2. El Simbolismo fue uno de los movimientos artísticos más
importantes de finales del siglo XIX, originado en Francia y
en Bélgica. En un manifiesto literario, publicado
en 1886, Jean Moréas definió este nuevo estilo como
«enemigo de la enseñanza, la declamación, la falsa sensibilidad
y la descripción objetiva». Para los simbolistas, el mundo es un
misterio por descifrar, y el poeta debe para ello trazar las
correspondencias ocultas que unen los objetos sensibles (por
ejemplo, Rimbaud establece una correspondencia entre las
vocales y los colores en su soneto Vocales). Para ello es
esencial el uso de la sinestesia.
3. Poeta francés. Huérfano de padre desde 1827, inició
sus estudios en Lyon en 1832 y los prosiguió en
París, de 1836 a 1839. Su padre adoptivo, el
comandante Aupick, descontento con la vida liberal
y a menudo libertina que llevaba el joven
Baudelaire, lo envió en un largo viaje a las Antillas
entre 1841 y 1842 (según algunas fuentes, podría
haber llegado también a la India). De regreso en
Francia, se instaló de nuevo en la capital y volvió a
sus antiguas costumbres desordenadas.
4. XV
Creo que el encanto infinito y misterioso que reside en la
contemplación de un navío, y sobre todo de un navío en movimiento, se
debe, en el primer caso, a la regularidad y a la simetría, que son una de
las necesidades primordiales del espíritu humano, en el mismo grado que
la complicación y la armonía; y en el segundo caso, a la sucesiva
multiplicación y a la generación de todas las curvas y figuras imaginarias
operadas en el espacio por, los elementos reales del objeto.
La idea poética que se desprende de esta operación del movimiento
de las líneas es la hipótesis de un ser vasto, inmenso, complicado pero
eurítmico, de un animal lleno de genio, sufriendo y suspirando todos los
suspiros y todas las ambiciones humanas.
Pueblos civilizados, que siempre habláis neciamente de salvajes y de
bárbaros; pronto, como dice D'Aurevilly, no seréis buenos ni siquiera
para ser idólatras.