1. El arco embrujado, el ciervo mágico y el pájaro parlanchín.
Un rico mercader azteca tenía tres hijos. Los reunió alrededor de su lecho de
muerte y les dijo:
–Queridos hijos, mi vida llega a su fin, les dio algunos consejos. Además, les dejo
tres objetos muy preciosos, que les serán más útiles que cualquier tesoro: un arco,
con el que toda flecha da en el blanco; un ciervo, que puede llevar a su amo a
donde desee; un pájaro parlanchín, que puede decir a su amo todo aquello que
sabe.
Después de la muerte de su padre, el mayor de los hijos afirmó:
–Soy el primogénito y debo ser el primero en elegir. Me quedaré con el arco
embrujado. El segundo dijo:
–Entre el pájaro que habla y el ciervo mágico, elijo el ciervo. En consecuencia, el
tercero, a quien le había tocado el pájaro parlanchín, pensó:
–No me servirá de nada, pero igualmente lo cuidaré, porque lo he recibido en
herencia de mi padre.
Después del reparto, los tres hermanos se separaron y se fueron por el mundo en
busca de fortuna.
El mayor se convirtió en un famoso cazador y tuvo mucha suerte. El segundo,
gracias al ciervo, se convirtió en un mensajero muy conocido y tuvo incluso más
suerte que el primero. Pero el más joven, ayudado por el pájaro parlanchín, llegó a
ser primer ministro del rey.
Sus hermanos, cuando lo supieron, se dejaron dominar por la envidia y tramaron
matarlo y robarle el pájaro parlanchín; sin embargo, el pájaro parlanchín estaba
cerca de ellos, en una rama, y los oyó. Naturalmente fue enseguida a advertir a su
amo. El hermano menor se echó a llorar diciendo:
–No les tengo miedo a mis hermanos, pero pienso como se revolvería mi pobre
padre en su tumba viendo lo mal que se comportan. Esperemos a ver qué ocurre.
Esa noche el pájaro parlanchín advirtió al joven de una guerra que planeaba el
país vecino; enseguida habló con el rey y le comunicó el peligro que corrían.
2. –Pobres de nosotros –suspiró el rey–.
–Majestad –respondió el joven–: si promete elevar a mis hermanos a la nobleza, lo
salvaré yo.
–Te lo prometo –dijo el rey, pero en su espíritu no albergaba muchas esperanzas.
No creía que tres hombres solos pudiesen enfrentar al poderoso ejército enemigo.
El joven fue a despertar a sus hermanos y les contó lo que había sucedido y
propuso lo que debían hacer.
–Tu ciervo –le dijo al segundo– nos llevará rápidamente hasta el campo enemigo.
Tendremos tiempo suficiente, porque un gran ejército no puede avanzar con tanta
rapidez como tu ciervo. Cuando lleguemos, el pájaro parlanchín nos dirá dónde se
esconde el enemigo. Y entonces tú –añadió dirigiéndose al hermano mayor–
lanzarás tus flechas, contra el líder.
Así lo hicieron a la perfección, los tres hermanos.
El ejército enemigo fue presa del terror y huyeron rápidamente.
Los tres hermanos regresaron triunfantes y la ciudad los recibió jubilosamente.
Todos cantaban, bailaban y lanzaban vivas. El rey concedió a los tres hermanos
títulos de nobleza y los recompensó con tierras, casas, caballos y piedras
preciosas.
Desde aquel día, los hermanos vivieron juntos en armonía. Habían comprendido
que podían actuar mejor uniendo sus fuerzas que divididos y que, además, no hay
bien más precioso que un buen hermano.
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Gianni Rodari, Biblioteca de los cuentos, Judit Morales, ilus. Barcelona, Edebé,
2006.