Segunda mención del Jurado del Concurso "100 cuentos cortos para jóvenes" organizado por Fundación Telefónica de Argentina: "La hamaca roja" de Paula Florencia Alvarez Dib (14 años).
3. La Hamaca Roja
Como cuando vamos a merendar a lo de la tía y comemos brownies, vamos a lo del abuelo (el papá de
papá) a almorzar y comemos fideos con pesto, vamos a lo del tío y jugamos todo el día en la compu,
vamos a lo de la abuela (la mamá de mamá), y estamos en la hamacas, comemos empanadas, vamos al
kiosco que el abuelo tiene a la vuelta.
Ese día también estuvimos en las hamacas, también comimos empanadas, también fuimos al kiosco que
el abuelo tiene a la vuelta, pero no fue igual que siempre.
La noche anterior había tenido un cumpleaños y estaba muy cansada. Había terminado a las dos de la
mañana, y me había acostado a las tres. Mi mamá me había despertado a las diez, con la excusa de que
teníamos que ir a lo de la abuela. Me había dicho: 'Dale Pau, levantate, es tarde' Pero ella se refería a tarde
de hora, no a tarde de que llegábamos tarde. Para ella siempre es tarde. Se levanta a las 11 todos los días
de la semana, pero si no se trata de ella, sos una marmota, aunque te hayas acostado a las tres de la
mañana. Incluso tiene días en los que te despierta con el lavarropas a las nueve de la mañana. '¿Qué
necesidad?' pienso.
Con mi mejor cara de zombie, fui a desayunar, cosa que ya había hecho toda la familia, y usó como excusa
para apurarme. Como era de esperarse, le llevé la contra y desayuné lo más despacio que pude. No se
dio cuenta de mi intención y me molesté, terminé de ponerme de mal humor. Pero sabía que en un par de
horas iba a poder relajarme en la hamaca como lo hago siempre y me tranquilicé. No me acordaba cuál
había sido la última vez que habíamos ido, pero había sido hace bastante.
Salimos una hora después de lo planeado, como siempre. Mi hermana no encuentra sus cosas, mamá se
enoja porque le pide ayuda y no puede prepararse. Termino ayudándola yo, y resulta que las tiene
enfrente de su nariz. Mi papá dice: 'Voy buscando el auto', ahí la respuesta varía: a veces es 'Bueno dale y
bajá las cosas', pero la mayoría es '¿No nos podes esperar?' y si, espera. A todo esto, yo que por
levantarme 'tarde' iba a atrasar todo, termino siendo la primera en prepararse las cosas, lo que me lleva a
mirar tele y esperar, ausente de ese caos que se da a tres metros del sillón.
Cuando llegamos, como los abuelos no tienen timbre, tocamos el portón, lo que nos hace doler la mano
porque la abuela no escucha mucho, y tenemos que hacerlo fuerte. Terminamos tocando la bocina del
auto. Mamá ya se lo había reprochado varias veces lo del timbre, y lo del audífono también, pero sin
resultados.
En fin, mamá nos dijo que ayudáramos a la abuela a poner la mesa. Cuando terminamos, pasamos por el
kiosco a avisarle al abuelo que ya vaya viniendo. Comimos las empanadas, los duraznos en almíbar, y salí
3/4
4. La Hamaca Roja
al patio. Invariablemente, fuimos las dos corriendo a las hamacas. Son tres, amarilla, celeste y roja. Yo
siempre quiero la roja, la del medio, porque siento que si me pongo en las de la punta me choco con los
caños. Mi hermana entiende mi temor y después de una pelea en juego, me la deja.
Mi color favorito es el azul. A falta de azul podría usar la celeste. Pero la roja además de estar en el
medio, tiene algo especial. Cuando era más chica íbamos más seguido. Pero de eso no me di cuenta
pensando tal vez, en que ahora, en la secundaria tengo que estudiar más, o que papá ya no tiene tantas
ganas de manejar, o que queremos salir, o simplemente que ya no tenemos más ganas. No, no lo había
pensado. Solo me di cuenta de todo esto, al mirar el pasto crecido debajo de la hamaca. El pasto crecido
significaban muchas cosas: menos frenadas violentas para ir a por las empanadas, menos arranques,
menos 'quince minutos más' de cuando mamá decía 'vamos', menos veces de quedarse a dormir, menos
todo. No era mala voluntad, pero de las razones me di cuenta después, nunca lo había pensado.
Solo el pasto, solo el pasto me hizo llorar. Me preguntaron qué me pasaba, les dije que me había quedado
baja una materia y que me preocupaba. No me dieron mucha bola, pensé que tal vez habían creído que les
mentía y que era un tema de adolescente tonta. Pero no, también les incumbía a ellos, aunque no se
hamacasen, porque de ellos dependía si íbamos o no. Entonces era su culpa, no la mía. En realidad nunca
había pensado que era mi culpa, pero responsabilidad tal vez sí. Sí, era su culpa, pero no se los iba a decir,
iba a dejar que algún día usaran la hamaca roja, y se dieran cuenta.
Nina Cultraro
4/4