Ver la relación estrecha entre el decir y el hacer. Ver que esa relación existe en forma suprema y perfecta en Dios, cuya palabra es acción. Quienes se declaran sus hijos e hijas han de procurar ser sus imitadores diciendo lo que hacen y haciendo lo que dicen. Entender que escuchar la palabra de Dios es ponerla por obra y que es por eso que la fe sin obras es muerta. Comprometernos a buscar que nuestros hechos concuerden con nuestras palabras.