1. Ayotzinapa: la tragedia de las normales rurales
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By | 07/10/2014
A escasos cinco días de recordar el 46 aniversario de aquel episodio “negro” en la historia de México, con
la matanza de un número inexacto de estudiantes que se atrevieron a alzar la voz contra el gobierno y a
favor de sus legítimos derechos, en el sureño estado de Guerrero nos enterábamos del bestial asesinato
de tres integrantes de una escuela normal y la desaparición de otros 43 de sus compañeros.
De manera simultánea, sin relación alguna pero con mejor suerte, miles de alumnos y docentes del
Instituto Politécnico Nacional se manifestaban en las calles del Distrito Federal, exigiendo el respeto a sus
derechos, a la preparación que eligieron y a la vida institucional.
Sin embargo, aquí la respuesta del Gobierno Federal fue inmediata y contundente, al recular sus
prácticas dictatoriales y mantener, al menos por el momento, la apertura en la vida interna del Politécnico.
En la zozobra se mantienen los familiares, amigos y quienes entienden las causas de las escuelas
normales rurales, sobre la situación de los 43 estudiantes. El deseo es que sigan con vida, aún y cuando
se teme estén relacionados con los cuerpos encontrados en fosas clandestinas de Iguala, Guerrero.
Peor tragedia no podría ser. Sobre todo, en esta etapa en que mucho se habla de una mejor seguridad y
un mayor clima de libertades para los ciudadanos.
El suceso levanta sospechas de que entre los delincuentes, están vinculados personajes de la política,
que por siempre se oponen al funcionamiento de las escuelas normales rurales y que tratan de
evidenciarlas ante la sociedad, como belicosas e inoperantes.
Las escuelas normales rurales preservan el origen de una lucha por la igualdad social; por la democracia
plena y, por tanto, por el acceso a la educación sin restricciones.
Los gobiernos han generalizado su desestimación al campo, con el abandono a los productores, a sus
familias y con la pretendida desaparición del modelo educativo normalista.
Se olvida que las escuelas normales rurales son la alternativa de preparación de mujeres y hombres con
aspiración y capacidad, con la única limitante que da el modelo capitalista adoptado, al que le conviene
tener un pueblo ignorante.
Quienes están y han egresado de las escuelas normales rurales, han pulido su casta en la opresión. En
ser mejores con todas las limitantes. Constituyen la voz de una sociedad que sabe de la discriminación
pero que entienden que todos merecemos vivir con dignidad.
En el proceso histórico de las normales rurales, a sus estudiantes no se les ha dejado de señalar como
caprichosos, rebeldes y no les ha faltado el calificativo de criminales, cuando en verdad se enfrentan con
decisión al Estado que usa la fuerza no para defender sino oprimir. Un Estado que no se preocupa por
construir sociedades igualitarias, sino para profundizar la marginación en muchas familias.
Basta comprender el mensaje que portan algunos de los alumnos y exalumnos, hijos de campesinos, a
quienes el único resentimiento que invade es el de la discriminación, pero que en esencia, sólo pretenden
tener las herramientas para superarse y llevar como cátedra a las aulas, la de una educación incluyente.
2. Mientras escribo esta reflexión, recuerdo que tan sólo este año, 160 estudiantes de la Normal Rural de
Oaxaca fueron encarcelados por reclamar sus derechos. O bien, en un interesante artículo de La Jornada,
estudiantes de Ayotzinapa relataban que su presupuesto era de 50 pesos por cada uno. De ahí tenía que
rendir para las tres comidas diarias y no podía pensarse en ampliar su presupuesto para traslados o
material educativo.
La historia de la educación normal de México nos hace creer que este tipo de escuelas, sin excepción,
han permanecido en el desinterés y, más grave aún, se han vuelto en el blanco de ataque por su
desaparición en el vaivén de los gobiernos.
Coincido así con aquel dicho que a la letra señala: “reprender al que yerra no basta si no se le enseña el
camino recto”.