Este documento narra la visita del niño Santiago a sus abuelos. Santiago recuerda los momentos felices que pasó con ellos en el pasado, como visitas al parque de diversiones. Sus abuelos lo ayudan a desarrollar su independencia enseñándole a amarrarse los zapatos, organizar su cuarto y otras tareas. Aunque su madre es sobreprotectora, con la ayuda de sus abuelos Santiago aprende que ya está listo para crecer.
La abuela de Florencio ha muerto hace un tiempo y él quiere entender a dónde ha ido a parar: ¿estará en el cielo, como dice su mamá, o en la tierra, como dice la Martuca? Un libro emotivo que nos muestra que las personas que amamos pueden vivir eternamente en nuestro corazón.
La abuela de Florencio ha muerto hace un tiempo y él quiere entender a dónde ha ido a parar: ¿estará en el cielo, como dice su mamá, o en la tierra, como dice la Martuca? Un libro emotivo que nos muestra que las personas que amamos pueden vivir eternamente en nuestro corazón.
¿Qué es poesía? Eso se preguntaron los alumnos de 6º B y... este ha sido el resultado de su trabajo. Eso sí, para hacerlo más divertido, cada poema debí incluir unas palabras clave. ¿Adivinas cuales son?
¿Qué harías si paseando por el bosque de tu pueblo, descubrieses una burbuja con un gnomo dentro, pidiéndote que entres en ella?
Óscar, Tom y Sandra, son tres chiquillos que viven en un pueblo de España en el año 1.979. Una mañana de Octubre, deciden hacer novillos e irse de excursión a un bosque cercano. Su inseparable perrito Topo va tras ellos, pero cuando se adentran en el bosque, desaparece. Buscando a Topo, descubren una gigantesca burbuja que tendrán que atravesar para rescatarlo, y así realizarán el más fantástico viaje al pasado que jamás habrían podido sospechar: Retrocederán al año 510 y viajarán hasta Lutecia, un pueblo dentro de una isla donde conviven gnomos y humanos.
Con la ayuda de Lukuá, un gnomo amigo, se enteran de que a Topo lo tiene apresado Colungo, el cruel y avaricioso jefe del pueblo, que les pedirá un tesoro a cambio de liberar al animal. En la búsqueda del tesoro, que según la leyenda yace en las riberas del río, vivirán muchas aventuras, incluso un combate con un soldado en Las Arenas de Lutecia, y todo ello en un tiempo limitado, pues su estancia en Lutecia… ¡Sólo puede durar tres días!
¿Qué es poesía? Eso se preguntaron los alumnos de 6º B y... este ha sido el resultado de su trabajo. Eso sí, para hacerlo más divertido, cada poema debí incluir unas palabras clave. ¿Adivinas cuales son?
¿Qué harías si paseando por el bosque de tu pueblo, descubrieses una burbuja con un gnomo dentro, pidiéndote que entres en ella?
Óscar, Tom y Sandra, son tres chiquillos que viven en un pueblo de España en el año 1.979. Una mañana de Octubre, deciden hacer novillos e irse de excursión a un bosque cercano. Su inseparable perrito Topo va tras ellos, pero cuando se adentran en el bosque, desaparece. Buscando a Topo, descubren una gigantesca burbuja que tendrán que atravesar para rescatarlo, y así realizarán el más fantástico viaje al pasado que jamás habrían podido sospechar: Retrocederán al año 510 y viajarán hasta Lutecia, un pueblo dentro de una isla donde conviven gnomos y humanos.
Con la ayuda de Lukuá, un gnomo amigo, se enteran de que a Topo lo tiene apresado Colungo, el cruel y avaricioso jefe del pueblo, que les pedirá un tesoro a cambio de liberar al animal. En la búsqueda del tesoro, que según la leyenda yace en las riberas del río, vivirán muchas aventuras, incluso un combate con un soldado en Las Arenas de Lutecia, y todo ello en un tiempo limitado, pues su estancia en Lutecia… ¡Sólo puede durar tres días!
Segunda mención del Jurado del Concurso "100 cuentos cortos para jóvenes" organizado por Fundación Telefónica de Argentina: "La hamaca roja" de Paula Florencia Alvarez Dib (14 años).
Este trabajo fue realizado para una campaña de Inbound Marketing para la fundación Ayuda en Acción.
Se trata de una serie de cuentos que tiene una moraleja, está realizado con el fin de ser instructivo para los niños y niñas.
Redacción y contenido: Ana Cabrero
Diseño y maquetación: Jorge Romero
1. ¡Qué sorpresa! Yo no podía creer lo que estaba viendo. Él estaba ahí. ¡Que
momentos los que habíamos compartido! Recordar la visita al parque de
diversiones donde jugamos que un tiburón perseguía nuestro bote, cuando
corríamos gritando porque un lobo feroz nos iba a devorar y cuando en la montaña
rusasesalió de mi bolsillo el primercelular quemehabía regalado papá.
*Mamá,yacrecí
2. ¡Habíapasado tantotiempo!unañosinver
a misabuelos,¡Eso era unaeternidad!, mi
abuelaolíaa lasricas mantecadasque
preparabacuando nosvisitabay ladulzura
desurostro eracomo saborear esosricos
caramelosqueenvolvíapacientementepara
nosotros. ¿Quieressabercomo se preparan
estasmantecadas?Haz clic sobre la
mantecadaquemi abuelatieneensus
manosy conocerás susecreto…
3. Mi abuelo, con sus arruguitas y canas
invisibles, sus ojos vivos, esa amplia y
sonora sonrisa, quien me recordaba
que se podía viajar a los mundos más
inexplorados. ¡Claro! A menos que mi
mamá lo impidiera. Porque era mi
mamá, quien quería mi comodidad:
ella lo hacía todo por mí.
4. -!Abuelo Luis!- grité con gran fuerza y me abalancé a sus brazos
esperando que iniciara con sus eternos retos. Yo los disfrutaba
porque lamayoríadelasveceseran mágicos.
-¡Sorpresa! ¿Quéhora es Santi?, mira mireloj- dijo mi abuelo.
-¡Gané!, es la 1 y cuarto. Respondí para empezar a acumular
retos ganados. Así era cuando mi abuelo nos visitaba. Yo tenía
que estar alerta para poder cumplir con todos los retos. Pude
hacerlo bien ya que en visitas anteriores el abuelo me llenaba de
retos para aprender a leer el reloj. Pincha el reloj de mi abuelo y
sabráscomolo he hecho.
5. -¡Ja, ja, ja!- interrumpió mi abuelo con una gran carcajada que ensordeció a todos. Era un
frío sábado y aunque un gran sol empezaba a aparecer tuvimos que cerrar rápidamente
la puerta de la casa para que nuestros huesos permanecieran calientitos. Así decía mi
mamá.
-Santi, hoy me voy con tu abuela a las 5 de la tarde, tienes tiempo para solucionarlo.
Pero,y a tu abuela, ¿la vas a saludar?Inquirió mi abuelo.
6.
7. -Mira Santi, tus caramelos preferidos. ¿Cuánto has crecido?
¿Cuánto estás midiendo? Demasiadas preguntas juntas: las
que haciami abuelo, miabuela ylas mías propias.
8. No tardamos en cerrar la puerta cuando mi mamá apareció con peinilla en mano,
pañuelitos húmedos, chaqueta, cepillo de dientes, zapatos... ¿Qué otras cosas traía
en unabolsa ypara qué?
-Mamá, por favor, ya tengo 7 años. Ya puedo bañarme, peinarme, vestirme sólo y
hasta ...-dije sin poder terminar porque mi mamá introdujo el cepillo en mi boca en
el momento en que pretendía decir quepodía servirme uncereal.
A ella le hubiera dado un patatús de solo pensar que bajaba el cereal con un
banquito que teníamos en la cocina y que yo no tenía ninguna dificultad para abrir
la neveraysacarla leche yservirla.
9. -Calla, ven te cepillo los dientes mientras tu
hermana te pone la chaqueta y los zapatos. ¡Juana!
ven a ayudarme con tu hermano- gritó mi mamá.
10.
11. Mis abuelos venían de un lugar hermoso, lleno de plantas, de colores
vivos y habían dejado a Lucy, la ternerita que nos regaló nuestra
abuelita y que podíamos cuidar cuando íbamos a visitarlos.
Mi abuelita recibió, de mi mamá, los zapatos y la chaqueta y me las
entregó. Todos quedaron paralizados. Mi mamá había dicho…había
dado una orden a mi hermana. ¡Cómo contrariarla!
- ¡No mamá!, el no sabe hacerlo, es muy pequeño- Dijo mi madre.
Mi abuelo, Juana y Yo nos miramos sorprendidos, no queríamos
escuchar a mamá diciendo que cuando fuera más grande lo haría solo
y bla bla bla bla… todo lo que nos repetía siempre que Juana o yo
protestábamos por esto.
Oh sorpresa, mamá no dijo nada, miro a la abuela con ternura, me
miró a mi con angustia y a mi hermana algo enojada, quizas por que la
desobedeció.
12. ¡Abuelita, con tu dulzura lo lograbas todo! Ella entregó a
mis padres las mantecadas que disfrutaban con el tinto de
las mañanas. Los tranquilizó diciéndoles que ellos iban a
estar ahí acompañándonos, que podían salir a hacer sus
vueltassin angustias.
-Déjame ver cómo lo haces- me dijo mi abuelita y abrió sus
ojos tan grandes que parecía un telescopio. Asentía con su
cabeza para decirme que yo estaba amarrando muy bien
mis zapatos, aunquesolo hacíanudos.
13. -¿Cuántos niños hay en tu salón? – Preguntó mi
abuelo
-15- respondí rápidamente pensando que era un reto
más.
¿Cuántos pares de pies tienen entre todos? ¿Cuántos
zapatos llevan puestos entre todos?- dijo mi abuelo
para reducir la tensión que se estaba produciendo.
Mis padres se despidieron de mis abuelos y de
todas las recomendaciones a Juana: debía tender mi
recoger mi ropa, cepillar mis dientes, hacer mis
años. Yo solo tenía dos años menos que ella.
14. Finalmente,mis padressalieronbiencubiertos:chaqueta,guantes,
bufandayhastasombrilla.¿Cómo lo sabían?lasnubesnegras,elsol,el
fríoy… empezóunfuerteaguacero. ¿Quéhora era?La risademiabuelo
meindicabaquedebíadarle solucióna suprimerreto.
Mientras yo recordaba a mis compañeros y
buscaba la respuesta para PARES, mi abuelita
me mostraba cómo hacer los lazos en los
cordones. Losdeshacíayyolovolvíaa hacer.
15. Mientras practicaba con mis enredos,
digo nudos, digo lazos, llegó mi hermana
con un cartel:
La verdad creo que
mi abuelo se lo ayudó
a hacer, pero preferí
nodecir NADA.
16. ¿Qué iba a pasar cuando llegara mi mamá y se enterara
de esta protesta? Ahora, ¿quién iba a encargarse de mis
cosas? Si yo tenía que hacer lo mío ¿Cómo lo haría si no
sabía cómohacerlo? Más preguntas sin resolver.
-¡Hurra! Ya puedo amarrar mis cordones. Mira abuelito
lo que me enseño mi Bue- Yo lo hacía con tanta
propiedad que hubiera podido participar en un
campeonato y hubiera ganado.
17. -¡Muéstrame tu cuarto, Santi!- dijo mi
abuelito.
Yo tenía mis juguetes por todos lados, los
vasos donde tomaba mi lechecita con
cereal, las telas para armar las carpas que
colgaban por todos lados y mis zapatos
formaban una gran montaña para que mis
soldados la escalaran.
Ya debe estar todo organizado- pensé. Mi
mamá le había dado esa orden a mi
hermana. Y, ¿si ella había cumplido lo que
escribió en el cartel?
18. Mi abuelo empezó a mostrarme cómo hacer para que
los soldados dejaran la montaña escalada en el lugar
que le correspondía. Armé las carpas de exploradores
con mi abuelo y luego de terminar la excursión
volvieron a las tulas para un próximo viaje. Los
juguetes, mágicamente, retornaron a sus espacios,
donde se acomodaron para compartir unos con otros.
Y… los vasos desocupados… aún permanecían en sus
lugares. ¡Qué ricas leches habían compartido conmigo!
¿Qué hacer con ellos? descubrí la pregunta en la
mirada de mi abuelo. Sin decir una sola palabra, en una
bolsa deposité los vasos desechables y los llevé a la
cocina.
19. -¡Sorpresa! Ya llegamos. Es hora de almorzar. Me
sorprendieron mis padres cuando ubicaba los vasos en la
bolsa que tenía mi mamá para seleccionar la basura.
Me siento orgulloso. Hoy compartí con mis abuelitos, jugué,
comprendí a mi hermana, amarré mis zapatos, organicé mi
cuarto… aprenderé a cepillarme los dientes y a tender mi
cama y puedo decir:
Aunque no eran las cinco de la tarde, hora en que mis
abuelos partían, yo ya tenía todas las respuestas.
¡Gracias abuelos, yo ya crecí!