconocen una cierta autonomía normativa a la polídea respecto a la moral11. Incluso admitiendo —lo que no se hace en todos los casos— que el fin justifique los medios, sigue existiendo, de todas formas, el problema de la «legitimidad del fin»14»y el fin de la acción política no puede ser (no resulta lícito que sea) simplemente el del poder por el poder. O, mejor dicho, cuando lo es, la acdón resulta injustificada. Las consideraciones de Bobbio sobre la legitimidad moral del fin pueden ponerse en relación con la distinción entre poder de hecho y poder legítimo, que aparece en el ensayo como S2. ¡nfra, p. 146. 83. Infra, p. 144, 84. Infra, pp. 145-147. 40
  • 39. Jí J T H O D U C C I O N . t A I D E A C E U N A T E O R I A G Í H E R A I , D E L A P O l f T l C * un aspecto de Ja relación entre política y derecho y que retoma, en cierto sentido, el problema de la propia naturaleza del poder polí­ tico. Con frecuencia, parecería que Bobbio se hubiera inclinado por excluir la legitimidad —una noción a la que «serecurre siempre que se necesita dar una justificación al poder político»” — de las connotaciones que identifican al poder político como tal. Para ser reconocido como político, basta con que un poder sea coactivo y exclusivo, no necesariamente ha de ser legítimo. El poder que un tirano ejerce efectivamente es «político» aunque no sea legítimo (no esté autorizado: tyrannus ex defectu íitulij y aunque su acción re­ sulte, además, moral y jurídicamente injustificable (tyrannus ex par­ te exereitit). Con todo, la propia efectividad del poder, es decir, el hecho de que un determinado poder consiga imponerse eficazmen­ te y hacerse obedecer de manera continuada, supone una cierta necesidad de legitimidad. La efectividad, es decir, «la continuidad de un poder exclusivo sobre un determinado territorio» no es «un mero ¿echo», sino también «la consecuencia de una serie de com­ portamientos motivados, a cuyas motivaciones es necesario remon­ tarse para juzgar el grado de legitimidad de un poder en una deter­ minada situación histórica»**. Y, efectivamente, no existe tirano alguno (o gobierno despótico o dictadura golpista) que no busque algún ripo de justificación legitimadora. En resumen, un poder político es de facto político incluso si no es legítimo, pero ningún poder político es un puro poder de sino que (de hecho) tiene necesidad de legitimación y no puede buscarla «más que recurrien­ do a valores o reglas que, a su vez, son eí resultado de los valores»87. Aunque ello, obviamente, no implique que las pretendidas justifica­ ciones adoptadas por los detentadores efectivos del poder resulten creíbles ni, sobre todo, que no sean rebatibles mediante la referen­ cia a otros valores y principios ideales. Nos encontramos, así, nuevamente, con el problema de los va­ lores y de la relación entre los valores y los «hechos» que se cuenta entre Jos más complejos y espinosos para el lector de los escritos teóricos de Bobbio y que, en su aspecto más formal, hace referencia a la naturaleza misma de Ja teoría general de la política. 35. Infra,p. 180. Sí. Infra, p. 132. 37. infra, p. 13. 41
  • 40. rtlCHEVANG510 »OVEHO El problema de ¡os valores «Las palabras del lenguaje político no son axiológicamente asépti­ cas. Tienen un dignificado descriptivo y un significado emotivo que difícilmente pueden ser diferenciados. Y el significado emotivo puede ser positivo o negativo, dependiendo de quien use la palabra y del contexto en que ésta sea empleada»1*. De afirmaciones como ésta no debe deducirse que, para Bobbio, los conceptos políticos sean «esencialmente discutibles»», es decir, controvertidos en sí mis­ mo*, como sí han sostenido (incluso recientemente) algunos filóso­ fos políticos, retomando una tesis defendida en los años cincuenta por W. B. Gallie1*, O, mejor dicho, las controversias que desde siempre surgen acerca de los conceptos políticos no son radical­ mente insolubles, según Bobbio* justamente porque, en principio, es posible separar el significado «emotivo» —«esencialmente discu* tibie» en la medida en que expresa adhesión o rechazo, y remite a pasiones, preferencias o ideales— de un significado descriptivo, o explicativo, axiológicamente neutral. La separación de ambos tipos de significado, mediante la reconstrucción en términos puramente descriptivos de los conceptos políticos —y, en especial, de nociones como libertad, igualdad, justicia, democracia y paz, que normal­ mente se consideran «valores»—•no sólo es posible y adecuada para orientarse en la realidad sin verse condicionado por los prejuicios, sino que, en modo alguno, constituye una desnaturalización de tales conceptos. Las definiciones apológicamente neutrales no «es* terilizan» los valores o, mejor dicho, no impiden (ni podrían hacer­ lo) las opciones valorativas que constituyen una componente esen­ cial de la acción política, sino que, por el contrario, contribuyen a hacerla más razonable y sensata. Cuando apareció, en Feltrinelli, en 1964, la traducción italiana del libro de F. E. Oppenheim sobre las Dimensiones de la libertad, se produjo una importante polémica, precisamente, sobre la posibilidad y la oportunidad de redefinir la libertad, tai como el autor había tratado de hacer, de forma avalo- ratíva. Bobbio fue el único, entonces, en defender con firmeza aquel intento frente a la acusación de «privar de sentido» a los verdade­ ros problemas de elección política, invirtiéndola completamente: 88. N. Bobbio, Prólogo, enA- Grcppi, Teoría e ideología, dL, p. 10, 8?. Cf. W. B. Galíie, «F&^rníafly Canrtacd Concepa»: bx>caeÁm%s aftheAristo- teiian Soáety 56 (1955-1956), pp. 167-198; W. E. CofiUúUy, Tht Termi ofPolitkal Discoime, Friccencóít (Jaivereity Press, Princcnron, 1974; J. Grsy, «On thc Contcsu- • btÜtyof Social and VoüücaL Coneepis»: Pótítícai Theory 5 (1977), pp. 331-348, 42