1. Arzobispado de Arequipa
Domingo 19
Octubre
2014
LA COLUMNA
De Mons. Javier Del Río Alba
¿QUE HACE DIOS?
Hace algunos siglos surgió una corriente de
pensamiento, que todavía existe, que sostiene
que Dios creó el mundo, le puso sus propias leyes
internas y que, desde entonces, no interviene más
en el devenir del mundo, de los hombres y de la
creación, sino que nos ha dejado a nuestro
devenir y Él sólo observa todo lo que sucede pero
no hace nada por nosotros. Sin embargo, esa
opinión carece de fundamento en las Sagradas
Escrituras. La verdad es otra: Dios ha creado el
mundo y no lo ha abandonado a su propia suerte
sino que Él lleva la historia y actúa siempre en
favor del hombre.
La Biblia tiene numerosos relatos en los que Dios
se manifiesta y actúa de un modo admirable en la
vida de diversas personas. Por ejemplo, en el
Antiguo Testamento lo vemos actuando en favor
de Abraham, de Moisés y del pueblo de Israel. En
todos esos casos y en muchos otros, Dios se
manifiesta como un ser vivo y activo. Cuando
Moisés le pregunta su nombre, Dios le responde
con una palabra: “YHWH”, que significa “Yo soy el
que soy” o también “Yo soy el que es”; es decir:
“sabrás quién soy yo por las obras que me verás
realizar”.
Poco después de haber oído esa frase, Moisés y
todo el pueblo de Israel comienzan a conocer a
Dios por las maravillas que obra en ellos. Dios
libera a Israel de la esclavitud de Egipto y lo
conduce, a través del desierto, hasta la Tierra
Prometida. En ese largo caminar, Israel duda de
Dios muchas veces y hasta llega a fabricarse un
ídolo al cual adorar, pero Dios siempre le perdona,
le renueva su amor y lo defiende de sus
enemigos. De esta manera, el pueblo de Israel
experimenta que Dios es poderoso y, al mismo
tiempo, misericordioso. Y así, poco a poco, Israel
comienza a descubrir que Dios es único, es decir
que fuera de Él no hay otros dioses.
Dios se mantiene fiel pese a la infidelidad del
pecado de los hombres. Su amor hacia nosotros
es tan grande que ha llegado a enviar a su único
hijo al mundo para que muera en la Cruz para
salvarnos del pecado y de la muerte eterna. En
Jesús, crucificado y resucitado, Dios se nos
revela como Verdad y Amor. La verdad de Dios es
su sabiduría que rige toda la creación y gobierna
el mundo. El Amor es su propia esencia y es
eterno. Dios no nos deja de amar aun cuando
nosotros le seamos infieles.
Justamente porque Dios es todopoderoso, es
verdadero y misericordioso, el hombre se puede
entregar con toda confianza a Él. Esta es la
experiencia de Israel y de los cristianos: cuando
confiamos en Dios y nos abandonamos en sus
manos, experimentamos su poder, su amor y su
fidelidad; experimentamos que Él está vivo y
actúa de modo muy concreto en nuestra historia,
librándonos del pecado, ayudándonos en nuestra
vida cotidiana y haciéndonos comprender el
sentido de las cosas, las personas y los
acontecimientos.
Lamentablemente, no es fácil encontrar
personas, y mucho menos pueblos enteros, que
pongan toda su confianza en Dios. En el fondo,
son más los que, engañados por el demonio, se
apartan del amor de Dios y buscan la vida en los
ídolos de este mundo. De esta manera se llega a
lo que vemos cada día en las noticias: el maltrato
a la creación, la explotación del hombre por el
hombre, el aumento de la violencia, la corrupción,
la desconfianza mutua y, en síntesis, la pérdida
del sentido de la propia vida.
Resulta, entonces, recomendable que nos
tomemos un momento para meditar sobre el
modo en que estamos conduciendo nuestra vida
y, sobre todo, en qué o en quién la estamos
apoyando. No vaya a ser que, sin darnos cuenta,
también nosotros estemos apoyándonos en los
ídolos de este mundo y ahí esté la razón por la que
no llegamos a alcanzar la verdadera felicidad.
+ Javier Del Río Alba
Arzobispo de Arequipa