La reforma fiscal estadounidense reduce el tipo impositivo corporativo del 35% al 21% beneficiando a empresas estadounidenses y filiales extranjeras. Sin embargo, también introduce medidas que ensanchan la base imponible como limitaciones a la deducción de gastos financieros y un nuevo impuesto mínimo sobre pagos a empresas extranjeras del grupo que afectará a empresas españolas. Otras medidas podrían obligar a empresas españolas a reportar más información financiera de sus subsidiarias.