Este documento presenta el editorial de la revista Cosmocápsula número 2. En él, Dixon Acosta discute la importancia de las escritoras pioneras de ciencia ficción como Mary Shelley y otras autoras notables a lo largo de la historia del género. También señala la escasez de escritoras colombianas contemporáneas dedicadas a la ciencia ficción y hace un llamado a que más mujeres envíen sus historias a la revista. El objetivo del editorial es estimular a las escritoras a explorar y desarrollar
3. Editorial "La ciencia-ficción escrita por
mujeres"
Dixon Acosta
¿Es razonable tomar la ficción como una opción
de vida? Comentario acerca de "La invención de
Morel" de Adolfo Bioy Casares
Yesid Henao Pérez
Colombia en el Cómic
Dixon Acosta
Tu mejor recuerdo
Campo Ricardo Burgos
El Único Hijo de Adolfo Casares
Fernando Galindo Gordillo
Ilustradora Invitada: Nela Marín
El Gran Macizo
Carmen Frontera Quiroga
Un Paseo Sobre la Luna
Óscar Bastante Godina
Star Wars en el cuaderno
Óscar Fabián Triana Méndez
N18
Juan Manuel Ortiz Taberna
Salmo Penitencial
Pablo Martínez Burkett
Instantáneas de una escritura tetracefálica:
"Los idiotas de la calle 13"
Federico Cuartas Aristizábal
Juan Ignacio Muñoz Zapata
Nicolás Uribe Pantoja
Philippe “Luna solar roja” Edwards
4
7
9
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19
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27
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37
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Índice
Desilusión Cósmica
Antonio Mora Vélez
Instantes
J. Javier Arnau Moreno
Ñorñoritos
Claudio Guillermo del Castillo Pérez
Fundamentos matemáticos del amor
Juan Carlos Garrido del Pozo
Portal 23
José Ángel Muriel Gonzalez
El Ente
Javier Fernández Bilbao
¡Por Fin!
Pablo Navarro Valero
Y éste fue el principio...
Carlos Enrique Saldivar
Los cálculos nunca son exactos
Yonnier Torres Rodríguez
Cuadro Familiar
Juan Manuel Valitutti
Buenas noches, amor
Carlos alberto Morales
Duendes
Ramiro Sanchiz
Novedades Editoriales
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4. 4
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
A Patricia, artista y compañera.
Al igual que el pecado original, la ciencia-
ficción moderna fue iniciada por una mujer.
La escritora Mary Shelley con su novela
“Frankenstein o el Moderno Prometeo” (1818),
inauguró un género capaz de imaginar situaciones
extraordinarias, pero con un fundamento científico
racional. El monstruo creado por el enfermizo
genio de Frankenstein no es producto de la magia,
no se trata de un milagro ni de la fantasía
inexplicable, sino de un experimento científico,
sobre el cual la autora no sólo describe su
realización sino que reflexiona sobre sus
consecuencias e impacto social, adelantándose a
todo el debate ético que la clonación y la
manipulación genética han provocado en esta
época turbulenta.
Pero si aún existieran dudas de la importancia
de Mary Shelley en este particular género literario,
estas se disiparían al descubrir que ella es autora de
la novela “El último hombre” (1826), un relato
apocalíptico cuyo argumento es una sociedad
futurista de finales del siglo XXI, en donde una
plaga ha asolado el mundo, hasta dejar al último
sobreviviente. Como se observará, la señora
Shelley resultaría ser pionera del subgénero
apocalíptico que ha sido recreado en diversas
variantes por otros novelistas y directores
cinematográficos contemporáneos.
Escritoras destacadas del género han sido la
socióloga y feminista estadounidense Charlotte
Perkins Gilman quien es autora de “Herland”
traducida en algunas ediciones como “Dellas, un
mundo femenino” (1915), con un argumento que
muchos hemos asumido en algún relato perdido,
una sociedad conformada sólo por mujeres, así
mismo Andre Norton la “Gran Dama de la Ciencia-
Ficción y la Fantasía”, con una prolífica obra de
más de cien novelas. De igual forma Thea Von
Harbou, guionista y escritora alemana cuyo genio
se vio nublado por su militancia en el nazismo, fue
la creadora de “Metrópolis” (1926), obra que fue
llevada al cine por su esposo, Fritz Lang, la novela
plantea en un escenario de alienación, la dicotomía
femenina en el imaginario masculino, el pecado y
la redención, la maldad y la nobleza. Se han dado
casos de vocaciones tardías como Miriam Allen
deFord, quien a los sesenta y dos años escribió su
primer cuento y continuó escribiendo hasta los
ochenta y seis ó Margaret St. Clair.
En la dilatada historia del género han brillado
nombres como los de Ursula K. Le Guin con
novelas como “La mano izquierda de la oscuridad”
(1969) ó “Los desposeídos”. No puede olvidarse
que la premio Nobel de Literatura 2007, Doris
Lessing, dentro de su vasta obra ha escrito varios
títulos de ciencia-ficción como los cinco
volúmenes de “Canopus en Argos” (escritos entre
1979 y 1983), en donde plantea la divergencia
entre los conceptos de hombre y mujer, así como la
reciente novela “The Cleft” (La Grieta, 2007). En
el mundo literario anglosajón, aparecen nombres
como Kate Wilhem, Joanna Russ, Marion Zimmer
Bradley, Joan Vinge, Vonda McIntyre, Judith
Merrill, Alice Bradley Sheldon, quien escribió
durante mucho tiempo con el sobrenombre
masculino de James Tiptree, Octavia Butler,
escritora afroamericana, Pat Cadigan llamada la
“Reina del Cyberpunk” y muchas más.
Dentro de la relación de mujeres autoras de
ciencia-ficción, no incluyo a la popular escritora
británica J. K. Rowling, creadora de la serie “Harry
Potter”, obra de fantasía mágica, pero su historia
personal debe ser inspiradora no sólo para las
mujeres, sino para todos aquellos que tienen el
Editorial
La ciencia-ficción
escrita por mujeres
Dixon Acosta
Editorial
5. 5
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
sueño de ser escritores.
En nuestro idioma castellano, la lista de autoras
dedicadas a la ciencia-ficción se reduce bastante.
Algunos han insinuado que Sor Juana Inés de la
Cruz inició el género con un poema especulativo
llamado “El Primero Sueño”. En España,
actualmente Elia Barceló, filóloga y profesora es la
escritora más destacada del género con novelas
como “El mundo de Yarek”, “El vuelo del
hipogrifo”, con la presencia de autoras y
divulgadoras del género como Lola Robles y Pily
B.; se dio el caso de María Guera quien junto a su
hijo Arturo Mengotti, escribieron ocho relatos en la
legendaria revista “Nueva Dimensión” para luego
desaparecer.
En nuestro continente la argentina Angélica
Gorodisher está a la cabeza de cualquier selección
con títulos como “Kalpa Imperial” y el libro de
relatos “Trafalgar”. En México, Marcela del Río
Reyes sobrina-nieta del gran Alfonso Reyes, es
responsable de la novela “Proceso a Faubitten” con
prólogo de Ray Bradbury. Más recientemente el
caso de la novelista cubana Daína Chaviano,
exiliada en Estados Unidos, quien ha logrado
reconocimiento por su obra, así como la escritora
peruana Tanya Tynjälä. Recién me entero que en
Costa Rica hay una interesante producción
femenina, durante el año 2009 se editó en ese país
“Posibles Futuros, Cuentos de Ciencia Ficción”, en
la cual se encuentran cuentos de seis autores
costarricenses de los cuales tres son mujeres, Laura
Casaca Núñez, Jessica Clark y Laura Quijano
Vincenzi quien ha publicado al menos cuatro libros
entre novela y relatos de ciencia-ficción, iniciando
en 1995 cuando publicó la novela “Una sombra en
el hielo”.
En el caso de Colombia, la primera obra de
ciencia-ficción también fue fruto de la imaginación
femenina, la extraordinaria Soledad Acosta de
Samper y el relato “Bogotá en el año 2000” (1905),
en el cual crítica lo que ella percibía como ciertas
costumbres demasiado liberales para su gusto,
aunque empleara el recurso onírico para explicar
su especulación futurista. No puede olvidarse a
María Castello y su cuento “La tragedia del
hombre que oía pensar” (1935) incluido en la única
antología de ciencia-ficción colombiana,
“Contemporáneos del Porvenir”.
Entonces viene la pregunta, por qué
aparentemente existe la convicción que las mujeres
no escriben ciencia-ficción, si al menos los ilustres
antecedentes afirmarían lo contrario. La verdad es
que actualmente los argumentos que se
esgrimieron en el pasado, sobre las limitaciones
para las mujeres en materia de creación literaria,
no tendrían el mismo peso específico, es decir, el
difícil acceso de las mujeres a la educación (en el
caso colombiano la mayor parte de la población
universitaria colombiana es femenina), ó la censura
de la sociedad a las mujeres escritoras.
La duda se vuelve apremiante en el caso de
Colombia. No aparece una escritora
contemporánea que se dedique de lleno al género,
de hecho nunca la hemos tenido, sólo apariciones
espontáneas, siendo más visitada la fantasía,
género que considero emparentado (pariente lejano
en realidad) con la ciencia-ficción pero que en el
imaginario colectivo tiende a confundirse. Es más
frecuente encontrar relatos femeninos fantásticos
como en el caso de la gran Laura Restrepo ó de la
escritora y crítica Carolina Sanín, y no puede
olvidarse esa variante romántica del realismo-
mágico que ha explorado Ángela Becerra. Pero en
materia de ciencia-ficción no parece haber mucho
interés por parte de nuestras escritoras.
Buscar explicaciones a esta circunstancia, no
resulta fácil, porque podríamos caer en la tendencia
facilista (y machista) de expresar que las mujeres
no gustan de la ciencia, ni de los argumentos
racionales para explicar una situación
extraordinaria y simplemente se decantan por lo
facilista. Personalmente me atrevo a suponer que
en su afán de ganar reconocimiento y
respetabilidad a nuestras escritoras (al igual que a
muchos autores hombres) no les interesa ser
relacionadas con un género considerado menor,
que ha sido identificado como “no realista” en el
sentido de inmaduro, infantil e incluso absurdo.
Editorial
6. 6
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
En el caso de “Cosmocápsula” hay claros
ejemplos del interés femenino por el género de
ciencia-ficción. En el primer número de la revista
tuvimos en el Consejo Editorial a la escritora y
divulgadora Tamara Gutiérrez, uno de los mejores
relatos de esa edición fue coautoría de la escritora
argentina Laura Ponce. En el actual número,
incluimos un relato de la escritora española
Carmen Frontera, aunque discutible si corresponde
o no al género, motiva interesante reflexión. De
igual forma, la imagen que ilustra y presenta esta
segunda edición es obra de Nela Marín,
extraordinaria artista e ilustradora costarricense,
quien dentro de su maravilloso trabajo se ha
decantado por las obras de corte infantil y juvenil.
Antes de terminar debo aclarar que la primera
línea del presente texto sólo pretendía ser un
anzuelo provocador. No creo en la culpabilidad del
pecado original por parte de una mujer, esa idea
que sustenta el relato bíblico, tiende a ser una de
las tantas proyecciones masculinas de su propia
frustración, miedo e incomprensión ante lo
femenino, al igual que un justificante político de
los regímenes de los hombres. Está más que
comprobado que la mayoría de “pecados” como la
guerra y la corrupción política son en su mayoría
acciones masculinas, la naturaleza de la mujer es la
creación, no la destrucción.
Como aspiración personal, espero que el
presente texto sirva de acicate, de estímulo, a todas
aquellas mujeres que gustan de la ciencia-ficción,
especialmente en Colombia, para que se animen a
escribir relatos y los envíen a esta revista, pues
afortunadamente Internet ofrece una alternativa
frente a la otra tradicional limitante, el difícil
acceso a editoriales ó revistas de papel
especializadas en el género. En nuestro caso,
“Cosmocápsula” siempre tiene la puerta abierta a
quienes sueñan los futuros posibles, si
consideramos que los imposibles no existen.
Dixon Acosta.
Editorial
7. 7
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
“He discutido con su autor los pormenores
de su trama, la he releído; no me parece una
imprecisión o una hipérbole calificarla de
perfecta.”1
Jorge Luis Borges
Uno podría decir que esta novela abunda en
elementos interesantísimos, todos dignos de
inspirar otros escritos: un hombre condenado a
cadena perpetua que se hace prófugo y que
adquiere un semblante melancólico, una piltrafa
humana inmersa en la hostilidad del tiempo
acompañada por el sinsabor de días tediosos, un
ser habituado a una libertad hostil que le recuerda
las comodidades del pasado, pero también la
injusticia de los hombres, un no sé qué, que saca
fuerzas de las ruinas de su cuerpo y que se
enamora, pese al hambre que lastima su estómago.
Dicho hombre convirtió la adversidad de una
isla en su libertad, convirtió la imagen de una
mujer en su más sublime esperanza, convirtió la
virtualidad de su entorno en algo soportable, luego
en algo familiar, al final decidió hacer parte de
aquel artificio; cambiando su miserable vida por
una semana eterna de felicidad virtual. Sabia
decisión para los idealistas, no para los profanos,
pues estos últimos consideran siniestro abandonar
lo orgánico, cambiar lo tangible por lo ilusorio,
traicionar la vida con ensueños, desear con ansia lo
eterno.
¡Ja! Un momento de felicidad eterna ¿tiene ello
sentido? Sí lo tiene, pero sólo si no es eterno.
A muchos individuos les gustaría tener la
máquina de Morel, para así prolongar momentos
especiales, momentos felices, para dejar en el
abandono los instantes amargos, para olvidar todas
sus penas, pero ¡qué tontos son! No saben que es
más grato para el cuerpo conmemorar los
momentos amargos, hacerlos parte de uno y
carcajearse con ellos. ¿Por qué no saben ellos esto?
Ya sé, no tienen capacidad... no tienen capacidad
de percibir, apreciar y valorar sabores... no saben
del valor que tiene lo amargo, lo simple, lo agrio,
lo oscuro, lo doloroso... no saben que los
verdaderos hombres están hechos de estas delicias,
no tienen paladar exquisito.
¿Cómo saber de felicidad cuando hay ausencia
total de dolor, cuando se olvida lo que nos hace
tomar tierra, cuando nos sustraemos del tiempo? Es
bien sabido que aquellas cosas con pretensiones
eternas son un insulto a lo mortal, a la naturaleza,
al tiempo, al cambio, pues petrifican lo que tocan
1. Tomado de: La Invención De Morel, Editorial Norma, Santafé de Bogotá, 1994, Pág. 12.
¿Es razonable tomar la
ficción como una opción
de vida?
Comentario acerca de "La
invención de Morel" de Adolfo
Bioy Casares
Yesid Henao Pérez
Licenciado en filosofía y letras - Universidad
de Caldas
gunsandnorcans[arroba]hotmail.com
"La invención de Morel es una novela escrita en 1940 por el
argentino Adolfo Bioy Casares. Se trata probablemente de su
obra más famosa, constituyendo un ejemplo clásico de la
literatura fantástica en idioma español."
Tomado de Wikipedia.org
Artículos
8. 8
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
alejándolo del mundo y de su vitalidad. Así son las
imágenes de Morel, por ello ignoraron lo único
valioso de esa isla, a saber: aquel desgarrado
hombre. ¡Qué va! Él traicionó la tierra y también
se hizo quimera.
“No tuve necesidad de ver a Faustine. Me
creía seguro: ya no me importaba que estuviera
o no estuviera. Comprendí que era cierto lo que
había dicho, horas antes Morel (pero es posible
que no lo hubiera dicho por primera vez, horas
antes, sino algunos años atrás; lo repetía porque
estaba en la semana, en el disco eterno).
Sentí repudio, casi asco, por esa gente y su
incansable actividad repetida. Aparecieron
muchas veces, arriba, en los bordes. Estar en
una isla habitada por fantasmas artificiales era
la más insoportable de las pesadillas; estar
enamorado de una de esas imágenes era peor
que estar enamorado de un fantasma (tal vez
siempre hemos querido que la persona amada
tenga una existencia de fantasma). ”2
Algunos dicen que es posible lo eterno mientras
no haya conciencia ¿cómo es eso? Respuesta:
Como las imágenes no conocen su naturaleza, son
cual fantasmas: viven con la gente, duermen con
ella, disfrutan el mundo, pero no saben su estatus
ontológico, no saben que de ficción está hecho su
ser. Ello justifica su felicidad, y la falta de
conciencia hace que desaparezca el hastío por lo
eterno. ¡Así también es la gente! similar a estas
ficciones, viven felices en el engaño. Ahora bien
¿por qué privarles de la felicidad? ¿Por qué preferir
el dolor? Nada tiene más sentido que sonreír en el
mundo, ver las cosas positivamente, ser un tonto
feliz e ignorar la realidad, evitar el dolor, hacer de
la indiferencia el mejor aliado, negar un gran
porcentaje de la vida, pues lo amargo, lo ácido y lo
simple son nada si se comparan con lo dulce.
¡Qué ignorancia tan grande! Se les olvidó cuán
desagradable es el dulce después de un rato, el
empalago que produce, el ardor en la garganta, el
agudo dolor de cabeza... Imagínense una eternidad
así de azucarada. “!qué felicidad!”.
Las imágenes de Morel en su mundo artificial
no serán conscientes de tan monótono destino,
pues habrán capturado un instante del tiempo, que
si bien se repite un millón de veces, para sus
huéspedes siempre será algo nuevo, pero ¿cómo se
ven las cosas desde afuera? Cuando aquel fugitivo
se percató del engaño sintió repudio, pero sólo fue
momentáneo, ya que se acostumbró a la idea
rápidamente; tan rápido que fue absorbido por ella
sin darse cuenta. Así aquel individuo se dejó
seducir por aquella invención y decidió compartir
estatus ontológico con los demás artificios, y más
con el de hechizo femenino (Faustine).
Dándole otro sentido a la historia ¿qué pasaría
si aquel prófugo tuviese el mismo tipo de falsa
ontología, siendo reproducido o tomado por la
máquina después de darse cuenta que sus
compañeros de isla eran una ilusión, sólo que sin
poder remediarlo, sin poder evadir tal
pensamiento? ¿Pensaría él que es una invención de
otro tipo sólo por el hecho de ser consciente de su
estado? ¿Sería una ficción que juzga otras
ficciones, o sería una ficción que se cree conciente
de sí, pero que en el fondo no lo es?
Desde afuera aquellos personajes no dejarán de
ser más que mecanismos, artefactos repetidores.
Por ello aquel fugitivo debió morir ahogado, o
podrido en el frío suelo de una cárcel, pero no
debió hacer parte de aquel ensueño.
¿Qué de extraordinario tiene una novela que
termina en un final tan repetitivo?
No he discutido con su autor los pormenores de
su trama, no la he releído, me parece una
imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta.
¡Sin duda es imperfecta!
2. Confrontar, BIOY CASARES, Adolfo. (1994) La Invención De Morel, Santafé de Bogotá, Colombia: Editorial
Norma. Pág. 79.
Artículos
9. 9
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Colombia ha sido mencionada en múltiples
manifestaciones literarias y
cinematográficas1, pero resulta interesante
constatar que también ha aparecido en el cómic
internacional, de la mano de alguna referencia
geográfica e incluso de personajes colombianos.
Como acicate a investigadores más avezados (y
con mayor
tiempo), dejo esta
preliminar
relación de obras
en donde aparece
“dibujado”
nuestro país.
El presente
texto no se trata
de una historia de
la historieta en
Colombia, ni se
refiere a autores
colombianos,
aunque siempre
rondan en la
memoria
personajes como
“Mojicón” de Adolfo Samper, “Copetín” de
Ernesto Franco, “Tucano” de Jorge Peña o más
recientemente “Magola” de Nani (Adriana
Mosquera). La idea es destacar a los autores
extranjeros que por alguna u otra razón se han
fijado en nuestro país para desarrollar su trabajo
creativo.
Tal vez uno de los personajes más interesantes y
más desconocidos entre nosotros sea Lola Bogota
(no Bogotá), cuyo origen tiene que ver con
actividades delictivas, pero luego se redime y
presta servicios a diversas organizaciones secretas.
Los autores Fréderic Brrémaud y Philippe
Chanoinat (1973), narran las aventuras de esta
curiosa colombiana en tres tomos. “Notre Dame de
Colombie”, “JFK” y “Le Camp des Siciliens”. Esta
joven, gracias a su pasado criminal, es reclutada
por organismos de seguridad secretos, los cuales le
encargan peligrosas misiones.
Para dar una idea, en el segundo tomo de la
historieta, el presidente estadounidense John F.
Kennedy le pide a Lola que
recupere unas fotos
comprometedoras
que lo
involucran en
algún
escandaloso
romance.
Como se
observa, Lola
Bogota, es una joven
trigueña de ojos
verdes (imaginamos
verde esmeralda, para
darle una mayor
connotación
colombiana), bien
alimentada y versada en el
uso de todo tipo de armas,
antiheroína que se mantiene en el filo de lo legal e
ilegal.
Entre nosotros hace varios años reside un
Colombia en
el Cómic
Dixon Acosta
Artículos
Lola Bogota por Fréderic Brrémaud y Philippe Chanoinat
1. Sobre el tema de las referencias cinematográficas de Colombia, existe un libro inédito titulado “Colombia en el
Cine Universal” de mi autoría, con más de 200 menciones de nuestro país en películas extranjeras, por si algún
inteligente editor se encuentra interesado.
10. 10
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
dibujante y caricaturista argentino, Daniel Rabanal,
quien creó un personaje salido de las entrañas del
barrio bogotano de La Candelaria, “Las aventuras
de Gato” (1996), en las cuales un joven se
enfrentaba a misterios criollos, el arte gráfico
recordaba a “Tintín”, la célebre historieta del belga
Georges Remi (Hergé).
En cierta ocasión. como
recuerda Daniel Samper
Pizano en su libro
“Dejémonos de Vainas”, la
contraparte femenina de
James Bond, la famosa
“Modesty Blaise”, viajó a
Colombia protagonizando
una aventura en nuestro
país, en la cual se
apreciaron sitios como el
Hotel Tequendama.
Don Daniel en el mismo texto
rememora que hubo una historieta
de Disney, concretamente del ratón
Mickey y su amigo Tribilín (al
menos así le decíamos en mi época a
Goofy), titulada “El tesoro de El
Dorado”, en la cual viajaban a
Colombia y llegaban hasta la
misma laguna de Guatavita
(descrita como Guata-Vita), en
donde encuentran el tesoro, pero prometen no
revelar su secreto para proteger a los indígenas que
lo resguardan.
Uno de los personajes más famosos
en la historia del cómic es sin duda
“Corto Maltés” del italiano Hugo
Pratt. Corto cuenta dentro de
sus amigos con uno llamado
“Lévi Colombia”, quien
invita al aventurero a
buscar el continente
perdido de Mù y
descubrir el origen
de la humanidad.
Lévi Colombia es
un anticuario que vive en Maracaibo.
Considerando que la mitad de la población del
estado Zulia en Venezuela es colombiana, nada
raro el parentesco del
personaje con nuestra
patria.
En el año 2005 en
Argentina se editó un libro
de cómics titulado
“Colombia”, adaptación
de un guión
cinematográfico de Fabio
Zurita y Emilio Gorini,
con dibujos de Gustavo
Ceveze. El libro se
presenta como una
“historia de almas perdidas
y de sexos perdidos que se
mienten mientras mueren”.
Por alguna
razón, la
protagonista
de la historia
se llama “Colombia”, una mujer
obesa y atormentada, víctima de
frustraciones sentimentales, quien se
encuentra enamorada de un
homosexual.
Dentro de las compañías productoras de cómics
Artículos
“Las aventuras de Gato” (1996) por Daniel Rabanal
"Modesty Blaise" por
Peter O'Donnell y Jim
Holdaway
Mickey Mouse y Goofy, de Disney
"Corto Maltés" pot Hugo Pratt
11. 11
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
en Estados Unidos, aparte de Marvel
y DC, aparece “Valiant
Comics”, fundada por Jim
Shooter, antiguo editor de
Marvel Comics, con
énfasis en historias de
ciencia-ficción, como
“Eternal Warrior”.
El protagonista de
“Eternal Warrior”,
es Gilad Anni-Padda,
personaje inmortal quien en una de sus travesías
debe luchar contra la última reencarnación de su
archienemigo (El Enemigo Inmortal) quien ahora
es un mafioso colombiano llamado Juan Javier
Caldone.
Otra producción de
“Valiant Comics” es
“Turok” protagonista de
una saga titulada
“Dinosaur Hunter”
(Cazador de Dinosaurios).
El amigo Turok en una de
sus andanzas por el tiempo
y el espacio, va a parar a
las “junglas colombianas”,
es posible que se haya
encontrado con varios
dinosaurios de los que integran ciertas fuerzas
seudo guerrilleras y paramilitares.
Una de las más conocidas historietas de ciencia-
ficción, el Juez
Dredd, sobre un
particular
funcionario
público que debe
impartir justicia
en el futuro,
menciona dentro
de los peligrosos
lugares que ha
visitado este
personaje
“Ciudad
Barranquilla”. Se
supone que es una
ciudad imaginaria,
ubicada entre Sur y
Centroamérica, de
todas formas el solo
nombre ya nos ubica
en el escenario, así
los autores digan que
no queda muy
distante de la jungla
amazónica. El Juez
Dredd es creación de John Wagner (estadounidense
afincado en el Reino Unido) y del artista español
Carlos Sánchez Ezquerra, la historieta fue
publicada en la famosa British Science Fiction
Anthology 2000 AD.
Quisiera referirme a dos tiras cómicas de
habitual aparición en los
periódicos de Estados Unidos,
que han tenido una polémica
relación con Colombia. En
primer lugar “Dilbert”,
creación de Scott Adams.
Dilbert es un ingeniero que
trabaja en una gran compañía,
escenario que aprovecha el
autor para referirse con ironía
sobre la burocracia y los
ambientes laborales. Hace un
tiempo, los directivos de la empresa, en medio de
la crisis económica, le propusieron a Dilbert viajar
a Colombia para traer de regreso un “paquete”, sin
usar sus manos.
Mike Peters es un
laureado historietista de
Estados Unidos,
reconocido por su
trabajo titulado
“Mother Goose and
Grimm”, hace algunos
meses generó una gran
controversia al
relacionar al personaje
de Juan Valdez con la
Gilad Anni-Pada
Juan Javier Caldone
"Mother Goose" por
Mike Peters
"Dilbert" por
Scott Adams
Artículos
12. 12
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
referencia de los crímenes en el país, algo que
produjo el anuncio de demanda por parte de la
Federación Nacional de Cafeteros.
Uno de los más
grandes superhéroes
de la empresa Marvel
Comics, también ha
tenido oportunidad de
visitarnos. El famoso
“Wolverine”,
conocido como
“Logan” uno de los
personajes más
reconocidos de los X-
Men de Stan Lee, en
una colección titulada
“Weapon X”, visita
las “selvas” de Colombia, en donde varios
campesinos han sido asesinados por un grupo
misterioso de mercenarios, una especie de “súper
soldados”, producto de un experimento de una
malévola empresa que Wolverine deberá destruir.
Deseo terminar
con otra verdadera
sorpresa. Colombia
cuenta con un súper-
héroe y no lo
sabíamos. Dentro
del universo de
personajes de
Marvel en una
colección titulada los
“Dioses Juveniles”,
aparece un personaje
de origen colombiano con superpoderes.
El nombre de nuestro superhéroe es
“Highnote” (algo así como “Nota Alta”, por la
referencia musical), se trata de Raúl (aparece como
Raoul) Hernández, un colombiano del siglo XIX,
bailarín de profesión, quien por esas cosas del
destino es reclutado dentro del grupo de héroes
superpoderosos, ya que además de ser inmortal
(gran ventaja en nuestro medio), cuenta con la
habilidad de descargar energía sónica, mediante su
poderosa voz. De
igual forma al entonar
ciertas canciones,
puede tele
transportarse, así
como mover objetos a
voluntad. Highnote
apareció por primera
vez en el número 300
de la edición de
“Thor”, la adaptación
que hizo Marvel
Comics del dios
nórdico, mezclando
historias de mitología y ciencia-ficción.
En la siguiente imagen se apreciará a este súper
héroe colombiano, quien curiosamente no apela a
las armas, ni a la fuerza física, sino a las notas
musicales, lo que corresponde a nuestra gran
diversidad musical, lo cual no debería extrañar si
tenemos en cuenta que los colombianos más
reconocidos en este momento son cantantes.
Con esta alta nota, convertida en agradable
sorpresa, termina la relación de referencias
colombianas en el cómic internacional.
Posiblemente no sea la definitiva ni total, pero
resulta interesante constatar que nuestro país
también existe en el universo del llamado noveno
arte.
Dixon Acosta
Artículos
13. 13
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
DIXON ACOSTA (1967)
Bogotano, felizmente casado con Patricia.
Sociólogo (Universidad Nacional de
Colombia) y Diplomático de Carrera
(Academia Diplomática de San Carlos).
Integrante del Taller de Escritores de la
Universidad Central (TEUC). Finalista en
varios concursos internacionales de poesía,
cuento y ensayo. Artículos, ensayos, poesías
y cuentos publicados en libros colectivos,
periódicos y revistas. Colaborador de
publicaciones virtuales especializadas en
ciencia-ficción.
Artículos
14. 14
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Burdeles conocí de todo tipo y en cuanto
planeta, asteroide o fragmento flotante de
roca estuviera al alcance de las empresas de viajes.
Digamos que ésa fue y aún es una vieja adicción.
Cuando empecé en esto del comercio, labor a la
cual todavía me dedico, siempre que concluía mis
negocios en alguna ciudad de algún mundo, de
inmediato iba a visitar algún prostíbulo y a tener
un rato de juerga. Así fue como tuve relaciones
sexuales con diversas hembras de diversas
especies: Con las huesudas colonizadoras de
Venus, con las hechiceras de cabellos negrísimos
de los polos de Marte, con las curiosas nómadas
rojas de los desiertos tritonianos, con las
sofisticadísimas damas sin esqueleto de 16 Cygni
(hacer el amor con ellas era como sumirse en un
tarro de arequipe infinito). En fin. El hecho es que
cuando arribé por primera vez a este planeta, no
me desvié un milímetro de la rutina acostumbrada;
tan pronto concluí mis transacciones con los
lugareños, comencé a husmear por las zonas
subterráneas de esta ciudad y entonces me topé con
este sitio en el cual nos encontramos. Al entrar, el
camarero que me atendió me ofreció una bebida,
me hizo sentarme alrededor de una mesa y de
inmediato me conectó a una terminal de
computador. Allí ingresé al impresionante catálogo
de hembras que estaban disponibles. Había de
todo: Sidereanas de repulsivo aspecto para un
humano como yo, que sin embargo podían hundirte
en éxtasis insospechados; heliconianas cuyos
turbadores ojos –cual si fueran basiliscos- podían
matarte si les sostenías la mirada más allá de unos
segundos; ursonianas cuya desnudez te dejaba
ciego; mujeres de Iota Serpens, vedadas a los
humanos porque su temperatura era tan alta que, si
alguno de nuestra especie las tocaba, de modo
irremediable sufría quemaduras. Alelado
contemplé ejemplares del sexo femenino de
incontables estirpes cuya apariencia a veces movía
a risa, a veces al miedo, la mayoría de ocasiones a
la lujuria más descontrolada. A instancias del
programa de presentación del catálogo, reduje mi
búsqueda sólo a hembras de apariencia humana de
distintos planetas y aquí sí que quedé aún más
boquiabierto: La belleza de estas mujeres superaba
cualquier intento de descripción. Se me ofrecían
diosas y semidiosas altas y bajas, blancas y negras,
rubias o morenas, delgaduchas o de redondeces
aturdidoras, de sangre azul o plebeyas, de rostros
salaces en extremo o de inocencia irredimible. Si
escogiera a la menos atractiva de todas –rótulo éste
que me parecía imposible aplicar dadas las
suntuosas carnes de las criaturas que veía- se me
garantizaría un deleite más allá de cualquier cota
imaginable. En esas me encontraba cuando,
casualmente (si es que las criaturas podemos usar
esta palabra) en un extremo de la pantalla noté un
link muy particular que rezaba Tu mejor recuerdo.
Intrigado, pulsé allí y entonces se me apareció otra
página web. Allí se me explicaba que, si estaba
interesado, no tenía que escoger a ninguna de las
espléndidas hembras del innumerable catálogo y
que, en vez de ello, podría hacer el amor con “La
mujer de mis recuerdos”. El programa se
denominaba CZ3 (sigla que significa algo en esa
enmarañada lengua que hablan aquí, pero cuyo
exacto sentido en este momento no recuerdo) y
garantizaba que, al conectarse a él, de inmediato la
persona recibía una serie de estimulaciones al
cerebro que volvían a llevarla y a revivir de
manera idéntica, aquella relación sexual que uno
mismo consideraba la mejor que hubiera tenido en
su vida. Para ello, la única información que el
programa solicitaba era el nombre de la mujer con
quien el usuario consideraba que había tenido el
episodio sexual más memorable de su vida y uno
que otro detalle adicional que se deseara señalar
(por ejemplo, el nombre de la ciudad donde ocurrió
el encuentro, el perfume que se recordaba de la
mujer, la estatura de ella, el año del suceso, etc.).
Tu Mejor Recuerdo
Campo Ricardo Burgos López
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Con los datos mencionados, y una vez asegurada la
conexión a ciertos sensores del aparato, CZ3
rastreaba por unos minutos el cerebro de quien se
lo solicitaba y luego –aseguraba la página web- la
realidad en que se encontraba el usuario era
sustituida por otra donde, hasta en el menor detalle,
el cliente podía tener por segunda vez ese
encuentro sexual que él pensaba que la historia se
había tragado y que ya nunca más sucedería.
En aquel momento, la posibilidad planteada por
CZ3 me puso a hacer memoria de mi vida y no lo
dudé ni un segundo. El episodio sexual más
memorable de toda mi existencia había acaecido
con mi primera novia, quien se llamaba Olga. Yo
tendría como veinte años de edad y Olga tal vez
veintiuno, y en ese entonces nuestro noviazgo ya
llevaba varios meses. Cierto día yo la visitaba en
su apartamento en el norte de Bogotá (una ciudad
del planeta Tierra) y en algún momento, la
hermana con la cual ella vivía tuvo que salir del
lugar y Olga y yo quedamos solos. Sin perder un
segundo comenzamos a besarnos y antes de que lo
percibiéramos estábamos despojándonos ansiosos
de nuestras ropas. Cuando la vi desnuda me quedé
estupefacto, jamás había contemplado un ser tan
bello durante todo el tiempo que llevaba en aquel
mundo. Olga era muy delgaducha y sus senitos
apenas si semejaban dos manzanitas, pero en aquel
momento sentí que asistía a una epifanía. Cuando
sus manitas tenues se posaron en mi espalda,
estuve a punto de desmayarme de placer; cuando
su lengua rozó la mía, no podía creer que se
pudiera ser tan feliz… En fin. El hecho es que yo
recordaba aquellas dos o tres horas de hace tantas
décadas como el momento más mágico de mi vida.
Después de aquella ocasión, Olga y yo hicimos el
amor unas cuantas veces más, pero en las otras
oportunidades nunca experimenté la beatitud y la
maravilla que la tarde referida me habían poseído.
Tras un año o algo así, y por razones que hoy en
día me parecen triviales, Olga y yo terminamos
nuestra relación. Yo me alejé de ella y nunca más
volví a verla. Encuentros sexuales posteriores tuve
incontables y de modo especial en burdeles como
estos. No obstante, jamás volví a sentir lo que sentí
esa tarde. Cientos o miles de mujeres me regalaron
cuanto placer pueden deparar la carne y los
sentidos y, sin embargo, la sensación de
celestialidad que Olga una vez me obsequió, nunca
volví a experimentarla. Así pues, cuando la
primera vez que vine aquí, cuando CZ3 me hizo su
ofrecimiento, casi no tuve que pensar para escribir
en él dos datos: “Olga” y “senitos de manzana”.
Nada más. De inmediato me enlacé al sistema
siguiendo sus instrucciones y al cabo de unos
minutos ocurrió. Por un segundo me sentí un tanto
mareado, pero luego, inexplicablemente, volví a
tener veinte años. Me encontraba en el antiguo
departamento de Olga en la lejana Bogotá, y frente
a mí se hallaba ella con su apariencia de ratoncito
dulce. Yo no entendía nada, pero el hecho era que
Olga lucía exactamente igual que la tarde que más
había añorado en mi vida, que me estaba tomando
de la mano igual a como lo había hecho aquella
vez y que, en cierto instante, la hermana de Olga
apareció en el umbral de la habitación donde nos
encontrábamos, para anunciarnos –igual que la
primera vez- que debía adelantar una diligencia y
que por ello debía dejarnos solos en la vivienda.
Un milisegundo después que la hermana de Olga
cerró la puerta y salió al pasillo de aquel piso, Olga
y yo nos arrojamos uno en brazos del otro. Otra
vez Olga y yo nos aligeramos de ropa y otra vez -
¡Sí! ¡Otra vez!- mis tripas sintieron la misma
arrasadora ola de emoción que yo creí que la vida
me había negado para siempre por una segunda
vez. Cuando, tras dos o tres horas, la hermana de
Olga volvió al apartamento, inexplicablemente me
desvanecí y unos minutos después sentí que el
mesero de este lugar me tocaba el hombro para
despertarme. Yo estaba feliz y, cosa que no
comprendí, muy, muy exhausto. Me parecía que
mis piernas pesaban más de lo normal y sentía
como si hubiera corrido descalzo una maratón.
Cansado como me hallaba, le pedí al mesero un
vaso de agua y luego otro vaso y luego otro. Una
vez alcanzada la saciedad, me reconecté a la
máquina para volver al paraíso en que había
estado, pero en ese instante el mesero me lo
impidió. Cuando yo protesté por su intromisión, él
puso cara de Santo Job y se limitó a mostrarme un
link en el extremo inferior de la pantalla. Una vez
le obedecí y pulsé el vínculo, apareció una
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
instrucción que, mal resumida, decía algo así como
que no se permitía el uso del programa más de una
ocasión cada día, por cuanto el escaneo que el
aparato llevaba a cabo al interior de los entresijos
de un cerebro, podía generar efectos letales sobre
la salud. Así pues, disgustado por la imposibilidad
de repetir mi experiencia, pero feliz por haber
estado en el cielo hacía apenas unos minutos,
abandoné entonces este lugar.
En la noche, una vez metido en la cama de mi
cuarto de hotel, casi no pude dormirme por la
vividez de las sensaciones que me asediaban. Otra
vez había sentido el sabor de los pezoncitos de
Olga, de nuevo había dejado mi semilla dentro de
ella, otra vez su mirada tierna y asombrosa había
devuelto mis miradas. A la mañana siguiente, tan
pronto desayuné, vine de nuevo a este burdel y me
conecté afanoso a CZ3. De nuevo la máquina me
sumergió en su hechizo y Olga y sus veintiún años
de edad otra vez volvieron a mi encuentro. Al día
siguiente de esta segunda cita con Olga en tan
corto lapso, debía abandonar el planeta, pero no lo
hice. Aun cuando no viajar al siguiente mundo de
mi itinerario me ocasionaría una gran pérdida de
dinero, eso no me importó. Durante una semana
completa me quedé aquí en Arum 7 y de modo
religioso, todos los días, vine aquí a encontrarme
con Olga. Tras una semana, por desdicha, hube de
abandonar el planeta, pues asuntos urgentísimos de
mi compañía me requerían en otro mundo. Pero
bueno, para abreviar el relato digamos que, a partir
de mi descubrimiento de CZ3, me volví adicto a él.
En cualquier viaje y con el menor pretexto,
siempre encontraba la forma de desviar mi trayecto
hasta aquí y volver a este lugar. Retornar a este
sitio era recuperar una y otra vez la tarde erótica
más memorable de mi errática existencia. Así el
tiempo transcurrió y el hábito de visitar Arum 7 se
instaló en mí. No obstante, una tarde en que había
acabado de revivir a Olga por enésima vez, se me
ocurrió algo obvio: ¿Qué habría sido de la Olga de
verdad? ¿Dónde estaría ahora la Olga flaquita y de
deliciosos huesitos, que me entregó tanta felicidad
hacía tantas décadas? ¿No sería mejor buscarla a
ella en persona que contentarse con algo como el
CZ3 que, al fin y al cabo, sólo era un sucedáneo? A
partir de ese momento, fui víctima de una nueva
obsesión: Debía reencontrar a Olga estuviera
donde estuviera; debía volver a hablar con ella;
debía –quién sabe- volver a hacer el amor con ella.
Por varios años me dediqué a esta fatigante
empresa. Regresé a la Tierra –donde ya no vivo- y
también a esa Bogotá donde transcurrieron algunos
de mis despistados años juveniles. Allí contacté a
algún viejo amigo de infancia y juventud y a partir
de él comencé a rastrear direcciones, números
telefónicos, correos electrónicos, cualquier dato
que pudiera aproximarme a mi objetivo. En algún
momento de esa búsqueda me desesperé, pues mis
pesquisas no daban resultados pero al fin –tras tres
años, ocho meses y veintitrés días- un día planté
mis pies frente a la puerta de una gran mansión
ubicada en los alrededores de la decadente
Medellín. Una vez timbré a la puerta, aguardé por
unos segundos y una criada abrió. Cuando le
pregunté por Olga Rodríguez, la mujer me
confirmó que sí se encontraba y me preguntó mi
nombre. “Antonio Vélez”, le contesté, y entonces
ella me pidió que esperara un momento y cerró de
nuevo la puerta. Tras unos minutos en que estuve
de pie ante la entrada, la criada reapareció y me
hizo entrar. Por dentro, y quien sabe debido a qué
ignota ilusión óptica, la casa lucía incluso más
gigantesca que por fuera. Pasillos larguísimos,
salas desmedidas, aposentos de corte catedralicio.
Tras un momento arribamos a un salón y la mujer
que me guiaba me pidió que me sentara y
desapareció un momento. Durante el instante que
estuve solo, curioseé un tanto y lo cierto es que me
sorprendió el toque desolado del recinto. No sabría
expresarlo, pero los sillones, alfombras, cuadros y
chimeneas, tan solo transmitían la sensación de una
suerte de ocaso interior. Era inexplicable. El hecho
fue que al rato de aguardar, Olga Rodríguez
apareció ¿Cómo podría describirla? ¡Al fin y al
cabo no la veía hacía como veinticinco años! Era
una mujer de unos cuarenta y seis años (eso era
seguro, por cuanto yo andaba por los cuarenta y
cinco). Tal como en la época de Bogotá, lucía
delgadísima y tenue. Su semblante era muy blanco
y algunas arrugas nada discretas se exhibían
alrededor de la boca y los ojos. Su mirada, y no
entendí la razón, era entre implorante y cansada.
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Llevaba su cabello negro recogido en una moña y
su sonrisa era muy suave. Tan pronto me vio, Olga
se quedó estática un segundo, pero luego corrió
hacia mí y me abrazó. Aquel día lo empleamos por
completo relatándonos qué había sido de la vida de
cada uno en todo el tiempo en que habíamos
dejado de vernos. Para mi sorpresa, Olga nunca se
había casado. Había culminado una carrera como
abogada, había sostenido varios noviazgos, había
viajado por varios lugares de la Tierra, había tenido
éxito en su profesión y finalmente se había
radicado cerca a Medellín. En la época en que la
reencontré, Olga vivía del alquiler de ciertas
propiedades heredadas y ocasionalmente asumía
algún caso que fuera interesante representar. Nada
más. La mayoría del tiempo, como ella misma
decía, se le iba en recordar el pasado, imaginar
metáforas para describir el presente, y observar
horas y horas los paisajes que podían advertirse
desde alguno de los patios de la casona. Teniendo
el dinero para hacerlo, cosa que me pareció
extraña, Olga nunca viajaba. Teniendo la
oportunidad, dada su posición social, de frecuentar
el orbe de las élites de su país, ella nunca asistía a
fiestas o reuniones.
Por lo que pude ver en las dos o tres semanas
que me alojé en su mansión, Olga nunca leía,
nunca veía televisión, muy difícilmente salía de
compras o al teatro. Varias tardes, ella me llevó a
sentarme en un banquito desde donde se atisbaba el
magnífico espectáculo de un valle que no había
sido afeado por construcciones humanas (o que, si
alguna vez tuvo construcciones humanas, ahora ya
no las tenía). En aquellas oportunidades, ella y yo
nos sentábamos por horas enteras a contemplar la
naturaleza y muy rara vez cruzar alguna palabra.
Yo, debo decirlo, al comienzo estaba fascinado con
ella. Es cierto que Olga lucía mucho más lánguida
y con unas arrugas que no coincidían con mi
recuerdo de su rostro, pero lo cierto es que el
encanto de su mirada y sus gestos continuaban
hipnotizándome como antaño. Una noche
terminamos hablando de aquél que para mí había
sido el encuentro más maravilloso de mi vida con
una mujer en la ya distante Bogotá, y cuando
precisábamos detalles, sin darnos cuenta acabamos
besándonos, abrazándonos y haciendo el amor.
Allí, curiosamente, ocurrió un quiebre. El acto fue
delicioso y, sin embargo, yo me quedé con la
sensación de que no era eso lo que yo esperaba.
Olga había sido dulce y amable y, no obstante, esa
dulzura y esa amabilidad no bastaban para salvar el
momento. Había sido sin discusión un momento
placentero, pero de ningún modo el éxtasis y la
suspensión de los sentidos a la manera de un santo
en trance místico que yo recordaba. Extrañado,
durante los días siguientes hice el amor varias
veces con Olga a ver si El Cielo reaparecía . Lo
hicimos en su dormitorio, en los patios, en la
cocina, en la terraza, en los salones. En la mayoría
de ocasiones fueron encuentros agradables y
divertidos, pero ni el mejor de ellos se comparaba
con esa sensación de estar haciendo el amor con
Dios que había tenido con Olga a mis veinte años
de edad. Mientras la Olga de veintiún años que yo
recordaba, alguna vez me había sumido en la dicha
que, según las Escrituras, Dios depara a los
bienaventurados, esta Olga de cuarenta y seis
apenas si deparaba la calidez del roce de un
terciopelo. Creo, incluso, que Olga quedó molesta
y desilusionada conmigo cuando al cabo de las dos
o tres semanas referidas, de modo harto evidente
yo inventé cualquier pretexto para abandonarla en
su mansión. No puedo olvidar -lo reconozco- el
asombro doloroso que advertí en su mirada el día
que me despedí de ella. Mientras abordaba la nave
que me sacaría de la Tierra, una y otra vez trataba
de entender cómo era posible que resultara mucho
más extático y celestial revivir, a partir de un
programa de computador, mi encuentro sexual con
la Olga de hacía más de veinticinco años, que tener
sexo con la Olga actual de carne y hueso que, si yo
hubiera querido, me habría podido dar,
literalmente, una segunda oportunidad sobre la
Tierra. ¿Cómo era posible que el recuerdo superara
tanto en felicidad al hecho real? ¿Cómo es que una
experiencia sucedánea podía ser mejor que la
experiencia original? ¿Cómo podía ser preferible la
incompleta Olga de mis recuerdos a la Olga entera
de carne y hueso que por segunda vez me había
abierto las puertas de su vida? ¿Qué clase de sujeto
era yo? Esas cavilaciones y muchas otras me
atormentaron mientras una nave me trajo de nuevo
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
aquí a Arum 7. Tan pronto descendí en el planeta,
me alojé en el hotel de siempre y corrí a este lugar.
Tan pronto me vio franquear la entrada, el mesero
de siempre sonrió como si supiera todo lo que me
había ocurrido y, tal como la primera vez que
ingresé a este sitio, me acercó una silla frente al
terminal de CZ3. Tal como la primera vez, ingresé
los datos “Olga” y “senitos de manzana” y de
nuevo este aparato me transportó al Paraíso. ¿Qué
más puedo decirle? Mañana y pasado mañana y
después de pasado mañana, vendré aquí a revivir el
acto sexual más inefable de mi vida. Vendré
también la otra semana y dentro de dos semanas y
dentro de tres semanas. Vendré en un mes, en dos
meses, en tres meses. Probablemente la muerte me
encuentre ocupando esta plaza frente al CZ3. Este
programa no ocasiona que yo rememore un hecho,
sino que lo viva exactamente igual que la primera
vez. Este programa es la auténtica máquina del
tiempo. Entre la Olga de cuarenta y tantos años que
hoy existe en algún lugar del planeta Tierra y la
Olga de veintiún años que CZ3 me permite sentir,
escojo la segunda. Entre la decepcionante realidad
y la reviviscencia perfecta, me quedo con la
segunda. Gracias a CZ3 he entendido que aquí está
la Olga original, la de carne y hueso sólo es la
copia imperfecta. La Olga que vive en algún lugar
del espaciotiempo solo ha devenido clon de la
original que reside en mi cerebro y que CZ3 jamás
me permitirá olvidar.
Bogotá. Mayo de 2008
CAMPO RICARDO BURGOS LÓPEZ
Psicólogo de la Universidad Nacional de
Colombia y magíster en literatura de la
Pontificia Universidad Javeriana. En 1993
obtuvo el Premio Nacional de Poesía-
Colcultura con la obra Libro que Contiene
Tres Miradas y desde entonces ha figurado
en distintas antologías de la poesía
colombiana. Relatos suyos han aparecido en
Cuentos de Ciencia Ficción (edición del
IDCT, 1998) y Contemporáneos del
Porvenir, Primera Antología de la Ciencia
Ficción Colombiana (2000). Su ensayo “La
narrativa de ciencia ficción en Colombia”
(primer estudio sistemático del género en el
país) fue publicado en Literatura y Cultura –
Narrativa Colombiana del Siglo XX (2000).
Su novela José Antonio Ramírez y un zapato
apareció en el año 2003. En la actualidad es
profesor del departamento de Gramática en
la Escuela de Filosofía y Humanidades de la
Universidad Sergio Arboleda.
"Tu mejor recuerdo" Fue publicado
originalmente en la revista argentina Nueva
Dimensión en el año 2009
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Aún no se ha esclarecido si la iniciativa
procedió de los simpatizantes del Tercer
Reich en Suramérica o del Reich mismo. La
primera noticia la encontramos en las memorias de
una asamblea política que se realizó a mediados de
los treinta. Para muchos suramericanos levantar un
centro de investigaciones alemán era un sinónimo
de progreso, otros vieron en la iniciativa una fuente
de empleo y dado el escenario internacional una
plataforma política. El centro se construyó según
los diseños de uno de los arquitectos nazis más
reconocidos en Europa. Los obreros y la mayor
parte del material fueron de extracción local.
Mientras se cerraba la construcción los nazis
guarnecieron cada una de las salas con una
variedad casi ilimitada de instrumentos. Dos años
antes de que estallara la gran guerra, los
laboratorios ya funcionaban. El pueblo miraba con
respeto y discreción las investigaciones. Se
comentaba en la plaza que todos los científicos no
eran sino un tipo especial de médicos.
El curso de la guerra recortó de forma drástica
el presupuesto del laboratorio. Los científicos
recibieron con muy poca alegría las noticias de las
victorias alemanas en Francia. Con el transcurso de
los años, cuando las tropas aliadas comenzaron a
recuperar territorios en distintos frentes, el
laboratorio quedó como un proyecto inconcluso
para los alemanes, cuyos exiguos resultados no
ameritaban destinar recursos cuando los
necesitaban otros sectores. De inmediato estos
científicos cambiaron su condición de asalariados
por la de proscritos. El 8 de mayo de 1945
quedaron a la deriva.
Como sucedió en muchas partes del globo, las
persecuciones y los juicios hicieron del nazi un
perseguido más de la historia. Los científicos
comenzaron a dispersarse por el país, trataron de
ocultarse en pueblos y veredas, cambiaron sus
nombres, aprendieron el español y creyeron
disimular su estatura y sus rasgos prominentes
contrayendo matrimonio con campesinas. En lugar
de alemanes decidieron adoptar otra nacionalidad,
para quien preguntara sencillamente eran europeos.
La quema de documentos en Berlín ocasionó
que las pesquisas internacionales pasaran por alto
la existencia del centro. A las afueras de un pueblo,
en medio del valle, en una tierra que se tenía por
estéril desde hace años, quedó una suerte de oasis
tecnológico, un conjunto de laboratorios totalmente
equipados, una construcción que exhibía sus vigas
y sus marcos desnudos en un tono gris,
resplandeciente, metálico. Para la gente del pueblo
el tiempo le arrebató el encanto al laboratorio y
pronto ganó un lugar en el olvido. Suponemos que
más de un saqueador ensayó entrar a las
instalaciones, quién sabe qué extrañas maravillas
anhelaba, cuán profunda hubiera sido la desilusión
ante las jeringas hechas de acero, las mangueras
amarillentas, los enormes recipientes de cristal, los
químicos en polvo, las bolsas de papel. El
laboratorio sin embargo permaneció infranqueable.
Después de la partida de los científicos una
persona lo cuidó, Adolfo Casares.
Adolfo Casares no era europeo. Los científicos
requirieron durante años la ayuda de varios locales
y en él encontraron al principio un colaborador
entusiasta y, con el paso de los años, un colega
riguroso. Dueño de un alemán rudimentario,
Adolfo se enteró de las distintas investigaciones y
participó en la mayoría. Las vivisecciones a
distintas especias arrojaron resultados
maravillosos. Los instrumentos más recientes
sirvieron para mejorar el muestreo de datos en aras
de un tipo muy prematuro de ingeniera genética. El
descubrimiento de los componentes elementales
que constituían un “ario” sería la piedra de toque
El Único Hijo de
Adolfo Casares
Fernando Galindo Gordillo
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
del laboratorio y la mejor contribución al partido.
Hubo al interior varias reticencias, disputas y
finalmente desacuerdos. Algunos científicos creían
que la palabra “raza” no era más que una
superstición empleada por algunos académicos que
en aras de explicar la similitud de algunas lenguas,
inventaron un pueblo imaginario, “El Ario”. Otros
consideraban que sólo la ignorancia podría buscar
rasgos puros cuando el viejo continente había sido
asolado por mil y una invasiones dejando a la
población “elemental”, si la hubo, maltrecha,
dispersa y mestiza. Durante los años de la guerra,
Adolfo siguió la estela de un proyecto paralelo que
había surgido en el viejo continente, la idea que
alimentaban algunas novelas de terror: fabricar
humanos.
La soledad y la dedicación hicieron de Alfonso
un ermitaño. Los primeros testimonios señalan que
su comportamiento en el pueblo era ordinario, aun
cuando mostraba una insistencia casi enfermiza por
encontrar un diccionario técnico alemán-español.
La variedad de la biblioteca, las bitácoras de las
investigaciones y los archivos le estaban
parcialmente vedados. Su conocimiento del idioma
no era suficiente, en especial de la terminología
técnica. Andar a tientas entre varias habitaciones,
escatimar cada una de las sustancias, velar porque
la planta eléctrica no se averiara, empeñar cosa por
cosa, lámpara tras lámpara, debió constituir una
fuente de aflicción muy profunda.
Después de examinar los resultados que había
conseguido, decidió encaminar sus esfuerzos en la
elaboración de tres seres humanos, cuyas
características habían sido objeto de estudio por
parte del grueso de investigadores: el supuesto
“Ario”… Las dudas debieron convertirse en
apuestas. No debía permitir que pasara más
tiempo, temía que llegara el momento en que la
falta de materiales mandara todo a la deriva.
El patrón del desarrollo celular seguiría las
pautas establecidas de manera unánime por el
grupo de investigadores. Los dispositivos que lo
controlaban habían pasado numerosas pruebas y, a
pesar del desgaste, el laboratorio todavía contaba
con los recursos necesarios. Construir el Ario
albergaba innumerables dudas. Como el jugador de
ajedrez, Adolfo había establecido varios escenarios
según la opción que tomara, y aunque sus
conocimientos ofrecían menos respuestas que
paradojas decidió llevar a cabo el experimento. De
acuerdo con la bitácora, en un principio el
crecimiento del nuevo organismo tardaría tanto
como el desarrollo embrionario del humano
común. Después de una semana todo parecía
marchar conforme con lo planeado y decidió
iniciar el segundo y el tercero experimento. No
había modo de desandar el camino, ahora estaba a
punto de descubrir si el trabajo había rendido fruto.
Una mañana miró a través del recipiente de cristal
el primer resultado: un viejo.
Por un momento sintió el peso de la derrota
sobre sus hombros, los planes para ensamblar un
ario se habían transformado en una jugarreta del
destino. Los músculos de unas cuantas horas de
este viejo tenían los días contados. Sin embargo
aun cuando Adolfo lucía mucho menor que él,
sintió un cariño parecido al paternal. No importaba
cuánto vivieran, no importaba que hubiera
construido un duplicador de viejos, haría de estas,
sus únicas horas, -algo-… con esta timidez lo
registra en la bitácora. Lo primero era bautizarlos,
al primero lo llamó Heinrich.
Heinrich lucía como un anciano de setenta años.
La luz solar manchó sus manos al cabo de unas
cuantas horas. Los primeros gestos que hizo
surcaron en la piel las primeras arrugas en la
comisura de los ojos y alrededor de los labios. Los
párpados se rindieron ante la gravedad y dejaron
entornados los ojos. La espalda también cedió
dejando una figura encorvada. Las encías nacieron
casi secas. El desarrollo muscular alcanzó la fuerza
suficiente para caminar, pero no para dar pasos
firmes. Adolfo consignó en su bitácora el paso
siguiente: la educación de Heinrich.
La amable prosa de William James y el
rudimentario alemán le ayudaron a descifrar
algunos pasajes de la versión germana de Los
Principios de la Psicología. Adolfo comprendió las
Cápsulas Literarias
21. 21
Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
características de la empresa. Heinrich contaba con
las peculiaridades de un viejo, excepto por la
experiencia; contaba con la psicología de un niño,
salvo la facilidad para aprender. Optó por la
repetición constante. En lugar de buscar un
entendimiento, pensó que ganaría mucho si
Heinrich adoptaba hábitos regulares, expuestos en
términos claros que se repitieran en un medio que
no presentaba mayores cambios. A veces
sospechaba que las variaciones y los trastornos del
procedimiento habían afectado de manera
irremediable el entendimiento de Heinrich, y quizá
debería sentirse afortunado porque su criatura
pudiera brindarse alguna asistencia en el inodoro y
repetir algunas expresiones. Cuando nació Bertolt,
los progresos de Heinrich ya eran notables. Sin
embargo Adolfo sentía que ni Bertolt ni Heinrich
podían pensar. El Ario parecía un autómata.
Los trabajos y los días de Adolfo se vieron
nublados por esfuerzos descomunales, ensayos y
repeticiones. De científico sus tareas lo
transformaron en profesor, médico y la mayor
parte enfermero. El parecido entre los viejos era
similar al parecido de tres hermanos; sobre los tres
recayó en cuestión de minutos el peso de la vejez.
Sus talentos para el aprendizaje eran parejos; su
rostro presentaba un deterioro casi simultáneo.
Adolfo los vistió a la usanza alemana de los
científicos y ensayó algunas modificaciones: A
Thomas, el tercero, lo peinaba dejando la carrera
en el medio. A Heinrich le dejó crecer una barba
entre rojiza y ámbar. Bertolt se ganó el bigote y el
cabello le quedó cortado a la manera de un cepillo.
Pareciera que los investigadores alemanes hubieran
regresado después de tanto tiempo.
Cuando el dinero comenzó a escasear Adolfo no
tuvo inconveniente en desguarnecer el laboratorio.
Sus años de científico habían terminado. Dedicó
sus empeños a formar de cada uno de los viejos
una persona. Llevaba consigo los suficientes
recuerdos para abastecer la débil memoria de tres
ancianos. Optó por recordar las anécdotas de los
científicos, contarles sus sueños, sus gestas
imaginarias como europeo, como pensador, como
militar. Mientras los viejos descansaban en la tarde,
Adolfo anotaba en un diario el modo y la manera
de ensamblar una personalidad verosímil.
Anhelaba que algún día surgiera la forma, pero
sabía bien que debía concentrar sus empeños en el
contenido. Fijó tardes para cada uno y a lo largo de
dos años intentó una tarea acaso más ardua que la
fabricación de tres arios. Pero los cerebros de
Bertolt y los demás nacieron cansados. Podían
repetir, incluso contar con alguna gracia algunas
historias, pero no podían pensar.
Esta derrota espoleaba aún más los esfuerzos de
Adolfo. En las bitácoras las hipótesis le dieron
paso al registro pormenorizado de ensayos.
Pareciera que las reflexiones en torno al
experimento hubieran quedado marginadas por
completo: ¿Tuvo éxito construyendo el Ario? ¿Qué
había causado el acelerado envejecimiento de las
criaturas? ¿Dónde terminaron los errores y cuál fue
el margen de los éxitos? Todas estas preguntas no
despertaron el interés de Adolfo, quizá hubieran
sido importantes para alumbrar el entendimiento de
las criaturas, pero según sus capacidades
resolverlas a cabalidad parecía imposible. La
inmensa cantidad de registros en los cuadernos y
en las bitácoras nos deja entrever cuánto añoraba
llevar a cabo sus propósitos. En la totalidad de la
documentación rara vez se encuentran referencias
de índole personal, existe sin embargo una que
quizá contribuya a comprender. Adolfo tuvo un
sueño recurrente: Bertolt, Heinrich y Thomas no
eran sino gigantescas figuras hechas de barro que
permanecían encerradas en una habitación
completamente oscura. Afuera, Adolfo intentaba
entrar desesperadamente, necesitaba meterles una
hoja de papel en la boca para que cobraran vida…
Un registro posterior nos muestra el nuevo camino
que tomó Adolfo, quizá el papel enrollado que
añoraba meterles en la boca no era más que un tipo
de historia particular, no tanto la serie de anécdotas
y sueños que tenía en su memoria como un pasado
que les perteneciera verdaderamente, una supuesta
identidad para que despertara en ellos el sentido de
identidad y así el pensamiento. El primer paso fue
dotarla con una lengua, el alemán; el segundo,
mostrarle un pasado.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Heinrich había navegado el mediterráneo en su
juventud, todavía guardaba en su memoria algunos
versos de su poeta favorito, Novalis. Bertolt había
militado en la política desde muy temprano y
participó como soldado raso en la primera guerra
mundial, tenía varias anécdotas sobre sus
camaradas y los enfrentamientos, el entierro de
varios de sus amigos, todo muy parecido a la
famosa novela de Erich Maria Remarque, Sin
novedad en el frente. Thomas procedía de una
familia de burgueses y había sido un admirador de
los descubrimientos más recientes de la ciencia,
desde el año milagroso de la física en 1905, hasta
los asombrosos descubrimientos de los veinte
sobre partículas. Heinrich perdió a su esposa
después de la segunda guerra; Bertolt no quería
saber del destino de su familia y Thomas guardaba
un respetuoso silencio sobre su vida emocional.
Heinrich adoraba las salchichas y los encurtidos, y
Thomas y Bertolt dejaron de ser vegetarianos
cuando llegaron a nuestras fronteras. Adolfo obró
como un artesano primerizo. Con el tiempo
advirtió que les había dado a los viejos no una
identidad sino una dispensadora de recuerdos y
memorias deshilvanadas que derrotarían la
paciencia de cualquiera. El último recurso fue
procurar a cada uno un prontuario de las
enfermedades que los aquejaban. Los tres sufrían
de diversos males y podrían discurrir durante horas
al respecto, intercalando repeticiones, énfasis,
señalando con el dedo, haciendo pausas… que el
dedo, que el ojo, que los mareos, que el escozor en
el cuello, que no escucho, que el zumbido, que el
reflujo, que los pálpitos. A juicio de Adolfo esto
era lo más cercano que habían hecho los tres a
pensar. Para los demás los tres viejos pasarían por
seniles.
El centro de investigaciones se convirtió en un
remedo de lo que una vez fue. Las vigas metálicas
ya estaban cubiertas de óxido y la humedad había
rezumado las paredes. Por doquier había grietas,
bombillos rotos, zócalos desprendidos. A pesar de
tener todavía algo de dinero sentía que era el
momento indicado para abandonar las
instalaciones y devolverse al pueblo. Quizá el
contacto con más personas liberaría al
entendimiento de repetir. Acaso suministrando más
estímulos los tres arios, quizá los únicos y
auténticos arios que haya habido, podrían
despertar. Cuando leemos entre líneas la bitácora
de Adolfo entrevemos una esperanza constante: el
naipe final, el pensamiento, el pensamiento en toda
su expresión; sólo así sentiría ganada la partida.
Antes de partir del laboratorio, Adolfo quiso
pulir las historias de los tres. Suponemos que el
peso de tanto tiempo en la soledad causó un
extraño giro en los encuentros con Bertolt, la
información de los cuadernos y las bitácoras no
nos ayuda a esclarecer este evento. Adolfo decidió
confesarle todo cuanto había ocurrido. Con
Heinrich las últimas veces recitaron el final de
Enrique de Ofterdingen; con Thomas repasaron
algunas observaciones sobre la obra del científico
Paul Dirac; pero a Bertolt, Adolfo le narró su
historia: la suerte del laboratorio nazi, los
científicos exiliados y ocultos, la creación de tres
viejos en una suerte de duplicador, él, Bertolt,
como una creación suya: el pasado que Adolfo le
había dado no era más que un plan de evasión. Le
contó del sueño, ese sueño que procede de una
tradición judía. Al final, los tres, Heinrich, Thomas
y Bertolt, solamente repitieron. Cuando el grupo de
investigación internacional irrumpió en el
laboratorio, sólo Adolfo se sorprendió.
La persecución a los nazis había empezado de
manera sigilosa. Se caracterizó por un método frío
y un ánimo templado en las desgracias y a la
espera de cualquier tipo de redención. Hubo
capturas en las costas de Argentina y Chile.
Alrededor del mundo fueron delatados y se
descubrieron refugios que albergaban desde
soldados rasos hasta jerarcas de las SS. El
laboratorio fue una de las últimas piezas. Los
investigadores tacharon unos cuantos nombres en
los registros liberando su empresa de tres pesos
más. Los arios pasaron finalmente por arios y se
decretó tanto la captura como el juicio, tanto la
detención como la condena. Adolfo debió
compadecer por complicidad. Su testimonio no
alcanzó a enriquecer la investigación. A las dos
semanas falleció inexplicablemente.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
El interrogatorio de Heinrich no arrojó mejores
resultados. La senilidad, sentenciaron, había
arroyado su entendimiento por completo.
Balbuceaba tanto el alemán como el español y las
frases entrecortadas versaban sobre zumbidos,
poesías y enfermedades. Kinder und verlebte
Greise / Sitzen hier in einem Kreise. La identidad
de Thomas quedó cotejada sin mayores exigencias
cuando un par de nazis septuagenarios y casi
seniles lo reconocieron como un especialista en
biología y física de partículas. La suerte de Bertolt
fue distinta.
Bertolt llevaba consigo innumerables
contradicciones, historias que se superponían unas
con otras en una suerte de palimpsesto maltratado
por varios amanuenses y desde luego por el
tiempo. Las preguntas, las referencias, todo
vapuleó su entendimiento para que de la pléyade
de paradojas y mentiras, de la confusión más
absoluta, construyera un cuerpo más firme y fuerte.
Y en el interrogatorio Bertolt pensó. Sus respuestas
anduvieron a tientas en medio de las referencias
equivocadas, las mentiras, las verdades. En la
tercera sesión su testimonio contó la historia de un
científico extraviado, ajeno a los compromisos
políticos, que decidió continuar con una empresa
incierta e inconclusa, errática. Un científico que
triunfó. Al final la sentencia no fue diferente.
Heinrich y Thomas, seniles; Bertolt, loco; todos,
sin falta, culpables. Los tres registros liberaron la
investigación de perseguir a tres nazis más en el
continente. Heinrich y Thomas murieron como
muñecos de plastilina repitiendo algunos versos y
algunas cifras. Bertolt despertó de su letargo en
una suerte de infierno, en el mismo juicio final. Su
aprendizaje pudo quedar truncado por los
fármacos. Su memoria quedó sepultada. ¿Qué
extrañas ideas habrá tenido mirando un mundo
novedoso a través de un cuerpo pobre y
desgastado? ¿Se atrevió a pensar en el futuro? ¿Se
consideró humano? ¿Consideró desdichados a
Heinrich y a Thomas? ¿Qué extraño matiz tenían
sus recuerdos antes de que funcionara a cabalidad
su entendimiento? Como Ario nació para expiar la
idea detrás de su invención, como persona para
liberar el registro de un nazi que quizá deambulaba
por el continente, como viejo para andar a tientas
por un camino donde la luz nació casi muerta. La
fortuna le dio dos suertes: el tímido recuerdo de un
padre y la certeza final de ser un hijo, nada más.
Por casualidad los estudios y bitácoras de
Adolfo Casares comenzaron a estudiarse aquí en
Suramérica justo cuando Bertolt falleció.
FERNANDO GALINDO (1978)
(Colombia)
Trabajé dictando un taller de escritura de
ciencia ficción en la Universidad Nacional
de Colombia. Actualmente dicto conferencias
sobre literatura y escribo reseñas en una
revista.
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
El sol se levanta y se pone dia con
dia…mientras mi lapiz 4B, cada vez más gastado y
apretado entre los dedos, no ha dejado de bailar…
de acariciar el papel con su intenso tango… son
las 2 de la mañana… pero qué difícil será apagar
la luz de mi taller, porque cuando se ama
profundamente aquello que haces el tiempo nunca
es suficiente….
Nela Marín
_________________
Con 22 años de experiencia y más de 50 libros
ilustrados total o parcialmente, la artista Nela
Marín, a sus 39 años, se reconoce totalmente
fascinada por la ilustración.
Graduada de la facultad de Bellas Artes de Ia
Universidad de Costa Rica como Diseñadora
Gráfica, ha participado en exposiciones con la
Asociación de Humoristas Costarricenses La
Zarigüeya y principalmente con el FORO de
ilustradores Costarricenses GAMA, del cual es
miembro fundador. También cuenta con
exposiciones individuales.
Participó como ilustradora en el 2003 para el
equipo de Crianças Criativas como miembro del
equipo gráfico en el proyecto: Familia Brasileira
Fortalecida, UNICEF realizado en Petropolis-
Brasil.
Cuenta con una amplia experiencia en el campo
de la ilustración editorial, sus ilustraciones también
forman parte de la gráfica de diferentes salas del
Museo de los Niños y las Niñas (Costa Rica)
Realiza ilustraciones freelance para
importantes editoriales y empresas Nacionales,
entre ellas la editorial FARBEN en donde ilustró
"El Círculo de Fuego Blanco" de Lara Ríos, así
como "La Mujer que se sabía todos los cuentos" de
Carlos Rubio entre otros libros.
Recientemente ilustró el libro: El Niño Radio y
Otros Cuentos para la Editorial Libros para Niños
Nicaragua.
Actualmente ilustra para la empresa BirdTales
los libros de la colección BirdWatching de la
autora María Lorena López, entre otros proyectos.
Correo electrónico
genelamarin[arroba]yahoo.com.mx
Ilustradora invitada:
Nela Marín
Ilustradora Invitada
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
El Padre George reunía a su pueblo al menos
dos veces al año, una al llegar la primavera y
otra antes de que empezaran las nieves, allá por el
otoño, y juntos emprendían el camino hacia el
Gran Macizo.
Todos sabían que era el peregrinaje que tenían
que hacer para que su dios y los ángeles
protectores les ayudaran ante los fríos de los
inviernos y les proporcionaran buenas cosechas en
veranos sin plagas.
Los más ancianos caminaban despacio,
temiendo cansarse nada más empezar, sabían que
el camino era largo, los más pequeños comenzaban
correteando antes de acabar pidiendo los brazos de
sus madres.
Todos tenían miedo, sabían que habría algunos
que no regresarían. Éstos serían los malos de
espíritu y los perversos de corazón.
Los dioses y los ángeles les impusieron esta
prueba a cambio de su salvación. Ellos habían sido
un pueblo cauteloso que bajo el mando del Padre
George se había mantenido sumiso y fiel a
sagrados principios.
Hubo un día en que las colinas que subían y las
mesetas que atravesaban hasta alcanzar el macizo
central estaban llenas de pueblos, era fácil obtener
comida y numerosos arroyos calmaban la sed.
Todos aquellos pueblos fueron apresados por
los ángeles protectores y entregados al gran Ángel
Guerrero, porque la avaricia que surgió entre ellos,
la lujuria, la sed de sangre les llevó a su maldad y
su perversidad.
El Ángel Guerrero les introdujo en el interior
del Gran Macizo sellando éste con una gran losa en
la que quedaron grabados sus enormes pies.
El Padre George tenía que planificar
cautelosamente la visita al Gran Macizo, santuario
a la intemperie donde el único refugio eran las
protuberancias de los gigantescos pies del Ángel
Guerrero.
El camino transcurría en tierras inhóspitas
donde la tierra estaba calcinada y las pocas aguas
que ondulaban en pequeños riachuelos estaban
envenenadas.
Además, debían llegar al Gran Macizo antes de
que apareciera la luna llena. Con la atracción de
ésta, se decía que las criaturas malditas salían del
Gran Macizo a través de las ranuras existentes
entre los dedos de los pies que el Ángel Guerrero
dejó grabados en la losa de tan gigantesca
sepultura.
La luna llena aparecería cuando ellos durmieran
entre las protuberancias del pie del Ángel y el
Guerrero, se pasearía entre ellos vigilando sus
sueños y atraparía a los que tuvieran
Lujuria | Gula | Avaricia | Pereza | Ira | Envidia |
Soberbia
Quedando apresados con los demás perversos
en el interior del Gran Macizo.
Cuando el Padre George gritaba los siete
pecados contra los que tenía que luchar el mundo,
en todos desaparecía el fervor del peregrinaje para
encontrarse ante el miedo.
Aquel día entraron, ya, por las protuberancias
del talón de uno de los grandes pies que cubría la
losa del gran macizo, cuando el cielo se hizo rojizo
El Gran Macizo
Carmen Frontera Quiroga
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
y la luna se hizo en el cielo redonda, grande,
blanca, casi transparente.
Nadie escuchó los gritos del padre George para
apaciguar a sus criaturas. Los victoriosos corrieron
hacia la luna donde vieron reflejadas sus grandes
alas negras y sus afilados colmillos bañados en la
sangre de los suyos. Era la primera vez que habían
podido acercarse a la luna y encontrarse con el
espejo de su suerte.
Todos supieron que fueron ellos mismos los que
en las noches de luna llena habían ido acabando
con los pobladores de los valles y las mesetas,
capaces de envenenar hasta sus aguas y tierras para
evitar el paso de tan siniestras criaturas.
Todos supieron que eran asesinos encubiertos
de sus propios amigos, padres, esposos o hijos.
Todos supieron que deberían matar al padre
George, para que no devolviera a ninguno de los
suyos al mundo, antes de entrar por las ranuras de
los dedos de los pies del Ángel Guerrero grabadas
en la gran losa que cubría el Gran Macizo y
sepultarse para siempre.
CARMEN FRONTERA QUIROGA
(España)
http://carmen-frontera.blogspot.com/
Últimos concursos en los que resultó
ganadora o finalista:
«I Concurso de Relatos cortos Katharsis
2008»: PREMIO FINALISTA AL RELATO
“LA GATA ISIS ES SU PEPITO GRILLO”.
26/06/2009
Publicado En el Blog Quimicamente Impuro
el relato : La mujer de la Estación del Tren
14 de julio 2009.
El relato “El Charlatán” quedó entre los
finalistas del Concurso Ficciones Breves
Axxón 2009 y fue publicado en la revista
Axxón nº 200 (magazine electrónico)
Septiembre 2009.
Ganadora del Primer Premio del I
CONCURSO BUCARO DE POESÍA Y
MICRORRELATO en su modalidad de
MICRORRELATO. 26-oct-2009 "La mujer
la pared".
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
La esclusa presurizada emitió un acongojado
sonido sibilante mientras se cerraba, dejando
a sus espaldas el sinuoso entramado del complejo
destinado a ser el primer enclave humano
permanente en la Luna. Su interior había sido
inundado apenas horas antes con la misma mezcla
de gases que componía la atmósfera de la Tierra.
Oxígeno, nitrógeno, un poco de argón, trazas de
hidrógeno y dióxido de carbono, cantidades
levemente apreciables de helio, xenón y criptón…
Gagas Estron inhaló de nuevo, con toda la
fuerza que todavía le quedaba a sus viejos
pulmones. Imaginó que un ave se sentiría feliz en
aquella atmósfera químicamente pura, una
auténtica reproducción del pasado, un viaje en el
tiempo a través de los gases que traía al presente la
combinación de elementos sobre la que se asentó la
vida terrestre hacía cientos de millones de años. La
combinación de esa atmósfera era exactamente la
misma que tenía el aire que surcaron las primeras
aves en el periodo Cretácico, cuando criaturas que
ya poseían plumas sobre su cuerpo pero aún
conservaban huesos sólidos y cola de lagarto
evolucionaron hasta dejar de moverse entre las
lagunas pantanosas y decidieron conquistar el aire.
Hoy podrían volar sobre la Luna.
Gagas inspiró unas cuantas veces más. A su
lado, su esposa Hispen hizo lo mismo. Ambos
estaban de pie, entre la esclusa interior y la exterior
de uno de los garajes del complejo, comprobando
que todo funcionara correctamente en el primer
asentamiento autosuficiente del satélite vecino, a la
espera de que el primer contingente de científicos,
astrónomos y técnicos de más de una docena de
especialidades se instalara de forma definitiva, por
primera vez, en la superficie de otro cuerpo celeste
que no fuera la Tierra.
- ¿Lista, cariño? - preguntó Gagas.
Hispen le miró con sus ojos azules rodeados de
finas arrugas. Como siempre, pensó Gagas,
chispeaban. Tras más de cuarenta años de
matrimonio, él todavía seguía buceando incansable
en ese azul, buscando profundidades y matices que
todavía le sorprendían y abrumaban por su belleza.
Ella asintió con la cabeza, moviendo sus cortos
cabellos blancos. Su experiencia en el campo de la
química había sido imprescindible para apuntalar
los conocimientos sobre ingeniería y domótica de
Gagas. Juntos, con la ayuda de media docena más
de científicos e ingenieros y diez astronautas,
habían logrado diseñar y construir la primera
ciudad lunar de la historia. Tras varias semanas de
deliberaciones, la división espacial de Naciones
Unidas la había bautizado como Selene, un
complejo de más de cien mil metros cuadrados de
superficie compuesto por cúpulas geodésicas,
laboratorios, depósitos de agua, alimentos y
combustible, viviendas, torres de refrigeración y
una pequeña central nuclear, todo ello
semienterrado bajo una colina desmochada y
desprovista de aristas emplazada en el sector
oriental del Mare Nectaris, cerca de los montes
Pirineos lunares.
Gagas e Hispen comprobaron sus trajes de
paseo y el rover lunar biplaza con el que
pretendían dar un pequeño paseo antes de la hora
del almuerzo. Querían ver el complejo desde el
exterior quizá por última vez antes de que fuera
abordado y habitado por las cerca de trescientas
personas que la semana siguiente viajarían desde
Cabo Kennedy a bordo de la superlanzadera Marco
Polo, la gigantesca nave de transporte construida
consorciadamente por Estados Unidos, Rusia,
China, Japón, India y la Agencia Europea del
Un Paseo Sobre
la Luna
Óscar Bastante Godina
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Espacio. Tras casi diez años de esfuerzo
compartido y una ingente riada de dinero invertido,
la Marco Polo estaba lista para efectuar su primer
vuelo no simulado y esparcir por la superficie de la
Luna el primer puñado de las semillas que harían
germinar buena parte del futuro de la Humanidad.
- Bueno - dijo Gagas, con el casco puesto y
hablando por el circuito de comunicación interno
de su traje -, grábate bien esta fecha. Tres de
febrero de 2034. Nuestro último paseo por una
Luna deshabitada.
Se sentaron en el rover y esperaron a que la
esclusa exterior se abriera antes de arrancar el
pequeño motor solar del vehículo. Ya fuera de la
protección del garaje, Gagas condujo el rover hacia
el norte, en dirección al cráter Bohnenberger, en
paralelo a la pista de aterrizaje de cinco kilómetros
de largo que aguardaba impaciente a los primeros
colonos lunares. Las gruesas y dentadas ruedas del
rover trazaban toscas y amplias huellas en el
regolito que formaba la capa más externa del suelo
del satélite. Ambos sabían que esas huellas no
serían borradas, pues no había viento ni erosión
que se encargara de ello. Perdurarían, inmutables,
durante eones, a menos que fueran pisadas o
excavadas. O pulverizadas por algún meteorito aún
lejano en el tiempo que se estrellaría en la
superficie para crear un nuevo cráter.
Viajaban a unos veinte kilómetros por hora, a
través de una llanura ligeramente sinuosa. No era
una zona donde proliferaran especialmente los
cráteres ni los accidentes geográficos, circunscritos
a la cadena montañosa que tenían a su derecha y a
los rugosos farallones que muy al norte
delimitaban las zonas de Daguerre y Gutenberg,
más allá del alcance de su visión.
Cuando llevaban media hora de camino, Gagas
hizo girar el rover en dirección suroeste y lo
detuvo. En silencio, escuchando sus sordas e
intermitentes respiraciones a través de los
auriculares de sus cascos transparentes, observaron
el paisaje. Los montes Pirineos lunares quedaban
muy lejos, detrás del círculo casi perfecto del
cráter Bohnenberger; enfrente, a unos noventa
kilómetros, se alzaba el cráter Rosse, solitario en
medio de la cuenca del Mare Nectaris. Todo lo que
podían ver era de color gris, más oscuro y estático
a nivel del suelo, más hiriente y brillante en las
crestas y quebradas que los rodeaban. El nítido y
afilado horizonte lunar se recortaba contra la
infinita negrura del espacio. Más allá de ese
horizonte, a 380.000 kilómetros de distancia, el
disco banco azulado de la Tierra refulgía como una
piedra semipreciosa en medio de la noche eterna
del espacio.
- Todo saldrá bien, ¿verdad? - preguntó Hispen
tras unos instantes.
- ¿Te refieres al viaje de la semana próxima?
- Sí. Bueno, también… al futuro, en general.
Quiero decir que espero que esto lo sepamos hacer
bien.
- Yo también espero que sí. Ha sido un camino
muy largo, y nosotros hemos tenido nuestra cuota
de responsabilidad. Pero no podemos saber nada de
ese futuro, sólo cruzar los dedos y desear que todo
esto termine bien. O mejor aún, que no termine.
Que sea el comienzo de una época de exploración,
de descubrimientos, de avance científico…
- Ya hemos hecho una pequeña parte de ese
camino.
- Sí, y no nos ha ido mal. Ha habido peleas, por
supuesto, pero también cooperación, voluntad…
Lo normal, supongo - dijo, riendo -. Creo que es lo
que hay que esperar del futuro. Tres pasos hacia
delante, dos hacia atrás, discusiones, acuerdos,
negociaciones… Vamos, las típicas tonterías de los
seres humanos.
- Esas tonterías casi nos cuestan el planeta que
nos vio nacer, Gagas.
- Cierto. Y supongo que volveremos a las
andadas más de una vez. Somos expertos en
caminar sobre el filo de un cuchillo y salvarnos por
Cápsulas Literarias
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
los pelos. Míralo así: hace cincuenta años todo el
mundo estaba convencido de que la Humanidad se
iría al infierno gracias a alguna guerra o una
catástrofe nuclear. Hoy estamos a punto de
abandonar nuestro planeta natal y comenzar a
navegar por el espacio.
- ¿Y no te da vértigo todo eso?
- Un poco. Pero no hay otra opción. Somos
aventureros, descubridores, curiosos,
inquisitivos… Está en nuestros genes.
- Ya lo sé, y sé también que si no fuésemos así
ni siquiera hubiésemos descubierto que la Tierra
era redonda y no plana. Pero a veces tengo miedo
de lo que somos capaces de estropear. Oh, no lo
digo por la Luna, que lleva muerta millones de
años. Pero un día llegaremos a mundos vivos,
mundos hermosos, diferentes al nuestro, y temo
que no sepamos qué hacer con ellos, y que los
estropeemos como hemos ido estropeando la Tierra
durante los últimos siglos.
- Es posible que eso suceda, no digo que no.
Pero nosotros no podemos hacer nada, Hispen. No
estaremos allí para verlo, y preocuparnos por ello
no va ayudar a los que tengan que tomar decisiones
dentro de cien o doscientos años. Sólo podemos
confiar en que la razón acabe triunfando, y en que
el espíritu aventurero de los hombres adquiera
templanza y sabiduría con el paso del tiempo.
- ¿De veras crees que ocurrirá así?
- No puedo estar seguro, cariño - y sonrió de
nuevo -, pero como solía decir mi abuela
refiriéndose a mí, creo que de alguna manera la
humanidad tiene una flor en el culo1. Es verdad
que muchas veces nos comportamos como monos
estúpidos, con muy poca inteligencia y nula
empatía con el resto de los seres vivos. Pero espero
que eso cambie, y en todo caso estos días que
estamos viviendo pueden ser el comienzo de una
era diferente.
Ella le devolvió la sonrisa y le cogió del brazo,
apretándoselo con ternura. Luego dijo:
- Oye, ¿por qué no damos un paseo a pie?
- ¿Un paseo? No sé, falta poco para el
almuerzo, y estoy un poco cansado.
- Gagas, esto es la Luna. Aquí no pesamos más
de doce kilos cada uno. No me digas que no
puedes con eso. Mira, podemos ir hasta aquel
promontorio de allí delante. No nos llevará más de
tres o cuatro minutos.
Él asintió, y ambos salieron del rover, cogidos
de la mano. Lo que hacían no era exactamente
caminar; daban saltos apoyándose en ambas
piernas, flexionadas, como si fuesen muelles de
carne que en cada salto les transportaban en
volandas unos cinco o seis metros.
Llegaron al promontorio y subieron por él
arrastrando los pies sobre el suelo. El fino polvo de
lava basáltica que cubría la superficie del Mare
Nectaris se adhería a sus pesadas botas como si
fuese limo en suspensión. No era cierto que la
Luna no tuviese atmósfera; era casi insignificante
debido a la escasa gravedad que no permitía al
satélite retener moléculas de gas. Pero el
planetoide emitía gases que provenían de su
interior, sobre todo helio, argón, sodio y potasio.
Aunque increíblemente tenue y efímera, la
atmósfera de la Luna permitía que el polvo que
levantaban los pies de Gagas e Hispen dibujara
ligeros arabescos en el aire antes de volverse a
posar en el suelo.
Cuando llegaron a la cima de la pequeña elevación,
Gagas respiraba con cierta dificultad. Todavía
cogidos de la mano, observaron el paisaje que se
abría ante sus ojos. El rover estaba situado a su
espalda, a unos cuatrocientos metros de distancia,
Cápsulas Literarias
1. Flor en el culo: Expresión que se utiliza en España para denotar buena suerte.
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Cápsulas Literarias
y más allá de su achaparrada silueta aún podían ver
algunas de las torres y cúpulas de Selene, la única
nota de color (verde, azul, naranja) en el desolado
espectáculo que les ofrecía la compañera de viaje
de la Tierra.
Ante ellos se extendía la superficie del color de
la ceniza del Mare Nectaris, una cuenca de casi
trescientos cincuenta kilómetros de diámetro
situada en el hemisferio sur lunar. La vieja lava
oscura formaba una capa casi uniforme ante sus
ojos, rota a lo lejos, allá en el oeste, por los
impresionantes farallones de Fracastorius, un
imponente cráter de ciento doce kilómetros de
diámetro.
- Es hermosa, ¿verdad? - preguntó de repente
Hispen.
- Sí - contestó su marido -, lo es. A su manera,
claro, pero tienes razón. Es hermosa, solitaria,
tranquila…
Gagas interrumpió la frase a medio camino.
Cada vez le costaba más respirar y comenzaba a
notar unas hirientes punzadas en su costado
izquierdo. Un sudor frío y seco le corría por la
frente y las sienes, que latían con fuerza creciente
en medio de un silencio que tan sólo rasgaba el
sonido de sus respiraciones.
-¡Gagas! - gritó Hispen, alarmada - ¿Qué te
ocurre?
Él abrió la boca, buscando más aire que enviar a
sus pulmones. Con dedos temblorosos tanteó los
mandos que regulaban el nivel de los gases de su
traje, insuflando más oxígeno a la mezcla. Respiró
lenta y pausadamente durante unos instantes y
luego mostró las palmas de sus manos a su esposa,
pidiendo calma y tiempo a la vez que se sentaba en
el suelo y se cogía las rodillas con los antebrazos.
- ¿Estás bien, cariño? - preguntó Hispen.
- Sí… sí… - contestó él con dificultad -, sólo
necesito… descansar un momento.
- ¿Seguro? ¿No quieres que llame a la base para
que vengan a recogernos?
- No, no… Estaré bien en un minuto. Me hago
viejo, Hispen, eso es todo.
Se miraron a los ojos a través de sus cascos.
Luego Gagas volvió a sonreír con la pícara mueca
que Hispen le había visto practicar miles de veces.
Su respiración se fue volviendo más regular, y el
dolor en el costado y el sudor frío fueron
desapareciendo poco a poco.
De nuevo el silencio les envolvió, omnipotente,
definitivo. Hispen seguía mirando de soslayo a
Gagas, pero éste parecía ahora estar sumido en sus
propios pensamientos, en una introspección abisal
a cuyas profundidades ella no podía acceder. Le
dejó hacer, como había hecho tantas otras veces
durante su vida en común.
Gagas se había sumergido en un bucle de
pensamiento. Y viajaba hasta el pasado. Primero
hasta la Grecia clásica, y a las teorías del filósofo
Anaxágoras, que ya por aquel entonces aseguraba
que tanto la Tierra como la Luna eran cuerpos
densos, rocosos y esféricos, y que la luz emitida
por el satélite era la que el astro reflejaba de la que
recibía del Sol. También recordó a Selene la diosa,
que los griegos asociaban a la Luna, y cuyo
nombre dio origen al término selenita, “el que
mora en la Luna”.
Dentro de unos pocos días existirían los
selenitas. Y sería así ya para siempre. Gagas se
preguntó si ellos mismos no eran ya, en cierto
modo, selenitas. Pero no… Habían vivido
demasiados años en la Tierra, más de setenta, y
todos sus instintos, todos los órganos de su cuerpo
y todos sus sentidos todavía rendían pleitesía a la
joya azul y blanca que lucía gloriosa en el negro
firmamento, allí cerca, casi a un tiro de piedra…
No podía acostumbrarse del todo. Durante toda
su vida había levantado la vista hacia el cielo y
había comprobado que aquella roca gris y
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Cápsulas Literarias
luminosa que ahora pisaba seguía estando allí, en
el cielo, oteando y riéndose de las pequeñas
trifulcas y miserias de los humanos. Mas cerca o
más lejos, más o menos brillante, en una fase o en
otra, la Luna colgaba allí, serena, silenciosa,
quieta, majestuosa.
Observar Australia o Alaska desde 380.000
kilómetros de distancia, posado en un promontorio
de lava enclavado en medio de una llanura sombría
y polvorienta de un planetoide muerto hacía miles
de millones de años seguía siendo para él una
experiencia extravagante e insólita. Algo en su
interior se quejaba y protestaba por esa inaudita
perspectiva.
Durante milenios, el Hombre había dotado a la
Luna de un halo de misterio, de mil enigmas y
secretos, de simbologías y representaciones
diversas. Había sido la Diosa Madre, la
representación de la resurrección y el
renacimiento, el Ave Fénix del sistema solar.
También había sido cuna de presagios, inesperada
luz en medio de la oscuridad, reina del cielo, diosa
egipcia del amor, rostro eterno de la burla del
universo ante las desventuras de los hombres.
Gagas suspiró y miró a su mujer, que le sujetaba
firmemente el brazo izquierdo. Su casco reposaba
en el imperfecto ángulo que trazaban su cuello y su
hombro.
- Hispen - dijo -, dentro de un par de
generaciones la gente que vivirá aquí ya no se
llamarán a sí mismos terrestres.
Ella levantó la cabeza y enfrentó su mirada
líquida y abstraída.
- ¿Ah, no? - preguntó - ¿Y cómo se llamarán a
sí mismos?
- Selenitas. O algo parecido.
- ¿Y eso será bueno o malo?
- Hummmmm… No lo sé. Será. Las
consecuencias que ello acarree no se sabrán hasta
después de mucho tiempo.
- ¿Quieres decir que la Humanidad se irá
dividiendo a medida que conquiste el espacio?
¿Que nos llevaremos con nosotros a las estrellas la
tendencia hacia la fragmentación, el
particularismo, el ensalzamiento de la diferencia?
- Eso es imposible de evitar. Somos así, lo
llevamos en nuestros genes. La tribu, el clan, la
familia… Simplemente tendremos que ingeniar
nuevas maneras de gestionarlo. Pero eso no será lo
único. También nos llevaremos todo lo bueno y
todo lo malo que tenemos. Envidia, celos, odio,
intolerancia, dominación, injusticia… Pero
también heroísmo, y amistad, y generosidad, y
grandeza.
- ¿Y sobrevivirá la galaxia a una infección de
este tipo? - preguntó ella en tono irónico.
- Espero que sí… Sí, lo hará. Hemos llegado
hasta aquí y tampoco nos ha ido tan mal, en líneas
generales. Oh, seguro que cometeremos errores,
somos especialistas en ello. Pero a la larga
sobreviviremos. Cambiaremos algunas cosas, para
bien y para mal, pero creo que el conjunto estará
equilibrado, en última instancia.
- Bueno - dijo ella suspirando -, espero que
tengas razón. No me gustaría reencarnarme en una
fétida charca de un planeta situado a quinientos
años luz para maldecir el día en que los humanos
decidieron que en ese punto de la galaxia
construirían una estación para que sus naves
repostaran y limpiasen sus motores de toda la
mierda acumulada durante su viaje espacial.
Ambos rieron, con calma, relajadamente. El
momento de miedo había pasado. El de la
introspección también. A pesar de todo, estaban
contentos de estar allí, de ser parte de la Historia,
de haber contribuido con su granito de arena a que
la raza humana diera el paso que estaba a punto de
realizar y salir de una vez por todas, de forma
irremisible, del planeta que les vio nacer y les dio
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la vida.
Todavía permanecieron un par en minutos, sin
decir nada, envueltos por el halo mágico y
misterioso de las recortadas aristas de las rocas y el
sorprendentemente cercano horizonte. Luego, en
un tenue susurro, Hispen dijo por fin:
- ¿Qué, nos vamos? Comienzo a tener hambre.
Gagas sonrió con alegría. Echó un último
vistazo a la quieta extensión del Mare Nectaris y
volvió sus castaños y opacos ojos hacia su esposa.
- Sí, vámonos. Creo que yo también necesito
comer algo, y después echarme una buena siesta.
Se levantaron con torpeza, sin prisas. Y, cogidos
de nuevo de la mano, descendieron lentamente el
promontorio y luego atravesaron la llanura cubierta
de polvo oscuro hasta el lugar donde tenía
aparcado el vehículo que les conduciría de vuelta
hasta el primer complejo humano habitado en la
Luna. Hasta Selene.
Hasta su nuevo hogar.
ÓSCAR BASTANTE GODINA
Nacionalidad: Epañola
Periodista de profesión, director de la
emisora Radio Rubí en Barcelona (España),
autor de diversos relatos publicados. Autor
del relato "Hijo de dos mundos",
seleccionado para la antología Libro
Andrómeda 2008. Accésit y mención
especial del jurado del I Premio de Novela
Corta de la revista literaria Katharsis por la
novela "El Guardián del Puente del Arco
Iris". Mención especial del jurado en el I
Concurso de Relato Breve Fantástico de la
Asociación Cultural Forjadores de
Amorebieta por el relato "Los Hombres de
Schrödinger". Tercer premio del Concurso
de Cuentos Augusto Monterroso, de la
editorial Voces de Hoy, por el relato "Punto
de Partida".
Blog personal (literario):
http://fantasiasyquimeras.blogspot.com
Correo electrónico:
oscarbastante[arroba]yahoo.com
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Cosmocápsula Número 2. Febrero - Abril. 2010
Cuadernos rayados. De hojas amarillas. La
escuela o el colegio. Las aventuras y los
héroes. Sin permiso de la ciencia, nos ponen a
viajar en el tiempo. Y ese fue la principal excusa
para realizar este proyecto. ¿Qué fue de esos
momentos donde todo era posible?
La idea
Desde el campo del diseño, y en los últimos
años, he estado interesado en el tema de la niñez,
cómo los niños ven, sienten y representan el
mundo. Hay características que nos hacen únicos
cuando somos niños y que al parecer se pierden
con el paso de los años: la espontaneidad, la
recursividad y la ingenuidad con que abordamos la
vida. Pero sobre todo la forma en que nos
comunicamos, cómo contamos una historia en
aquellos años. ¿Y qué tiene que ver esto con “La
Guerra de las galaxias”?
Star Wars Fan Movie Challenge
Anualmente Lucasfilm, la misma productora de
la legendaria saga de películas, en asocio con el
portal de videos Atom Films, organiza un concurso
de cortometrajes llamado “Star Wars Fan Movie
Challenge”, abierto a aficionados y profesionales
de todo el mundo. En 8 ediciones, el tema siempre
ha sido el mismo: Star Wars, en corto y
preferiblemente comedia. Pero lo que se estimula,
o al menos esa fue mi apuesta, es el dar un punto
de vista particular usando como pretexto ese
universo, comunicando una idea o sentimiento.
Pueden existir ideas similares, pero el tratamiento
de cada autor las hace únicas.
El Corto
Usando la misma filosofía de la niñez, la
producción no tuvo nada de “espectacular” o
ambicioso, la idea era usar al máximo los recursos
Star Wars en el
Cuaderno
Óscar Fabián Triana Méndez
Cada año la compañía productora de la saga de Star
Wars, Lucasfilm, en conjunto con Atomfilms
organiza el concurso Star Wars Fan Movie
Challenge en el que compiten representaciones de
Star Wars en formato cortometraje. En la edición
2009, el colombiano Óscar Fabián Triana Méndez
fue el primer latinoamericano en ganar el concurso
en la categoría de mejor filme animado. En este
artículo nos cuenta su experiencia.
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