El documento habla sobre Naaman, un general sirio que tenía lepra. A pesar de su riqueza y estatus, sufría de una enfermedad humillante y dolorosa que lo aisló de los demás. Sin embargo, Naaman se humilló ante Dios, siguió las instrucciones del profeta Eliseo y fue sanado. Su historia muestra que aunque parezcamos grandes ante los ojos humanos, solo Dios puede sanar nuestros verdaderos problemas y enfermedades internas.