Los Salmos 41 y 42 forman un mismo poema que expresa la nostalgia del autor por estar lejos del Templo de Jerusalén. El salmista se siente olvidado por Dios y rodeado de enemigos, pero mantiene la esperanza de volver a ver el rostro de Dios en Sión. El poema contrasta el pasado feliz del autor en el Templo con su difícil presente lejos de casa y expresa su anhelo de regresar para alabar a Dios.