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Te hablo
desde la prisión
“La lectura y la escritura constituyen
prácticas sociales que permiten a las
personas comprender múltiples
realidades, construir sentidos, tomar
decisiones y acceder a la memoria
cultural y a nuevas experiencias”.
Didier Álvarez
La propuesta estuvo orientada a la creación y difusión de una publicación en la cual
los internos del Establecimiento Penitenciario y Carcelario de mediana seguridad
de La Ceja del Tambo, pudieran expresar sus propias temáticas y sus propios
estilos de escritura, sin atender a niveles “competitivos” de lecto-escritura. En
este proceso creativo se generaron lazos momentáneos de fraternidad y
solidaridad, cruciales para complementar la ocupación habitual del tiempo “libre”
de los internos: leer, jugar ajedrez, hacer pesas, ver tv, pintar, tejer, hablar,
tranzar…
Esta publicación no evidencia un proceso académico, pues los talleres fueron
pensados en clave de lo literario como un hecho cultural, permitiendo así un
acercamiento a la lectura personal que cada individuo hizo de su mundo. En ese
sentido, las estrategias metodológicas utilizadas por los promotores partieron de
los conocimientos y las experiencias particulares de cada participante,
condensadas en un espacio mínimo rectangular.
Así, el/la lector/a va a encontrar desde textos sobre asuntos reales vividos por sus
escritores, hasta fabulaciones que transgreden las leyes naturales y pueden
adentrarlo en el maravilloso mundo de lo ccional. Incluso, es probable tropezar
con creaciones que no pueden ser clasicadas como textos en sentido estricto…
Al interior hay pensamientos, correspondencia, ilustraciones, un bestiario y un
fanzine criminal, culpable y único responsable de las ideas allí expresadas, fruto de
un taller abierto para la elaboración de una micro revista acionada sin parámetros
editoriales, punto de partida de esta idea desacralizadora del acto escrito.
¡Oye!
1
Presentación:
¡Oye! Te hablo desde la prisión
1
Pensamientos de un Presidiario 3
Correspondencia:
¡Oye! Te hablo desde la prisión
17
Las líneas de la mano 21
El corazón delator 29
Una tarde bajo los dominios de
la imaginación y lo onírico
45
Bestiario 50
Separadores 55
Pensamientos de un recluso 57
3
Sigo aquí tras estas aterradoras y
hostigantes rejas, a la espera ansiosa
de poder ver aquel fascinante y
hermoso arcoíris que un día surgió
como de la nada y, que hoy por hoy,
deseo con hartas ganas contemplarlo,
con los ojos de la realidad.
Pensamientos
de un Presidiario
En suma, un recorrido al que seguramente el/la lector/a no estará acostumbrado,
porque nos aventuramos a lo no convencional, a que aleatoriamente muchas de las
palabras, sintaxis, gramática y demás, quebranten los parámetros establecidos por
los mecanismos reguladores de la lengua española, pero que no por ello hacen
indescifrables o faltas de sentido las manifestaciones estéticas contenidas aquí.
Invitamos pues al despojo de los prejuicios y las visiones rígidas del mundo y del
lenguaje. No es para menos: le están hablando desde la prisión.
EQUIPO DE TRABAJO
Nelson Hurtado
Juan Carlos Ibáñez
Jonathan González
Nelson Moreno
Mauricio Cano
Julián Castellanos
Luis Alejandro Arguello
Andrés Julián Osorio
Esneider Gómez
Edison Arbey Duque
Juan Carlos Duque
G u i l l e r m o A r t u r o
Tabares
Luis Fernando Guisao
Edwin Cardona
Javier Adrián Franco
Mauricio Botero
Ronal Martínez
D i e g o F e r n a n d o
Rodríguez
Arley López
León Guillermo Vargas
José Alberto Álvarez
Marlon Leandro Gómez
Robert Espinosa
Nelson Hurtado
Nelson Moreno
Gustavo Lezcano
Alex Duván Morales
Herbert Howard
Luis Eduardo Pérez
Harold Gómez Naranjo
H u g o A l e j a n d r o
Martínez
Cristian Lara
C a t a l i n a C a s t a ñ o
Preciado
Diego López Cardona
Gloria María Zapata
Marín
Ana María Cifuentes
Daniela Giraldo López
VISITA LA PÁGINA WEB
www.oyetehablo.net
2
¿Por qué nos excluyen de la sociedad si somos los que mantenemos
esta en balance? Pues si no fuera por mensajes de tolerancia que
plasmamos en las letras y los sonidos de los temas que quizá no
entendés y aborrecés. Pero no los culpo, siguen ciegos por el odio y la
burocracia que envuelve al sistema y lo hace parecer como una cajita
de Pandora; dale cuerda y se moverá. Y por eso me salí del sistema.
El sistema que pudre cada día más y más lo hermoso de nuestra
ciudad y nuestro país.
El estar en la cárcel no quieres decir que
seas una mala persona, sino que es un
momento difícil por el que estamos
pasando; pero creo que más que unas rejas
y muros es una enseñanza de vida que nos
tocó por algún error de todos los que acá.
Por eso quiero vivir y gritar que soy libre,
algún día.
54
”El amor” algo tan sencillo como la vida misma; como saber que has dejado
un lete de carne en el tazón del perro y volver al rato para no encontrar
nada... ¡sólo vestigios! vestigios que dejan este cruel sentimiento.
Tu corazón esta tan espeso como
el chocolate espeso.
¡Redes sociales!... un paso de
estar más cerca… ¿de qué?...
Yo pienso que no debemos de tenerle miedo
a la muerte porque desde antes de nacer
nos lleva de la mano, y la vida nos va
llevando de la otra mano. La muerte nunca
nos deja, pero la vida si. Llega el día en que
nos suelta de la mano y se va, y nos deja.
Entonces, ¿para qué tenerle miedo si a
todos nos a dejar?
76
El amor, Amar es un arte donde actúan 2 o
más individuos. Cada cual va aportando un
poco de amistad, cariño, comprensión y
sobre todo mucha lealtad. vinimos al mundo
con un propósito que es llenar nuestros
corazones de amor a todos nuestros seres
queridos.
Me gusta la
marihuana porque me
ayuda a relajarme
cuando estoy lleno de
problemas.
Estábamos Corcho y yo,
por toda la Playa con la
Oriental, y nos estábamos
fumando unas leños que
no quería que el día
terminara. Estábamos
muy drogados y nos
sentíamos como en las
nubes. Qué maravilla, es
una esta. Increíble.
Invito a todos los
fumanes.
Marihuana
98
El mundo tiene dos tipos de personas:
el rico y el otro. La justicia a quien más
encierra sea o no sea culpable
No sé qué escribir. Tengo la
mente nula. Puede ser
porque estoy muy trabado ja
ja ja.
Bueno, así hay que pasar este
rejazo.
Le pido a Dios que algún día
se haga la voluntad de él de
salir y encontrarme
nuevamente con mi familia.
Recuperar todo lo que he
perdido y salir un hombre
nuevo.
Gracias por ayudarnos.
La Chica que vino a
enseñarnos me impacto
mucho porque, sinceramente,
pues como sin mostrar malicia
de algo que estaba haciendo.
A mí me parecía que estaba
como dibujando alguno de mis
compañeros. Mientras ella los
miraba a ellos, yo la miraba a
ella; me pareció curioso.
Además muy recursiva en los
lápices.
Les agradezco.
1514
Me alegra mucho que
nos estén acompañando
con estos proyectos que
nos sirven para poder
des-estresarnos e ir
aprendiendo de la
pintura y lectura, ya qye
aquí son muy pocas las
oportunidades de
resocialización.
Muchas gracias para
todos.
Mauricio
Me llamo Mauricio
Cano y quiero
aprender a escribir
historias porque me
interesa el tema. Muy
rico aprender algunas
cosas que nos quiera
enseñar.
Adrián
No he podido olvidarte,
no sé qué hacer mi
amor; ahora dices
odiarme. Mi vida se
acabo. El tiempo que
he pasado alejado de
ti, es la peor
experiencia que me ha
tocado a mí. Nunca
poder olvidar lo que me
diste a mí. Fue un
amor tan real. Siempre
fui muy feliz.
Mao B
Correspondencia:
Oye te escribo
desde la prisión
1716
Que duro es tener que aceptar la realidad, la tiste y dura realidad de no
poder estar junto a ti, no poder estar contigo al amanecer; darte de mi
calor cuando tienes frío, apoyarte en todo momento.
Así me siento, como un cero a la izquierda, no me siento útil para tu vida.
Tengo miedo de que cuando salga el sol ya no quieras estar a mi lado.
Pero es tan grande mi amor por ti que siempre permanecerá la esperanza
de pasar mi vida juntos.
¡Trucu! … El amor… Tristes son las horas que hay que pasar sin tener
que verte, sin poder estar junto a ti. Sólo conformarme, bueno, tenerte
que confor.
Mi madre es lo más maravilloso que me ha dado la vida y el mayor
tesoro que me ha prestado Dios.
Mi hijo es lo más lindo y hermoso que el Señor me ha dado a pesar
que no lo tengo a mi lado, pero siempre estará en mi corazón y en
mi mente.
Dios me los bendiga…
Miguel – Juana – Los extraño
Santiago Moreno Garzón.
Santiago
1918
Nelso
Mi nombre es Nelso. Soy un ser espiritual porque he
conocido a Dios y tengo una comunión con él, pues todos
los días hablo con él. Unas veces oro y al orar me siento
que estoy libre, hasta de este encierro, pero yo sé que
Dios me escucha en cada momento que le hable porque
el espíritu de Dios como que se fusiona con mi espíritu y
es una cosa maravillosa.
Las líneas
de la mano
De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que
corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta
mirar bien para descubrir que la línea continúa por el
piso del parqué, remonta el muro, entra en la lámina
que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la
espalda de una mujer reclinada en un diván y por n
escapa de la habitación por el techo y desciende en la
cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil
seguirla a causa del tránsito, pero con atención se le
verá subir por la rueda del autobús estacionado en la
esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de
nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el
territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y
zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil
verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube
el barco de turbinas sonoras, corre por las planchas
de la cubierta de primera clase, salva con dicultad la
escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre
triste bebe coñac y escucha la sirena de partida,
remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de
punto, se desliza hacía el codo y con un último
esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha,
que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata
de la pistola.
Julio Cortazar
2120
Mano calcada: izquierda.
Texto: La vida es algo muy lindo. Tenemos que gozar. Soy fuerte de
mente. Todo es bello. Mi mano. Sexo. Drogas. Sólo mono. Cannabis
Club. Un viaje de luna. Es hermoso.
Juan Carlos Ronal Martínez
Mano calcada: izquierda.
Texto: Así como me han servido también me han hecho daño, porque
no las he sabido controlar; por eso muchas personas están en la cárcel y
también muchas personas, por sus manos, son famosas. Las manos son
muy importantes, sólo tienes que saberlas utilizar. Para mí, las mejores
manos del mundo son las de mi hijo, son suaves, tiernas. Ext
2322
Mano calcada: izquierda.
Texto: Cada día de mi vida recuerdo mucho a mis familiares a las
personas que se preocupan por mí, pero al verme aquí adentro, todo es
diferente. Todo a mí alrededor cambia porque no tengo con quien
hablar, divertirme. Y todo es una monotonía: de la celda al patio y del
patio a la celda y eso, todo, es monótono así que… toda mi familia me
espera pronto en casa. Los amo. Dios los cuide y los proteja. Suerte en
sus vidas.
Cheo Mao B
Mano calcada: izquierda.
Texto: Mi mano, la mejor arma que tengo para plasmar en el papel la
inspiración de mi corazón. Es mi mano la que hace que todo mi amor
llegue a aquellas personas que están en mi mente, a pesar de la distancia
y del tiempo. Con mi mano podré siempre plasmar lo que vivo, lo que
pienso y lo que siento con el corazón.
2524
Mano calcada: izquierda.
Texto: Esta mano ha acariciado el campo fresco, el rocío de la mañana.
Toca la cara de mi esposa hermosa que me apoya en este momento tan
difícil. Gracias a Dios por todo esto que estoy experimentando para
bien.
Yeison Zapata Muñoz Mano calcada: izquierda.
Texto:Con esta mano dibujada, quisiera borrar tanto daño que he hecho
en esta vida y ponerlas a hacer algo bien productivo. No quiero, más,
hacer el mal con tanto sicariato. Quiero nueva vida y sé que lo voy a
lograr con la ayuda de Dios.
2726
Mano calcada: derecha.
Texto: Esta mano es una de las partes más fundamentales que tiene mi
cuerpo. Me sirve para comer, abrazar a las personas que más quiero en
mi vida como mi hija, mi madre y padre, mis hermanos y más la persona
que tanto amo: mi esposa; y lo más importante de todo, con ellas alabo
a mi padre que está en el cielo: Dios. Son las manos que luchan cada día
para ser una mejor persona cada día de mi vida. Gracias Dios por este
regalo.
Juan Pablo Ibarra Muñoz
¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy
nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué
arman ustedes que estoy loco? La enfermedad
había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos
o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos.
Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el
cielo. Muchas cosas oí en el inerno. ¿Cómo puedo
estar loco, entonces? Escuchen... y observen con
cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento
mi historia.
Me es imposible decir cómo aquella idea me entró
en la cabeza por primera vez; pero, una vez
concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía
ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico.
Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada
malo. Jamás me insultó. Su dinero no me
interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue!
Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo
celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo
clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a
poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a
matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre.
Edgar Allan Poe
El corazón
delator
2928
Presten atención ahora. Ustedes
me toman por loco. Pero los
locos no saben nada. En cambio...
¡Si hubieran podido verme! ¡Si
hubieran podido ver con qué
habilidad procedí! ¡Con qué
cuidado... con qué previsión...
con qué disimulo me puse a la
obra! Jamás fui más amable con el
viejo que la semana antes de
matarlo. Todas las noches, hacia
las doce, hacía yo girar el
picaporte de su puerta y la abría...
¡oh, tan suavemente! Y entonces,
cuando la abertura era lo bastante
grande para pasar la cabeza,
levantaba una linterna sorda,
cerrada, completamente cerrada,
de manera que no se viera
ninguna luz, y tras ella pasaba la
cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran
reído al ver cuán astutamente
pasaba la cabeza! La movía
lentamente... muy, muy lentamente, a
n de no perturbar el sueño del viejo.
Me llevaba una hora entera introducir
completamente la cabeza por la
abertura de la puerta, hasta verlo
tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un
loco hubiera sido tan prudente como
yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza
completamente dentro del cuarto,
abría la linterna cautelosamente... ¡oh,
t a n c a u t e l o s a m e n t e ! S í ,
cautelosamente iba abriendo la
linterna (pues crujían las bisagras), la
iba abriendo lo suciente para que un
solo rayo de luz cayera sobre el ojo de
buitre. Y esto lo hice durante siete
largas noches... cada noche, a las
doce... pero siempre encontré el ojo
cerrado, y por eso me era imposible
cumplir mi obra, porque no era el viejo
quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y
por la mañana, apenas iniciado el día,
entraba sin miedo en su habitación y le
hablaba resueltamente, llamándolo
por su nombre con voz cordial y
preguntándole cómo había pasado
la noche. Ya ven ustedes que tendría
que haber sido un viejo muy astuto
para sospechar que todas las
noches, justamente a las doce, iba
yo a mirarlo mientras dormía.
Al llegar la octava noche, procedí
con mayor cautela que de
costumbre al abrir la puerta. El
minutero de un reloj se mueve con
más rapidez de lo que se movía mi
mano. Jamás, antes de aquella
noche, había sentido el alcance de
mis facultades, de mi sagacidad.
Apenas lograba contener mi
impresión de triunfo. ¡Pensar que
estaba ahí, abriendo poco a poco la
puerta, y que él ni siquiera soñaba
con mis secretas intenciones o
pensamientos! Me reí entre dientes
ante esta idea, y quizá me oyó,
p o r q u e l o s e n t í m o v e r s e
repentinamente en la cama, como si
se sobresaltara. Ustedes pensarán
que me eché hacia atrás... pero no.
Su cuarto estaba tan negro como la
pez, ya que el viejo cerraba
completamente las persianas por
miedo a los ladrones; yo sabía que le
era imposible distinguir la abertura
de la puerta, y seguí empujando
suavemente, suavemente.
Había ya pasado la cabeza y me
disponía a abrir la linterna, cuando
mi pulgar resbaló en el cierre
metálico y el viejo se enderezó en el
lecho, gritando:
-¿Quién está ahí?
Permanecí inmóvil, sin decir
palabra. Durante una hora entera
no moví un solo músculo, y en todo
ese tiempo no oí que volviera a
tenderse en la cama. Seguía
sentado, escuchando... tal como yo
lo había hecho, noche tras noche,
mientras escuchaba en la pared los
taladros cuyo sonido anuncia la
muerte.
Oí de pronto un leve quejido, y supe
que era el quejido que nace del
terror. No expresaba dolor o
pena... ¡oh, no! Era el ahogado
sonido que brota del fondo del alma
cuando el espanto la sobrecoge.
Bien conocía yo ese sonido. Muchas
noches, justamente a las doce,
cuando el mundo entero dormía,
surgió de mi pecho, ahondando con
3130
momento a momento. El espanto
del viejo tenía que ser terrible.
¡Cada vez más fuerte, más fuerte!
¿Me siguen ustedes con atención?
Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo
soy. Y ahora, a medianoche, en el
terrible silencio de aquella antigua
casa, un resonar tan extraño como
aquél me llenó de un horror
incontrolable. Sin embargo, me
contuve todavía algunos minutos y
permanecí inmóvil. ¡Pero el latido
crecía cada vez más fuerte, más
fuerte! Me pareció que aquel
corazón iba a estallar. Y una nueva
ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún
vecino podía escuchar aquel sonido!
¡La hora del viejo había sonado!
Lanzando un alarido, abrí del todo la
linterna y me precipité en la
habitación. El viejo clamó una vez...
nada más que una vez. Me bastó un
segundo para arrojarlo al suelo y
echarle encima el pesado colchón.
Sonreí alegremente al ver lo fácil
que me había resultado todo. Pero,
durante varios minutos, el corazón
siguió latiendo con un sonido
ahogado. Claro que no me
preocupaba, pues nadie podría
escucharlo a través de las paredes.
Cesó, por n, de latir. El viejo había
muerto. Levanté el colchón y
examiné el cadáver. Sí, estaba
muerto, completamente muerto.
Apoyé la mano sobre el corazón y la
mantuve así largo tiempo. No se
sentía el menor latido. El viejo
estaba bien muerto. Su ojo no
volvería a molestarme.
Si ustedes continúan tomándome
por loco dejarán de hacerlo cuando
les describa las astutas precauciones
que adopté para esconder el
cadáver. La noche avanzaba,
mientras yo cumplía mi trabajo con
rapidez, pero en silencio. Ante todo
descuarticé el cadáver. Le corté la
cabeza, brazos y piernas.
Levanté luego tres planchas del piso
de la habitación y escondí los restos
en el hueco. Volví a colocar los
tablones con tanta habilidad que
ningún ojo humano -ni siquiera el
suyo- hubiera podido advertir la
menor diferencia. No había nada
que lavar... ninguna mancha...
su espantoso eco los terrores que
me enloquecían. Repito que lo
conocía bien. Comprendí lo que
estaba sintiendo el viejo y le tuve
lástima, aunque me reía en el fondo
de mi corazón. Comprendí que
había estado despierto desde el
primer leve ruido, cuando se movió
en la cama. Había tratado de decirse
que aquel ruido no era nada, pero
sin conseguirlo. Pensaba: "No es
más que el viento en la chimenea... o
un grillo que chirrió una sola vez". Sí,
había tratado de darse ánimo con
esas suposiciones, pero todo era en
vano. Todo era en vano, porque la
Muerte se había aproximado a él,
deslizándose furtiva, y envolvía a su
víctima. Y la fúnebre inuencia de
aquella sombra imperceptible era la
que lo movía a sentir -aunque no
podía verla ni oírla-, a sentir la
presencia de mi cabeza dentro de la
habitación.
Después de haber esperado largo
tiempo, con toda paciencia, sin oír
que volviera a acostarse, resolví
abrir una pequeña, una pequeñísima
ranura en la linterna.
Así lo hice -no pueden imaginarse
ustedes con qué cuidado, con qué
inmenso cuidado-, hasta que un no
rayo de luz, semejante al hilo de la
araña, brotó de la ranura y cayó de
lleno sobre el ojo de buitre.
Estaba abierto, abierto de par en
par... y yo empecé a enfurecerme
mientras lo miraba. Lo vi con toda
claridad, de un azul apagado y con
aquella horrible tela que me helaba
hasta el tuétano. Pero no podía ver
nada de la cara o del cuerpo del
viejo, pues, como movido por un
instinto, había orientado el haz de
luz exactamente hacia el punto
maldito.
¿No les he dicho ya que lo que
toman erradamente por locura es
sólo una excesiva agudeza de los
sentidos? En aquel momento llegó a
mis oídos un resonar apagado y
presuroso, como el que podría
hacer un reloj envuelto en algodón.
Aquel sonido también me era
familiar. Era el latir del corazón del
viejo. Aumentó aún más mi furia, tal
como el redoblar de un tambor
estimula el coraje de un soldado.
Pero, incluso entonces, me contuve
y seguí callado. Apenas si respiraba.
Sostenía la linterna de modo que no
se moviera, tratando de mantener
con toda la rmeza posible el haz de
luz sobre el ojo. Entretanto, el
infernal latir del corazón iba en
aumento. Se hacía cada vez más
rápido, cada vez más fuerte,
3332
ningún rastro de sangre. Yo era
demasiado precavido para eso. Una
cuba había recogido todo... ¡ja, ja!
Cuando hube terminado mi tarea
eran las cuatro de la madrugada,
pero seguía tan oscuro como a
medianoche. En momentos en que
se oían las campanadas de la hora,
golpearon a la puerta de la calle.
Acudí a abrir con toda tranquilidad,
pues ¿qué podía temer ahora?
Hallé a tres caballeros, que se
presentaron muy civilmente como
ociales de policía. Durante la
noche, un vecino había escuchado
un alarido, por lo cual se sospechaba
la posibilidad de algún atentado. Al
recibir este informe en el puesto de
policía, habían comisionado a los
tres agentes para que registraran el
lugar.
Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer?
Di la bienvenida a los ociales y les
expliqué que yo había lanzado aquel
grito durante una pesadilla. Les hice
saber que el viejo se había ausentado
a la campaña. Llevé a los visitantes a
recorrer la casa y los invité a que
revisaran, a que revisaran bien.
Finalmente, acabé conduciéndolos a
la habitación del muerto. Les mostré
sus caudales intactos y cómo cada
cosa se hallaba en su lugar. En el
entusiasmo de mis condencias traje
sillas a la habitación y pedí a los tres
caballeros que descansaran allí de su
fatiga, mientras yo mismo, con la
audacia de mi perfecto triunfo,
colocaba mi silla en el exacto punto
bajo el cual reposaba el cadáver de mi
víctima.
Los ociales se sentían satisfechos.
Mis modales los habían convencido.
Po r m i p a r t e , m e h a l l a b a
perfectamente cómodo. Sentáronse y
hablaron de cosas comunes, mientras
yo les contestaba con animación.
Mas, al cabo de un rato, empecé a
notar que me ponía pálido y deseé que
se marcharan. Me dolía la cabeza y
creía percibir un zumbido en los oídos;
pero los policías continuaban
sentados y charlando. El zumbido se
hizo más intenso; seguía resonando y
era cada vez más intenso. Hablé en
voz muy alta para librarme de esa
sensación, pero continuaba lo mismo
y se iba haciendo cada vez más clara...
hasta que, al n, me di cuenta de que
aquel sonido no se producía dentro de
mis oídos.
Sin duda, debí de ponerme muy pálido,
pero seguí hablando con creciente
soltura y levantando mucho la voz.
Empero, el sonido aumentaba... ¿y
que podía hacer yo? Era un resonar apagado y
presuroso..., un sonido como el que podría
hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba,
tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo,
los policías no habían oído nada. Hablé con
mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido
crecía continuamente. Me puse en pie y discutí
sobre insignicancias en voz muy alta y con
violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía
continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de
un lado a otro, a grandes pasos, como si las
observaciones de aquellos hombres me
enfurecieran; pero el sonido crecía
continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer
yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije...
juré... Balanceando la silla sobre la cual me
había sentado, raspé con ella las tablas del piso,
pero el sonido sobrepujaba todos los otros y
crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más
alto! Y entretanto los hombres seguían
charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era
posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no!
¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y
se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo
pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa
era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa
sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No
podía soportar más tiempo sus sonrisas
hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y
entonces... otra vez... escuchen... más fuerte...
más fuerte... más fuerte... más fuerte!
-¡Basta ya de ngir, malvados! -aullé-. ¡Coneso
que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí...
ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón!
3534
Cuando me encontré con los tres policías, lo primero
que hicieron fue pedirme las llaves de mi casa: la iban a
registrar. Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente,
recordándome la escena de la noche anterior.
Pero yo no podía hacer nada. Comenzaron a registrar
mi casa, y aunque yo estaba muy tranquilo, creía
tontamente que al oír mi corazón ellos iban a sospechar.
Los dejé entonces registrando mi casa y, muerto de
susto, para calentarme, me metí dentro de las cobijas
en la cama que había sido la del viejo. Y tan tranquilo
me fui sintiendo que, allí donde estaba, me quedé
dormido.
Me despertó un rayo de luz que me encandiló
el ojo derecho. Nuevamente volví a sentir el
terror que me invadió cuando los policías
llegaron hacia mí. El corazón dentro de mi
pecho parecía querer estallar, más aún, cuando
vi que tres sombras se aproximaban y me
cubrían con el propio colchón en el que estaba
acostado, aquel colchón que yo había rellenado
con los restos del hombre de trapo que
descuarticé la noche anterior.
Juan Carlos Loaiza Buitrago.
3736
Había asesinado a un hombre,
¿creen que no tenía que temer?
Ahora estaría la policía haciendo
preguntas y yo debía preocuparme
por ocultarlo todo, así como
oculte el cuerpo del viejo. Ellos
nunca podrían darse cuenta de lo
que había sucedido y menos que lo
mate por temor a su ojo, ese ojo
de buitre.
Los tres policías preguntaron,
investigaron, pero nada pudieron
hallar. El cuerpo estaba muy oculto
y al preguntar por el grito que se
había escuchado, les dije que
estaba soñando con un horrible
ojo de buitre, que me miraba con
deseos de hacerme daño y en mi
temor grite desesperadamente.
Los policías se fueron creyendo
rmemente en mi declaración.
La próxima noche saque el cuerpo
y lo lleve al bosque donde lo
sepulte profundamente, pues
nunca se podría saber que yo mate
al viejo, ese viejo que todo me
había dado.
Los tres agentes comenzaron a investigar ya que en aquella casa vivía un
anciano, pero pasaron semanas y no se sabía nada del viejo, sólo el joven
que permanecía allí. Uno de los vecinos escucho un alarido y veía al joven
todas las noches a eso de las 12 de la noche y empezaron a preguntarse
por qué el viaje no se veía. Los agentes entraron a la casa pero no
encontraron nada sospechoso, ni al viejo. Sintieron que algo había
pasado. El joven cuando lo desmembró, enterró la evidencia en el patio
de la casa. Pero días después los vecinos sintieron un olor que salía tan
fuerte, pero tan fuerte, que entraron a la casa y empezaron a buscar de
dónde venía ese olor tan fuerte que desenterraron el cadáver y del joven
no se supo nada jamás.
Nelson Hurtado Arias.
3938
Los tres agentes llegaron a la casa del viejo y el
joven estaba muy, pero muy, nervioso. Claro,
como no me iba a sentir nervioso si tenía el viejo
enterrado en la misma casa, pero me sentía feliz
ja ja ja porque no volvería a ver aquel ojo que
me tenía tan furioso cuando lo miraba. Los
agentes revisaron la casa durante 1 semana y el
joven ya empezaba a sospechar que se daban
cuenta porque, después de tantos días, el
cuerpo ya estaba en descomposición. Cuando al
día siguiente los agentes sintieron un olor fétido,
trajeron los perros y encontraron el cuerpo del
viejo y el joven huyó para que no lo culparan por
el homicidio ya que lo había desmembrado, pero
huyó tan lejos que no sé si lo atraparon, pero él
sentía el corazón que latía y latía tan fuerte que
cuando lo desenterraron su carne estaba verde y
cambiaba de color, con un tono más obscuro y
un no muy buen olor. Los gusanos se deleitaban
en su cuerpo y el joven se volvió loco ya que
miraba algo y veía el ojo de aquel viejo. Los
agentes se pusieron en la misión de atrapar a
este psicópata y hoy en día purga una condena
por homicidio de 30 años de prisión.
Juan Carlos Loaiza Buitrago.
4140
Ya registrado el lugar, los tres agentes dispusieron a interrogarlo pues lo
acontecido por las sospechas de un atentado informado por los vecinos y
las autoridades. El asesino, seguro, de lo bien que había ocultado el
cuerpo.
Y ya bien muerto no volvería a molestarme, ya saben de lo nervioso que
soy y ustedes me catalogan de loco. Uno de los tres agentes comenzó a
ver suelo removido sobre el piso de tablones. El nerviosismo actúa de
preguntas y el ensordecedor sonido del latir del corazón des ese que
posa bajo la tierra y un piso de madera. Le ---para dar el descubrimiento
de uno de los tres agentes. Hallan el viejo casi ahogado por la tierra y el
piso de madera. Proceden a leer los derechos al criminal llamado Gabriel
de 24 de edad de la ciudad de Manizales. Se dan cuenta los agentes de
que necesitaba psiquiatría y fue trasladado a un hospital mental donde
tendrá que pagar una condena de 25 años de tratamiento psiquiátrico y
los agentes fueron condecorados por sus logros.
Fin
Arley López – 2° primaria.
Entonces los policías, llega el espacio en que descubren
qué está pasando, con indicios que les ayudan. Ellos van
caminando y las tablas donde estaba el cuerpo se
encontraban podridas, es ese instante de horrorizaron y
se espantaron. Finalmente al hombre lo aporrearon,
pero sin matarlo, por cometer esas atrocidades.
Finalizar la historia y creo que las cosas fueron así de
este modo; lo demás, lo dejo para después.
4342
Tocan a la puerta. Eran tres policías, pero la puerta
esta medio abierta. Ellos ingresan a la casa, pero
uno de ellos se queda afuera. Los otros dos
ingresan a la casa y empiezan a revisar toda la casa
y a buscar por toda parte. No encuentran nada,
pero el policía que se encuentra afuera escucha un
ruido en el solar y le avisa a los dos policías que se
encuentran adentro; salen tras el joven y lo
persiguen por todo el bosque hasta que lo agarran
a unos 10 minutos de allí.
Lo llevan a la casa para que el joven les diga dónde
anda el señor y qué le pasó. El joven se queda
callado hasta que el joven arrepentido les cuenta
todo a la policía y, realmente lo que pasó, fue que
el joven de susto del señor pensó que iba a abusar
de él entonces lo ahogo con un colchón y lo metió
debajo del suelo (tablas). Lo descubren y el joven
es condenado por asesinato y recluido en una
cárcel. El señor lo recuerdan todos en el campo, un
buen campesino y un buen señor.
Nelson Santiago Moreno G.
Una tarde bajo
los dominios
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¡Oye! Te hablo desde la prisión

  • 1. Te hablo desde la prisión “La lectura y la escritura constituyen prácticas sociales que permiten a las personas comprender múltiples realidades, construir sentidos, tomar decisiones y acceder a la memoria cultural y a nuevas experiencias”. Didier Álvarez La propuesta estuvo orientada a la creación y difusión de una publicación en la cual los internos del Establecimiento Penitenciario y Carcelario de mediana seguridad de La Ceja del Tambo, pudieran expresar sus propias temáticas y sus propios estilos de escritura, sin atender a niveles “competitivos” de lecto-escritura. En este proceso creativo se generaron lazos momentáneos de fraternidad y solidaridad, cruciales para complementar la ocupación habitual del tiempo “libre” de los internos: leer, jugar ajedrez, hacer pesas, ver tv, pintar, tejer, hablar, tranzar… Esta publicación no evidencia un proceso académico, pues los talleres fueron pensados en clave de lo literario como un hecho cultural, permitiendo así un acercamiento a la lectura personal que cada individuo hizo de su mundo. En ese sentido, las estrategias metodológicas utilizadas por los promotores partieron de los conocimientos y las experiencias particulares de cada participante, condensadas en un espacio mínimo rectangular. Así, el/la lector/a va a encontrar desde textos sobre asuntos reales vividos por sus escritores, hasta fabulaciones que transgreden las leyes naturales y pueden adentrarlo en el maravilloso mundo de lo ccional. Incluso, es probable tropezar con creaciones que no pueden ser clasicadas como textos en sentido estricto… Al interior hay pensamientos, correspondencia, ilustraciones, un bestiario y un fanzine criminal, culpable y único responsable de las ideas allí expresadas, fruto de un taller abierto para la elaboración de una micro revista acionada sin parámetros editoriales, punto de partida de esta idea desacralizadora del acto escrito. ¡Oye! 1 Presentación: ¡Oye! Te hablo desde la prisión 1 Pensamientos de un Presidiario 3 Correspondencia: ¡Oye! Te hablo desde la prisión 17 Las líneas de la mano 21 El corazón delator 29 Una tarde bajo los dominios de la imaginación y lo onírico 45 Bestiario 50 Separadores 55 Pensamientos de un recluso 57
  • 2. 3 Sigo aquí tras estas aterradoras y hostigantes rejas, a la espera ansiosa de poder ver aquel fascinante y hermoso arcoíris que un día surgió como de la nada y, que hoy por hoy, deseo con hartas ganas contemplarlo, con los ojos de la realidad. Pensamientos de un Presidiario En suma, un recorrido al que seguramente el/la lector/a no estará acostumbrado, porque nos aventuramos a lo no convencional, a que aleatoriamente muchas de las palabras, sintaxis, gramática y demás, quebranten los parámetros establecidos por los mecanismos reguladores de la lengua española, pero que no por ello hacen indescifrables o faltas de sentido las manifestaciones estéticas contenidas aquí. Invitamos pues al despojo de los prejuicios y las visiones rígidas del mundo y del lenguaje. No es para menos: le están hablando desde la prisión. EQUIPO DE TRABAJO Nelson Hurtado Juan Carlos Ibáñez Jonathan González Nelson Moreno Mauricio Cano Julián Castellanos Luis Alejandro Arguello Andrés Julián Osorio Esneider Gómez Edison Arbey Duque Juan Carlos Duque G u i l l e r m o A r t u r o Tabares Luis Fernando Guisao Edwin Cardona Javier Adrián Franco Mauricio Botero Ronal Martínez D i e g o F e r n a n d o Rodríguez Arley López León Guillermo Vargas José Alberto Álvarez Marlon Leandro Gómez Robert Espinosa Nelson Hurtado Nelson Moreno Gustavo Lezcano Alex Duván Morales Herbert Howard Luis Eduardo Pérez Harold Gómez Naranjo H u g o A l e j a n d r o Martínez Cristian Lara C a t a l i n a C a s t a ñ o Preciado Diego López Cardona Gloria María Zapata Marín Ana María Cifuentes Daniela Giraldo López VISITA LA PÁGINA WEB www.oyetehablo.net 2
  • 3. ¿Por qué nos excluyen de la sociedad si somos los que mantenemos esta en balance? Pues si no fuera por mensajes de tolerancia que plasmamos en las letras y los sonidos de los temas que quizá no entendés y aborrecés. Pero no los culpo, siguen ciegos por el odio y la burocracia que envuelve al sistema y lo hace parecer como una cajita de Pandora; dale cuerda y se moverá. Y por eso me salí del sistema. El sistema que pudre cada día más y más lo hermoso de nuestra ciudad y nuestro país. El estar en la cárcel no quieres decir que seas una mala persona, sino que es un momento difícil por el que estamos pasando; pero creo que más que unas rejas y muros es una enseñanza de vida que nos tocó por algún error de todos los que acá. Por eso quiero vivir y gritar que soy libre, algún día. 54
  • 4. ”El amor” algo tan sencillo como la vida misma; como saber que has dejado un lete de carne en el tazón del perro y volver al rato para no encontrar nada... ¡sólo vestigios! vestigios que dejan este cruel sentimiento. Tu corazón esta tan espeso como el chocolate espeso. ¡Redes sociales!... un paso de estar más cerca… ¿de qué?... Yo pienso que no debemos de tenerle miedo a la muerte porque desde antes de nacer nos lleva de la mano, y la vida nos va llevando de la otra mano. La muerte nunca nos deja, pero la vida si. Llega el día en que nos suelta de la mano y se va, y nos deja. Entonces, ¿para qué tenerle miedo si a todos nos a dejar? 76
  • 5. El amor, Amar es un arte donde actúan 2 o más individuos. Cada cual va aportando un poco de amistad, cariño, comprensión y sobre todo mucha lealtad. vinimos al mundo con un propósito que es llenar nuestros corazones de amor a todos nuestros seres queridos. Me gusta la marihuana porque me ayuda a relajarme cuando estoy lleno de problemas. Estábamos Corcho y yo, por toda la Playa con la Oriental, y nos estábamos fumando unas leños que no quería que el día terminara. Estábamos muy drogados y nos sentíamos como en las nubes. Qué maravilla, es una esta. Increíble. Invito a todos los fumanes. Marihuana 98
  • 6. El mundo tiene dos tipos de personas: el rico y el otro. La justicia a quien más encierra sea o no sea culpable No sé qué escribir. Tengo la mente nula. Puede ser porque estoy muy trabado ja ja ja. Bueno, así hay que pasar este rejazo. Le pido a Dios que algún día se haga la voluntad de él de salir y encontrarme nuevamente con mi familia. Recuperar todo lo que he perdido y salir un hombre nuevo. Gracias por ayudarnos. La Chica que vino a enseñarnos me impacto mucho porque, sinceramente, pues como sin mostrar malicia de algo que estaba haciendo. A mí me parecía que estaba como dibujando alguno de mis compañeros. Mientras ella los miraba a ellos, yo la miraba a ella; me pareció curioso. Además muy recursiva en los lápices. Les agradezco. 1514
  • 7. Me alegra mucho que nos estén acompañando con estos proyectos que nos sirven para poder des-estresarnos e ir aprendiendo de la pintura y lectura, ya qye aquí son muy pocas las oportunidades de resocialización. Muchas gracias para todos. Mauricio Me llamo Mauricio Cano y quiero aprender a escribir historias porque me interesa el tema. Muy rico aprender algunas cosas que nos quiera enseñar. Adrián No he podido olvidarte, no sé qué hacer mi amor; ahora dices odiarme. Mi vida se acabo. El tiempo que he pasado alejado de ti, es la peor experiencia que me ha tocado a mí. Nunca poder olvidar lo que me diste a mí. Fue un amor tan real. Siempre fui muy feliz. Mao B Correspondencia: Oye te escribo desde la prisión 1716
  • 8. Que duro es tener que aceptar la realidad, la tiste y dura realidad de no poder estar junto a ti, no poder estar contigo al amanecer; darte de mi calor cuando tienes frío, apoyarte en todo momento. Así me siento, como un cero a la izquierda, no me siento útil para tu vida. Tengo miedo de que cuando salga el sol ya no quieras estar a mi lado. Pero es tan grande mi amor por ti que siempre permanecerá la esperanza de pasar mi vida juntos. ¡Trucu! … El amor… Tristes son las horas que hay que pasar sin tener que verte, sin poder estar junto a ti. Sólo conformarme, bueno, tenerte que confor. Mi madre es lo más maravilloso que me ha dado la vida y el mayor tesoro que me ha prestado Dios. Mi hijo es lo más lindo y hermoso que el Señor me ha dado a pesar que no lo tengo a mi lado, pero siempre estará en mi corazón y en mi mente. Dios me los bendiga… Miguel – Juana – Los extraño Santiago Moreno Garzón. Santiago 1918
  • 9. Nelso Mi nombre es Nelso. Soy un ser espiritual porque he conocido a Dios y tengo una comunión con él, pues todos los días hablo con él. Unas veces oro y al orar me siento que estoy libre, hasta de este encierro, pero yo sé que Dios me escucha en cada momento que le hable porque el espíritu de Dios como que se fusiona con mi espíritu y es una cosa maravillosa. Las líneas de la mano De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso del parqué, remonta el muro, entra en la lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por n escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se le verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube el barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dicultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacía el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de la pistola. Julio Cortazar 2120
  • 10. Mano calcada: izquierda. Texto: La vida es algo muy lindo. Tenemos que gozar. Soy fuerte de mente. Todo es bello. Mi mano. Sexo. Drogas. Sólo mono. Cannabis Club. Un viaje de luna. Es hermoso. Juan Carlos Ronal Martínez Mano calcada: izquierda. Texto: Así como me han servido también me han hecho daño, porque no las he sabido controlar; por eso muchas personas están en la cárcel y también muchas personas, por sus manos, son famosas. Las manos son muy importantes, sólo tienes que saberlas utilizar. Para mí, las mejores manos del mundo son las de mi hijo, son suaves, tiernas. Ext 2322
  • 11. Mano calcada: izquierda. Texto: Cada día de mi vida recuerdo mucho a mis familiares a las personas que se preocupan por mí, pero al verme aquí adentro, todo es diferente. Todo a mí alrededor cambia porque no tengo con quien hablar, divertirme. Y todo es una monotonía: de la celda al patio y del patio a la celda y eso, todo, es monótono así que… toda mi familia me espera pronto en casa. Los amo. Dios los cuide y los proteja. Suerte en sus vidas. Cheo Mao B Mano calcada: izquierda. Texto: Mi mano, la mejor arma que tengo para plasmar en el papel la inspiración de mi corazón. Es mi mano la que hace que todo mi amor llegue a aquellas personas que están en mi mente, a pesar de la distancia y del tiempo. Con mi mano podré siempre plasmar lo que vivo, lo que pienso y lo que siento con el corazón. 2524
  • 12. Mano calcada: izquierda. Texto: Esta mano ha acariciado el campo fresco, el rocío de la mañana. Toca la cara de mi esposa hermosa que me apoya en este momento tan difícil. Gracias a Dios por todo esto que estoy experimentando para bien. Yeison Zapata Muñoz Mano calcada: izquierda. Texto:Con esta mano dibujada, quisiera borrar tanto daño que he hecho en esta vida y ponerlas a hacer algo bien productivo. No quiero, más, hacer el mal con tanto sicariato. Quiero nueva vida y sé que lo voy a lograr con la ayuda de Dios. 2726
  • 13. Mano calcada: derecha. Texto: Esta mano es una de las partes más fundamentales que tiene mi cuerpo. Me sirve para comer, abrazar a las personas que más quiero en mi vida como mi hija, mi madre y padre, mis hermanos y más la persona que tanto amo: mi esposa; y lo más importante de todo, con ellas alabo a mi padre que está en el cielo: Dios. Son las manos que luchan cada día para ser una mejor persona cada día de mi vida. Gracias Dios por este regalo. Juan Pablo Ibarra Muñoz ¡Es cierto! Siempre he sido nervioso, muy nervioso, terriblemente nervioso. ¿Pero por qué arman ustedes que estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo. Muchas cosas oí en el inerno. ¿Cómo puedo estar loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento mi historia. Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para siempre. Edgar Allan Poe El corazón delator 2928
  • 14. Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce, hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La movía lentamente... muy, muy lentamente, a n de no perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna cautelosamente... ¡oh, t a n c a u t e l o s a m e n t e ! S í , cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suciente para que un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía. Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás, antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes ante esta idea, y quizá me oyó, p o r q u e l o s e n t í m o v e r s e repentinamente en la cama, como si se sobresaltara. Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo sabía que le era imposible distinguir la abertura de la puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando: -¿Quién está ahí? Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido anuncia la muerte. Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero dormía, surgió de mi pecho, ahondando con 3130
  • 15.
  • 16. momento a momento. El espanto del viejo tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso. Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido! ¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las paredes. Cesó, por n, de latir. El viejo había muerto. Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto, completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme. Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba, mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres planchas del piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna mancha... su espantoso eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón. Comprendí que había estado despierto desde el primer leve ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba: "No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano, porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre inuencia de aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi cabeza dentro de la habitación. Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado, con qué inmenso cuidado-, hasta que un no rayo de luz, semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo de buitre. Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito. ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado. Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se moviera, tratando de mantener con toda la rmeza posible el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada vez más fuerte, 3332
  • 17. ningún rastro de sangre. Yo era demasiado precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja! Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En momentos en que se oían las campanadas de la hora, golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora? Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente como ociales de policía. Durante la noche, un vecino había escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes para que registraran el lugar. Sonreí, pues... ¿qué tenía que temer? Di la bienvenida a los ociales y les expliqué que yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de mis condencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de mi víctima. Los ociales se sentían satisfechos. Mis modales los habían convencido. Po r m i p a r t e , m e h a l l a b a perfectamente cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato, empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos; pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al n, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro de mis oídos. Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el sonido aumentaba... ¿y que podía hacer yo? Era un resonar apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí sobre insignicancias en voz muy alta y con violentas gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, como si las observaciones de aquellos hombres me enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh, Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia... maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto... más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror! ¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte... más fuerte... más fuerte! -¡Basta ya de ngir, malvados! -aullé-. ¡Coneso que lo maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí!¡Donde está latiendo su horrible corazón! 3534
  • 18. Cuando me encontré con los tres policías, lo primero que hicieron fue pedirme las llaves de mi casa: la iban a registrar. Mi corazón comenzó a palpitar rápidamente, recordándome la escena de la noche anterior. Pero yo no podía hacer nada. Comenzaron a registrar mi casa, y aunque yo estaba muy tranquilo, creía tontamente que al oír mi corazón ellos iban a sospechar. Los dejé entonces registrando mi casa y, muerto de susto, para calentarme, me metí dentro de las cobijas en la cama que había sido la del viejo. Y tan tranquilo me fui sintiendo que, allí donde estaba, me quedé dormido. Me despertó un rayo de luz que me encandiló el ojo derecho. Nuevamente volví a sentir el terror que me invadió cuando los policías llegaron hacia mí. El corazón dentro de mi pecho parecía querer estallar, más aún, cuando vi que tres sombras se aproximaban y me cubrían con el propio colchón en el que estaba acostado, aquel colchón que yo había rellenado con los restos del hombre de trapo que descuarticé la noche anterior. Juan Carlos Loaiza Buitrago. 3736
  • 19. Había asesinado a un hombre, ¿creen que no tenía que temer? Ahora estaría la policía haciendo preguntas y yo debía preocuparme por ocultarlo todo, así como oculte el cuerpo del viejo. Ellos nunca podrían darse cuenta de lo que había sucedido y menos que lo mate por temor a su ojo, ese ojo de buitre. Los tres policías preguntaron, investigaron, pero nada pudieron hallar. El cuerpo estaba muy oculto y al preguntar por el grito que se había escuchado, les dije que estaba soñando con un horrible ojo de buitre, que me miraba con deseos de hacerme daño y en mi temor grite desesperadamente. Los policías se fueron creyendo rmemente en mi declaración. La próxima noche saque el cuerpo y lo lleve al bosque donde lo sepulte profundamente, pues nunca se podría saber que yo mate al viejo, ese viejo que todo me había dado. Los tres agentes comenzaron a investigar ya que en aquella casa vivía un anciano, pero pasaron semanas y no se sabía nada del viejo, sólo el joven que permanecía allí. Uno de los vecinos escucho un alarido y veía al joven todas las noches a eso de las 12 de la noche y empezaron a preguntarse por qué el viaje no se veía. Los agentes entraron a la casa pero no encontraron nada sospechoso, ni al viejo. Sintieron que algo había pasado. El joven cuando lo desmembró, enterró la evidencia en el patio de la casa. Pero días después los vecinos sintieron un olor que salía tan fuerte, pero tan fuerte, que entraron a la casa y empezaron a buscar de dónde venía ese olor tan fuerte que desenterraron el cadáver y del joven no se supo nada jamás. Nelson Hurtado Arias. 3938
  • 20. Los tres agentes llegaron a la casa del viejo y el joven estaba muy, pero muy, nervioso. Claro, como no me iba a sentir nervioso si tenía el viejo enterrado en la misma casa, pero me sentía feliz ja ja ja porque no volvería a ver aquel ojo que me tenía tan furioso cuando lo miraba. Los agentes revisaron la casa durante 1 semana y el joven ya empezaba a sospechar que se daban cuenta porque, después de tantos días, el cuerpo ya estaba en descomposición. Cuando al día siguiente los agentes sintieron un olor fétido, trajeron los perros y encontraron el cuerpo del viejo y el joven huyó para que no lo culparan por el homicidio ya que lo había desmembrado, pero huyó tan lejos que no sé si lo atraparon, pero él sentía el corazón que latía y latía tan fuerte que cuando lo desenterraron su carne estaba verde y cambiaba de color, con un tono más obscuro y un no muy buen olor. Los gusanos se deleitaban en su cuerpo y el joven se volvió loco ya que miraba algo y veía el ojo de aquel viejo. Los agentes se pusieron en la misión de atrapar a este psicópata y hoy en día purga una condena por homicidio de 30 años de prisión. Juan Carlos Loaiza Buitrago. 4140
  • 21. Ya registrado el lugar, los tres agentes dispusieron a interrogarlo pues lo acontecido por las sospechas de un atentado informado por los vecinos y las autoridades. El asesino, seguro, de lo bien que había ocultado el cuerpo. Y ya bien muerto no volvería a molestarme, ya saben de lo nervioso que soy y ustedes me catalogan de loco. Uno de los tres agentes comenzó a ver suelo removido sobre el piso de tablones. El nerviosismo actúa de preguntas y el ensordecedor sonido del latir del corazón des ese que posa bajo la tierra y un piso de madera. Le ---para dar el descubrimiento de uno de los tres agentes. Hallan el viejo casi ahogado por la tierra y el piso de madera. Proceden a leer los derechos al criminal llamado Gabriel de 24 de edad de la ciudad de Manizales. Se dan cuenta los agentes de que necesitaba psiquiatría y fue trasladado a un hospital mental donde tendrá que pagar una condena de 25 años de tratamiento psiquiátrico y los agentes fueron condecorados por sus logros. Fin Arley López – 2° primaria. Entonces los policías, llega el espacio en que descubren qué está pasando, con indicios que les ayudan. Ellos van caminando y las tablas donde estaba el cuerpo se encontraban podridas, es ese instante de horrorizaron y se espantaron. Finalmente al hombre lo aporrearon, pero sin matarlo, por cometer esas atrocidades. Finalizar la historia y creo que las cosas fueron así de este modo; lo demás, lo dejo para después. 4342
  • 22. Tocan a la puerta. Eran tres policías, pero la puerta esta medio abierta. Ellos ingresan a la casa, pero uno de ellos se queda afuera. Los otros dos ingresan a la casa y empiezan a revisar toda la casa y a buscar por toda parte. No encuentran nada, pero el policía que se encuentra afuera escucha un ruido en el solar y le avisa a los dos policías que se encuentran adentro; salen tras el joven y lo persiguen por todo el bosque hasta que lo agarran a unos 10 minutos de allí. Lo llevan a la casa para que el joven les diga dónde anda el señor y qué le pasó. El joven se queda callado hasta que el joven arrepentido les cuenta todo a la policía y, realmente lo que pasó, fue que el joven de susto del señor pensó que iba a abusar de él entonces lo ahogo con un colchón y lo metió debajo del suelo (tablas). Lo descubren y el joven es condenado por asesinato y recluido en una cárcel. El señor lo recuerdan todos en el campo, un buen campesino y un buen señor. Nelson Santiago Moreno G. Una tarde bajo los dominios de la imaginación y lo onírico 4544
  • 23. 4746
  • 24. 4948
  • 26. 52 53
  • 29. 5958