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19
ANTROPOLOGICA
87, 1997: 19-46
Nota de la autora: Este art�culo esta basado en el Cap�tulo IV de mi tesis doctoral (Vidal
1993).
Agradecimientos: Deseo expresar mi gratitud a Alberta Zucchi, Jonathan D. Hill, Omar
Gonz�lez, Janet Chernela y Jean E. Jackson, por sus valiosas cr�ticas y sugerencias a una
versi�n anterior que fue leida en el Simposio "Investigaciones Antropol�gicas en el Noroeste
Amaz�nico: evaluaci�n de los �ltimos diez a�os", realizado en el Congreso Internacional de
Ciencias Antropol�gicas y Etnol�gicas, M�xico 1993. Tambi�n agradezco a Stanford Zent sus
oportunas y enriquecedoras cr�ticas a la presente versi�n.
Liderazgo y confederaciones
multi�tnicas amerindias en la
amazonia luso-hispana del
Siglo XVIII
Silvia M. Vidal
Introducci�n
En este ensayo, haciendo especial �nfasis en los ind�genas Bar� y
Manao, trataremos de analizar los cambios ocurridos en las formacio-
nes societarias de los grupos Arawak y sus asociados de la cuenca del
R�o Negro durante el Siglo XVIII. Concretamente estudiaremos el
surgimiento y extinci�n de confederaciones multi�tnicas liderizadas
por poderosos "jefes guerreros", as� como la reducci�n de los niveles de
integraci�n sociopol�ticas de estas poblaciones hacia niveles locales
(tramo de un r�o) e intra-comunitarios.
Los Bar� o B�ale y los Manao, Managut o Manoa son grupos ind�ge-
nas cuyos idiomas pertenecen a la rama Maipure del Norte de la Fami-
lia Arawak (Gonz�lez ���ez 1987) (Mapa 1). Los Manao, aparentemen-
te, se extinguieron del record etnogr�fico para el per�odo entre fines del
Siglo XVIII y principios del XIX. Los Bar�, en cambio, aunque sobrevivie-
ron al proceso colonial ya no hablan fluidamente su lengua sino el
�engat� o yeral, el castellano, o el portugu�s. En Venezuela habitan
unos 2.000 Bar�, la mayor�a de los cuales ha emigrado desde su territo-
rio ancestral en el Alto R�o Negro y Casiquiare, hacia otras zonas del
Estado Amazonas de Venezuela. Desconocemos el n�mero de ind�genas
Bar� localizados en el Estado do Amazonas de Brasil. Durante la �poca
colonial, la llegada de los europeos a la regi�n Orinoco-Casi-
20
MAPA 1
TERRITORIOS DE LOS BAR� Y LOS MANAO PARA EL SIGLO XVIII
(Vidal 1996)
Leyenda:
Bar�
Manao
1234
1234
1234
1234
1234
1234
21
quiare-Guain�a-R�o Negro gener� diversos procesos que llevaron a la
casi total desaparici�n f�sica de los Bar�. Sin embargo, durante el Siglo
XIX, este grupo a�n manten�a un complejo sistema societario (Cuadro
1).
Los grupos Arawak y Tukano contempor�neos presentan una orga-
nizaci�n sociopol�tico-religiosa internamente jerarquizada que es �nica
entre las poblaciones que han sobrevivido al sistema colonial (Goldman
1968; Wright 1981; Hill 1983; Chernela 1983, 1991; Jackson 1983;
Vidal 1993). Los Arawak del Amazonas Noroccidental comparten una
serie de elementos socioculturales (Cuadro 2) que pudieran indicar que
en el pasado existi� una mayor complejidad sociopol�tica que inclu�a
una jerarqu�a intra- e inter�tnica y regional, en la cual los de m�s baja
posici�n en el sistema eran denominados "hermanos menores" o "mak�"
(servidores).
Whitehead (1989:4) ha se�alado que existe un profundo contraste
entre la Amerindia antigua y la moderna, y que ello se debe a que anti-
guamente esas sociedades se caracterizaron por: (a) variabilidad en la
composici�n etnoling��stica; (b) regionalizaci�n de las operaciones eco-
n�micas (redes regionales de intercambio y comercio); y (c) una comple-
jidad pol�tica que f�cilmente permit�a integrar o utilizar a m�s de diez
mil individuos.
Recientemente hemos documentado que los antepasados de los
Arawak y de otros grupos abor�genes de esta regi�n, formaron parte de
un complejo macrosistema pol�tico-econ�mico al momento del contacto
europeo, al que denominamos "Macrosistema de Manoa" (Vidal 1993).
Su principal caracter�stica fue que las relaciones y la integraci�n
pol�tica trascend�an las fronteras �tnicas, ling��sticas, pol�ticas y
econ�micas. Posteriormente, entre el Siglo XVI y finales del XVII, la
implantaci�n del sistema colonial, la interacci�n entre europeos e
ind�genas, las epidemias, etc., generaron dr�sticos cambios que
paulatinamente condujeron a la desintegraci�n del macrosistema. Sin
embargo, en el contexto de la situaci�n colonial-perif�rica del Siglo
XVIII, esta antigua forma societaria di� origen a nuevas formaciones
amerindias a las que hemos denominado "Confederaciones Multi-
�tnicas". Tanto en el surgimiento como en la desestabilizaci�n de estas
confederaciones el liderazgo ejercido por poderosos jefes Manao y Bar�
jug� un papel de vital importancia.
22
CUADRO 1
MODELO SOCIETARIO DE LOS BAR� PARA EL SIGLO XIX
(Vidal 1993:7)
Fratr�as
patrilineales,
exog�micas
localizadas y
jerarquizadas.
Jefe y consejo de
ancianos por
cada fratr�a.
Sibs
patrilineales,
exog�micos,
localizados y
jerarquizados.
Idem por cada
Sib
Patrilinajes
Jefe y consejo
de ancianos
por comuni-
dad y l�der de
cada facci�n
ESTRUCTURA
SOCIAL
SISTEMA
POL�TICO
SISTEMA
RELIGIOSO
ECONOM�A
Ciclo de Mitos del
Creador.
Ciclo de Mitos del
K�wai.
(1) Origen de la gente y jerarquizaci�n de las
unidades de descendencia basadas en el orden de
nacimiento de hermanos agn�ticos ancestrales;
(2) ceremonias de iniciaci�n y sociedades secretas
masculinas; (3) ense�anzas y rituales de iniciaci�n
sham�nica; (4) lugar sagrado o morada de los
esp�ritus de los ancestros por cada sib y fratr�a;
(5) culto a los antepasados.
(1) Orientaci�n ribere�a de los asentamientos; (2) agri-
cultura y pesca como actividades principales de
subsistencia; (3) recolecci�n, caza, comercio e in-
tercambio como actividades secundarias de pro-
ducci�n: (4) cierta especializaci�n en algunos ofi-
cios o actividades como el comercio, artesan�a,
etc...
En situaciones coyunturales se nombraba jefe de
guerra regional
23
Los Arawak del R�o Negro y la situaci�n colonial-perif�rica
Hemos denominado como "situaci�n colonial-perif�rica" al contexto
mayor de confrontaci�n entre dos horizontes civilizatorios (el Europeo y
el Orinoco-Amazonense) y de participaci�n de los amerindios en el sis-
tema colonial. Le hemos asignado este nombre por dos razones impor-
tantes: (a) para poder diferenciar dos etapas hist�ricas, anterior y pos-
terior a los procesos de independencia y consolidaci�n de los Estados
Nacionales, es decir, Per�odo Colonial y Per�odo Moderno (desde
1830-40 hasta el presente); y (b) porque el per�odo colonial constituy�
una �poca de transici�n para la regi�n Orinoco-amazonense y sus habi-
tantes. Hacemos esta distinci�n debido a que la penetraci�n e influen-
(1) Orientaci�n ribere�a de los asentamientos;
(2) pesca como una de las actividades principales de la subsisten-
cia o como actividad secundaria;
(3) econom�a orientada hacia el autoconsumo y hacia la produc-
ci�n de excedentes destinados para un sistema de fiestas-rituales
y de circulaci�n de bienes;
(4) estructura social basada en la federaci�n de m�s de dos unida-
des de descendencia unilineal, exog�mica, localizada y organizada
en un orden jer�rquico;
(5) sistema de alianzas matrimoniales basado en reglas de
exogamia y de matrimonios preferenciales, que permite el estable-
cimiento y fortalecimiento de relaciones intra e inter-grupales y
propicia el intercambio generalizado de bienes, servicios, conoci-
mientos, personas, etc.;
(6) una terminolog�a de parentesco de tipo "Dravidian";
(7) sistema pol�tico estructurado paralelamente a la organizaci�n
social y a la posici�n jer�rquica ocupada por cada unidad de des-
cendencia, y;
(8) sistema de creencias que incluye un Ser Creador y h�roes civili-
zadores y transformadores del orden social (ej.: K�wai).
CUADRO 2
ELEMENTOS ESTRUCTURALES COMUNES DE LOS ARAWAK DEL
AMAZONAS NOROCCIDENTAL
(Vidal 1993:22)
24
cia europea transform� a la zona Alto Orinoco-Alto R�o Negro1
en un
�rea marginal y fronteriza, y porque precisamente durante esta etapa
fue que surgi� y se consolid� la situaci�n perif�rica contempor�nea.
Por "situaci�n perif�rica" se entiende la relaci�n que existe entre el
capitalismo y sociedades o sistemas de relaciones productivas y de in-
tercambio, que conceptual y espacialmente, est�n ubicadas en su "peri-
feria" y no han sido completamente integradas o penetradas por �l
(Turner 1986:2). Son sistemas que interact�an, o seg�n Turner
(1986:4), se trata de un gran sistema capitalista heterog�neo que en-
grana varios subsistemas m�s o menos integrados al capitalismo. En
estos subsistemas el desarrollo de los sectores "capitalistas" depende
de la interacci�n con formas de relaciones productivas no capitalistas,
relativamente poco integradas al capitalismo. Las situaciones
perif�ricas constituyen una caracter�stica central del sistema capitalis-
ta mundial.
Para Turner (1986:72), la lucha entre los elementos capitalistas y
no capitalistas de las situaciones perif�ricas se decide a nivel de las for-
mas de reproducci�n social, ya que el control o habilidad para defen-
derlas es lo que permite el mantenimiento de esferas aut�nomas de
producci�n. Es decir, es el control cultural (Bonfil 1986)2
sobre la re-
producci�n social3
lo que le da continuidad a la diferencia sociocultural
del componente o sector no capitalista dentro del capitalismo. Por lo
tanto, en una situaci�n perif�rica, una sociedad se define a s� misma y
a la(s) frontera(s) [marcador diacr�tico] entre s� y otra(s) sociedad(es),
nivel(es) o sector(es), empleando sus formas de reproducci�n social
como instrumentos pragm�ticos (Turner 1986:72).
Para el capitalismo mercantil europeo del Siglo XVIII, las colonias
de ultramar constitu�an subsistemas cuya asimilaci�n exig�a la explota-
ci�n y subordinaci�n de los pueblos ind�genas. Progresivamente �stos
�ltimos fueron transform�ndose en "sectores" o "segmentos" con carac-
ter�sticas propias, y esta transformaci�n fue moldeada por los niveles
1
La regi�n comprendida entre las cuencas del Medio-Alto R�o Negro y el Alto Orinoco
constituy� una gran centro cultural y comercial para diversos grupos ind�genas Arawak,
Caribe, Tukano, etc.. Para el momento del contacto europeo esta zona estuvo estrechamente
vinculada a la informaci�n documental relacionada con posibles fuentes de minas,
comercializaci�n y artesan�a del oro, tales como Manoa o El Dorado (c.f. Whitehead 1994;
Vidal 1993).
2
Seg�n Bonfil (1986:19,21), un grupo �tnico se define a partir de la relaci�n significativa
entre el grupo y una parte de su cultura o "cultura propia". Esta relaci�n se denomina "control
cultural" y constituye el proceso y el sistema de relaciones a trav�s del cual un grupo ejerce
la capacidad social de decisi�n sobre elementos culturales.
3
Para Turner (1986:12) la "reproducci�n social" es un proceso social y una estructura
cultural. La define como la producci�n reflexiva de la producci�n (medios de subsistencia,
seres humanos, familias, relaciones sociales de cooperaci�n, etc.) (Turner 1986:29).
25
de interacci�n y de integraci�n entre estos grupos y entre ellos y los eu-
ropeos.
A�n en el delicado balance que caracteriz� la situaci�n colonial-
perif�rica, los grupos ind�genas del Amazonas Noroccidental que ha-
b�an pertenecido al desintegrado Macrosistema de Manoa (especialmen-
te los Arawak y Tukano), continuaron manteniendo intensas relaciones
intra e inter�tnicas. Estas estaban basadas en la interdependencia
socioecon�mica de sus unidades etnopol�ticas y en el control sobre la
gente (las alianzas por afinidad y la verticalizaci�n de las estructuras
jer�rquicas) como forma de dominaci�n pol�tica. Los europeos, en cam-
bio, defin�an el nivel de integraci�n de los pueblos ind�genas a partir de
su subordinaci�n de jure (s�bditos de la Corona) y de facto (explotaci�n
y esclavitud) a la estructura vertical de clases del r�gimen colonial. Su
implantaci�n se caracteriz� por: (1) la conquista armada, (2) el sistema
de "entradas" (o "descimentos")4
, (3) el sistema de "rescates"5
y el co-
mercio de esclavos ind�genas.
Para los ind�genas la consolidaci�n de la situaci�n colonial-
perif�rica, fue un proceso de incorporaci�n o asimilaci�n que signific�
sistem�ticos intentos en la destrucci�n de sus identidades colectivas y
de imposici�n de una identidad individualizada como s�bditos de la(s)
Corona(s) y posteriormente, como ciudadanos de un Estado Nacional.
La contrapartida de este proceso fue el continuo y din�mico esfuerzo
emprendido por los Arawak, Tukano y otros ind�genas, para marcar,
definir, inventar y mantener identidades �tnicas propias.
Por otra parte, para poder analizar y explicar los sistemas pol�ticos
Arawak y el papel de los l�deres Bar� y Manao, emplearemos los con-
ceptos de poder, autoridad e influencia. El primero se concibe y analiza
en dos dimensiones contradictorias: (1) como monopolio de la violencia
o coerci�n que un individuo o grupo ejerce sobre el resto de la sociedad,
y (2) porque cumple ciertos objetivos de la sociedad (ej.: mantener el or-
den) y se legitima (consenso) a trav�s de mecanismos como: el paren-
tesco, la tradici�n, los mitos, el contacto con lo sobrenatural, el manejo
y monopolio de la informaci�n, el uso de la fuerza y de la represi�n,
etc.. La influencia, en cambio, no conlleva el ejercicio de la coerci�n ni
de la fuerza, y significa que el individuo pos�e ciertas cualidades perso-
nales (ej.: generosidad, sabidur�a, capacidad de conciliar, etc.) y una
red de relaciones sociales (intra e intergrupales) que son utilizadas y/o
4
El sistema de "entradas" o "descimentos" consist�a en: (1) la penetraci�n a zonas
ind�genas, obligando a su gente a residenciarse en pueblos de misi�n o aldeas europeas,
(2) la explotaci�n de la mano de obra ind�gena, y (3) la p�rdida de la autonom�a pol�tica y
econ�mica de estas poblaciones.
5
El "rescate" quiere decir la "compra" de esclavos indios a los supuestos grupos ind�genas
"can�bales".
26
manipuladas directa y/o indirectamente para persuadir e influir en las
opiniones y decisiones de los dem�s integrantes de la sociedad. La au-
toridad se define como la legitimidad o derecho que se le reconoce a
una persona o a un grupo para tomar las decisiones que ata�en a to-
dos.
En este �mbito te�rico los l�deres Arawak como mediadores entre
su sociedad y el r�gimen colonial, pueden ser analizados como actores
sociales y definidos a partir de categor�as de relaciones sociales:
dominaci�n-subordinaci�n, segmentaci�n-jerarqu�a, poder-autoridad,
clientelismo, monopolio del conocimiento (ritual o secular),
poder-influencia. Es decir, que la naturaleza de sus roles como me-
diadores se relaciona con la modalidad mediante la cual ellos incid�an
sobre la vida y actividades colectivas de su sociedad, ya sea a trav�s del
"poder" o utilizando la "influencia".
Varios autores han demostrado que el factor �tnico se evidencia en
sociedades con reg�menes descentralizados, ya que sus poblaciones
participan individual o colectivamente en sistemas poli�tnicos (Despr�s
1984:10). Aparentemente las identidades �tnicas o m�scaras de la con-
frontaci�n se llevan en las fronteras (de la comunidad jur�dica, del pa-
rentesco real o ficticio) (Despr�s 1984:10). Despr�s (1984:17) se�ala
que las m�scaras de la confrontaci�n tienen mayor probabilidad de uti-
lizarse en sociedades multi�tnicas [plurales], cuando existen las si-
guientes condiciones: (a) presencia de alg�n grado de estratificaci�n
�tnica, (b) clases sociales poco desarrolladas o no aut�nticas como fuer-
za pol�tica, y (c) la competencia por los valores materiales de la socie-
dad se canaliza principalmente a trav�s del dominio pol�tico.
Tambi�n hay que destacar que para entender la etnicidad y los pro-
blemas �tnicos en el contexto de la transformaci�n cultural, es necesa-
rio comprender y contrastar los conceptos de poder y ritual (Whitten
1976:28). En el caso que nos compete, estamos frente a los conflictos y
los reacomodos que se produjeron debido al enfrentamiento de dos mo-
dalidades diferentes de ejercicio de la autoridad: fuerza y coerci�n por
parte del Horizonte Civilizatorio Europeo y la influencia en el Horizonte
Civilizatorio Orinoco-Amazonense. Este proceso di� origen a la confron-
taci�n, sustituci�n o superposici�n de dos tipos completamente distin-
tos de interpretaciones, ideolog�as, cosmovisiones, concepciones hist�-
ricas de la cultura y del conocimiento. Estas consideraciones son de
suma importancia ya que entre los grupos Arawak el liderazgo y la es-
tructura religiosa y ritual est�n estrechamente vinculados. Muchos de
los grandes jefes pol�ticos tambi�n fueron poderosos shamanes y cono-
cedores del mundo sobrenatural, y estas cualidades fueron las que res-
paldaron su enorme poder y su influencia intra e inter-regional.
Otros factores importantes en el estudio de la etnicidad fueron la
permanente violencia, la necesidad de mano de obra y los intereses eco-
27
n�micos de las potencias europeas. En su an�lisis sobre la emergencia
y desarrollo de una identidad �tnica Caribe y de los procesos que ocu-
rrieron en la regi�n Guayana-Caribe, Whitehead (1990: 360-361) se�a-
la la importancia de la relaci�n entre guerra, comercio de bienes euro-
peos (como base de la cooperaci�n pol�tica con y de la poblaci�n ind�ge-
na) y etnicidad.
Seg�n este autor, ante la expansi�n de las fronteras de los estados
coloniales, los pueblos abor�genes adoptaron tres tipos de estrategias
(Whitehead 1988): (1) la resistencia militar abierta; (2) la alianza pol�ti-
ca y la cooperaci�n econ�mica con sectores de una o m�s potencias eu-
ropeas; y (3) la evasi�n al contacto directo. La primera de ellas impuls�
la redefinici�n de las identidades �tnicas, el establecimiento de nuevas
alianzas y el surgimiento de confederaciones multi�tnicas. El rechazo al
contacto di� origen a procesos migratorios, y �stos a su vez influyeron
en la restructuraci�n de las alianzas pol�ticas.
La segunda alternativa en cambio, foment� el surgimiento de nue-
vas formas de alianzas entre europeos e ind�genas (ej.: como socios en
el comercio de esclavos y recursos materiales) (Whitehead 1988,1990).
Esto hizo que entre los grupos ind�genas se estableciera una encarniza-
da competencia por el control de las rutas comerciales por las que cir-
culaban bienes europeos. Seg�n Whitehead (1990:357), la necesidad de
ayuda militar ind�gena para enfrentar a las otras poblaciones abor�ge-
nes, a los esclavos rebeldes y a otros rivales coloniales de los europeos,
permiti� la aparici�n de un fen�meno denominado "milicia �tnica"
["ethnic soldiering"]. A trav�s del establecimiento de alianzas con gru-
pos ind�genas aut�nomos, o la contrataci�n con l�deres locales, los eu-
ropeos pod�an acceder directamente a una "tribu marcial" (Whitehead
1990:357). Para los ind�genas, la milicia �tnica represent� tanto una
estrategia colectiva de lucha contra el r�gimen colonial, como una alter-
nativa local o individual en el contexto de las relaciones coloniales esta-
blecidas (Whitehead 1990:359). Tambi�n esta estrategia influy� en el
surgimiento de confederaciones multi�tnicas.
El Amazonas Noroccidental durante el Siglo XVIII.
El Siglo XVIII se inaugura con el fraccionamiento definitivo del
Macrosistema de Manoa en varias confederaciones liderizadas por gru-
pos poderosos como los Manao y los Bar�. Su composici�n interna fue
variable dado que estuvieron integradas por varias etnias, agrupadas
alrededor de l�deres influyentes.
La inserci�n definitiva de los grupos del R�o Negro en la vasta red
comercial de bienes europeos, as� como el control que algunos l�deres
ind�genas y sus "naciones" comenzaron a ejercer sobre amplios sectores
del Alto Orinoco-R�o Negro-Branco, produjeron una respuesta inmedia-
28
ta por parte de las autoridades civiles, militares y religiosas de las Co-
ronas de Portugal y Espa�a. Sus ambiciones econ�micas y el temor de
que los indios estuvieran en posesi�n de un gran n�mero de armas, hi-
cieron necesarios la explotaci�n, el patrullaje y el control de las rutas
comerciales por las cuales circulaban las mercanc�as (materias primas,
esclavos, etc.) destinadas a las otras potencias extranjeras (Vidal 1993).
Estas acciones de los europeos no s�lo provocaron conflictos de intere-
ses y luchas entre las distintas potencias coloniales (Espa�a, Portugal,
Holanda, etc.), sino al interior de cada una de ellas (civiles, militares y
�rdenes religiosas). Todo �sto desencaden� una ola de violencia que
ocasion� la progresiva p�rdida de la autonom�a pol�tica, y posterior-
mente econ�mica, de los hasta entonces poderosos grupos del R�o Ne-
gro.
Las respuestas de los Bar�, de los Manao y de otros grupos del R�o
Negro fueron influenciadas tanto por el tipo de participaci�n de cada
unidad etnopol�tica en el sistema, como por el control y defensa que es-
tos ind�genas ejerc�an sobre sus formas de reproducci�n social. Los
agentes coloniales siempre establec�an sus relaciones con el "cacique",
"capit�n" o "principal" y basaron el proceso de sujeci�n en la imposici�n
de los convenios, tratados o acuerdos que establec�an con �stos. De esa
manera la autoridad fue impuesta coercitivamente y �sto contrastaba
marcadamente con las formas tradicionales empleadas por los l�deres
abor�genes.
Tradicionalmente la autoridad, la consolidaci�n y la expansi�n del
poder pol�tico de los l�deres Bar� y Manao se hab�a basado en: (a) la
manipulaci�n de las alianzas con parientes consangu�neos y por afini-
dad, (b) el control y manipulaci�n de las relaciones con determinadas
potencias y/o sectores europeos, y (c) sus dotes sham�nicas y el mono-
polio sobre algunas actividades rituales importantes (ej.: el ciclo de
fiestas del K�wai6
). Sin embargo, la paulatina desaparici�n de las redes
ind�genas de poder pol�tico se debi� al acceso directo y la progresiva
utilizaci�n de las mismas por parte de las autoridades coloniales.
La participaci�n e influencia de los europeos en las redes
pol�tico-comerciales ind�genas hizo que los l�deres Bar� implementaran
diversas estrategias destinadas a fortalecer y garantizar el ejercicio de
su autoridad. Estas fueron: (a) la resistencia militar abierta, (b) las
alianzas pol�ticas con otros grupos abor�genes y/o potencias coloniales,
y (c) la cooperaci�n econ�mica con holandeses, portugueses y luego es-
6
El "K�wai" es el nombre de un h�roe cultural ancestral de los grupos Arawak del
Amazonas Noroccidental. Est� relacionado no s�lo con profundos y trascendentales cambios
sociopol�ticos y religiosos en esas sociedades, sino con la introducci�n de la agricultura y otras
t�cnicas productivas. Es figura principal de las ceremonias de iniciaci�n de j�venes de ambos
sexos, as� como de las sociedades secretas masculinas.
29
pa�oles. Estas estrategias produjeron enfrentamientos y guerras entre
los Manao y Bar�, y provocaron que varias de sus parcialidades se
transformaran en "milicia �tnica" de los portugueses, y posteriormente
de los espa�oles.
Para facilitar el an�lisis de los datos, hemos dividido al Siglo XVIII
en dos per�odos: (1) 1700-1755, o del Sistema Misional, y (2) 1767--
1799, o del Sistema de Directorado (tambi�n conocido como de Demar-
caci�n de Fronteras Coloniales).
Confederaciones multi�tnicas durante el Siglo XVIII
Sistema de Misi�n: 1700-1755.
Si bien el Sistema de Misi�n se inici� en el Siglo XVII, alcanz� su
mayor auge durante el Siglo XVIII, tanto en las posesiones espa�olas
como portuguesas. Este per�odo se caracteriz� por: (1) un incremento
en las "jornadas, entradas o descimentos", en las que generalmente se
empleaba la coerci�n militar con el fin de obligar a los ind�genas a es-
tablecerse en reducciones o aldeas de misi�n; (2) procesos de
sedentarizaci�n y de cambio religioso, sociopol�tico y cultural de los
grupos ind�genas; y (3) la repartici�n de la mano de obra ind�gena entre
los colonos (encomiendas), las autoridades gubernamentales (en cons-
trucci�n de infraestructuras, en expediciones de descubrimiento, como
remeros y baquianos, etc.) y las �rdenes misioneras (en expediciones de
entradas o descimentos, etc., y actividades de producci�n para sostener
y financiar el pueblo o reducci�n) (Vidal 1993).
Es interesante destacar que, a partir de 1720, con el incremento de
las "entradas", de las expediciones esclavistas y con la fundaci�n de
pueblos, comenzaron a producirse epidemias (viruelas y sarampi�n) en
la regi�n (c.f. Vidal 1993:163-164). Estas no s�lo afectaron a los ind�ge-
nas aldeanos sino tambi�n a aquellos que ocupaban zonas selv�ticas
alejadas de los pueblos de misi�n. Sin embargo, consideramos que para
explicar la enorme reducci�n poblacional ind�gena que se produjo a
partir de este per�odo hasta finales del Siglo XVIII, tambi�n es necesario
considerar otros factores como las guerras, la esclavitud, el exceso de
trabajo y las deficiencias alimentarias en las aldeas de misi�n (Vidal
1993).
Otro proceso que, en Brasil se asoci� con el sistema de misi�n fue
el de las "tropas de rescate". Esto se debi� fundamentalmente a la acti-
va participaci�n de los Carmelitas en la "legalizaci�n" de la captura de
esclavos indios. En el caso que nos compete, este sistema comenz�
cuando en los �ltimos a�os del Siglo XVII, el R�o Negro y otros afluentes
del Amazonas se abrieron a la trata de esclavos. Para ello, los misione-
ros contactaban los pueblos de ind�genas "libres" (generalmente aque-
30
llos que vend�an esclavos a las tropas) con el objeto de convencerlos
para que se instalaran en aldeas de misi�n. Los cabos o comandantes
de tropa, soldados, exploradores, misioneros, etc., se reun�an en cam-
pamentos denominados "arraiales" que serv�an tanto como alcabalas
para el control del tr�nsito de indios y europeos, como de "corrales"
para encerrar los ind�genas capturados. A principios del Siglo XVIII los
dos arraiales m�s famosos en nuestra �rea de estudio fueron: (a) el Lu-
gar de Alvaraes, en el Amazonas Medio (entre el Tef� y el Paragoar�), el
cual estaba dirigido por el Capit�n Francisco de Costa Pinto (segundo
cabo de la tropa de rescate del R�o Negro y Japur�), y (b) la Fortaleza da
Barra do R�o Negro.
Si bien desde la Fortaleza da Barra las autoridades portuguesas
controlaban la desembocadura del R�o Negro, Ferreira (1888:5-6) se�a-
la que los "gentiles" Manao y Bar� eran los grupos dominantes en el R�o
Negro durante las primeras dos d�cadas del XVIII. Los primeros contro-
laban el trecho inferior del r�o, mientras que los Bar� lo hac�an en la
parte alta.
Durante la primera mitad del Siglo XVIII, el tr�fico de esclavos ind�-
genas recrudeci� a causa de la competencia por el control de este jugo-
so negocio, tanto por parte de los propios europeos (espa�oles, portu-
gueses y holandeses) como de varios grupos abor�genes. A partir de
1720 los portugueses se propusieron dominar este comercio en el R�o
Negro, �rea que desde el siglo anterior hab�a proporcionado la mayor
parte de los esclavos que se negociaban en el Par� (Sweet 1975;
Hemming 1978). Cinco o seis a�os m�s tarde las incursiones
esclavistas lusitanas ya hab�an alcanzado el Alto R�o Negro y se esta-
ban extendiendo hacia el Atabapo, Guaviare y Alto Orinoco (Vidal
1993). Para 1740 ya constitu�an un grave problema tanto para las auto-
ridades espa�olas, como para las misiones Jesuitas y Capuchinas del
Orinoco y los Llanos (Vidal 1993).
En 1716 el Gobernador Christov�o da Costa Freire le ordena al Co-
ronel Jos� da Cunha d'E�a la vigilancia de los ind�genas del R�o Negro
(Vidal 1993), y la penetraci�n en las selvas de los r�os Amazonas, Negro
y Madeira para capturar a los numerosos soldados desertores de las
Capitan�as del Par� y Maranh�o, quienes estaban incitando al desorden
y a la violencia (Ferreira 1888:6). Si bien muchos de estos individuos vi-
v�an en pueblos ind�genas, con cuya gente se hab�an emparentado,
tambi�n formaban parte de las fuerzas vivas de expansi�n de las fronte-
ras coloniales al interior de los territorios ind�genas.
Con el aumento de las incursiones esclavistas se inici� la confron-
taci�n directa entre los Manao y sus asociados y los intereses
pol�tico-econ�micos de los portugueses (Vidal 1993). Si bien este proce-
so comenz� en 1716, s�lo concluy� entre 1725 y 1730 cuando estos �l-
timos emprendieron la guerra de exterminio que acab� con el poder y el
31
control que hab�an ejercido los Manao y sus aliados sobre el curso del
R�o Negro, entre el Jauaperi y la Isla Timon�. Entre 1700 y 1730 la Con-
federaci�n de los Manao estuvo integrada por varias comunidades y
parcialidades de Manao as� como por otros grupos del Medio y Alto R�o
Negro y del r�o Branco (Cuadro 3). La misma era liderizada por un jefe
principal o capit�n general llamado Ayuricaba (Ajuricaba) y por otros
jefes secundarios, aliados o subordinados (Debajar�, Bejar�, Basuriana,
Caricu�, Camandry o Camandary, Aduana, Caboquena).
CUADRO 3
CONFEDERACIONES MULTI�TNICAS (1700 - 1725)
1. CONFEDERACI�N DE LOS MANAO:
Grupos: Manao, Bar�, Mak�, Tribur�, Mabazar�,
Javar�, Bumajana, Mayapena.
Jefe-guerrero principal: Ayuricawa o Ajuricaba.
Otros jefes: Debajar�, Bejar�, Basuriana, Caricu�,
Camandary, Aduana.
2. CONFEDERACI�N DE LOS CAUABURICENA:
Grupos: Bar� y otros del Bajo y Medio R�o Negro.
Jefe-guerrero principal: Curunam�.
Otros jefes: (?).
3. CONFEDERACI�N DE LOS ARANACOACENA:
Grupos: Barpe y otros (?).
Jefe-guerrero principal: (?)
Otros jefes: (?)
32
Paralelamente a las actividades esclavistas de las tropas de resca-
te, los misioneros fundaban pueblos de misi�n, tanto en los arraiales ya
establecidos como en nuevos lugares. Una de estas aldeas situada cer-
ca del r�o Cauaur� o Caur�s, fue Santo Alberto dos Cauaur�s o Aracary,
que lleg� a convertirse en el segundo establecimiento importante fun-
dado por los portugueses en el R�o Negro (Vidal 1993). Inicialmente la
misma se estableci� con la anuencia del Principal Curunam� (que habi-
taba el r�o Xiuar�), gran jefe de los Cauaburicena o Caburicena, a quie-
nes posteriormente se les agregaron los Uaranacoacena o Aranacoacena
(todos vinculados con los Bar�) (Vidal 1993). Los portugueses mantu-
vieron estrechas relaciones con ambos grupos y comenzaron a utilizar-
los en las tropas de rescate y en las entradas o "descimientos". La parti-
cipaci�n de estos Bar� en tales actividades aument� la competencia, las
diferencias y fricciones que desde finales del Siglo XVII, exist�an entre
ellos y los Manao por el control del comercio con los holandeses.
Como consecuencia de ello, entre 1720 y 1723 estall� un conflicto
entre los jefes Manao Basuriana y Caricu� y sus respectivos aliados.
Esto hizo que, el primero de ellos, emigrara hacia el Japur� y solicitara
la protecci�n de los misioneros Carmelitas del Solim�es (Vidal 1993).
Los Carmelitas enviaron a Fray Mathias de S�o Boaventura, quien, de-
bido a los problemas con esta gente, huy� desde el Japur� al R�o Negro,
en donde se encontr� con el jefe Manao Camandary, en cuya comuni-
dad (de unas dos mil personas) permaneci� por varios a�os. (Vidal
1993). Durante la guerra contra Ayuricaba las tropas de guerra obliga-
ron a los Manao de Camandary a fundarse en la aldea de Mariu�
(Barcellos) (Vidal 1993). Esta guerra de exterminio hizo que varios jefes
principales Manao y Bar� solicitaran protecci�n y asentamiento en las
misiones. En cambio, otros jefes de estos mismos grupos utilizaron la
estrategia de emigrar hacia el Japur� y Amazonas, en donde permane-
cieron hasta principios del Siglo XIX (Vidal 1993). Tambi�n hubo secto-
res de la poblaci�n Manao que migraron hacia el Alto Orinoco y se asi-
milaron a los grupos Bar� y Guaipuinavi de esa zona.
Para 1731 los portugueses hab�an "pacificado" el R�o Negro Medio,
y tres a�os m�s tarde este r�o estaba pr�cticamente deshabitado hasta
las inmediaciones de los raudales de S�o Gabriel, ya que los sobrevi-
vientes estaban viviendo en pueblos de misi�n o se hab�an replegado a
los cursos medios y altos de sus afluentes (Sweet 1975). A pesar de es-
tos acontecimientos, el jefe Camandary todav�a controlaba una peque-
�a confederaci�n que reun�a a varios jefes Manao, Bar� y Baniva, aun-
que todos estaban bajo el control de las misiones (Vidal 1993).
Se puede afirmar que durante este per�odo los Manao y los Bar� de
la condici�n de "gentiles dominantes"7
progresivamente se transforma-
7
"Gentiles" se denominaban a los grupos ind�genas que permanec�an en completa
autonom�a pol�tico-econ�mica y social, libres de la dominaci�n directa colonial.
33
ron en grupos que ten�an un mayor n�mero de individuos en las aldeas
de misi�n. Si bien todos estos procesos lesionaron gravemente la auto-
nom�a pol�tica de la mayor�a de sus jefes m�s poderosos del R�o Negro
Medio, tambi�n estimularon el establecimiento de alianzas con algunos
jefes Bar� del Alto R�o Negro y fomentaron la expansi�n de sus fronte-
ras vivas hacia el Alto R�o Negro-Casiquiare-Orinoco. Sin embargo, es
necesario destacar que los Manao perdieron su viabilidad de sobrevivir
como etnia diferenciada.
A partir de la pacificaci�n del R�o Negro Medio, y hasta despu�s de
1750, se comenz� a utilizar como arraial el puerto del jefe principal
Cocubi, Couci o Cocui (Bar�), cercano al sitio en el que luego se esta-
blecer�a la aldea (posteriormente Fuerte) de Marabitana (Vidal 1993).
Desde este sitio se enviaban tropas de rescate para todos los afluentes
del Alto R�o Negro, algunas de las cuales llegaron hasta el In�rida, el
Atabapo y el Orinoco (Vidal 1993).
Sin embargo, es importante mencionar que en todas estas expedi-
ciones de rescate, la participaci�n de los jefes principales fue funda-
mental, ya que: (a) eran viejos residentes en los pueblos de misi�n, (b)
hab�an sido recientemente contactados y (c) segu�an en su condici�n de
"gentiles" hasta despu�s de 1755 (c.f. Vidal 1993: 155-215). La mayor
parte de estos �ltimos pertenec�an a las tres confederaciones que entre
1725 y 1755 exist�an en la regi�n Alto R�o Negro-Vaup�s-Isana-
Guain�a-Casiquiare-Alto Orinoco (Cuadro 4). La composici�n de estas
�ltimas fue extremadamente variable, ya que a medida que los portu-
gueses fueron adquiriendo poder en el Alto R�o Negro, se dictaron medi-
das de control sobre las comunidades y sus l�deres. Entre ellas se pue-
den mencionar el otorgamiento de autorizaciones o patentes a algunos
jefes principales para que participaran en el comercio de esclavos y de
otros bienes, o de salvoconductos o permisos para transitar libremente,
tanto en su propio territorio como en otras zonas (Ramos P�rez
1946:365). Para obtener estas prebendas se exig�a: (a) un pacto de leal-
tad hacia la corona portuguesa, (b) la participaci�n en expediciones de
rescate y en entradas dirigidas por los portugueses, y (c) el suministro
de sus parientes y amigos como sirvientes.
Entre 1750 y 1755, los Bar� y sus aliados del Alto R�o Negro y
Casiquiare comenzaron a experimentar directamente los efectos de la
expansi�n de la frontera portuguesa hacia sus territorios. Varias d�ca-
das antes, sin embargo, ya estos grupos hab�an sufrido las consecuen-
cias indirectas del proceso expansivo espa�ol, que progresivamente se
estaba acercando a sus territorios y zonas de influencia (ej.: Alto Orino-
co). Para 1730 los misioneros jesuitas y los colonos espa�oles hab�an
logrado consolidar la mayor�a de sus fundaciones en los Llanos y en el
Alto Guaviare, desde donde penetraban al Orinoco Medio (Rivero 1883).
En 1735 los capuchinos y jesuitas comenzaron su competencia por el
control del Orinoco y de sus poblaciones abor�genes. A ella se sumaron
34
CUADRO 4
CONFEDERACIONES MULTI�TNICAS (1725-1755).
1. CONFEDERACI�N DE LOS DEMANAOS:
Grupos: Bar�, Manao, Warekena, Cubeo, Mak�.
Jefe guerrero principal: Camanao.
Otros jefes: Ma�a, Manaca�ari, Ignacio, Ioa, Mababire,
Jauinuman, Immo, Cocui, Dauema,
Auajari, Juviary, Cayamu, Mur�, Inao,
Cauinarao, Mab�, Yune.
2. CONFEDERACI�N DE LOS MADAVAKAS:
Grupos: Bar�, Mabana, Warekena, Yahure, Guinau,
Anauy�, Baniva, Desana, Mak� Guariba,
Ye'kuana.
Jefe guerrero principal: Guaicana (1725-45), Amuni (1745-1754),
Mavideo (1755-1760).
Otros jefes: Mabi�, Mar�, Amuni, Arucun�, Cavi o
Caavi, Tape, Guarena, Guarena, Guaipure,
Guarape, Yurico, Mapure.
3. CONFEDERACI�N DE LOS BOAPE-PARIANA-MANIVA:
Grupos: Baniwa o Kurripako, Mabana, Meoana o
Arapa�ao Mabei, Cubeo, Yapoa, Mak�,
Bar�, Warekena, Puinave, Desana,
Tariana, Chupuena, Guaipunavi.
Jefe guerrero principal: Cunaguari o Cunaguasi.
Otros jefes: Yavita, Boap�, Macapu, Cuceru o Cruceru.
35
tanto los ataques de los Caribe y de los Guaipunavi8,
como las incursio-
nes portuguesas en el Orinoco. Para enfrentarse a sus enemigos ind�ge-
nas y europeos, los espa�oles utilizaron como "milicia �tnica" a los
C�verre (relacionados con los Piapoco) y posteriormente a los
Guaipunavi.
A partir de 1750, la expansi�n de las fronteras luso-hispanas y los
conflictos inter�tnicos, repercutieron tanto en las condiciones de vida
como en el liderazgo de los Bar� y de otros Arawak. Esta situaci�n in-
fluy� en las migraciones que grupos ind�genas del Alto R�o Negro hicie-
ron hacia el Guain�a y Casiquiare, originando cambios en la composi-
ci�n de las tres confederaciones ya mencionadas. Uno de los primeros
jefes principales que emigr� desde el R�o Negro hacia el Casiquiare fue
Immo (jefe de los Marabitana o Marepizana), quien se instal� en el Pasi-
va y se emparent� con algunos Guaipunavi, Amuisana y otros grupos
de la Confederaci�n de los Mad�waka (Szentmartonyi en Wright 1981;
Gilij 1965, T III; Ramos P�rez 1946). Este jefe y un ej�rcito de m�s de
doscientos hombres y mujeres Marabitana, Amuizana y Guaipunavi,
atacaron la misi�n de San Juan Nepomuceno de Atures (Gilij 1965, T
III:118). Es muy probable que esta acci�n haya tenido la finalidad de
detener la penetraci�n espa�ola hacia el Alto Orinoco y Alto R�o Negro,
y recuperar la autonom�a pol�tica.
A partir de 1752 Francisco Xavier Mendo�a Furtado, Gobernador y
Capit�n General del Maranh�o y hermano del M�rques de Pombal, ini-
ci� un recorrido del Amazonas y del R�o Negro, el cual marca el princi-
pio de la pol�tica oficial de poblamiento y expansi�n portuguesa en la
cuenca del R�o Negro (Ferreira 1888). Como parte de ella orden�
contactar y establecer alianzas con importantes jefes principales para
convencerlos de fundarse en determinados sitios estrat�gicos, y hacer-
los jurar lealtad a la corona portuguesa. Como consecuencia de estas
�rdenes, entre 1755 y 1767 se enviaron tropas a varios r�os (ej.: el
Mari�). Esto provoc� el alzamiento y la movilizaci�n armada de varios
grupos de la regi�n, y varias guerras entre portugueses e ind�genas.
El Sistema de Directorado: 1757-1799
El Sistema de Directorado o de Demarcaci�n de Fronteras Colo-
niales (1757-1799) fue un proyecto destinado al control y a la integra-
ci�n cultural, econ�mica y pol�tica de los ind�genas a las Coronas Impe-
riales. Tambi�n intent� solucionar los conflictos que se hab�an genera-
8
Los Guaipunavi, Guaypunabe o Guipuinavi ("Ipunawa"=los que vienen detr�s o los
segundos) eran un grupo Arawak que entre 1730 y 1740 emigr� desde alguna zona del R�o
Negro hasta el Alto Orinoco-Atabapo. Es muy posible que su idioma est� relacionado con la
lengua Warekena.
36
do por la expansi�n de fronteras vivas portuguesas y espa�olas en las
cuencas del Alto Orinoco y Alto R�o Negro. Pese a las diferencias entre
las dos modalidades coloniales, con la implementaci�n de este proyec-
to, las autoridades civiles y militares de ambas potencias compartieron
pol�ticas y acciones. Dos de ellas son de particular inter�s: (1) la expul-
si�n de los jesuitas de Suram�rica y la supeditaci�n de las misiones y
de las �rdenes religiosas al poder secular; y (2) la fundaci�n de
asentamientos en zonas estrat�gicas, y la transformaci�n de jure y de
facto de los pueblos de misi�n en "villas" regidas por autoridades colo-
niales. Sin embargo, es importante mencionar que buena parte de estos
centros poblados fueron inestables y experimentaron variaciones
poblacionales y/o se extinguieron.
En este sistema la poblaci�n ind�gena se divid�a en dos grupos:
(1) los que deb�an permanecer en los pueblos para producir alimentos:
y otros bienes; y (2) aquellos que prestaban otros tipos de servicios al
gobierno estatal o colonial (expansi�n-descubrimientos, construcci�n
de obras de infraestructura, recolecci�n de productos selv�ticos, gue-
rras, etc.), por los cuales pod�an o no recibir un salario fijo. En la ma-
yor�a de los casos, sin embargo, la poblaci�n masculina mayor de cator-
ce a�os, siempre serv�a al gobierno colonial fuera de las villas. Esto, le-
jos de fomentar el desarrollo, empobrec�a a las poblaciones, ya que los
individuos con mayor potencial para impulsar la econom�a local eran
alejados, o mor�an por exceso de trabajo, desnutrici�n o por las gue-
rras.
Si bien este per�odo se inici� oficialmente en 1750 con la firma del
Tratado de Delimitaci�n de Fronteras hispano-lusitanas (Ramos P�rez
1946), fue en 1752 cuando ambas coronas decidieron enviar comisio-
nes oficiales para establecer los linderos en el Orinoco y en el R�o Ne-
gro. Pero en la pr�ctica comenz� en 1757 con la aprobaci�n en Bel�m
del Sistema de Directorado como pol�tica oficial para los indios del Par�
y Maranh�o (Moreira Neto 1988:27). Las comisiones de delimitaci�n de
fronteras tambi�n ten�an otros objetivos tales como hacer un inventario
de recursos naturales y expulsar definitivamente a los holandeses de
estos territorios.
La encarnizada competencia entre espa�oles y portugueses por el
dominio de las cuencas del Orinoco y del R�o Negro, no s�lo requer�a
que ambas potencias controlaran a los grupos ind�genas y a sus l�de-
res, sino que era necesario que se demostrara una ocupaci�n efectiva
de sus pretendidos enclaves coloniales. Para �sto adoptaron: (a) una
pol�tica de expansi�n, dirigida por autoridades civiles o militares; (b) la
integraci�n efectiva de las poblaciones al sistema colonial; y (c) la mili-
tarizaci�n de las fronteras y de algunas de las v�as de acceso a las rutas
utilizadas por los indios para movilizarse desde y hacia otras regiones.
Tambi�n es importante se�alar que tanto los espa�oles como los portu-
37
gueses recurrieron al uso de los territorios tribales y de la presencia de
determinados grupos ind�genas (Guaipunavi, Pariana, Marabitana, etc.)
como marcadores de la extensi�n de sus colonias y de sus fronteras con
otras potencias europeas. Esta es la principal raz�n detr�s de las cere-
monias p�blicas de "vasallaje" a determinada potencia colonial que
realizaron muchos l�deres ind�genas durante esta etapa.
Al mismo tiempo que los miembros de la Expedici�n de L�mites Es-
pa�ola llegaban a las costas de Venezuela, a la Guayana y al Orinoco
Medio (1754-1756), Mendo�a Furtado y un gran contingente de solda-
dos, oficiales y expertos recorr�an el R�o Negro, con la intenci�n de que-
darse en posesi�n de este r�o y del Casiquiare. En las expediciones ar-
madas que Mendo�a Furtado enviaba al interior de la selva se implant�
la costumbre de utilizar a los jefes principales como mediadores (entre
portugueses y otros ind�genas) y a su gente como "milicia �tnica" para
someter a los grupos rebeldes o renuentes a fundarse en pueblos. Muy
pronto �sto origin� las revueltas. En efecto, en 1757 se alzaron los ind�-
genas de las misiones del Alto R�o Negro, y a �stos se sumaron los gru-
pos confederados de las Cachoeiras o Raudales de S�o Gabriel (Cuadro
5). Sin embargo, el poder�o militar del ej�rcito del Gobernador ocasion�
grandes bajas entre la poblaci�n abor�gen, y �sto afect� las relaciones
entre los ind�genas del Alto R�o Negro y entre �stos y los luso-
brasileros. Todos estos hechos influyeron en los acontecimientos que
ocurrieron a partir de 1758 en la regi�n Alto Orinoco-Casiquiare-R�o
Negro-Guain�a, con la llegada de la Expedici�n de L�mites espa�ola.
Esta Comisi�n de L�mites encontr� que exist�an dos poderosas con-
federaciones que se disputaban el control del mercado de Esclavos y de
bienes europeos entre el Orinoco y el R�o Negro (Gilij 1965, T. III:104;
Humboldt 1965, T. IV:125). La primera era la de los Manetivitano
(Marabitano o Marepizano, al mando de Immo, y luego de Cocui) quie-
nes operaban en el Alto R�o Negro-Casiquiare, mientras que los
Guaipunavi (con su Jefe Cuseru), dominaban en el Alto Orinoco. La in-
tervenci�n de Solano, Diez de la Fuente y Bovadilla provoc� cambios en
la naturaleza de las relaciones tanto entre ind�genas como entre �stos y
los europeos. Los espa�oles se entrevistaron con varios jefes principa-
les ofreci�ndoles diversas prebendas, as� como la protecci�n contra los
portugueses. Tanto estos acuerdos como la creciente expansi�n portu-
guesa, dieron origen al establecimiento de nuevas alianzas entre los je-
fes Guaipunavi, Manetivitano, Mad�waka y Manao del Orinoco-
Casiquiare-R�o Negro.
Solano y otros miembros de la Expedici�n de L�mites hab�an mani-
pulado sus relaciones con los grupos ind�genas con el fin de
incrementar o neutralizar el poder y la autoridad de ciertos l�deres ind�-
genas como Cuseru, Immo, etc., y subordinarlos a la Corona Espa�ola.
A pesar de �sto y del conflicto entre los Guaipunavi y los Manetivitano,
38
1. CONFEDERACI�N DE LOS DARIVAZANA:
Grupos: Barpe, Warekena, Piapoco, Puinave,
Cubeo.
Jefe guerrero principal: Mara.
Otros jefes: Davipe o Dauipe, Dojo, Mabi�.
2. CONFEDERACI�N DE LOS AMUISANA:
Grupos: Baniva, Bar�, Yavitero, Deesana.
Jefe guerrero principal: Amuni.
Otros Jefes: Dauiba, Teyo, Arucun�, Yavita.
3. CONFEDERACI�N DE LOS TARIANA-MANIBA:
Grupos: Tariana, Kurripako, Cubeo, otros (?).
Jefe guerrero principal: Boap�.
Otros jefes: (?).
4. CONFEDERACIONES DE LOS GUAIPUNAVI:
Grupos: Guaipuinavi, Parcune, Docionavi, Pui-
nave, Megepure, Warekena, Macirinavi.
Jefe guerrero principal: Cuceru.
Otros jefes: Capi, Guayucava.
5. CONFEDERACI�N DE LOS MARABITANA:
Grupos: Bar�, Manao, Guinao, Catarapene,
Yahure, Mak�, Guariba.
Jefe guerrero principal: Immo (1755-1764), Cocui.
Otros jefes: Cocui, Cayamu, Inao
6. CONFEDERACI�N DE LOS MADAWAKA:
Grupos: Bar�-Mad�waka, Baniva, Haruca, Mawa-
kwa, Anauy�, Ye'kuana.
Jefe guerrero principal: Davillape o Davicape.
Otros jefes: Caavi.
CUADRO 5
CONFEDERACIONES MULTI�TNICAS (1755-1770)
39
los l�deres ind�genas tambi�n establec�an nuevos acuerdos entre s� (Ra-
mos P�rez 1946:313). No obstante en 1759, la presi�n de las expansio-
nes portuguesa y espa�ola hacia el Orinoco y el R�o Negro, provocaron
la sumisi�n de los jefes Guaipunavi y Manao, acto que se celebr� en
San Fernando de Atabapo (Ramos P�rez 1946:314-315,319,361-362).
Immo y Cocui, as� como otros jefes del Alto Orinoco, Casiquiare y R�o
Negro s�lo pidieron la protecci�n de la Corona y aceptaron establecerse
en pueblos bajo el control espa�ol (Ramos P�rez 1946; Cuervo 1893, T.
III).
Para los ind�genas, la organizaci�n de las villas, de las feligres�as y
pueblos del Sistema de Directorado, signific� nuevas formas y figuras
de autoridad portuguesa. Estas autoridades estaban encabezadas por
un director (un oficial, sargento o soldado), a quien segu�an jueces, de-
legados y ayudantes o asistentes. Estos tres �ltimos cargos pod�an ser
ocupados por ind�genas (jefes principales, sus hijos o descendientes, o
cualquier otro indio con cierta influencia pol�tica en su comunidad) y/o
meztizos. Si bien en un principio los jefes tradicionales estaban subor-
dinados al director, siguieron ejerciendo su autoridad en sus comuni-
dades. Sin embargo, al aceptar actuar como delegados de las autorida-
des lusitanas, su rol de mediadores entre los europeos y sus propias
comunidades, familiares y otros grupos ind�genas se institucionaliz�
(Vidal 1993; Moreira Neto 1988). No obstante, la p�rdida de influencia y
de autoridad de muchos l�deres Manao y Bar� del Medio y Alto R�o Ne-
gro se debi� precisamente a este hecho. Otros indios, progresivamente
tambi�n, fueron accediendo a los cargos de autoridades ind�genas en
sustituci�n de los antiguos jefes principales, s�lo en base al m�rito de
ser "fieles" o "leales" servidores de los intereses portugueses. Estos in-
dividuos que se convirtieron en nuevos "jefes o capitanes", han sido de-
nominados por Moreira Neto (1988:56) "abalizados", un t�rmino muy
popular entre los cronistas de la regi�n brasilera del R�o Negro de este
per�odo. No obstante, otros abalizados (hijos, hermanos o parientes de
los antiguos jefes tradicionales) fueron el producto de la pol�tica de in-
tegraci�n cultural que comenz� con el env�o de los candidatos a Portu-
gal, y continu� con la creaci�n de escuelas o seminarios y talleres en el
R�o Negro (Vidal 1993).
Entre 1759 y 1760, numerosas poblaciones ind�genas del Alto R�o
Negro estaban cruzando la frontera entre las colonias lusitana y espa-
�ola. A partir de 1760 tambi�n se se�ala que muchos abor�genes se es-
taban retirando cada vez m�s hacia los cursos medios y altos de los
afluentes del Orinoco, Casiquiare y Alto R�o Negro-Guain�a (Cuervo
1893, T. III; Ramos P�rez 1946; Caul�n 1841).
Entre 1766 y 1767, adem�s de las deserciones, los pueblos y villas
coloniales del Alto R�o Negro, experimentaron los efectos de varias rebe-
liones ind�genas (Ferreira 1888). Los pueblos fundados por la Expedi-
40
ci�n de L�mites Espa�ola tambi�n sufr�an los mismos problemas, y �sto
hizo que en 1764 los Capuchinos extendieran su acci�n misional hacia
el Alto Orinoco y el R�o Negro (Vidal 1993). Durante la visita de los ca-
puchinos, el jefe Cocui quien hasta entonces hab�a residido en el rau-
dal de su mismo nombre (en el curso del R�o Negro cerca de la desem-
bocadura del Casiquiare), accedi� a poblarse en San Carlos de R�o Ne-
gro. Cocui y otros jefes del R�o Negro serv�an como milicia �tnica para
los espa�oles durante sus entradas a las selvas cercanas en busca de
indios para reforzar las fundaciones (Vidal 1993). Despu�s de Cocui,
uno de sus hijos fue el capit�n de los Bar� del R�o Negro, un
"abalizado", que resid�a en San Carlos de R�o Negro para la �poca en
que Humboldt visit� la zona (Humboldt 1956, T. IV:213).
En 1767, a ra�z de la expulsi�n de los jesuitas del Orinoco, los ca-
puchinos abandonaron la regi�n, R�o Negro-Casiquiare-Alto Orinoco y
se trasladaron al Orinoco Medio, y �sto hizo que la zona quedara en
manos de los militares que vigilaban la frontera. Esta situaci�n se man-
tuvo hasta 1785, cuando se reinici� la acci�n misional en el �rea con
religiosos franciscanos quienes reactivaron el proceso de entradas y de
fundaciones, y a quienes se subordinaron los soldados (Humboldt
1956, T. IV). En 1798 fue abolido el Sistema de Directorado en las colo-
nias lusitanas, implant�ndose por decreto la pol�tica de "integrar a los
indios a la sociedad colonial sin diferencia de los otros vasallos"
(Moreira Neto 1988:30).
A partir de 1798 en las colonias portuguesas y espa�olas del Alto
Orinoco, Casiquiare y R�o Negro, la autoridad y el poder de los l�deres
ind�genas Bar� comenz� a limitarse al �mbito comunitario, no s�lo por
la presencia de los "abalizados", sino a causa de la progresiva p�rdida
de la autonom�a econ�mica. A partir de 1798, en Brasil, se expropian
los bienes ind�genas, y estos grupos quedan en manos de colonos blan-
cos, quienes recib�an un premio si adem�s de utilizarlos como mano de
obra, los catequizaban (Moreira Neto 1988:30-31). En los dominios es-
pa�oles, el regreso de las misiones a la regi�n Orinoco-R�o Negro en la
pr�ctica tambi�n signific� la expropiaci�n de las tierras ind�genas y la
utilizaci�n de su mano de obra para el desarrollo econ�mico de las mi-
siones y de otras instituciones coloniales.
En nuestra regi�n de estudio el Siglo XVIII culmina con la introduc-
ci�n de una versi�n modificada del sistema de Encomiendas, conocida
con el nombre de "Sistema de Avance". Una de sus caracter�sticas fue la
de someter a la gente a trabajo forzado. Cuando recib�an un salario
(adelantado o diferido), �ste se les cancelaba con diversos bienes (ali-
mentos, ropa, calzado, armas de fuego, herramientas, etc.).
Finalmente podemos se�alar que durante el Siglo XVIII en los gru-
pos Arawak del Amazonas Noroccidental se redujeron sus niveles de
integraci�n sociopol�tica desde lo interregional y supracomunitario has-
41
ta lo local e intracomunitario. Esto significa que, para entender la si-
tuaci�n etnogr�fica contempor�nea de estos grupos, debemos conocer
los procesos ocurridos durante el mencionado per�odo ya que en esa
�poca desaparecieron f�sicamente del record etnogr�fico amaz�nico mu-
chas sociedades y se produjeron las fisiones y fusiones intra e
inter�tnicas mediante las cuales se generaron los actuales grupos
�tnicos Arawak.
Conclusiones
Hemos visto en el contexto de la situaci�n colonial-perif�rica del
Siglo XVIII, que la transformaci�n de las antiguas sociedades
amerindias dio origen a otras formas societarias: confederaciones
multi�tnicas. Esas formaciones societarias fueron diferentes tanto de
las antiguas como de las contempor�neas.
El sistema de confederaciones multi�tnicas se diferencia de los
macrosistemas regionales, precisamente, por la inserci�n individual y
grupal en el sistema pol�tico-econ�mico colonial. Este hecho gener� que
la autoridad y el poder de los l�deres progresivamente se fundamentara
en el control efectivo que �stos ten�an sobre el comercio y el intercam-
bio de bienes europeos. Esto increment� la competencia entre los dife-
rentes jefes principales ind�genas y condujo al enfrentamiento b�lico
entre los grupos. Todo lo anterior, sumado a la p�rdida de la autonom�a
pol�tica (actos de sumisi�n o lealtad a potencias europeas, prohibicio-
nes de la libertad de movimiento, etc.), incidi� en la redefinici�n de las
fronteras �tnicas, lo cual se empez� a realizar mediante criterios
ling��sticos, cierta rigidez en la delimitaci�n de los territorios y proce-
sos de fusi�n-fisi�n intra e intergrupales.
En s�ntesis, podemos concluir que, para fines del Siglo XVII, el pro-
ceso de la creaci�n de aldeas y las misiones se hab�an afianzado en el
R�o Negro. Entre 1700 y 1730 se profundizan las luchas entre los gru-
pos federados liderizados por los Manao y por los Bar�. Con la ca�da de
la Confederaci�n de los Manao, los grupos federados del Alto R�o Negro
("gentiles" e independientes) pasan a controlar las principales redes co-
merciales y de alianzas pol�ticas existentes. Entre 1730 y 1760, tres
confederaciones se disputan el control de las redes comerciales, pero la
participaci�n, cada vez m�s activa de todas ellas en el sistema colonial
signific� para las federaciones multi�tnicas y sus l�deres la transforma-
ci�n de muchos de esos grupos independientes en indios aldeanos y en
milicia �tnica al servicio de los poderes coloniales.
A finales del Siglo XVIII, todos estos procesos incidieron en la "des-
aparici�n" y/o "surgimiento" de varios grupos �tnicos Arawak. Los Bar�
del Siglo XIX, con sus especificidades culturales y ling��sticas (ej.: tres
variantes dialectales: mandawaka, santarose�o y casiquiare�o), surgen
42
precisamente durante este per�odo y como consecuencia de: (1) la dis-
minuci�n del poder y de la autoridad que hab�an logrado alcanzar los
jefes Demanao, Marabitana y Mad�waka; (2) la reducci�n de la integra-
ci�n pol�tica al �mbito de la federaci�n de fratr�as; (3) la fusi�n o incor-
poraci�n de algunos grupos y subgrupos pertenecientes a las confede-
raciones Demanao, Marabitana y Mad�waka y a otras poblaciones
Arawak, Tukana, Mak�, etc..
Abstract
This essay analyzes the changes experienced by the sociopolitical
formations of the Rio Negro Arawak during the 18th century. I specifi-
cally address the emergence and extinction of multi-ethnic confederacies
under the leadership of powerful Bar� and Manao warrior-chiefs, and the
forced reduction of their sociopolitical levels of integration from the con-
federacy to the local (a segment occupying a river section) and intra-vil-
lage levels.
Resumen
Este ensayo analiza los cambios ocurridos en las formaciones
societarias Arawak del R�o Negro durante el Siglo XVIII. Concretamente
se estudia el surgimiento y extinci�n de confederaciones multi�tnicas
liderizadas por poderosos jefes guerreros Manao y Bar�, y el proceso de
reducci�n forzada de sus niveles de integraci�n sociopol�tica desde las
confederaciones hasta los niveles locales (un segmento que ocupa el tra-
mo de un r�o) e intracomunitarios.
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Instituto Venezolano de Investigaciones Cient�ficas (IVIC)
Apartado 21827. Caracas, 1020-A.
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Fax: 58-2-5041085; Telfs: 58-2-504-1227,1228.
e-mail: svidal@ivic.ivic.ve
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Liderazgo y confederaciones multiétnicas amerindias en la amazonía luso-hispana del Siglo XVIII

  • 1. 19 ANTROPOLOGICA 87, 1997: 19-46 Nota de la autora: Este art�culo esta basado en el Cap�tulo IV de mi tesis doctoral (Vidal 1993). Agradecimientos: Deseo expresar mi gratitud a Alberta Zucchi, Jonathan D. Hill, Omar Gonz�lez, Janet Chernela y Jean E. Jackson, por sus valiosas cr�ticas y sugerencias a una versi�n anterior que fue leida en el Simposio "Investigaciones Antropol�gicas en el Noroeste Amaz�nico: evaluaci�n de los �ltimos diez a�os", realizado en el Congreso Internacional de Ciencias Antropol�gicas y Etnol�gicas, M�xico 1993. Tambi�n agradezco a Stanford Zent sus oportunas y enriquecedoras cr�ticas a la presente versi�n. Liderazgo y confederaciones multi�tnicas amerindias en la amazonia luso-hispana del Siglo XVIII Silvia M. Vidal Introducci�n En este ensayo, haciendo especial �nfasis en los ind�genas Bar� y Manao, trataremos de analizar los cambios ocurridos en las formacio- nes societarias de los grupos Arawak y sus asociados de la cuenca del R�o Negro durante el Siglo XVIII. Concretamente estudiaremos el surgimiento y extinci�n de confederaciones multi�tnicas liderizadas por poderosos "jefes guerreros", as� como la reducci�n de los niveles de integraci�n sociopol�ticas de estas poblaciones hacia niveles locales (tramo de un r�o) e intra-comunitarios. Los Bar� o B�ale y los Manao, Managut o Manoa son grupos ind�ge- nas cuyos idiomas pertenecen a la rama Maipure del Norte de la Fami- lia Arawak (Gonz�lez ���ez 1987) (Mapa 1). Los Manao, aparentemen- te, se extinguieron del record etnogr�fico para el per�odo entre fines del Siglo XVIII y principios del XIX. Los Bar�, en cambio, aunque sobrevivie- ron al proceso colonial ya no hablan fluidamente su lengua sino el �engat� o yeral, el castellano, o el portugu�s. En Venezuela habitan unos 2.000 Bar�, la mayor�a de los cuales ha emigrado desde su territo- rio ancestral en el Alto R�o Negro y Casiquiare, hacia otras zonas del Estado Amazonas de Venezuela. Desconocemos el n�mero de ind�genas Bar� localizados en el Estado do Amazonas de Brasil. Durante la �poca colonial, la llegada de los europeos a la regi�n Orinoco-Casi-
  • 2. 20 MAPA 1 TERRITORIOS DE LOS BAR� Y LOS MANAO PARA EL SIGLO XVIII (Vidal 1996) Leyenda: Bar� Manao 1234 1234 1234 1234 1234 1234
  • 3. 21 quiare-Guain�a-R�o Negro gener� diversos procesos que llevaron a la casi total desaparici�n f�sica de los Bar�. Sin embargo, durante el Siglo XIX, este grupo a�n manten�a un complejo sistema societario (Cuadro 1). Los grupos Arawak y Tukano contempor�neos presentan una orga- nizaci�n sociopol�tico-religiosa internamente jerarquizada que es �nica entre las poblaciones que han sobrevivido al sistema colonial (Goldman 1968; Wright 1981; Hill 1983; Chernela 1983, 1991; Jackson 1983; Vidal 1993). Los Arawak del Amazonas Noroccidental comparten una serie de elementos socioculturales (Cuadro 2) que pudieran indicar que en el pasado existi� una mayor complejidad sociopol�tica que inclu�a una jerarqu�a intra- e inter�tnica y regional, en la cual los de m�s baja posici�n en el sistema eran denominados "hermanos menores" o "mak�" (servidores). Whitehead (1989:4) ha se�alado que existe un profundo contraste entre la Amerindia antigua y la moderna, y que ello se debe a que anti- guamente esas sociedades se caracterizaron por: (a) variabilidad en la composici�n etnoling��stica; (b) regionalizaci�n de las operaciones eco- n�micas (redes regionales de intercambio y comercio); y (c) una comple- jidad pol�tica que f�cilmente permit�a integrar o utilizar a m�s de diez mil individuos. Recientemente hemos documentado que los antepasados de los Arawak y de otros grupos abor�genes de esta regi�n, formaron parte de un complejo macrosistema pol�tico-econ�mico al momento del contacto europeo, al que denominamos "Macrosistema de Manoa" (Vidal 1993). Su principal caracter�stica fue que las relaciones y la integraci�n pol�tica trascend�an las fronteras �tnicas, ling��sticas, pol�ticas y econ�micas. Posteriormente, entre el Siglo XVI y finales del XVII, la implantaci�n del sistema colonial, la interacci�n entre europeos e ind�genas, las epidemias, etc., generaron dr�sticos cambios que paulatinamente condujeron a la desintegraci�n del macrosistema. Sin embargo, en el contexto de la situaci�n colonial-perif�rica del Siglo XVIII, esta antigua forma societaria di� origen a nuevas formaciones amerindias a las que hemos denominado "Confederaciones Multi- �tnicas". Tanto en el surgimiento como en la desestabilizaci�n de estas confederaciones el liderazgo ejercido por poderosos jefes Manao y Bar� jug� un papel de vital importancia.
  • 4. 22 CUADRO 1 MODELO SOCIETARIO DE LOS BAR� PARA EL SIGLO XIX (Vidal 1993:7) Fratr�as patrilineales, exog�micas localizadas y jerarquizadas. Jefe y consejo de ancianos por cada fratr�a. Sibs patrilineales, exog�micos, localizados y jerarquizados. Idem por cada Sib Patrilinajes Jefe y consejo de ancianos por comuni- dad y l�der de cada facci�n ESTRUCTURA SOCIAL SISTEMA POL�TICO SISTEMA RELIGIOSO ECONOM�A Ciclo de Mitos del Creador. Ciclo de Mitos del K�wai. (1) Origen de la gente y jerarquizaci�n de las unidades de descendencia basadas en el orden de nacimiento de hermanos agn�ticos ancestrales; (2) ceremonias de iniciaci�n y sociedades secretas masculinas; (3) ense�anzas y rituales de iniciaci�n sham�nica; (4) lugar sagrado o morada de los esp�ritus de los ancestros por cada sib y fratr�a; (5) culto a los antepasados. (1) Orientaci�n ribere�a de los asentamientos; (2) agri- cultura y pesca como actividades principales de subsistencia; (3) recolecci�n, caza, comercio e in- tercambio como actividades secundarias de pro- ducci�n: (4) cierta especializaci�n en algunos ofi- cios o actividades como el comercio, artesan�a, etc... En situaciones coyunturales se nombraba jefe de guerra regional
  • 5. 23 Los Arawak del R�o Negro y la situaci�n colonial-perif�rica Hemos denominado como "situaci�n colonial-perif�rica" al contexto mayor de confrontaci�n entre dos horizontes civilizatorios (el Europeo y el Orinoco-Amazonense) y de participaci�n de los amerindios en el sis- tema colonial. Le hemos asignado este nombre por dos razones impor- tantes: (a) para poder diferenciar dos etapas hist�ricas, anterior y pos- terior a los procesos de independencia y consolidaci�n de los Estados Nacionales, es decir, Per�odo Colonial y Per�odo Moderno (desde 1830-40 hasta el presente); y (b) porque el per�odo colonial constituy� una �poca de transici�n para la regi�n Orinoco-amazonense y sus habi- tantes. Hacemos esta distinci�n debido a que la penetraci�n e influen- (1) Orientaci�n ribere�a de los asentamientos; (2) pesca como una de las actividades principales de la subsisten- cia o como actividad secundaria; (3) econom�a orientada hacia el autoconsumo y hacia la produc- ci�n de excedentes destinados para un sistema de fiestas-rituales y de circulaci�n de bienes; (4) estructura social basada en la federaci�n de m�s de dos unida- des de descendencia unilineal, exog�mica, localizada y organizada en un orden jer�rquico; (5) sistema de alianzas matrimoniales basado en reglas de exogamia y de matrimonios preferenciales, que permite el estable- cimiento y fortalecimiento de relaciones intra e inter-grupales y propicia el intercambio generalizado de bienes, servicios, conoci- mientos, personas, etc.; (6) una terminolog�a de parentesco de tipo "Dravidian"; (7) sistema pol�tico estructurado paralelamente a la organizaci�n social y a la posici�n jer�rquica ocupada por cada unidad de des- cendencia, y; (8) sistema de creencias que incluye un Ser Creador y h�roes civili- zadores y transformadores del orden social (ej.: K�wai). CUADRO 2 ELEMENTOS ESTRUCTURALES COMUNES DE LOS ARAWAK DEL AMAZONAS NOROCCIDENTAL (Vidal 1993:22)
  • 6. 24 cia europea transform� a la zona Alto Orinoco-Alto R�o Negro1 en un �rea marginal y fronteriza, y porque precisamente durante esta etapa fue que surgi� y se consolid� la situaci�n perif�rica contempor�nea. Por "situaci�n perif�rica" se entiende la relaci�n que existe entre el capitalismo y sociedades o sistemas de relaciones productivas y de in- tercambio, que conceptual y espacialmente, est�n ubicadas en su "peri- feria" y no han sido completamente integradas o penetradas por �l (Turner 1986:2). Son sistemas que interact�an, o seg�n Turner (1986:4), se trata de un gran sistema capitalista heterog�neo que en- grana varios subsistemas m�s o menos integrados al capitalismo. En estos subsistemas el desarrollo de los sectores "capitalistas" depende de la interacci�n con formas de relaciones productivas no capitalistas, relativamente poco integradas al capitalismo. Las situaciones perif�ricas constituyen una caracter�stica central del sistema capitalis- ta mundial. Para Turner (1986:72), la lucha entre los elementos capitalistas y no capitalistas de las situaciones perif�ricas se decide a nivel de las for- mas de reproducci�n social, ya que el control o habilidad para defen- derlas es lo que permite el mantenimiento de esferas aut�nomas de producci�n. Es decir, es el control cultural (Bonfil 1986)2 sobre la re- producci�n social3 lo que le da continuidad a la diferencia sociocultural del componente o sector no capitalista dentro del capitalismo. Por lo tanto, en una situaci�n perif�rica, una sociedad se define a s� misma y a la(s) frontera(s) [marcador diacr�tico] entre s� y otra(s) sociedad(es), nivel(es) o sector(es), empleando sus formas de reproducci�n social como instrumentos pragm�ticos (Turner 1986:72). Para el capitalismo mercantil europeo del Siglo XVIII, las colonias de ultramar constitu�an subsistemas cuya asimilaci�n exig�a la explota- ci�n y subordinaci�n de los pueblos ind�genas. Progresivamente �stos �ltimos fueron transform�ndose en "sectores" o "segmentos" con carac- ter�sticas propias, y esta transformaci�n fue moldeada por los niveles 1 La regi�n comprendida entre las cuencas del Medio-Alto R�o Negro y el Alto Orinoco constituy� una gran centro cultural y comercial para diversos grupos ind�genas Arawak, Caribe, Tukano, etc.. Para el momento del contacto europeo esta zona estuvo estrechamente vinculada a la informaci�n documental relacionada con posibles fuentes de minas, comercializaci�n y artesan�a del oro, tales como Manoa o El Dorado (c.f. Whitehead 1994; Vidal 1993). 2 Seg�n Bonfil (1986:19,21), un grupo �tnico se define a partir de la relaci�n significativa entre el grupo y una parte de su cultura o "cultura propia". Esta relaci�n se denomina "control cultural" y constituye el proceso y el sistema de relaciones a trav�s del cual un grupo ejerce la capacidad social de decisi�n sobre elementos culturales. 3 Para Turner (1986:12) la "reproducci�n social" es un proceso social y una estructura cultural. La define como la producci�n reflexiva de la producci�n (medios de subsistencia, seres humanos, familias, relaciones sociales de cooperaci�n, etc.) (Turner 1986:29).
  • 7. 25 de interacci�n y de integraci�n entre estos grupos y entre ellos y los eu- ropeos. A�n en el delicado balance que caracteriz� la situaci�n colonial- perif�rica, los grupos ind�genas del Amazonas Noroccidental que ha- b�an pertenecido al desintegrado Macrosistema de Manoa (especialmen- te los Arawak y Tukano), continuaron manteniendo intensas relaciones intra e inter�tnicas. Estas estaban basadas en la interdependencia socioecon�mica de sus unidades etnopol�ticas y en el control sobre la gente (las alianzas por afinidad y la verticalizaci�n de las estructuras jer�rquicas) como forma de dominaci�n pol�tica. Los europeos, en cam- bio, defin�an el nivel de integraci�n de los pueblos ind�genas a partir de su subordinaci�n de jure (s�bditos de la Corona) y de facto (explotaci�n y esclavitud) a la estructura vertical de clases del r�gimen colonial. Su implantaci�n se caracteriz� por: (1) la conquista armada, (2) el sistema de "entradas" (o "descimentos")4 , (3) el sistema de "rescates"5 y el co- mercio de esclavos ind�genas. Para los ind�genas la consolidaci�n de la situaci�n colonial- perif�rica, fue un proceso de incorporaci�n o asimilaci�n que signific� sistem�ticos intentos en la destrucci�n de sus identidades colectivas y de imposici�n de una identidad individualizada como s�bditos de la(s) Corona(s) y posteriormente, como ciudadanos de un Estado Nacional. La contrapartida de este proceso fue el continuo y din�mico esfuerzo emprendido por los Arawak, Tukano y otros ind�genas, para marcar, definir, inventar y mantener identidades �tnicas propias. Por otra parte, para poder analizar y explicar los sistemas pol�ticos Arawak y el papel de los l�deres Bar� y Manao, emplearemos los con- ceptos de poder, autoridad e influencia. El primero se concibe y analiza en dos dimensiones contradictorias: (1) como monopolio de la violencia o coerci�n que un individuo o grupo ejerce sobre el resto de la sociedad, y (2) porque cumple ciertos objetivos de la sociedad (ej.: mantener el or- den) y se legitima (consenso) a trav�s de mecanismos como: el paren- tesco, la tradici�n, los mitos, el contacto con lo sobrenatural, el manejo y monopolio de la informaci�n, el uso de la fuerza y de la represi�n, etc.. La influencia, en cambio, no conlleva el ejercicio de la coerci�n ni de la fuerza, y significa que el individuo pos�e ciertas cualidades perso- nales (ej.: generosidad, sabidur�a, capacidad de conciliar, etc.) y una red de relaciones sociales (intra e intergrupales) que son utilizadas y/o 4 El sistema de "entradas" o "descimentos" consist�a en: (1) la penetraci�n a zonas ind�genas, obligando a su gente a residenciarse en pueblos de misi�n o aldeas europeas, (2) la explotaci�n de la mano de obra ind�gena, y (3) la p�rdida de la autonom�a pol�tica y econ�mica de estas poblaciones. 5 El "rescate" quiere decir la "compra" de esclavos indios a los supuestos grupos ind�genas "can�bales".
  • 8. 26 manipuladas directa y/o indirectamente para persuadir e influir en las opiniones y decisiones de los dem�s integrantes de la sociedad. La au- toridad se define como la legitimidad o derecho que se le reconoce a una persona o a un grupo para tomar las decisiones que ata�en a to- dos. En este �mbito te�rico los l�deres Arawak como mediadores entre su sociedad y el r�gimen colonial, pueden ser analizados como actores sociales y definidos a partir de categor�as de relaciones sociales: dominaci�n-subordinaci�n, segmentaci�n-jerarqu�a, poder-autoridad, clientelismo, monopolio del conocimiento (ritual o secular), poder-influencia. Es decir, que la naturaleza de sus roles como me- diadores se relaciona con la modalidad mediante la cual ellos incid�an sobre la vida y actividades colectivas de su sociedad, ya sea a trav�s del "poder" o utilizando la "influencia". Varios autores han demostrado que el factor �tnico se evidencia en sociedades con reg�menes descentralizados, ya que sus poblaciones participan individual o colectivamente en sistemas poli�tnicos (Despr�s 1984:10). Aparentemente las identidades �tnicas o m�scaras de la con- frontaci�n se llevan en las fronteras (de la comunidad jur�dica, del pa- rentesco real o ficticio) (Despr�s 1984:10). Despr�s (1984:17) se�ala que las m�scaras de la confrontaci�n tienen mayor probabilidad de uti- lizarse en sociedades multi�tnicas [plurales], cuando existen las si- guientes condiciones: (a) presencia de alg�n grado de estratificaci�n �tnica, (b) clases sociales poco desarrolladas o no aut�nticas como fuer- za pol�tica, y (c) la competencia por los valores materiales de la socie- dad se canaliza principalmente a trav�s del dominio pol�tico. Tambi�n hay que destacar que para entender la etnicidad y los pro- blemas �tnicos en el contexto de la transformaci�n cultural, es necesa- rio comprender y contrastar los conceptos de poder y ritual (Whitten 1976:28). En el caso que nos compete, estamos frente a los conflictos y los reacomodos que se produjeron debido al enfrentamiento de dos mo- dalidades diferentes de ejercicio de la autoridad: fuerza y coerci�n por parte del Horizonte Civilizatorio Europeo y la influencia en el Horizonte Civilizatorio Orinoco-Amazonense. Este proceso di� origen a la confron- taci�n, sustituci�n o superposici�n de dos tipos completamente distin- tos de interpretaciones, ideolog�as, cosmovisiones, concepciones hist�- ricas de la cultura y del conocimiento. Estas consideraciones son de suma importancia ya que entre los grupos Arawak el liderazgo y la es- tructura religiosa y ritual est�n estrechamente vinculados. Muchos de los grandes jefes pol�ticos tambi�n fueron poderosos shamanes y cono- cedores del mundo sobrenatural, y estas cualidades fueron las que res- paldaron su enorme poder y su influencia intra e inter-regional. Otros factores importantes en el estudio de la etnicidad fueron la permanente violencia, la necesidad de mano de obra y los intereses eco-
  • 9. 27 n�micos de las potencias europeas. En su an�lisis sobre la emergencia y desarrollo de una identidad �tnica Caribe y de los procesos que ocu- rrieron en la regi�n Guayana-Caribe, Whitehead (1990: 360-361) se�a- la la importancia de la relaci�n entre guerra, comercio de bienes euro- peos (como base de la cooperaci�n pol�tica con y de la poblaci�n ind�ge- na) y etnicidad. Seg�n este autor, ante la expansi�n de las fronteras de los estados coloniales, los pueblos abor�genes adoptaron tres tipos de estrategias (Whitehead 1988): (1) la resistencia militar abierta; (2) la alianza pol�ti- ca y la cooperaci�n econ�mica con sectores de una o m�s potencias eu- ropeas; y (3) la evasi�n al contacto directo. La primera de ellas impuls� la redefinici�n de las identidades �tnicas, el establecimiento de nuevas alianzas y el surgimiento de confederaciones multi�tnicas. El rechazo al contacto di� origen a procesos migratorios, y �stos a su vez influyeron en la restructuraci�n de las alianzas pol�ticas. La segunda alternativa en cambio, foment� el surgimiento de nue- vas formas de alianzas entre europeos e ind�genas (ej.: como socios en el comercio de esclavos y recursos materiales) (Whitehead 1988,1990). Esto hizo que entre los grupos ind�genas se estableciera una encarniza- da competencia por el control de las rutas comerciales por las que cir- culaban bienes europeos. Seg�n Whitehead (1990:357), la necesidad de ayuda militar ind�gena para enfrentar a las otras poblaciones abor�ge- nes, a los esclavos rebeldes y a otros rivales coloniales de los europeos, permiti� la aparici�n de un fen�meno denominado "milicia �tnica" ["ethnic soldiering"]. A trav�s del establecimiento de alianzas con gru- pos ind�genas aut�nomos, o la contrataci�n con l�deres locales, los eu- ropeos pod�an acceder directamente a una "tribu marcial" (Whitehead 1990:357). Para los ind�genas, la milicia �tnica represent� tanto una estrategia colectiva de lucha contra el r�gimen colonial, como una alter- nativa local o individual en el contexto de las relaciones coloniales esta- blecidas (Whitehead 1990:359). Tambi�n esta estrategia influy� en el surgimiento de confederaciones multi�tnicas. El Amazonas Noroccidental durante el Siglo XVIII. El Siglo XVIII se inaugura con el fraccionamiento definitivo del Macrosistema de Manoa en varias confederaciones liderizadas por gru- pos poderosos como los Manao y los Bar�. Su composici�n interna fue variable dado que estuvieron integradas por varias etnias, agrupadas alrededor de l�deres influyentes. La inserci�n definitiva de los grupos del R�o Negro en la vasta red comercial de bienes europeos, as� como el control que algunos l�deres ind�genas y sus "naciones" comenzaron a ejercer sobre amplios sectores del Alto Orinoco-R�o Negro-Branco, produjeron una respuesta inmedia-
  • 10. 28 ta por parte de las autoridades civiles, militares y religiosas de las Co- ronas de Portugal y Espa�a. Sus ambiciones econ�micas y el temor de que los indios estuvieran en posesi�n de un gran n�mero de armas, hi- cieron necesarios la explotaci�n, el patrullaje y el control de las rutas comerciales por las cuales circulaban las mercanc�as (materias primas, esclavos, etc.) destinadas a las otras potencias extranjeras (Vidal 1993). Estas acciones de los europeos no s�lo provocaron conflictos de intere- ses y luchas entre las distintas potencias coloniales (Espa�a, Portugal, Holanda, etc.), sino al interior de cada una de ellas (civiles, militares y �rdenes religiosas). Todo �sto desencaden� una ola de violencia que ocasion� la progresiva p�rdida de la autonom�a pol�tica, y posterior- mente econ�mica, de los hasta entonces poderosos grupos del R�o Ne- gro. Las respuestas de los Bar�, de los Manao y de otros grupos del R�o Negro fueron influenciadas tanto por el tipo de participaci�n de cada unidad etnopol�tica en el sistema, como por el control y defensa que es- tos ind�genas ejerc�an sobre sus formas de reproducci�n social. Los agentes coloniales siempre establec�an sus relaciones con el "cacique", "capit�n" o "principal" y basaron el proceso de sujeci�n en la imposici�n de los convenios, tratados o acuerdos que establec�an con �stos. De esa manera la autoridad fue impuesta coercitivamente y �sto contrastaba marcadamente con las formas tradicionales empleadas por los l�deres abor�genes. Tradicionalmente la autoridad, la consolidaci�n y la expansi�n del poder pol�tico de los l�deres Bar� y Manao se hab�a basado en: (a) la manipulaci�n de las alianzas con parientes consangu�neos y por afini- dad, (b) el control y manipulaci�n de las relaciones con determinadas potencias y/o sectores europeos, y (c) sus dotes sham�nicas y el mono- polio sobre algunas actividades rituales importantes (ej.: el ciclo de fiestas del K�wai6 ). Sin embargo, la paulatina desaparici�n de las redes ind�genas de poder pol�tico se debi� al acceso directo y la progresiva utilizaci�n de las mismas por parte de las autoridades coloniales. La participaci�n e influencia de los europeos en las redes pol�tico-comerciales ind�genas hizo que los l�deres Bar� implementaran diversas estrategias destinadas a fortalecer y garantizar el ejercicio de su autoridad. Estas fueron: (a) la resistencia militar abierta, (b) las alianzas pol�ticas con otros grupos abor�genes y/o potencias coloniales, y (c) la cooperaci�n econ�mica con holandeses, portugueses y luego es- 6 El "K�wai" es el nombre de un h�roe cultural ancestral de los grupos Arawak del Amazonas Noroccidental. Est� relacionado no s�lo con profundos y trascendentales cambios sociopol�ticos y religiosos en esas sociedades, sino con la introducci�n de la agricultura y otras t�cnicas productivas. Es figura principal de las ceremonias de iniciaci�n de j�venes de ambos sexos, as� como de las sociedades secretas masculinas.
  • 11. 29 pa�oles. Estas estrategias produjeron enfrentamientos y guerras entre los Manao y Bar�, y provocaron que varias de sus parcialidades se transformaran en "milicia �tnica" de los portugueses, y posteriormente de los espa�oles. Para facilitar el an�lisis de los datos, hemos dividido al Siglo XVIII en dos per�odos: (1) 1700-1755, o del Sistema Misional, y (2) 1767-- 1799, o del Sistema de Directorado (tambi�n conocido como de Demar- caci�n de Fronteras Coloniales). Confederaciones multi�tnicas durante el Siglo XVIII Sistema de Misi�n: 1700-1755. Si bien el Sistema de Misi�n se inici� en el Siglo XVII, alcanz� su mayor auge durante el Siglo XVIII, tanto en las posesiones espa�olas como portuguesas. Este per�odo se caracteriz� por: (1) un incremento en las "jornadas, entradas o descimentos", en las que generalmente se empleaba la coerci�n militar con el fin de obligar a los ind�genas a es- tablecerse en reducciones o aldeas de misi�n; (2) procesos de sedentarizaci�n y de cambio religioso, sociopol�tico y cultural de los grupos ind�genas; y (3) la repartici�n de la mano de obra ind�gena entre los colonos (encomiendas), las autoridades gubernamentales (en cons- trucci�n de infraestructuras, en expediciones de descubrimiento, como remeros y baquianos, etc.) y las �rdenes misioneras (en expediciones de entradas o descimentos, etc., y actividades de producci�n para sostener y financiar el pueblo o reducci�n) (Vidal 1993). Es interesante destacar que, a partir de 1720, con el incremento de las "entradas", de las expediciones esclavistas y con la fundaci�n de pueblos, comenzaron a producirse epidemias (viruelas y sarampi�n) en la regi�n (c.f. Vidal 1993:163-164). Estas no s�lo afectaron a los ind�ge- nas aldeanos sino tambi�n a aquellos que ocupaban zonas selv�ticas alejadas de los pueblos de misi�n. Sin embargo, consideramos que para explicar la enorme reducci�n poblacional ind�gena que se produjo a partir de este per�odo hasta finales del Siglo XVIII, tambi�n es necesario considerar otros factores como las guerras, la esclavitud, el exceso de trabajo y las deficiencias alimentarias en las aldeas de misi�n (Vidal 1993). Otro proceso que, en Brasil se asoci� con el sistema de misi�n fue el de las "tropas de rescate". Esto se debi� fundamentalmente a la acti- va participaci�n de los Carmelitas en la "legalizaci�n" de la captura de esclavos indios. En el caso que nos compete, este sistema comenz� cuando en los �ltimos a�os del Siglo XVII, el R�o Negro y otros afluentes del Amazonas se abrieron a la trata de esclavos. Para ello, los misione- ros contactaban los pueblos de ind�genas "libres" (generalmente aque-
  • 12. 30 llos que vend�an esclavos a las tropas) con el objeto de convencerlos para que se instalaran en aldeas de misi�n. Los cabos o comandantes de tropa, soldados, exploradores, misioneros, etc., se reun�an en cam- pamentos denominados "arraiales" que serv�an tanto como alcabalas para el control del tr�nsito de indios y europeos, como de "corrales" para encerrar los ind�genas capturados. A principios del Siglo XVIII los dos arraiales m�s famosos en nuestra �rea de estudio fueron: (a) el Lu- gar de Alvaraes, en el Amazonas Medio (entre el Tef� y el Paragoar�), el cual estaba dirigido por el Capit�n Francisco de Costa Pinto (segundo cabo de la tropa de rescate del R�o Negro y Japur�), y (b) la Fortaleza da Barra do R�o Negro. Si bien desde la Fortaleza da Barra las autoridades portuguesas controlaban la desembocadura del R�o Negro, Ferreira (1888:5-6) se�a- la que los "gentiles" Manao y Bar� eran los grupos dominantes en el R�o Negro durante las primeras dos d�cadas del XVIII. Los primeros contro- laban el trecho inferior del r�o, mientras que los Bar� lo hac�an en la parte alta. Durante la primera mitad del Siglo XVIII, el tr�fico de esclavos ind�- genas recrudeci� a causa de la competencia por el control de este jugo- so negocio, tanto por parte de los propios europeos (espa�oles, portu- gueses y holandeses) como de varios grupos abor�genes. A partir de 1720 los portugueses se propusieron dominar este comercio en el R�o Negro, �rea que desde el siglo anterior hab�a proporcionado la mayor parte de los esclavos que se negociaban en el Par� (Sweet 1975; Hemming 1978). Cinco o seis a�os m�s tarde las incursiones esclavistas lusitanas ya hab�an alcanzado el Alto R�o Negro y se esta- ban extendiendo hacia el Atabapo, Guaviare y Alto Orinoco (Vidal 1993). Para 1740 ya constitu�an un grave problema tanto para las auto- ridades espa�olas, como para las misiones Jesuitas y Capuchinas del Orinoco y los Llanos (Vidal 1993). En 1716 el Gobernador Christov�o da Costa Freire le ordena al Co- ronel Jos� da Cunha d'E�a la vigilancia de los ind�genas del R�o Negro (Vidal 1993), y la penetraci�n en las selvas de los r�os Amazonas, Negro y Madeira para capturar a los numerosos soldados desertores de las Capitan�as del Par� y Maranh�o, quienes estaban incitando al desorden y a la violencia (Ferreira 1888:6). Si bien muchos de estos individuos vi- v�an en pueblos ind�genas, con cuya gente se hab�an emparentado, tambi�n formaban parte de las fuerzas vivas de expansi�n de las fronte- ras coloniales al interior de los territorios ind�genas. Con el aumento de las incursiones esclavistas se inici� la confron- taci�n directa entre los Manao y sus asociados y los intereses pol�tico-econ�micos de los portugueses (Vidal 1993). Si bien este proce- so comenz� en 1716, s�lo concluy� entre 1725 y 1730 cuando estos �l- timos emprendieron la guerra de exterminio que acab� con el poder y el
  • 13. 31 control que hab�an ejercido los Manao y sus aliados sobre el curso del R�o Negro, entre el Jauaperi y la Isla Timon�. Entre 1700 y 1730 la Con- federaci�n de los Manao estuvo integrada por varias comunidades y parcialidades de Manao as� como por otros grupos del Medio y Alto R�o Negro y del r�o Branco (Cuadro 3). La misma era liderizada por un jefe principal o capit�n general llamado Ayuricaba (Ajuricaba) y por otros jefes secundarios, aliados o subordinados (Debajar�, Bejar�, Basuriana, Caricu�, Camandry o Camandary, Aduana, Caboquena). CUADRO 3 CONFEDERACIONES MULTI�TNICAS (1700 - 1725) 1. CONFEDERACI�N DE LOS MANAO: Grupos: Manao, Bar�, Mak�, Tribur�, Mabazar�, Javar�, Bumajana, Mayapena. Jefe-guerrero principal: Ayuricawa o Ajuricaba. Otros jefes: Debajar�, Bejar�, Basuriana, Caricu�, Camandary, Aduana. 2. CONFEDERACI�N DE LOS CAUABURICENA: Grupos: Bar� y otros del Bajo y Medio R�o Negro. Jefe-guerrero principal: Curunam�. Otros jefes: (?). 3. CONFEDERACI�N DE LOS ARANACOACENA: Grupos: Barpe y otros (?). Jefe-guerrero principal: (?) Otros jefes: (?)
  • 14. 32 Paralelamente a las actividades esclavistas de las tropas de resca- te, los misioneros fundaban pueblos de misi�n, tanto en los arraiales ya establecidos como en nuevos lugares. Una de estas aldeas situada cer- ca del r�o Cauaur� o Caur�s, fue Santo Alberto dos Cauaur�s o Aracary, que lleg� a convertirse en el segundo establecimiento importante fun- dado por los portugueses en el R�o Negro (Vidal 1993). Inicialmente la misma se estableci� con la anuencia del Principal Curunam� (que habi- taba el r�o Xiuar�), gran jefe de los Cauaburicena o Caburicena, a quie- nes posteriormente se les agregaron los Uaranacoacena o Aranacoacena (todos vinculados con los Bar�) (Vidal 1993). Los portugueses mantu- vieron estrechas relaciones con ambos grupos y comenzaron a utilizar- los en las tropas de rescate y en las entradas o "descimientos". La parti- cipaci�n de estos Bar� en tales actividades aument� la competencia, las diferencias y fricciones que desde finales del Siglo XVII, exist�an entre ellos y los Manao por el control del comercio con los holandeses. Como consecuencia de ello, entre 1720 y 1723 estall� un conflicto entre los jefes Manao Basuriana y Caricu� y sus respectivos aliados. Esto hizo que, el primero de ellos, emigrara hacia el Japur� y solicitara la protecci�n de los misioneros Carmelitas del Solim�es (Vidal 1993). Los Carmelitas enviaron a Fray Mathias de S�o Boaventura, quien, de- bido a los problemas con esta gente, huy� desde el Japur� al R�o Negro, en donde se encontr� con el jefe Manao Camandary, en cuya comuni- dad (de unas dos mil personas) permaneci� por varios a�os. (Vidal 1993). Durante la guerra contra Ayuricaba las tropas de guerra obliga- ron a los Manao de Camandary a fundarse en la aldea de Mariu� (Barcellos) (Vidal 1993). Esta guerra de exterminio hizo que varios jefes principales Manao y Bar� solicitaran protecci�n y asentamiento en las misiones. En cambio, otros jefes de estos mismos grupos utilizaron la estrategia de emigrar hacia el Japur� y Amazonas, en donde permane- cieron hasta principios del Siglo XIX (Vidal 1993). Tambi�n hubo secto- res de la poblaci�n Manao que migraron hacia el Alto Orinoco y se asi- milaron a los grupos Bar� y Guaipuinavi de esa zona. Para 1731 los portugueses hab�an "pacificado" el R�o Negro Medio, y tres a�os m�s tarde este r�o estaba pr�cticamente deshabitado hasta las inmediaciones de los raudales de S�o Gabriel, ya que los sobrevi- vientes estaban viviendo en pueblos de misi�n o se hab�an replegado a los cursos medios y altos de sus afluentes (Sweet 1975). A pesar de es- tos acontecimientos, el jefe Camandary todav�a controlaba una peque- �a confederaci�n que reun�a a varios jefes Manao, Bar� y Baniva, aun- que todos estaban bajo el control de las misiones (Vidal 1993). Se puede afirmar que durante este per�odo los Manao y los Bar� de la condici�n de "gentiles dominantes"7 progresivamente se transforma- 7 "Gentiles" se denominaban a los grupos ind�genas que permanec�an en completa autonom�a pol�tico-econ�mica y social, libres de la dominaci�n directa colonial.
  • 15. 33 ron en grupos que ten�an un mayor n�mero de individuos en las aldeas de misi�n. Si bien todos estos procesos lesionaron gravemente la auto- nom�a pol�tica de la mayor�a de sus jefes m�s poderosos del R�o Negro Medio, tambi�n estimularon el establecimiento de alianzas con algunos jefes Bar� del Alto R�o Negro y fomentaron la expansi�n de sus fronte- ras vivas hacia el Alto R�o Negro-Casiquiare-Orinoco. Sin embargo, es necesario destacar que los Manao perdieron su viabilidad de sobrevivir como etnia diferenciada. A partir de la pacificaci�n del R�o Negro Medio, y hasta despu�s de 1750, se comenz� a utilizar como arraial el puerto del jefe principal Cocubi, Couci o Cocui (Bar�), cercano al sitio en el que luego se esta- blecer�a la aldea (posteriormente Fuerte) de Marabitana (Vidal 1993). Desde este sitio se enviaban tropas de rescate para todos los afluentes del Alto R�o Negro, algunas de las cuales llegaron hasta el In�rida, el Atabapo y el Orinoco (Vidal 1993). Sin embargo, es importante mencionar que en todas estas expedi- ciones de rescate, la participaci�n de los jefes principales fue funda- mental, ya que: (a) eran viejos residentes en los pueblos de misi�n, (b) hab�an sido recientemente contactados y (c) segu�an en su condici�n de "gentiles" hasta despu�s de 1755 (c.f. Vidal 1993: 155-215). La mayor parte de estos �ltimos pertenec�an a las tres confederaciones que entre 1725 y 1755 exist�an en la regi�n Alto R�o Negro-Vaup�s-Isana- Guain�a-Casiquiare-Alto Orinoco (Cuadro 4). La composici�n de estas �ltimas fue extremadamente variable, ya que a medida que los portu- gueses fueron adquiriendo poder en el Alto R�o Negro, se dictaron medi- das de control sobre las comunidades y sus l�deres. Entre ellas se pue- den mencionar el otorgamiento de autorizaciones o patentes a algunos jefes principales para que participaran en el comercio de esclavos y de otros bienes, o de salvoconductos o permisos para transitar libremente, tanto en su propio territorio como en otras zonas (Ramos P�rez 1946:365). Para obtener estas prebendas se exig�a: (a) un pacto de leal- tad hacia la corona portuguesa, (b) la participaci�n en expediciones de rescate y en entradas dirigidas por los portugueses, y (c) el suministro de sus parientes y amigos como sirvientes. Entre 1750 y 1755, los Bar� y sus aliados del Alto R�o Negro y Casiquiare comenzaron a experimentar directamente los efectos de la expansi�n de la frontera portuguesa hacia sus territorios. Varias d�ca- das antes, sin embargo, ya estos grupos hab�an sufrido las consecuen- cias indirectas del proceso expansivo espa�ol, que progresivamente se estaba acercando a sus territorios y zonas de influencia (ej.: Alto Orino- co). Para 1730 los misioneros jesuitas y los colonos espa�oles hab�an logrado consolidar la mayor�a de sus fundaciones en los Llanos y en el Alto Guaviare, desde donde penetraban al Orinoco Medio (Rivero 1883). En 1735 los capuchinos y jesuitas comenzaron su competencia por el control del Orinoco y de sus poblaciones abor�genes. A ella se sumaron
  • 16. 34 CUADRO 4 CONFEDERACIONES MULTI�TNICAS (1725-1755). 1. CONFEDERACI�N DE LOS DEMANAOS: Grupos: Bar�, Manao, Warekena, Cubeo, Mak�. Jefe guerrero principal: Camanao. Otros jefes: Ma�a, Manaca�ari, Ignacio, Ioa, Mababire, Jauinuman, Immo, Cocui, Dauema, Auajari, Juviary, Cayamu, Mur�, Inao, Cauinarao, Mab�, Yune. 2. CONFEDERACI�N DE LOS MADAVAKAS: Grupos: Bar�, Mabana, Warekena, Yahure, Guinau, Anauy�, Baniva, Desana, Mak� Guariba, Ye'kuana. Jefe guerrero principal: Guaicana (1725-45), Amuni (1745-1754), Mavideo (1755-1760). Otros jefes: Mabi�, Mar�, Amuni, Arucun�, Cavi o Caavi, Tape, Guarena, Guarena, Guaipure, Guarape, Yurico, Mapure. 3. CONFEDERACI�N DE LOS BOAPE-PARIANA-MANIVA: Grupos: Baniwa o Kurripako, Mabana, Meoana o Arapa�ao Mabei, Cubeo, Yapoa, Mak�, Bar�, Warekena, Puinave, Desana, Tariana, Chupuena, Guaipunavi. Jefe guerrero principal: Cunaguari o Cunaguasi. Otros jefes: Yavita, Boap�, Macapu, Cuceru o Cruceru.
  • 17. 35 tanto los ataques de los Caribe y de los Guaipunavi8, como las incursio- nes portuguesas en el Orinoco. Para enfrentarse a sus enemigos ind�ge- nas y europeos, los espa�oles utilizaron como "milicia �tnica" a los C�verre (relacionados con los Piapoco) y posteriormente a los Guaipunavi. A partir de 1750, la expansi�n de las fronteras luso-hispanas y los conflictos inter�tnicos, repercutieron tanto en las condiciones de vida como en el liderazgo de los Bar� y de otros Arawak. Esta situaci�n in- fluy� en las migraciones que grupos ind�genas del Alto R�o Negro hicie- ron hacia el Guain�a y Casiquiare, originando cambios en la composi- ci�n de las tres confederaciones ya mencionadas. Uno de los primeros jefes principales que emigr� desde el R�o Negro hacia el Casiquiare fue Immo (jefe de los Marabitana o Marepizana), quien se instal� en el Pasi- va y se emparent� con algunos Guaipunavi, Amuisana y otros grupos de la Confederaci�n de los Mad�waka (Szentmartonyi en Wright 1981; Gilij 1965, T III; Ramos P�rez 1946). Este jefe y un ej�rcito de m�s de doscientos hombres y mujeres Marabitana, Amuizana y Guaipunavi, atacaron la misi�n de San Juan Nepomuceno de Atures (Gilij 1965, T III:118). Es muy probable que esta acci�n haya tenido la finalidad de detener la penetraci�n espa�ola hacia el Alto Orinoco y Alto R�o Negro, y recuperar la autonom�a pol�tica. A partir de 1752 Francisco Xavier Mendo�a Furtado, Gobernador y Capit�n General del Maranh�o y hermano del M�rques de Pombal, ini- ci� un recorrido del Amazonas y del R�o Negro, el cual marca el princi- pio de la pol�tica oficial de poblamiento y expansi�n portuguesa en la cuenca del R�o Negro (Ferreira 1888). Como parte de ella orden� contactar y establecer alianzas con importantes jefes principales para convencerlos de fundarse en determinados sitios estrat�gicos, y hacer- los jurar lealtad a la corona portuguesa. Como consecuencia de estas �rdenes, entre 1755 y 1767 se enviaron tropas a varios r�os (ej.: el Mari�). Esto provoc� el alzamiento y la movilizaci�n armada de varios grupos de la regi�n, y varias guerras entre portugueses e ind�genas. El Sistema de Directorado: 1757-1799 El Sistema de Directorado o de Demarcaci�n de Fronteras Colo- niales (1757-1799) fue un proyecto destinado al control y a la integra- ci�n cultural, econ�mica y pol�tica de los ind�genas a las Coronas Impe- riales. Tambi�n intent� solucionar los conflictos que se hab�an genera- 8 Los Guaipunavi, Guaypunabe o Guipuinavi ("Ipunawa"=los que vienen detr�s o los segundos) eran un grupo Arawak que entre 1730 y 1740 emigr� desde alguna zona del R�o Negro hasta el Alto Orinoco-Atabapo. Es muy posible que su idioma est� relacionado con la lengua Warekena.
  • 18. 36 do por la expansi�n de fronteras vivas portuguesas y espa�olas en las cuencas del Alto Orinoco y Alto R�o Negro. Pese a las diferencias entre las dos modalidades coloniales, con la implementaci�n de este proyec- to, las autoridades civiles y militares de ambas potencias compartieron pol�ticas y acciones. Dos de ellas son de particular inter�s: (1) la expul- si�n de los jesuitas de Suram�rica y la supeditaci�n de las misiones y de las �rdenes religiosas al poder secular; y (2) la fundaci�n de asentamientos en zonas estrat�gicas, y la transformaci�n de jure y de facto de los pueblos de misi�n en "villas" regidas por autoridades colo- niales. Sin embargo, es importante mencionar que buena parte de estos centros poblados fueron inestables y experimentaron variaciones poblacionales y/o se extinguieron. En este sistema la poblaci�n ind�gena se divid�a en dos grupos: (1) los que deb�an permanecer en los pueblos para producir alimentos: y otros bienes; y (2) aquellos que prestaban otros tipos de servicios al gobierno estatal o colonial (expansi�n-descubrimientos, construcci�n de obras de infraestructura, recolecci�n de productos selv�ticos, gue- rras, etc.), por los cuales pod�an o no recibir un salario fijo. En la ma- yor�a de los casos, sin embargo, la poblaci�n masculina mayor de cator- ce a�os, siempre serv�a al gobierno colonial fuera de las villas. Esto, le- jos de fomentar el desarrollo, empobrec�a a las poblaciones, ya que los individuos con mayor potencial para impulsar la econom�a local eran alejados, o mor�an por exceso de trabajo, desnutrici�n o por las gue- rras. Si bien este per�odo se inici� oficialmente en 1750 con la firma del Tratado de Delimitaci�n de Fronteras hispano-lusitanas (Ramos P�rez 1946), fue en 1752 cuando ambas coronas decidieron enviar comisio- nes oficiales para establecer los linderos en el Orinoco y en el R�o Ne- gro. Pero en la pr�ctica comenz� en 1757 con la aprobaci�n en Bel�m del Sistema de Directorado como pol�tica oficial para los indios del Par� y Maranh�o (Moreira Neto 1988:27). Las comisiones de delimitaci�n de fronteras tambi�n ten�an otros objetivos tales como hacer un inventario de recursos naturales y expulsar definitivamente a los holandeses de estos territorios. La encarnizada competencia entre espa�oles y portugueses por el dominio de las cuencas del Orinoco y del R�o Negro, no s�lo requer�a que ambas potencias controlaran a los grupos ind�genas y a sus l�de- res, sino que era necesario que se demostrara una ocupaci�n efectiva de sus pretendidos enclaves coloniales. Para �sto adoptaron: (a) una pol�tica de expansi�n, dirigida por autoridades civiles o militares; (b) la integraci�n efectiva de las poblaciones al sistema colonial; y (c) la mili- tarizaci�n de las fronteras y de algunas de las v�as de acceso a las rutas utilizadas por los indios para movilizarse desde y hacia otras regiones. Tambi�n es importante se�alar que tanto los espa�oles como los portu-
  • 19. 37 gueses recurrieron al uso de los territorios tribales y de la presencia de determinados grupos ind�genas (Guaipunavi, Pariana, Marabitana, etc.) como marcadores de la extensi�n de sus colonias y de sus fronteras con otras potencias europeas. Esta es la principal raz�n detr�s de las cere- monias p�blicas de "vasallaje" a determinada potencia colonial que realizaron muchos l�deres ind�genas durante esta etapa. Al mismo tiempo que los miembros de la Expedici�n de L�mites Es- pa�ola llegaban a las costas de Venezuela, a la Guayana y al Orinoco Medio (1754-1756), Mendo�a Furtado y un gran contingente de solda- dos, oficiales y expertos recorr�an el R�o Negro, con la intenci�n de que- darse en posesi�n de este r�o y del Casiquiare. En las expediciones ar- madas que Mendo�a Furtado enviaba al interior de la selva se implant� la costumbre de utilizar a los jefes principales como mediadores (entre portugueses y otros ind�genas) y a su gente como "milicia �tnica" para someter a los grupos rebeldes o renuentes a fundarse en pueblos. Muy pronto �sto origin� las revueltas. En efecto, en 1757 se alzaron los ind�- genas de las misiones del Alto R�o Negro, y a �stos se sumaron los gru- pos confederados de las Cachoeiras o Raudales de S�o Gabriel (Cuadro 5). Sin embargo, el poder�o militar del ej�rcito del Gobernador ocasion� grandes bajas entre la poblaci�n abor�gen, y �sto afect� las relaciones entre los ind�genas del Alto R�o Negro y entre �stos y los luso- brasileros. Todos estos hechos influyeron en los acontecimientos que ocurrieron a partir de 1758 en la regi�n Alto Orinoco-Casiquiare-R�o Negro-Guain�a, con la llegada de la Expedici�n de L�mites espa�ola. Esta Comisi�n de L�mites encontr� que exist�an dos poderosas con- federaciones que se disputaban el control del mercado de Esclavos y de bienes europeos entre el Orinoco y el R�o Negro (Gilij 1965, T. III:104; Humboldt 1965, T. IV:125). La primera era la de los Manetivitano (Marabitano o Marepizano, al mando de Immo, y luego de Cocui) quie- nes operaban en el Alto R�o Negro-Casiquiare, mientras que los Guaipunavi (con su Jefe Cuseru), dominaban en el Alto Orinoco. La in- tervenci�n de Solano, Diez de la Fuente y Bovadilla provoc� cambios en la naturaleza de las relaciones tanto entre ind�genas como entre �stos y los europeos. Los espa�oles se entrevistaron con varios jefes principa- les ofreci�ndoles diversas prebendas, as� como la protecci�n contra los portugueses. Tanto estos acuerdos como la creciente expansi�n portu- guesa, dieron origen al establecimiento de nuevas alianzas entre los je- fes Guaipunavi, Manetivitano, Mad�waka y Manao del Orinoco- Casiquiare-R�o Negro. Solano y otros miembros de la Expedici�n de L�mites hab�an mani- pulado sus relaciones con los grupos ind�genas con el fin de incrementar o neutralizar el poder y la autoridad de ciertos l�deres ind�- genas como Cuseru, Immo, etc., y subordinarlos a la Corona Espa�ola. A pesar de �sto y del conflicto entre los Guaipunavi y los Manetivitano,
  • 20. 38 1. CONFEDERACI�N DE LOS DARIVAZANA: Grupos: Barpe, Warekena, Piapoco, Puinave, Cubeo. Jefe guerrero principal: Mara. Otros jefes: Davipe o Dauipe, Dojo, Mabi�. 2. CONFEDERACI�N DE LOS AMUISANA: Grupos: Baniva, Bar�, Yavitero, Deesana. Jefe guerrero principal: Amuni. Otros Jefes: Dauiba, Teyo, Arucun�, Yavita. 3. CONFEDERACI�N DE LOS TARIANA-MANIBA: Grupos: Tariana, Kurripako, Cubeo, otros (?). Jefe guerrero principal: Boap�. Otros jefes: (?). 4. CONFEDERACIONES DE LOS GUAIPUNAVI: Grupos: Guaipuinavi, Parcune, Docionavi, Pui- nave, Megepure, Warekena, Macirinavi. Jefe guerrero principal: Cuceru. Otros jefes: Capi, Guayucava. 5. CONFEDERACI�N DE LOS MARABITANA: Grupos: Bar�, Manao, Guinao, Catarapene, Yahure, Mak�, Guariba. Jefe guerrero principal: Immo (1755-1764), Cocui. Otros jefes: Cocui, Cayamu, Inao 6. CONFEDERACI�N DE LOS MADAWAKA: Grupos: Bar�-Mad�waka, Baniva, Haruca, Mawa- kwa, Anauy�, Ye'kuana. Jefe guerrero principal: Davillape o Davicape. Otros jefes: Caavi. CUADRO 5 CONFEDERACIONES MULTI�TNICAS (1755-1770)
  • 21. 39 los l�deres ind�genas tambi�n establec�an nuevos acuerdos entre s� (Ra- mos P�rez 1946:313). No obstante en 1759, la presi�n de las expansio- nes portuguesa y espa�ola hacia el Orinoco y el R�o Negro, provocaron la sumisi�n de los jefes Guaipunavi y Manao, acto que se celebr� en San Fernando de Atabapo (Ramos P�rez 1946:314-315,319,361-362). Immo y Cocui, as� como otros jefes del Alto Orinoco, Casiquiare y R�o Negro s�lo pidieron la protecci�n de la Corona y aceptaron establecerse en pueblos bajo el control espa�ol (Ramos P�rez 1946; Cuervo 1893, T. III). Para los ind�genas, la organizaci�n de las villas, de las feligres�as y pueblos del Sistema de Directorado, signific� nuevas formas y figuras de autoridad portuguesa. Estas autoridades estaban encabezadas por un director (un oficial, sargento o soldado), a quien segu�an jueces, de- legados y ayudantes o asistentes. Estos tres �ltimos cargos pod�an ser ocupados por ind�genas (jefes principales, sus hijos o descendientes, o cualquier otro indio con cierta influencia pol�tica en su comunidad) y/o meztizos. Si bien en un principio los jefes tradicionales estaban subor- dinados al director, siguieron ejerciendo su autoridad en sus comuni- dades. Sin embargo, al aceptar actuar como delegados de las autorida- des lusitanas, su rol de mediadores entre los europeos y sus propias comunidades, familiares y otros grupos ind�genas se institucionaliz� (Vidal 1993; Moreira Neto 1988). No obstante, la p�rdida de influencia y de autoridad de muchos l�deres Manao y Bar� del Medio y Alto R�o Ne- gro se debi� precisamente a este hecho. Otros indios, progresivamente tambi�n, fueron accediendo a los cargos de autoridades ind�genas en sustituci�n de los antiguos jefes principales, s�lo en base al m�rito de ser "fieles" o "leales" servidores de los intereses portugueses. Estos in- dividuos que se convirtieron en nuevos "jefes o capitanes", han sido de- nominados por Moreira Neto (1988:56) "abalizados", un t�rmino muy popular entre los cronistas de la regi�n brasilera del R�o Negro de este per�odo. No obstante, otros abalizados (hijos, hermanos o parientes de los antiguos jefes tradicionales) fueron el producto de la pol�tica de in- tegraci�n cultural que comenz� con el env�o de los candidatos a Portu- gal, y continu� con la creaci�n de escuelas o seminarios y talleres en el R�o Negro (Vidal 1993). Entre 1759 y 1760, numerosas poblaciones ind�genas del Alto R�o Negro estaban cruzando la frontera entre las colonias lusitana y espa- �ola. A partir de 1760 tambi�n se se�ala que muchos abor�genes se es- taban retirando cada vez m�s hacia los cursos medios y altos de los afluentes del Orinoco, Casiquiare y Alto R�o Negro-Guain�a (Cuervo 1893, T. III; Ramos P�rez 1946; Caul�n 1841). Entre 1766 y 1767, adem�s de las deserciones, los pueblos y villas coloniales del Alto R�o Negro, experimentaron los efectos de varias rebe- liones ind�genas (Ferreira 1888). Los pueblos fundados por la Expedi-
  • 22. 40 ci�n de L�mites Espa�ola tambi�n sufr�an los mismos problemas, y �sto hizo que en 1764 los Capuchinos extendieran su acci�n misional hacia el Alto Orinoco y el R�o Negro (Vidal 1993). Durante la visita de los ca- puchinos, el jefe Cocui quien hasta entonces hab�a residido en el rau- dal de su mismo nombre (en el curso del R�o Negro cerca de la desem- bocadura del Casiquiare), accedi� a poblarse en San Carlos de R�o Ne- gro. Cocui y otros jefes del R�o Negro serv�an como milicia �tnica para los espa�oles durante sus entradas a las selvas cercanas en busca de indios para reforzar las fundaciones (Vidal 1993). Despu�s de Cocui, uno de sus hijos fue el capit�n de los Bar� del R�o Negro, un "abalizado", que resid�a en San Carlos de R�o Negro para la �poca en que Humboldt visit� la zona (Humboldt 1956, T. IV:213). En 1767, a ra�z de la expulsi�n de los jesuitas del Orinoco, los ca- puchinos abandonaron la regi�n, R�o Negro-Casiquiare-Alto Orinoco y se trasladaron al Orinoco Medio, y �sto hizo que la zona quedara en manos de los militares que vigilaban la frontera. Esta situaci�n se man- tuvo hasta 1785, cuando se reinici� la acci�n misional en el �rea con religiosos franciscanos quienes reactivaron el proceso de entradas y de fundaciones, y a quienes se subordinaron los soldados (Humboldt 1956, T. IV). En 1798 fue abolido el Sistema de Directorado en las colo- nias lusitanas, implant�ndose por decreto la pol�tica de "integrar a los indios a la sociedad colonial sin diferencia de los otros vasallos" (Moreira Neto 1988:30). A partir de 1798 en las colonias portuguesas y espa�olas del Alto Orinoco, Casiquiare y R�o Negro, la autoridad y el poder de los l�deres ind�genas Bar� comenz� a limitarse al �mbito comunitario, no s�lo por la presencia de los "abalizados", sino a causa de la progresiva p�rdida de la autonom�a econ�mica. A partir de 1798, en Brasil, se expropian los bienes ind�genas, y estos grupos quedan en manos de colonos blan- cos, quienes recib�an un premio si adem�s de utilizarlos como mano de obra, los catequizaban (Moreira Neto 1988:30-31). En los dominios es- pa�oles, el regreso de las misiones a la regi�n Orinoco-R�o Negro en la pr�ctica tambi�n signific� la expropiaci�n de las tierras ind�genas y la utilizaci�n de su mano de obra para el desarrollo econ�mico de las mi- siones y de otras instituciones coloniales. En nuestra regi�n de estudio el Siglo XVIII culmina con la introduc- ci�n de una versi�n modificada del sistema de Encomiendas, conocida con el nombre de "Sistema de Avance". Una de sus caracter�sticas fue la de someter a la gente a trabajo forzado. Cuando recib�an un salario (adelantado o diferido), �ste se les cancelaba con diversos bienes (ali- mentos, ropa, calzado, armas de fuego, herramientas, etc.). Finalmente podemos se�alar que durante el Siglo XVIII en los gru- pos Arawak del Amazonas Noroccidental se redujeron sus niveles de integraci�n sociopol�tica desde lo interregional y supracomunitario has-
  • 23. 41 ta lo local e intracomunitario. Esto significa que, para entender la si- tuaci�n etnogr�fica contempor�nea de estos grupos, debemos conocer los procesos ocurridos durante el mencionado per�odo ya que en esa �poca desaparecieron f�sicamente del record etnogr�fico amaz�nico mu- chas sociedades y se produjeron las fisiones y fusiones intra e inter�tnicas mediante las cuales se generaron los actuales grupos �tnicos Arawak. Conclusiones Hemos visto en el contexto de la situaci�n colonial-perif�rica del Siglo XVIII, que la transformaci�n de las antiguas sociedades amerindias dio origen a otras formas societarias: confederaciones multi�tnicas. Esas formaciones societarias fueron diferentes tanto de las antiguas como de las contempor�neas. El sistema de confederaciones multi�tnicas se diferencia de los macrosistemas regionales, precisamente, por la inserci�n individual y grupal en el sistema pol�tico-econ�mico colonial. Este hecho gener� que la autoridad y el poder de los l�deres progresivamente se fundamentara en el control efectivo que �stos ten�an sobre el comercio y el intercam- bio de bienes europeos. Esto increment� la competencia entre los dife- rentes jefes principales ind�genas y condujo al enfrentamiento b�lico entre los grupos. Todo lo anterior, sumado a la p�rdida de la autonom�a pol�tica (actos de sumisi�n o lealtad a potencias europeas, prohibicio- nes de la libertad de movimiento, etc.), incidi� en la redefinici�n de las fronteras �tnicas, lo cual se empez� a realizar mediante criterios ling��sticos, cierta rigidez en la delimitaci�n de los territorios y proce- sos de fusi�n-fisi�n intra e intergrupales. En s�ntesis, podemos concluir que, para fines del Siglo XVII, el pro- ceso de la creaci�n de aldeas y las misiones se hab�an afianzado en el R�o Negro. Entre 1700 y 1730 se profundizan las luchas entre los gru- pos federados liderizados por los Manao y por los Bar�. Con la ca�da de la Confederaci�n de los Manao, los grupos federados del Alto R�o Negro ("gentiles" e independientes) pasan a controlar las principales redes co- merciales y de alianzas pol�ticas existentes. Entre 1730 y 1760, tres confederaciones se disputan el control de las redes comerciales, pero la participaci�n, cada vez m�s activa de todas ellas en el sistema colonial signific� para las federaciones multi�tnicas y sus l�deres la transforma- ci�n de muchos de esos grupos independientes en indios aldeanos y en milicia �tnica al servicio de los poderes coloniales. A finales del Siglo XVIII, todos estos procesos incidieron en la "des- aparici�n" y/o "surgimiento" de varios grupos �tnicos Arawak. Los Bar� del Siglo XIX, con sus especificidades culturales y ling��sticas (ej.: tres variantes dialectales: mandawaka, santarose�o y casiquiare�o), surgen
  • 24. 42 precisamente durante este per�odo y como consecuencia de: (1) la dis- minuci�n del poder y de la autoridad que hab�an logrado alcanzar los jefes Demanao, Marabitana y Mad�waka; (2) la reducci�n de la integra- ci�n pol�tica al �mbito de la federaci�n de fratr�as; (3) la fusi�n o incor- poraci�n de algunos grupos y subgrupos pertenecientes a las confede- raciones Demanao, Marabitana y Mad�waka y a otras poblaciones Arawak, Tukana, Mak�, etc.. Abstract This essay analyzes the changes experienced by the sociopolitical formations of the Rio Negro Arawak during the 18th century. I specifi- cally address the emergence and extinction of multi-ethnic confederacies under the leadership of powerful Bar� and Manao warrior-chiefs, and the forced reduction of their sociopolitical levels of integration from the con- federacy to the local (a segment occupying a river section) and intra-vil- lage levels. Resumen Este ensayo analiza los cambios ocurridos en las formaciones societarias Arawak del R�o Negro durante el Siglo XVIII. Concretamente se estudia el surgimiento y extinci�n de confederaciones multi�tnicas liderizadas por poderosos jefes guerreros Manao y Bar�, y el proceso de reducci�n forzada de sus niveles de integraci�n sociopol�tica desde las confederaciones hasta los niveles locales (un segmento que ocupa el tra- mo de un r�o) e intracomunitarios. Referencias Bonfil Batalla, Guillermo 1986 La teor�a del control cultural en el estudio de los procesos �tnicos. En: "Anuario Antropol�gico". Brasilia: Univer- sidade de Brasilia. Caul�n, Fray Antonio 1841 Historia corogr�fica, natural y evang�lica de la Nueva Andaluc�a, Provincia de Cuman�, Nueva Barcelona, Guayana y vertientes del Orinoco. Caracas: George Corser. Cuervo, Antonio B 1893 Colecci�n de documentos in�ditos sobre la geograf�a e historia de Colombia. Tomo III. Bogot�: Zalamea Hermanos.
  • 25. 43 Chernela, Janet 1983 Hierarchy and Economy of the Uanano (Kotiria)-Speaking Peoples of the Middle Uaup�s Basin. Tesis Doctoral. Columbia University. S.f. Guesting, Feasting, and Raiding: A new look at the Social and Political Organizations of the Northwest Amazon. M.s. Despr�s, Leo 1984 Ethnicity: What data and Theory Portend for Plural societies. En: "Prospects for Plural Societies". D. Maybury-Lewis (ed.). Washington: Proceedings of American Ethnological Society. Ferreira, Alexander Rodriguez 1888 Diario da viagem pela Capitan�a de S�o Jos� do Rio-Negro. Revista Trimensal do Instituto Historico, Geographico e Ethnographico do Brazil. Tomo LI:5-166. Rio de Janeiro: Laemmert. Gilij, Felipe Salvador 1965 Ensayo de historia americana. Tomo III. Caracas: Biblioteca de la Academia Nacional de la Historia. Goldman, Irving 1968 Los Cubeo. Indios del Noroeste del Amazonas. M�xico: Instituto Indigenista Interamericano. Ediciones Especiales No. 49. Gonz�lez ���ez, Omar 1987 La prehistoria ling��stica ind�gena arawaka y su contribu- ci�n al patrimonio cultural venezolano. En: "Simposium acerca de la investigaci�n del patrimonio precolombino de Venezuela". Caracas: FACES-UCV/INVESCIENCIAS. pp. 35-54. Hemming, John 1978 Red Gold. The Conquest of the Brazilian Indians. 1500-1760. Cambridge: Harvard University Press. Hill, Jonathan David 1983 Waku�nai Society: A Processual-Structural Analysis of Indigenous Cultural Life in the Upper Rio Negro Region of Venezuela. Tesis Doctoral. Indiana University. Humboldt, Alejandro de 1956 Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente. Tomo IV. Caracas: Ediciones del Min. de Educaci�n. Jackson, Jean E. 1983 The Fish People. Linguistic Exogamy and Tukanoan Identity in Northwest Amazonia. New York: Cambridge University Press.
  • 26. 44 Moreira Neto, Carlos de Araujo 1988 Indios da Amazonia, de Maioria a Minoria (1750-1850). Petr�polis: Vozes. Ramos P�rez, Demetrio 1946 El Tratado de L�mites de 1750 y la expedici�n de Iturriaga al Orinoco. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Cient�ficas. Rivero, Padre Juan S.J. 1883 Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los r�os Orinoco y Meta. Bogot�: Imprenta Silvestre y Cia. Sweet, David 1975 A Rich Realm of Nature Destroyed: The Middle Amazon Valley. 1640-1750. Tomos I y II. Tesis Doctoral. Madison: Wisconsin. Turner, Terence 1986 Production, Explotation, and Social Consciousness in the Peripheral Situation. M.s. Vidal O., Silvia M. 1993 Reconstrucci�n de los procesos de etnog�nesis y de reproducci�n social entre los Bar� de R�o Negro (Siglos XVI-XVIII). Tesis Doctoral. Caracas: CEA-IVIC. Whitehead, Neil L. 1988 Lords of the Tiger Spirit. A History of the Caribs in Colonial Venezuela and Guyana. Dordrecht and Providence: Floris Publications. 1989 The Ancient Amerindian Polities of the Lower Orinoco, Amazon and Guayana Coast. A Preliminary Analysis of their Passage from Antiquity to Extinction. Trabajo presentado en el simposio "Amazonian Synthesis: An Integration of Disciplines, Paradigms, and Methodologies. Nova Friburgo, Brasil". 1990 Carib Ethnic Soldiering in Venezuela, Guiana, and the Antilles, 1491-1820. Ethnohistory 37(4):359-385. 1994 The Ancient Amerindian Polities of the Amazon, the Orinoco, and the Atlantic Coast. A Preliminary Analysis of their Passage from Antiquity to Extinction. En: "Amazonian Indians from Prehistory to the Present". Anna Rosevelt (ed.). Tucson and London: The University of Arizona Press. pp.33-53.
  • 27. 45 Departamento de Antropolog�a Instituto Venezolano de Investigaciones Cient�ficas (IVIC) Apartado 21827. Caracas, 1020-A. Venezuela. Fax: 58-2-5041085; Telfs: 58-2-504-1227,1228. e-mail: svidal@ivic.ivic.ve Whitten, Norman Jr. 1976 Sacha Runa: Ethnicity and Adaptation of Ecuadorian Jungle Quichua. Urbana: University of Illinois Press. Wright, Robin M. 1981 History and Religion of the Baniwa Peoples of the Upper Rio Negro Valley. Tesis Doctoral. Ann Arbor: University Microfilm.
  • 28. 46