22. Así, la fortaleza cristiana hace
posible el seguimiento de Cristo, un
día y otro, sin que el temor, la
prolongación del esfuerzo, los
sufrimientos físicos o morales, los
peligros, oscurezcan en el cristiano la
percepción de que la verdadera
felicidad está en seguir la voluntad
de Dios, o le alejen de ella.
26. Señor, perdóname si soy atrevido,
pero te ruego me concedas este favor:
no me dejes ni un día de mi vida sin
decir la Misa, sin abrazarte en la
Comunión... dame mucha hambre de
Ti, una sed de recibirte que me
atormente todo el día hasta que no
haya bebido de esa agua que brota
hasta la Vida Eterna, de la roca
bendita de tu costado herido. ¡Mi
Buen Jesús!, yo te ruego me concedas
morir sin dejar de decir Misa ni un
solo día.
27. «Si me escondo ya no tendré
oportunidad de atenderlos,
ni a ustedes ni a sus hijos, ni
a sus enfermos, y no podré
casar a sus muchachos. No
tengo miedo, así disfrazado
los soldados no me
conocerán y si me agarran,
¿qué ha de pasar?, sino que
me corten la cabeza. Además
Cristo murió por mí, yo
también muero gustoso por
Él».
33. La paciencia es, pues, una
característica del Dios de la historia
de la salvación, como enseñaba
Benedicto XVI al inicio de su
pontificado: “Éste es el distintivo de
Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas
veces desearíamos que Dios se
mostrara más fuerte! Que actuara
duramente, derrotara el mal y creara
un mundo mejor.
34. Todas las ideologías del poder se justifican
así, justifican la destrucción de lo que se
opondría al progreso y a la liberación de la
humanidad. Nosotros sufrimos por la
paciencia de Dios. Y, no obstante, todos
necesitamos su paciencia. El Dios, que se
ha hecho cordero, nos dice que el mundo
se salva por el Crucificado y no por los
crucificadores. El mundo es redimido por
la paciencia de Dios y destruido por la
impaciencia de los hombres”
35. La paciencia conduce a saber sufrir
en silencio, a sobrellevar las
contrariedades que se desprenden del
cansancio, del carácter ajeno, de las
injusticias, etc. La serenidad de ánimo
hace asimismo posible que
procuremos hacernos todo para todos,
adaptarnos a los demás, llevando con
nosotros nuestro propio ambiente, el
ambiente de Cristo.
36. La perseverancia, a imitación
de Cristo, que fue obediente al
designio del Padre hasta el
final, es necesaria para la
salvación, según las palabras
evangélicas: “quien
persevere hasta el fin, ése
se salvará”
39. “Toda fidelidad debe
pasar por la prueba
más exigente: la
duración [...]. Es
fácil ser coherente
por un día, o por
algunos días [...]. Sólo
puede llamarse
fidelidad a una
coherencia que dura
a lo largo de toda la
vida”
40. “ánimo grande, alma amplia en la que caben
muchos. Es la fuerza que nos dispone a salir
de nosotros mismos, para prepararnos a
emprender obras valiosas, en beneficio de
todos. No anida la estrechez en el
magnánimo; no media la cicatería, ni el
cálculo egoísta, ni la trapisonda interesada.
41. El magnánimo dedica sin reservas
sus fuerzas a lo que vale la pena; por
eso es capaz de entregarse él mismo.
No se conforma con dar: se da. Y
logra entender entonces la mayor
muestra de magnanimidad: darse a
Dios”