El salmista describe su actitud humilde y confiada en Dios, renunciando a aspiraciones desmedidas. Se expresa como un niño tranquilo en brazos de su madre. El versículo final exhorta a Israel a tener la misma humildad y confianza en el Señor.
Fuente: Emeric Amyot d'Inville, C.M. "Anunciar la Buena Nueva de la Salvación siguiendo las huellas de San Vicente", Vincentiana: Vol. 41: No. 4, Artículo 7.
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A. ¿Qué es la soledad?
• En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que más se utiliza para “solitario” es shamem, que significa “desolado”.
• En el Nuevo Testamento la palabra griega eremos significa “lugares desiertos”.
• La soledad es el estado emocional de tristeza causado por sentirse solo, aislado o alejado de los demás.
• Una persona puede sentir la falta de cercanía con otros aún cuando estén en su presencia.
• David exclamó al Señor en tiempo de soledad:
“Mírame, y ten misericordia de mí, porque estoy solo y afligido”.
(Salmos 25:16)
B. ¿Qué significa estar solo?
• En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea que se traduce solo es badad, que significa “estar con uno mismo”.
• En el Nuevo Testamento, la palabra griega monos denota “sin compañía, solo, solitario”.
• Estar solo es la condición de estar sin compañía, separado de otros.
• Con frecuencia, Jesús buscó estar a solas. Se apartaba de los demás para poder tener comunión con el Padre.
“Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo”.
(Mateo 14:23)
C. ¿Cuál es la diferencia entre estar a solas y sentir soledad?
• La soledad se refiere al estado emocional (por sentirse rechazado y desolado).
• Estar a solas se refiere al estado físico (el estado de estar separado de los demás).
• La soledad generalmente es una experiencia negativa (que va acompañada de un sentimiento de desesperanza).
• Estar a solas puede ser una experiencia positiva (convirtiéndola en un momento de creatividad y comunión con el Señor).
D. Ejemplos bíblicos de soledad
DAVID EXPERIMENTÓ SOLEDAD POR EL RECHAZO.
“Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida”.
(Salmos 142:4)
JOB EXPERIMENTÓ SOLEDAD POR SUS AMIGOS DESLEALES.
“El atribulado es consolado por su compañero; aun aquel que abandona el temor del Omnipotente. Pero mis hermanos me traicionaron como un torrente; pasan como corrientes impetuosas”.
(Job 6:14–15)
ELÍAS EXPERIMENTÓ SOLEDAD PORQUE TEMIÓ LA IRA DE DIOS.
“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado. Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres”.
(1 Reyes 19:3–4)
E. Ejemplos bíblicos de estar solo
PABLO ESTUVO SOLO CUANDO SUS AMIGOS LO ABANDONARON.
“En mi primera defensa ninguno estuvo a mi lado, sino que todos me desampararon; no les sea tomado en cuenta. Pero el Señor estuvo a mi lado, y me dio fuerzas, para que por mí fuese cumplida la predicación, y que todos los gentiles oyesen. Así fui librado de la boca del león”.
(2 Timoteo 4:16–17)
JOB ESTUVO SOLO CUANDO
3. Con una gran espontaneidad,
el salmista describe su actitud
humilde y confiada delante de
Dios, fundada en la renuncia a
toda “aspiración desmedida” (v.
1).
Esta actitud se expresa
admirablemente en la imagen
del niño que descansa tranquilo
en los “brazos de su madre” (v.
2).
El versículo final amplía la
perspectiva a todo Israel, para
exhortarlo a tener ese mismo
espíritu de humildad y
confianza en el Señor.
4. 1. CON ISRAEL
2. CON JESÚS
3. CON NUESTRO
TIEMPO
Aquí escuchamos a un Israel tranquilo, que renuncia a toda esperanza de grandeza
política y se contenta con ser el pueblo "amado" de Dios. Llega a renunciar hasta
las "maravillas" del tiempo del Éxodo hechas en su favor. Está feliz únicamente con
ser un "niño" amado.
El misterio de Navidad nos ha familiarizado con el "icono" de la madre y el niño.
Nunca contemplaremos bastante esta imagen. Por más que sea familiar, cotidiana,
universal, nunca es banal, bajo cualquier cielo, en todas las razas, entre ricos y
entre pobres. Un niño en brazos de su madre puede parecer muy natural, ordinario,
quizá profano. Ahora bien, desde que el Hijo de Dios en persona se abandonó en
brazos de María, esta humilde realidad tomó un carácter sagrado: una revelación
de Dios se oculta en este icono.
La primera estrofa de este salmo, que expresa la paz deseada, nos invita a ser
realistas. La paz es una especie de conquista. La tranquilidad del alma se
construye por el rechazo de la agitación. Hay que renunciar al "corazón soberbio", a
la "mirada ambiciosa", a las "grandes proezas". Hay que renunciar a las
preocupaciones excesivas, a los deseos perturbadores. Pero la "paz de Dios" no
nace de una vida sin preocupaciones ni dificultades. Nace sobre todo de
situaciones destructoras: una gran decepción, un fracaso, una pérdida, una
enfermedad, un duelo…
5. Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas que superan mi capacidad; sino que acallo y
modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.
7. PLEGARIA DEL INTELECTUAL
Demasiadas palabras, Señor, demasiadas ideas. Hasta la oración he traído el peso de mis
razonamientos, la carga irracional de la razón. Tengo el vicio del silogismo, soy esclavo de la
razón y víctima del intelectualismo. Enturbio mis oraciones con mis cálculos y emboto el filo de
mis peticiones con la verborrea de mis discursos. Reconozco mi defecto y quiero volver a la
sencillez y a la inocencia del niño que todavía vive en mí. Eso me da alegría.
«Mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi
capacidad, sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre».
Acallo mis deseos, Señor. Acallo mi mente, mis conceptos, mis conocimientos, mis teorías,
mis elucubraciones. He pensado tanto, tantísimo, en mi vida que del entendimiento que me
diste para encontrarte he hecho un obstáculo que no me deja verte. Me doy por vencido,
Señor. Doma mi razón y refrena mi pensamiento. Acalla mi entendimiento y pacifica mi mente.
Acaba con el ruido de mi alma que no me deja oír tu voz dentro de mí.
Déjame descansar en tus brazos, Señor, como un niño en brazos de su madre. ¡Cuánto me
dice esa imagen! Cierro los ojos, desato los nervios, siento el cálido tacto, el cariño, la
protección, y me quedo dormido en plena sencillez y confianza. Esa es la oración que mayor
bien me hace, Señor.
8. Oh Dios, que te dignas mirar la bajeza de los
humildes y humillas la altivez de los soberbios;
concédenos el don de la humildad para
configurarnos con tu Hijo que siendo Dios se
anonadó por nosotros. Él, que vive y reina por los
siglos de los siglos. Amén.