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Mitos y lagunas de nuestra educación:
          Investigadores educativos y talento musical1
                                      Hilda Mercedes Morán Quiroz, hmmq033@gmail.com
                                      María Teresa de Guadalupe Ruiz Esparza, ruiz_tere008@hotmail.com
                                      Alicia Velázquez Ornelas, saliciav7@yahoo.com.mx




                                Caracol de Oventik, zona de los altos de Chiapas.
                              Fotografía: María Gracia Castillo Ramírez, enero 2010




Resumen
El reconocimiento de que “todo individuo debe tener el derecho y la oportunidad para desarrollar sus
potencialidades musicales” fue parte de las declaraciones del primer congreso sobre “El papel y lugar de
la música en la eduación de jóvenes y adultos”, realizado en Bruselas en 1953 y auspiciado por la
UNESCO y el Concejo Internacional de Música. Desde entonces, el estudio de los efectos de la música y
la educación musical en el desarrollo del individuo ha demostrado de manera cada vez más contundente
la importancia, por no decir necesidad, de incluir en el currículum escolar una educación musical básica
no centrada en la ejecución instrumental, sino más bien en la comprensión del fenómeno musical, a través
de la práctica vocal y corporal, y del aprendizaje de la lectura y escritura de este arte que solemos llamar
“idioma universal”. Discutimos aquí algunas de las bondades, para el individuo y para la sociedad, de la
educación musical así entendida, en especial cuando se aplica de manera generalizada; analizamos luego
algunos de los obstáculos que particularmente en nuestro medio han impedido llevar a cabo dicha
educación, y terminamos con una reflexión acerca del papel y la formación de los investigadores
educativos al respecto, y lo que podría hacerse.



1
 Esta presentación es parte de un proyecto más amplio denominado "Ejes transversales de la educación", del Cuerpo
Académico Procesos de historia mundial y formación social mexicana (Universidad de Guadalajara), y en el que se
contempla la formación en valores y la transdisciplinariedad a través de las asignaturas de Música e Historia en la
enseñanza básica.
¿Y la partitura para qué es?
Cuenta un profesor e investigador universitario que, como parte de su curso de
ruso, en Rusia, se incluyó un módulo de música. En éste, el material de lectura
era tanto la partitura musical de las canciones tradicionales que debían
aprender y cantar. Aunque la necesidad de aprender ruso e ir a Rusia había
surgido para dicho investigador por el estudio de la migración, entre sus temas
de reflexión estaban también la epistemología, la pedagogía y la educación.
Conocedor, pues, de las cuestiones pedagógicas y educativas, la estrategia de
enseñar un idioma extranjero con partituras musicales le pareció, como
seguramente nos podría parecer a nosotros, antipedagógico: ¡¿cómo se le
ocurre al instructor hacer que sus alumnos lean simultáneamente dos sistemas
de escritura que no corresponden a su lengua materna (en este caso, el cirílico
y el musical)?! Sin embargo, los estudiantes de otras nacionalidades no
tuvieron problemas para cantar a primera vista el lenguaje musical, aunque no
eran músicos. De tal manera, desde el punto de vista de estos estudiantes, la
estrategia era pedagógicamente correcta: estaban partiendo de lo que ya
conocían para acceder a nuevos conocimientos y reforzarlos.
      Así pues, salvo para nuestro profesor investigador, el curso de ruso sería
satisfactorio; no se quejarían, como la niña del chiste quien, después de su
primer día de clases, decide que la escuela es una pérdida de tiempo, puesto
que no sabe leer ni escribir, y no le permiten hablar –ese aprendizaje que tanto
le costó y del cual todos parecían estar tan orgullosos. Podemos suponer que
esto no pasa de ser un chiste, pero vivimos de cerca el drama de un niño que,
después de hacer el examen de admisión para ingresar a 1º de primaria, dijo
tristemente que sólo le habían preguntado cosas que no sabía, pero nada de lo
que sí sabía, como música o inteligencia emocional –poco antes, habíamos
leído y discutido juntos un texto sobre esto último. En cuanto a la música, leía y
escribía las figuras rítmicas básicas con melodías sencillas, y empezaba a
escribir la música de algunas de las canciones que conocía, así como a hacer
sus propias improvisaciones y “composiciones”. Unos meses después de haber
iniciado las clases, anunció que no quería seguir leyendo música porque nadie
en su escuela hacía eso y él no quería sentirse diferente a los demás. Y, a final
de cuentas, si podemos leer y escribir las palabras de una canción, ¿para qué
sirve ser capaces de leer y escribir también la música que las acompaña?


Música para todos
En 1953, en Bruselas, se realizó el primer congreso sobre “El papel y lugar de
la música en la educación de jóvenes y adultos”, en el cual se llegó a las
siguientes conclusiones:
            Todo individuo debe tener el derecho y la oportunidad de desarrollar sus
            potencialidades musicales;
            La educación musical básica debe ser parte integral del currículum normal de
            la escuela;
            La necesidad de expresión musical, inherente a todo ser humano, deber ser
            satisfecha;
            Debe darse espacio para [la enseñanza de] material musical auténtico con
            valor educativo real;
            Como un paso hacia la comprensión entre los pueblos, los cancioneros
            escolares deben contener canciones de todo el mundo.
            (cit. por de Greeve, 20032)

            Dicho congreso, auspiciado por la UNESCO y el Concejo Internacional
de Música, dio lugar, entre otras acciones, a la fundación de la Sociedad
Internacional de Educación Musical (ISME) y la Sociedad Internacional Kodály
(IKS); esta última, sobre la base de la obra de Zoltán Kodály, compositor,
etnomusicólogo, educador, filósofo y lingüista húngaro, quien fungió como
primer presidente, a la vez que presidente honorario de la ISME.
            De 1953 al momento presente, ha habido tantos hallazgos que
corroboran y amplían la importancia de la educación musical en el desarrollo
tanto individual como social, que la pregunta de para qué sirve aprender a leer
y escribir música, se antoja ociosa. Basta con realizar una búsqueda en la
Internet acerca de “música y desarrollo”, “música y pensamiento”, “música y
conciencia”, “música y actividad cerebral”, “música y cociente intelectual”,
“música y matemáticas”, “música y sociedad”… Sin embargo, vale la pena aquí
hacer una síntesis de las propuestas de educación musical de aquella época
del primer congreso de la música en la eduación de jóvenes y adultos,
deteniéndonos un poco más en lo que concierne a las ideas de Kodály, debido
a la gran influencia que tuvieron entonces, y siguen teniendo hasta ahora, a


2
    La traducción de las citas de textos en otros idiomas es de HMMQ.
nivel mundial (a pesar de que sea casi inexistente la literatura al respecto en
español).
         Durante la primera mitad del siglo XX aparecen las propuestas de
educación musical de Edgar Willems, en Bélgica; los hermanos Martenot3, en
Francia; Jacques-Émile Dalcroze, en Suiza; Shinichi Suzuki, en Japón, y Carl
Orff y Gunild Keetman, en Alemania, además de la de Zoltán Kodály, en
Hungría4. Todas ellas comparten, de alguna manera, la preocupación por la
integración del individuo que forma parte de las preocupaciones centrales del
psicoanálisis desde sus inicios, en esa misma época. A la vez, coinciden con
los nuevos descubrimientos en el campo de la epistemología y, por lo tanto, de
las nuevas elaboraciones de las teorías del aprendizaje en general –v.gr.
Vygotski–, de las que incorporan algunos elementos.
         Sin embargo, los objetivos específicos, así como las técnicas y
materiales de cada una de estas propuestas son distintos. En conjunto, cada
una de ellas constituye una unidad compleja, lo que las hace irreductibles unas
a otras. A sabiendas de simplificar demasiado tal complejidad, podríamos decir
que            tanto            Willems              (1890-1978),                 (http://www.association-
willems.com/htfr/0002.htm)                   como           Maurice           Martenot           (1898-1980)5,
(http://martenot.fr/historique.php3), se mantienen en el campo específicamente
musical, poniendo énfasis en las técnicas de enseñanza y estudio que
facilitarán el aprendizaje instrumental, como un agregado a la educación
general para lograr que ésta sea integral. Dalcroze (1865-1950), por su parte,
avanza un poco más hacia tal educación integral desde la educación musical
misma: propone una “educación por [a través de] la música y para la música”
(http://www.dalcroze.ch/html/fr/ensaryth.htm), que él denomina “euritmia”, y
cuyo objetivo es lograr una especie de “afinación” (en el sentido de “poner a
tiempo”, como los automóviles) del individuo en relación consigo mismo y con
el entorno físico (conciencia del sonido, del tiempo, del cuerpo y del movimiento
en el espacio).


3
  Madeleine, Ginette y Maurice, y la esposa de éste, Renée. A pesar de que el “curso Martenot” lo funda Madeleine,
es Maurice el más conocido, por su invención de las ondas Martenot, instrumento de música electrónica.
4
  Puesto que los textos en que se expresan estas propuestas, así como sus elaboraciones posteriores, no son de
circulación general en nuestro medio, las referencias que incluyo más abajo se refieren a páginas Web de fácil acceso,
lo que permitirá al lector interesado hacerse una idea más clara de los planteamientos de cada una de ellas.
5
  Por la razón expresada arriba (nota 3), las fechas se refieren a Maurice.
Suzuki, Orff-Keetman y Kodály coinciden en el interés por el entorno
social, la importancia de la lengua materna musical y del aprendizaje temprano,
aunque de maneras muy distintas.
        Suzuki (1898-1998) plantea una “educación del talento”, tomando como
ejemplo y modelo a seguir el aprendizaje de la “lengua materna”
(http://www.suzukimethod.or.jp/indexE.html;
http://www.suzukimusicacademy.com/Suzuki-methodLinksIndex.html). Elige el
violín como instrumento de aprendizaje musical primero y, en síntesis, se trata
de que, desde su nacimiento, de la misma manera y en el mismo ambiente en
que tiene lugar la posibilidad de adquisición del lenguaje hablado, el niño
escuche el repertorio musical que va a interpretar más tarde. El trabajo primero,
por lo tanto, toca a la familia y específicamente a la madre; es ella quien acude
a las sesiones de orientación desde el primer momento y es ella también quien
debe acompañar al niño a sus primeras clases formales, a partir de que éste
cumple dos años de edad y hasta que ingresa en la escuela primaria. A partir
de ese momento, el aprendizaje del lenguaje musical continúa, como el del
lenguaje hablado, hacia la adquisición del lenguaje escrito, aunque en el caso
de la música se parte de un instrumento musical, y no de la expresión oral.
        Carll Orff (1895-1982), auxiliado por Gunild Keetman (1904-1990) en la
elaboración final de los cinco tomos de ejercicios secuenciados para la
educación musical básica (canto, flauta e “instrumental Orff”), denomina su
método        “Orff     Schulwerk”          (taller     escolar       Orff)     (http://www.orff.de/;
http://www.orff.de/fileadmin/orff/docs/Orff_Today_2003.pdf). El punto de partida
y pilar de su propuesta, es, por un lado, el canto de tradición oral alemán (es
decir, el mismo punto de partida de la composición musical alemana, ya
entonces considerada como “música universal”) y, por el otro, instrumentos
autóctonos de diversas procedencias (los xilófonos africanos y la caja de
resonancia china, por ejemplo) y renacentistas (en especial la flauta dulce).
        Kodály (1882-1967) parte de la idea de que “el alma de un pueblo está
en su música”6 (música de tradición oral) y de que ésta debe formar parte de la
vida cotidiana y de la educación formal, a la vez que convertirse en objeto de
estudio     y elaboración           profesional       (http://www.iks.hu/;        http://www.kodaly-

6
 Diario personal de Zoltán Kodály, circa 1899. Comunicación personal con Szarolta Peczely, viuda de Kodály.
Columbus, Ohio, verano 2002.
inst.hu/kodaly/dates.htm). Así, la base de su propuesta de educación musical
es un conjunto de varias decenas de miles de canciones folklóricas
recolectadas, transcritas, analizadas y clasificadas de acuerdo con diversos
criterios (geográficos, musicales, lingüísticos y sociales), trabajo realizado por
Kodály mismo y Béla Bártok, auxiliados por discípulos y colegas. A partir de
esta colección de canciones, publicadas más tarde por regiones y que sirven
de base para la creación de ambos compositores, Kodály elabora varios
volúmenes de cantos y ejercicios musicales a una y dos voces, para ser
usados en la educación, desde el nivel preescolar hasta el profesional, así
como arreglos a dos y cuatro voces de canciones tradicionales para coros
escolares, diletantes y profesionales. En la práctica, utiliza el sistema de
sílabas para la lectura rítmica y el del “do relativo” para la lectura melódica
(ambos utilizados también por Orff, aunque ello supone diferentes cambios en
cada uno de los dos países, en relación con la forma de lectura utilizada
anteriormente), e integra la fonomimia de Curwen. Con todo, Kodály no tiene
intención alguna de crear un método, y menos aún un método universal, como
la tuvo Orff; por el contrario, Kodály afirma que su método consiste en no tener
un método (Eösze, 2003). Citando a Kadosa, Eösze aclara que “esto no sólo
significa que su método cambia con cada estudiante, sino también que su
manera de enseñar está cambiando, desarrollándose constantemente”.
      En suma, la propuesta de Kodály consiste en que la música sea tratada
de igual manera que el lenguaje hablado: formación de un repertorio básico,
auditivamente, cuyos elementos van haciéndose cada vez más conscientes,
desde el aprendizaje del término con que se designan hasta la lectura y
escritura (por medio del canto y sin la intervención de instrumento alguno, al
menos hasta que se logra dominar este proceso) que permitirán el acceso a la
literatura musical en general, y Kodály insiste en que, en ambos casos, sólo se
utilice el material de la mejor calidad posible, en sentido estético y social. En
cuestión musical, tal material no puede ser otro más que el correspondiente a
la lengua materna (cantos de tradición oral), en un principio, puesto que se
trata no sólo de formar un repertorio, sino de crear una conciencia de
pertenencia a la propia cultura, así como de llegar a comprenderla/se mejor.
Paulatinamente se va integrando música folklórica de otras culturas, así como
piezas musicales “cultas”; el proceso es tan largo como el mismo aprendizaje
del lenguaje hablado y el conocimiento de las obras de la literatura universal.
Ser “un buen músico” significa, para Kodály, haber desarrollado plenamente y
de manera paralela el conocimiento y habilidades musicales, intelectuales,
afectivas y técnicas: “un oido bien entrenado, una cabeza bien entrenada, un
corazón bien entrenado y una mano bien entrenada” (Kodály, 1953). Para
lograrlo, el momento de inicio de tal proceso es, de acuerdo con Kodály, “nueve
meses antes del nacimiento de la madre” (frase que se atribuye también a
Orff). En términos de la “vida musical” (cfr. Adorno, 1985), la propuesta de
Kodály sirve a un doble propósito inmediato: la formación de músicos
profesionales de alto nivel y la de un público informado, educado y crítico,
como condiciones sine qua non para lograr el pleno desarrollo musical de una
sociedad. Ello, a su vez, tendría que conducir a una mayor comprensión
cultural e histórica (tanto de lo “propio” como de lo “ajeno”) y, por ende, a una
mayor armonía en la convivencia social: “Estamos convencidos –dice Kodály–
de que la humanidad vivirá más feliz cuando haya aprendido a vivir con música
más dignamente. Quien trabaje para promover este fin, de una u otra manera,
no habrá vivido en vano” (http://www.iks.hu/).
      En síntesis: Igual que en los muchos otros casos de propuestas de tal
naturaleza en esa misma época (Orff, Dalcroze, Suzuki, Martenot…), la de
Kodály tenía por objetivo la iniciación temprana en la música, condición sine
qua non para la formación de buenos músicos profesionales. Comparte
también con algunas de las otras propuestas, el objetivo de formar un público
informado que resignificara la producción y el consumo musicales. Sin
embargo, la propuesta de Kodály destaca por su reconocimiento de la música
como producto social específico de una cultura, no sólo como factor importante,
o incluso central, en la construcción de identidad individual y nacional, sino
también como punto de partida para la comprensión de otras culturas y para
participar de lo que él llama “universal”, así como para lograr un desarrollo
integral del individuo y facilitar su relación con los otros –o con el Otro–, sobre
el reconocimiento de la igualdad en la diferencia.
      Si, después de lo anterior, necesitamos más razones para incluir el
aprendizaje de la lectura y escritura musicales en la educación básica para
todos, recordemos que Howard Gardner, quien inicia su listado de inteligencias
múltiples con la inteligencia musical, asegura que todos tenemos un mínimo
potencial de las diferentes inteligencias y que, entre los factores que permiten
desarrollarlas, es imprescindible contar con un sistema de escritura gráfica
específico para cada una de ellas. Por otro lado, Norbert Elias (1994: 35)
reconoce que “todo lo que no está representado simbólicamente en el idioma
de una comunidad lingüística no es conocido por sus miembros: no pueden
comunicarse entre sí sobre ello”.


¿No tenemos talento?
Con nuestras deficiencias en materia musical, que precisamente nos han
impedido comunicarnos con facilidad y claridad acerca de lo que debería o
podría ser una educación musical generalizada, ¿qué tanto hemos podido
adoptar, adaptar y /o asimilar en nuestro país de las ideas expuestas arriba?
      En los programas, guías para el maestro y libros de texto gratuitos de la
Secretaría de Educación Pública de los setentas, decenio fuertemente marcado
en México por una especie de “boom” de la educación musical (cfr. Morán
Quiroz, 1997a y 1998), puede observarse ya un interés por la educación
musical en la escuela primaria, aun cuando la asignatura no exista como tal. La
reforma educativa de los ochentas se caracterizó por el método integral para la
enseñanza de la lecto-escritura de la lengua hablada, pero también por la
propuesta de integración de todas las asignaturas, combinándolas entre sí en
la práctica educativa cotidiana, e incluyendo en ello la expresión artística, en la
que se distinguían la musical, la corporal, la plástica y la teatral. En lo que
respecta a la educación musical, ésta era más clara que en los programas
anteriores, y se dio entonces más énfasis también a la educación preescolar en
ese mismo sentido. Las guías para “multiplicadores”, en los estados, del
manejo de los programas correspondientes a dicha reforma, dedicaban una
sección considerable a la música, mencionando específicamente la propuesta
de Kodály. Durante la discusión y elaboración de programas y textos
correspondientes a la “modernización educativa” de los noventas, se habló de
las declaraciones de la UNESCO en relación con la educación artística –en
especial la música– como facilitadora del aprendizaje de lengua y matemáticas.
Un poco de manera extraoficial, se dijo también que la necesidad de reforma
educativa tenía que ver con que el apoyo económico a la educación en México,
por parte de organismos internacionales, estaba de alguna manera
condicionado a la presencia de las actividades artísticas en los programas
educativos para preescolar, primaria y secundaria7.
        Es decir, hace casi cuatro décadas que la educación musical está
contemplada en nuestros programas nacionales de educación básica. Si
tomamos en cuenta el tiempo que debe haber tomado la recuperación de
experiencias y conocimientos que dieran lugar a la elaboración de guías,
programas y planes, seguramente ha pasado ya medio siglo desde el
reconocimiento de la importancia de la educación musical en nuestro país. En
este tiempo, hemos demostrado al mundo que nos interesa la educación y que
estamos conscientes de la relación entre la formación artística y la adquisición
de conocimientos y destrezas en otras áreas consideras fundamentales (como
lengua y matemáticas). Pero lo hemos probado en el papel, mientras que el
nivel de conocimientos de la población no sólo no mejora, sino que empeora.
Las dificultades para implementar una educación musical generalizada en
México van desde nuestras concepciones de la música y la lectura musical –
centradas ambas en el aprendizaje de un instrumento–, hasta la poca o nula
vinculación entre las diferentes instituciones educativas y los profesionales de
las diferentes disciplinas implicadas en ello (cfr. Morán Quiroz, 1997b y 1998).
Uno de los “argumentos” con los que se ha tratado de “justificar” la no
implementación de la educación musical generalizada es que “eso lo pueden
hacer lo niños húngaros, pero no los mexicanos”. Sin embargo, hemos tenido
oportunidad de trabajar en música con unos dos mil niños y unos cuatro mil
profesores; todos ellos fueron capaces de cantar correctamente y demostraron
una clara capacidad para aprender a leer y escribir música; los problemas que
en algún momentos hubieran podido llevarnos a la conclusión de falta de
talento por parte de alguno de ellos, se solucionaron con la implementación de
estrategias pedagógicas, sobre la base de materiales, secuencia y método
adecuados (cfr. Morán Quiroz, 2000).


7
 Información tomada de la experiencia profesional de HMMQ quien, durante la reforma de los
ochentas, se desempeñaba como maestra de educación musical de preescolar comisionada al Consejo
Estatal Técnico de la Educación, y más tarde como asesora de la Subjefatura Técnica, dependencias
ambas del entonces Departamento de Educación Pública del Estado de Jalisco. Durante la reforma de la
Modernización Educativa, en 1992, colaboró en la discusión y diseño de los planes y programas de
educación primaria y secundaria, en el área de artísticas.
En la misma época a la que corresponden nuestros programas
educativos de los setentas, en China se planteó también la necesidad de incluir
la educación musical en la enseñanza básica. Aunque todavía no es
generalizada, ahora cuentan ya con una colección de cantos de tradición oral
para ser utilizados en dicha educación, así como con un Departamento de
Educación Musical en el que trabajan profesores y músicos que sí aprendieron
a leer y escribir música en la escuela primaria, y que ahora se encargan de
continuar tanto con la investigación como con la enseñanza de nuevas
generaciones de niños y de investigadores educativos8. Ciertamente, también
en nuestro país existe no uno, sino varios Departamentos de Educación
Musical en otras tantas universidades. Pero éstos tienen poca o nula relación,
ya sea formal o informal, con la educación básica que se imparte en las
escuelas, sean públicas o privadas. Tanto las instituciones educativas
musicales como nosotros mismos, seguimos esgrimiendo el argumento del
talento, antes de considerar seriamente la educación musical de un niño, sea
nuestro hijo o nuestro alumno, o de nosotros mismos como adultos. ¡Como si,
para enseñar a leer y escribir a los niños, o para llevar a cabo una acción de
alfabetización de adultos, pidiéramos que antes demostraran una inclinación
especial hacia las grandes obras de la literatura universal, o habilidades
sobresalientes para la narrativa y/o la poesía! Todavía peor: esperamos que el
talento musical se demuestre a través de la ejecución de un instrumento, como
si, para enseñar a hablar a nuestros hijos, esperáramos que pudieran escribir
textos en un procesador de palabras, o como si no fuera posible comunicarnos
a través de la palabra sin una computadora o máquina de escribir.
         En pocas palabras: siguiendo la lógica del lenguaje –y la música, tanto
como la palabra y las matemáticas, es un lenguaje–, no nos quedaría más que
aceptar que la adquisición de la lecto-escritura musical es un derecho de todos,
independientemente del talento que para ello se tenga, de la misma manera
como se enseña la escritura de la lengua hablada y de las matemáticas, sin
que para ello sea necesario demostrar algún talento especial para la literatura,


8
  Entrevista personal, no grabada, de HMMQ con Gao Jianjin y Miya Jiang, directora y profesora, respectivamente,
del Departamento de Educación Musical del Conservatorio Central de China; Pekín, China, junio 2007. El contacto
se estableción a través del Dr. Naixiong Liao, iniciador del proyecto y las acciones conducentes hacia la educación
musical generalizada en China; miembro fundador, junto con HMMQ e investigadores de otros países, del “Foro
Internacional Lászlo Vikár para la Investigación en Música Folklórica”, de la Sociedad Internacional Kodály.
las ciencias duras o, en general, la abstracción. Pensemos, pues, en la música
como un lenguaje más, que tiene la ventaja de escribirse de la misma manera
en prácticamente todas las culturas y todos los idiomas, con significados que
resultan mucho más inmediatamente comprensibles que el lenguaje hablado
cuando se trata de un idioma que no conocemos. Por añadidura, el aprendizaje
musical toca aspectos intelectuales, afectivos y motrices a la vez, y es una de
las asignaturas que pueden constituir un verdadero “eje transversal de la
educación”, como se ha dado en llamar a las materias que atraviesan todos los
niveles educativos hasta la profesionalización, y contribuyen a la formación en
valores, a través de la comprensión de uno mismo y de los otros, iguales y
diferentes.


Investigadores educativos y educación
Nos parece evidente la relación entre la investigación educativa y la calidad de
la educación, desde preescolar hasta posgrado. Hemos discutido este punto en
otro lado (Morán Quiroz, 2010), por lo que aquí nos limitaremos a señalar
algunos aspectos de la formación de jóvenes investigadores que, en el futuro,
pudieran mostrarnos no sólo lo que es o debe ser la educación, sino también lo
que podría ser. Para ello, tendríamos que formar investigadores capaces de
aventurarse fuera de lo ya establecido, de pensar y ver más allá de la realidad
inmediata que les rodea y de lo que suponemos (o alguien más supone) que
debe ser. Hace unos años, trabajando con futuros investigadores educativos,
entonces estudiantes de posgrado, encontramos que su nivel de comprensión
lectora estaba muy por debajo del de los estudiantes de la licenciatura en
Sociología que atendíamos de forma paralela. Después de algunos ejercicios y
de la implementación de diversas estrategias pedagógicas, descubrimos que
las dificultades de los primeros se debían, sobre todo, a la expectativa que
tenían de los textos leídos: estaban convencidos de que tales textos daban
instrucciones acerca de qué y cómo hacer algo (en el caso particular, cómo
enseñar a leer y escribir y cómo enseñar matemáticas). Puesto que se trataba,
en realidad, de algunos reportes de investigación acerca de diferentes métodos
en diferentes contextos, les resultaban confusos y contradictorios. Los
estudiantes de la licenciatura en Sociología, en cambio, lograban comprender
mejor el contenido de los textos, pero también tenían algunas dificultades para
aplicarlos a la observación de su propia realidad: el problema era que estaban
dispuestos a criticar, desde antes de empezar a leer. Este ejemplo nos parece
ilustrativo de algunas de las cuestiones a cuidar en la formación de
investigadores, quienes, por un lado, tendrían que confiar en su propia
experiencia de vida como punto de partida para nuevos aprendizajes (¿y qué
es la investigación, si no la búsqueda de lo que no conocemos?), y confiar
también en la teoría, no como algo que debe aprenderse y aplicarse a pie
juntillas, sino como herramienta de observación, reflexión y cambio. En ese
sentido, tendríamos que dar prioridad a las preguntas, por sobre el método y la
elaboración y comprobación de hipótesis, que muchas veces se convierten en
obstáculos para el conocimiento, antes que posibilitadores. Como formadores
de investigadores educativos, tendríamos que recordar que no somos más que
guías en el proceso de descubrimiento de otras formas de ver el mundo, un
mundo cuyo cambio es cada vez más vertiginoso hacia direcciones igualmente
cada vez más inciertas. Tendríamos que recordar también que el centro de
nuestros esfuerzos educativos es un sujeto, cuyo reconocimiento de su propia
subjetividad y diferencias individuales es el camino hacia el reconocimiento de
la igualdad.
      Creemos, en fin, que un buen investigador educativo, al igual que un
buen músico (o cualquier ser humano que pretenda vivir plenamente y aportar
algo a quienes le rodean), tendría que desarrollar por igual, lo sensorial, el
pensamiento, lo emocional y la técnica (oído, cabeza, corazón y mano, según
dice Kodály en el caso de la música).


Referencias
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       alemana”, en Impromptus, Laia, Barcelona.
Elias, Norbert (1994). Teoría del símbolo. Un ensayo de antropología cultural,
       Trad. José Manuel Álvarez Flórez, Península, Barcelona.
Eösze, Lászlo (2003). “Zoltán Kodály, the Composition Teacher”, en Bulletin of
       the International Kodály Society, Vol. 28 no. 1, Spring, Budapest.
Gardner, Howard (1995). Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica,
       Paidós, Barcelona.
Kodály, Zoltán (1953). “Who is a good musician”, en The Selected Writings of
       Zoltán Kodály, Boosey & Hawkes, Londres.
Morán Quiroz, Hilda Mercedes (1997a). Culture, Éducation et Pouvoir. Les
     chansons dans l’éducation préscolaire au Mexique de 1934 à 1963,
     Thèse à la carte, Septentrion Presses Universitaires, Villeneuve d’Ascq,
     Francia.
_______ (1997b). "Kodály in Mexico", en Bulletin of the International Kodály
     Society, Vol. 22 no. 2, Autumn, Budapest, pp. 18-22
_______ (1998). “Historias de un conocimiento musical imaginario”, en
     Estudios del Hombre 8, U. de G., Guadalajara, Jal., pp. 143-165.
_______ (2000). “Entre nota y nota la confianza brota”, en Educar Revista
     Educación, Nueva Época no. 15, octubre-diciembre, Sistema Educativo
     Jalisciense, Secretaría de Educación, Guadalajara, Jalisco, ISSN 1405-
     4787, pp. 17-23.
________ (2010). “Intersections: Music Research and (Music) Education”, en
     Jerry L. Jaccard e Hilda Mercedes Morán Quiroz (coord.), Intersections:
     Music, Tradition and Education, Universidad de Guadalajara, México.

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Mitos y lagunas de nuestra educación blog

  • 1. Mitos y lagunas de nuestra educación: Investigadores educativos y talento musical1 Hilda Mercedes Morán Quiroz, hmmq033@gmail.com María Teresa de Guadalupe Ruiz Esparza, ruiz_tere008@hotmail.com Alicia Velázquez Ornelas, saliciav7@yahoo.com.mx Caracol de Oventik, zona de los altos de Chiapas. Fotografía: María Gracia Castillo Ramírez, enero 2010 Resumen El reconocimiento de que “todo individuo debe tener el derecho y la oportunidad para desarrollar sus potencialidades musicales” fue parte de las declaraciones del primer congreso sobre “El papel y lugar de la música en la eduación de jóvenes y adultos”, realizado en Bruselas en 1953 y auspiciado por la UNESCO y el Concejo Internacional de Música. Desde entonces, el estudio de los efectos de la música y la educación musical en el desarrollo del individuo ha demostrado de manera cada vez más contundente la importancia, por no decir necesidad, de incluir en el currículum escolar una educación musical básica no centrada en la ejecución instrumental, sino más bien en la comprensión del fenómeno musical, a través de la práctica vocal y corporal, y del aprendizaje de la lectura y escritura de este arte que solemos llamar “idioma universal”. Discutimos aquí algunas de las bondades, para el individuo y para la sociedad, de la educación musical así entendida, en especial cuando se aplica de manera generalizada; analizamos luego algunos de los obstáculos que particularmente en nuestro medio han impedido llevar a cabo dicha educación, y terminamos con una reflexión acerca del papel y la formación de los investigadores educativos al respecto, y lo que podría hacerse. 1 Esta presentación es parte de un proyecto más amplio denominado "Ejes transversales de la educación", del Cuerpo Académico Procesos de historia mundial y formación social mexicana (Universidad de Guadalajara), y en el que se contempla la formación en valores y la transdisciplinariedad a través de las asignaturas de Música e Historia en la enseñanza básica.
  • 2. ¿Y la partitura para qué es? Cuenta un profesor e investigador universitario que, como parte de su curso de ruso, en Rusia, se incluyó un módulo de música. En éste, el material de lectura era tanto la partitura musical de las canciones tradicionales que debían aprender y cantar. Aunque la necesidad de aprender ruso e ir a Rusia había surgido para dicho investigador por el estudio de la migración, entre sus temas de reflexión estaban también la epistemología, la pedagogía y la educación. Conocedor, pues, de las cuestiones pedagógicas y educativas, la estrategia de enseñar un idioma extranjero con partituras musicales le pareció, como seguramente nos podría parecer a nosotros, antipedagógico: ¡¿cómo se le ocurre al instructor hacer que sus alumnos lean simultáneamente dos sistemas de escritura que no corresponden a su lengua materna (en este caso, el cirílico y el musical)?! Sin embargo, los estudiantes de otras nacionalidades no tuvieron problemas para cantar a primera vista el lenguaje musical, aunque no eran músicos. De tal manera, desde el punto de vista de estos estudiantes, la estrategia era pedagógicamente correcta: estaban partiendo de lo que ya conocían para acceder a nuevos conocimientos y reforzarlos. Así pues, salvo para nuestro profesor investigador, el curso de ruso sería satisfactorio; no se quejarían, como la niña del chiste quien, después de su primer día de clases, decide que la escuela es una pérdida de tiempo, puesto que no sabe leer ni escribir, y no le permiten hablar –ese aprendizaje que tanto le costó y del cual todos parecían estar tan orgullosos. Podemos suponer que esto no pasa de ser un chiste, pero vivimos de cerca el drama de un niño que, después de hacer el examen de admisión para ingresar a 1º de primaria, dijo tristemente que sólo le habían preguntado cosas que no sabía, pero nada de lo que sí sabía, como música o inteligencia emocional –poco antes, habíamos leído y discutido juntos un texto sobre esto último. En cuanto a la música, leía y escribía las figuras rítmicas básicas con melodías sencillas, y empezaba a escribir la música de algunas de las canciones que conocía, así como a hacer sus propias improvisaciones y “composiciones”. Unos meses después de haber iniciado las clases, anunció que no quería seguir leyendo música porque nadie en su escuela hacía eso y él no quería sentirse diferente a los demás. Y, a final
  • 3. de cuentas, si podemos leer y escribir las palabras de una canción, ¿para qué sirve ser capaces de leer y escribir también la música que las acompaña? Música para todos En 1953, en Bruselas, se realizó el primer congreso sobre “El papel y lugar de la música en la educación de jóvenes y adultos”, en el cual se llegó a las siguientes conclusiones: Todo individuo debe tener el derecho y la oportunidad de desarrollar sus potencialidades musicales; La educación musical básica debe ser parte integral del currículum normal de la escuela; La necesidad de expresión musical, inherente a todo ser humano, deber ser satisfecha; Debe darse espacio para [la enseñanza de] material musical auténtico con valor educativo real; Como un paso hacia la comprensión entre los pueblos, los cancioneros escolares deben contener canciones de todo el mundo. (cit. por de Greeve, 20032) Dicho congreso, auspiciado por la UNESCO y el Concejo Internacional de Música, dio lugar, entre otras acciones, a la fundación de la Sociedad Internacional de Educación Musical (ISME) y la Sociedad Internacional Kodály (IKS); esta última, sobre la base de la obra de Zoltán Kodály, compositor, etnomusicólogo, educador, filósofo y lingüista húngaro, quien fungió como primer presidente, a la vez que presidente honorario de la ISME. De 1953 al momento presente, ha habido tantos hallazgos que corroboran y amplían la importancia de la educación musical en el desarrollo tanto individual como social, que la pregunta de para qué sirve aprender a leer y escribir música, se antoja ociosa. Basta con realizar una búsqueda en la Internet acerca de “música y desarrollo”, “música y pensamiento”, “música y conciencia”, “música y actividad cerebral”, “música y cociente intelectual”, “música y matemáticas”, “música y sociedad”… Sin embargo, vale la pena aquí hacer una síntesis de las propuestas de educación musical de aquella época del primer congreso de la música en la eduación de jóvenes y adultos, deteniéndonos un poco más en lo que concierne a las ideas de Kodály, debido a la gran influencia que tuvieron entonces, y siguen teniendo hasta ahora, a 2 La traducción de las citas de textos en otros idiomas es de HMMQ.
  • 4. nivel mundial (a pesar de que sea casi inexistente la literatura al respecto en español). Durante la primera mitad del siglo XX aparecen las propuestas de educación musical de Edgar Willems, en Bélgica; los hermanos Martenot3, en Francia; Jacques-Émile Dalcroze, en Suiza; Shinichi Suzuki, en Japón, y Carl Orff y Gunild Keetman, en Alemania, además de la de Zoltán Kodály, en Hungría4. Todas ellas comparten, de alguna manera, la preocupación por la integración del individuo que forma parte de las preocupaciones centrales del psicoanálisis desde sus inicios, en esa misma época. A la vez, coinciden con los nuevos descubrimientos en el campo de la epistemología y, por lo tanto, de las nuevas elaboraciones de las teorías del aprendizaje en general –v.gr. Vygotski–, de las que incorporan algunos elementos. Sin embargo, los objetivos específicos, así como las técnicas y materiales de cada una de estas propuestas son distintos. En conjunto, cada una de ellas constituye una unidad compleja, lo que las hace irreductibles unas a otras. A sabiendas de simplificar demasiado tal complejidad, podríamos decir que tanto Willems (1890-1978), (http://www.association- willems.com/htfr/0002.htm) como Maurice Martenot (1898-1980)5, (http://martenot.fr/historique.php3), se mantienen en el campo específicamente musical, poniendo énfasis en las técnicas de enseñanza y estudio que facilitarán el aprendizaje instrumental, como un agregado a la educación general para lograr que ésta sea integral. Dalcroze (1865-1950), por su parte, avanza un poco más hacia tal educación integral desde la educación musical misma: propone una “educación por [a través de] la música y para la música” (http://www.dalcroze.ch/html/fr/ensaryth.htm), que él denomina “euritmia”, y cuyo objetivo es lograr una especie de “afinación” (en el sentido de “poner a tiempo”, como los automóviles) del individuo en relación consigo mismo y con el entorno físico (conciencia del sonido, del tiempo, del cuerpo y del movimiento en el espacio). 3 Madeleine, Ginette y Maurice, y la esposa de éste, Renée. A pesar de que el “curso Martenot” lo funda Madeleine, es Maurice el más conocido, por su invención de las ondas Martenot, instrumento de música electrónica. 4 Puesto que los textos en que se expresan estas propuestas, así como sus elaboraciones posteriores, no son de circulación general en nuestro medio, las referencias que incluyo más abajo se refieren a páginas Web de fácil acceso, lo que permitirá al lector interesado hacerse una idea más clara de los planteamientos de cada una de ellas. 5 Por la razón expresada arriba (nota 3), las fechas se refieren a Maurice.
  • 5. Suzuki, Orff-Keetman y Kodály coinciden en el interés por el entorno social, la importancia de la lengua materna musical y del aprendizaje temprano, aunque de maneras muy distintas. Suzuki (1898-1998) plantea una “educación del talento”, tomando como ejemplo y modelo a seguir el aprendizaje de la “lengua materna” (http://www.suzukimethod.or.jp/indexE.html; http://www.suzukimusicacademy.com/Suzuki-methodLinksIndex.html). Elige el violín como instrumento de aprendizaje musical primero y, en síntesis, se trata de que, desde su nacimiento, de la misma manera y en el mismo ambiente en que tiene lugar la posibilidad de adquisición del lenguaje hablado, el niño escuche el repertorio musical que va a interpretar más tarde. El trabajo primero, por lo tanto, toca a la familia y específicamente a la madre; es ella quien acude a las sesiones de orientación desde el primer momento y es ella también quien debe acompañar al niño a sus primeras clases formales, a partir de que éste cumple dos años de edad y hasta que ingresa en la escuela primaria. A partir de ese momento, el aprendizaje del lenguaje musical continúa, como el del lenguaje hablado, hacia la adquisición del lenguaje escrito, aunque en el caso de la música se parte de un instrumento musical, y no de la expresión oral. Carll Orff (1895-1982), auxiliado por Gunild Keetman (1904-1990) en la elaboración final de los cinco tomos de ejercicios secuenciados para la educación musical básica (canto, flauta e “instrumental Orff”), denomina su método “Orff Schulwerk” (taller escolar Orff) (http://www.orff.de/; http://www.orff.de/fileadmin/orff/docs/Orff_Today_2003.pdf). El punto de partida y pilar de su propuesta, es, por un lado, el canto de tradición oral alemán (es decir, el mismo punto de partida de la composición musical alemana, ya entonces considerada como “música universal”) y, por el otro, instrumentos autóctonos de diversas procedencias (los xilófonos africanos y la caja de resonancia china, por ejemplo) y renacentistas (en especial la flauta dulce). Kodály (1882-1967) parte de la idea de que “el alma de un pueblo está en su música”6 (música de tradición oral) y de que ésta debe formar parte de la vida cotidiana y de la educación formal, a la vez que convertirse en objeto de estudio y elaboración profesional (http://www.iks.hu/; http://www.kodaly- 6 Diario personal de Zoltán Kodály, circa 1899. Comunicación personal con Szarolta Peczely, viuda de Kodály. Columbus, Ohio, verano 2002.
  • 6. inst.hu/kodaly/dates.htm). Así, la base de su propuesta de educación musical es un conjunto de varias decenas de miles de canciones folklóricas recolectadas, transcritas, analizadas y clasificadas de acuerdo con diversos criterios (geográficos, musicales, lingüísticos y sociales), trabajo realizado por Kodály mismo y Béla Bártok, auxiliados por discípulos y colegas. A partir de esta colección de canciones, publicadas más tarde por regiones y que sirven de base para la creación de ambos compositores, Kodály elabora varios volúmenes de cantos y ejercicios musicales a una y dos voces, para ser usados en la educación, desde el nivel preescolar hasta el profesional, así como arreglos a dos y cuatro voces de canciones tradicionales para coros escolares, diletantes y profesionales. En la práctica, utiliza el sistema de sílabas para la lectura rítmica y el del “do relativo” para la lectura melódica (ambos utilizados también por Orff, aunque ello supone diferentes cambios en cada uno de los dos países, en relación con la forma de lectura utilizada anteriormente), e integra la fonomimia de Curwen. Con todo, Kodály no tiene intención alguna de crear un método, y menos aún un método universal, como la tuvo Orff; por el contrario, Kodály afirma que su método consiste en no tener un método (Eösze, 2003). Citando a Kadosa, Eösze aclara que “esto no sólo significa que su método cambia con cada estudiante, sino también que su manera de enseñar está cambiando, desarrollándose constantemente”. En suma, la propuesta de Kodály consiste en que la música sea tratada de igual manera que el lenguaje hablado: formación de un repertorio básico, auditivamente, cuyos elementos van haciéndose cada vez más conscientes, desde el aprendizaje del término con que se designan hasta la lectura y escritura (por medio del canto y sin la intervención de instrumento alguno, al menos hasta que se logra dominar este proceso) que permitirán el acceso a la literatura musical en general, y Kodály insiste en que, en ambos casos, sólo se utilice el material de la mejor calidad posible, en sentido estético y social. En cuestión musical, tal material no puede ser otro más que el correspondiente a la lengua materna (cantos de tradición oral), en un principio, puesto que se trata no sólo de formar un repertorio, sino de crear una conciencia de pertenencia a la propia cultura, así como de llegar a comprenderla/se mejor. Paulatinamente se va integrando música folklórica de otras culturas, así como piezas musicales “cultas”; el proceso es tan largo como el mismo aprendizaje
  • 7. del lenguaje hablado y el conocimiento de las obras de la literatura universal. Ser “un buen músico” significa, para Kodály, haber desarrollado plenamente y de manera paralela el conocimiento y habilidades musicales, intelectuales, afectivas y técnicas: “un oido bien entrenado, una cabeza bien entrenada, un corazón bien entrenado y una mano bien entrenada” (Kodály, 1953). Para lograrlo, el momento de inicio de tal proceso es, de acuerdo con Kodály, “nueve meses antes del nacimiento de la madre” (frase que se atribuye también a Orff). En términos de la “vida musical” (cfr. Adorno, 1985), la propuesta de Kodály sirve a un doble propósito inmediato: la formación de músicos profesionales de alto nivel y la de un público informado, educado y crítico, como condiciones sine qua non para lograr el pleno desarrollo musical de una sociedad. Ello, a su vez, tendría que conducir a una mayor comprensión cultural e histórica (tanto de lo “propio” como de lo “ajeno”) y, por ende, a una mayor armonía en la convivencia social: “Estamos convencidos –dice Kodály– de que la humanidad vivirá más feliz cuando haya aprendido a vivir con música más dignamente. Quien trabaje para promover este fin, de una u otra manera, no habrá vivido en vano” (http://www.iks.hu/). En síntesis: Igual que en los muchos otros casos de propuestas de tal naturaleza en esa misma época (Orff, Dalcroze, Suzuki, Martenot…), la de Kodály tenía por objetivo la iniciación temprana en la música, condición sine qua non para la formación de buenos músicos profesionales. Comparte también con algunas de las otras propuestas, el objetivo de formar un público informado que resignificara la producción y el consumo musicales. Sin embargo, la propuesta de Kodály destaca por su reconocimiento de la música como producto social específico de una cultura, no sólo como factor importante, o incluso central, en la construcción de identidad individual y nacional, sino también como punto de partida para la comprensión de otras culturas y para participar de lo que él llama “universal”, así como para lograr un desarrollo integral del individuo y facilitar su relación con los otros –o con el Otro–, sobre el reconocimiento de la igualdad en la diferencia. Si, después de lo anterior, necesitamos más razones para incluir el aprendizaje de la lectura y escritura musicales en la educación básica para todos, recordemos que Howard Gardner, quien inicia su listado de inteligencias múltiples con la inteligencia musical, asegura que todos tenemos un mínimo
  • 8. potencial de las diferentes inteligencias y que, entre los factores que permiten desarrollarlas, es imprescindible contar con un sistema de escritura gráfica específico para cada una de ellas. Por otro lado, Norbert Elias (1994: 35) reconoce que “todo lo que no está representado simbólicamente en el idioma de una comunidad lingüística no es conocido por sus miembros: no pueden comunicarse entre sí sobre ello”. ¿No tenemos talento? Con nuestras deficiencias en materia musical, que precisamente nos han impedido comunicarnos con facilidad y claridad acerca de lo que debería o podría ser una educación musical generalizada, ¿qué tanto hemos podido adoptar, adaptar y /o asimilar en nuestro país de las ideas expuestas arriba? En los programas, guías para el maestro y libros de texto gratuitos de la Secretaría de Educación Pública de los setentas, decenio fuertemente marcado en México por una especie de “boom” de la educación musical (cfr. Morán Quiroz, 1997a y 1998), puede observarse ya un interés por la educación musical en la escuela primaria, aun cuando la asignatura no exista como tal. La reforma educativa de los ochentas se caracterizó por el método integral para la enseñanza de la lecto-escritura de la lengua hablada, pero también por la propuesta de integración de todas las asignaturas, combinándolas entre sí en la práctica educativa cotidiana, e incluyendo en ello la expresión artística, en la que se distinguían la musical, la corporal, la plástica y la teatral. En lo que respecta a la educación musical, ésta era más clara que en los programas anteriores, y se dio entonces más énfasis también a la educación preescolar en ese mismo sentido. Las guías para “multiplicadores”, en los estados, del manejo de los programas correspondientes a dicha reforma, dedicaban una sección considerable a la música, mencionando específicamente la propuesta de Kodály. Durante la discusión y elaboración de programas y textos correspondientes a la “modernización educativa” de los noventas, se habló de las declaraciones de la UNESCO en relación con la educación artística –en especial la música– como facilitadora del aprendizaje de lengua y matemáticas. Un poco de manera extraoficial, se dijo también que la necesidad de reforma educativa tenía que ver con que el apoyo económico a la educación en México,
  • 9. por parte de organismos internacionales, estaba de alguna manera condicionado a la presencia de las actividades artísticas en los programas educativos para preescolar, primaria y secundaria7. Es decir, hace casi cuatro décadas que la educación musical está contemplada en nuestros programas nacionales de educación básica. Si tomamos en cuenta el tiempo que debe haber tomado la recuperación de experiencias y conocimientos que dieran lugar a la elaboración de guías, programas y planes, seguramente ha pasado ya medio siglo desde el reconocimiento de la importancia de la educación musical en nuestro país. En este tiempo, hemos demostrado al mundo que nos interesa la educación y que estamos conscientes de la relación entre la formación artística y la adquisición de conocimientos y destrezas en otras áreas consideras fundamentales (como lengua y matemáticas). Pero lo hemos probado en el papel, mientras que el nivel de conocimientos de la población no sólo no mejora, sino que empeora. Las dificultades para implementar una educación musical generalizada en México van desde nuestras concepciones de la música y la lectura musical – centradas ambas en el aprendizaje de un instrumento–, hasta la poca o nula vinculación entre las diferentes instituciones educativas y los profesionales de las diferentes disciplinas implicadas en ello (cfr. Morán Quiroz, 1997b y 1998). Uno de los “argumentos” con los que se ha tratado de “justificar” la no implementación de la educación musical generalizada es que “eso lo pueden hacer lo niños húngaros, pero no los mexicanos”. Sin embargo, hemos tenido oportunidad de trabajar en música con unos dos mil niños y unos cuatro mil profesores; todos ellos fueron capaces de cantar correctamente y demostraron una clara capacidad para aprender a leer y escribir música; los problemas que en algún momentos hubieran podido llevarnos a la conclusión de falta de talento por parte de alguno de ellos, se solucionaron con la implementación de estrategias pedagógicas, sobre la base de materiales, secuencia y método adecuados (cfr. Morán Quiroz, 2000). 7 Información tomada de la experiencia profesional de HMMQ quien, durante la reforma de los ochentas, se desempeñaba como maestra de educación musical de preescolar comisionada al Consejo Estatal Técnico de la Educación, y más tarde como asesora de la Subjefatura Técnica, dependencias ambas del entonces Departamento de Educación Pública del Estado de Jalisco. Durante la reforma de la Modernización Educativa, en 1992, colaboró en la discusión y diseño de los planes y programas de educación primaria y secundaria, en el área de artísticas.
  • 10. En la misma época a la que corresponden nuestros programas educativos de los setentas, en China se planteó también la necesidad de incluir la educación musical en la enseñanza básica. Aunque todavía no es generalizada, ahora cuentan ya con una colección de cantos de tradición oral para ser utilizados en dicha educación, así como con un Departamento de Educación Musical en el que trabajan profesores y músicos que sí aprendieron a leer y escribir música en la escuela primaria, y que ahora se encargan de continuar tanto con la investigación como con la enseñanza de nuevas generaciones de niños y de investigadores educativos8. Ciertamente, también en nuestro país existe no uno, sino varios Departamentos de Educación Musical en otras tantas universidades. Pero éstos tienen poca o nula relación, ya sea formal o informal, con la educación básica que se imparte en las escuelas, sean públicas o privadas. Tanto las instituciones educativas musicales como nosotros mismos, seguimos esgrimiendo el argumento del talento, antes de considerar seriamente la educación musical de un niño, sea nuestro hijo o nuestro alumno, o de nosotros mismos como adultos. ¡Como si, para enseñar a leer y escribir a los niños, o para llevar a cabo una acción de alfabetización de adultos, pidiéramos que antes demostraran una inclinación especial hacia las grandes obras de la literatura universal, o habilidades sobresalientes para la narrativa y/o la poesía! Todavía peor: esperamos que el talento musical se demuestre a través de la ejecución de un instrumento, como si, para enseñar a hablar a nuestros hijos, esperáramos que pudieran escribir textos en un procesador de palabras, o como si no fuera posible comunicarnos a través de la palabra sin una computadora o máquina de escribir. En pocas palabras: siguiendo la lógica del lenguaje –y la música, tanto como la palabra y las matemáticas, es un lenguaje–, no nos quedaría más que aceptar que la adquisición de la lecto-escritura musical es un derecho de todos, independientemente del talento que para ello se tenga, de la misma manera como se enseña la escritura de la lengua hablada y de las matemáticas, sin que para ello sea necesario demostrar algún talento especial para la literatura, 8 Entrevista personal, no grabada, de HMMQ con Gao Jianjin y Miya Jiang, directora y profesora, respectivamente, del Departamento de Educación Musical del Conservatorio Central de China; Pekín, China, junio 2007. El contacto se estableción a través del Dr. Naixiong Liao, iniciador del proyecto y las acciones conducentes hacia la educación musical generalizada en China; miembro fundador, junto con HMMQ e investigadores de otros países, del “Foro Internacional Lászlo Vikár para la Investigación en Música Folklórica”, de la Sociedad Internacional Kodály.
  • 11. las ciencias duras o, en general, la abstracción. Pensemos, pues, en la música como un lenguaje más, que tiene la ventaja de escribirse de la misma manera en prácticamente todas las culturas y todos los idiomas, con significados que resultan mucho más inmediatamente comprensibles que el lenguaje hablado cuando se trata de un idioma que no conocemos. Por añadidura, el aprendizaje musical toca aspectos intelectuales, afectivos y motrices a la vez, y es una de las asignaturas que pueden constituir un verdadero “eje transversal de la educación”, como se ha dado en llamar a las materias que atraviesan todos los niveles educativos hasta la profesionalización, y contribuyen a la formación en valores, a través de la comprensión de uno mismo y de los otros, iguales y diferentes. Investigadores educativos y educación Nos parece evidente la relación entre la investigación educativa y la calidad de la educación, desde preescolar hasta posgrado. Hemos discutido este punto en otro lado (Morán Quiroz, 2010), por lo que aquí nos limitaremos a señalar algunos aspectos de la formación de jóvenes investigadores que, en el futuro, pudieran mostrarnos no sólo lo que es o debe ser la educación, sino también lo que podría ser. Para ello, tendríamos que formar investigadores capaces de aventurarse fuera de lo ya establecido, de pensar y ver más allá de la realidad inmediata que les rodea y de lo que suponemos (o alguien más supone) que debe ser. Hace unos años, trabajando con futuros investigadores educativos, entonces estudiantes de posgrado, encontramos que su nivel de comprensión lectora estaba muy por debajo del de los estudiantes de la licenciatura en Sociología que atendíamos de forma paralela. Después de algunos ejercicios y de la implementación de diversas estrategias pedagógicas, descubrimos que las dificultades de los primeros se debían, sobre todo, a la expectativa que tenían de los textos leídos: estaban convencidos de que tales textos daban instrucciones acerca de qué y cómo hacer algo (en el caso particular, cómo enseñar a leer y escribir y cómo enseñar matemáticas). Puesto que se trataba, en realidad, de algunos reportes de investigación acerca de diferentes métodos en diferentes contextos, les resultaban confusos y contradictorios. Los estudiantes de la licenciatura en Sociología, en cambio, lograban comprender
  • 12. mejor el contenido de los textos, pero también tenían algunas dificultades para aplicarlos a la observación de su propia realidad: el problema era que estaban dispuestos a criticar, desde antes de empezar a leer. Este ejemplo nos parece ilustrativo de algunas de las cuestiones a cuidar en la formación de investigadores, quienes, por un lado, tendrían que confiar en su propia experiencia de vida como punto de partida para nuevos aprendizajes (¿y qué es la investigación, si no la búsqueda de lo que no conocemos?), y confiar también en la teoría, no como algo que debe aprenderse y aplicarse a pie juntillas, sino como herramienta de observación, reflexión y cambio. En ese sentido, tendríamos que dar prioridad a las preguntas, por sobre el método y la elaboración y comprobación de hipótesis, que muchas veces se convierten en obstáculos para el conocimiento, antes que posibilitadores. Como formadores de investigadores educativos, tendríamos que recordar que no somos más que guías en el proceso de descubrimiento de otras formas de ver el mundo, un mundo cuyo cambio es cada vez más vertiginoso hacia direcciones igualmente cada vez más inciertas. Tendríamos que recordar también que el centro de nuestros esfuerzos educativos es un sujeto, cuyo reconocimiento de su propia subjetividad y diferencias individuales es el camino hacia el reconocimiento de la igualdad. Creemos, en fin, que un buen investigador educativo, al igual que un buen músico (o cualquier ser humano que pretenda vivir plenamente y aportar algo a quienes le rodean), tendría que desarrollar por igual, lo sensorial, el pensamiento, lo emocional y la técnica (oído, cabeza, corazón y mano, según dice Kodály en el caso de la música). Referencias Adorno, Theodor W. Adorno (1985). “Anotaciones sobre la vida musical alemana”, en Impromptus, Laia, Barcelona. Elias, Norbert (1994). Teoría del símbolo. Un ensayo de antropología cultural, Trad. José Manuel Álvarez Flórez, Península, Barcelona. Eösze, Lászlo (2003). “Zoltán Kodály, the Composition Teacher”, en Bulletin of the International Kodály Society, Vol. 28 no. 1, Spring, Budapest. Gardner, Howard (1995). Inteligencias múltiples. La teoría en la práctica, Paidós, Barcelona. Kodály, Zoltán (1953). “Who is a good musician”, en The Selected Writings of Zoltán Kodály, Boosey & Hawkes, Londres.
  • 13. Morán Quiroz, Hilda Mercedes (1997a). Culture, Éducation et Pouvoir. Les chansons dans l’éducation préscolaire au Mexique de 1934 à 1963, Thèse à la carte, Septentrion Presses Universitaires, Villeneuve d’Ascq, Francia. _______ (1997b). "Kodály in Mexico", en Bulletin of the International Kodály Society, Vol. 22 no. 2, Autumn, Budapest, pp. 18-22 _______ (1998). “Historias de un conocimiento musical imaginario”, en Estudios del Hombre 8, U. de G., Guadalajara, Jal., pp. 143-165. _______ (2000). “Entre nota y nota la confianza brota”, en Educar Revista Educación, Nueva Época no. 15, octubre-diciembre, Sistema Educativo Jalisciense, Secretaría de Educación, Guadalajara, Jalisco, ISSN 1405- 4787, pp. 17-23. ________ (2010). “Intersections: Music Research and (Music) Education”, en Jerry L. Jaccard e Hilda Mercedes Morán Quiroz (coord.), Intersections: Music, Tradition and Education, Universidad de Guadalajara, México.