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Módulo ILectura
«La sociedad de la información revisitada»
22
La sociedad de la
información revisitada*
Frank Webster**
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9 No. 1, P. 22-44
* Webster, Frank. “The Information Society Revisited”, en Hand Book of New Media, Social Shaping and Consequences of ICT’s. UK, Sage, 2002, págs.
22-33. [ http://www.sagepub.co.uk/mcquail5/downloads/Handbookchaps/ch01.pdf ]. Traducido y publicado en español con permiso de Sage
Publications, Ltd. UK
** Department of Sociology, City University, Northampton Square, Londres EC1 0HB, Inglaterra. Correo electrónico: f.webster@city.ac.uk
*** Subdirección de Servicios de Información Especializada, Dirección General de Bibliotecas (DGB), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
Circuito de la Investigación Científica, Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F. México. Correo electrónico: eramirez@dgb.unam.mx
Resumen
El artículo cuestiona la idea de que el incremento de información y de tecnologías producen por sí mismos cambios
profundos en la sociedad. Analiza el concepto de información, examina y ejemplifica las múltiples acepciones que
se dan al término sociedad de la información, las cuales son: innovación tecnológica, cambio ocupacional, valor eco-
nómico de la información, flujo de información y expansión de signos y símbolos culturales. Concluye que la idea
más persuasiva de la sociedad de la información es la que fundamenta el avance social en la utilización reflexiva del
conocimiento que produce la humanidad.
Palabras clave: Sociedad de la información, información, cultura, conocimiento, tic’s
Abstract
This article discuses the idea that increases in information and technology themselves generate deep social changes.
It defines information, examines, and gives examples of some conceptions of the information society, such as: tech-
nological innovation, occupational change, economic value, information flows and expansion of symbols and signs.
It concludes that the most persuasive idea of information society is the one that suggests that the social development
is generated by the reflexive use of theoretical information/knowledge.
Keywords: Information Society, Information, Culture, Knowledge, ict’s
Traducción de María Esther Ramírez Godoy, Alma Silvia Díaz Escoto, Carmen García Colorado, Rosa María Irigoyen
Camacho, y Antonia Llorens Cruset.***
Prólogo
Este artículo traducido y publicado
en nuestra lengua permitirá la difu-
sión más amplia de ideas para enri-
quecer la reflexión y el intercambio
de puntos de vista sobre el tema de
la sociedad de la información. La tra-
ducción facilitará el acceso al gremio
de los profesionales de la informa-
ción a planteamientos de actualidad
que amplían el panorama para la
comprensión y mejor uso de un tér-
mino tan en boga. En este artículo el
autor se muestra analítico y crítico,
pero con una pluma ligera, con abun-
dantes ejemplos que facilitan la
mejor comprensión del tema.
El autor es reconocido por sus cola-
boraciones sobre este tema a nivel
mundial. Ha colaborado en universi-
dades del Reino Unido, Estados
Unidos de América y Finlandia. Es
autor de varios libros y artículos.
manera con la información (por
ejemplo: empleados de cuello blan-
co, profesionistas, maestros, etcéte-
ra). Al experimentar tales desarrollos
no es sorprendente que muchos
observadores hayan llegado a des-
cribir nuestra era en función de una
de sus características más palpables,
de allí que lógicamente se le denomi-
ne la sociedad de la información.
En 1995 publiqué la primera edición
del libro Teorías de la Sociedad de la
Información, en el que se agruparon
varias teorías sociales, que han
intentado dar cuenta de la importan-
cia de la información en las décadas
recientes. La presunción es que el
argumento del libro podría actualizar-
se tomando en cuenta el nuevo pen-
samiento sujeto a debate, así como
considerar el desarrollo de los fenó-
menos más recientes, tales como el
ciberespacio y los organismos ciber-
néticos. Es cierto que el rápido desa-
rrollo de estas nuevas tecnologías,
junto con la TV digital y las telecomu-
nicaciones móviles, así como la enor-
El término sociedad de la informa-
ción se usa ampliamente, tanto en la
academia como en la sociedad en
general. Basta leer un periódico y
encender la televisión para encontrar
referencias acerca de una nueva era
de la información; o bien curiosear
entre los estantes de una librería
para percatarnos de la cantidad de
títulos sobre este tema. Existen
varias razones por las cuales esto
sucede, pero quizá la más destacada
es la existencia misma de la informa-
ción en nuestro tiempo. Simplemente
hay más información que nunca
antes, quizá resulta de mayor obvie-
dad hablar de una explosión de
medios y productos de información
(desde TV por cable hasta registros
en disco óptico y desde telefonía
móvil hasta Internet), pero también
es importante la rápida y sorpren-
dente penetración de las tecnologías
de cómputo en la sociedad actual; el
creciente interés e inversión en edu-
cación en la mayoría de los sistemas
sociales y el crecimiento de las ocu-
paciones que tienen que ver en gran
23
Frank Webster
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
me disposición de computadoras
personales, correo electrónico y
comercio por Internet, han estimula-
do la discusión sobre el arribo a una
era de la información. Una vez más,
el hecho de que haya más informa-
ción que hace una década y que se
encuentre manifiesta en la vida dia-
ria (desde observar televisión a cual-
quier hora y tener acceso a servicios
de banca electrónica, hasta el signifi-
cativo incremento en la intensidad
de la información en una gran parte
del trabajo moderno) ha impulsado a
los estudiosos a afirmar con más
confianza que nunca que vivimos en
una sociedad de la información.
En este contexto se revisan y evalúan
los conceptos de una sociedad de la
información. Desde el inicio planteo
mi propia visión de la relevancia del
término. Mi conclusión es que la
mayoría de los conceptos de una
sociedad de la información son de
uso limitado para los científicos
sociales y aún menos útiles para que
el común de las personas comprenda
las transformaciones del mundo
actual. En el transcurso de este capí-
tulo explicaré cómo llegué a esta con-
clusión. Considero que el concepto de
sociedad de la información es inade-
cuado por las razones fundamentales
que a continuación expongo:
o Inconsistencia y falta de claridad en
los criterios utilizados para distinguir
una sociedad de la información
o Uso impreciso del término “infor-
mación”
o Innovación tecnológica y difusión
o Cambio ocupacional
o Valor económico
o Flujos de Información
o Expansión de símbolos y señales
Estos no son mutuamente exclu-
yentes, aunque los académicos
ponen diferente énfasis en cada
dimensión (c.f. Duff, 2000). Todas
estas concepciones se apoyan en
la evaluación cuantitativa de un
fenómeno particular para argumen-
tar que su expansión ha traído con-
sigo diferencias cualitativas en la
organización social. De esta mane-
ra cada forma de teorizar adopta el
razonamiento ex post facto: existe
evidencia de que hay más informa-
ción ahora en la sociedad, por lo
tanto tenemos una sociedad de la
información. Como veremos, hay
dificultades serias con esta forma
de argumentar (May, 2002). No
obstante, es innegable que tiene un
atractivo inmediato, incluso de sen-
tido común y es una forma habitual
de razonar. Por ejemplo, con fre-
cuencia se sugiere que tan sólo la
disminución en el número de traba-
jadores del campo y el aumento de
trabajadores en fábricas, señalaron
el fin de la sociedad agrícola y la
emergencia de la industrialización;
igualmente se toman los cambios
cuantitativos en información como
indicadores de la conversión a una
sociedad de la información. Yo criti-
co este tipo de argumentos.
o La suposición sin fundamento,
por parte de los teóricos de la
sociedad de la información, acer-
ca de que el incremento cuantita-
tivo en información conduce a
cambios sociales cualitativos
Estas objeciones no significan que
considere que el aumento de infor-
mación no merece estudiarse, ni
que yo rechace todos los concep-
tos de sociedad de la información.
En realidad me parece que de
forma particular (en la sexta defini-
ción que reviso más adelante) la
información se ha convertido en
algo importante y trascendente
para la forma de vida actual, que es
válido concebir que vivimos en una
sociedad de la información, porque
ésta se ha convertido en un eje de
nuestra vida. Sin embargo, conside-
ro poco convincentes la mayoría de
las definiciones de sociedad de la
información, particularmente por-
que suponen de manera equivoca-
da que el enorme crecimiento de la
información y las formas virtuosas
de manejarlas nos llevan a un
nuevo orden social.
Definiciones de una Sociedad
de la Información
Es posible identificar seis formas
de distinguir una sociedad de la
información, cinco de éstas se cen-
tran en cuantificar uno u otro de los
siguientes fenómenos:
24
La sociedad de la información revisitada
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sexta definición de la sociedad
de la información es singular, ya
que no se refiere al hecho de que
haya más información, sino a los
cambios en las formas en que se
conduce ahora la vida gracias a
ella. El argumento que aquí se ofre-
ce de que la teoría de la informa-
ción/conocimiento es el soporte de
la vida contemporánea, sugiere una
concepción distinta de la sociedad
de la información. Desde mi punto
de vista éste es el argumento más
persuasivo (y acaso el menos dis-
cutido) de la aplicabilidad del con-
cepto de la sociedad de la informa-
ción, y es el que yo recomendaría a
estudiantes y especialistas.
Propongo examinar cada una de
las cinco primeras definiciones.
Después considerar las cuestiones
de calidad y cantidad, así como la
naturaleza de la información, antes
de examinar la sexta definición.
Tecnología
Las concepciones tecnológicas se
centran en una gama de innovacio-
nes que han surgido en los últimos
20 años. Las nuevas tecnologías
son uno de los indicadores más
visibles de nuevos tiempos y, por
consecuencia, son consideradas
frecuentemente como indicios de la
llegada de una sociedad de la infor-
mación. Entre éstas se encuentran
el cable y la televisión vía satélite,
comunicaciones de computadora a
Durante la década de los setentas e
inicios de los ochentas, algunos
autores se entusiasmaron con la
grandiosa capacidad del mundo de
la microtecnología para revolucionar
nuestro estilo de vida (McHale, 1976;
Martin, 1978; Evans, 1979) y de
manera especial, el principal futuris-
ta del mundo, Alvin Toffler (1980).
Sugiere en una metáfora, que con el
tiempo el mundo ha sido moldeado
de manera decisiva por tres oleadas
computadora, PC’s, nuevas tecnolo-
gías empleadas en oficinas –espe-
cialmente los servicios de informa-
ción en línea y los procesadores de
texto—así como servicios de CD-
ROM. La propuesta es, simplemente,
que tal volumen de innovaciones
tecnológicas debe conducir a una
reconstitución del mundo social ya
que su impacto es profundo.
25
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
de innovación tecnológica, cada una
de ellas tan imparable como la
poderosa fuerza de una marea. La
primera fue la revolución agrícola, la
segunda la revolución industrial. La
tercera es la revolución de la infor-
mación que nos está atrapando
ahora y que presagia una nueva
forma de vida (que según Toffler,
cual la población debe volverse
experta en recorrerla. Han surgido
voces autorizadas para anunciar que
un nuevo orden… nos está llevando
sin sospecharlo a un mundo de
avances en telecomunicaciones.
Está naciendo el futuro en las llama-
das Supercarreteras de la Infor-
mación… y cualquiera que sea reba-
sado por esas supercarreteras
enfrentará la ruina (Angell, 1995:10).
De manera más seria, el creciente
intercambio de información a nivel
nacional e internacional y genuina-
mente global entre y dentro de ban-
cos, compañías, gobiernos, universi-
dades y organismos voluntarios indica
una tendencia parecida encaminada
al establecimiento de una infraestruc-
tura tecnológica que permita una
comunicación instantánea, a través de
las computadoras a cualquier hora del
día en cualquier sitio equipado de
manera adecuada (Connors, 1993).
La mayoría de los analistas acadé-
micos, aunque evitan el lenguaje
exagerado de los futuristas y políti-
cos, han adoptado, sin embargo, lo
que es en esencia una postura simi-
lar (Feather, 1998). Por ejemplo, en
Japón han surgido intentos de medir
el crecimiento de la joho shakai
(sociedad de la información) desde
la década de los sesentas (Duff, et
al, 1996). El Ministerio Japonés de
Correos y Telecomunicaciones (MPT,
por sus siglas en inglés) inició un
censo en 1975 con objeto de dar
seguimiento a los cambios en el
será positiva sólo si nos subimos a la
ola correctamente).
En fechas más recientes, los entu-
siastas del futurismo han sido alen-
tados por la capacidad de las com-
putadoras para transformar las
telecomunicaciones y, de hecho,
fusionar efectivamente las dos tec-
nologías (Toffler, 1990). Es esta
variedad de tecnologías
de comunicación por
computadora (correo
electrónico, comunica-
ción de datos y textos,
intercambio de infor-
mación en línea, etcé-
tera) la que inspira
actualmente la mayor
parte de las especula-
ciones en torno a la
gestación de una
nueva sociedad (Ga-
tes, 1995; Negroponte,
1995; Dertouzos, 1997).
De manera especial el
rápido crecimiento de
Internet, con su capa-
cidad de promover en
forma simultánea el
éxito económico, la
educación y el proceso
democrático, ha gene-
rado muchos comenta-
rios. Los medios masi-
vos de comunicación
presentan con fre-
cuencia versiones
acerca de la llegada de
una “supercarretera”
de la información, en la
26
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
volumen (como el número de men-
sajes telefónicos) y vehículos de
información (como la penetración
del equipo de telecomunicaciones)
utilizando técnicas sofisticadas
(Ito,1991;1994). En Gran Bretaña, una
escuela de pensamiento muy respe-
tada ha creado una postura neo
shumpeteriana respecto al cambio.
Combinando el argumento de
Schumpeter en el sentido de que
las innovaciones tecnológicas gene-
ran una “destrucción creativa”, con el
trabajo de las ondas largas del desa-
rrollo económico de Kondratieff,
estos investigadores sostienen que
las tecnologías de la información y
las comunicaciones se traducirán en
el establecimiento de una nueva
época (Freeman, 1987) que será
incómoda durante sus primeras
fases, pero que en el largo plazo,
será benéfica desde el punto de
vista económico. Ese nuevo "para-
digma tecnoeconómico” constituye
la “era de la información” que debe-
rá madurar a principios de este
nuevo siglo (cf. Hall y Preston, 1988).
Cambio laboral
Este es el enfoque que más apoyan
los sociólogos. Además, está aso-
ciado muy cercanamente, con
razón, al trabajo de Daniel Bell
(1973) quien es el teórico más
importante de la “sociedad postin-
dustrial” (un término virtualmente
sinónimo de la sociedad de la infor-
mación y utilizado como tal en gran
En años recientes, el énfasis en el
cambio laboral como señal de una
sociedad de la información, ha des-
plazado las preocupaciones otrora
dominantes en torno a la tecnología.
También debe entenderse que tal
concepción de la “sociedad de la
información” es diferente a la que
sugiere que son la información y las
tecnologías lo que distingue a la
nueva era. Centrarse en el cambio
laboral enfatiza el poder transforma-
dor de la información en sí misma,
más que la influencia de las tecnolo-
gías de la información, dado que lo
que se genera y desarrolla con el tra-
bajo y lo que las personas asimilan a
través de su educación y experiencia
es la información. Charles Leadbetter
(1999) escribió un libro en el que
subraya que la información es funda-
mental en la época actual. Para seña-
lar a aquellas personas renuentes a
ganarse la vida con el sudor de su
frente se utilizó alguna vez la expre-
sión Living on thin air. Leadbetter
argumenta que ésa es exactamente
la forma de ganarse la vida en la era
de la información. El libro proclama
que “pensar inteligentemente, ser
innovador, tener la capacidad de
desarrollar y explotar redes” son la
clave en la nueva economía “ligera”
(Coyne, 1997; Dertrouzos, 1997), pues-
to que la riqueza de la producción no
proviene del esfuerzo físico, sino de
las ideas, el conocimiento, las habili-
dades, el talento y la creatividad
(Leadbetter, 1999:18). Su libro subraya
ejemplos de tales éxitos: abundan los
diseñadores, negociadores, creado-
parte de la obra de Bell). Su trabajo
examina la estructura laboral y los
patrones de cambio a través del
tiempo. La propuesta es que vivi-
mos en una sociedad de la informa-
ción, ya que la mayoría de los
empleos se encuentran relaciona-
dos con la información. El descenso
en el número de empleos relacio-
nados con la manufactura y el
aumento en los trabajos del sector
de servicios se interpreta como una
reducción en el volumen del trabajo
manual y su reemplazo con trabajo
de cuello blanco. En vista de que la
materia prima del trabajo no manual
es la información (en oposición con
la fuerza física y destreza en las
herramientas propias del trabajo
manual), se puede decir que los
aumentos sustanciales en el traba-
jo relacionado con la información
anuncian la llegada de una socie-
dad de la información.
A primera vista existe evidencia
para ello: en las naciones de
Europa Occidental y Norteamérica
aproximadamente el 70 por ciento
de la fuerza laboral radica en el
sector de servicios y en la actuali-
dad las ocupaciones de cuello blan-
co conforman una mayoría.
Basándose únicamente en esto
parecería posible argumentar que
habitamos en una sociedad de la
información ya que “el grupo predo-
minante (de ocupaciones) está
constituido con trabajadores de la
información” (Bell, 1979:183).
27
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
res de imagen, músicos, biotecnólo-
gos, ingenieros genéticos y descubri-
dores de nichos.
Leadbetter pone en lenguaje acce-
sible lo que muchos pensadores
sostienen ahora de manera rutina-
ria. Varios escritores reconocidos,
desde Robert Reich (1992) y Peter
Drucker(1993) hasta Manuel
Castells (1996-8), sugieren que
actualmente guían e impulsan a la
economía personas cuya caracterís-
tica principal es su capacidad de
manipular información. Los términos
preferidos de los autores varían,
desde “analistas simbólicos”, “exper-
tos en conocimiento” hasta “trabaja-
dores de la información”, pero en
todos persiste un mensaje: los que
mueven y transforman al mundo
actualmente son aquellos cuyos tra-
bajos están relacionados con la cre-
ación y utilización de la información.
El veinte por ciento (en aumento)
de la fuerza de trabajo estadouni-
dense (Reich, 1992:179) está confor-
mado por este grupo que maneja,
diseña, crea y filtra información,
siendo ésta última la materia prima
de nuestro mundo globalizado y en
cambio constante.
Todos los analistas coinciden en que
la actividad de los operadores de la
información varía enormemente. Por
ejemplo, muchos manejan asuntos
corporativos en diversas áreas, algu-
nos administran redes financieras,
otros trabajan en el creciente sector
de los medios, en leyes, educación
fortalezas y debilidades en un medio
determinado, entre otras cosas
(Reich, 1992:178-9). La formación de
dichas cualidades implica una venta-
ja especial en la educación superior
y, ante ello, no es de sorprender que
el calibre y capacidades del sistema
de educación nacional se hayan
vuelto centrales en la política guber-
namental (Brown y Lauder, 1995). El
leitmotiv del gobierno británico de
Tony Blair desde inicios de 1997 ha
sido “educación, educación, educa-
ción”, una letanía repetida en todas
las naciones avanzadas que intentan
lograr que sus ciudadanos obtengan
una elevada tasa de empleos de
“análisis simbólico” en el futuro
(Seltzer y Bentley, 1999). Por lo
tanto, no sorprende que un sistema
masivo de educación universitaria
sea considerado indicador de una
sociedad de la información.
Economía
Este acercamiento plasma el creci-
miento en el valor económico de las
actividades de información. Si se
pudiese registrar el aumento pro-
porcional en el producto interno
bruto (PIB) a cuenta de los nego-
cios de la información, se llegaría al
punto en el que se alcanzan a per-
cibir los logros de una economía de
la información. Cuando la mayor
parte de la actividad económica
está relacionada con la actividad
de la información más que, por
ejemplo, la agricultura de subsis-
superior, contabilidad, relaciones
públicas o gobierno local, mientras
que otros están ocupados en dar
valor a materiales mundanos. Pese a
tal diversidad, todos comparten la
tendencia a continuar adquiriendo
nuevas habilidades de manera ruti-
naria. En ese sentido van a la par
con la flexible economía mundial que
exige cambio constante en todas sus
facetas. Este compromiso con lo que
otros han denominado “aprendizaje a
lo largo de la vida” asegura que los
empleados de la información se
mantengan a la delantera en el
juego, capaces de construir un baga-
je de experiencias en diversos pro-
yectos al tiempo que están siempre
listos para adaptarse de manera
positiva a situaciones nuevas.
Un corolario de esto es que el traba-
jo relacionado con la información,
aunque presente evidentes diferen-
cias particulares, comparte talentos
formados por la educación superior.
Las habilidades específicas aprendi-
das en los estudios superiores son
importantes, pero los egresados
deben actualizarse constantemente
para mantenerse a la altura de las
circunstancias. Entonces resulta ser
mucho más importante el “capital
humano” enriquecido con la expe-
riencia de la educación superior,
cuestión que se traduce en una
mayor capacidad para comunicarse
efectivamente, analizar situaciones
sin apasionamiento, idear una estra-
tegia para el progreso, cerrar tratos
con otros personajes e identificar
28
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
tencia o de la industria manufactu-
rera, de ello se desprende que
podamos hablar de una sociedad
de la información (Jonscher, 1999).
En principio sencillo y directo, pero
en la práctica un ejercicio de eco-
nometría extremadamente comple-
jo, gran parte de la labor pionera
fue hecha por Fritz Machlup (1902-
83) de la Universidad de Princeton
(Machlup, 1962). La identificación
que hizo de las industrias de la
información tales como educación,
leyes, publicidad, medios y manu-
factura de computadoras y su
intento de calcular los cambios en
su valor económico, han sido afina-
das por Marc Porat (1977a; 1977b).
Porat diferenció los sectores de la
información primario y secundario de
la economía, el primero susceptible
de una rápida valuación económica,
ya que se le puede dar un precio de
mercado, el segundo es más difícil de
evaluar, pero aún así esencial para
Espacio
Esta concepción de la sociedad de
la información, a la vez que se nutre
de la economía y la sociología, tiene
en su esencia la visión característi-
ca del espacio que tiene el geógra-
fo. Aquí el mayor énfasis se hace
en las redes de información que
comunican diferentes sitios y como
consecuencia pueden tener efec-
tos profundos en la organización
del tiempo y el espacio, han sido un
indicador especialmente aceptado
de la sociedad de la información
durante los noventas, conforme las
redes de información se han vuelto
aspectos cada vez más importan-
tes en la organización social.
Con frecuencia se enfatiza la cen-
tralización de las redes de informa-
ción que pueden unir diferentes
lugares dentro de y entre una ofici-
na, una ciudad, una región, un con-
tinente, y de hecho el mundo ente-
ro. Así como la red eléctrica recorre
todas las organizaciones modernas,
involucra actividades informacionales
dentro de compañías e instituciones
del Estado (por ejemplo, los recursos
humanos, las áreas de investigación y
desarrollo de una empresa). De este
modo Porat distingue dos sectores
de la información, para después con-
solidarlos, al separar los elementos
de la economía no relacionados con
la información, combinando las esta-
dísticas económicas nacionales, para
concluir que con casi la mitad del PIB
de los Estados Unidos de América
que corresponde a estos sectores
informacionales combinados, "los
Estados Unidos de Norteamérica son
ahora una economía basada en la
información". Como tal, es "una
sociedad de la información -donde-
las principales áreas de la actividad
económica son los productores de
bienes y servicios de información, y
de las burocracias públicas y priva-
das (Sector Secundario de la
Información)” (Porat, 1978:32).
29
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
todo un país, para que pueda ser
utilizada por cada individuo que
tenga las conexiones adecuadas,
de la misma manera imaginamos
ahora una "sociedad conectada"
que opera a nivel nacional, interna-
cional y global para proporcionar un
"circuito de información" (Barron y
Curnow, 1979) para cada casa,
negocio, universidad y oficina y aún
al individuo que se moviliza con su
propia computadora portatil y
modem en su portafolio.
Cada vez más estamos todos
conectados a las redes de un tipo u
otro y ellas en sí expanden sus
alcances y posibilidades de manera
exponencial (Urry, 2000). Nos
encontramos con estas redes de
manera personal en muchos niveles:
en el punto de venta electrónico de
negocios y restaurantes, al obtener
información a través de los conti-
nentes, al enviar correos electróni-
cos a los colegas, o al intercambiar
información en Internet. Quizá no
hayamos tenido la experiencia per-
sonal en este reino del “ciberespa-
cio”, pero este circuito de informa-
ción funciona de manera aún más
frenética a nivel de bancos interna-
cionales, de agencias interguberna-
mentales y relaciones corporativas.
Se ha hecho común la idea de que
las supercarreteras electrónicas
producen un mayor flujo de la infor-
mación (Castells, 1996-8), lo que
conduce a una revisión profunda de
las relaciones tiempo/espacio. En
gramación televisiva las veinticuatro
horas del día. Además hay muchos
canales de divulgación disponibles y
los receptores de televisión se han
ampliado para incorporar las tecno-
logías de video, cable, satélite y ser-
vicios de información computarizada.
Más recientemente, se ha integrado
a las computadoras personales una
avalancha de juegos computariza-
dos y han empezado a entrar a los
hogares productos de realidad vir-
tual. Hoy en día se dispone de
mayor producción radiofónica que
hace una década, a nivel local,
nacional e internacional. Los radios
ya no están solamente en una habi-
tación, ahora están en toda la casa,
una "sociedad de redes"
las limitaciones del
tiempo y la distancia han
sido radicalmente supe-
radas, siendo las corpo-
raciones e incluso los
individuos capaces de
administrar sus asuntos
eficientemente a escala
global. El investigador
académico ya no necesi-
ta viajar de su universi-
dad para consultar la
Biblioteca de Congreso,
ya que puede consultar-
la a través de Internet; el
corporativo de una
empresa ya no necesita
enviar a sus ejecutivos
para saber lo que está
sucediendo en sus
empresas del Lejano
Oriente, ya que las comu-
nicaciones a través de la computa-
dora permiten establecer una vigi-
lancia rutinaria y sistemática a
distancia. Muchos han sugerido que
esto anuncia una gran transforma-
ción en nuestro orden social
(Mulgan, 1991), suficiente para mar-
car un cambio revolucionario.
Cultura
La última concepción de una socie-
dad de la información se reconoce
fácilmente. Todos somos concientes
de que ha habido un incremento en
la circulación de información en la
vida cotidiana. Por ejemplo, hay pro-
30
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
en el auto, en la oficina, en dispositi-
vos portátiles, y con el walkman, por
todas partes. Durante mucho tiempo
el cine ha sido parte importante del
entorno informativo. A pesar de que
a lo largo de los años ha declinado
la asistencia a las salas de cine, ver
películas es hoy en día más frecuen-
te que nunca: pueden verse pelícu-
las por televisión, en videocintas en
renta y venta a precios económicos
en supermercados. Caminando por
la calle es casi imposible ignorar las
marquesinas, anuncios y escapara-
tes por todas partes. En las estacio-
nes de trenes y autobuses se ha
extendido, en forma impresionante,
la disponibilidad de libros de edición
rústica y revistas a buen precio.
Además, cada vez se ofrece más a
todo público música, poesía, literatu-
ra y educación, en cintas de audio,
discos compactos y por radio. Se ha
extendido la disponibilidad de perió-
dicos y una buena cantidad de
tabloides nuevos llegan a nuestra
casa de manera gratuita. Dia-
riamente recibimos correo chatarra y
así sucesivamente.
El aspecto informacional ha pene-
trado nuestro mundo mucho más de
lo que supone esta breve lista de
medios relacionados con la televi-
sión, el radio y los sistemas mediáti-
cos antes mencionados. Esto impli-
ca que los nuevos medios que nos
rodean nos acercan mensajes, a los
que podemos o no responder.
Realmente el ambiente informacio-
nal es más parte de nosotros y es
¿De cantidad a calidad?
Las críticas a los escenarios de la
sociedad de la información giran en
torno al descontento con las medi-
das cuantitativas que se usan para
designar cambios sistémicos pro-
fundos. La crítica central es que los
indicadores cuantitativos de la
explosión de la información y de las
tecnologías de información no pue-
den considerarse como evidencias
de verdaderos cambios sociales pro-
fundos. Por el contrario, pueden
observarse como la consolidación y
extensión de los patrones estableci-
dos de interés y control (Beniger,
1986; Webster y Robins, 1986).
Las definiciones de la sociedad de
la información ofrecen medidas
cuantitativas (número de trabajado-
res de cuello blanco, porcentajes de
PIB destinados a la información,
etcétera) y asumen que en algún
punto no especificado entramos a
una sociedad de la información
cuando empiezan a predominar
estos factores. Pero no existen
bases claras para designarla como
un nuevo tipo de sociedad sólo por-
que todos presenciamos que hay
grandes cantidades de información
almacenadas y circulando. Si sólo
hay más información, entonces es
difícil entender ¿por qué se debería
sugerir que tenemos ante nosotros
algo radicalmente nuevo? Anthony
Giddens (1985: 178) trata muy bien
este punto cuando hace la observa-
ción de que todas las sociedades al
muchísimo más íntimo de lo que
esto supone. Uno puede considerar,
por ejemplo, las dimensiones infor-
macionales de la ropa que usamos,
el estilo de nuestro cabello y rostro,
la forma en que actualmente nos
ocupamos de nuestra imagen
(desde la imagen corporal hasta la
forma de hablar, la gente está muy
conciente de los mensajes que
puede proyectar y por cómo se
sienten con ciertas prendas de ves-
tir o con un particular estilo de
cabello, etcétera). Reflexionar en la
complejidad de la moda y lo intrin-
cado de las formas en que nos ocu-
pamos de nuestro arreglo personal
diariamente, permite notar que las
relaciones sociales actualmente
involucran un mayor grado de con-
tenido informacional que antes.
La cultura contemporánea está evi-
dentemente más cargada de infor-
mación que cualquiera de sus pre-
decesoras. Vivimos en un entorno
saturado por los medios, lo que sig-
nifica que la vida está esencialmen-
te rodeada de simbolismos, de
recepción e intercambio - o tratan-
do resistir la recepción e intercam-
bio – de mensajes sobre nosotros
mismos y los demás. En reconoci-
miento de esta explosión de signi-
ficados muchos autores conciben
que entramos a una sociedad de la
información, en la cual todo lo que
vemos y hacemos es simulado
(Poster, 1990; 1995).
31
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
conformarse en Estado-nación son
sociedades de información, ya que
para su operación son esenciales la
localización, el almacenamiento y el
control de información acerca de la
población y los recursos. En este
sentido, todo lo que diferencia la
presente era, digamos el siglo XVII en
Inglaterra, son las grandes cantida-
des de información acumulada,
encubierta y procesada. Si lo que
estamos experimentando en la esfe-
ra informacional ahora es una extra-
polación e intensificación de las ten-
dencias establecidas hace mucho
tiempo, entonces es difícil ver sobre
qué bases se puede suponer que
estos desarrollos hayan generado
un nuevo tipo de sociedad.
Más aún, es posible, al menos inte-
lectualmente, imaginar un nuevo tipo
de sociedad radicalmente diferente
y que merezca el título de sociedad
de la información, aunque estas
transformaciones se manifiesten
sólo en pequeños incrementos de
información. Así, puede denominar-
se como una nueva sociedad a
aquella en la que se localiza informa-
ción de distinto nivel de calidad, aun-
que los cambios de información
sean cuantitativamente menores.
Esto no requiere que sepamos que
la mayoría de la fuerza de trabajo se
emplea en labores relacionadas con
la información o que la economía
genera una cantidad específica de
recursos relacionados con la activi-
dad informacional. Por ejemplo, es
teóricamente posible imaginar una
que una plétora de computadoras
personales o la preponderancia de
trabajadores de cuello blanco, signi-
fica que tenemos una sociedad de
la información es tautológico. Se
nos ha presentado, sin ningún argu-
mento, que más información debe-
ría dar como resultado la llegada de
una nueva era. Hemos tenido sola-
mente la infundada afirmación de
que más información define una
nueva sociedad.
Las medidas cuantitativas además
tienden a homogenizar actividades
altamente dispares. Por ejemplo, los
teóricos de la sociedad de la infor-
mación suman el valor de las activi-
dades de información en economía
y llegan a una cierta cantidad, sin
tomar en cuenta las diferencias cua-
litativas cruciales dentro de la infor-
mación. Así, las ventas de un sólo
periódico en formato tabloide en
Inglaterra son bastante más altas
que las de todos los periódicos de
calidad en formato largo juntos. Pero
¿quién podría sugerir que todos
estos periódicos pueden agruparse
en la misma categoría? Para la
mayoría de los observadores el tema
crucial es la calidad de la informa-
ción de las noticias, los reportajes y
los artículos de opinión que los
periódicos contienen. En efecto, tan
crucial es el asunto de la calidad,
que es posible presentar un argu-
mento creíble que discuta que los
periódicos en formato tabloide de
circulación masiva o los programas
de entretenimiento dominantes de la
sociedad de la información en
donde solamente una minoría de
expertos en información ostentan el
poder decisivo. Los escritores de
ciencia ficción, desde H.G.Wells
hasta Kurt Vonnegut, lo han sugeri-
do con frecuencia. En una medida
cuantitativa, digamos de los patro-
nes ocupacionales, no calificaría
para tener el estatus de sociedad de
la información, pero nos podríamos
sentir impulsados a designarla así
por el rol decisivo de infor-
mación/conocimiento en la estruc-
tura del poder y por la dirección de
los cambios sociales.
Francamente, las medidas cuantita-
tivas –simplemente más informa-
ción– no pueden por sí mismas
identificar una ruptura con sistemas
previos, mientras que es teórica-
mente posible observar pequeños,
pero decisivos cambios cualitativos
como muestras de transformación
del sistema. Además, es particular-
mente extraño que muchos de los
que identifican una sociedad de la
información como un nuevo tipo de
sociedad, lo hacen con el supuesto
de que estos cambios cualitativos
pueden definirse simplemente cal-
culando cuánta información está en
circulación, cuánta gente trabaja en
empleos relacionados con la infor-
mación, etcétera. Lo que tenemos
aquí es la suposición de que los
incrementos cuantitativos se trans-
forman –de manera no especifica-
da– en cambios cualitativos en el
sistema social. Pero argumentar
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BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
televisión representan la verdadera
antítesis de una sociedad de la infor-
mación con una audiencia idiotizada
que está siendo inundada con infor-
mación basura (Postman, 1985;
Washburn y Thornton, 1996).
Este ejemplo alerta sobre un asunto
relacionado con lo anterior, la ten-
dencia a pasar por alto cuestiones
estratégicas por atender las medi-
das cuantitativas (Mosco 2004). Por
ejemplo, datos sin analizar sobre
empleos en el sector de la informa-
ción ignoran las diferencias entre
grupos, equipara, a trabajadores
sociales con operadores de bolsa, a
profesores de escuela con ejecuti-
vos corporativos u oficinistas con
abogados. Todos por supuesto son
trabajadores del sector de la infor-
mación, por lo que los igualan en
términos estadísticos, sin embargo
hay diferencias entre ellos. En
forma similar, la disposición del
postmodernista Jean Baudrillard
(1983) para anunciar la “implosión”
de significados en el reino de los
signos, coloca los programas de
entretenimiento, de noticias y los
documentales en el mismo plano
–como elementos que los especta-
dores puedan apreciar en cualquier
forma en que estén dispuestos.
Se pueden hacer muchas críticas
sobre los métodos utilizados para
medir una sociedad de la informa-
ción. Todas llevan al punto de que si
bien las estadísticas pueden pare-
cer firmes y precisas, tras ellas des-
aparentemente concluyentes, las
cuales son resultado de la aprecia-
ción de los investigadores sobre la
forma más apropiada en que deben
clasificarse los empleos.
En relación con la medición de las
tecnologías de la sociedad de la
información también hay objeciones.
A primera vista, las mediciones de las
tecnologías parecen ser consistentes
pero ¿qué debe entenderse cómo
tecnología relevante? Computadoras
personales, comunicación de compu-
tadora a computadora, video, inter-
cambios telefónicos, cable, videocá-
maras, satélites, videojuegos, misiles
cansa una gran dosis de subjetivi-
dad e interpretación variable. Por
ejemplo, distinguir entre empleos
informacionales y no informaciona-
les es una tarea difícil que involucra
diferencias de grado, más que de
clase. Así, un reparador de fotoco-
piadoras es considerado como tra-
bajador del medio de la información,
en virtud de que trabaja con tecnolo-
gías avanzadas, mientras que un
granjero es visto como un trabajador
meramente manual, aunque proba-
blemente requiera una gran canti-
dad de información en la realización
de sus tareas. El punto es que debe-
mos ser escépticos sobre las cifras
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BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
tres cuartas partes del camino en
comparación con una sociedad de la
información ya madura que tiene
una red de información establecida
(pero una vez más, ¿cuándo se con-
sidera red una red?)
Una crítica común en relación con
las concepciones tecnológicas de
una sociedad de la información es
que son deterministas (Dickson,
1974). En primer lugar asumen que
la tecnología es la fuerza principal
en el cambio social, de ahí que sus
argumentos se refieren al “mundo
de la máquina de vapor”, a la “era
atómica” y a la “sociedad computari-
zada”. Un momento de reflexión
revela que la historia es mucho más
complicada. Por ejemplo, es claro
que el clima, los depósitos minera-
les, la economía, la educación, la
guerra y muchos otros factores han
contribuido al cambio social, siendo
algunos de estos fuerzas poderosas
que han influido por sí mismas en la
innovación tecnológica (considere-
mos, por ejemplo, la influencia de la
guerra y las presiones de la defensa
en el desarrollo de altas tecnolo-
gías). En segundo lugar los determi-
nistas tecnológicos trabajan con un
modelo que sostiene una clara
separación entre tecnología y socie-
dad, en el cual la tecnología es
ajena, de alguna manera, a la
influencia social, pero está destina-
da a tener los más profundos efec-
tos sociales. Aquí, la tecnología está
aislada para la sociedad, pero es
capaz de destruir las relaciones
dirigidos, reproductores de CD,
tan pronto como uno empieza
la lista surgen los problemas.
Una vez más ¿cuál de la larga
lista de tecnologías potencia-
les puede tener prioridad sobre
las otras?, ¿los sistemas en red
están por encima de las com-
putadoras personales?, ade-
más ¿cómo mide uno las com-
putadoras: por el poder de su
procesador, por su uso (las
máquinas en oficinas grandes
al parecer son utilizadas de
manera más rigurosa que
aquellas que están en los
hogares) o por el costo? y ¿có-
mo puede uno valorar el papel
de los paquetes de cómputo
en la expansión de las tecnolo-
gías de información?
Finalmente, pero no menos
importante, aún cuando se
esté atento a las dificultades
que trae consigo tratar de
establecer las tecnologías que
deben ser cuantificadas y
cómo deben ser sopesadas
unas frente otras, surge la
pregunta irritante: ¿cuánta
tecnología debe haber en un
lugar para que los comentaris-
tas describan algo como una
sociedad de la información?
No es frívolo preguntar si la
sociedad de la información es
aquella en la que todos tienen
una computadora personal en
su casa o si es más apropiado
designarla como que está a
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BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
sociales establecidas. Tal vez por
esta razón, el desarrollo tecnológico
se presenta con frecuencia como
algo incomprensible, dirigido por
inventores excéntricos, que impacta
a la sociedad cuando se ofrece a un
público inexperto. Insisto, sin embar-
go, es difícil darse cuenta de que la
tecnología es una parte de la socie-
dad, susceptible de ser modelada
por ésta a través de factores tales
como: la prioridad de las inversiones
de cuerpos corporativos y guberna-
mentales, oportunidades de merca-
do y los compromisos con esos
valores. Aceptando esta posición,
las dudas recaerían en aquellos
autores que consideran que las
innovaciones tecnológicas pueden
definir un nuevo tipo de sociedad de
la información (MacKenzie, 1996).
¿Qué es información?
Cuando se ven por primera vez
estadísticas con gráficas sobre el
aumento de información, podría
parecer que estamos usando un
término preciso y ampliamente
comprendido. Al principio, por lo
menos, parece no existir problema
al observar que la información
crece en el número de títulos de
revistas, libros en las bibliotecas
públicas, tráfico telefónico, cursos
de educación superior, ventas por
televisión, sitios web, flujos de inter-
cambio, bases de datos en línea,
computadoras personales, etcétera.
datos e ideas que son identifica-
bles, organizados, frecuentemente
comunicados, almacenados en
diferentes formatos (libros, televi-
sión, etcétera) y utilizados con
algún sentido (Stevens, 1986: 9). Sin
embargo, es importante notar que
la ingeniería no entiende de esta
manera a la información, pues para
ella consiste en un asunto de medi-
ción de señales (Shannon and
Weaver, 1964 [1949]). Así las medi-
ciones del crecimiento de la infor-
mación que tienen que ver con el
poder de procesamiento de compu-
tadoras o la velocidad de los niveles
de transmisión por intercambios de
telecomunicaciones, remiten a una
definición tecnológica del término
que ignora el contenido. Quienes
definen la información en términos
semánticos, y quizá observan la
extensión de signos y símbolos en
publicidad y en televisión, están
concibiendo una idea de la informa-
ción distinta. Por otra parte, aque-
llos que interpretan el crecimiento
de la importancia de la información
en términos económicos –digamos
la expansión del negocio de publici-
dad o el comercio de materiales de
video– adoptan una concepción de
la materia que puede ser evaluada
por su costo, pero que es una defi-
nición que pasa por alto cuestiones
de semántica. Otra de las formas
más comunes de identificar una
sociedad de la información es con-
tando el número de trabajadores de
información, una definición de
información que se centra en un
No obstante, estamos frente a una
dificultad que es la forma licenciosa
en la cual se utiliza el término infor-
mación. Cuando se unen significa-
dos de esta manera, se colapsan
diferentes concepciones del
mundo. Entre más cerca se exami-
na lo que se entiende por “informa-
ción”, más difícil parece encontrar
una definición precisa, no ambigua.
Algunos autores utilizan el término
como si el significado fuera eviden-
te, pero están equivocados en ello.
Así Norman Stevens concluye que
“actualmente son tan diversas las
definiciones de información, que es
imposible conciliarlas”, luego insiste
“existe poca consistencia en la
forma en que se usa el término
información, lo que resulta en la
presunción, probablemente inco-
rrecta, de que existe una definición
amplia que permite el uso del térmi-
no en todos los campos y que es
claramente comprendida” (1986: 5).
Entre la diversidad de definiciones
de información en juego, Zhang
Yuexiao (1988: 400) reporta que se
han identificado unas cuatrocientas
concepciones de información pre-
sentadas por investigadores en
varios campos y culturas. Lo más
destacado es la división entre los
enfoques que conciben la informa-
ción en términos no semánticos y
aquellos que insisten en que es
algo que tiene un significado. La
última es la definición más amplia-
mente comprendida, en la cual la
información es entendida como
35
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
proceso, más que en un producto,
enfocando en lo que la gente hace
más que en lo que produce. Esto
puede ser intrínsecamente intere-
sante, pero es una noción diferente
de información de aquella en la que
se enfatiza su expresión en objetos
tales como libros y computadoras.
Esta falta de precisión, y el hábito de
unir concepciones muy diversas en
una sola categoría debería estimular
el análisis profundo de un término
impreciso, que ha sido usado bastan-
te promiscuamente en los años
recientes. Dicho esto, Theodore
Roszak’s (1986: x) hace la observa-
ción de que es la vacuidad de la
palabra información lo que paradóji-
camente ha permitido “llenarla con
un glamour irresistible”, por lo que
merece una seria consideración. En
realidad, cuando encontramos escri-
tores que insisten en que más infor-
mación es lo que caracteriza a una
sociedad de la información, podemos
cuestionar qué es lo que están con-
siderando como información. Michel
Foucault (1980) exhortó a los estu-
diosos a analizar las formas en las
que se habla de las cosas, argumen-
tando que el examen de la construc-
ción de los “discursos” puede ser tan
esclarecedor como subversivo. En
una relación foucaultiana de la
genealogía de “información”, mirar
atentamente a las varias formas en
las que el término es concebido y
aplicado por teóricos de la informa-
ción, científicos en computación,
semiólogos, bibliotecólogos, sociólo-
razón de que evoca mucho más
que conjuntos aglomerados de
información), los asuntos están
organizados y ordenados de tal
forma que se prioriza la teoría.
Vale la pena anotar que Daniel Bell
presenta esto como un “principio eje”
de la sociedad post-industrial y que,
aunque el peso de su análisis se
inclina por el crecimiento cuantitativo
en empleos en servicios [es decir, en
información] como indicadores del
postindustrialismo, es enfático en
que “lo que es radicalmente nuevo
ahora es la codificación del conoci-
miento teórico y su importancia para
la innovación” (1979: 189).
Es fácil comprender lo que Bell
quiere decir con esto cuando con-
trastamos la sociedad post-indus-
trial con su predecesora sociedad
industrial. Se argumenta que en el
pasado las innovaciones eran
hechas sobre todo por “pensadores
talentosos e inspirados que eran
indiferentes a la ciencia y a las
leyes que fundamentaban sus
investigaciones” (Bell, 1973: 20). En
contraste con esta orientación
práctica y de solución de proble-
mas, Bell sugiere que las innovacio-
nes en nuestros días empiezan con
premisas teóricas. Esto es, ahora
que hemos llegado a una situación
en la cual es posible codificar prin-
cipios científicos conocidos, nues-
tro conocimiento de estos se vuel-
ven el punto inicial de la acción. En
este sentido, lo que alguna vez fue
gos y economistas, puede servir para
hacer una lectura ilustrativa. Cuando
menos ello nos llevaría a dudar antes
de hacer afirmaciones radicales en el
sentido de que la “información” está
transformando los fundamentos de
la vida tal como la conocemos.
Conocimiento teórico
Existe otra propuesta fascinante,
aunque un tanto imprecisa, que
tiene que ver con que estamos en
el inicio de una nueva y distinta
sociedad de la información, aún sin
la necesidad de reflexionar sobre
los significados de información
desarrollados. Esta propuesta hace
que ya no busquemos medidas
cuantitativas de la expansión de la
información (trabajadores en infor-
mación, comercio de información,
etcétera) porque se ha producido
un decisivo cambio cualitativo en
las formas en que se usa la infor-
mación. Esto marca una ruptura
con el pasado tal, que legítimamen-
te nos podríamos referir a la llegada
de una sociedad de la información.
Desde este punto de vista, una
sociedad de la información es
aquella en la cual el conocimiento
teórico adquiere una ventaja que no
tenía. El tema que unifica lo que en
realidad es un rango diverso de
pensadores, es que en esta socie-
dad de la información (aunque fre-
cuentemente se prefiere “sociedad
del conocimiento”, por la obvia
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BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
considerado inútil, –como “sólo teo-
ría”– se ha convertido en el eje de
las innovaciones prácticas.
Una vez más, es fácil encontrar
ejemplos de este “cambio en el
carácter del conocimiento mismo”
(1973: 20): el trabajo de Alan Turing
“Sobre los números computables”
publicado en 1937, propone princi-
pios matemáticos que fundamenta-
ron aplicaciones posteriores en
computación; el desarrollo de cir-
cuitos integrados, que permitió la
“revolución microelectrónica” de los
años setentas estuvo basada en
dente, quizá, que encontremos que
el historiador Eric Hobsbawm con-
firme la percepción de Bell, conclu-
yendo que durante este siglo “los
teóricos han estado en el asiento
del conductor... diciendo a los pro-
fesionales lo que ellos deberían
buscar y encontrar a la luz de sus
teorías” (1994: 534–5).
Bell lleva considerablemente más
lejos su argumento de lo que el
llama “la primacía del conocimiento
teórico”, al sugerir que este es pree-
minente no sólo en el reino de la
innovación tecnológica, sino en
asuntos políticos y sociales. Por
ejemplo, los gobiernos ahora intro-
ducen políticas basadas en modelos
teóricos de la economía. Estos son
diversos – Keynesiano, monetarista,
supply side, laissez-faire, colectivis-
ta– pero cada uno sustenta las
decisiones que los ministros deben
tomar día con día en respuesta a
exigencias prácticas. Por otro lado,
es sano reflexionar sobre las políti-
cas contemporáneas orientadas
hacia la solución de problemas
ambientales. Se vuelve evidente que
estas no son meras respuestas a
presiones de problemas particulares
(un derrame de petróleo en el mar, la
desertificación). Ellas involucran
tales contingencias, pero también
son propuestas basadas en modelos
teóricos de sustentabilidad de los
ecosistemas. Los debates sobre el
medio ambiente se nutren continua-
mente con proyecciones teóricas
sobre asuntos como el crecimiento
principios conocidos de física sobre
el estado sólido; y las innovaciones
en áreas tan diversas como tecno-
logía de discos compactos, láser y
energía nuclear, se basaron en
avances en física teórica, que fue-
ron considerados, al menos inicial-
mente, sin aplicaciones prácticas.
En realidad, es bastante difícil pen-
sar en aplicaciones tecnológicas en
nuestros días que no dependan de
conocimientos teóricos, ya sea el
cálculo para suministro de agua
potable en las casas, la construc-
ción de aviones, puentes o la gene-
ración de energía. No es sorpren-
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BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
poblacional, abastecimiento de
peces y la condición de la capa de
ozono. Las políticas prácticas sólo
son imaginables sobre la base de
modelos teóricos: por ejemplo, la
reacción adecuada a un verano más
caliente o seco que lo normal en el
Reino Unido, es comprensible sólo
en un contexto de modelos teóricos
sobre la posibilidad y consecuencias
a largo plazo del calentamiento glo-
bal. Seguramente tales modelos son
en el presente rudimentarios y faltos
de refinamiento, pero ellos, junto con
otras instancias nos ayudan a ver
que, aunque el conocimiento teórico
no tiene la “verdad” en ningún senti-
do absoluto, sí juega un papel deci-
sivo en nuestras vidas.
El conocimiento teórico es sin duda
una idea atractiva, la cual a primera
vista define un nuevo tipo de socie-
dad que depende de la generación y
uso de la información/conocimiento.
Si la teoría se encuentra en el punto
de partida del desarrollo, en contras-
mente también está presente en un
amplio rango de profesiones, tales
como arquitectura, construcción,
manejo de alimentos y aún en el
diseño de prendas de vestir.
Con todo, existen aquellos que
ampliarían la noción de conoci-
miento teórico para abarcar un
rango más amplio, todo lo que
pudiera ser citado como evidencia
de una sociedad basada en conoci-
miento. Aquí, por ejemplo, uno
podría incluir la capacitación de
muchos empleados de cuello blan-
co en leyes, servicios sociales, con-
taduría, etcétera, como evidencia
de la primacía del conocimiento en
el mundo contemporáneo. En reali-
dad se podría argumentar que, por
lo menos, toda la educación supe-
rior tiene que ver con la transmisión
de conocimiento teórico. Después
de todo existe consenso al menos
en Gran Bretaña, de que la rápida
transición a la educación superior
masiva (cerca del treinta por ciento
te con las antiguas demandas prácti-
cas, entonces tal conocimiento se
podría decir que anuncia un nuevo
tipo de sociedad. Además, no sólo
estamos hablando aquí de más tra-
bajadores de cuello blanco o más bits
de información, sino de un nuevo
principio fundacional de la vida social.
No obstante, una gran dificultad
que presenta este concepto es pre-
cisar qué estamos entendiendo por
conocimiento teórico (Kumar, 1978:
219–30). La Teoría evoca reglas
abstractas y generalizables, leyes y
procedimientos, y con esto, se
puede estar de acuerdo en que los
avances, especialmente del conoci-
miento científico, han resultado en
su codificación en textos estudia-
dos por profesionales en formación
que las integrarán en su trabajo
práctico. Se puede pensar que este
principio está en el corazón de los
proyectos de investigación y desa-
rrollo que están a la vanguardia de
las innovaciones, pero evidente-
38
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
de jóvenes asistiendo a las universi-
dades) ha sido necesaria para pre-
parar un gran número de personas
para operar con éxito en la “socie-
dad del conocimiento” (Webster,
2000). Tal conocimiento se transmi-
te codificado y por lo general se
abstrae de sus aplicaciones prácti-
cas, incluso es generalizable, aun-
que es seguramente diferente en
orden y magnitud al conocimiento
teórico expuesto por ciencias como
la física y la química.
Nico Stehr (1994) al proponer que
estamos en una “sociedad del
conocimiento”, amplía la definición
de teoría argumentando que ahora
el conocimiento se ha convertido
en un elemento constitutivo de la
forma en que vivimos. Recurrir al
conocimiento teórico es ahora cen-
tral en casi todo lo que hacemos,
desde diseñar nuevas tecnologías y
producir objetos cotidianos, hasta
dar sentido a nuestras propias vidas
cuando hacemos uso de grandes
acervos de conocimiento para
entender mejor nuestra posición.
Estamos ampliando en gran parte la
idea de conocimiento teórico, lo cual
es útil en tanto que Sther hace eco
del trabajo del teórico social Anthony
Giddens que merece comentarios.
Stehr propone una tipología triple del
desarrollo del conocimiento: signifi-
cativo, que es el ideal de la etapa de
la Ilustración, es decir el conocimien-
to para una mejor comprensión; pro-
ductivo, que es el conocimiento apli-
reflexividad de actores e instituciones,
descansa en información/conoci-
miento. Por supuesto, una parte de
estos conocimientos son locales y
particulares (la propia biografía refle-
jada en los registros de ventas y exis-
tencias de una compañía), pero una
gran parte también es abstracta,
emana especialmente de los medios
electrónicos y de otros, principalmen-
te de las instituciones educativas. Si
se acepta el argumento de Giddens
de que vivimos en un mundo de “alta
modernidad” en el que la reflexividad
es mucho mayor que antes, es posible
concebir esto como un aumento de la
importancia que tiene la información y
el conocimiento en la vida contempo-
ránea. Un mundo de elecciones para
organizaciones e individuos depende
de la disponibilidad y generación de
información rica y detallada. Si se
sigue el argumento de Giddens de
que la nuestra es una era de reflexivi-
dad intensificada sobre la cual fragua-
mos nuestras condiciones tanto
materiales como sociales, entonces
de ello sigue que esto sostendrá y
demandará un ambiente de informa-
ción complejo y profundo. Éste no es
quizá la misma clase de conocimiento
teórico que ha propuesto Daniel Bell,
pero en tanto que es abstracto y codi-
ficado entonces puede ser incluido en
una categoría amplia y apropiada.
No obstante, existen razones por las
cuales podríamos dudar en describir
una nueva sociedad de la informa-
ción en estos términos. Al menos es
lo que el mismo Anthony Giddens se
cado a la industria y de acción, que
es el conocimiento íntimamente
conectado a la producción, por ejem-
plo, la inclusión de dispositivos inteli-
gentes y su influencia en el desem-
peño de las actividades cotidianas.
Esta última forma de conocimiento
parece cercana al énfasis de
Giddens en lo que llama reflexividad
intensificada en la “modernidad tar-
día”. Lo que Giddens destaca es que
cada vez más la modernidad ha sido
una historia de liberación de las res-
tricciones de la naturaleza y de cier-
tos patrones de la vida en comuni-
dad, en la cual, parece que uno tiene
que haber hecho lo que hizo como si
fuera un asunto de “fatalidad o desti-
no” hacia individuos y grupos, toman-
do opciones acerca de sus destinos
propios y colectivos en circunstan-
cias de “incertidumbre fabricada”. Es
decir, el mundo está cada vez menos
delimitado por barreras fijas, no
modificables, más bien se le recono-
ce como algo maleable y que es
resultado de decisiones humanas.
Un requisito para ello es el aumento
de interrogantes propias y colectivas,
es decir la reflexividad, aunque esto
no se perciba como asunto de asimi-
lación propia. Al contrario se estable-
cen premisas sobre apertura de
ideas, información y teorías de muy
diversas áreas, que son analizadas e
incorporadas como circunstancias y
así poder decidir (c.f. Lash 2002).
Un punto clave aquí es que una socie-
dad “post-tradicional” (Giddens, 1994)
que se caracteriza por una mayor
39
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
Frank Webster
resiste a hacer. Mientras que enfati-
za que un “mundo de mayor reflexi-
vidad es un mundo de personas
inteligentes” (1994: 7), parece poco
dispuesto a presentar esto como
algo distinto a una continuación de
tendencias de larga duración. La
vida en la actualidad es sin duda
más rica en información, lo cual no
es suficiente para justificar proyec-
ciones de que esto represente un
nuevo tipo de sociedad.
Giddens también genera dudas
acerca de que el conocimiento teó-
rico sea una novedad. Hace algu-
nos años observó que “no hay nada
que sea particularmente nuevo en
la aplicación del ‘conocimiento teó-
rico’ (...). En realidad (...) la racionali-
dad de la técnica (…) es el factor
inicial que desde el principio ha dis-
tinguido la industrialización de otras
formas precedentes de orden
social” (1981: 262). Así, regresamos
al problema de designar como
nueva la sociedad actual, en la cual
prevalece el conocimiento teórico.
La objeción de Giddens también
alude a la pregunta clave: ¿qué es
exactamente lo que los autores
entienden por conocimiento teóri-
co? Es claro, por la cita anterior,
que Giddens cree que la concep-
ción sociológica clásica de Max
Weber sobre la racionalidad formal
que sostiene a la acción propositiva
(manifestada comúnmente en el
crecimiento de las estructuras
burocráticas) podría aplicarse en
toreo sistemático de actividades que
están (re)organizadas con base en
principios establecidos (de toxicidad,
márgenes de seguridad, etcétera),
entonces esto todavía es un asunto
más. De manera alternativa, si el
conocimiento teórico se entiende
como una tendencia de muchísima
más reflexividad entre individuos e
instituciones, con base en la cual
modelan sus acciones futuras,
entonces, nuevamente es otro asun-
to. Finalmente, si el aumento del
conocimiento teórico se caracteriza
por la extensión de la certificación
educativa –una estrategia común–
entonces esto es introducir aún otra
definición significativamente distinta.
Tales imprecisiones pueden condu-
cirnos a ser cautelosos al considerar
el conocimiento teórico como un
medio sólido para distinguir una
sociedad de la información, aunque
ese giro decisivo hacia la primacía de
la teoría, parece ser un rasgo carac-
terístico de la historia reciente. Ésta
es, desde mi punto de vista, la con-
cepción de sociedad de la informa-
ción más verosímil de todas.
Conclusión
Se examinaron seis concepciones
de la sociedad de la información
separables por análisis. Se argu-
mentó que todas son cuestionables
en mayor o menor grado, de tal
forma que la idea de una sociedad
de la información no puede soste-
nerse en la mayoría de sus medi-
una definición. Después de todo
implica principios abstractos y codi-
ficables, reglas y regulaciones (la
maquinaria burocrática entera),
también requiere el dominio de
conocimiento abstracto de los par-
ticipantes (cómo trabaja el sistema).
El conocimiento teórico, en estos
términos, no es más que aprender
las reglas y procedimientos de
cómo funcionan las burocracias. Si
es así, entonces la pregunta forzo-
sa sería ¿cuál es específicamente
la novedad al respecto?
Esto nos conduce a una queja más
amplia acerca de la imprecisión del
término “conocimiento teórico”. Si,
por ejemplo, la “primacía del conoci-
miento teórico” se refiere a principios
científicos conocidos (el punto de
ebullición del agua, la conductividad
de los elementos, etcétera), que
están codificados en textos, esto es
un asunto. Sin embargo, si el conoci-
miento teórico es concebido como la
inclusión de modelos hipotéticos
tales como la relación entre inflación
y desempleo, pobreza y oportunida-
des de vida, o clase social y oportuni-
dades educativas, entonces es otro
asunto. Puede ser que tal conoci-
miento teórico se distinga de las
leyes físicas solamente por el grado,
no obstante sigue siendo una dife-
rencia importante. Si el conocimiento
teórico se percibe como lo relevante
de los sistemas expertos que operan
servicios en la vida moderna tales
como agua y drenaje, control aéreo y
redes telefónicas, a través del moni-
40
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
La sociedad de la información revisitada
ciones. En cada caso los criterios
de definición son imprecisos y
vagos. Más aún, la afirmación de
que la sociedad de la información
marca cambios profundos en nues-
tras formas de vida, no puede apo-
yarse en los índices cuantitativos
que se proponen comúnmente. No
hay duda de que en los países
avanzados las tecnologías de infor-
mación y comunicación se han
generalizado y de que la informa-
ción ha crecido en su valor econó-
mico como sustento de muchas
actividades y en su producción sim-
bólica. Pero es errónea la idea de
que todo ello podría significar el
cambio hacia una nueva sociedad,
una sociedad de la información. De
hecho, lo que es más sorprendente
son las continuidades de la era pre-
sente, con los órdenes sociales y
económicos previos. Los desarro-
llos informacionales han sido fuer-
temente influidos, por restricciones
y prioridades conocidas (H. Schiller,
1981, 1984, 1996; D. Schiller, 1999).
Como Kumar Krishan ha concluido,
la explosión de la información “no
ha producido un cambio radical, en
el modo en el que se organizan las
sociedades industriales o en la
dirección hacia la cual se han esta-
do moviendo. Los imperativos de
beneficio, poder y control parecen
hoy tan predominantes como fue-
ron en la historia del capitalismo
industrial. La diferencia radica en el
mayor rango e intensidad de sus
aplicaciones… no en el cambio de
los principios en sí mismos” (1995:
154). Es irónico que el concepto
más persuasivo de una sociedad de
la información, el que se centra en
el papel del conocimiento teórico,
sea el menos comúnmente sugeri-
do por los partidarios a la sociedad
de la información.
41
BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
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Unidad II: Informática aplicada a los procesos sociales
 

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  • 1. Módulo ILectura «La sociedad de la información revisitada»
  • 2. 22 La sociedad de la información revisitada* Frank Webster** BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9 No. 1, P. 22-44 * Webster, Frank. “The Information Society Revisited”, en Hand Book of New Media, Social Shaping and Consequences of ICT’s. UK, Sage, 2002, págs. 22-33. [ http://www.sagepub.co.uk/mcquail5/downloads/Handbookchaps/ch01.pdf ]. Traducido y publicado en español con permiso de Sage Publications, Ltd. UK ** Department of Sociology, City University, Northampton Square, Londres EC1 0HB, Inglaterra. Correo electrónico: f.webster@city.ac.uk *** Subdirección de Servicios de Información Especializada, Dirección General de Bibliotecas (DGB), Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Circuito de la Investigación Científica, Ciudad Universitaria, 04510 México, D.F. México. Correo electrónico: eramirez@dgb.unam.mx Resumen El artículo cuestiona la idea de que el incremento de información y de tecnologías producen por sí mismos cambios profundos en la sociedad. Analiza el concepto de información, examina y ejemplifica las múltiples acepciones que se dan al término sociedad de la información, las cuales son: innovación tecnológica, cambio ocupacional, valor eco- nómico de la información, flujo de información y expansión de signos y símbolos culturales. Concluye que la idea más persuasiva de la sociedad de la información es la que fundamenta el avance social en la utilización reflexiva del conocimiento que produce la humanidad. Palabras clave: Sociedad de la información, información, cultura, conocimiento, tic’s Abstract This article discuses the idea that increases in information and technology themselves generate deep social changes. It defines information, examines, and gives examples of some conceptions of the information society, such as: tech- nological innovation, occupational change, economic value, information flows and expansion of symbols and signs. It concludes that the most persuasive idea of information society is the one that suggests that the social development is generated by the reflexive use of theoretical information/knowledge. Keywords: Information Society, Information, Culture, Knowledge, ict’s Traducción de María Esther Ramírez Godoy, Alma Silvia Díaz Escoto, Carmen García Colorado, Rosa María Irigoyen Camacho, y Antonia Llorens Cruset.***
  • 3. Prólogo Este artículo traducido y publicado en nuestra lengua permitirá la difu- sión más amplia de ideas para enri- quecer la reflexión y el intercambio de puntos de vista sobre el tema de la sociedad de la información. La tra- ducción facilitará el acceso al gremio de los profesionales de la informa- ción a planteamientos de actualidad que amplían el panorama para la comprensión y mejor uso de un tér- mino tan en boga. En este artículo el autor se muestra analítico y crítico, pero con una pluma ligera, con abun- dantes ejemplos que facilitan la mejor comprensión del tema. El autor es reconocido por sus cola- boraciones sobre este tema a nivel mundial. Ha colaborado en universi- dades del Reino Unido, Estados Unidos de América y Finlandia. Es autor de varios libros y artículos. manera con la información (por ejemplo: empleados de cuello blan- co, profesionistas, maestros, etcéte- ra). Al experimentar tales desarrollos no es sorprendente que muchos observadores hayan llegado a des- cribir nuestra era en función de una de sus características más palpables, de allí que lógicamente se le denomi- ne la sociedad de la información. En 1995 publiqué la primera edición del libro Teorías de la Sociedad de la Información, en el que se agruparon varias teorías sociales, que han intentado dar cuenta de la importan- cia de la información en las décadas recientes. La presunción es que el argumento del libro podría actualizar- se tomando en cuenta el nuevo pen- samiento sujeto a debate, así como considerar el desarrollo de los fenó- menos más recientes, tales como el ciberespacio y los organismos ciber- néticos. Es cierto que el rápido desa- rrollo de estas nuevas tecnologías, junto con la TV digital y las telecomu- nicaciones móviles, así como la enor- El término sociedad de la informa- ción se usa ampliamente, tanto en la academia como en la sociedad en general. Basta leer un periódico y encender la televisión para encontrar referencias acerca de una nueva era de la información; o bien curiosear entre los estantes de una librería para percatarnos de la cantidad de títulos sobre este tema. Existen varias razones por las cuales esto sucede, pero quizá la más destacada es la existencia misma de la informa- ción en nuestro tiempo. Simplemente hay más información que nunca antes, quizá resulta de mayor obvie- dad hablar de una explosión de medios y productos de información (desde TV por cable hasta registros en disco óptico y desde telefonía móvil hasta Internet), pero también es importante la rápida y sorpren- dente penetración de las tecnologías de cómputo en la sociedad actual; el creciente interés e inversión en edu- cación en la mayoría de los sistemas sociales y el crecimiento de las ocu- paciones que tienen que ver en gran 23 Frank Webster BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
  • 4. me disposición de computadoras personales, correo electrónico y comercio por Internet, han estimula- do la discusión sobre el arribo a una era de la información. Una vez más, el hecho de que haya más informa- ción que hace una década y que se encuentre manifiesta en la vida dia- ria (desde observar televisión a cual- quier hora y tener acceso a servicios de banca electrónica, hasta el signifi- cativo incremento en la intensidad de la información en una gran parte del trabajo moderno) ha impulsado a los estudiosos a afirmar con más confianza que nunca que vivimos en una sociedad de la información. En este contexto se revisan y evalúan los conceptos de una sociedad de la información. Desde el inicio planteo mi propia visión de la relevancia del término. Mi conclusión es que la mayoría de los conceptos de una sociedad de la información son de uso limitado para los científicos sociales y aún menos útiles para que el común de las personas comprenda las transformaciones del mundo actual. En el transcurso de este capí- tulo explicaré cómo llegué a esta con- clusión. Considero que el concepto de sociedad de la información es inade- cuado por las razones fundamentales que a continuación expongo: o Inconsistencia y falta de claridad en los criterios utilizados para distinguir una sociedad de la información o Uso impreciso del término “infor- mación” o Innovación tecnológica y difusión o Cambio ocupacional o Valor económico o Flujos de Información o Expansión de símbolos y señales Estos no son mutuamente exclu- yentes, aunque los académicos ponen diferente énfasis en cada dimensión (c.f. Duff, 2000). Todas estas concepciones se apoyan en la evaluación cuantitativa de un fenómeno particular para argumen- tar que su expansión ha traído con- sigo diferencias cualitativas en la organización social. De esta mane- ra cada forma de teorizar adopta el razonamiento ex post facto: existe evidencia de que hay más informa- ción ahora en la sociedad, por lo tanto tenemos una sociedad de la información. Como veremos, hay dificultades serias con esta forma de argumentar (May, 2002). No obstante, es innegable que tiene un atractivo inmediato, incluso de sen- tido común y es una forma habitual de razonar. Por ejemplo, con fre- cuencia se sugiere que tan sólo la disminución en el número de traba- jadores del campo y el aumento de trabajadores en fábricas, señalaron el fin de la sociedad agrícola y la emergencia de la industrialización; igualmente se toman los cambios cuantitativos en información como indicadores de la conversión a una sociedad de la información. Yo criti- co este tipo de argumentos. o La suposición sin fundamento, por parte de los teóricos de la sociedad de la información, acer- ca de que el incremento cuantita- tivo en información conduce a cambios sociales cualitativos Estas objeciones no significan que considere que el aumento de infor- mación no merece estudiarse, ni que yo rechace todos los concep- tos de sociedad de la información. En realidad me parece que de forma particular (en la sexta defini- ción que reviso más adelante) la información se ha convertido en algo importante y trascendente para la forma de vida actual, que es válido concebir que vivimos en una sociedad de la información, porque ésta se ha convertido en un eje de nuestra vida. Sin embargo, conside- ro poco convincentes la mayoría de las definiciones de sociedad de la información, particularmente por- que suponen de manera equivoca- da que el enorme crecimiento de la información y las formas virtuosas de manejarlas nos llevan a un nuevo orden social. Definiciones de una Sociedad de la Información Es posible identificar seis formas de distinguir una sociedad de la información, cinco de éstas se cen- tran en cuantificar uno u otro de los siguientes fenómenos: 24 La sociedad de la información revisitada BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1
  • 5. La sexta definición de la sociedad de la información es singular, ya que no se refiere al hecho de que haya más información, sino a los cambios en las formas en que se conduce ahora la vida gracias a ella. El argumento que aquí se ofre- ce de que la teoría de la informa- ción/conocimiento es el soporte de la vida contemporánea, sugiere una concepción distinta de la sociedad de la información. Desde mi punto de vista éste es el argumento más persuasivo (y acaso el menos dis- cutido) de la aplicabilidad del con- cepto de la sociedad de la informa- ción, y es el que yo recomendaría a estudiantes y especialistas. Propongo examinar cada una de las cinco primeras definiciones. Después considerar las cuestiones de calidad y cantidad, así como la naturaleza de la información, antes de examinar la sexta definición. Tecnología Las concepciones tecnológicas se centran en una gama de innovacio- nes que han surgido en los últimos 20 años. Las nuevas tecnologías son uno de los indicadores más visibles de nuevos tiempos y, por consecuencia, son consideradas frecuentemente como indicios de la llegada de una sociedad de la infor- mación. Entre éstas se encuentran el cable y la televisión vía satélite, comunicaciones de computadora a Durante la década de los setentas e inicios de los ochentas, algunos autores se entusiasmaron con la grandiosa capacidad del mundo de la microtecnología para revolucionar nuestro estilo de vida (McHale, 1976; Martin, 1978; Evans, 1979) y de manera especial, el principal futuris- ta del mundo, Alvin Toffler (1980). Sugiere en una metáfora, que con el tiempo el mundo ha sido moldeado de manera decisiva por tres oleadas computadora, PC’s, nuevas tecnolo- gías empleadas en oficinas –espe- cialmente los servicios de informa- ción en línea y los procesadores de texto—así como servicios de CD- ROM. La propuesta es, simplemente, que tal volumen de innovaciones tecnológicas debe conducir a una reconstitución del mundo social ya que su impacto es profundo. 25 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 6. de innovación tecnológica, cada una de ellas tan imparable como la poderosa fuerza de una marea. La primera fue la revolución agrícola, la segunda la revolución industrial. La tercera es la revolución de la infor- mación que nos está atrapando ahora y que presagia una nueva forma de vida (que según Toffler, cual la población debe volverse experta en recorrerla. Han surgido voces autorizadas para anunciar que un nuevo orden… nos está llevando sin sospecharlo a un mundo de avances en telecomunicaciones. Está naciendo el futuro en las llama- das Supercarreteras de la Infor- mación… y cualquiera que sea reba- sado por esas supercarreteras enfrentará la ruina (Angell, 1995:10). De manera más seria, el creciente intercambio de información a nivel nacional e internacional y genuina- mente global entre y dentro de ban- cos, compañías, gobiernos, universi- dades y organismos voluntarios indica una tendencia parecida encaminada al establecimiento de una infraestruc- tura tecnológica que permita una comunicación instantánea, a través de las computadoras a cualquier hora del día en cualquier sitio equipado de manera adecuada (Connors, 1993). La mayoría de los analistas acadé- micos, aunque evitan el lenguaje exagerado de los futuristas y políti- cos, han adoptado, sin embargo, lo que es en esencia una postura simi- lar (Feather, 1998). Por ejemplo, en Japón han surgido intentos de medir el crecimiento de la joho shakai (sociedad de la información) desde la década de los sesentas (Duff, et al, 1996). El Ministerio Japonés de Correos y Telecomunicaciones (MPT, por sus siglas en inglés) inició un censo en 1975 con objeto de dar seguimiento a los cambios en el será positiva sólo si nos subimos a la ola correctamente). En fechas más recientes, los entu- siastas del futurismo han sido alen- tados por la capacidad de las com- putadoras para transformar las telecomunicaciones y, de hecho, fusionar efectivamente las dos tec- nologías (Toffler, 1990). Es esta variedad de tecnologías de comunicación por computadora (correo electrónico, comunica- ción de datos y textos, intercambio de infor- mación en línea, etcé- tera) la que inspira actualmente la mayor parte de las especula- ciones en torno a la gestación de una nueva sociedad (Ga- tes, 1995; Negroponte, 1995; Dertouzos, 1997). De manera especial el rápido crecimiento de Internet, con su capa- cidad de promover en forma simultánea el éxito económico, la educación y el proceso democrático, ha gene- rado muchos comenta- rios. Los medios masi- vos de comunicación presentan con fre- cuencia versiones acerca de la llegada de una “supercarretera” de la información, en la 26 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 7. volumen (como el número de men- sajes telefónicos) y vehículos de información (como la penetración del equipo de telecomunicaciones) utilizando técnicas sofisticadas (Ito,1991;1994). En Gran Bretaña, una escuela de pensamiento muy respe- tada ha creado una postura neo shumpeteriana respecto al cambio. Combinando el argumento de Schumpeter en el sentido de que las innovaciones tecnológicas gene- ran una “destrucción creativa”, con el trabajo de las ondas largas del desa- rrollo económico de Kondratieff, estos investigadores sostienen que las tecnologías de la información y las comunicaciones se traducirán en el establecimiento de una nueva época (Freeman, 1987) que será incómoda durante sus primeras fases, pero que en el largo plazo, será benéfica desde el punto de vista económico. Ese nuevo "para- digma tecnoeconómico” constituye la “era de la información” que debe- rá madurar a principios de este nuevo siglo (cf. Hall y Preston, 1988). Cambio laboral Este es el enfoque que más apoyan los sociólogos. Además, está aso- ciado muy cercanamente, con razón, al trabajo de Daniel Bell (1973) quien es el teórico más importante de la “sociedad postin- dustrial” (un término virtualmente sinónimo de la sociedad de la infor- mación y utilizado como tal en gran En años recientes, el énfasis en el cambio laboral como señal de una sociedad de la información, ha des- plazado las preocupaciones otrora dominantes en torno a la tecnología. También debe entenderse que tal concepción de la “sociedad de la información” es diferente a la que sugiere que son la información y las tecnologías lo que distingue a la nueva era. Centrarse en el cambio laboral enfatiza el poder transforma- dor de la información en sí misma, más que la influencia de las tecnolo- gías de la información, dado que lo que se genera y desarrolla con el tra- bajo y lo que las personas asimilan a través de su educación y experiencia es la información. Charles Leadbetter (1999) escribió un libro en el que subraya que la información es funda- mental en la época actual. Para seña- lar a aquellas personas renuentes a ganarse la vida con el sudor de su frente se utilizó alguna vez la expre- sión Living on thin air. Leadbetter argumenta que ésa es exactamente la forma de ganarse la vida en la era de la información. El libro proclama que “pensar inteligentemente, ser innovador, tener la capacidad de desarrollar y explotar redes” son la clave en la nueva economía “ligera” (Coyne, 1997; Dertrouzos, 1997), pues- to que la riqueza de la producción no proviene del esfuerzo físico, sino de las ideas, el conocimiento, las habili- dades, el talento y la creatividad (Leadbetter, 1999:18). Su libro subraya ejemplos de tales éxitos: abundan los diseñadores, negociadores, creado- parte de la obra de Bell). Su trabajo examina la estructura laboral y los patrones de cambio a través del tiempo. La propuesta es que vivi- mos en una sociedad de la informa- ción, ya que la mayoría de los empleos se encuentran relaciona- dos con la información. El descenso en el número de empleos relacio- nados con la manufactura y el aumento en los trabajos del sector de servicios se interpreta como una reducción en el volumen del trabajo manual y su reemplazo con trabajo de cuello blanco. En vista de que la materia prima del trabajo no manual es la información (en oposición con la fuerza física y destreza en las herramientas propias del trabajo manual), se puede decir que los aumentos sustanciales en el traba- jo relacionado con la información anuncian la llegada de una socie- dad de la información. A primera vista existe evidencia para ello: en las naciones de Europa Occidental y Norteamérica aproximadamente el 70 por ciento de la fuerza laboral radica en el sector de servicios y en la actuali- dad las ocupaciones de cuello blan- co conforman una mayoría. Basándose únicamente en esto parecería posible argumentar que habitamos en una sociedad de la información ya que “el grupo predo- minante (de ocupaciones) está constituido con trabajadores de la información” (Bell, 1979:183). 27 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 8. res de imagen, músicos, biotecnólo- gos, ingenieros genéticos y descubri- dores de nichos. Leadbetter pone en lenguaje acce- sible lo que muchos pensadores sostienen ahora de manera rutina- ria. Varios escritores reconocidos, desde Robert Reich (1992) y Peter Drucker(1993) hasta Manuel Castells (1996-8), sugieren que actualmente guían e impulsan a la economía personas cuya caracterís- tica principal es su capacidad de manipular información. Los términos preferidos de los autores varían, desde “analistas simbólicos”, “exper- tos en conocimiento” hasta “trabaja- dores de la información”, pero en todos persiste un mensaje: los que mueven y transforman al mundo actualmente son aquellos cuyos tra- bajos están relacionados con la cre- ación y utilización de la información. El veinte por ciento (en aumento) de la fuerza de trabajo estadouni- dense (Reich, 1992:179) está confor- mado por este grupo que maneja, diseña, crea y filtra información, siendo ésta última la materia prima de nuestro mundo globalizado y en cambio constante. Todos los analistas coinciden en que la actividad de los operadores de la información varía enormemente. Por ejemplo, muchos manejan asuntos corporativos en diversas áreas, algu- nos administran redes financieras, otros trabajan en el creciente sector de los medios, en leyes, educación fortalezas y debilidades en un medio determinado, entre otras cosas (Reich, 1992:178-9). La formación de dichas cualidades implica una venta- ja especial en la educación superior y, ante ello, no es de sorprender que el calibre y capacidades del sistema de educación nacional se hayan vuelto centrales en la política guber- namental (Brown y Lauder, 1995). El leitmotiv del gobierno británico de Tony Blair desde inicios de 1997 ha sido “educación, educación, educa- ción”, una letanía repetida en todas las naciones avanzadas que intentan lograr que sus ciudadanos obtengan una elevada tasa de empleos de “análisis simbólico” en el futuro (Seltzer y Bentley, 1999). Por lo tanto, no sorprende que un sistema masivo de educación universitaria sea considerado indicador de una sociedad de la información. Economía Este acercamiento plasma el creci- miento en el valor económico de las actividades de información. Si se pudiese registrar el aumento pro- porcional en el producto interno bruto (PIB) a cuenta de los nego- cios de la información, se llegaría al punto en el que se alcanzan a per- cibir los logros de una economía de la información. Cuando la mayor parte de la actividad económica está relacionada con la actividad de la información más que, por ejemplo, la agricultura de subsis- superior, contabilidad, relaciones públicas o gobierno local, mientras que otros están ocupados en dar valor a materiales mundanos. Pese a tal diversidad, todos comparten la tendencia a continuar adquiriendo nuevas habilidades de manera ruti- naria. En ese sentido van a la par con la flexible economía mundial que exige cambio constante en todas sus facetas. Este compromiso con lo que otros han denominado “aprendizaje a lo largo de la vida” asegura que los empleados de la información se mantengan a la delantera en el juego, capaces de construir un baga- je de experiencias en diversos pro- yectos al tiempo que están siempre listos para adaptarse de manera positiva a situaciones nuevas. Un corolario de esto es que el traba- jo relacionado con la información, aunque presente evidentes diferen- cias particulares, comparte talentos formados por la educación superior. Las habilidades específicas aprendi- das en los estudios superiores son importantes, pero los egresados deben actualizarse constantemente para mantenerse a la altura de las circunstancias. Entonces resulta ser mucho más importante el “capital humano” enriquecido con la expe- riencia de la educación superior, cuestión que se traduce en una mayor capacidad para comunicarse efectivamente, analizar situaciones sin apasionamiento, idear una estra- tegia para el progreso, cerrar tratos con otros personajes e identificar 28 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 9. tencia o de la industria manufactu- rera, de ello se desprende que podamos hablar de una sociedad de la información (Jonscher, 1999). En principio sencillo y directo, pero en la práctica un ejercicio de eco- nometría extremadamente comple- jo, gran parte de la labor pionera fue hecha por Fritz Machlup (1902- 83) de la Universidad de Princeton (Machlup, 1962). La identificación que hizo de las industrias de la información tales como educación, leyes, publicidad, medios y manu- factura de computadoras y su intento de calcular los cambios en su valor económico, han sido afina- das por Marc Porat (1977a; 1977b). Porat diferenció los sectores de la información primario y secundario de la economía, el primero susceptible de una rápida valuación económica, ya que se le puede dar un precio de mercado, el segundo es más difícil de evaluar, pero aún así esencial para Espacio Esta concepción de la sociedad de la información, a la vez que se nutre de la economía y la sociología, tiene en su esencia la visión característi- ca del espacio que tiene el geógra- fo. Aquí el mayor énfasis se hace en las redes de información que comunican diferentes sitios y como consecuencia pueden tener efec- tos profundos en la organización del tiempo y el espacio, han sido un indicador especialmente aceptado de la sociedad de la información durante los noventas, conforme las redes de información se han vuelto aspectos cada vez más importan- tes en la organización social. Con frecuencia se enfatiza la cen- tralización de las redes de informa- ción que pueden unir diferentes lugares dentro de y entre una ofici- na, una ciudad, una región, un con- tinente, y de hecho el mundo ente- ro. Así como la red eléctrica recorre todas las organizaciones modernas, involucra actividades informacionales dentro de compañías e instituciones del Estado (por ejemplo, los recursos humanos, las áreas de investigación y desarrollo de una empresa). De este modo Porat distingue dos sectores de la información, para después con- solidarlos, al separar los elementos de la economía no relacionados con la información, combinando las esta- dísticas económicas nacionales, para concluir que con casi la mitad del PIB de los Estados Unidos de América que corresponde a estos sectores informacionales combinados, "los Estados Unidos de Norteamérica son ahora una economía basada en la información". Como tal, es "una sociedad de la información -donde- las principales áreas de la actividad económica son los productores de bienes y servicios de información, y de las burocracias públicas y priva- das (Sector Secundario de la Información)” (Porat, 1978:32). 29 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 10. todo un país, para que pueda ser utilizada por cada individuo que tenga las conexiones adecuadas, de la misma manera imaginamos ahora una "sociedad conectada" que opera a nivel nacional, interna- cional y global para proporcionar un "circuito de información" (Barron y Curnow, 1979) para cada casa, negocio, universidad y oficina y aún al individuo que se moviliza con su propia computadora portatil y modem en su portafolio. Cada vez más estamos todos conectados a las redes de un tipo u otro y ellas en sí expanden sus alcances y posibilidades de manera exponencial (Urry, 2000). Nos encontramos con estas redes de manera personal en muchos niveles: en el punto de venta electrónico de negocios y restaurantes, al obtener información a través de los conti- nentes, al enviar correos electróni- cos a los colegas, o al intercambiar información en Internet. Quizá no hayamos tenido la experiencia per- sonal en este reino del “ciberespa- cio”, pero este circuito de informa- ción funciona de manera aún más frenética a nivel de bancos interna- cionales, de agencias interguberna- mentales y relaciones corporativas. Se ha hecho común la idea de que las supercarreteras electrónicas producen un mayor flujo de la infor- mación (Castells, 1996-8), lo que conduce a una revisión profunda de las relaciones tiempo/espacio. En gramación televisiva las veinticuatro horas del día. Además hay muchos canales de divulgación disponibles y los receptores de televisión se han ampliado para incorporar las tecno- logías de video, cable, satélite y ser- vicios de información computarizada. Más recientemente, se ha integrado a las computadoras personales una avalancha de juegos computariza- dos y han empezado a entrar a los hogares productos de realidad vir- tual. Hoy en día se dispone de mayor producción radiofónica que hace una década, a nivel local, nacional e internacional. Los radios ya no están solamente en una habi- tación, ahora están en toda la casa, una "sociedad de redes" las limitaciones del tiempo y la distancia han sido radicalmente supe- radas, siendo las corpo- raciones e incluso los individuos capaces de administrar sus asuntos eficientemente a escala global. El investigador académico ya no necesi- ta viajar de su universi- dad para consultar la Biblioteca de Congreso, ya que puede consultar- la a través de Internet; el corporativo de una empresa ya no necesita enviar a sus ejecutivos para saber lo que está sucediendo en sus empresas del Lejano Oriente, ya que las comu- nicaciones a través de la computa- dora permiten establecer una vigi- lancia rutinaria y sistemática a distancia. Muchos han sugerido que esto anuncia una gran transforma- ción en nuestro orden social (Mulgan, 1991), suficiente para mar- car un cambio revolucionario. Cultura La última concepción de una socie- dad de la información se reconoce fácilmente. Todos somos concientes de que ha habido un incremento en la circulación de información en la vida cotidiana. Por ejemplo, hay pro- 30 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 11. en el auto, en la oficina, en dispositi- vos portátiles, y con el walkman, por todas partes. Durante mucho tiempo el cine ha sido parte importante del entorno informativo. A pesar de que a lo largo de los años ha declinado la asistencia a las salas de cine, ver películas es hoy en día más frecuen- te que nunca: pueden verse pelícu- las por televisión, en videocintas en renta y venta a precios económicos en supermercados. Caminando por la calle es casi imposible ignorar las marquesinas, anuncios y escapara- tes por todas partes. En las estacio- nes de trenes y autobuses se ha extendido, en forma impresionante, la disponibilidad de libros de edición rústica y revistas a buen precio. Además, cada vez se ofrece más a todo público música, poesía, literatu- ra y educación, en cintas de audio, discos compactos y por radio. Se ha extendido la disponibilidad de perió- dicos y una buena cantidad de tabloides nuevos llegan a nuestra casa de manera gratuita. Dia- riamente recibimos correo chatarra y así sucesivamente. El aspecto informacional ha pene- trado nuestro mundo mucho más de lo que supone esta breve lista de medios relacionados con la televi- sión, el radio y los sistemas mediáti- cos antes mencionados. Esto impli- ca que los nuevos medios que nos rodean nos acercan mensajes, a los que podemos o no responder. Realmente el ambiente informacio- nal es más parte de nosotros y es ¿De cantidad a calidad? Las críticas a los escenarios de la sociedad de la información giran en torno al descontento con las medi- das cuantitativas que se usan para designar cambios sistémicos pro- fundos. La crítica central es que los indicadores cuantitativos de la explosión de la información y de las tecnologías de información no pue- den considerarse como evidencias de verdaderos cambios sociales pro- fundos. Por el contrario, pueden observarse como la consolidación y extensión de los patrones estableci- dos de interés y control (Beniger, 1986; Webster y Robins, 1986). Las definiciones de la sociedad de la información ofrecen medidas cuantitativas (número de trabajado- res de cuello blanco, porcentajes de PIB destinados a la información, etcétera) y asumen que en algún punto no especificado entramos a una sociedad de la información cuando empiezan a predominar estos factores. Pero no existen bases claras para designarla como un nuevo tipo de sociedad sólo por- que todos presenciamos que hay grandes cantidades de información almacenadas y circulando. Si sólo hay más información, entonces es difícil entender ¿por qué se debería sugerir que tenemos ante nosotros algo radicalmente nuevo? Anthony Giddens (1985: 178) trata muy bien este punto cuando hace la observa- ción de que todas las sociedades al muchísimo más íntimo de lo que esto supone. Uno puede considerar, por ejemplo, las dimensiones infor- macionales de la ropa que usamos, el estilo de nuestro cabello y rostro, la forma en que actualmente nos ocupamos de nuestra imagen (desde la imagen corporal hasta la forma de hablar, la gente está muy conciente de los mensajes que puede proyectar y por cómo se sienten con ciertas prendas de ves- tir o con un particular estilo de cabello, etcétera). Reflexionar en la complejidad de la moda y lo intrin- cado de las formas en que nos ocu- pamos de nuestro arreglo personal diariamente, permite notar que las relaciones sociales actualmente involucran un mayor grado de con- tenido informacional que antes. La cultura contemporánea está evi- dentemente más cargada de infor- mación que cualquiera de sus pre- decesoras. Vivimos en un entorno saturado por los medios, lo que sig- nifica que la vida está esencialmen- te rodeada de simbolismos, de recepción e intercambio - o tratan- do resistir la recepción e intercam- bio – de mensajes sobre nosotros mismos y los demás. En reconoci- miento de esta explosión de signi- ficados muchos autores conciben que entramos a una sociedad de la información, en la cual todo lo que vemos y hacemos es simulado (Poster, 1990; 1995). 31 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 12. conformarse en Estado-nación son sociedades de información, ya que para su operación son esenciales la localización, el almacenamiento y el control de información acerca de la población y los recursos. En este sentido, todo lo que diferencia la presente era, digamos el siglo XVII en Inglaterra, son las grandes cantida- des de información acumulada, encubierta y procesada. Si lo que estamos experimentando en la esfe- ra informacional ahora es una extra- polación e intensificación de las ten- dencias establecidas hace mucho tiempo, entonces es difícil ver sobre qué bases se puede suponer que estos desarrollos hayan generado un nuevo tipo de sociedad. Más aún, es posible, al menos inte- lectualmente, imaginar un nuevo tipo de sociedad radicalmente diferente y que merezca el título de sociedad de la información, aunque estas transformaciones se manifiesten sólo en pequeños incrementos de información. Así, puede denominar- se como una nueva sociedad a aquella en la que se localiza informa- ción de distinto nivel de calidad, aun- que los cambios de información sean cuantitativamente menores. Esto no requiere que sepamos que la mayoría de la fuerza de trabajo se emplea en labores relacionadas con la información o que la economía genera una cantidad específica de recursos relacionados con la activi- dad informacional. Por ejemplo, es teóricamente posible imaginar una que una plétora de computadoras personales o la preponderancia de trabajadores de cuello blanco, signi- fica que tenemos una sociedad de la información es tautológico. Se nos ha presentado, sin ningún argu- mento, que más información debe- ría dar como resultado la llegada de una nueva era. Hemos tenido sola- mente la infundada afirmación de que más información define una nueva sociedad. Las medidas cuantitativas además tienden a homogenizar actividades altamente dispares. Por ejemplo, los teóricos de la sociedad de la infor- mación suman el valor de las activi- dades de información en economía y llegan a una cierta cantidad, sin tomar en cuenta las diferencias cua- litativas cruciales dentro de la infor- mación. Así, las ventas de un sólo periódico en formato tabloide en Inglaterra son bastante más altas que las de todos los periódicos de calidad en formato largo juntos. Pero ¿quién podría sugerir que todos estos periódicos pueden agruparse en la misma categoría? Para la mayoría de los observadores el tema crucial es la calidad de la informa- ción de las noticias, los reportajes y los artículos de opinión que los periódicos contienen. En efecto, tan crucial es el asunto de la calidad, que es posible presentar un argu- mento creíble que discuta que los periódicos en formato tabloide de circulación masiva o los programas de entretenimiento dominantes de la sociedad de la información en donde solamente una minoría de expertos en información ostentan el poder decisivo. Los escritores de ciencia ficción, desde H.G.Wells hasta Kurt Vonnegut, lo han sugeri- do con frecuencia. En una medida cuantitativa, digamos de los patro- nes ocupacionales, no calificaría para tener el estatus de sociedad de la información, pero nos podríamos sentir impulsados a designarla así por el rol decisivo de infor- mación/conocimiento en la estruc- tura del poder y por la dirección de los cambios sociales. Francamente, las medidas cuantita- tivas –simplemente más informa- ción– no pueden por sí mismas identificar una ruptura con sistemas previos, mientras que es teórica- mente posible observar pequeños, pero decisivos cambios cualitativos como muestras de transformación del sistema. Además, es particular- mente extraño que muchos de los que identifican una sociedad de la información como un nuevo tipo de sociedad, lo hacen con el supuesto de que estos cambios cualitativos pueden definirse simplemente cal- culando cuánta información está en circulación, cuánta gente trabaja en empleos relacionados con la infor- mación, etcétera. Lo que tenemos aquí es la suposición de que los incrementos cuantitativos se trans- forman –de manera no especifica- da– en cambios cualitativos en el sistema social. Pero argumentar 32 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 13. televisión representan la verdadera antítesis de una sociedad de la infor- mación con una audiencia idiotizada que está siendo inundada con infor- mación basura (Postman, 1985; Washburn y Thornton, 1996). Este ejemplo alerta sobre un asunto relacionado con lo anterior, la ten- dencia a pasar por alto cuestiones estratégicas por atender las medi- das cuantitativas (Mosco 2004). Por ejemplo, datos sin analizar sobre empleos en el sector de la informa- ción ignoran las diferencias entre grupos, equipara, a trabajadores sociales con operadores de bolsa, a profesores de escuela con ejecuti- vos corporativos u oficinistas con abogados. Todos por supuesto son trabajadores del sector de la infor- mación, por lo que los igualan en términos estadísticos, sin embargo hay diferencias entre ellos. En forma similar, la disposición del postmodernista Jean Baudrillard (1983) para anunciar la “implosión” de significados en el reino de los signos, coloca los programas de entretenimiento, de noticias y los documentales en el mismo plano –como elementos que los especta- dores puedan apreciar en cualquier forma en que estén dispuestos. Se pueden hacer muchas críticas sobre los métodos utilizados para medir una sociedad de la informa- ción. Todas llevan al punto de que si bien las estadísticas pueden pare- cer firmes y precisas, tras ellas des- aparentemente concluyentes, las cuales son resultado de la aprecia- ción de los investigadores sobre la forma más apropiada en que deben clasificarse los empleos. En relación con la medición de las tecnologías de la sociedad de la información también hay objeciones. A primera vista, las mediciones de las tecnologías parecen ser consistentes pero ¿qué debe entenderse cómo tecnología relevante? Computadoras personales, comunicación de compu- tadora a computadora, video, inter- cambios telefónicos, cable, videocá- maras, satélites, videojuegos, misiles cansa una gran dosis de subjetivi- dad e interpretación variable. Por ejemplo, distinguir entre empleos informacionales y no informaciona- les es una tarea difícil que involucra diferencias de grado, más que de clase. Así, un reparador de fotoco- piadoras es considerado como tra- bajador del medio de la información, en virtud de que trabaja con tecnolo- gías avanzadas, mientras que un granjero es visto como un trabajador meramente manual, aunque proba- blemente requiera una gran canti- dad de información en la realización de sus tareas. El punto es que debe- mos ser escépticos sobre las cifras 33 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 14. tres cuartas partes del camino en comparación con una sociedad de la información ya madura que tiene una red de información establecida (pero una vez más, ¿cuándo se con- sidera red una red?) Una crítica común en relación con las concepciones tecnológicas de una sociedad de la información es que son deterministas (Dickson, 1974). En primer lugar asumen que la tecnología es la fuerza principal en el cambio social, de ahí que sus argumentos se refieren al “mundo de la máquina de vapor”, a la “era atómica” y a la “sociedad computari- zada”. Un momento de reflexión revela que la historia es mucho más complicada. Por ejemplo, es claro que el clima, los depósitos minera- les, la economía, la educación, la guerra y muchos otros factores han contribuido al cambio social, siendo algunos de estos fuerzas poderosas que han influido por sí mismas en la innovación tecnológica (considere- mos, por ejemplo, la influencia de la guerra y las presiones de la defensa en el desarrollo de altas tecnolo- gías). En segundo lugar los determi- nistas tecnológicos trabajan con un modelo que sostiene una clara separación entre tecnología y socie- dad, en el cual la tecnología es ajena, de alguna manera, a la influencia social, pero está destina- da a tener los más profundos efec- tos sociales. Aquí, la tecnología está aislada para la sociedad, pero es capaz de destruir las relaciones dirigidos, reproductores de CD, tan pronto como uno empieza la lista surgen los problemas. Una vez más ¿cuál de la larga lista de tecnologías potencia- les puede tener prioridad sobre las otras?, ¿los sistemas en red están por encima de las com- putadoras personales?, ade- más ¿cómo mide uno las com- putadoras: por el poder de su procesador, por su uso (las máquinas en oficinas grandes al parecer son utilizadas de manera más rigurosa que aquellas que están en los hogares) o por el costo? y ¿có- mo puede uno valorar el papel de los paquetes de cómputo en la expansión de las tecnolo- gías de información? Finalmente, pero no menos importante, aún cuando se esté atento a las dificultades que trae consigo tratar de establecer las tecnologías que deben ser cuantificadas y cómo deben ser sopesadas unas frente otras, surge la pregunta irritante: ¿cuánta tecnología debe haber en un lugar para que los comentaris- tas describan algo como una sociedad de la información? No es frívolo preguntar si la sociedad de la información es aquella en la que todos tienen una computadora personal en su casa o si es más apropiado designarla como que está a 34 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 15. sociales establecidas. Tal vez por esta razón, el desarrollo tecnológico se presenta con frecuencia como algo incomprensible, dirigido por inventores excéntricos, que impacta a la sociedad cuando se ofrece a un público inexperto. Insisto, sin embar- go, es difícil darse cuenta de que la tecnología es una parte de la socie- dad, susceptible de ser modelada por ésta a través de factores tales como: la prioridad de las inversiones de cuerpos corporativos y guberna- mentales, oportunidades de merca- do y los compromisos con esos valores. Aceptando esta posición, las dudas recaerían en aquellos autores que consideran que las innovaciones tecnológicas pueden definir un nuevo tipo de sociedad de la información (MacKenzie, 1996). ¿Qué es información? Cuando se ven por primera vez estadísticas con gráficas sobre el aumento de información, podría parecer que estamos usando un término preciso y ampliamente comprendido. Al principio, por lo menos, parece no existir problema al observar que la información crece en el número de títulos de revistas, libros en las bibliotecas públicas, tráfico telefónico, cursos de educación superior, ventas por televisión, sitios web, flujos de inter- cambio, bases de datos en línea, computadoras personales, etcétera. datos e ideas que son identifica- bles, organizados, frecuentemente comunicados, almacenados en diferentes formatos (libros, televi- sión, etcétera) y utilizados con algún sentido (Stevens, 1986: 9). Sin embargo, es importante notar que la ingeniería no entiende de esta manera a la información, pues para ella consiste en un asunto de medi- ción de señales (Shannon and Weaver, 1964 [1949]). Así las medi- ciones del crecimiento de la infor- mación que tienen que ver con el poder de procesamiento de compu- tadoras o la velocidad de los niveles de transmisión por intercambios de telecomunicaciones, remiten a una definición tecnológica del término que ignora el contenido. Quienes definen la información en términos semánticos, y quizá observan la extensión de signos y símbolos en publicidad y en televisión, están concibiendo una idea de la informa- ción distinta. Por otra parte, aque- llos que interpretan el crecimiento de la importancia de la información en términos económicos –digamos la expansión del negocio de publici- dad o el comercio de materiales de video– adoptan una concepción de la materia que puede ser evaluada por su costo, pero que es una defi- nición que pasa por alto cuestiones de semántica. Otra de las formas más comunes de identificar una sociedad de la información es con- tando el número de trabajadores de información, una definición de información que se centra en un No obstante, estamos frente a una dificultad que es la forma licenciosa en la cual se utiliza el término infor- mación. Cuando se unen significa- dos de esta manera, se colapsan diferentes concepciones del mundo. Entre más cerca se exami- na lo que se entiende por “informa- ción”, más difícil parece encontrar una definición precisa, no ambigua. Algunos autores utilizan el término como si el significado fuera eviden- te, pero están equivocados en ello. Así Norman Stevens concluye que “actualmente son tan diversas las definiciones de información, que es imposible conciliarlas”, luego insiste “existe poca consistencia en la forma en que se usa el término información, lo que resulta en la presunción, probablemente inco- rrecta, de que existe una definición amplia que permite el uso del térmi- no en todos los campos y que es claramente comprendida” (1986: 5). Entre la diversidad de definiciones de información en juego, Zhang Yuexiao (1988: 400) reporta que se han identificado unas cuatrocientas concepciones de información pre- sentadas por investigadores en varios campos y culturas. Lo más destacado es la división entre los enfoques que conciben la informa- ción en términos no semánticos y aquellos que insisten en que es algo que tiene un significado. La última es la definición más amplia- mente comprendida, en la cual la información es entendida como 35 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 16. proceso, más que en un producto, enfocando en lo que la gente hace más que en lo que produce. Esto puede ser intrínsecamente intere- sante, pero es una noción diferente de información de aquella en la que se enfatiza su expresión en objetos tales como libros y computadoras. Esta falta de precisión, y el hábito de unir concepciones muy diversas en una sola categoría debería estimular el análisis profundo de un término impreciso, que ha sido usado bastan- te promiscuamente en los años recientes. Dicho esto, Theodore Roszak’s (1986: x) hace la observa- ción de que es la vacuidad de la palabra información lo que paradóji- camente ha permitido “llenarla con un glamour irresistible”, por lo que merece una seria consideración. En realidad, cuando encontramos escri- tores que insisten en que más infor- mación es lo que caracteriza a una sociedad de la información, podemos cuestionar qué es lo que están con- siderando como información. Michel Foucault (1980) exhortó a los estu- diosos a analizar las formas en las que se habla de las cosas, argumen- tando que el examen de la construc- ción de los “discursos” puede ser tan esclarecedor como subversivo. En una relación foucaultiana de la genealogía de “información”, mirar atentamente a las varias formas en las que el término es concebido y aplicado por teóricos de la informa- ción, científicos en computación, semiólogos, bibliotecólogos, sociólo- razón de que evoca mucho más que conjuntos aglomerados de información), los asuntos están organizados y ordenados de tal forma que se prioriza la teoría. Vale la pena anotar que Daniel Bell presenta esto como un “principio eje” de la sociedad post-industrial y que, aunque el peso de su análisis se inclina por el crecimiento cuantitativo en empleos en servicios [es decir, en información] como indicadores del postindustrialismo, es enfático en que “lo que es radicalmente nuevo ahora es la codificación del conoci- miento teórico y su importancia para la innovación” (1979: 189). Es fácil comprender lo que Bell quiere decir con esto cuando con- trastamos la sociedad post-indus- trial con su predecesora sociedad industrial. Se argumenta que en el pasado las innovaciones eran hechas sobre todo por “pensadores talentosos e inspirados que eran indiferentes a la ciencia y a las leyes que fundamentaban sus investigaciones” (Bell, 1973: 20). En contraste con esta orientación práctica y de solución de proble- mas, Bell sugiere que las innovacio- nes en nuestros días empiezan con premisas teóricas. Esto es, ahora que hemos llegado a una situación en la cual es posible codificar prin- cipios científicos conocidos, nues- tro conocimiento de estos se vuel- ven el punto inicial de la acción. En este sentido, lo que alguna vez fue gos y economistas, puede servir para hacer una lectura ilustrativa. Cuando menos ello nos llevaría a dudar antes de hacer afirmaciones radicales en el sentido de que la “información” está transformando los fundamentos de la vida tal como la conocemos. Conocimiento teórico Existe otra propuesta fascinante, aunque un tanto imprecisa, que tiene que ver con que estamos en el inicio de una nueva y distinta sociedad de la información, aún sin la necesidad de reflexionar sobre los significados de información desarrollados. Esta propuesta hace que ya no busquemos medidas cuantitativas de la expansión de la información (trabajadores en infor- mación, comercio de información, etcétera) porque se ha producido un decisivo cambio cualitativo en las formas en que se usa la infor- mación. Esto marca una ruptura con el pasado tal, que legítimamen- te nos podríamos referir a la llegada de una sociedad de la información. Desde este punto de vista, una sociedad de la información es aquella en la cual el conocimiento teórico adquiere una ventaja que no tenía. El tema que unifica lo que en realidad es un rango diverso de pensadores, es que en esta socie- dad de la información (aunque fre- cuentemente se prefiere “sociedad del conocimiento”, por la obvia 36 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 17. considerado inútil, –como “sólo teo- ría”– se ha convertido en el eje de las innovaciones prácticas. Una vez más, es fácil encontrar ejemplos de este “cambio en el carácter del conocimiento mismo” (1973: 20): el trabajo de Alan Turing “Sobre los números computables” publicado en 1937, propone princi- pios matemáticos que fundamenta- ron aplicaciones posteriores en computación; el desarrollo de cir- cuitos integrados, que permitió la “revolución microelectrónica” de los años setentas estuvo basada en dente, quizá, que encontremos que el historiador Eric Hobsbawm con- firme la percepción de Bell, conclu- yendo que durante este siglo “los teóricos han estado en el asiento del conductor... diciendo a los pro- fesionales lo que ellos deberían buscar y encontrar a la luz de sus teorías” (1994: 534–5). Bell lleva considerablemente más lejos su argumento de lo que el llama “la primacía del conocimiento teórico”, al sugerir que este es pree- minente no sólo en el reino de la innovación tecnológica, sino en asuntos políticos y sociales. Por ejemplo, los gobiernos ahora intro- ducen políticas basadas en modelos teóricos de la economía. Estos son diversos – Keynesiano, monetarista, supply side, laissez-faire, colectivis- ta– pero cada uno sustenta las decisiones que los ministros deben tomar día con día en respuesta a exigencias prácticas. Por otro lado, es sano reflexionar sobre las políti- cas contemporáneas orientadas hacia la solución de problemas ambientales. Se vuelve evidente que estas no son meras respuestas a presiones de problemas particulares (un derrame de petróleo en el mar, la desertificación). Ellas involucran tales contingencias, pero también son propuestas basadas en modelos teóricos de sustentabilidad de los ecosistemas. Los debates sobre el medio ambiente se nutren continua- mente con proyecciones teóricas sobre asuntos como el crecimiento principios conocidos de física sobre el estado sólido; y las innovaciones en áreas tan diversas como tecno- logía de discos compactos, láser y energía nuclear, se basaron en avances en física teórica, que fue- ron considerados, al menos inicial- mente, sin aplicaciones prácticas. En realidad, es bastante difícil pen- sar en aplicaciones tecnológicas en nuestros días que no dependan de conocimientos teóricos, ya sea el cálculo para suministro de agua potable en las casas, la construc- ción de aviones, puentes o la gene- ración de energía. No es sorpren- 37 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 18. poblacional, abastecimiento de peces y la condición de la capa de ozono. Las políticas prácticas sólo son imaginables sobre la base de modelos teóricos: por ejemplo, la reacción adecuada a un verano más caliente o seco que lo normal en el Reino Unido, es comprensible sólo en un contexto de modelos teóricos sobre la posibilidad y consecuencias a largo plazo del calentamiento glo- bal. Seguramente tales modelos son en el presente rudimentarios y faltos de refinamiento, pero ellos, junto con otras instancias nos ayudan a ver que, aunque el conocimiento teórico no tiene la “verdad” en ningún senti- do absoluto, sí juega un papel deci- sivo en nuestras vidas. El conocimiento teórico es sin duda una idea atractiva, la cual a primera vista define un nuevo tipo de socie- dad que depende de la generación y uso de la información/conocimiento. Si la teoría se encuentra en el punto de partida del desarrollo, en contras- mente también está presente en un amplio rango de profesiones, tales como arquitectura, construcción, manejo de alimentos y aún en el diseño de prendas de vestir. Con todo, existen aquellos que ampliarían la noción de conoci- miento teórico para abarcar un rango más amplio, todo lo que pudiera ser citado como evidencia de una sociedad basada en conoci- miento. Aquí, por ejemplo, uno podría incluir la capacitación de muchos empleados de cuello blan- co en leyes, servicios sociales, con- taduría, etcétera, como evidencia de la primacía del conocimiento en el mundo contemporáneo. En reali- dad se podría argumentar que, por lo menos, toda la educación supe- rior tiene que ver con la transmisión de conocimiento teórico. Después de todo existe consenso al menos en Gran Bretaña, de que la rápida transición a la educación superior masiva (cerca del treinta por ciento te con las antiguas demandas prácti- cas, entonces tal conocimiento se podría decir que anuncia un nuevo tipo de sociedad. Además, no sólo estamos hablando aquí de más tra- bajadores de cuello blanco o más bits de información, sino de un nuevo principio fundacional de la vida social. No obstante, una gran dificultad que presenta este concepto es pre- cisar qué estamos entendiendo por conocimiento teórico (Kumar, 1978: 219–30). La Teoría evoca reglas abstractas y generalizables, leyes y procedimientos, y con esto, se puede estar de acuerdo en que los avances, especialmente del conoci- miento científico, han resultado en su codificación en textos estudia- dos por profesionales en formación que las integrarán en su trabajo práctico. Se puede pensar que este principio está en el corazón de los proyectos de investigación y desa- rrollo que están a la vanguardia de las innovaciones, pero evidente- 38 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 19. de jóvenes asistiendo a las universi- dades) ha sido necesaria para pre- parar un gran número de personas para operar con éxito en la “socie- dad del conocimiento” (Webster, 2000). Tal conocimiento se transmi- te codificado y por lo general se abstrae de sus aplicaciones prácti- cas, incluso es generalizable, aun- que es seguramente diferente en orden y magnitud al conocimiento teórico expuesto por ciencias como la física y la química. Nico Stehr (1994) al proponer que estamos en una “sociedad del conocimiento”, amplía la definición de teoría argumentando que ahora el conocimiento se ha convertido en un elemento constitutivo de la forma en que vivimos. Recurrir al conocimiento teórico es ahora cen- tral en casi todo lo que hacemos, desde diseñar nuevas tecnologías y producir objetos cotidianos, hasta dar sentido a nuestras propias vidas cuando hacemos uso de grandes acervos de conocimiento para entender mejor nuestra posición. Estamos ampliando en gran parte la idea de conocimiento teórico, lo cual es útil en tanto que Sther hace eco del trabajo del teórico social Anthony Giddens que merece comentarios. Stehr propone una tipología triple del desarrollo del conocimiento: signifi- cativo, que es el ideal de la etapa de la Ilustración, es decir el conocimien- to para una mejor comprensión; pro- ductivo, que es el conocimiento apli- reflexividad de actores e instituciones, descansa en información/conoci- miento. Por supuesto, una parte de estos conocimientos son locales y particulares (la propia biografía refle- jada en los registros de ventas y exis- tencias de una compañía), pero una gran parte también es abstracta, emana especialmente de los medios electrónicos y de otros, principalmen- te de las instituciones educativas. Si se acepta el argumento de Giddens de que vivimos en un mundo de “alta modernidad” en el que la reflexividad es mucho mayor que antes, es posible concebir esto como un aumento de la importancia que tiene la información y el conocimiento en la vida contempo- ránea. Un mundo de elecciones para organizaciones e individuos depende de la disponibilidad y generación de información rica y detallada. Si se sigue el argumento de Giddens de que la nuestra es una era de reflexivi- dad intensificada sobre la cual fragua- mos nuestras condiciones tanto materiales como sociales, entonces de ello sigue que esto sostendrá y demandará un ambiente de informa- ción complejo y profundo. Éste no es quizá la misma clase de conocimiento teórico que ha propuesto Daniel Bell, pero en tanto que es abstracto y codi- ficado entonces puede ser incluido en una categoría amplia y apropiada. No obstante, existen razones por las cuales podríamos dudar en describir una nueva sociedad de la informa- ción en estos términos. Al menos es lo que el mismo Anthony Giddens se cado a la industria y de acción, que es el conocimiento íntimamente conectado a la producción, por ejem- plo, la inclusión de dispositivos inteli- gentes y su influencia en el desem- peño de las actividades cotidianas. Esta última forma de conocimiento parece cercana al énfasis de Giddens en lo que llama reflexividad intensificada en la “modernidad tar- día”. Lo que Giddens destaca es que cada vez más la modernidad ha sido una historia de liberación de las res- tricciones de la naturaleza y de cier- tos patrones de la vida en comuni- dad, en la cual, parece que uno tiene que haber hecho lo que hizo como si fuera un asunto de “fatalidad o desti- no” hacia individuos y grupos, toman- do opciones acerca de sus destinos propios y colectivos en circunstan- cias de “incertidumbre fabricada”. Es decir, el mundo está cada vez menos delimitado por barreras fijas, no modificables, más bien se le recono- ce como algo maleable y que es resultado de decisiones humanas. Un requisito para ello es el aumento de interrogantes propias y colectivas, es decir la reflexividad, aunque esto no se perciba como asunto de asimi- lación propia. Al contrario se estable- cen premisas sobre apertura de ideas, información y teorías de muy diversas áreas, que son analizadas e incorporadas como circunstancias y así poder decidir (c.f. Lash 2002). Un punto clave aquí es que una socie- dad “post-tradicional” (Giddens, 1994) que se caracteriza por una mayor 39 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Frank Webster
  • 20. resiste a hacer. Mientras que enfati- za que un “mundo de mayor reflexi- vidad es un mundo de personas inteligentes” (1994: 7), parece poco dispuesto a presentar esto como algo distinto a una continuación de tendencias de larga duración. La vida en la actualidad es sin duda más rica en información, lo cual no es suficiente para justificar proyec- ciones de que esto represente un nuevo tipo de sociedad. Giddens también genera dudas acerca de que el conocimiento teó- rico sea una novedad. Hace algu- nos años observó que “no hay nada que sea particularmente nuevo en la aplicación del ‘conocimiento teó- rico’ (...). En realidad (...) la racionali- dad de la técnica (…) es el factor inicial que desde el principio ha dis- tinguido la industrialización de otras formas precedentes de orden social” (1981: 262). Así, regresamos al problema de designar como nueva la sociedad actual, en la cual prevalece el conocimiento teórico. La objeción de Giddens también alude a la pregunta clave: ¿qué es exactamente lo que los autores entienden por conocimiento teóri- co? Es claro, por la cita anterior, que Giddens cree que la concep- ción sociológica clásica de Max Weber sobre la racionalidad formal que sostiene a la acción propositiva (manifestada comúnmente en el crecimiento de las estructuras burocráticas) podría aplicarse en toreo sistemático de actividades que están (re)organizadas con base en principios establecidos (de toxicidad, márgenes de seguridad, etcétera), entonces esto todavía es un asunto más. De manera alternativa, si el conocimiento teórico se entiende como una tendencia de muchísima más reflexividad entre individuos e instituciones, con base en la cual modelan sus acciones futuras, entonces, nuevamente es otro asun- to. Finalmente, si el aumento del conocimiento teórico se caracteriza por la extensión de la certificación educativa –una estrategia común– entonces esto es introducir aún otra definición significativamente distinta. Tales imprecisiones pueden condu- cirnos a ser cautelosos al considerar el conocimiento teórico como un medio sólido para distinguir una sociedad de la información, aunque ese giro decisivo hacia la primacía de la teoría, parece ser un rasgo carac- terístico de la historia reciente. Ésta es, desde mi punto de vista, la con- cepción de sociedad de la informa- ción más verosímil de todas. Conclusión Se examinaron seis concepciones de la sociedad de la información separables por análisis. Se argu- mentó que todas son cuestionables en mayor o menor grado, de tal forma que la idea de una sociedad de la información no puede soste- nerse en la mayoría de sus medi- una definición. Después de todo implica principios abstractos y codi- ficables, reglas y regulaciones (la maquinaria burocrática entera), también requiere el dominio de conocimiento abstracto de los par- ticipantes (cómo trabaja el sistema). El conocimiento teórico, en estos términos, no es más que aprender las reglas y procedimientos de cómo funcionan las burocracias. Si es así, entonces la pregunta forzo- sa sería ¿cuál es específicamente la novedad al respecto? Esto nos conduce a una queja más amplia acerca de la imprecisión del término “conocimiento teórico”. Si, por ejemplo, la “primacía del conoci- miento teórico” se refiere a principios científicos conocidos (el punto de ebullición del agua, la conductividad de los elementos, etcétera), que están codificados en textos, esto es un asunto. Sin embargo, si el conoci- miento teórico es concebido como la inclusión de modelos hipotéticos tales como la relación entre inflación y desempleo, pobreza y oportunida- des de vida, o clase social y oportuni- dades educativas, entonces es otro asunto. Puede ser que tal conoci- miento teórico se distinga de las leyes físicas solamente por el grado, no obstante sigue siendo una dife- rencia importante. Si el conocimiento teórico se percibe como lo relevante de los sistemas expertos que operan servicios en la vida moderna tales como agua y drenaje, control aéreo y redes telefónicas, a través del moni- 40 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 La sociedad de la información revisitada
  • 21. ciones. En cada caso los criterios de definición son imprecisos y vagos. Más aún, la afirmación de que la sociedad de la información marca cambios profundos en nues- tras formas de vida, no puede apo- yarse en los índices cuantitativos que se proponen comúnmente. No hay duda de que en los países avanzados las tecnologías de infor- mación y comunicación se han generalizado y de que la informa- ción ha crecido en su valor econó- mico como sustento de muchas actividades y en su producción sim- bólica. Pero es errónea la idea de que todo ello podría significar el cambio hacia una nueva sociedad, una sociedad de la información. De hecho, lo que es más sorprendente son las continuidades de la era pre- sente, con los órdenes sociales y económicos previos. Los desarro- llos informacionales han sido fuer- temente influidos, por restricciones y prioridades conocidas (H. Schiller, 1981, 1984, 1996; D. Schiller, 1999). Como Kumar Krishan ha concluido, la explosión de la información “no ha producido un cambio radical, en el modo en el que se organizan las sociedades industriales o en la dirección hacia la cual se han esta- do moviendo. Los imperativos de beneficio, poder y control parecen hoy tan predominantes como fue- ron en la historia del capitalismo industrial. La diferencia radica en el mayor rango e intensidad de sus aplicaciones… no en el cambio de los principios en sí mismos” (1995: 154). Es irónico que el concepto más persuasivo de una sociedad de la información, el que se centra en el papel del conocimiento teórico, sea el menos comúnmente sugeri- do por los partidarios a la sociedad de la información. 41 BIBL. UNIV., NUEVA ÉPOCA, ENERO-JUNIO 2006, VOL. 9, No. 1 Referencias ANGELL, Ian (1995) ‘Winners and losers in the information age’, LSE Magazine, 7 (1): 10–12. BARRON, Iann and CURNOW, Ray (1979) The Future with Microelectronics: Forecasting the Effects of Information Technology. London: Pinter. BAUDRILLARD, Jean (1983) In the Shadow of the Silent Majorities. New York: Semiotext(e). BELL, Daniel (1973) The Coming of Post-Industrial Society: a Venture in Social Forecasting. Harmondsworth: Penguin. BELL, Daniel (1979) ‘The social framework of the information society’, in Michael L. Dertouzos and Joel Moses (eds), The Computer Age: a Twenty-Year View. Cambridge, MA: MIT Press. pp. 163–211. BENIGER, James R. (1986) The Control Revolution: Technological and Economic Origins of the Information Society. Cambridge, MA: Harvard University Press. BROWN, Phillip and LAUDER, Hugh (1995) ‘Post-Fordist possibilities: edu- cation, training, and national development’, in L. Bash and A. Green (eds), World Yearbook of Education 1995: Youth, Education and Work, vol. 2. London: Kogan Page. pp. 19–32. CASTELLS, Manuel (1996–8) The Information Age, 3 vols. Vol. 1: The Rise of the Network Society (1996). Vol. 2: The Power of Identity (1997). Vol. 3: End of Millennium (1998). Oxford: Blackwell. Frank Webster
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