Este documento presenta un resumen de un retiro espiritual del mes de abril de 2012. Incluye oraciones para pedir la gracia de hacer la voluntad de Dios y amor a Cristo, una meditación sobre la Pasión y Muerte de Jesucristo con pasajes bíblicos y reflexiones, y una invocación final dirigida a Jesús.
Inicio de la novena en honor a san Juan Eudes
La mejor interpretación del Evangelio es la vida de los santos, decía recientemente el papa Benedicto XVI. Lo podemos notar muy bien en san Juan Eudes. Las cartas nos dejan entraren la profundidad de su corazón de cristiano y de sacerdote, penetrado de la fuerza y de la misericordia del Evangelio (P. Alvaro Torres, cjm)
En esta edición de la novena en honor a san Juan Eudes queremos presentar el Corazón del pastor a través de un recorrido por algunas de sus cartas.
San Juan Eudes inspire nuestras vidas para amar más a Jesucristo.
Equipo Unidad de Espiritualidad Eudista
Cordial saludo gran Familia Eudista
Con motivo de la celebración de la Semana Mayor en un contexto totalmente nuevo debido a las circunstancias actuales, nos permitimos enviar un itinerario espiritual con el fin de que puedan vivir y tener un encuentro con la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, en torno al recogimiento con sus familias en sus hogares.
En Jesús y María.
1. RETIRO DEL MES DE ABRIL
-2012-
Adorámoste, Santísimo Señor Jesucristo aquí y en todas tus Iglesias que hay en todo el
mundo, y te bendecimos, pues por tu santa cruz redimiste al mundo. (T5)
“Nuestro Fundador, discípulo auténtico de San Francisco de Asís, orientó su vida a la contemplación y seguimiento
de Cristo en el Misterio de su Encarnación y de su Pasión. Especialmente Cristo, Buen Pastor, crucificado por amor,
y María, su Madre, al pie de la cruz, animaron su celo por la evangelización. Su afán de imitarles muy de cerca le
llevó a contemplarlos en la oración, a hablar de ellos y a gastarse por ellos”. Const. 3
Para pedir la gracia de hacer su voluntad:
Omnipotente, eterno y misericordioso Dios,
concédenos a nosotros, hombres miserables,
hacer por Ti lo que sabemos Tú quieres y siempre
querer lo que te agrada; para que interiormente purificados, iluminados
y encendidos por el fuego del Espíritu Santo, podamos seguir las huellas de tu
Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y por sola tu gracia
llegar a Ti, ¡oh Altísimo! Que vives y reinas en Trinidad perfecta y muy simple
Unidad, y eres glorificado,
Dios Omnipotente, por los siglos de los siglos. ¡Amén!
2. MEDITACION DE LA PASION Y MUERTE DE DE JESUCRISTO
Al meditar la Pasión y Muerte de nuestro Señor
Jesucristo, y no nos cansaremos de meditar, porque es un
misterio insondable. No podemos confesar simplemente:
‘Creo en Dios todopoderoso’, sino creo en Dios
todopoderoso en el amor. Creo en Dios débil y doliente en
el amor. Creo que toda fuerza de Dios radica en el amor. Y
este Dios-amor se manifestó y se entrañó en nuestro Señor
Jesucristo.
Y como las palabras y los sentimientos de Jesucristo traspasan los siglos, este
Dios-Amor-Jesús me amó, “derramó tal gota de sangre pensando en mí” (Pascal);
me ama y sufre por mí; “nos amó y se entregó por nosotros como víctima de
suave olor” (Ef 5,2) Siéntete, pues amado, perdonado, redimido, enriquecido y
salvado por Jesús.
Jesús transformó la pasión, su sufrimiento y su muerte, en oración, en un acto
de amor a Dios y a los hombres. Por eso, los brazos extendidos de Cristo
crucificado son también un gesto de abrazo, con el que nos atrae hacia sí, con el
que quiere estrecharnos entre sus brazos con amor. De este modo, es imagen del
Dios vivo, es Dios mismo, y podemos ponernos en sus manos. S.S. Benedicto XVI.
COMPOSICIÓN DEL LUGAR
Nos situamos frente al Crucificado, nos ponemos ante el
Cristo del Calvario con mucha humildad, porque es un misterio
que nos desborda y queremos mirar desde la fe, contemplar con
el corazón.
Fijémonos, por ejemplo, en el tratamiento que da san Juan a la cruz. En sí
misma es un sacrificio cruel y bárbaro; pero, desde que Cristo redimió a los
hombres en el leño de la cruz, ésta es objeto de veneración. Es más que eso. Para
san Juan, la cruz es una especie de trono. La cruz es descrita como una
"exaltación", término que instantáneamente comunica la idea de ser elevado y
glorificado. Es san Juan quien nos dice que Jesús llevó su propia cruz.
Sin quitar importancia a los sufrimientos del Señor, toda la narración está
impregnada de una atmósfera de paz y serenidad. Cristo, y no sus enemigos, es
quien domina la situación. No hay coacción: él libremente se encamina hacia su
ejecución; con perfecta libertad y completo conocimiento del significado de lo
3. que acontece, sale al encuentro de su destino. El motivo, la ulterior razón, es el
amor. La cruz es la revelación suprema del amor de Dios.
En el cuadro que san Juan nos ofrece, Jesús aparece con una triple función:
como rey, como juez y como salvador. Las burlas de los soldados y la coronación
de espinas sirven para poner de manifiesto su realeza. En el acto mismo de su
condena, es Jesús, no Pilato, quien aparece como juez; ante sus
palabras y ante su cruz nos encontramos condenados o
justificados. Finalmente, como salvador, Jesús reúne a su
pueblo en unidad alrededor de su cruz. La Iglesia,
representada en la túnica sin costura, queda formada. A
María, su madre, le confiere una maternidad espiritual; queda
constituida madre de todos los vivientes. Jesús desde la cruz
entrega su espíritu, inaugurando así el período final de la
salvación. De su costado brota sangre y agua, símbolos de
salvación y del Espíritu que da vida. Cristo se muestra como
el verdadero cordero pascual cuya sangre ya había salvado a
los israelitas. Volverse a él con fe es salvarse.
TEXTO BÍBLICO
Pasión de N. Señor Jesucristo según San Juan 18 y 19
Para pedir amor: ¡Oh, Señor, te ruego
que el ardor abrasador
Mi Dios y mi todo, y dulcísimo de tu amor
¿Quién eres Tú,
dulcísimo Señor mío? tanto absorba mi mente,
Y ¿quién soy yo, gusanillo librándola de todo apego terrenal,
tu servidor? ¡Cuánto quisiera que pueda morir yo por amor de tu
amarte, santísimo Señor mío! amor, oh Tú que por amor de mi amor
¡Cuánto quisiera amarte, te dignaste morir!
Señor mío dulcísimo!
Señor mío Jesucristo dos gracias te ruego
¡Señor mío y Dios mío, me concedas antes de morirme;
te entregué todo mi la primera, que sienta yo
corazón y todo mi cuerpo, en cuerpo y alma, en cuanto
y ardientemente anhelo darte más, sea posible, el dolor que Tú, dulcísimo
si supiera qué más darte! Jesús; sufriste en tu dolorosísima Pasión;
la segunda, que sienta yo en mi corazón,
4. en cuanto sea posible, aquel amor nosotros pecadores esta misma
sin medida que te abrasaba y te llevó, dolorosísima pasión.
Hijo de Dios, a sufrir gustoso por
(San Francisco de Asís)
Para la reflexión:
¿Qué suscita en mí reflexionar y meditar en pasión de nuestro Señor Jesucristo?
¿Vivo la certeza de que Dios le da sentido a todos los acontecimientos de mi
vida?
¿Te dejarás tocar el corazón por la entrega radical de Jesús? ¿A qué estás
dispuesta respecto a Jesús?
¿Cómo te implicas en esta entrega haciendo de tu vida un don y una
responsabilidad al servicio del Evangelio en cada uno de los hermanos?
¿Llevas la cruz arrastrándola y de mala gana? ¿O bien la llevas con Jesús?
Te invitamos a dirigirte
personalmente a Jesús con esta
invocación:
Al final de este recorrido del Evangelio
de San Juan con un corazón
arrepentido, al pie de tu-mi cruz,
decepcionado de tantas propuestas
deslumbrantes desde mi indigencia y
con mis incoherencias, yo también te
confieso, Jesús como Hijo de Dios.
Hazme participar de tu victoria sobre la
muerte y el pecado, lléname de tu
Espíritu Santo, perdona mi orgullo y mi
complicidad con el mal, hazme un
miembro vivo de tu cuerpo, de tu
Iglesia, sírvete de mí para que otros te
conozcan, te amen y te sigan. Amén.
(Misión Metrópolis, Barcelona)