2. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-762
En un desarrollo normal, hacia la sexta semana de
gestación, las gónadas primarias empiezan a organizarse,
pero aún son bipotenciales, es decir, pueden dar lugar a
testículos u ovarios. La presencia del cromosoma Y y
concretamente del antígeno H-Y determina que se dife-
rencien en testículos alrededor de la octava semana, épo-
ca en la que ya se ha podido detectar secreción de testos-
terona. En ausencia del cromosoma Y, las gónadas se
convertirán en ovarios, pero no antes de la duodécima
semana aproximadamente.
La ulterior formación de los genitales masculinos, inter-
nos y externos, depende de los andrógenos circulantes (tes-
tosterona y dihidrotestosterona). Si se hallan en cantidad
insuficiente,el feto desarrolla unos genitales femeninos,aun-
que el modelo cromosómico sea XY. En el caso de las hem-
bras, en cambio, para que se formen los genitales femeninos,
las hormonas ováricas son irrelevantes, es suficiente con que
no existan andrógenos. Así pues, si el cromosoma Y fue lo
que determinó en su momento que las gónadas se convirtie-
ran en testículos u ovarios, ahora es el andrógeno fetal el
que regula la diferenciación sexual, ya que, en su ausencia,
todos los embriones desarrollarían genitales externos feme-
ninos, aun en el caso de poseer testículos (tabla 49-1).
Sin embargo, la función de los andrógenos en la dife-
renciación sexual no se acaba aquí, sino que además se
sabe que actúan en el cerebro, concretamente en el hipo-
tálamo. Pfeiffer, en 1936, trabajando con ratas, observó
que, independientemente del sexo genético, la falta de
testículos, en una etapa crítica del desarrollo embriona-
rio, determinaba una ulterior secreción cíclica (femenina)
de las gonadotropinas hipofisarias, mientras que la pre-
sencia de testículos daba lugar a una secreción continua
o tónica (masculina) de las mismas.
Estudios posteriores, realizados por diversos investiga-
dores, han confirmado este hallazgo y todo parece indicar
que, también en los humanos, la estimulación androgéni-
ca cerebral es fundamental para la diferenciación sexual.
Sin los niveles adecuados de andrógenos durante el perío-
do crítico, el eje hipotálamo-hipófiso-gonadal (H-H-G)
tendrá una actividad cíclica. Por el contrario, si la estimu-
lación androgénica es elevada, en el futuro este eje no
presentará ciclos. En los humanos, el período crítico abar-
ca desde el cuarto al séptimo mes de la vida intrauterina.
El proceso de diferenciación sexual, no obstante, no se
completa durante la gestación, sino que sigue después del
nacimiento, especialmente en los primeros años. La respon-
sabilidad en esta última etapa ya no pertenece a los factores
biológicos, sino que recae sobre el ambiente, hasta tal pun-
to que la forma como éste empiece a tratar al recién nacido
va a ser determinante en su futura identidad sexual.
Así pues, tal como ha sugerido Money, la diferencia-
ción sexual tiene lugar de modo semejante a lo que ocu-
rre en una carrera de relevos, en la que se sucederán
cronológicamente cromosomas, hormonas gonadales y
ambiente.
Alteraciones de la diferenciación sexual
Como ya se ha apuntado, el proceso de diferenciación
sexual puede verse alterado y no seguir el programa pre-
ferido por la naturaleza. En animales inferiores, mediante
manipulación del medio ambiente, se puede llegar a in-
vertir el patrón cromosómico. Mikamo y Witschi, en
1963, trasplantando un testículo a larvas femeninas de la
rana Xenopus laevis, consiguieron que éstas evoluciona-
ran como machos. Del mismo modo, añadiendo estróge-
no al agua en que había larvas masculinas, obtuvieron
ranas hembras. En ambos casos se produjo una auténtica
inversión de sexo. Luego, al entrecruzar los animales al-
terados, obtuvieron un genotipo nuevo, desconocido en
condiciones naturales.
Por su parte, Yamamoto y cols. (1955, 1962) llegaron
a resultados parecidos con un pez de la especie Oryzias
latipes. Sin embargo, estos últimos fueron más allá y se
dedicaron a estudiar el comportamiento de los nuevos
genotipos obtenidos (YY). Comparados con los machos
normales (XY), aquéllos realizaban más contactos sexua-
les con hembras y defendían su predominio en el aparea-
miento con mayor agresividad.
En los mamíferos, a pesar de que la manipulación del
ambiente hormonal del embrión es más difícil, se han
obtenido también inversiones parciales de sexo. No obs-
tante, los individuos resultantes no son capaces de re-
producirse.
En los humanos, en quienes la experimentación a estos
niveles no es posible, por razones obvias, se pueden ob-
servar, sin embargo, alteraciones cuyo estudio es de sumo
interés para una mejor comprensión de la diferenciación
sexual. En lo que respecta a los cromosomas, puede ha-
ber pérdidas o adiciones y también deformaciones o ro-
turas. Entre los casos mejor estudiados destacan el sín-
drome de Turner con el cariotipo 45,X y el síndrome de
Klinefelter con el cariotipo XXY.
Otras veces, sin existir irregularidades cromosómicas,
la diferenciación sexual es anómala debido a alteraciones
hormonales, que producen diversas discrepancias entre
Varón Mujer
Testículos Ovarios
Glande del pene Glande del clítoris
Cuerpo del pene Cuerpo del clítoris
Prepucio Capuchón del clítoris
Escroto Labios mayores
Parte inferior del cuerpo del pene Labios menores
Glándulas de Cowper Glándulas de Bartholin
*
Se entiende por órganos homólogos o equiparables aquellos que se forman
a partir del mismo tejido embrionario.
De Masters, W. H., Johnson, V. E., y Kolodny, R. C.: La sexualidad humana.
Grijalbo, Barcelona, 1987.
Tabla 49-1 Equivalencia de los órganos
sexuales*
4. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-764
intervenciones deben ser necesariamente de tipo psicoló-
gico, a pesar de que no se ha podido establecer la supe-
rioridad de ninguna de ellas en especial. Hay que tener en
cuenta que las demandas de los pacientes no son siempre
iguales y, en los casos extremos de transexualismo, la
mejor opción es el tratamiento médico-quirúrgico.
Transexualismo
El transexualismo se suele definir como un estado, que se
da raras veces, a tenor del cual el individuo experimenta
gran malestar e inadecuación por pertenecer a un sexo
biológico determinado, acompañados por el deseo de
cambiar de anatomía sexual y vivir como miembro del
sexo biológico contrario (Masters y cols.).
El término fue usado por primera vez por Cauldwell,
en 1949, y, a pesar de que en los últimos años ha sido
objeto de un creciente interés, persisten todavía muchos
aspectos oscuros que dificultan la comprensión de este
trastorno que, en el DSM-IV, ya no aparece como una
categoría diagnóstica.
Etiología. Al hablar de la etiología del transexualismo
nos tenemos que mover en el terreno de las conjeturas, ya
que no se dispone de explicaciones convincentes y ni si-
quiera de hipótesis seriamente formuladas.
Las teorías endocrinas apuntan a una alteración en la
diferenciación hipotalámica prenatal o a unos niveles
plasmáticos disminuidos de testosterona. Sin embargo,
los estudios son escasos y, a menudo, contradictorios.
Tampoco se ha podido comprobar que fuera debido a
determinados tumores cerebrales o a alteraciones cromo-
sómicas.
Poco convincentes resultan, por su parte, las teorías
psicológicas que basan el trastorno en el trato dispensado
por los padres o en el refuerzo por parte de éstos ante
actitudes propias del otro sexo durante la infancia.
Autores como Green y otros consideran que el transe-
xualismo es poco frecuente en la niñez y aquellos que lo
presentan suelen evolucionar hacia una entidad homose-
xual. Sin embargo, no descartan que, para algunos tran-
sexuales, el trastorno se haya iniciado realmente en los
primeros años de la vida.
Otros autores piensan que el transexual adopta esta
opción con el fin de poder relacionarse sexualmente con
personas de su mismo sexo, sin tener que aceptar su
condición de homosexual que le desagrada. Al parecer,
este mecanismo es más frecuente en la mujer transexual
que en el varón. Entre las características que distinguen
a la mujer transexual figura la mayor frecuencia con
que establece relaciones afectivas estables. Éste es un
dato a tener en cuenta, ya que el papel de la pareja pue-
de resultar decisivo en el deseo de cambiar de sexo; en
algunos casos, es posible que la mujer transexual se so-
meta a tratamiento quirúrgico a requerimiento de su
compañera, que intenta, de esta forma, no sentirse ho-
mosexual.
A. Identificación acusada y persistente con el otro sexo (no sólo el deseo de obtener las supuestas ventajas relacionadas con las costumbres
culturales)
En los niños el trastorno se manifiesta por cuatro o más de los siguientes rasgos:
1. Deseos repetidos de ser, o insistencia en que uno es, del otro sexo
2. En los niños, preferencia por el transvestismo o por simular vestimenta femenina; en las niñas, insistencia en llevar puesta solamente ropa
masculina
3. Preferencias marcadas y persistentes por el papel del otro sexo o fantasías referentes a pertenecer al otro sexo
4. Deseo intenso de participar en los juegos y en los pasatiempos propios del otro sexo
5. Preferencia marcada por compañeros del otro sexo
B. Malestar persistente con el propio sexo o sentimiento de inadecuación con su rol
En los niños la alteración se manifiesta por cualquiera de los siguientes rasgos: en los niños, sentimientos de que el pene o los testículos
son horribles o van a desaparecer y de que sería mejor no tener pene, o aversión hacia los juegos violentos y rechazo a los juguetes, juegos
y actividades propios de los niños; en las niñas, rechazo a orinar en posición sentada, sentimientos de tener o de presentar en el futuro un
pene, de no querer poseer pechos ni tener la regla o aversión acentuada hacia la ropa femenina
En los adolescentes y en los adultos la alteración se manifiesta por síntomas como preocupación por eliminar las características sexuales
primarias y secundarias (p. ej., pedir tratamiento hormonal, quirúrgico u otros procedimientos para modificar físicamente los rasgos sexuales
y de esta manera parecerse al otro sexo) o creer que se ha nacido con el sexo equivocado
C. La alteración no coexiste con una enfermedad intersexual
D. La alteración provoca malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo
Codificar según la edad actual:
Trastorno de la identidad sexual en los niños
Trastorno de la identidad sexual en adolescentes o adultos
Codificar si (para individuos sexualmente maduros):
Con atracción sexual por los varones
Con atracción sexual por las mujeres
Con atracción sexual por ambos sexos
Sin atracción sexual por ninguno
Tabla 49-2 Criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno de la identidad sexual
6. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-766
Johnson, mediante observaciones realizadas en laborato-
rio, aportaron datos de innegable interés para la futura
sexología. A fin de sistematizar toda la información, con-
sideraron que el ciclo de RS constaba de cuatro fases
distintas, aunque en la práctica éstas no siempre queden
bien delimitadas y puedan variar de un individuo a otro
e incluso de un ciclo a otro. Las reacciones fisiológicas
básicas que se dan a lo largo de la RS son un aumento de
la vasocongestión y de la miotonía y su liberación consi-
guiente tras el orgasmo.
Fase de excitación. En la mujer, durante esta fase, los
cambios más importantes son: lubricación vaginal, ex-
pansión de los dos tercios internos de la vagina, elevación
del cuello y cuerpo del útero, alisamiento y elevación de
los labios mayores, aumento de tamaño del clítoris
y erección de los pezones. En el varón, los cambios son:
erección del pene, alisamiento de la piel del escroto, ele-
vación parcial de los testículos y, en algunos casos, erec-
ción de los pezones. Esta fase puede variar en cuanto a su
duración y los cambios mencionados pueden disminuir e
incluso desaparecer.
Fase de meseta. En la mujer: vasodilatación del tercio
externo vaginal para formar la plataforma orgásmica, es-
trechamiento de la luz vaginal como resultado de dicha
vasodilatación, continuación de la expansión de los dos
tercios internos vaginales y de la elevación del útero, re-
tracción del clítoris contra la sínfisis del pubis, tumescencia
areolar (que puede enmascarar la erección del pezón) y, fi-
nalmente, aumento del tamaño de las mamas, en las muje-
res que no han amamantado. En el varón: pequeño au-
mento del diámetro de la porción proximal del pene,
cambio de color en esta zona (más oscuro), incremento de
tamaño, elevación y rotación anterior de los testículos y, en
ocasiones, secreción de las glándulas de Cowper, que pue-
den contener espermatozoides vivos. Existen también cam-
bios comunes a la mujer y al varón, como son miotonía
generalizada, contracción voluntaria del esfínter rectal (no
siempre), taquicardia, hiperventilación, aumento de la pre-
sión arterial y eritema cutáneo a modo de «sarpullido».
Fase orgásmica. En la mujer: contracciones rítmicas y
simultáneas de la plataforma orgásmica, el útero y el es-
fínter rectal. En el varón: contracciones de los órganos
sexuales accesorios (próstata, vesículas seminales y con-
ductos deferentes), que llevan el líquido seminal a la ure-
tra prostática y contracciones expulsivas de la uretra y el
pene. Entre los cambios comunes: hiperventilación, ta-
quicardia e hipertensión.
Fase de resolución. En la mujer: desaparición de la
plataforma orgásmica, regreso del útero a la pelvis
auténtica, acortamiento de la vagina y vuelta del clítoris
a su posición normal. En el varón: disminución de la
erección en dos etapas (la primera más corta), vuelta de
los testículos a su tamaño y posición habituales, y
aparición de un período refractario, durante el cual no es
posible otra eyaculación (puede durar desde minutos a
varias horas, y suele hacerse más largo con la edad). En
ambos sexos se produce una progresiva vuelta a la
normalidad, que se retrasará si, después de una excitación
intensa, no se ha producido el orgasmo.
Factores neuroendocrinos de la conducta
sexual
Numerosos experimentos han demostrado que el princi-
pal centro regulador de la conducta sexual (CS) es el hi-
potálamo. En la región preóptica hipotalámica se produce
un decapéptido, la GRH (hormona liberadora de gonado-
tropinas), que actúa sobre la hipófisis anterior controlan-
do la secreción de LH (hormona luteinizante) y FSH (hor-
mona estimuladora de los folículos). Estas hormonas
hipofisarias, a su vez, controlan la secreción de las hormo-
nas esteroideas gonadales (testosterona, estrógenos y pro-
gesterona). Dichas estructuras constituyen el eje H-H-G,
el cual está asistido por sistemas de retroalimentación
negativa.
Por otra parte, la GRH, a través de las neuronas tube-
roinfundibulares, actúa también en otras áreas, dentro y
fuera del hipotálamo, donde, a través del sistema aminér-
gico, podría modular los rendimientos sexuales directa o
indirectamente.
Se ha postulado que el paleocircuito, formado por área
septal, amígdala, hipocampo e hipotálamo, y el neocircui-
to, formado por núcleos talámicos anteriores que conec-
tan, por una parte, con el cíngulo y el hipotálamo, y, por
otra, con el núcleo dorsomedial del tálamo y, desde aquí,
con el córtex orbitofrontal y prefrontal (MacLean, 1949),
podrían estar implicados en la regulación de la CS.Ambos
circuitos, a su vez, están estrechamente conectados entre
sí, a través del fascículo precerebral medio, que incluye los
principales centros responsables de los sistemas cerebrales
de recompensa y castigo (Olds y Milner, 1954). Así pues,
con el avance de las investigaciones neurofisiológicas se
ha visto que el hipotálamo está integrado en un sistema
mucho más complejo, en el que intervienen las aminas y
una extensa red de interacciones neuronales.
La principal hormona sexual, en ambos sexos, es la
testosterona. En el caso del varón, se sabe que son preci-
sos niveles adecuados de testosterona para que exista un
interés sexual y se produzca la eyaculación. En cambio,
su influencia en el mecanismo de la erección no está tan
clara. Las erecciones que tienen lugar durante el sueño
parecen ser andrógeno-dependientes, a diferencia de lo
que ocurre en las que se producen en estado de vigilia, en
respuesta a un estímulo sexual.
El papel de las hormonas, en el caso de la mujer, es aún
más confuso debido a los cambios que éstas experimen-
tan a lo largo del ciclo menstrual. Aunque algunas inves-
tigaciones apuntan a un incremento del interés sexual
hacia la mitad del ciclo, coincidiendo con niveles altos de
testosterona, en otros trabajos aparecen resultados con-
tradictorios. Igualmente confusos son los resultados de
los estudios sobre el efecto de los anticonceptivos orales
en el impulso sexual, si bien la mayoría de ellos no en-
cuentran cambios significativos.
8. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-768
Criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno
de la excitación sexual en la mujer:
A. Incapacidad, persistente o recurrente, para obtener o
mantener la respuesta de lubricación propia de la fase
de excitación, hasta la terminación de la actividad se-
xual.
B. El trastorno provoca malestar acusado o dificultades
en las relaciones interpersonales.
C. El trastorno sexual no se explica mejor por la presen-
cia de otro trastorno del Eje I (excepto otro trastorno
sexual) y no es debido exclusivamente a los efectos fi-
siológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas o
fármacos) o a una enfermedad médica.
Especificar tipo:
De toda la vida
Adquirido
Especificar tipo:
General
Situacional
Especificar:
Debido a factores psicológicos
Debido a factores combinados
Criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno
de la erección en el varón:
A. Incapacidad, persistente o recurrente, para obtener o
mantener una erección apropiada hasta el final de la
actividad sexual.
B. El trastorno provoca malestar acusado o dificultades
de relación interpersonal.
C. El trastorno eréctil no se explica mejor por la presen-
cia de otro trastorno del Eje I (que no sea disfunción
sexual) y no es debido exclusivamente a los efectos fi-
siológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas o
fármacos) o a una enfermedad médica.
Especificar tipo:
De toda la vida
Adquirido
Especificar tipo:
General
Situacional
Especificar:
Debido a factores psicológicos
Debido a factores combinados
Criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno
orgásmico femenino:
A. Ausencia o retraso persistente o recurrente del orgas-
mo tras una fase de excitación normal. Las mujeres
muestran una amplia variabilidad en el tipo o intensi-
dad de la estimulación que desencadena el orgasmo.
El diagnóstico de trastorno orgásmico femenino debe
efectuarse cuando la opinión médica considera que la
capacidad orgásmica de una mujer es inferior a la que
correspondería por edad, experiencia sexual y estimu-
lación sexual recibida.
B. El trastorno provoca malestar acusado o dificultades
en las relaciones interpersonales.
C. El trastorno orgásmico no se explica mejor por la pre-
sencia de otro trastorno del Eje I (excepto otro tras-
torno sexual) y no es debido exclusivamente a los
efectos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej.,
drogas o fármacos) o a una enfermedad médica.
Especificar tipo:
De toda la vida
Adquirido
Especificar tipo:
General
Situacional
Especificar:
Debido a factores psicológicos
Debido a factores combinados
Criterios DSM-IV para el diagnóstico de trastorno
orgásmico masculino:
A. Ausencia o retraso persistente o recurrente del orgas-
mo, tras una fase de excitación sexual normal, en el
transcurso de una relación sexual que el clínico, te-
niendo en cuenta la edad del individuo, considera
adecuada en cuanto a tipo de estimulación, intensidad
y duración.
B. El trastorno provoca malestar acusado o dificultades
en las relaciones interpersonales.
C. El trastorno orgásmico no se explica mejor por la pre-
sencia de otro trastorno del Eje I (excepto otra disfun-
ción sexual) y no es debido exclusivamente a los efec-
tos fisiológicos directos de una sustancia (p. ej., drogas
o fármacos) o a una enfermedad médica.
Especificar tipo:
De toda la vida
Adquirido
Especificar tipo:
General
Situacional
Especificar:
Debido a factores psicológicos
Debido a factores combinados
Criterios DSM-IV para el diagnóstico de eyacula-
ción precoz:
A. Eyaculación persistente o recurrente en una respues-
ta a una estimulación sexual mínima antes, durante
o poco tiempo después de la penetración, y antes de
que la persona lo desee. El clínico debe tener en
cuenta factores que influyen en la duración de la fase
de excitación, como son la edad, la novedad de la
pareja o la situación y la frecuencia de la actividad
sexual.
B. La alteración provoca malestar acusado o dificultades
en las relaciones interpersonales.
C. La eyaculación precoz no es debida exclusivamente a
los efectos directos de una sustancia (p. ej., abstinencia
de opiáceos).
Especificar tipo:
De toda la vida
Adquirido
10. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-770
«necesidades» sexuales que la mujer,el temor a tener menos
relaciones sexuales que los demás y un largo etcétera.
Con relativa frecuencia, la disfunción aparece en el
contexto de una mala relación de pareja o de falta de
comunicación. Sin embargo, hay que decir que, en mu-
chas ocasiones, los problemas se generan, precisamente,
a raíz de unas relaciones sexuales conflictivas.
Finalmente, las DP pueden ser debidas a una situación
de estrés, a experiencias sexuales traumáticas (especial-
mente en las mujeres) o a determinados rasgos de perso-
nalidad (control excesivo, baja autoestima, etc.).
Causas orgánicas. El porcentaje de DP por causa
orgánica se sitúa entre un 3 y un 20%, según Kaplan. En
realidad, no existe unanimidad en las cifras, ya que las
muestras utilizadas en las investigaciones tienen distintas
procedencias (consultas urológicas, ginecológicas,
psiquiátricas, endocrinológicas, etc.).
Las DP pueden ser secundarias a procesos sistémicos,
enfermedades infecciosas de los órganos genitales o la
pelvis, intervenciones quirúrgicas que lesionan los genita-
les o alteran su vascularización o inervación, alteraciones
neurológicas, trastornos endocrinos o alteraciones congé-
nitas. La diabetes ha sido objeto de múltiples estudios, ya
que su relación con la impotencia es conocida desde hace
más de 2 siglos. Se suele aceptar que uno de cada 2 varo-
nes diabéticos la presentan, sobre todo a partir de los 50
años.Algunos trabajos (Rowland y cols., 1989), mediante
sofisticadas técnicas de estimulación eléctrica y vibrotác-
til, hallan en estos pacientes un aumento del umbral sen-
sorial del pene. Las investigaciones sobre la sexualidad de
la mujer diabética son muy recientes, pero también mues-
tran una mayor incidencia de anorgasmia secundaria, así
como mayor tendencia a las infecciones.Tanto en el varón
como en la mujer diabéticos, la neuropatía y la microan-
giopatía parecen ser la causa del trastorno sexual.
Asimismo, a partir de los trabajos de Michal y otros se
reconoce la importancia de la enfermedad vascular arte-
riosclerótica en la aparición de la impotencia, sobre todo
en los varones de más de 35 años. En nuestro país, Oller
ha realizado un estudio, mediante la técnica Doppler y
utilizando también el índice pene/brazo, en el que, entre
otras cosas, encuentra que el tabaquismo de grado 3, la
diabetes de tipo 2, la dislipemia de tipos IIa y IIb, y la
hipertensión arterial se correlacionan estadísticamente
con una disminución de la vascularización peniana en los
enfermos impotentes.
Figura 49-1 Círculo psicosomático del sexo. (De Bancroft, 1984.)
12. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-772
que estos efectos se consideran debidos al aumento de los
niveles de serotonina, se han propuesto algunos trata-
mientos para paliarlos, entre ellos la ciproheptadina y el
metilfenidato.
Hay que destacar, sin embargo, que los efectos secun-
darios de los antidepresivos sobre la función sexual se
acaban al dejar la medicación y, en algunos casos, desa-
parecen aun tomándola. Algunos autores consideran que
la aparición de la anorgasmia podría constituir un buen
marcador clínico de la respuesta farmacológica.
Drogas. Los efectos de las drogas sobre la función
sexual no son fáciles de valorar. Variables como la
duración de la adicción, la concentración del producto,
el hecho de consumir varias drogas a la vez, etc., hacen
que los estudios sean difícilmente comparables.
La heroína ejerce un efecto inhibidor sobre la con-
ducta sexual. Tanto en varones como en mujeres, se ha
descrito disminución del deseo y placer sexuales durante
los períodos de adicción. Mendelson y cols. (1974) han
observado un descenso de la testosterona en plasma. Se
dice, en cambio, que la marihuana intensifica las sensa-
ciones sexuales y prolonga el orgasmo, y, de hecho, mu-
chas personas la consumen habitualmente con estos
propósitos. En un estudio realizado con 1.000 personas
entre 18 y 35 años, el 83% de los varones y el 81% de
las mujeres afirmaron que la marihuana mejoraba su
experiencia sexual. Al preguntarles en qué consistían las
ventajas, mencionaron el aumento de la sensibilidad
táctil en todo el cuerpo, una mayor relajación y más
compenetración con la pareja (Kolodny, Masters y John-
son, 1983). Por otra parte, parece que el tetrahidrocan-
nabinol produce una distorsión en la percepción del
tiempo, que bien podría explicar la sensación de orgas-
mo más prolongado. Existen algunos trabajos que en-
cuentran un descenso de testosterona en los fumadores
de marihuana.
La cocaína se considera una droga que incrementa el
deseo sexual y mejora el rendimiento, si bien ambas cosas
son difíciles de medir de forma objetiva. Aunque no se
conocen científicamente sus efectos sexuales, lo más fre-
cuente es que el entusiasmo y actividad sexual que algu-
nos experimentan al principio acaben en franca disfun-
ción.
Existen otras muchas drogas a las que se les atribuyen
efectos estimulantes sobre la conducta sexual (anfetami-
na, metilfenidato, nitrito de amilo, alucinógenos, meta-
qualona, etc.), algunas de ellas con efectos secundarios
muy peligrosos.
Tratamiento. Una historia clínica bien establecida suele
ser suficiente para orientar el tratamiento de una DP. No
obstante, ante la menor duda, hay que realizar las prue-
bas que se consideren necesarias (hemograma completo,
análisis de orina, glucosa, pruebas hepáticas y renales,
exámenes ginecológicos y urológicos, análisis hormona-
les, etc.). En casos determinados hay que efectuar pletis-
mografía nocturna peneana, Doppler, angiografía, inyec-
ción intracavernosa de papaverina, etc. Si se confirma la
organicidad del trastorno o se detecta la coexistencia de
factores psicológicos y orgánicos, pueden ser de utilidad
en algunos casos los tratamientos farmacológicos o qui-
rúrgicos.
Tratamientosfarmacológicos. Unodelossueñosmás
viejos de la humanidad es hallar sustancias afrodisíacas,
es decir, capaces de aumentar la capacidad sexual. A
nivel popular existe una lista casi interminable de dichas
sustancias. Baste con citar, a título de ejemplo, el caso del
ginseng, al que se le atribuyen cualidades androgénicas.
Hace unas décadas, algunos estudios poco controlados
informaron sobre resultados espectaculares con un
bloqueante alfaadrenérgico (yohimbina) en el tratamiento
de la impotencia orgánica. Investigaciones más rigurosas
realizadas después, sin obtener los éxitos anteriores,
han permitido mantener algunas esperanzas y, al mismo
tiempo, han contribuido al conocimiento del papel de los
NT en la respuesta sexual (Morales y cols., 1982).
La reciente aparición del sildenafilo ha cambiado el
panorama del tratamiento farmacológico de la disfun-
ción eréctil. Se trata de un fármaco seguro, de fácil admi-
nistración, que ha demostrado ser eficaz en el 70-90% de
los pacientes con disfunción eréctil sea de causa orgánica,
psicógena o mixta, siempre que no exista una falta de
deseo. El sildenafilo citrato es un inhibidor potente y se-
lectivo de la fosfodiesterasa tipo 5 del guanosín mono-
fosfato cíclico que se encuentra en concentraciones rela-
tivamente elevadas en el tejido de los cuerpos cavernosos
humano y en las plaquetas. Se administra por vía oral
aproximadamente una hora antes de iniciar la actividad
sexual. Lo más frecuente es que con 50 mg se consiga la
erección deseada, aunque en ocasiones puede ser sufi-
ciente con 25 mg o, por contra, deba aumentarse hasta
100 mg. El sildenafilo está contraindicado en aquellos
pacientes que estén tomando nitratos o fármacos dona-
dores de óxido nítrico en cualquier forma. En determina-
dos casos, debido a que existe un cierto grado de riesgo
cardíaco asociado a la actividad sexual, puede ser reco-
mendable un examen del estado cardiovascular del pa-
ciente.
Después del sildenafilo han aparecido otros fármacos
también orales para la disfunción eréctil como son el ta-
dalafilo, el vardenafilo y el clorhidrato de apomorfina.
Se han utilizado también otros tratamientos a base de
inyecciones de sustancias vasoactivas en los cuerpos ca-
vernosos (papaverina, fentolamina, fenoxibenzamina,
polipéptido intestinal vasoactivo o prostaglandina E). Sin
embargo, sus efectos secundarios y la aparición de fár-
macos por vía oral han hecho que su uso sea cada vez
más restringido.
Por último, los ansiolíticos pueden ser eficaces para
reducir la tensión o la ansiedad y, en ocasiones, se han
aconsejado algunos antidepresivos o antipsicóticos a
dosis bajas a fin de retrasar la eyaculación.
Como norma general, no obstante, antes de recomen-
dar cualquier tipo de fármaco, es preciso realizar una
historia clínica completa y valorar si el paciente es can
14. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-774
dedo segundo y tercero por encima y debajo de la corona
del glande. Si se efectúa correctamente, tanto la parada
como la compresión detienen la eyaculación. Este proce-
dimiento se repite tres o cuatro veces, hasta que, en la úl-
tima, ya se permite eyacular. En una segunda etapa, la
mujer situada en cuclillas sobre el varón introduce el pene
en su vagina y se les advierte que se abstengan de realizar
movimientos. Después de un breve período o en el caso de
que el varón sienta la urgencia de eyacular, la mujer debe
levantarse y realizar de nuevo la compresión. Esto se repi-
te tres o cuatro veces y, en la última, se permite eyacular
libremente. La compresión en la base del pene puede re-
sultar útil para detener la eyaculación durante el coito, sin
necesidad de sacar el pene de la vagina. Los resultados de
este tratamiento suelen ser buenos, pero antes de aplicarlo
de forma indiscriminada hay que valorar hasta qué punto
la rapidez en la eyaculación constituye un obstáculo para
la relación sexual de una pareja determinada. Por otra
parte, en los casos, nada infrecuentes, en que la mujer
presenta una inapetencia sexual, es preciso actuar con
mucha cautela, ya que la instauración de un tratamiento
de este tipo puede resultar contraproducente.
El tratamiento del retraso en la eyaculación es pareci-
do al de la anorgasmia en la mujer. Después de la FS, si el
varón es incapaz de eyacular intravaginalmente, se reco-
mienda que la mujer estimule intensamente el pene y lo
introduzca en su vagina en el momento en que el varón
sienta la necesidad de eyacular. En casos más graves se
aconseja al varón que se masturbe él mismo, en presencia
de su compañera, que deberá, en un principio, permane-
cer inactiva, para ir participando progresivamente, a
medida que el trastorno se supera.
El tratamiento del vaginismo requiere una prohibición
inicial de los intentos de penetración. Al mismo tiempo se
instruye a la mujer para que se familiarice con sus genita-
les de forma visual, mediante un espejo, y de forma táctil,
introduciendo uno o más dedos en su vagina. A conti-
nuación, la mujer solicita a su compañero que introduzca
sus dedos y, una vez conseguido esto sin problema, se la
autoriza para que, situándose en cuclillas sobre el varón,
introduzca ella el pene en su vagina. También se utilizan
dilatadores en forma de pene, de tamaños progresivos,
con la misma finalidad. Aunque los resultados suelen ser
buenos, existen casos rebeldes en los que esta técnica no
es suficiente y es preciso utilizar la relajación o la desen-
sibilización sistemática, o recurrir a los ansiolíticos o a
los fármacos que controlan la hiperreactividad del SNV.
La dispareunia, si no se resuelve con una FS adecuada,
puede abordarse de modo parecido al vaginismo. Con
todo, en algunas ocasiones puede ser resistente al trata-
miento.
Por último, existen casos de verdadera fobia o aver-
sión al sexo, en los que los procedimientos terapéuticos
expuestos se hacen imposibles, si no se asocian a técnicas
de descondicionamiento. Kaplan propone el uso de anti-
depresivos tricíclicos para tratar a las mujeres que
padecen este trastorno.
PARAFILIAS
En su acepción más extendida, la parafilia se asocia al
hecho de obtener una excitación sexual a través de estí-
mulos que no se consideran «normales». Como ya se ha
dicho, definir qué se entiende por normalidad en materia
sexual es sumamente complejo, a no ser que nos limite-
mos a la normalidad estadística, con todas las limitacio-
nes que ésta comporta. A pesar de ello, se ha considerado
desde siempre que existen unas conductas sexuales
«anormales», a las que se les ha dado distintos calificati-
vos en función de las ideologías imperantes en cada épo-
ca: perversiones, aberraciones, desviaciones, vicios, con-
ductas degeneradas, etc. Modernamente, sea porque no
se ha podido demostrar la existencia de ninguna altera-
ción orgánica o psicológica que cause estas conductas,
sea porque existe una mayor concienciación de lo relati-
vo que es el concepto de normalidad, los términos clási-
cos se han ido sustituyendo por otros que intentan ser
más neutros, desprovistos de cualquier enjuiciamiento.
Así, se habla de variantes de la conducta sexual, otras
preferencias sexuales, parafilias, etc.
Según el DSM-IV, la característica esencial de la para-
filia es la presencia de repetidas e intensas fantasías se-
xuales de tipo excitatorio, de impulsos o de comporta-
mientos sexuales que por lo general engloban objetos no
humanos, niños u otras personas que no consienten o el
sufrimiento o humillación de uno mismo o de la pareja;
para su diagnóstico se requiere una duración de 6 meses
como mínimo (tabla 49-4).
Sin embargo, la complejidad del fenómeno obliga a
hacer una serie de matizaciones. El intento de definir las
parafilias como aquellas conductas sexuales en las que no
se tiene en cuenta la libertad del otro no parece muy con-
vincente, ya que las hay que se realizan en solitario y tam-
bién otras en las que existe un acuerdo mutuo. Se sabe
que el sadomasoquismo y otras prácticas «compartidas»,
como la asfixofilia, pueden resultar altamente peligrosas y
hasta mortales. Autores de reconocido prestigio, como
Bancroft (1977), distinguen entre conductas que rara-
mente se presentan como un problema clínico, ya que
pueden esconderse bajo la apariencia de una relación he-
terosexual normal (sería el caso de algunos fetichistas y
sadomasoquistas), y aquellas que comportan una ofensa
sexual a otra persona, como en el exhibicionismo, la pai-
dofilia algunos casos de incesto o la propia violación. Por
último, hay que tener en cuenta que, según una serie de
estudios, la presencia de una parafilia predice la aparición
de otras (entre 2 y 5) a lo largo de la vida del individuo.
Epidemiología y etiología
En realidad se sabe muy poco sobre estas conductas. Las
estadísticas clínicas son poco fiables, por cuanto única-
mente se suele acudir a las consultas por motivos legales
o por presiones de la pareja. Otros tipos de encuestas,
como pueden ser las sociológicas, tampoco reflejan la rea
16. Capítulo 49 Conducta y patología sexuale-776
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